Читать книгу: «El pensamiento económico del reformismo criollo», страница 8

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65 Sobre las órdenes militares portuguesas y el sistema de remuneración de misericordia que daba lógica a las solicitudes y a la atribución de sus hábitos, cfr. Oliva (2001).

66. Como bien señaló Silva (2001), la crítica al consumo del lujo ya estaba presente en el pensamiento económico portugués en la obra de Duarte Ribeiro de Macedo (1618-1680). Macedo no consideraba el lujo un mal en sí mismo si sus bienes de consumo se producían en el Reino. “Si todas las manufacturas y haciendas que consumen el uso no regulado de los vestidos y adornos de las casas están hechos en el Reino, el costo de ellos recae en tantas manos como haciendas corren a la tienda del comerciante; pero si son obras extranjeras, el dinero se detendrá allí, y allí sostendrá a ese número de personas, con la riqueza que podría permanecer en el Reino. En un reino rico y artístico, no solo es útil aquel apetito, aunque sea excesivo, de vestirse costosamente y adornar casas ricamente, sino es necesario y conveniente” (Macedo, 1974, pp.203-204). Para las polémicas en torno de la economía del lujo en Portugal, cfr. Cardoso (1997, pp.81-99).

67. “El segundo es el de la Santa Casa de la Misericordia, de la cual soy hermano, por los grandes beneficios que toda la población recibe de ella, y por el gran celo con el que sus hermanos protegen sus institutos y gobiernan sus ingresos, respirando toda devoción y caridad. Pero quisiera que se evitara el abuso de hombres que imaginaban que estaban pagando lo que les robaron a Pedro y a Pablo tan pronto como dejan sus propiedades a la Misericordia, o a cualquier otra corporación religiosa o devota. Pero puesto que de esta manera la llamada hermandad ha hecho un gran fondo [de dinero], sería útil que sobre él se estableciera, como en Roma, un Monte de Piedad, o Lombardo, como se hace en las ciudades de Holanda, y que sería de gran ayuda para los que tienen algunos efectos de los cuales pueden servirse pronta y secretamente, sin tener que avergonzarse ante ningún usurero; de suerte que la misma hermandad se beneficiaría mucho, para ayudar a los pobres que no tuvieran qué empeñar” (Cunha, 2001, pp.286-287). Sobre la importancia de la asistencia y de la fundación institucional de las Santas Casas de Misericordia en el Imperio Portugués, cfr. Boxer (2002, pp.286-308).

68. “Y esta es otra ventaja que los países protestantes tienen sobre los católicos romanos, porque en ellos solo se guardan los domingos y las cuatro pascuas. Pero como V. S. lo sabe, y lo diré, yendo mañana y tarde a la iglesia, para escuchar la palabra de Dios de la boca de sus predicadores, quienes les explican pura y simplemente el texto que toman del Evangelio, y los oyentes de ambos sexos los leen con gran atención, sin que los predicadores incluyan conceptos o hipérboles; tampoco intercambian las Escrituras para probar sus pensamientos, lo cual es una gran ofensa a la palabra divina; y estamos contentos de escuchar devotamente una misa, que nos parece larga después de media hora. ¿Y cómo celebras las cuatro Pascuas? También lo diré. Guardándose en sus casas, para examinar sus conciencias y su convivencia, de acuerdo con su creencia herética, mientras nosotros lo hacemos en la Pascua de Resurrección, para satisfacer en el exterior el precepto de la Iglesia, con miedo de la excomunión, que ellos no temen. Dios santificó solamente los sábados, que son hoy nuestros domingos, como los días de descanso después de haber trabajado los demás, incluso que, con un solo Fiat en la admirable composición del universo, y no para que abusemos de esta ociosidad, mientras practicamos; pero alabémoslo por su trabajo incomprensible, y mereceremos, si es que podemos merecer, su infinita misericordia” (Cunha, 2001, p.289).

69. La manufactura es una forma de organización definida por la concentración, bajo el mismo techo y bajo la dirección de un mismo capital, de los trabajadores y de las diferentes operaciones o fases del trabajo. Esta nueva forma de producción posee innumerables ventajas, entre ellas la aplicación de procesos y herramientas más sofisticados, justificando la solicitud de técnicos extranjeros.

