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Marzo 22
¿Gente de poca fe?

“Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así. ¿No hará mucho a vosotros, hombre de poca fe?” Mateo 6:30

La fe no consiste únicamente en creer que Dios existe.

La fe en la Escritura implica hacer algo en respuesta a esa creencia.

Implica obediencia y aceptación de lo que Dios ha dicho y también entendimiento de sus atributos. Implica además comprender su sacrificio y vivir de acuerdo a nuestra nueva condición en Cristo.

Implica descansar en Dios y confiar en El en todo tiempo, aun cuando las cosas no parecen ir muy bien.

Sin fe desagradamos a Dios. Sin fe no tenemos una vida de victoria. Sin fe carecemos de certezas en este mundo y vivimos a la deriva.

¿Cómo podríamos nosotros definir lo que en realidad es la vida cristiana?

La vida cristiana no es en realidad una vida llena de obstáculos, agotadora e imposible de llevar.

Ni tampoco es una vida de legalismo que a diario se nos introduce para que cumplamos muchos requisitos que nos den acceso al cielo. Eso no es lo que Cristo nos enseñó.

Más bien, Él nos mostró una manera de vivir con gozo, con expectativa por mejores cosas, con alegría ante el porvenir, con esperanza de cosas mejores. Él nos enseñó a vivir una vida de fe.

Por eso no basta con que creas en Dios, tienes que creerle a Él. Tienes que creer en su palabra. Tienes que creer en sus promesas.

La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

La fe te traslada del lugar del problema al lugar de la solución. Te permite ver más allá pero con ojos diferentes.

Por eso, para tiempos como estos Dios está buscando gente de fe.

¿Eres tu uno/a de estos/as?

Oración:

Señor Jesús, mi oración para este día es que sea más fortalecido en mi fe para enfrentar las batallas de cada día. Permíteme que a lo largo de esta jornada pueda mostrarle a quien sea necesario que tú me has dado una fe suficiente para superar barreras y derribar gigantes, Amén.

Marzo 23
Buscando una esperanza real

“Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza” (1 Timoteo 1:1)

Mi hija es profesora de una escuela intermedia para jóvenes entre 11 y 14 años aproximadamente.

Al terminar uno de los periodos, sus alumnos le regalaron un pequeño libro con algunas notas que le escribieron.

Ella me dio el librito para que lo leyera. La mayoría de los alumnos que son apenas unos jovencitos empezando a vivir, escribieron cosas como estas: “Te agradezco mucho por haberme escuchado en un momento crítico de mi vida”; “en realidad te aprecio porque me ayudaste a salir de mi angustia y mi depresión”; “te doy gracias porque fuiste el apoyo que necesitaba en este momento difícil de mi vida”.

Y así como estas, otras notas en las que se notaba un gran sufrimiento por parte de estos niños que aún despiertan a la pubertad y tienen toda su vida por delante.

Los jóvenes que viven en nuestro alrededor, tienen todo lo que un adolescente quisiera tener. Toda la tecnología, los teléfonos, vehículos muchos de ellos, comodidad en sus casas, cuartos propios, ropa nueva, zapatos de marca, videos y cuanta cosa se les viene a la cabeza, ¡pero no son felices!

Por el contrario estamos viendo una generación de jóvenes en depresión, en tristeza, en angustia permanente, en crisis existencial, con intentos de suicidio, con vicios a los que se aferran para encontrar salidas a sus vacíos, con problemas que ellos mismos no saben cómo confrontar.

Los padres siguen trabajando largas jornadas para seguir comprando cosas que no van a llenar ese vacío de su juventud.

Muchos jóvenes lo tienen todo pero no son felices. Por el contrario, viven resentidos, viven deprimidos y terminan buscando en los vicios, en las drogas, en las pandillas, una respuesta para sus interrogantes.

Este mundo necesita desesperadamente una esperanza real. Esa esperanza tiene un nombre, se llama Jesucristo, nuestra única y verdadera esperanza.

