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Diversidad de radicalidades

El fascismo está lejos de ser la única corriente de extrema derecha radical. Además, existen productos políticos más a la derecha que los fascismos. En Italia, el filósofo Julius Evola (1898-1974), autor de El fascismo visto desde la derecha, funda una doctrina llamada «tradicionalista», que en las décadas de 1960-1970 se extiende hacia la extrema derecha europea occidental. En Alemania, el «nacional-bolchevismo» de Ernst Niekisch (1889-1967) constituye «la más extrema derecha». (35) La historia del partido nazi tendió a ocultar el pluralismo del nacionalismo alemán, tanto en términos de ideologías como de formaciones. No puede reducirse a las doctrinas sumarias de Adolf Hitler, Alfred Rosenberg y Walter Darré. Su base proviene del Movimiento Alemán (Deutsche Bewegung), amplia corriente de ideas que va desde Herder hasta el romanticismo y que se establece como reacción tanto al racionalismo francés como al empirismo inglés. Toda esta familia intelectual está estructurada en torno a una visión del mundo (Weltanschauung) antes que a una ideología, en la que el concepto de germanidad ocupa un lugar central, al igual que la idea de Reich, mucho más cercana a la de imperium que a la de Estado-nación. Así pues, antes del nacional-socialismo, están Paul de Lagarde y Julius Langbehn; el movimiento völkisch y el movimiento juvenil del Wandervogel (en sus dos fases distintas, una que va de 1895 a 1914, la otra hasta la «puesta en vereda» de 1933, que le impone integrar la Hitlerjugend, lo que rechaza a una parte de sus miembros). Y, junto al nazismo —participando de él en parte y a menudo manteniéndose a una distancia crítica, como hizo Ernst Jünger—, existe otra corriente principal: la Revolución Conservadora, cuya historia intelectual fue investigada por el suizo Armin Mohler, en su abundancia y complejidad. (36) Muy probablemente se puedan ver, siguiendo a Mohler, equivalentes extranjeros de la Revolución Conservadora en los rusos Dostoievski y Aksakov, en el español Unamuno, en los italianos Vilfredo Pareto y Julius Evola, en los ingleses D. H. Lawrence y G. K. Chesterton e incluso en el pensamiento del teórico del sionismo revisionista Vladímir Zeev Jabotinsky, de quien también se puede argüir que transpuso al nacionalismo judío el pensamiento nacionalista polaco de su contemporáneo «enedecista» [de la Narodowa Demokracja] Roman Dmowski. Las diversas corrientes rivalizan tanto intelectualmente como en la voluntad de imprimir su sello en la carrera por el poder. Se resienten de la bipartición de la extrema derecha: ya en 1928, el revolucionario conservador Hartmut Plaas promueve la distinción entre los «nacionales» («conservadores») y los «nacionalistas» («revolucionarios»). (37) En Francia, esta distinción se vuelve dogmática después de la guerra de Argelia, gracias a la publicación de Pour une critique positive [Para una crítica positiva] de Dominique Venner. Solo restaba saber qué dinámica dar a esa pluralidad.

La dimensión «antisistema» tiende a ser el mínimo argumentativo para incluir a la agrupación en la extrema derecha. Es en 1927 cuando los cuadros alemanes de diversas corrientes de las extremas derechas —el nacional-socialista Joseph Goebbels, el nacional-bolchevique Ernst Niekisch y el neonacionalista Ernst Jünger— denuncian el Systemzeit de la República de Weimar, sistema que consideran políticamente nefasto y culturalmente degenerado. Contra ese magma, llaman a la unión de sus oponentes, los miembros de la «Periferia», los extremistas, que golpean el «Centro» (imagen tomada de Werner Sombart, el teórico de un socialismo alemán muy apreciado por las extremas derechas europeas, también vigente entre los geopolíticos alemanes que utilizan este concepto para elaborar el de «espacio vital»). Para los nazis, el «Sistema» iba de la mano del Kulturbolschewismus [bolchevismo cultural]. Rosenberg vio en él el elemento que desintegraba el alma del pueblo, y así como para Hitler sus agentes son los judíos que buscan que los alemanes pierdan sus «raíces», para Goebbels se trataría de aquellos que no tienen raíces, los cosmopolitas.(38)

