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Читать книгу: «Historia de Jesús de Nazaret», страница 5

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A. El anuncio a José

Mateo relata que José, antes de convivir con María, se da cuenta de que ella espera un hijo; pudo haber sido después de su regreso de su estancia con su prima Isabel, cuando ya tenía tres meses y semanas de haber concebido, y el embarazo sería visible. José tiene que decidir cómo reaccionar ante ese acontecimiento. Podría denunciar públicamente a María y rechazarla como esposa, pero como no concibe maldad en ella, decide repudiarla en secreto, es decir, huir y no tomarla como esposa. Entonces, dice Mateo, que se le aparece “en sueños” un ángel del Señor, que le dice que no tema recibir a María, pues el hijo que va a nacer de ella es obra del Espíritu Santo y José deberá darle el nombre de Jesús, “porque salvará al pueblo de sus pecados”. El encargo de poner un nombre al Niño implica el de confiarle su manutención y educación, es decir, de confiarle el papel de padre de Jesús, junto a María, la madre.[59] El aviso por parte de un ángel se entiende, en primer lugar, de forma negativa, pues lo recibe no de una voz humana, y el recibirlo en sueños indica una forma no perceptible por los sentidos externos; pudo ser como algo que pensó mientras dormía, que lo reconoce como un mensaje de Dios.

Hay dos coincidencias interesantes en los relatos, que provienen de fuentes independientes. Ambos afirman que María concibe “por obra del Espíritu Santo”, y en ambos el ángel anuncia, en uno a María, y en el otro a José, que el nombre que deberá llevar el niño es “Jesús”.

B. El nacimiento

Mateo no narra el nacimiento, simplemente afirma que Jesús nació en Belén, en tiempos del rey Herodes, que son datos que coinciden con los que da Lucas. Mateo data el acontecimiento con la referencia a Herodes, mientras que Lucas lo hacía con referencia a Augusto; y lo localiza en un lugar determinado, Belén de Judá. Después de afirmar el nacimiento, Mateo hace el conocido relato de la visita de los magos, que pudo ocurrir después de la presentación de Jesús en el templo, es decir, ahí donde Lucas termina su narración.

C. La llegada de los magos

Mateo dice que unos “magos”, procedentes de Oriente, llegaron a Jerusalén y preguntan dónde ha nacido el rey de los judíos, pues han visto su estrella y han venido para adorarlo. La presencia y la pregunta de los magos causa conmoción en Jerusalén e inquieta profundamente a Herodes. Él convoca a reunión a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas para que digan el lugar donde las Escrituras señalan que nacerá el Mesías, y concluyen que es Belén de Judá. Mateo cierra esta primera parte de su relato citando la profecía de Miqueas, que afirma que el Mesías nacerá en Belén, con lo cual vuelve a afirmar el acontecimiento histórico del nacimiento de Jesús en Belén como cumplimiento de las Escrituras.[60]

1. Quiénes eran los magos. La palabra “mago”, mágoi en griego, tenía varios significados: se refería a los sacerdotes persas, pero como se decía que ellos sostenían ciertas ideas filosóficas, también se aplicaba la palabra a los filósofos o sabios; así mismo denotaba a personas dotadas de saberes y poderes sobrenaturales, y a los brujos, embaucadores y charlatanes.[61] La acepción que conviene a los personajes que menciona Mateo es la de “sabios” o “filósofos”, no la de “sacerdotes persas”, pues vienen a adorar a uno que no es un dios persa.

Se ha demostrado que en tiempos del nacimiento de Cristo todavía existía en Babilonia una ciencia astronómica, aunque en decadencia; por lo que se puede conjeturar que estos magos sabían astronomía y que pudieron observar la conjunción astral de los planetas Júpiter y Saturno que, según cálculos de Kepler, tuvo lugar entre los años 7 y 6 a. de C., es decir, en los años en que nació Jesús. Esa observación pudo haberlos movido a emprender el viaje, pero el sólo interés científico no explica su comportamiento, porque ellos preguntan por un rey de los judíos, al que miran como un salvador también para ellos, por lo que quieren adorarlo. Para que la observación de las estrellas tuviera un significado era necesario que los magos conocieran algún vaticinio o profecía relacionada con los astros. Según dicen Tácito y Suetonio, en ese tiempo corría la idea de que surgiría de Judá un dominador del mundo.[62] Puede ser que además tuvieran conocimiento de una profecía de Balaán, adivino al servicio del rey de Moab, quien no era judío y tenía otra religión, por lo que es mal visto en la Biblia, pero que profetizó: “Lo vislumbro, pero no es ahora, lo diviso, pero no de cerca: viene en camino una estrella, en Israel se ha levantado un cetro”;[63] hay confirmación, fuera de la Biblia, de la existencia de Balaán, y su promesa pudo ser conocida fuera del ámbito de Israel.