Él no nos abandona, sino que está presto a nuestros ruegos y podemos acudir en cualquier momento y su línea nunca está ocupada.

Es nuestro Señor, quien nos conforta, quien nos ayuda, quien nos consuela.

Los tiempos difíciles se vencen siempre con la plenitud del amor que Jesús vino a entregar a cada uno de los suyos. Recibe en este día esa plenitud y vive de aquí en adelante con gran esperanza.

“Cristo en nosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27b).

Oración:

Señor amado, en este día deseo renovar mi intención de ayudar a quien clama en necesidad. Sé que el mundo te necesita y yo puedo ser parte de un cambio real en la vida de alguien cuando comparto de ti, Señor Jesucristo, la única esperanza real a quien podemos aferrarnos. Ayúdame para no ser indiferente, sino que pueda compartir con los demás la esperanza de gloria. Amén.

Marzo 24
Confiando de nuevo en El

“Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentará de la verdad”

(Salmo 37:3)

Si tú eres una persona convertida, eso significa que una vez le confiaste tu vida al Señor.

Un día El Señor te atrajo con su amor y abriste tu corazón y dijiste Señor entra en mi vida y hazla de nuevo.

Y El empezó el trabajo, lentamente, pacientemente.

Cuando caías Él te levantaba, cuando te extraviabas Él te encontraba de nuevo, cuando desfallecías encontrabas una mano en la que te apoyabas para encontrar nuevas fuerzas.

Y tal vez por circunstancias en la vida llegaste incluso a dudar de tu fe.

Pudiste preguntarte: ¿vale la pena esto? ¿No hubiera sido mejor quedarme cómo estaba?

Hasta más problemas he tenido desde que he venido a Cristo y tengo mucha oposición.

Han pasado los años, han venido situaciones difíciles, han llegado los problemas y has tenido que lidiar con ellos.

Incluso puede haber sido que por causa de todo eso perdiste ese fuego interior que tenías desde el principio. El enemigo susurra al oído de los creyentes para decirles: no eres importante para nadie, Él no te ama, te abandonó cuando más lo necesitabas, te dejó solo y tú habías puesto tu confianza en Él y mira ahora tu vida.

Pero la pregunta hoy para ti es: Ahora que le conoces más. Ahora que has vivido tantas experiencias con El. Ahora que has soportado dolores, fracasos, tristezas, malos momentos: ¿serías capaz, de confiar de nuevo en El?

Porque algo pasa cuando tú has sido quebrado/a pero sobrevives.

Algo pasa cuando a pesar de los golpes de la vida, tú permaneces.

Algo pasa cuando el cristiano se mantiene firme aun en los peores momentos de su vida.

Tu misión se alcanza, tu carácter se fortalece y te preparas para más grandes retos de la mano del Señor.

¿Le alabarías hoy aunque no estés en el mejor de tus momentos?

¿Le alabarías hoy aunque te sientas resquebrajado aun?

¿Le alabarías hoy aunque sientas que todavía sientes dolor en tu interior?

Algo pasa cuando le alabamos en momentos difíciles, porque esa alabanza convertirá el lamento en baile y la tristeza en alegría.

Dios no ha terminado contigo, Él tiene mucho más para ti. Él ha reservado el mejor vino para el final de la fiesta y ese vino nuevo está a punto de ser derramado en odres nuevos, en vasijas de honra listas para recibir la frescura que mana del cielo sin detenerse.

Por eso es hora de confiar de nuevo en El.

Ya has aprendido que puedes confiar en Él y descansar en su amor infinito.

Oración:

Señor, desde que te conocí he ido aprendiendo que tú me has dado una nueva naturaleza para resistir los problemas de la vida y seguir luchando con valor y con entrega. Sé que ahora soy una nueva criatura, preparada para levantarse de nuevo después de cada caída y para seguir caminando con valentía en esta vida, mientras tú estás conmigo. Amén.