El concepto de «Sistema» penetra los ámbitos neofascistas franceses a partir de 1951 (39) y sirve como referencia a Jean-Louis Tixier-Vignancour y Maurice Bardèche en la argumentación de la Agrupación Nacional, fundada en 1954 para unir a alrededor de veinte grupúsculos. La cuestión sigue siendo encontrar el modo de reunir una fuerza política balcanizada, hasta un punto particularmente intenso en Francia. Frente a la bipartición del espacio de la extrema derecha, el teórico de Acción Francesa Charles Maurras propuso en 1934 que las extremas derechas formaran un «Frente Nacional», a través de un «compromiso nacionalista». El proceso fracasa, entre otras cosas porque los radicales temen que ese FN no esté al servicio de la reacción. Ese Frente Nacional reunirá, sin embargo, entre 1934 y 1940, y al mando del legislador parisino Charles Trochu, a militantes de Acción Francesa, de Jeunesses Patriotes [Juventudes Patrióticas] y de Solidarité Française [Solidaridad Francesa], pero no incorporan a los de Croix-de-Feu [Cruz de Fuego], ni a los del Parti Populaire Français [Partido Popular Francés], ni a los del Parti Franciste [Partido Francista]. En 1937, Jacques Doriot intenta lanzar su propia agrupación unitaria en torno a su PPF llamando hasta a la izquierda reformista. La extrema derecha-régimen de Vichy se expresa en una pluralidad de movimientos de extrema derecha y fuerza algunos intentos infructuosos de los radicales de establecer un partido único.

La cuestión de las extremas derechas en Francia ciertamente se encuentra en la complejidad de su forma. La mayoría de los historiadores no han cuestionado el análisis que ya hacía Raoul Girardet en 1955, según el cual en el período de entreguerras francés se había producido un fenómeno de «impregnación fascista», a falta de un verdadero «movimiento fascista». (40) De este modo, Philippe Burrin sitúa Francia en el «campo magnético» del fascismo. (41) Sin embargo, entre la idea de la inexistencia del fascismo en Francia y la que satura Francia de fascistas, figura la posibilidad de una tercera vía analítica. En Alemania e Italia, el fascismo fue responsable de un partido militarizado y jerarquizado que recibió el poder. Sin embargo, no fue esta la forma que abrazó en Francia. Si bien en el período de entreguerras Francia atraviesa un poderoso fenómeno de antiliberalismo que descansa ampliamente en su historia nacional y en la difusión de las ideas prefascistas analizada por Sternhell, los hechos fascistas quedan limitados a la acción de los grupúsculos y a la aculturación de elementos extranjeros, con el nacionalismo de fin de siglo como sustrato. Así, como ha demostrado Jean-Louis Loubet del Bayle, los inconformistas no son fascistas, pero contribuyen al «espíritu de los años treinta» y a la «impregnación fascista».(42)

¿Era de extrema derecha el régimen de Vichy? Indiscutiblemente sí, a condición de recordar que la Revolución Nacional logra reunir a una minoría de intelectuales y políticos provenientes de la izquierda neosocialista o planista, incluso tránsfugas del comunismo y expacifistas del socialismo revolucionario, al cabo, para algunos, de un itinerario que los condujo del dreyfusismo a la colaboración. (43) El régimen del mariscal Pétain derroca la República, los partidos y las instituciones democráticamente elegidas, no solo por las circunstancias excepcionales, sino por espíritu de venganza hacia los valores de 1789 y las conquistas republicanas más recientes, como el laicismo. Pero lo que probablemente cobre más sentido en la acción de Vichy sea el antisemitismo de Estado, sin el cual, para los promotores del «orden nuevo», la regeneración de la nación francesa no podía ser completa. No obstante, no podemos silenciar el hecho de que los hombres provenientes de la derecha nacionalista o revolucionaria se opusieron a Vichy: fue lo que sucedió con Georges Valois, que se unió a la Resistencia y murió deportado, y con el coronel De la Rocque, también deportado. Además, es esta oposición de una parte de la derecha antes cercana a las ligas disueltas (Charles Vallin, dirigente del Parti Social Français [Partido Social Francés], llega a Londres en 1942) o de representantes de las formaciones conservadoras (Louis Marin, para la Federación Republicana; Georges Mandel y Paul Raynaud) la que permitió dar consistencia, después de 1945, al vocablo «extrema derecha» para designar las fuerzas políticas comprometidas con el ocupante nazi y los pequeños grupos que luego se identificaron con el petainismo, por oposición a las derechas legitimadas por su inscripción en la Resistencia.

