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La contextualización de la misión en el presente tiene que ver con la aplicación de la misma en un mundo que percibe las cosas desde otro ángulo a aquel en el cual fueron expuestos los términos de la misión encomendada por Dios. “Es ilusorio creer que podemos penetrar hasta un evangelio puro y libre de los efectos de agregados culturales y humanos.”63

Es decir, no solo se debe comprender el cambio en la urbanización, la globalización, el desplazamiento continuo de personas entre territorios, etc., sino también en las formas de pensamiento que identifican al ser humano en cada época histórica. “Nadie recibe el evangelio pasivamente; cada uno a su vez lo reinterpreta.”64 Sin embargo, esta globalización debe ser vista desde diferentes ángulos, pues involucra cuestiones comerciales, sociales, religiosas, políticas, culturales, tecnológicas, etc., y cada área en particular debe ser examinada a la luz de los intereses particulares que se quieran definir. “El reto de la globalización actual, que es principalmente de línea cultural y religiosa, se resuelve en el aprecio o valoración de la propia tradición, descubriendo en su hondura una relación estrecha e indisoluble con otras culturas y religiones.”65

Jesús se encarna en este mundo para encarnar su misión entre los suyos. Quien lo sigue debe extender el sentido de lo que enseña. “Es imperioso que el cristiano logre el renunciamiento, que practique la auto negación, para distinguir su vida de la vida del mundo.”66

Para Jesús la compasión no es meramente un sentido de lastima por el que sufre, sino una empatía profunda con el marginado quien carece de voz y a quien la sociedad lo rechaza por su propia condición. Su llamado implica todo esto. Seguirlo representa palpitar al ritmo del Maestro. La misión de Jesús es singular en su contenido y exigente en su aplicación.

Algunas de las parábolas que compartió significaban la representación del amor práctico, colocando como modelo de la misma a personajes impensables, como el buen samaritano o el padre ofendido por el hijo pródigo.

El punto de vista enseñado por Jesús personifica en realidad una crítica de la conciencia dominante. Y esa forma de encarar el asunto de la compasión, el perdón, la misericordia, etc., significaban a su vez una amenaza para la tradición despótica.

La iglesia antigua consideraba a Jesús como la encarnación de una conciencia alternativa. El representaba una realidad visiblemente contraria a la realidad visible. Su origen, su nacimiento, el ejercicio de su ministerio, su revelación a los más marginados, etc., son elementos que contrastaban con las formas de dominio imperial existentes. “Hemos sido educados por la tradición cristiana para pensar a Dios no como dueño sino como amigo, para considerar que las cosas esenciales no han sido reveladas a los sabios sino a los pequeños, para creer que quien no pierde su alma no la salvará…y así sucesivamente.”67

Desde el principio, Jesús se puso del lado de los desvalidos: los pobres, los oprimidos, los enfermos, los marginados. En los relatos de Lázaro resucitado y Lázaro el pobre que aparece en contraposición al rico epulón, Jesús manifiesta su solidaridad con quienes lloran a causa de la muerte y la injusticia. Su aflicción por Jerusalén pone de manifiesto que su misión va mucho más allá que salvar algunas vidas o sanar algunos enfermos. Las ciudades, los sistemas, las estructuras que las formaban, las autoridades que las dirigen, los inmensos conglomerados indiferentes que las componen, solo son una extensión de un sistema enfermo que necesita ser cambiado, pero que para muchos representa su seguridad y harán lo que sea necesario para mantenerlo como está.

La obra de la misión es también la obra del Espíritu Santo. Los dones dados a los creyentes y el poder que permite abrir surcos que han sido cerrados por siglos, son parte de la práctica y la teología de la misión. Comprender la acción vivificadora del Espíritu Santo estimula la acción de quienes son partícipes directos de esta labor transnacional.