Marzo 25
Viviendo una vida desafiante

“…. yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10)

¿Sientes que en tu vida estás cumpliendo con los propósitos para los cuales fuiste creado/a?

O tal vez tu vida es solo de total aburrimiento y sin desafíos en cada jornada.

¿Cómo justificarnos delante de Dios, cuando seamos llamados a rendir cuentas por lo que hicimos mientras estuvimos aquí? ¿Cómo justificaremos haber tenido vidas aburridas, sin desafíos, cuando Dios nos llamó a algo diferente?

¿Tener vidas llena de opresión, de miseria y de temor, cuando El Señor nos ofrece una vida en libertad, en abundancia y en su poder?

¿Tener vidas que se contentan con lo natural, cuando han sido dotadas de lo sobrenatural?

Un cristiano no debe vivir en temor. Un cristiano no debe vivir en cadenas. Un cristiano no debe vivir en tormento. Un cristiano no debe vivir en angustia.

Todo eso ya lo tomó El Señor y aunque el enemigo vino para matar, robar y destruir, nuestro Señor Jesucristo vino a darnos una vida diferente, una vida en la que se manifiesta continuamente lo sobrenatural, una vida en abundancia.

Hace algunos años un pastor puso a la puerta de su iglesia el siguiente rótulo: esta iglesia o tiene un avivamiento, o tiene un funeral.

Creo que deberíamos desafiarnos de esa manera. Nosotros como gente de fe, no tratamos con cuestiones superficiales, no.

Nosotros tratamos con las almas de los seres humanos, el destino eterno, el poder de un Dios que puede sanar, que puede liberar, que puede transformar vidas, que puede abrir los ojos de los ciegos y perdonar nuestros pecados.

Estas no son cosas superficiales, esto es lo más profundo en el ser humano.

Por eso también deberíamos desafiarnos a nosotros mismos: o tenemos un avivamiento, o tenemos un funeral. Las cosas de Dios no se deben jamás tratar de manera superficial.

El llamado es a vivir de una forma desafiante. El reino de los cielos sufre violencia y solo los valientes lo arrebatan (Mateo 11:12).

Oración:

Espíritu Santo, mi oración hoy es por un verdadero avivamiento. Anhelo un despertar espiritual propio y de todos los que te seguimos y compartimos tu nombre. Creo que es tiempo para que el pueblo cristiano se levante y resplandezca en medio de tanta oscuridad y somnolencia. Sí, creo que es tiempo de avivamiento. Lléname hoy de tu Santo Espíritu, lléname hoy de ese fuego divino. Amén.

Marzo 26
Escogidos y bendecidos

“…Jehová ha entregado toda la tierra en nuestras manos; y también todos los moradores del país desmayan delante de nosotros” (Josué 2:24b)

El libro de Josué fue escrito para mostrarnos lo que un Dios tan grande puede hacer con un pueblo al que ha escogido para bendecir.

El tema de este libro no es que Josué tomaba la tierra prometida, no. El tema de este libro es Dios tomando la tierra y Josué y el pueblo recibiéndola de parte de Dios.

Por eso al final de su carrera, Josué se levanta y desafía a todo el pueblo: Ustedes miren a quién van a servir, si a los dioses a quienes sirvieron sus padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra están habitando ahora. Pero sepan que yo ya hice una decisión y es la decisión más importante de mi vida, yo y mi casa serviremos al Rey de reyes y Señor de señores, yo y mi casa serviremos a Jehová.

Como parte del pueblo de Dios, tú y yo somos gente de conquista. El Señor nos planta en un lugar y es Él quien va tomando su tierra y nosotros vamos recibiendo de sus manos el lugar donde el nombre de nuestro Dios tiene que ser glorificado.

¡Hay un territorio por poseer, hay un llamado por cumplir, hay una tarea por realizar!

Por eso te pregunto hoy:

¿Se te olvidó que eres un/a conquistador/a para Cristo Jesús?