Bajo Vichy, la negativa de Pétain a implementar un partido único y las rivalidades entre grupos y personalidades culminaron en la publicación del cuadro pintado por Pierre-Antoine Cousteau (1906-1956) en el número de Je suis partout del 17 de septiembre de 1943: «El fascismo francés existe. No es un partido (es, si se quiere, un polvo de partidos), pero es ante todo un estado de ánimo, un conjunto de reflejos, una manera heroica de concebir la vida, es mucha dureza y mucha exigencia, es una constante voluntad de grandeza y pureza, es la acepción de Europa sin renunciamiento nacional, es el socialismo sin los judíos, es la razón y es la fe». (44) En suma, Cousteau nos dice que, para definir el fascismo francés, en el nivel estructural, no es necesario que haya un partido: se trata ante todo de un «estilo fascista». El fascismo en Francia está constituido por una plétora de grupos con pocos miembros. Así lo señala Philippe Burrin: «incluso si incluimos al movimiento De la Rocque, lo cual sigue siendo problemático, las tropas de este fascismo se acercarían a la vara del millón de adherentes, es decir, mucho menos del 5% de la población adulta». (45) No solo en el fascismo francés no se reconoce un elemento tan importante como un guía, sino que este aspecto incluso ha sido teorizado por los hombres de La Cagoule [nombre con el que se conoció al Comité Secret d’Action Révolutionnaire (Comité Secreto de Acción Revolucionaria)], desde Deloncle que en 1941 arguye que «sociedades secretas convenientemente fragmentadas, separadas unas de otras: [son] el punto crucial», hasta el Mouvement Social Républicain [Movimiento Social Republicano] de fines de Vichy, que considera que el fascismo es una «nueva caballería», pero sin jefe, lo cual debe favorecer la reagrupación de las fuerzas colaboracionistas. La posguerra vio la continuidad tanto de la bipartición de la extrema derecha francesa como el funcionamiento en red de su ala radical. Es verdad que otros países de Europa experimentan en ese momento el mismo fenómeno: los servicios de inteligencia daneses y franceses observan en términos muy similares una vasta nebulosa después de la guerra, donde varias asociaciones no son sino el abrigo de otra, donde los militantes de los grupos se interconectan en movimientos ciertamente diversos, pero que constituyen un espacio común a la fragmentación parcialmente deseada y construida. Según los servicios de inteligencia franceses, algunos ex Waffen-SS franceses forman en 1946 una red que busca implantar cuadros en movimientos anticomunistas para lograr una dinámica subversiva dentro de la contrasubversión. Allí se encuentra, entre otros, el exagente de la división Charlemagne, Pierre Bousquet, que pertenecerá a Jeune Nation [Joven Nación], a Europe-Action [Europa-Acción], a Militant y será el primer tesorero del Frente Nacional de 1972. (46) En 1947, un clandestino Comité Nacional de Coordinación afirma en un memorando que hay que infiltrar cuadros en los movimientos anticomunistas para orientar la vida política a través de esta red oculta; y concluye: «Somos la nueva resistencia…». En 1951, se vuelve a cristalizar la oposición entre petainistas y colaboracionistas, donde los segundos se agrupan en torno al semanario Rivarol (47) (que se sigue publicando). Luego de la disolución del Joven Nación de Pierre Sidos en 1958, se lanza un Partido Nacionalista que desea (solo oficialmente) reunir al conjunto de los movimientos en un Comité de Entendimiento, pero también se disuelve. (48) Los intentos de maniobra del movimiento poujadista por parte de ex-JN y ex-PPF no llegan a ningún resultado, a pesar de que los militantes esperaban utilizarlo para hacer exitosa la manifestación antiparlamentaria del 6 de febrero de 1934, que terminó en tragedia. En poco tiempo, la esperanza de que la OAS (Organización Armada Secreta) pueda ser un compromiso nacionalista ganador resulta vana. Precisamente en función de esto, Dominique Venner escribe Pour une critique positive, donde rechaza el compromiso nacionalista maurrasiano si no es sostenido por los nacionalistas con una praxis leninista: «Cero más cero siempre da cero. […] La táctica del frente no puede pensarse sin una poderosa organización nacionalista capaz de imprimirle su impulso y de imponerle su línea política». (49) Para Venner, no es ilógico concebir la unión en términos más cercanos a Doriot que a Maurras. La distinción entre «nacionales» y «nacionalistas» se impone de forma paralela a algunos intentos de estructuración horizontal nacional-nacionalistas. Al respecto, la revista L’Esprit public, el aparato de superficie de la OAS, sirve como banco de ensayo, aunque es un fracaso: Raoul Girardet solo ve confusión y delirio étnico en el pensamiento de un Jean Mabire que exalta el revolucionarismo y el mundo blanco.(50)