70. Pedreira hace dos observaciones importantes: “El desarrollo industrial —atribuido al conde de Ericeira y, a veces, también al marqués de Fronteira, pero en parte anterior a ellos— eligió los sectores que o fueron de importancia central para el fortalecimiento del Estado, o fabricaban artículos de lujo, de los cuales la aristocracia y otros grupos poderosos no podían ser privados por completo. En este conjunto, los productos de lana adquieren un lugar excepcional. Constituyen la única rama sujeta a la reorganización que producía para un consumo amplio. Las importaciones de paños de lana fueron una carga pesada que contribuía a desequilibrar la balanza comercial portuguesa y la proporción de telas extranjeras en el consumo, especialmente en las grandes ciudades, ciertamente no fue insignificante” (Pedreira, 1994, pp.28-29).

Además, no es correcto afirmar que fue solo el resurgir manufacturero lo que hizo que Portugal volviera al camino de la prosperidad económica. Según Pedreira, “los signos de recuperación comienzan a registrarse desde finales de la década de 1680. La política aplicada en las esferas comercial y monetaria no dejó de favorecer esta recomposición. Sin embargo, para restablecer la situación comercial lo más rápido posible, era particularmente importante explorar nuevas áreas geográficas y nuevos productos comercializables, fortalecer el control estatal —asegurando la efectividad de los monopolios—, los incentivos que concedió al crecimiento de las transacciones e incluso las dificultades de otras potencias europeas, que lucharon en guerras de las cuales Portugal logró mantenerse distanciado” (Pedreira, 1994, pp.32). La coyuntura portuguesa sería aun más favorable en la década de 1690, con el descubrimiento de minas de oro americanas (cfr. Pedreira, 1994, pp.21-63).

71. Evaldo Cabral de Mello recuerda que el oro y la plata de México y de Perú fueron los patrocinadores de la “preponderancia española”. Sin embargo, en palabras del historiador pernambucano “pero incluso en la dependencia de los metales americanos en los que se encontraba Madrid por sus aventuras imperiales en Europa, o ultramar, aunque vitales, esos continuaban siendo valorados como un medio, no como un fin” (Mello, 2002, p.37).

72. Este proyecto siguió la política de emular ejemplos de éxito económico típico del siglo XVIII. “Inglaterra y Holanda no son tan conocidos por el nombre de potencias marítimas debido a su ubicación como por la extensión de su comercio, con lo que aumentan sus fuerzas y se deben una cosa y otra a las compañías que han formado” (Cunha, 2001, p.299). Hacemos hincapié en que Silva (2001) reproduce en el apéndice documental de su edición crítica un “Proyecto D. Luís da Cunha para formar una compañía de comercio”, escrito en 1725. Se trata de la Compañía de Comercio de India y África (Cunha, 2001, pp.407-421). Existe una copia manuscrita del proyecto en la Colección Linares de la Biblioteca Nacional de Rio de Janeiro. BNRJ, Divisão de Manuscritos, Coleção Linhares, ms. I – 29, 18,11.

73. “Por esta razón supuse que era absolutamente necesario se permitiera a los judíos establecerse en Portugal, con total libertad para practicar los ritos de su religión, como señalo; porque además de las utilidades de las que ya he hablado, invertirían sus capitales en la compañía y, lo que es más, en su industria; y dado que comprenden el negocio mejor que todos, y con su ejemplo los de Inglaterra y Holanda, y los mismos extranjeros comprarían muchas acciones, lo que haría que entraran en el reino grandes sumas” (Cunha, 2001, p.324).

74. Don Luís defendía la inversión de la corona en la nueva compañía como un intento para atraer nuevos accionistas, quienes en el futuro se convertirían en los controladores del negocio “[...] de los obstáculos señalados, siendo el más grande nuestra pobreza, y nuestra pequeña industria o, mejor dicho, la pusilanimidad de nuestros comerciantes; debería ser la corte quien animara a estas empresas, solventando parte de lo que necesitaran para comenzar, puesto que no se atreven a arriesgar parte de sus limitados capitales, en todo lo que les parezca nuevo, acostumbrados al flujo de mandar al Brasil las mercancías que los ingleses, holandeses, franceses y hamburgueses les confiaban, pagándoles a la vuelta de las flotas; para que el mayor beneficio quedara en manos de los extranjeros” (Cunha, 2001, p.327).

75. “A lo que me respondió que esta desigualdad provenía de la pobre recaudación de los quintos que se le pagaban porque en las casas donde se quintaba el oro, o mejor dicho donde fue robado, fueron sin duda quienes trajeron, por ejemplo, dos arrobas de oro, no le quintaban los oficiales más que una, dejándole, por cierto, provecho que le daba, pasar por alto otra; y que, para evitarse este abuso y robo, sería necesario no quintar oro, pero sí a las personas que lo extraían (…)” (Cunha, 2001, p.344).