¿Se te olvidó que has sido comisionado/a por el mismo Señor de señores para entrar a poseer la tierra en la cual habitas?

¿Se te olvidó que a través del Espíritu Santo has sido dotado/a de un poder sobrenatural?

Recuerda hoy que tú has sido escogido/a y bendecido/a por Dios para hacer lo que solo los hijos de Dios pueden llegar a hacer.

Así que levántate y recibe hoy lo que El Señor está tomando para ti y está entregando en tu mano.

Al final solo podrás glorificar a Dios por las victorias que día a día te regala.

Oración:

Rey de mi vida, mi Señor Jesús, yo soy tu pertenencia y deseo honrarte con cada acto de mi vida. Tú me libraste de la posesión del enemigo y de la muerte eterna. Hoy decido servirte con todo mi ser, y me comprometo a amarte con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas y con toda mi mente. Deseo ser siempre fiel a tu llamado y a tu voz. Quiero ser guiado por tu mano de poder y renuncio a la idolatría, a la religiosidad, a las tradiciones inútiles, a una vida sin propósito, porque sé que en ti tengo todo cuanto necesito para ser feliz. Amén.

Marzo 27
¿Te olvidaste?

“Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” (Éxodo 20:2)

El creyente debe aprender cómo debe confrontar las batallas de su vida y debe saber que no es en sus propias fuerzas, sino en la fuerza de Aquel que jamás ha perdido una batalla.

Pero a veces me pregunto: ¿Por qué personas no pueden retener las cosas de Dios?

¿Por qué será tan fácil perder la fe? ¿Por qué la gente anda alegre hoy y mañana anda triste?

¿Por qué son salvos hoy y mañana viven como impíos? ¿Qué está pasando con el pueblo de Dios hoy en día?

La gente es buena para retener las cosas malas, las malas costumbres, sus antiguas formas de pensar, las malas palabras, eso sí lo retienen... pero las cosas de Dios no.

Nadie vio mayores milagros de liberación que la generación de Moisés.

Comenzó con diez plagas temibles que cayeron sobre Egipto. Enjambres de langostas, invasiones de ranas, ríos de sangre, tinieblas tan negras que eran palpables – todas estas cosas trajeron caos y confusión sobre los egipcios–. Mientras que todo el tiempo el pueblo de Dios se sentaba seguro en su campamento, protegido de todo.

Esos mismos israelitas vieron la nube de gloria asentarse detrás de ellos, escondiéndolos del ejército del Faraón que se aproximaba. Ellos vieron cómo el cielo nocturno se encendía con un pilar de fuego, calentándolos durante las noches frías en el desierto. Y ellos vieron un mar entero abrirse ante ellos, con muros altos a cada lado. Ellos caminaron a través de esas olas amuralladas sobre tierra seca. Y luego vieron cómo el ejército del Faraón fue destruido en forma sobrenatural, mientras esos mismos muros de agua cayeron estrepitosamente sobre sus perseguidores, aniquilándolos.

¡Cuán grandes liberaciones experimentó Israel!

Sin embargo, no las entendieron. De hecho, pronto las olvidaron todas. Solo tres días después de su liberación milagrosa, ellos acusaron a Dios de llevarlos al desierto para que murieran de sed.

La generación del presente también es una generación que se ha olvidado de Dios. Viven como si Él no existiera y sus vidas nunca llegan a la plenitud. Deambulan por el mundo en busca de explicaciones y respuestas, pero la respuesta no la pueden hallar sin reconocer a Aquel que afirmó que era el camino, la verdad y la vida.

Así que te pregunto en este día: ¿Te has olvidado de dónde te sacó El Señor? ¿Lo olvidaste? ¿Olvidaste que estabas muerto/a y Él te dio vida? ¿Olvidaste que nadie daba un peso por ti y ahora te has convertido en un especial tesoro? ¿Te olvidaste que eras un/a desahuciado/a para el mundo, un/a mentiroso/a, un/a pecador/a, y ahora sobre tu cabeza hay un título que dice: Santo/a de Dios? ¿Lo olvidaste?