En nuestros tiempos es mucho más llamativo elaborar una misión de contraste. No es seguir a Jesús sino exigirle que nos siga. No es obedecer al Mesías, sino obligarlo para que se acomode a nuestros caprichos personales. No es entender su mensaje, sino exigirle que entienda nuestra condición particular. No es comprender a cabalidad la obra de la cruz, sino adecuarla en perspectiva para que encaje con otras formas de salvación más apropiadas. “Si hay salvación, parece, en definitiva, que esta tiene más los caracteres de la ligereza que los de la justicia.”68

La idea del sacrificio de Jesús en una cruz, el derramamiento de su sangre, el sufrimiento por los azotes, golpes, la corona de espinas, etc., puede resultar repulsiva para el hombre posmoderno, quien puede ahora convertir la sola idea de sacrificio en algo psicológico como quien piensa en su sacrificio para sacar sus hijos adelante, o pagar su universidad. Esta perspectiva produce un alejamiento paulatino del hecho sacrificial en sí, para dar paso a una imagen cada vez menos dolorosa. De alguna manera supone un alejamiento del Gólgota para ir a un escenario más terapéutico donde no sea necesario sacrificar a alguien por los demás. “Pertenece al firmamento del hombre el ser <<libre y poderoso>>, <<no obedecer orden alguno>>, <<no estar regido por ninguna de las otras criaturas>>.”69

El siervo sufriente ya no lo es tanto y su sacrificio ya no es tan doloroso. Al fin y al cabo conciliar los conceptos de dolor y bienestar no parece ser una gran idea para quien piensa que el hedonismo es la única forma de vida aceptable.

Natanael aún no puede comprender que su llamado es para una misión en la cual los anhelos del hombre mueren y se reemplazan por la obediencia a la voz de quien llama. El carácter de la acción salvífica modela así mismo la integralidad que reclama el anuncio de esa obra de salvación. Si Jesús es un Dios misionero, es imposible concebir que sus seguidores pretendan ignorar este llamado divino, establecido de manera concreta en sus palabras y luego observado en plenitud en los hechos posteriores a su partida. “Vivimos en un mundo, en el cual el rescate de unos a expensas de otros no es posible. Únicamente hay salvación y supervivencia juntos. Esto incluye no solo una nueva relación hacia la naturaleza sino también entre las personas.”70

La misión es desafiante, no solo por lo que implica en cuanto a la confrontación de personas hostiles al mensaje, sino además porque esa confrontación se vive primero en la cosmovisión personal. Tiene que darse un verdadero cambio de paradigma mental para que se pueda llevar a cabo la labor misionera de acuerdo a lo expresado en la Escritura. Sin embargo la cosmovisión posmoderna encarna otro tipo de intereses que chocan contra el llamado bíblico.

La posmodernidad ha planteado interrogantes a la teología que desafían su aplicabilidad. En un tiempo de discursos holísticos, abarcadores y pluralistas no es fácil encontrar un nicho apropiado desde donde se instalen las propuestas teológicas del presente, sin que de alguna manera pueda llegar a permear los supuestos que la hicieron vigente para otras épocas de la historia.

La autoridad ha sido desafiada totalmente. El llamado que Jesús realizó en aquel tiempo no encaja con la perspectiva actual de desconfianza en quien quiere ejercer alguna coerción o mando. La rebeldía es símbolo de este tiempo. Sin embargo es al mismo tiempo una forma de sumisión a otras formas que se han erigido en autoridad, tales como el sexo, los vicios, el placer o cualquier otra expresión individual o colectiva con la que se demuestre plena autonomía en desprecio a la voz de quien desea asumir una posición directriz.

Jesús llama hoy, ¿el hombre posmoderno lo sigue? Y si no lo sigue: ¿A quién llama entonces?

Si la misión que se desarrolla en el mundo actual depende en sumo grado de la aceptación del mensaje de Jesús, de su obra y especialmente de la persona del Dios encarnado, entonces esa misión tiene grandes impedimentos para llevarse a cabo. “Jesús convoca hombres para seguirlo no como un maestro o un molde de buena vida, sino como el Cristo, el Hijo de Dios.”71

Pero es precisamente esa figura la que hoy en día se rechaza constantemente a la par de la autoridad y la institución que le representan.

