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Читать книгу: «En pos de los puritanos y su piedad», страница 5

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Richard Greenham, un pionero pastoral, quien era titular de Dry Drayton, a casi 12 kilómetros de Cambridge, de 1570 a 1590. Él fue un hombre que trabajó extremadamente duro. Se levantaba diariamente a las cuatro; y cada lunes, martes, miércoles y viernes predicaba un sermón al amanecer, con la intención de captar la atención de su rebaño antes de que se dispersara por los campos; luego, el domingo predicaba dos veces, y además catequizaba a los niños de la parroquia cada domingo por la tarde y cada jueves por la mañana. Por las mañanas estudiaba, por las tardes visitaba a los enfermos o salía a los campos «para testificarle a sus vecinos mientras estaban en Plough». Henry Holland, su biógrafo, nos dice que, en su predicación: «Era tan comprometido y se esforzaba tanto que, su camisa generalmente estaba tan húmeda por el sudor, como si hubiera estado empapada de agua, de manera que, tan pronto como bajaba del púlpito, se veía obligado a cambiarse la ropa».32 Además, sus habilidades de consejería pastoral eran muy impresionantes. En ese sentido, Holland escribe: «Debido a que tenía una gran experiencia y una excelente facultad para aliviar y consolar las conciencias angustiadas, era buscado por personas que vivían cerca y lejos, las cuales gemían por causa de aflicciones y tentaciones espirituales (…) la fama de este médico espiritual se extendió ampliamente en el extranjero, de manera que era demandado por muchos, y el Señor se alegró tanto de bendecir su trabajo que, por su conocimiento y experiencia, muchos fueron devueltos a la alegría y al consuelo». Sus amigos esperaban que escribiera un libro sobre el arte de la consejería, pero nunca lo hizo; no obstante, transmitió gran parte de su saber a los demás de manera oral. En una carta a su obispo, describió su ministerio como: «predicar a Cristo crucificado a mí mismo y a la gente del campo»,33 y el contenido de sus obras publicadas póstumamente (un pequeño libro tamaño folio de más de 800 páginas) lo confirma. Sin embargo, a pesar de su piedad, su perspicacia, su mensaje evangélico y su trabajo duro, su ministerio fue prácticamente infructuoso. Otras personas fuera de su parroquia fueron bendecidas a través de él, pero no fue así con su propia gente. «Greenham tenía pastos verdes, pero ovejas magras», esa era una frase que circulaba entre los piadosos de la época. De acuerdo con Holland, estas fueron las palabras que Greenham le dijo a su sucesor: «No percibo que mi ministerio produzca un buen crecimiento en las familias, sólo en una de ellas».34 En la Inglaterra rural de los días de Greenham, había mucha tierra sin arar, el tiempo en el que le tocó trabajar era tiempo de siembra, pero el tiempo de cosecha todavía esperaría para el futuro.

Ahora pasemos al ejemplo de Richard Fairclough, quien era Rector de Mells (de 1647 a 1662), una aldea en Somerset, y que fue amigo del gran John Howe, quien predicó en su funeral, como Fairclough lo había solicitado en su testamento. Del sermón de Howe podemos rescatar las siguientes palabras:

Pronto se hizo evidente el tipo de estrella que había surgido(…) la cual muy pronto hizo que una aldea rural oscura se convirtiera en un lugar muy conocido, las personas de varios kilómetros a la redonda llegaban hasta ese gran punto de reunión, de manera que me asombré al mirar un auditorio tan abarrotado como el que tuve la oportunidad de mirar (…) y por lo general así fue siempre la asistencia durante su fructífero ministerio. Y, ¡oh, cuán propensa era la congregación a derretirse ante el calor de su fervor santo! Sus oraciones, sermones y otras funciones ministeriales estaban acompañados con esa extraña vivacidad afilada, y, en algunos momentos, con autoridad; pero además se dirigía hacia los demás con tal suavidad, gentileza, dulzura, y encanto, que uno pensaría que es casi imposible resistir el espíritu y el poder con el que hablaba. Y el efecto que su ministerio producía tenía una correspondencia influenciada por una medida bendita; ya que los oyentes se convirtieron en personas religiosas muy ilustradas, conocedoras, juiciosas, y reformadas. Sus labores en esa área fueron casi inimaginables. Además de sus prácticas habituales en el día del Señor, que consistían en la oración, la lectura de las Escrituras, la predicación, la catequización, la administración de los sacramentos (…) por lo general, se reunía en público de madrugada, cinco veces por semana, para orar y predicar una enseñanza expositiva acerca de alguna porción de las Escrituras (…) él siempre tuvo una congregación grande (…) Y a pesar de eso, él siempre encontraba un tiempo, no sólo para visitar a los enfermos (pues siempre que tenía ese tipo de oportunidades las aprovechaba con gran entusiasmo) sino también (de manera constante) para visitar a todas las familias a su cargo; y también buscaba un tiempo para conversar personalmente con todos los que eran capaces de esforzarse por comprender el estado actual de sus almas, y se comprometía a servirles por medio de instrucciones, reprimendas, amonestaciones, exhortaciones y estímulos adecuados para cada individuo; y realizó todo ese trabajo con la mayor destreza y placer imaginables; su corazón entero estaba entregado a esa labor (…) Cada día, durante muchos años seguidos, él acostumbraba a levantarse a las tres de la mañana, o a veces antes, para estar con Dios (lo cual era su gran deleite) mientras otros dormían.35