Un corazón agradecido jamás olvida al que lo ha llenado de bendición.

Un corazón renovado por la presencia de Dios jamás podrá dejar de reconocer cada día de su vida a Aquel que lo sacó de las tinieblas y lo llevó a su luz admirable.

¿Eres tú uno de estos/as? ¿O ya lo olvidaste?

Oración:

Señor Jesús, sé que amas de tal manera que hasta diste tu vida por mí. Sé que soy importante para ti y por eso tú deseas entrar en mi casa y cenar conmigo. Este será sin duda un momento inolvidable. Las puertas de mi alma estarán siempre abiertas para ti, tú eres mi Señor y Salvador y eres siempre bienvenido a mi vida y a mi hogar. Junto con mi familia deseo en este día ofrecerte lo mejor. Nuestro hogar será el tuyo, cada rincón de nuestra casa será también para ti. Amén.

Marzo 28
Cuenta conmigo

“Después oí la voz del Señor, que decía: ¿a quién enviaré, y quien irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mi” (Isaías 6:8)

Si hiciéramos una encuesta entre muchas personas con esta sola pregunta: ¿Estás caminando en la voluntad de Dios? Piensa por un momento cuáles serían sus respuestas ¿Cuál sería la tuya en particular?

¿Podrías afirmar hoy con certeza: sí, sé que estoy haciendo lo que Dios quiere de mí, estoy escribiendo un presente con la pluma de Dios y un futuro de acuerdo a su voluntad?

¿Podrías decir eso con absoluta seguridad?

La pasión por Cristo produce gozo espiritual, produce entrega total, produce una verdadera alabanza y adoración, produce obediencia y arrepentimiento.

Cuando hay pasión por Cristo no importan las distancias que haya que recorrer para hacer la voluntad de Dios. No existen obstáculos demasiado difíciles y no hay pero...

No importa que se tengan pérdidas materiales, sociales o religiosas por seguir a Cristo.

Aquel que ha visto la gloria del reino dice como decía el Apóstol, “todo lo tengo por basura por amor a Cristo”.

No más excusas entonces. O sigues a Cristo y haces lo que Él haría, o simplemente estás haciendo lo que a ti bien te parece, pero no cumples con lo que El Señor tenía pensado para ti.

¿Dónde se originan tus visiones? ¿Lo que piensas o proyectas en tu vida tiene una fuente celestial o tiene una fuente simplemente natural?

Este es un día para decir: ¡Señor cuenta conmigo!

Ni siquiera te imaginas lo que puedes llegar a alcanzar, porque nada es débil cuando está en las manos del más fuerte, nada es vacío cuando está en las manos de Aquel que todo lo llena en todo. Cualquier cosa es posible cuando se está en las manos de Aquel para el cual nada es imposible.

Y déjame decirte algo: Dios siempre que va a hacer algo en la tierra, busca un hombre o una mujer.

Dios no busca un ángel o un ejército celestial para llevar a cabo esa labor que Él desea realizar.

Él busca un hombre o una mujer pero que sean diferentes, que sepan escuchar su voz y que obedezcan a su Palabra.

Hombres y mujeres con una visión celestial para que hagan lo que Él quiere hacer.

Pero ¿Dónde están los hombres y mujeres que se despertarán para aferrarse a Dios?

¿Dónde están aquellos que dicen: he puesto mi confianza en Dios y así el mundo entero se ponga en mi contra, yo voy a seguir a mi Señor y haré lo que Él me diga?

¿Serás tú? ¿Será que Dios finalmente lo/la ha hallado?

Si es así, estás unido/a a la voluntad del Señor y tu vida será un gran testimonio en este mundo necesitado de Dios.