Bonhoeffer asegura en la mitad del siglo XX: “Porque el Hijo de Dios se hizo hombre; porque Él es el Mediador; por esa sola razón, la única verdadera relación que podemos tener con Él es seguirlo.”72 Décadas más tarde, la afirmación tajante de este hombre perteneciente a la iglesia confesante en tiempos de la segunda guerra mundial, parece una versión cándida para aceptar una razón desvirtuada por la autonomía del hombre posmoderno y una forma exageradamente piadosa y descontextualizada de la vida espiritual que se practica en tiempos actuales. La cosmovisión actual no anhela una mejor visión del futuro pues no lo espera ni intenta comprenderlo. “Este pesimismo de los postmodernos les lleva a aceptar la idea de que no existen posibilidades de cambiar o mejorar la sociedad y ante esta imposibilidad de modificar el mundo se opta por disfrutar de él. Se decide vivir plenamente el momento presente.”73

La confesión de Natanael: “Rabí, tu eres el Hijo de Dios; tu eres el Rey de Israel”, significa un descubrimiento que redirige la vida de aquel hombre y le asegura una posición a su lado, mientras las cosas mayores que anuncia Jesús van sucediendo.

Sin duda alguna el elemento mesiánico figura en el Evangelio de Juan a través de todo su desarrollo. Desde la llegada al mundo narrada por Juan de una manera diferente y plena de un significado especial, hasta la consumación de su obra en la cruz del calvario, Jesús se constituyó en el redentor de su pueblo y precursor de la implementación de un nuevo reino para el mundo. Más allá de su defensa de la vida, Jesús vino para liberar de la muerte y ofrecer vida en abundancia. Mediante su muerte y resurrección, Cristo abrió una nueva dimensión de vida para la humanidad, para que “todas las cosas” sean hechas nuevas (2 Cor. 5:17)

Esa dimensión dadivosa de la persona de Jesucristo solo puede ser entendida a la luz de quien posee los derechos para hacer que la vida sea abundante. El mismo creador de la vida es el único que puede quitarla, sobreabundarla o modificarla. Solo Jesucristo es la verdadera fuente de conocimiento de Dios y la única base para obtener seguridad espiritual.

Vistas las cosas desde ese ángulo, la misión para todos los tiempos debe enfocarse en continuar con la obra iniciada por El. En seguir a Jesús como lo hicieron Felipe y Natanael. Cualquier otra cosa es fallar en la misión encomendada.

Algo debe cambiar en la mente de quien es llamado por Jesús. Renunciar a una conciencia colectiva para entrar en la individualidad del ser que puede responder afirmativamente a un llamado al cual la mayoría se negaría, implica una renovación del entendimiento que no va en orden al sistema vigente, sino a la autoridad de quien traza un camino diferente.

Lewis escribió, en su libro titulado Una pena observada: “Mi concepción sobre Dios no es divina ni sagrada. Debe ser destruida una y otra vez. La rompe Dios mismo. Él es el gran iconoclasta. ¿No podríamos casi decir que este acto de destrucción es uno de los indicios de su presencia? La encarnación es el ejemplo supremo. Deja en ruinas a todas las ideas previas sobre El Mesías”74

A menudo, la teología y sus procesos destruyen lo que creíamos saber sobre Dios, igual que Jesús hizo añicos lo que la gente de su época creía sobre quién sería el Mesías y sobre lo que haría.

“Porque el Hijo de Dios se hizo hombre, porque Él es Mediador; por esa sola razón, la única verdadera relación que podemos tener con Él es seguirlo.”75 Pero comprender el llamado a seguir a Jesús en estos tiempos, supone un cambio en la comprensión de la figura del Mesías bíblico, evidentemente distorsionada por la cosmovisión posmoderna que encumbra mesías e ídolos, mientras destruye los relatos que le dieron forma a la espiritualidad cristiana.

Obedeciendo a los nuevos paradigmas que caracterizan la posmodernidad, la teología se ha tornado eminentemente humanista, enfocada en el bienestar y el hedonismo, manipulada por el uso de textos fuera de contexto para justificar un discurso positivo y una “palabra de fe” en la que se le da prelación a la bendición financiera y al bienestar físico. Se escuchan los textos pero no los contextos. Se citan las palabras pero no se profundiza en ellas. Se habla de fe, sin hablar de dónde surgen estas convicciones.

Los pactos o alianzas con Dios para alcanzar sus favores, el surgimiento de líderes carismáticos que atraen a las masas, las revelaciones particulares propiedad de los “ungidos”, la demonización de cada aspecto de la vida social, el rechazo a cualquier forma de sufrimiento, el mercado de bienes simbólicos, son solo algunas de las características de esta forma de teología que se ha introducido en la práctica común del creyente actual.