76. Las revueltas causadas por las críticas a la crisis fiscal fueron numerosas en la América portuguesa. El diplomático, por supuesto, estaba al tanto de ellas y de lo ocurrido en las Minas en el año de 1720 (Figueiredo (2001, pp.197-254). Para el caso específico del levantamiento de mineros en 1720, véase el estudio crítico de Souza (1994, pp.13-58).

77. En una situación límite, D. Luís propone la transferencia de la Corte para Río de Janeiro, pues con las riquezas de América el rey podría montar un gran imperio distante de las disputas europeas. La cita correspondiente se encuentra en Cunha (2001, p.371).

Navegaciones perleras en los proyectos de expansión hacia el septentrión novohispano a partir de la fundación del departamento marítimo de San Blas78

Guadalupe Pinzón Ríos79

Desde que el departamento marítimo de San Blas fue fundado, el objetivo del visitador José de Gálvez fue que este sirviera para reestructurar la defensa y los contactos marítimos a lo largo del Pacífico norte (Cárdenas, 1968, pp.21-22; Gutiérrez, 1956, pp. 72-79). Aunque en principio sus funciones principales fueron reconocer y cartografiar los litorales septentrionales para averiguar hasta dónde se habían extendido los asentamientos peleteros rusos (y posteriormente ingleses) así como remitir regularmente abastos a las misiones y nuevos asentamientos de la Alta y Baja California, también se pensó que el nuevo puerto serviría para fomentar las navegaciones comerciales, de cabotaje, los poblamientos costeros, la defensa e incluso, a la larga, serviría en la conformación de marinerías novohispanas (Altable, 2015, p. 61). Si bien el establecimiento de San Blas implicó llevar a cabo acciones novedosas como fueron la fundación de una nueva población portuaria, la creación de un astillero y el envío de personal especializado que pudiera llevar a cabo las faenas necesarias en el lugar, también significó prestar atención a las actividades marítimas que a nivel local ya se practicaban con la intención de fomentarlas, pero a la vez sujetarlas a la nueva administración. Entre esas navegaciones locales las perleras fueron consideradas y referidas con frecuencia (Trejo, 2006, pp. 11-13; Bernabeu, 1989, pp. 23-30; Altable, 2015).

El objetivo de este texto es analizar las discusiones y las medidas que se generaron en torno a las navegaciones perleras practicadas en las costas del Pacífico novohispano a fin de multiplicarlas y sujetarlas mejor a la administración de las nuevas autoridades de San Blas, además de las adecuaciones que dicho proceso fue exigiendo y que se relacionaron también con la diversificación de las actividades marítimas y de intercambios a nivel regional. Cabe decir que el texto se basa en testimonios y propuestas que hacen referencia a las navegaciones perleras, así como al concepto que se tenía de ellas como eje articulador de las transformaciones navales del occidente y el noroeste novohispano; sin embargo, no se mencionarán cantidades relacionadas con esta actividad por carecerse de esa información en las fuentes consultadas.

Aquí se parte de la idea de que, a lo largo de la visita general de José de Gálvez, uno de los temas a revisar fue la pesca de perlas practicada entre las costas neogallegas y el seno californio, por los beneficios que se pensó podría generar a la Corona. Por ello, vigilar esa actividad fue una de las funciones encargadas a los oficiales de San Blas Calderón, 1996, p.143; Hilton, 1992, p.75-76). Aunque los ingresos del erario derivados de las perlas tuvieron cierto aumento, esto en parte se debió a que el número de navegaciones se incrementó paulatinamente, además de que se mejoró la fiscalización de sus cargamentos. Sin embargo, el mayor número de travesías no únicamente se relacionó con la búsqueda de perlas, sino que formó parte de las políticas navales implementadas por las autoridades hispanas, así como del pujante desarrollo económico que se venía dando en el occidente novohispano y que paulatinamente se extendió al norte, lo cual derivó en el establecimiento de algunos asentamientos costeros y de más travesías locales. Dicho proceso incluso permitió la formulación de proyectos económicos locales, como se vio con la propuesta de crear una compañía comercial en Sonora y Sinaloa la cual, si bien no llegó a funcionar, permite ver las discusiones que, en torno a las navegaciones perleras, la minería, los contactos marítimo-comerciales y los poblamientos costeros se seguían formulando. La alta concepción en la que se tuvieron a las navegaciones perleras las hizo estar presentes en las discusiones y proyectos formulados para reestructurar las actividades marítimas y comerciales de aquellas regiones, aunque no siempre fueron la actividad más relevante.