Oración:

Padre, sé que a veces el enemigo trata de confundirme y engañarme diciéndome que no valgo nada, que no sirvo para nada o que no vale la pena lo que hago porque al fin y al cabo eso no es importante para nadie. Pero hoy descubro que he sido importante desde antes de la fundación del mundo porque tú ya me tenías en mente y me hiciste de acuerdo a tu diseño divino. Soy hechura tuya, por lo tanto debo seguir cada día las instrucciones del fabricante. Ayúdame en este día a ser obediente a tu voz, soy tu oveja y escuché que me hablabas desde el amanecer. Gracias por haberme hecho con tus manos perfectas. Amén.

Marzo 29
Renovados por Cristo

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, agradable y perfecta”

(Romanos 12:2)

En Cristo hemos sido reconciliados con Dios, hemos sido perdonados, hemos sido justificados delante del Padre (2 Cor.5:18-21). Hemos nacido de nuevo, tenemos vida eterna, estamos en el proceso de la santificación, tenemos una nueva manera de vivir, tenemos una nueva identidad, ya estamos completos para poder vivir la vida de abundancia que Cristo nos da.

Pero para que todo sea una realidad, tenemos que asumir esto en nuestra mente y aceptarlo por fe, mediante la renovación de nuestro entendimiento; cambiando nuestra vieja forma de pensar.

Por eso es tan importante que te preguntes para qué has sido equipado/a.

A lo mejor hay un/a libertador/a en ti que fue llamado/a para estos tiempos de apostasía.

A lo mejor hay en ti un/a evangelista que ha sido equipado/a para llevar el mensaje por el mundo y transformar miles de vidas con el poder del evangelio.

Quizás hay un ti un/a héroe de las nuevas generaciones que se levantan con la autoridad divina para traer alivio a quienes están en necesidad.

Quizás te estás perdiendo de muchas cosas para las que fuiste dotado/a y aún estás en el terreno de la duda y de la incertidumbre.

Y hoy podrías preguntarte como lo hizo un día Moisés: Y ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo para transformar vidas o traer alivio en este mundo? ¿Quién soy yo para anunciar un mensaje divino? ¿Quién soy yo para levantar en alto la bandera de las nuevas generaciones de creyentes que proclamen que Cristo es El Señor de sus vidas?

Si hay en tu interior ese fuego, si hay en tu interior esa llama que no se extingue, es Dios hablándote en tu propia zarza. Hay una zarza en tu interior que no se apaga, es Dios motivándote y levantándote en estos tiempos para que construyas parte de la historia de lo que Él quiere hacer en este mundo.

Tienes que saber que Dios te ha comprado. Él te compró por precio de sangre, de su bendita sangre derramada en aquel lugar en las afueras de Jerusalén para que tú pudieras llegar a entender lo importante que eres para Dios.

Tu vida tiene un precio. Y es el precio más costoso que jamás se haya pagado por alguien.

Tú lo vales todo para El Señor y te valora tanto que Cristo mismo se ha ido adelante de ti para preparar una morada para que donde Él esté, también tú estés con Él por la eternidad.

Afirma tus pasos, mira hacia adelante y empieza a andar. Cuando te pregunten “¿tú quién eres?” puedes afirmar con confianza que eres un/a hijo/a de Dios, que eres alguien por quien Cristo dio su vida.

Toma la decisión de vivir para Dios, de echar a un lado todo lo que te estorbe, todo lo que te distraiga, todo lo que desvíe de tus propósitos divinos.

Es hora de que te apropies de tu verdadera identidad en Cristo Jesús.

Oración:

Señor, en este día ofrezco a ti mi vida de santidad y pureza. Ayúdame en este caminar diario de crecimiento y sanidad espiritual. Abre mis ojos para que pueda comprender que el pecado me aparta de ti, pero el arrepentimiento me conduce de nuevo a tus caminos perfectos. Sé que tomado de tu mano podré ser guiado a lugares de santidad donde el pecado no tendrá sobre mí su señorío. Confío en tu poder y me entrego en tus manos sanadoras, en Cristo Jesús. Amén.

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