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Era necesario establecer una compañía para mantener el suministro de esclavos negros a Brasil, que abriera el camino por el hinterland africano —uniendo Angola y Mozambique— y explorara la riqueza mineral que ahí existía. La misma compañía debería reemplazar a los contratistas de tabaco, porque de esta forma la Hacienda Real estaría segura contra el riesgo de quiebra y la pérdida de su contrato de arrendamiento. El pago del privilegio exclusivo sería otra fuente de ingresos para la Corona y podría renegociarse cada vez que expirara el período de suspensión.

Respecto al Oriente, “el primer uso de esta compañía sería ahorrarle a Su Majestad el gasto de mantener al Estado de la India, que dicen supera con creces el beneficio que obtiene”. Los barcos de la compañía, ensamblados en el reino, servirían no solo para el esfuerzo de defensa del dominio oriental, sino que también distribuirían sus productos en los mercados del norte de Europa. El capital para todo el negocio se recaudaría entre la comunidad de cristianos nuevos exiliados e incluso en grupos de comerciantes de otros reinos73. Todo dependería del apoyo real para la empresa, un compromiso que se establecería con la extinción de la Casa de la India y del Juez de India y Mina, y las futuras disputas podrían ser la jurisdicción de la corte civil. Esto demostraría que la Corona no era la única parte interesada en este acuerdo74.

En cuanto a la América portuguesa —el Brasil de don Luís—, la expansión de la economía debería basarse en el trabajo, el comercio y la apropiación de la fiscalización. El trabajo no solo lo realizaría la mano de obra esclava en las grandes propiedades, sino que también incluiría a los extranjeros capaces de plantar cultivos distintos al del azúcar y el tabaco, como el beneficio del cacao, la vainilla, la cochinilla y el índigo, por ejemplo. Por lo tanto, la diversificación de la producción se consideraba un elemento fundamental para la prosperidad del comercio. Siendo así, los extranjeros y los portugueses nativos embarcados rumbo a Brasil deberían tener una entrada difícil en la región minera. Esa política debía ir acompañada de medidas contra el riesgo de una revuelta de esclavos (Cunha, 2001, pp. 346-347).

Otro tema importante fue la mala recaudación del quinto sobre el oro. Un tema delicado, porque despertó los intereses y la lealtad de los vasallos americanos. El pasaje de las “Instrucciones” que tratan este punto es muy interesante. En él, don Luís informa de un diálogo con un judío nacido en Río de Janeiro. Según el exiliado carioca, el problema de la recaudación estaba en las casas donde “se quintaba” el oro. Allí reinaba la corrupción entre los funcionarios reales, siempre dispuestos a no registrar una parte del metal presentado. La solución sería aplicar el quinto no al metal precioso extraído y presentado, sino a los productores individuales75. Don Luís se mostró escéptico ante la propuesta, ya que cuanto mayores son las ganancias de la Corona, menores son las ganancias de los mineros. Todo cuidado era poco al tratar con los pueblos de Minas, “personas tan ambiciosas y de tan malos principios”, siempre al borde de la revuelta (Cunha, 2001, pp. 345-346.)76.

Es necesario enfatizar que este es uno de los pocos temas sobre los que don Luís se niega a opinar, a elaborar un proyecto. Al tratar el tema de los impuestos, el diplomático se enfrentó a lo que sería el gran dilema de una futura generación de reformadores portugueses: ¿cómo es posible que un pequeño reino controle un territorio más grande y más rico sin exponer el vínculo de su dominación? ¿Cómo extraer la riqueza americana para generar prosperidad en Portugal sin propiciar la resistencia? Era necesario fortalecer los lazos entre ambos territorios, porque el rey “para conservar Portugal, necesita totalmente las riquezas de Brasil y de ninguna manera las de Portugal, que no tiene, para apoyar a Brasil”77.

Un nuevo modelo de interdependencia económica entre las partes del imperio fue la respuesta al dilema. Para hacerlo, era necesario desarrollar la economía del reino fortaleciendo a sus comerciantes, fomentando las prácticas mercantiles y recompensando con mercedes a quienes invirtiesen en el comercio imperial.

Conclusión

El proyecto de don Luís fue tan ingenioso e innovador que marcó el comienzo de una gran estrategia para el imperio. Sin abandonar las ideas presentes en los autores portugueses del siglo anterior y respetando los límites del sistema tradicional de remuneración por mercedes de la sociedad portuguesa, el diplomático estableció una pauta de cambios que sería la referencia para todos los que lo van a suceder.