Pero el mensaje de Jesucristo no está ceñido a la especificidad de un tiempo en particular y es inclusivo, es decir que está abierto para aquel que desea acercarse a la “fuente del agua viva.” Sin embargo la dinámica propia de un mundo en constante evolución obliga a contemporizar no solo las formas de vida, sino también la manera de compartir el mensaje, so pena de quedar marginados de cualquier posibilidad de influenciar al mundo de hoy.

La obra de Cristo es redentora y lo es así por la clase de mundo en el que vivimos. Estamos en una sociedad que desarrolla primero la enfermedad para luego justificar los esfuerzos curativos y promueve la muerte para recalcar la importancia de la vida. Y así como no hay amanecer sin oscuridad que la preceda o sanidad sin enfermedad que la confronte, así mismo no existe un estado ideal de cosas sin una anarquía que pueda comparársele o un reino de justicia, paz y gozo en el que more el Señor sin haber un estado opuesto de injusticia, de pobreza y desigualdad en el que reine el enemigo.

Cada paso en el progreso de la humanidad, supone normas morales superiores que sean coherentes con esa dinámica de cambio. El problema es llegar a dilucidar si la evolución del mundo implica necesariamente progreso o retroceso en su orden social y moral. Las instituciones tampoco ayudan dilucidar este enigma. “La Iglesia que, en el plano de la moral como en el de la política, parece estar condenada a llegar siempre con siglos de retraso respecto a la evolución de las costumbres.”76 Siempre estamos inmersos en una realidad que determina muchas de las formas de obrar o de pensar, pero el posmodernismo no logra convocar un criterio en cuanto a lo que representa finalmente para la cultura actual. “El porvenir sólo puede anticiparse bajo la forma del peligro absoluto. Rompe absolutamente con la normalidad constituida y, por lo tanto, no puede anunciarse, presentarse, sino bajo el aspecto de la monstruosidad.”77

Derridá quien siguiendo a Heidegger acuñó la palabra deconstruir en sus análisis literarios, abrió la compuerta para la disolución de los significados expuestos para muchas de las aseveraciones hechas con antelación, pero sin dejar una alternativa aceptable para resignificarlas. La variedad de significados posibles para un texto o un pasaje determinado, desafía la hermenéutica tradicional y abre la compuerta para la subjetividad en la definición de los conceptos. El contexto, la cultura, las circunstancias particulares, e incluso los estados de ánimo, pueden constituirse en elementos que establecen variables interpretativas a la hora de abordar nociones que se consideraban absolutas o dogmáticas.

El abordaje predeterminado de un texto cualquiera realizado bajo un prejuicio claro, ya lleva implícito el germen de la desconfianza y puede ser dirigido hacia la libre determinación del lector. Esto produce a su vez una amplia posibilidad de interpretaciones, tantas como el número de personas que se aproximan al texto con diferentes intenciones.

Todo esto, en lugar de provocar un acercamiento hacia criterios solventes de la realidad actual y una visión positiva, se traduce en caos interpretativo, desde el cual lo amorfo, imperfecto, desconcertante, inteligible y subjetivo conduce a un destino incierto, imposible de descifrar.

Antes de seguir a Jesús, Felipe y Natanael reconocen su procedencia. Es un Rabí, pero no de este mundo. Es Aquel de quien escribió Moisés pero ahora hecho hombre. Es la fusión del cielo y la tierra en figura terrenal. Con autoridad celestial, pero con debilidad natural. Es el Verbo hecho carne, que ahora llama a los suyos a caminar con El. Es el Rey de Israel que anuncia un reino de otro mundo. Es a Él a quien deben seguir, pero…

¿De Nazaret puede venir algo bueno?