La tradición cristiana ha leído la narración de los magos en relación con el Salmo 72, que dice: “Que le traigan presentes los reyes de Tarsis [España] y de las islas, le ofrezcan dones los reyes de Sebá y Sabá”;[64] y en relación con la profecía de Isaías, donde canta el esplendor de Jerusalén cuando llega el Mesías, y dice que a ella acudirán reyes y las naciones de todo el mundo.[65] De ahí que los magos de que habla Mateo se hayan convertido en reyes o reyes-magos.

2. La estrella. ¿Existió realmente? Y si así fue, ¿qué tipo de estrella era? En la tradición cristiana ha habido dos posturas. San Juan Crisóstomo (siglo iv) dice que no tiene caso averiguar si fue o no una estrella, que más bien se trató de un poder sobrenatural, que tomó la apariencia de estrella, y que es imposible que una estrella se mueva como supuestamente se habría movido la del relato. Otra tradición, que se remonta a san Ignacio de Antioquía (ca. 100 d. C.) afirma que fue realmente una estrella extraordinaria. Dados los progresos de la astronomía actual, parece razonable buscar si hay algún dato que confirmara la existencia de esa estrella.

Johanes Kepler (1571-1630) adelantó una explicación, que hoy siguen algunos astrónomos. Él calculó que hacia el año 6 o 7 a. C. se produjo una conjunción de Júpiter, Saturno y Marte, semejante a la que había ocurrido en 1604, a la cual se añadió una supernova, es decir, una estrella débil o lejana en la que se produce una gran explosión, de manera que produce una gran luminosidad durante semanas y meses; opinaba que en tiempos de Jesús pudo haberse producido una supernova semejante. El astrónomo vienés Ferrari d’Ochieppo retoma esa teoría y explica adicionalmente que, según los astrónomos de Babilonia, Júpiter era la estrella de la más alta divinidad de Babilonia, y Saturno el representante del pueblo judío. Estos datos, aunque no constatan el hecho –lo cual ya no es posible porque es pasado e irrepetible– hacen verosímil la narración.

La narración de la estrella ha servido, según afirmaron los escritores cristianos de los primeros siglos, para desmitificar la astronomía: no es la estrella la que determina cómo será el Niño, sino que es el nacimiento del Niño el que determina el comportamiento de la estrella.

3. La previsión de Herodes. La llegada de los magos a Jerusalén, y su pregunta por el nacimiento del “rey de los judíos”, causa inquietud en la ciudad y en Herodes, quien convoca a una junta a los sumos sacerdotes y escribas para que respondan por el lugar donde deberá nacer, de acuerdo con las escrituras, el futuro rey de Israel.[66] Los sabios responden que el lugar es Belén, y Mateo, para encuadrar el acontecimiento en la tradición de Israel, cita dos lugares del Antiguo Testamento: una profecía de Miqueas,[67] que afirma que de Belén saldrá el jefe del pueblo, y otra del Segundo Libro de Samuel,[68] que dice, refiriéndose a David: “Tú apacentarás a mi pueblo Israel, tú serás príncipe sobre Israel”, palabras que Mateo interpreta en el sentido de que el pastor[69] de Israel saldrá de la descendencia de David.

Después de la junta de los sabios, que concluyen que el Mesías nacerá en Belén, Herodes llama en secreto a los magos para pedirles que le informen del lugar donde encuentren al Niño, porque él también quiere ir a adorarlo. Llama la atención que no haya ninguna indicación de la reacción de los sabios ahí reunidos, que podrían o deberían estar interesados en conocer al Niño.