¿Por qué podemos hablar de una gran estrategia? Una de las razones es la conciencia de la necesidad de reformas por parte de los secretarios y agentes de la Corona portuguesa. Las primeras décadas del siglo XVIII no son solo un período de crecientes tensiones internacionales, sino también el momento en el cual Portugal tiene los medios para planificar su futuro, ya sea financiado por el oro de Brasil o por los recursos ahorrados por su política consciente de neutralidad europea.

También podemos hablar de una nueva estrategia basada en el hecho de que a partir de los escritos de don Luís da Cunha, varios letrados portugueses se dan cuenta de la economía política como una herramienta para la percepción de la realidad económica y como un instrumento para la viabilidad de un proyecto de reformas. El imperio era pensado por algunos hombres no con la idea de conquista, expansión de la fe y otras características del ideal de expansión ultramarina de los siglos XV y XVI, sino desde una perspectiva utilitaria básicamente económica.

Apostando por la centralidad económica de Brasil, con la riqueza de sus minas, la diversidad de su producción agrícola y sus infinitas posibilidades comerciales, don Luís imaginaba un futuro donde la monarquía no se viera amenazada por el miedo a una nueva Unión Ibérica, los intereses comerciales británicos no tendrían primacía sobre los vasallos portugueses y todo el imperio podría encajar con mayor éxito en el pacto de las Naciones.

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36. Traducción del portugués por Maricarmen Mora Hernández.

37. Doctor en Historia Social por la Universidade de São Paulo. Realizó una estancia postdoctoral en el Instituto de Economia da Universidade Estadual de Campinas. Profesor de Historia Económica en el Instituto de Ensino e Pesquisa (INSPER) y en la Fundação Escola de Comércio Álvares Penteado (FECAP). Autor del libro A Razão e a Ordem: o bispo José Joaquim da Cunha de Azeredo Coutinho e a defesa ilustrada do Antigo Regime português (1742-1821) (2016).

38. Doctor en Ciências Sociais (Ciência Política) por la Pontifícia Universidade Católica de São Paulo. Máster en Economía Política. Profesor del Departamento de Economía da PUC-SP y del Instituto de Ensino e Pesquisa. Es autor de Política Cambial, Estabilização Monetária e Balanço de Pagamentos na América Latina e no Brasil (2005) y de artículos en revistas indexadas.

39. Acerca del concepto de Gran Estrategia, sus usos y ejemplos, seguimos el enfoque de Luttwak (1976; 2009). Para los dilemas estratégicos de una monarquía ibérica en la Edad Moderna la referencia obvia es el ensayo de Parker (2000).

40. Immanuel Wallerstein llamó a esos conflictos de “la lucha en el centro” —struggle in the core—. Tales disputas se dirigían a la apropiación del excedente comercial de áreas periféricas, siendo ese el capital primitivo para la elevación de la renta de los países centrales y para el proceso de industrialización de Inglaterra. El autor divide esas luchas en tres etapas distintas: la primera de ellas, de 1651 a 1689, tiene a la hegemonía holandesa desafiada con éxito por los ingleses y franceses; la segunda, de 1689 a 1763, delimita una rivalidad ininterrumpida entre Londres y París y, finalmente, la tercera etapa, de 1763 a 1815, cuenta con la derrota del esfuerzo francés por frenar una hegemonía británica irresistible. Para un estudio detallado de las dos primeras etapas, cfr. Wallerstein (1994). La tercera etapa es abordada en el volumen siguiente de la misma colección (Wallerstein, 2011).

41. Para el conflicto entre franceses y españoles, véase Elliott (2008; 1984). Con relación a las disputas entre británicos y holandeses, cfr. Ormrod (2003). Para la posición económica de los holandeses en el siglo XVIII, véase Boxer (2010, pp.235-263).

42. De acuerdo con Wennerlind, la idea de crédito público, desarrollada durante la “English Financial Revolution” del periodo de 1620-1720, fue directamente responsable del dominio militar, político y económico de los británicos durante el siglo XVIII (Wennerlind, 2011).

43. Los dos principales grupos políticos de los ingleses del periodo posrevolucionario eran los Tories y los Whigs. Los primeros defendían que la balanza constitucional debería inclinarse hacia el fortalecimiento de la autoridad del monarca. Ya los Whigs era el grupo que controló el Parlamento y la política estatal británica. Tal grupo defendía la libertad de los súbditos y una orden jurídica pro-intereses privados, con el Estado apoyando una política comercial asertiva (Pocock, 1999, pp.121-141).