Capítulo 2.
Un templo restaurado. El lugar de la misión

“Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Más él hablaba del templo de su cuerpo. Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho” (Juan 2:19-22)

Las señales anunciadas por Jesús a Felipe y Natanael han empezado. El evangelio de Juan no habla de milagros o portentos, sino de señales. Caná es escenario del poder divino que empieza a preparar los odres nuevos para el vino nuevo que viene desde el cielo. Si ya ha sucedido la primera señal, es cuestión de tiempo para el anuncio de otras más. Las palabras se convierten en hechos, los hechos en señales, las señales en demostración del poder auténtico del Mesías. La pascua está cerca. La celebración no puede perder su carácter sagrado.

Pero el templo es ahora un lugar destinado para el comercio. Los negociantes del lugar son los privilegiados que asumen ganancias con los feligreses necesitados. Ventas en lugar de oración. Comercio en lugar de devoción. El incienso se ha cambiado por el olor de los bueyes y las ovejas. La palabra sagrada se intercambia por anuncios de ofertas incomparables. El templo es ahora un lugar propicio para el intercambio, pero no de plegarias y oraciones, sino de animales y monedas. Las oraciones han quedado mudas mientras el ruido ensordecedor de los comerciantes se apropia del lugar.

En medio de todo ello surge de repente el sonido del azote. El Verbo vocifera en defensa de lo sagrado. No puede soportar la profanación de lo divino. De las manos del manso surgen violentos golpes con azote de cuerdas que vienen y van. La alteración responde al sacrilegio. Las manos que luego serán horadadas ahora empuñan con fiereza el látigo y la boca que pedirá perdón para los que no saben lo que hacen ahora pronuncia palabras de enojo e irritación. El negocio invade lo sagrado provocando al Santo a quien el celo de la casa de Dios le consume.

Otra faceta de Jesús es ahora descubierta por quienes le rodean. No defenderá nunca su causa sino la del Padre. No intentará detener a quienes le afligen, pero responderá con violencia a quienes se atrevan a profanar lo sagrado. Como Cordero irá al matadero, pero como escudero defenderá la investidura del que lo envió. “Para el Evangelio de Juan, el tema es la conveniencia y pureza del lugar empleado para la adoración del Dios de Israel. Por este medio, él declara el Templo de Jerusalén inadecuado para la adoración divina.”78

Volcar las mesas no era únicamente tirar por el piso las monedas de los cambistas o sus animales, era en realidad volcar un sistema religioso contaminado por la ambición y la codicia. Un sistema sacrificial, maquinal y repetitivo que no traía conversión ni evolución espiritual. “Fue el compromiso y la pasión de Jesús por purificar la religión de Israel los que le llevaron a realizar esta acción.”79

La misión de Jesús se define poco a poco. Hay rasgos que identifican su proceder y quienes le siguen deben aprender su causa y seguir sus huellas. Lo santo es intocable. “La autoridad que Jesús demostró con su acción profética de limpieza del Templo fue para destacar, una vez más, la pregunta básica que implícitamente se hizo - ¿Quién está y quien debería estar a cargo del pueblo de Dios, Israel? La respuesta del Evangelio, como era previsible, fue el Rey Jesús.”80

Hay un templo que puede ser derribado, pero hay otro en plena construcción. El habitáculo sagrado pronto cambiará de ubicación. Un sacrificio perfecto reemplazará al otrora lugar de sacrificios continuos. El templo puede ser destruido para que la morada del Espíritu sea inquebrantable. Los ladrillos pueden ser derribados para que surja una edificación más poderosa.

La misión de Jesús ya está en marcha y son pocos los que la comprenden.

Juan en su inicio, al referirse a Jesús, afirma que hizo habitación o tabernáculo entre los suyos (1:14). Pero no escogió el templo como lugar de refugio o permanencia, sino que escogió los caminos, las barcas, los montes, etc., para proclamar su mensaje de salvación. Por eso “el compromiso misionero de la Iglesia sugiere algo más que llamar a los individuos a entrar en la Iglesia como a una sala de espera del más allá.”81

Para los fariseos la ley y el templo eran intocables. La pena de muerte aguardaba al que se pronunciara en su contra y osara profanar los símbolos de su fe. Durante su juicio, dos testigos falsos acusaron a Jesús con estas palabras: “Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo.” (Mateo 26:61) “Hay que recordar que Jerusalén tenía un único centro espiritual – el Templo. También existía un gran consejo de sabios, el Sanedrín, que gobernaba todos los asuntos de la comunidad judía.”82

¿Pero es Jesús el iconoclasta que anuncia la destrucción de lo sagrado? ¿Pretende no solo expulsar los comerciantes sino también a los religiosos?