El nuevo orden europeo del Tercer Reich

En Alemania, el establecimiento del Estado totalitario y su propaganda forjó la imagen de un partido perfectamente monolítico. Pero, antes de la toma del poder, el líder nazi Otto Strasser (1897-1974) sueña con replicar a Adolf Hitler. En 1930, divide el partido nazi para fundar la Kampfgemeinschaft Revolutionären Nationalen Sozialisten [Comunidad de Combate de los Socialistas Nacional-Revolucionarios], que en 1931 se convierte en el Schwarze Front [Frente Negro], luego de, entre otras circunstancias, una hemorragia de sus militantes hacia el Partido Comunista alemán. Una vez independizado, Otto Strasser entabla numerosos contactos: en Francia, con Alexandre Marc y la publicación inconformista L’Ordre nouveau; en España, con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista de Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo; en Alemania con el círculo Widerstand de Niekisch. La oferta doctrinaria que difunde Strasser en el período de entreguerras desempeña uno de los papeles más importantes en las futuras reflexiones radicales. Propone a la vez desmantelar la sociedad industrial y urbana, apoyar los movimientos separatistas existentes en Estados-nación opuestos a Alemania para provocar su desmantelamiento y crear una zona de cooperación económica relacionada con los recursos del Este de Europa, de África y Asia. (51) Esta propuesta de una nueva Europa hace referencia de modo amplio a la cristiandad medieval, que es el ideal de este conservadurismo revolucionario. (52) Tras la guerra, Otto Strasser participa del intento de relanzar una internacional de la que es presidente honorario: el Movimiento Popular Europeo (MPE), partidario de la neutralidad de Europa. En nombre de la reunificación alemana, Strasser coopera, junto a los comunistas estalinistas, con el congreso neutralista alemán de 1958. Por último, promueve la creación de una zona económica euroafricana y se opone, en nombre de la unión árabe-europea, a los conflictos de Suez y de Argelia y sostiene la causa palestina.(53)

El nazismo se elabora por la unión de diversos elementos del campo de las extremas derechas. Para forjar su representación del mundo, el nazismo alía fascismo radical, ideología völkisch y conceptos revolucionario-conservadores. Los modelos italiano y alemán se imitan ampliamente, a menudo trasplantando algunos de sus elementos al nacionalismo autóctono. En cada país el temor a la subversión comunista facilita la difusión y empuja al establecimiento de una contrarrevolución, que debía ser preventiva. En Hungría, la República de los Consejos (Soviets) es aplastada por las tropas rumanas que en 1920 llevan al poder al ex comandante en jefe de la Marina austrohúngara, el almirante Miklós Horthy de Nagybánya. El régimen autoritario conservador que instaura no detiene la proliferación de grupos radicales, a menudo inspirados en el nazismo (el propio régimen sufrió una radicalización entre 1932 y 1936). Entre ellos, destaca el Partido de la Cruz Flechada, fundado por Ferenc Szálasi. Cuando Hitler dejó de contar con Horthy, se volcó hacia estos radicales, que había mantenido cerca para la ocasión. Estos últimos pueden conciliar colaboracionismo y nacional-imperialismo, a través de la temática de la fraternidad europea revolucionaria. En Francia, Marcel Bucard, a la cabeza del Partido Francista, no decía mucho más al declarar: «La Unión de los fascismos será la paz del mundo». (54) Ya en 1941, Hungría, Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia y Croacia se adhieren al Pacto Tripartito Berlín-Roma-Tokio. En esa misma época, los principales grupos colaboracionistas franceses lanzan juntos la Légion des Volontaires Français contre le Bolchevisme [Legión de los Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo] (LVF), que constituye el 638° regimiento de la 7ª división de la Wehrmacht (6.000 hombres).