44. Para la visión crítica del crecimiento comercial inglés por los contemporáneos franceses, cfr. Cheney (2010, pp. 21-51).

45. La idea de Casa está co-relacionada con el carácter patrimonial del Estado, en el que el soberano organiza su poder político por los mismos principios del ejercicio de su mando doméstico. Ese acercamiento, inspirado en la obra de Max Weber (1864-1920), es desarrollado en Elias (2001, pp.66-84). El caso portugués es abordado por Monteiro (1998; 2007, pp.83-103).

46. Sin embargo, debemos hacer algunas advertencias a esa interpretación. De acuerdo con Magnusson, el mercantilismo debe ser abordado de la forma en que surgió históricamente: como una literatura, un discurso acerca del comercio y de la economía que apareció en el contexto nacional inglés, siendo adaptado posteriormente para otros contextos nacionales e intelectuales y para la política y la economía del mundo real (Magnusson, 1994).

47. Hont e Ignatieff entienden la idea de secularización, fundamentalmente, como la reducción de la influencia de las autoridades eclesiásticas y de las creencias tradicionales de la Iglesia en el pensamiento ético, político y económico, además del cambio de énfasis de los valores religiosos para los valores temporales. Para una discusión de la influencia de la secularización en el surgimiento de las reflexiones económicas, véase Hont e Ignatieff (1983, pp. 1-45). Para el surgimiento de la idea de campo científico, véase Bourdieu (1989).

48. Al abordar el tema de la autonomía del discurso económico, Schabas hace una advertencia: hasta mediados del siglo XIX los teóricos de la economía política no consideraban que su objeto de estudio estuviera apartado de las “ciencias naturales”. Creían que no solo los fenómenos económicos deberían ser comprendidos por analogías a los fenómenos naturales, sino que eran vistos también como una extensión de la naturaleza. Así, el discurso económico era considerado parte de la filosofía natural y no una ciencia humana (Schabas, 2005)

49. El proceso de transición entre el ideario de la honra y de la gloria para el de la conquista de beneficios materiales estrictamente económicos es analizado por Hirschman (2002).

50. Para las relaciones gubernamentales entre Lisboa y Madrid y sus distinciones, cfr. Schaub (2001) y Valladares (2006).

51. Aquí existe una polémica entre los eruditos del período: por más que los Secretarios de Estado fuesen cada vez más demandados y estuvieran más presentes en los despachos regios, la normativización y el establecimiento de sus prerrogativas formales se llevaron a cabo mediante la licencia del 28 de junio de 1736, con la creación de las secretarías de Estado de Asuntos Interiores del Reino, de Asuntos de la Marina y de los Dominios Ultramarinos, de Asuntos Exteriores y de Guerra. Sin embargo, la adopción de la designación de Ministros y Secretarios de Estado solo se adoptó, al parecer, en 1760 durante el pombalismo (Monteiro, 2001a, pp. 961-987).

52. Para los datos biográficos de don Luís da Cunha y su carrera, cfr. Cluny (1999); Cunha (2001); Furtado (2010, pp.373-400).

53. Acerca de los dilemas de la inserción portuguesa en las cuestiones diplomáticas del siglo XVIII, véase Novais (1979, pp.17-56).

54. Para el debate historiográfico acerca de los extrangeirados y su papel en la difusión de la cultura ilustrada en Portugal, véase Miranda (1990/1991, pp. 35-70); Carnerio et al. (2000, pp.591-619). Para una distinción puntual entre el pensamiento de Luís António Verney y el de don Luís da Cunha, véase Ferreira (2009, pp.100-105).

55. El diplomático defiende la razão de Estado con advertencias, como podemos saber por el 16º Consejo personal a Marco Antonio de Azevedo Coutinho: “No se deje V. S. seducir por lo que comúnmente se llama razón de Estado, lo entiendo en su verdadero sentido, y no en lo que se practica, que en esencia no es la razón de Estado, sino la sinrazón del príncipe, quien, con el pretexto de tener lo que tiene, busca usurpar lo que no le pertenece” (Cunha, 2001, p.201).

56. De acuerdo con Silva, las Instrucciones Políticas fueron dirigidas en su forma final en el año de 1736. Sin embargo, varias de las ideas ahí presentadas ya habían aparecido en la correspondencia de don Luís en las décadas anteriores (Silva, 2001).

57. Objetivo perseguido por el Tratado de Madrid, celebrado en 1750 y por los acuerdos de frontera ajustados posteriormente por las coronas ibéricas (cfr. Cortesão, 2006, tomos I y II).