4. La adoración de los magos. Mateo continúa el relato y dice que los magos emprenden el camino a Belén, ven de nuevo la estrella que los había guiado y que se detiene en el lugar donde estaba el Niño. Entran los magos en la “casa”, ven al Niño y a su madre, se arrodillan y lo adoran, y le ofrecen presentes de oro, incienso y mirra.

Del relato parece claro que el Niño ya no está en la gruta sino en una casa, por lo que cabe conjeturar que la adoración de los magos tiene lugar pasado un cierto tiempo después del nacimiento y de la purificación y presentación en el templo. Llama la atención que Mateo no mencione a José en la escena, a pesar de que Mateo suele interesarse en su persona; podría ser simplemente que no presenció la escena, por estar ocupado en otras cosas o que Mateo prefiera no mencionarlo para resaltar que el Niño es hijo de Dios, no de José.

La actitud de los magos, según el relato de Mateo, es la proskýnesis, es decir, la postración, que es la postura corporal que manifiesta el homenaje que se ofrece a Dios. Los presentes que ofrecen al Niño no son cosas prácticas que la familia necesitaría, sino dones que expresan el reconocimiento de su divinidad. El oro y el incienso también los menciona Isaías, como dones que los pueblos ofrecerán al Dios de Israel.[70]

En lugar de regresar por el mismo camino y ver a Herodes, quien los esperaba, los magos, “después de recibir en sueños avisos de no volver a Herodes”, decidieron regresar por otro camino.[71]

D. La huida a Egipto, la matanza de los inocentes
y el retorno a Nazaret[72]

Después de la visita de los magos, José retoma el papel protagónico. Recibe, otra vez en sueños, el aviso, por parte de un ángel, de huir con el Niño y con su madre porque Herodes pretende matarlo. Esto debió ocurrir algunas semanas después de que Herodes se entrevistó con los magos. Mateo dice que José tomó inmediatamente al Niño y a su madre y se fue a Egipto.

1. La matanza de los inocentes. Cuando Herodes se da cuenta de que los magos lo eludieron, enfurece y decide poner por obra lo que quizá ya había tramado antes, asesinar al Niño, a quien ve como un competidor en el poder. Como no sabe dónde localizarlo, ordena matar a todos los niños de Belén y de sus alrededores de dos años o menores. El dato de la edad de los niños inocentes sirve como apoyo para conjeturar que el nacimiento habría ocurrido uno o dos años antes de la muerte de Herodes.[73]

La ejecución de los inocentes es un dato que sólo se conoce por esta fuente. Han habido diversos cálculos del número de niños varones asesinados. Los más conservadores afirman que fueron entre quince y veinte.[74] Aunque no hay otra fuente que hable de la matanza, ésta parece posible, dado el carácter de Herodes, quien había mandado ajusticiar a sus hijos, Alejandro y Aristóbulo, en el año 7 a. C., porque presentía que amenazaban su poder; lo mismo hizo, tres años después, con su hijo Antípater.[75] Quien mató a sus propios hijos con tal de conservar su poder, bien podía ordenar la matanza de otros por la misma razón.

2. La huida. Es posible que José y María tomaran el camino que conducía a Egipto y salieran por la frontera sur de Palestina, por Hebrón y Bersabé, de ahí por el desierto de Farán y, después de seis o siete días, entrasen a la provincia de Gessén, en la que, desde antiguo, habitaban muchos judíos;[76] de acuerdo con una tradición, que recoge sor María de Jesús de Agreda,[77] hicieron una breve parada en Heliópolis y finalmente se establecieron en Menfis.[78] Mateo entiende la estancia en Egipto, como algo previsto en la profecía de Oseas que dice: “De Egipto llamé a mi hijo”.[79]

3. El regreso. Estando José, María y Jesús en Egipto, muere Herodes en el año 750 de la fundación de Roma, que equivale al año 4 a. C.[80] Mateo relata que una vez más un ángel en sueños avisa a José que pueden volver a Israel, porque han muerto los que querían matar al Niño. La estancia en Egipto debió de durar uno o, máximo, dos años, considerando que llegaron ahí cuando el Niño tenía menos de dos años y regresaron después de la muerte de Herodes.