¿Cuál es el lugar de la misión entonces? ¿Es acaso el templo, lugar de sacrificios, casa de oración para todas las naciones? ¿Es acaso una misión encerrada que invita en lugar de ir, que atrae en lugar de explorar, que discurre en ámbitos cerrados, en lugar de andar por las naciones?

Juan es el evangelio más templo-céntrico de entre los cuatro.

Él retrata a las autoridades del Templo de Judea como incapaces de liderazgo en Israel y aunque legales en su posición, desorientados sobre la dirección espiritual de Israel. “Básicamente, su oposición al Ungido de Dios (Jesús) es ejemplificada por su intento de preservar el culto en el Templo de Judea y luego enriquecerse a sí mismos, a sus familias y a sus sectas, bajo los términos dictados por la ocupación romana (Jn 11:48).”83

En Juan, Jesús es un Judío no un Galileo (Juan 4: 43-45) Da la impresión que el evangelio de Juan crea la polémica no con todo el pueblo judío, sino un grupo muy específico de personas corruptas que se le opusieron. A lo suyo vino y los suyos no le recibieron. El no vino a tomar partido por uno de los grupos existentes, sino a encarnar la verdad. No era agradar las instituciones, sino ponerlas al servicio de la verdad que Él representaba.

Hoy en día existe una tendencia reduccionista en el mundo cristiano en la que lo sagrado puede suceder únicamente al interior de los templos, en detrimento de la comunidad, de la sociedad que nos rodea, del trabajo, etc., ambientes aquellos en los cuales la iglesia podría ser iglesia, podría llegar a consumar el llamado de Jesús de ser luz en medio de la oscuridad. Ese desconocimiento de otras realidades sociales, en lugar de propender por un fortalecimiento de la iglesia, lo que hace precisamente es desconectarla de la comunidad, convirtiéndola paulatinamente en un ente irrelevante que ya no tiene incidencia en el diario vivir de la sociedad del presente.

¿Cuál es el lugar de la misión? ¿Se centrará en los templos o en los corazones? ¿Buscará atraer prosélitos o intentará la transformación de las vidas?

¿Será necesario derribar los templos para que se levante la voz a las naciones?

¿Representa el templo a la institución religiosa o al Dios que se confina en el Lugar Santísimo?

La posmodernidad tiene mucho que ver con las vivencias que se ofrecen al interior de las iglesias. Si bien es cierto que históricamente puede situarse la aparición de la teología de la prosperidad antes de la posmodernidad, es precisamente bajo los postulados esgrimidos por la cultura de nuestros tiempos, donde encuentra un campo de cultivo perfecto para adentrarse en las dinámicas cotidianas del creyente.

Hoy no se venden palomas o bueyes al interior del templo. Hoy se comercia con bendiciones a través de pactos y alianzas que indiscriminadamente se ofrecen para que las arrebate el mejor postor. Los cambistas ya no se visten con delantales y ropas del campo, ahora usan trajes de última moda, viajan en aviones privados y pisotean billetes en las gradas de los templos, mientras siguen ofreciendo la prosperidad anhelada por sus receptores y se lucran de la ansiedad de sus seguidores.

La cosmovisión de los tiempos posmodernos rechaza y cuestiona los prejuicios y las formas culturales, pero no establece parámetros radicales de moralidad, de ética o de comportamiento humano basado en normas de convivencia definidas. La verdad se ha vuelto un concepto en perspectiva, es decir que depende de cómo se mire y a qué intereses beneficie.

Todo esto sucede al interior de los templos o a través de los nuevos templos: los medios tecnológicos y de comunicación. “Ya no se concibe a la iglesia como algo que necesita arreglo, sino como una oportunidad de negocios que apunta a los gustos del consumidor de pecadores con inclinaciones espirituales tanto dentro como fuera de la congregación.”84

Ahora el evangelio es muy diferente. No es solamente una proclamación del evangelio sin rigor exegético, sino que se convierte también en una respuesta a los interrogantes de la sociedad del presente agobiada por los temores de “guerras y rumores de guerra”, inestabilidad social, política y económica, aparición de amenazas continuas a través de fenómenos naturales o enfermedades para los cuales no se halla cura, la pérdida de valores fundamentales de los cuales valerse en la formación de hijos y de generaciones futuras y el anhelo por las respuestas inmediatas en la época de lo instantáneo.