Navegaciones perleras

Desde que el viaje de Vizcaíno de 1602 reconoció los litorales septentrionales, la Corona prohibió que se hicieran navegaciones por el exterior de la península de la California y no volvió a ordenar ni financiar nuevos viajes oficiales por la zona. Lo anterior no significó que dejaran de llevarse a cabo reconocimientos de los litorales, sino más bien que estos fueron encargados a navegantes particulares, quienes financiaban sus travesías con la promesa de poder beneficiarse de las perlas que encontraran. La forma en la que se negoció la búsqueda de perlas fue a través del establecimiento de asientos y de la entrega de licencias (Río, 1990, pp.30-54). Los asientos fueron negociaciones entre la Corona y particulares a través de las cuales se concedía a los segundos exclusividad sobre regiones específicas para que extrajeran perlas por un periodo determinado; a cambio, los particulares se comprometían a pagar a la Corona una cantidad fija por el tiempo que esta hubiera otorgado. A diferencia de los asientos, las licencias fueron permisos extendidos a navegantes particulares para que fabricaran naves y extrajeran perlas en zonas señaladas, a cambio de que al finalizar sus travesías mostraran a las autoridades los lugares donde arribaran con las perlas obtenidas y que de ellas pagaran los quintos reales correspondientes. Tanto los asientos como las licencias se concedieron a la par y podría pensarse que su principal diferencia fue la forma en la que se acordó pagar los derechos reales (Pinzón, 2015, pp. 139-164).

Se tiene registro de que las navegaciones perleras comenzaron a practicarse hacia el siglo XVII, pero tras los levantamientos de diversos grupos indígenas del noroeste novohispano, que incluso pusieron en peligro algunos asentamientos hispanos de la zona, se redujeron los arribos de las naves perleras, pues los ataques indígenas les impedían hacer escalas para obtener agua, madera o hacer reparaciones (Ortega, 2010, pp.188-191). Sin embargo, a partir de la fundación de las misiones jesuitas en la California (1698) la situación mejoró. El hecho de que se establecieran navegaciones regulares entre La Paz y Matanchel para enviar bastimentos a los miembros de la Compañía de Jesús, cuyos asentamientos poco a poco se extendieron, permitió a los navegantes perleros contar con nuevos puntos dónde hacer escala y en los que pudieron conseguir abastos o pertrechos, lo cual a su vez les permitió alargar los periodos de viaje (Río, 2003, pp. 134-154). Esto dio pauta para que las navegaciones perleras aumentaran. Lo anterior fue descrito por el jesuita Miguel Venegas en sus Noticias de la California (1957), quien dijo que la pacificación de las costas californianas, desde la Bahía de La Paz hasta la de La Concepción, permitió reactivar la búsqueda de perlas, aunque todavía había zonas donde aún no se podía atracar, como era el caso de la isla de San Joseph y las tierras de los Guaycuros y Coras, donde había gentiles que hacían oposición a la gente del buceo (Venegas, 1957, p. 173). Parece que esta situación fue conocida y referida por otras autoridades, como puede verse en el informe hecho en 1733 sobre la Pimería Alta en el que se incluyó un mapa donde se indicó que “los placeres de perlas de la costa de los Seris Tepocas no se frecuentan desde el alzamiento de estos” (ver Figura 1. Provincia de la Nueva Andalucía. 1733).