José, una vez avisado, toma al Niño y a su madre y se encamina a Israel. Posiblemente se dirigiría de nuevo a Belén, donde había nacido el Niño y era la ciudad de origen de José, y donde tal vez tendría alguna tierra. Pero en el camino se entera de que Arquelao, uno de los hijos de Herodes, conocido por su crueldad, reina en Judea, y esto lo hace dudar de si debe ir allá. Nuevamente, recibe un aviso “en sueños”, y se dirige a Galilea, para asentarse en Nazaret, donde vivían antes.

En todos estos acontecimientos, Mateo, quien se dirige principalmente a los judíos, ve cumplimientos de las Escrituras. La huida a Egipto da lugar a que se cumpla la Escritura que afirma “de Egipto llamé a mi hijo”;[81] la matanza de los inocentes es cumplimiento de una profecía de Jeremías que afirma el llanto de Raquel, cuyo sepulcro estaba cercano a Belén, por la muerte de sus hijos;[82] y el regreso a Nazaret, con el cumplimiento de otra profecía, según la cual se llamaría “Nazareno” al Mesías.

La inserción de las profecías por parte de Mateo es una manera de indicar las fuentes por las cuales atribuye un significado especial a los acontecimientos narrados. No es que leyendo las profecías “invente” los acontecimientos, lo cual sería en extremo laborioso, máxime que muchas de ellas son simbólicas, como la citada “De Egipto llamé a mi hijo”, sino más bien que, al reflexionar sobre los acontecimientos, recuerda las profecías y entiende que se han cumplido.[83]

Algunos autores críticos modernos discuten la historicidad de los acontecimientos narrados por Mateo, ya que es un testimonio único, y se trata de acontecimientos cuya omisión no implicaría ninguna merma en el sentido teológico. Sin embargo, habiendo un testimonio que relata acontecimientos creíbles, aunque extraordinarios, podemos suponer, mientras no haya pruebas en contra, que los acontecimientos narrados son verídicos, pues el autor no intenta engañar a sus lectores, sino dar testimonio de lo que él vio, oyó y creyó.[84]

Con la indicación del establecimiento de la Familia en Nazaret, se vuelven a unir los relatos de Lucas y Mateo.

[1] Mt 1,1-17.

[2] Lc 1,5 y 26.

[3] Por ejemplo, Pablo en Rom. 1,3 dice de Jesús “nacido del linaje de David según la carne”, en una carta escrita a finales de los años cincuenta; el añadido “según la carne” indica que eso se afirma de Jesús teniendo en cuenta los modos de pensar humanos, pero no vale a los ojos de la fe, que ve a Jesús como Hijo del Eterno Padre.

[4] Mt 22,44; Mc 12,35; Lc 20,41.

[5] Lc 3,23-38.

[6] Son muchos los lugares de los evangelios sinópticos donde Jesús se llama Hijo del Hombre, y son especialmente significativas las veces en que se dice que el Hijo del Hombre volverá al final de los tiempos, como en Mt 24,29-31; Mc 13,24-27 y Lc 21,25-28.

[7] Jn 1,1-14.

[8] Mt 26,63; Mc14, 61-62; Lc 22,70-71.

[9] Mt 1,18-2,23.

[10] Lc 1,1-2,38.

[11] Véase Ratzinger I, pp. 20-23.

[12] Esa es la opinión de Joachim Gnilka, cit. por Ratzinger I, p. 23.

[13] Lc 2,19 y 2,51.

[14] En Lc 24,6 el ángel les dice a las mujeres que recuerden cómo Jesús les explicaba que tenía que padecer, morir y resucitar.

[15] Lc 24,27.

[16] Lc 1,5-25.

[17] Lc 1,6.

[18] Erik Petersen, citado por Ratzinger, p. 27, dice: “Era el lado sur del altar. El ángel está entre el altar y el candelabro de siete brazos. En el lado izquierdo del altar, que da al norte, había una mesa con los panes de la proposición”.

[19] Malaquías vivió entre el año 515 y el 445 antes de Cristo.

[20] Ml 3,1.

[21] Ml 3,23.

[22] Lc 1,19. Este nombre del ángel aparece en el Antiguo Testamento únicamente en el Libro de Daniel, 9,21.