Los regímenes autoritarios ibéricos, alejados tanto de la cuestión del frente oriental (55) como de la voluntad de parusía racial, trabajaron en expulsar a sus radicales. El Estado franquista se constituye y se consolida contra el falangismo «de izquierda» de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos y también contra el —claramente más «derechista»— de su fundador, José Antonio Primo de Rivera. De modo similar, el Estado Novo portugués de António Salazar pone rápidamente en vereda al nacional-sindicalismo de Francisco Rolão Preto. En el régimen el partido pesa menos que las administraciones. El sistema corporativista se inspira en el modelo fascista italiano, pero lo combina fuertemente con la influencia del catolicismo social (la Iglesia es un elemento fundamental de los regímenes autoritarios ibéricos). El salazarismo y el franquismo son dictaduras de extrema derecha, que tienen, como todas las extremas derechas, la voluntad de regenerar la sociedad a través de un organicismo desigual, pero desde esta perspectiva se oponen a la extrema derecha radical.

Este tipo de régimen autoritario desafiante respecto de la radicalidad aparece en otros países: la Austria de Dollfuss, la Estonia de Päts, la Letonia de Ulmanis, la Lituania de Smetona, la Francia de Pétain, la Hungría de Horthy, la Polonia de Pilsudski o la Rumanía del rey Carol II. El régimen autoritario letonio de Kārlis Ulmanis, dirigente de Unión Campesina, accede al poder entre 1934 y 1940. Es una reacción contra el avance de una extrema derecha local fuerte, encarnada por los Pērkonkrusts de Gustav Celmiņš y por la Legión de los Combatientes de la Libertad, del coronel Voldemārs Ozols. Cruz de Trueno, corporativistas que en ocasiones utilizan la esvástica, afianza su neopaganismo al resurgir una versión reformada del Dievturība, la antigua religión pagana mayoritaria hasta el siglo XIII. En Estonia, Konstantin Päts dirige la Unión de Granjeros y Pequeños Propietarios y, en 1934, establece un régimen autoritario que desactiva el aumento de poder de los Vaps, el movimiento fascista local dirigido por Andres Larka y Artur Sirk. El caso rumano marcará más a la extrema derecha radical europeo-oriental, cuando se descubra en Italia y Francia en las décadas de 1960 y 1970.

Corneliu Zelea Codreanu (1899-1938) funda en 1927 la Liga del Arcángel Miguel y la completa con la creación, en 1930, de Guardia de Hierro, su organización de masas, que en 1933 se convierte en Todo por la Patria. Algunos líderes del movimiento se presentan como voluntarios para combatir en las filas nacionalistas durante la guerra de España. Deseosa de refundar Rumanía a partir del campesinado, la Guardia de Hierro mezcla estrechamente misticismo cristiano y etnonacionalismo. Sus legionarios se consideran cruzados: el cristianismo es aquí un pivote ideológico y es el mundo rural, y no el industrial, el que construye el marco ideológico (esto no impide el reclutamiento de muchos estudiantes, lo cual explica la presencia de intelectuales como Mircea Eliade o Emil Cioran). A partir de la fundación de la Guardia de Hierro, el movimiento toma además un giro anticapitalista que termina por implementar ese fascismo rumano específico. La agitación lleva al rey Carol II a realizar un golpe de Estado preventivo en 1938. Codreanu es detenido y asesinado. Se instaura una dictadura autoritaria, cristiana, que prohíbe todos los partidos. Guardia de Hierro, dirigida por Horia Sima, logra su venganza en 1940 cuando se instala un Estado nacionalista legionario, conducido por el general Ion Antonescu y dominado por ella. La organización comienza a reinar sobre la sociedad rumana por medio del terror, lo cual lleva a Antonescu a conseguir que Hitler ponga en vereda a los fascistas rumanos. Aquí, los colaboradores se apoyan en el Reich para apartar a los colaboracionistas del poder, con el argumento de que el Reich conduce con mayor facilidad su guerra si los países «aliados» están en situación de paz civil. Sima se exilia en Alemania: Antonescu tiene, pues, las manos libres para colaborar, pero el Reich conserva la amenaza en su contra de los colaboracionistas capaces de reemplazarlo a la cabeza del régimen. Cuando el brazo de hierro no está claramente instaurado, los radicales pueden arrastrar al país a un proceso de fascistización y hacia el colaboracionismo, tal como sucedió en la Francia de 1943 con el desarrollo de la Milice Française [Milicia Francesa].