Pese a que los levantamientos indígenas continuaron durante buena parte del siglo XVIII, el sistema misional también se extendió tanto en la California como en la contracosta, por lo que la posibilidad de contar con los asentamientos jesuitas a lo largo del Mar Bermejo animó a más armadores locales a aventurarse en las navegaciones perleras. Además, el hecho de poder prolongar sus travesías permitió que las embarcaciones usadas aumentaran un poco sus dimensiones. El padre Miguel Venegas mencionó lo anterior al explicar que los vecinos de la costa de Nueva Galicia, Sinaloa y Ostimuri, que antes iban pocas veces en barcos pequeños, “empezaron a fabricar barcos mayores, y en ellos, sin recelo, pasaban a la costa opuesta a rescatar perlas” (Venegas, 1957, p. 173). Este aumento en las dimensiones de las naves se debió a que en ellas comenzaron a cargarse géneros con los que los armadores podían pagar los bastimentos a obtener en las misiones. Esto se ve con los permisos solicitados, pues en algunos de ellos se pedían autorizaciones para llevar mercaderías que se intercambiarían por alimentos o materiales en los lugares donde se recalara, además de que dichas cargas servirían para pagar en especie a los tripulantes de las travesías (Vidargas, 1982, pp. 32-33). Esas remesas en ocasiones fueron pensadas para enviar bastimentos o mercancías tanto a poblaciones como a reales de minas. Por ejemplo, en 1726, Juan Bautista Chaves Barrulla, vecino y dueño de minas en la provincia de Sonora, pidió que lo dejaran bucear por perlas en el placer que los indios seris de la zona le habían mostrado. Pero para hacerlo solicitaba que le permitieran llevar desde Nueva Galicia “abundantes bastimentos y mucha ropa para pagar a los buzos y darles a dichos indios por el trabajo de conducirme”. Adicionalmente, Chaves explicó que esas remesas debían realizarse en canoas, ya que hacerlas a través de recuas de mulas sería sumamente costoso. También pidió que no le cobraran alcabalas, pues los géneros a cargar no serían vendidos, sino que con ellos se pagaría a los trabajadores80.

Había además zonas mineras que, como en el caso de las costas donde se buceaba por perlas, también habían sido abandonadas tras los levantamientos indígenas. Así se indicaba por ejemplo en el mapa hecho sobre la Pimería Alta (ver Figura 1. Provincia de la Nueva Andalucía. 1733) en el cual se señalaban las zonas perleras y mineras abandonadas. De estas últimas se indicó que la región no estaba del todo despoblada por “gente española” aunque su situación era de decadencia por el abandono en el que se encontraban a pesar de haber “muchos minerales con buenas muestras que abundan en la Pimería Alta” . En realidad, es interesante apreciar cómo en este mapa se denuncia el abandono tanto de la búsqueda de perlas como de la minería, tal vez evidenciando que ambas actividades estaban relacionadas y su práctica se complementaba mutuamente, pues implicaban tanto remesas de bastimentos o materiales como de asentamientos y, por tanto, puntos de escala a las travesías, por lo que en ambas debía prestarse atención (ver figura 1).

Figura 1. Provincia de la Nueva Andalucía de San Juan Baptista de Sonora delineada por el Capitán D. Gabriel de Prudhom Heyder Butron y Muxica, barón Heyder Gravoshing Goldakre quien por mandato del Rey la gobernó 8 años y fundó en la Pimería Alta y el pueblo de Arizona (1733)


Fuente: Mapoteca Manuel Orozco y Berra 143-OYB-7215-A-25

En principio, como antes se dijo, cuando se pedía una licencia para buscar perlas también se solicitaba permiso para hacer escala en diversos puntos a lo largo de la costa y usualmente se indicaba que esto tenía como fin conseguir abastos o hacer reparaciones. Sin embargo, conforme las travesías aumentaron, esos objetivos se mezclaron con el intercambio de géneros que serían pagados con perlas. Ejemplo de ello se ve cuando en 1753 se autorizó enviar al contramaestre Juan de Santiago, vecino de la California, diversas mercaderías en pago a unas perlas que se le compraron (ver tabla 1)81.

Tabla 1. Lista de géneros enviados a la California desde Matanchel, 1753


Fuente: AGNM, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 298, exp. 1, f. 166.

Al parecer, esos contactos marítimos ligados a las navegaciones perleras paulatinamente continuaron aumentando y diversificándose, como se ve cuando en 1759 se le permitió a Diego Sánchez Piñalvermosa armar naves que transitaran entre La Navidad y Tehuantepec por un periodo de cinco años, y en su licencia se incluía tanto la búsqueda de perlas como el permiso para embarcar los géneros y efectos necesarios para la manutención de la gente empleada en ese ejercicio82.

Podría pensarse que a lo largo del siglo XVIII se estaban desarrollando intercambios regulares gracias a las navegaciones de cabotaje que en gran medida salían al mar con licencias para bucear por perlas, tal vez incluso siendo esta actividad el pretexto para obtener los permisos necesarios y, ya embarcados, los armadores pudiesen llevar a cabo otras actividades. Los cobros de los quintos reales disminuyeron hacia mediados del Setecientos. Esto al parecer puede relacionarse con la dificultad de controlar las navegaciones y, sobre todo, la entrega de las perlas, pero no parece probable que las travesías se redujeran. Por ello, controlarlas de mejor forma fue uno de los objetivos del visitador José de Gálvez.

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