58. La preocupación de don Luís con la cuestión de la despoblación del reino es típicamente mercantilista. Una gran población productiva fue fundamental para mantener bajos los salarios, desarrollar la agricultura de suministro y capacitar a los cuadros mercantes y de guerra. La producción agrícola nacional alentó contra la reducción de la balanza comercial al diversificar los productos de exportación y reducir las importaciones de alimentos. “Lo primero que se me representa es evitar que el cuerpo del Estado tenga tantas venas y de muchas maneras se desangre; debido a que su sangre es un pueblo, se deduce que se debilita cada vez que este disminuye; y tan buena razón debe persuadirnos de que los muchos hombres son las verdaderas minas de un estado, porque siempre producen y nunca se agotan. ¿Pero qué hombres, hijo mío? Hombres que trabajen en las tierras que por falta de ellos no están cultivadas; hombres que, debido a que son muchos, se apliquen a todo lo que les pueda dar de comer, porque no hay ninguno que quiera morir de hambre y, en fin, hombres que sirvan al príncipe y a la república por tierra y por mar, con la utilidad del comercio” (Cunha, 2001, p.218).

59. En este extracto específico de la instrucción, don Luís aborda dos temas retomados en el gobierno del futuro Marquês de Pombal: la necesidad de reforma de las Ordenes Regulares y la gran influencia de los jesuitas, los “anfibios de la religión”, en la vida cultural portuguesa (Cunha, 2001, pp.218-223).

60. En este pasaje de su instrucción, don Luís da varios ejemplos irónicos para resaltar los abusos de la vida en los recogimientos: “Pero qué importa que en Brasil no se multipliquen los conventos, si de allá se mandan los hijos e hijas a hacerse padres y monjas a Lisboa. Recuerdo a cierto brasileño natural de Bahía, muy rico, que metió al Convento de la Esperanza a seis hijas que tenía, dando por cada una seis mil cruzados de dote, porque escuchó que en dicho convento no entraban personas si no eran de primera condición. Tal es la vanidad de aquella gente, y tal el prejuicio que hace a la República” (Cunha, 2001, p.224).

61. “La tercera sangría es más peligrosa que las anteriores para el cuerpo del Estado; ya que el Santo Oficio es el sangrador, no había nadie que se atreviera a ponerle las ataduras: y, por lo tanto, es necesario dejar que la sangre drene y pierda toda sustancia que, como digo, los hombres que, por temor a la Inquisición, están todos los días saliendo de Portugal con sus recursos, para enriquecer a los países extranjeros” (Cunha, 2001, p.235).

62. “A través de los reinos y provincias de Europa hay un gran número de comerciantes portugueses, hombres de grandes sectores superiores, que llevan en sus manos la mayor parte del comercio y las riquezas del mundo. Todos estos […] están ansiosos por poder regresar al Reino y servir a Su Majestad con sus haciendas, como lo hacen con los reyes extraños” (citado en Silva, 2001, p.155).

63. La libertad de conciencia no debería limitarse a los judíos de origen portugués: “Pero, dándose permiso a los judíos no bautizados, y por lo tanto a los extranjeros, a establecerse en Lisboa con la libertad de tener una sinagoga”. Excepción hecha a los judíos alemanes, “porque suponen que descienden de la sangre vil del pueblo que salió de Jerusalén después de que Tito Vespasiano destruyó aquella ciudad santa, y vinieron a establecerse en Alemania, además de ser grandes usureros, y acostumbrados a comprar todo lo robado y, por lo tanto, perjudiciales para la República” (Cunha, 2001, p.262).

64. En los últimos años, el historiador portugués Nuno Gonçalo Monteiro ha publicado diversos artículos sobre el origen social de los candidatos a los principales cargos del gobierno ejecutivo en ultramar. Con una sólida investigación prosopográfica, Monteiro argumenta que el establecimiento de una política de gobierno imperial por parte de la Corona armonizó la jerarquía política de los espacios ultramarinos con la calidad social de los nominados para sus diversos gobiernos. La calidad de nacimiento de los nominados reflejaba las fluctuaciones en el valor y la importancia que la corona y la nobleza titulada atribuían a cada capitanía. Además, el nombramiento de gobernadores y tantos nobles como fuese posible tenía por objetivo dar el mando a individuos de mérito incuestionable que se cernían sobre las disputas políticas locales (cfr. Monteiro y Soares da Cunha, 2005, pp.191-252; Monteiro, 2001b, pp.249-283; 2005, pp.93-115; 2009, pp.507-517).

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