En los países colocados bajo la órbita del Tercer Reich, Hitler sabe disponer de la bipartición de la extrema derecha: entroniza a la cabeza de los regímenes a personajes «nacionales», encarnación para las poblaciones de una autoridad tradicional, sin dejar de mantener a los radicales al alcance de la mano como elite de recambio. Los primeros son colaboradores, generalmente provenientes de las elites tradicionales, de las corrientes sociopolíticas conservadoras. Movidos por el anticomunismo, quieren colaborar con Alemania, es decir, trabajar con ella en el marco de las relaciones bipartitas entre su Estado nacional y Alemania. Los colaboracionistas generalmente provienen de las minorías fascistas, buscan integrar su país al combate del Tercer Reich por edificar un Nuevo Orden Europeo. Hitler solo utiliza esta carta cuando no tiene otra (como cuando en 1942 le devolvió el poder en Noruega a Vidkun Quisling). Maurice Bardèche, teórico faro del neofascismo europeo, resume así el sueño que entonces mantienen los colaboracionistas: «Quienes no conocieron esa primavera de Europa no saben lo que queremos decir cuando hablamos de Europa». (56) Este rasgo ideológico no carece de cuestionamientos a la unidad del campo de la extrema derecha, a medida que se extiende el colaboracionismo radical. En 1943, el Tercer Reich concede a los voluntarios franceses el derecho a incorporarse a la Waffen-SS dentro de la división Frankreich (2.500 hombres). De esta última, la LVF y milicianos se vuelcan a la división Carlomagno de la Waffen-SS en noviembre de 1944 (menos de 8.000 hombres). Según el historiador James Gregor, serios antagonismos oponían a los miembros de la antigua LVF, marcados por una concepción nacionalista hexagonal y católica, y a SS franceses, europeístas, nazis, neopaganos. (57) Para el Nuevo Orden Europeo que dice construir en adelante el Tercer Reich, esto casi no importa, a tal punto se necesitan combatientes. De sus 900.000 miembros relevados en 1944, la Waffen-SS estaba compuesta en más de la mitad por no alemanes.(58)

Se suponía que la división Carlomagno no incluía en su instrucción una formación ideológica nacional-socialista. (59) Así pues, la oferta ideológica legítima es provista por los medios de comunicación de las SS. La interpenetración franco-belga nacida de la Administración Militar de Bélgica y del norte de Francia permite una circulación de términos y temas, ya sea cuando Degrelle, el líder rexista convertido en Waffen-SS, llega a París para halagar la «revolución europea», «socialista», porque carece de intelectuales y judíos, o cuando Pierre Quesnoy de Douai, ligado a los nacionalistas flamencos y al SD, pronto fundador de una Liga de los Derechos del Norte, dicta en Amberes un curso sobre las razas (se citan en particular Günther y Rosenberg) a los reclutas del «Allgemeine-SS del Norte de Francia», según la expresión que utilizaban los servicios de inteligencia generales, quizá para designar a la antigua Algemeene-SS Vlaanderen. (60) Pero, puesto que muchos de los «facilitadores» de posguerra escribieron en Devenir, cuyo subtítulo ya es todo un indicador («Journal de combat de la communauté européenne» [Diario de combate de la comunidad europea]), este periódico de las SS francófonas puede ser considerado especialmente significativo. Ahora bien, la publicación propone temáticas muy alejadas del nacionalismo francés, pero también de la «cruzada contra el bolchevismo» de 1941. Un texto se dedica a la unidad lingüística y mitológica de los indoeuropeos. Otro certifica la muerte de las naciones europeas con la llegada del «hombre nórdico que renace hoy», también «arraigado» y liberado del «orientalismo» cristiano. Un tercero se entusiasma con el dios Thor y compara a los SS con los vikingos. Jean-Marie Balestre halaga a «los hombres arios de Normandía, Bretaña, Borgoña, [que] se unen a sus hermanos de raza». Lucien Rebatet, por su parte, saluda a los alemanes nazis, a los rumanos de Guardia de Hierro, a los antisemitas de Estados Unidos, a los nacionalistas argentinos, a todos aquellos que tienen «el espíritu europeo, el espíritu ario, el espíritu revolucionario». Y concluye que los reclutas del Frente Oriental son «la elite de esta Internacional aria que mañana reconstruirá el mundo sin judíos, sin demócratas, sin monopolios. Compañeros SS de 18 naciones, les envío, con el brazo tendido, nuestro saludo, el saludo ario. ¡Muerte a los judíos!».(61)