De alguna manera el evangelio de la prosperidad ha servido como una catarsis para quienes desean escuchar algo que los motive, con un trasfondo bíblico, aunque sea solo una versión del evangelio acomodada a criterios que benefician altamente a quienes los proclaman.

Pero un evangelio al que se le quita la cruz, el sacrificio, el “mejor dar que recibir”, etc., es un evangelio corto, pobre, que no contempla la globalidad de la palabra del reino expresada por Jesús, que no compagina con el anuncio del Señor y de sus discípulos.

¿Qué clase de purificación necesitan ahora los templos?

Una enseñanza deformada produce una fe deformada. Un Cristo hecho a la medida produce una fe hecha a la medida, pero que se desvanece tan pronto se pierde esa medida individual.

Aquellos principios éticos que derivaron en formas de vida, en valores diferenciados entre el conocimiento del bien y del mal, se han derrumbado hoy en día para dar paso a la frivolidad.

“Necesitamos elaborar teodiceas más complejas porque ahora la gente plantea preguntas más difíciles sobre la benevolencia divina.”85 Todo ser humano puede llegar a reconocer que las raíces del mal enquistadas en la humanidad no son simplemente situaciones coyunturales del presente o tal vez circunstanciales, sino en realidad tienen un origen edénico en la ruptura de la relación perfecta que Dios tuvo con el ser humano. La lógica adámica de la auto justificación es un comportamiento repetido en el ser humano y este proceder permea todo sistema económico, toda estructura de relaciones y todo tipo de organización en la que intervenga el ser humano.

La sociedad contemporánea ha quedado reducida simplemente a la interacción de individuos para quienes es más importante la satisfacción individual, la búsqueda hedonista de auto complacencia y la relatividad en su pensamiento bajo el cual todo se hace posible y además justificado. “Es posible pensar verdaderamente que la acción de Cristo respecto al mal es también una acción de disolución irónica; todo lo contrario a tantas actitudes cristianas que se creen en la obligación de exagerar el gigantesco poder del mal en el mundo, como si este fuese un modo de enfatizar el poder salvífico de quien nos libera de ello.”86

Todas las áreas del desarrollo humano, como las ciencias, el arte, la cultura, etc., se ven ahora bajo una perspectiva en la cual las formas de pensamiento derivadas del racionalismo moderno y del humanismo adquieren un papel preponderante en su desenvolvimiento. Y aunque el mundo moderno con el desarrollo de las teorías cuánticas y la interrelación de todo el universo bajo parámetros sistémicos intenta explicar los sucesos a partir de la interconectividad de los elementos, aun el pensamiento humano, prefiere la individualización y el egocentrismo desmedido y al ser humano como eje central sobre el cual gira el mundo y “todo lo que en él habita”.

En medio de una generación que ha perdido sus ilusiones y se mueve bajo la desconfianza de las instituciones, el individualismo gana terreno y la perspectiva propia se sobrepone a los intereses del común. “Se inventa así un Jesús apócrifo tergiversado y marginal que poco, o nada, tiene que ver con la historia real. Un Jesucristo milagrero que atrae al supersticioso y al ansioso de novedades pero que aleja al ser humano de la auténtica Palabra de Dios.”87

El posmodernismo con su desvalorización de las instituciones y su relativismo conceptual incentiva aún más las formas de vida individualistas y promueve constantemente una búsqueda de la realización del ser humano centrada en sí mismo, pero en abierto contraste con la proclamación de Jesús en su evangelio. La desacralización de lo que otrora representaban los símbolos intocables de la fe es símbolo del tiempo presente, en tanto se sacraliza lo banal como la moda, el culto al cuerpo, el consumismo desmedido, la posesión de bienes, etc. “Al desacralizar lo sagrado se ha llegado, por el contrario, a sacralizar lo profano.”88

812,99 ₽
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312 стр. 5 иллюстраций
ISBN:
9781953540355
Издатель:
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