[23] Lc 1,26-38.

[24] De acuerdo con las costumbres judías, la mujer prometida o desposada seguía viviendo en el hogar paterno por un año, bajo la potestad de sus padres, y pasado el año, el esposo la recibía en su casa, es decir, tenía lugar el matrimonio. Gnilka, cit. por Ratzinger I, p. 45.

[25] Lc 1,27.

[26] Lc 1,28-30.

[27] So. 3,15: “El Señor, Rey de Israel, está en medio de ti; no temerás más la desgracia”; 3,17: “El Señor, tu Dios, está en medio de ti como poderoso Salvador. Él disfrutará de ti con alegría, te renovará su amor, se regocijará en ti con canto alegre, como en los días de fiesta”.

[28] El nombre de Jesús también lo señala Mateo, quien dice que significa que Dios salvará al pueblo de sus pecados.

[29] 2S 7,16.

[30] Lc 1,38.

[31] También el Evangelio de Juan, que es independiente respecto de estas narraciones de Lucas y Mateo, afirma lo mismo en 1,13, si se lee en singular: “que no ha nacido de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni del querer del hombre, sino de Dios”.

[32] Is 7,14: “Miren, la Virgen está encinta y dará a luz un hijo…”.

[33] Lc 1,39-56.

[34] María de Jesús de Agreda, op. cit., pp. 452-454.

[35] Lc 2,1-38.

[36] Rom 8,29.

[37] De acuerdo con las fuentes de historia romana (véase Casciario, op. cit., p. 42, n. 55; Meier I, op. cit., pp. 212-213; Ratzinger I, p. 69), se sabe que Quirino pudo tener mando en Siria entre los años 10 a 6 a. C., y luego un segundo mandato, como gobernador de Siria, del año 6 al 7 d. C., y que llevó a cabo un censo en Judea (no en Galilea) el año 6 d. C., que no puede ser aquel al que se refiere Lucas. Se puede fijar mejor la fecha del nacimiento con la referencia de la vida y muerte de Herodes, como se explica en el texto.

[38] Véase Comentario, p. 974.

[39] Fillion I, p. 164, quien también se apoya en Orígenes (Cfr. Celso, 1,5), y en varios evangelios apócrifos, da esto como bien conocido en su tiempo (185-254) y también lo consignan varios de los evangelios apócrifos.

[40] Is 1,3.

[41] María de Jesús de Agreda, op. cit., libro IV § 485, p. 561. Ahí dice que María mandó a los animales que “adorasen”, en cuanto ellos podían a su Creador, y que “obedecieron los humildes animales al mandato de su Señora y se postraron ante el niño y con su aliento le calentaron y sirvieron con el obsequio que le negaron los hombres”.

[42] Lc 2,9-10. En los evangelios se presenta de manera constante este “llenarse de temor” ante la presencia divina, como cuando Gabriel se aparece a la Virgen o a Zacarías; es un temor de asombro, no de miedo ni de pánico.

[43] Lc 3,21.

[44] Todos sería María y José, pero quizá hubiera otros que habían acudido espontáneamente al saber que ahí había nacido un niño.

[45] Se ha conjeturado que Lucas pudo entrevistarse con la virgen María en el tiempo en que había ido a Jerusalén con Pablo, y cuando éste fue puesto en prisión en Cesarea. Lucas acompañó a Pablo en Cesarea y desde ahí pudo hacer viajes a Jerusalén y otros lugares donde vivió Jesús para entrevistar a testigos de la vida de Jesús, y especialmente a la virgen María. Véase J. Holzner, San Pablo, Barcelona, Herder, 1955, p. 401.

[46] Lc 2,21.

[47] Gal 4,4.

[48] María de Jesús de Agreda, op. cit, libro iv § 530, p. 581.

[49] Lc 2,22-38.

[50] Lev 12,1-4.

[51] Lc 2,24.

[52] Ex 13,2; 13,12 y ss.

[53] Lc 2,25-38.

[54] Is 46,13: “Mi justicia está cerca, no se alejará, mi salvación no se demorará, daré la salvación a Sión, y mi gloria a Israel”.