Paganismo, rechazo del nacionalismo estrecho y promoción de una unión europea de «patrias carnales»: en Devenir se encuentran los elementos sustanciales de la imagen remodelada de las SS esoterizantes, que fueron la época dorada de las novelas de Saint-Loup (Marc Augier, seud.; 1908-1990), y, al otro lado, de la cultura pop de las décadas de 1960-1970 (por ejemplo, libros baratos que presentan ucronías o una ufología que integra a una SS depositaria de misterios). Al destacar su pasado como exvoluntario en el Frente Oriental, el escritor racialista alimenta la confusión entre el imaginario propagandista y la realidad efectiva del fenómeno del Nuevo Orden Europeo. Su recorrido también es significativo. En 1936, Augier era encargado de misión junto a Léo Lagrange, el ministro de la Juventud del gobierno de Blum. En 1941, participa en la creación del grupo «Colaboración, agrupación de energías francesas para la unidad continental», que milita por la construcción de un «bloque económico euroafricano, encaminado a instituir una economía mundial unificada». (62) Promueve una relectura geopolítica del conflicto: «¿Cómo no entendió usted todavía que los pequeños conceptos nacionales hoy estaban superados? ¿Cómo no entendió que ya no se trataba de una guerra por territorios o dinastías, sino de la guerra civil de Europa? […] El verdadero desafío del conflicto actual [es] la construcción del socialismo en una Europa unificada». (63) Augier se ocupa, más en particular, de la sección Jeunes de l’Europe Nouvelle [Jóvenes de la Europa Nueva] (JEN) y luego integra la Légion des Volontaires Français contre le Bolchevisme [Legión de los Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo] (LVF).

Los JEN básicamente se dedicaron a promover la LVF e integraron el Front Révolutionnaire Nationale [Frente Revolucionario Nacional] de Marcel Déat. La mayor parte de los militantes pasa luego a la Milicia o a la división SS Frankreich. (64) Eran los encargados de difundir en Francia La Jeune Europe, una revista destinada a atraer al colaboracionismo a los jóvenes intelectuales. Se lanza en doce lenguas en 1942, con el fin de representar la concordia continental que nace con las SS europeas. Es una revista de geopolítica apta para construir la ideología y la propaganda relativas a la europeización del Frente Oriental. Marcel Déat asegura allí que la presencia francesa en África es la de Europa, el alemán Matthias Schmitt espeta que Alemania unifica a Europa y que Italia unifica a África para culminar en una comunidad «desde Hammerfest hasta Ciudad del Cabo». (65) Bruno Francolini explica allí que después de la guerra la colonización de África deberá estar basada en la prohibición absoluta del mestizaje y el trabajo intelectual de los negros, porque «querer imponer al indígena una vida enteramente a la europea e inculcarle a la fuerza nuestra cultura no podría sino perjudicar a los indígenas», cuando su compatriota italiano Julius Evola expone que «el espacio del Reich» por venir es superior a los pequeños nacionalismos cerrados y favorecerá que las comunidades se apeguen a un ideal trascendente aunque desprovisto de universalismo. (66) Estamos aquí lejos de la clásica imagen del fascismo. Corremos el riesgo, entonces, de participar en las reconstrucciones históricas de los ámbitos radicales que presentan un fascismo mucho más europeísta de lo que fue, desprovisto de la brutalidad de sus hechos para atraerlo al éter de las ideas de sus márgenes. Seamos empíricos: ¿qué vemos?

Los fascistas del período de entreguerras se legitiman produciendo un conjunto de signos donde se entremezclan elementos extranacionales importados con la afirmación de una tradición nacional específica. Este proceso de bricolaje en el mercado internacional de modelos, de propagandas e ideas es permanente, cualesquiera sean el tiempo y el espacio utilizados para entender un «fenómeno» fascista. No obstante, a partir del momento en que el Tercer Reich decide, en 1942, reorientar su propaganda hacia un eje europeísta, Europa se convierte a la vez en el mito y en la utopía de los fascistas. Después de la Segunda Guerra Mundial, todos los grupos tienen conexiones internacionales y comparten este objetivo ideológico europeísta (los neonazis incluso abandonan todo racismo interno al mundo blanco). Así pues, puede elaborarse una escala del fascismo que descanse en la claridad de la cronología internacional: gestación ideológica previa a 1919, fascismo con varias etapas entre 1919 y 1942, neofascismo a partir de 1942.

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