[55] Is 42,6 y 49,6: “Muy poco es que seas siervo mío para restaurar las tribus de Jacob y hacer volver a los supervivientes de Israel. Te he puesto para ser luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los extremos de la tierra”.

[56] Dice Ratzinger (La infancia, p. 92) que, aunque Dios es amor, se puede odiar el amor cuando exige. Hoy, Cristo sigue siendo signo de contradicción para los hombres que ven en él un límite a su libre voluntad.

[57] Lc 2,39-40.

[58] Mt 2,1-23.

[59] Así se entiende que no es que José adopte a Jesús, sino que Dios Padre, de quien procede toda paternidad, instituye a José como padre de Jesús. No es José el padre adoptante ni el padre putativo, sino el padre que Dios quiere para su Hijo.

[60] Mi 5,1: “Pero tu Belén Efrata, aunque tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser dominador en Israel”.

[61] En los Hechos de los Apóstoles 13,10 se usa la palabra “mago” en el sentido de charlatán o embustero, cuando refieren (13,6-10) a un mago llamado Barjesus, que era consejero de Sergio, el gobernador romano (procónsul) de Chipre, y como tal mago se oponía a la predicación de Pablo y Bernabé, Pablo le dijo: “¡Tú, lleno de todo engaño y de toda malicia, hijo del diablo, enemigo de toda justicia!”.

[62] Esta expectativa la aprovechó Flavio Josefo para congraciarse con Vespaciano, quien, mientras llevaba su ejército contra Jerusalén, fue aclamado emperador en Roma, por lo que Flavio Josefo dijo que el propio Vespaciano era el dominador del mundo surgido en Judá.

[63] Num 24,17.

[64] Sal 72,10.

[65] Is 60,3.

[66] Mt 2,2. La expresión “rey de los judíos” es típicamente pagana; un judío habría dicho “el rey de Israel”.

[67] Mi 5,1: “Pero tú, Belén Efrata, aunque tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser dominador en Israel”.

[68] 2Sam 5,2.

[69] Es interesante notar que el oficio del rey es el de ser “pastor”, cuidador del rebaño, y no su dueño.

[70] Is 60,6: “Te cubrirá una multitud de camellos, dromedarios de Madián y Efá, todos vendrán de Sabá, cargados de oro e incienso, y pregonando alabanzas al Señor”. De ahí se ha formado la tradición de que procedían de Arabia, Persia y África (Etiopía); Isaías se refiere a lugares al este de Jerusalén.

[71] Mt 2,12.

[72] Mt 2,13-23.

[73] Mt 2, 7 dice que Herodes “se informó cuidadosamente por ellos [los magos] del tiempo en que había aparecido la estrella”.

[74] La cifra se calcula, considerando que la población de Belén era de unos 2 mil habitantes, que podrían tener un promedio de 30 nacimientos anuales, de los cuales quince serían mujeres y quince varones. Véase Filion I, op. cit., p. 198.

[75] Ratzinger, La infancia, p. 113.

[76] Filion I, p. 197.

[77] María de Jesús de Agreda, segunda parte, capítulo 25, p. 640.

[78] Una iglesia copta, en el antiguo Cairo está, según alguna tradición, en el lugar donde habitó la Sagrada Familia.

[79] Os 11,1: “Cuando Israel era niño, Yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo”. La profecía se refiere, en primer lugar, al pueblo de Israel, al que Dios sacó de Egipto; pero también se puede entender, como lo hace Mateo, referida al Hijo de Dios, a Jesús, al que llamó de Egipto para volver a Israel.

[80] Filion I, op. cit., p. 200.

[81] Os 11,1.

[82] Jer 31,15.

[83] Mateo no pudo conocer directamente estos acontecimientos, pero pudo haberlos conocido por medio de Jesús, quien, en los muchos momentos que tuvo de intimidad con sus discípulos cercanos, pudo contarles lo que Él sabía de su propia infancia, y que él conoció porque se lo contaron María y José; el hecho de acompañar el relato con la cita de muchas profecías recuerda que cuando Jesús hablaba con los discípulos de Emaús, les “interpretaba en todas las Escrituras lo que se referían a Él” (Lc 24,27).

[84] Véase Ratzinger, La infancia, pp. 123 y 124.

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9786079946821
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