Este ejemplo es esencialmente igual al de Greenham: sin embargo, en ese caso el tiempo de cosecha ya estaba comenzando.

Finalmente, démosle un vistazo al ejemplo de Richard Baxter, quien ministró en Kidderminster desde 1641 hasta 1660, con una interrupción de cinco años durante la Guerra Civil. Kidderminster era un pueblo que tenía aproximadamente 2 000 adultos, y aparentemente, la mayoría de ellos fueron convertidos a través de su ministerio. Él testifica que cuando los conoció, eran «personas ignorantes, groseras, y entregadas a los placeres, debido a que casi nunca habían tenido una predicación avivada y seria entre ellos». Pero su ministerio fue bendecido de manera asombrosa.

Cuando entré por primera vez en mis labores, presté especial atención a todos los humillados, reformados o convertidos; pero cuando había trabajado mucho, le agradó a Dios que los convertidos fueran tantos, que no podía darme el tiempo para observaciones tan particulares, y después llegaron y crecieron cantidades considerables, de una manera tan inmediata que, para mí es difícil entender cómo ocurrió.

Y de esta manera Baxter narra en retrospectiva lo que aconteció después:

La congregación generalmente estaba llena, por lo que después de mi llegada nos sentimos animados a construir cinco galerías más (…) La iglesia hubiera tenido capacidad para alrededor de mil personas sin las galerías. Nuestras reuniones privadas también estaban llenas. En los días del Señor no se veía desorden en las calles, pero era posible escuchar a un centenar de familias cantando salmos y repitiendo sermones mientras uno pasaba por las calles. En pocas palabras, cuando llegué por primera vez, había aproximadamente una familia en cada calle que adoraba a Dios e invocaba Su nombre, y cuando me fui, había algunas calles en las que no había una sola familia que no adorara a Dios; y debido a que no era una mera profesión de piedad seria, podemos tener certeza de su sinceridad. Y esas familias que en otro tiempo eran las peores, siendo Hostales y Tabernas (sic) por lo regular tenían alguna persona en cada casa que aparentaba ser religiosa (…) Cuando comencé mis deberes pastorales y empecé a catequizarlos, en todo el pueblo hubo muy pocas familias que se reusaron a venir (…) [Baxter les pidió que lo visitaran en su casa]. Y muy pocas familias se fueron de mi casa sin lágrimas en sus ojos, o sin un aparente compromiso serio de vivir una vida piadosa.36

A lo que Baxter se refiere aquí es a la práctica que describe y elogia en El pastor renovado, la cual se sabe que también era practicada por Howe y Fairclough, que consistía en entrevistar sistemáticamente a las familias con el propósito de darles un trato espiritual personalizado. Baxter se reunía con las familias de esta manera a un ritmo de siete u ocho por día, dos veces a la semana, para poder atender a las 800 familias de la parroquia cada año. «Primero los escuchaba recitar las palabras del Catecismo [él utilizaba el Catecismo menor de Westminster], y después examinaba con ellos el sentido de esas palabras, finalmente, los instaba con toda la razón y la vehemencia posibles para estimular sus afectos y guiarlos a poner en práctica esas palabras. Invertía alrededor de una hora con cada familia». Su testimonio con respecto al valor de esta práctica tiene un peso enorme. «Descubrí que, hasta ahora, nunca habíamos tomado un mejor rumbo que éste, en lo que respecta a la destrucción del reino de las tinieblas. Puedo decir que esa práctica ha producido señales externas de éxito en la mayoría (…) más trascendentes que los efectos de mi predicación pública».37

Y continúa su evaluación de resultados, diciendo:

Algunos de los pobres comprendieron de manera competente el cuerpo de la teología (…) Algunos de ellos tienen tal capacidad para la oración, que muy pocos ministros pueden igualarlos (…) La gran mayoría de ellos puede orar de una manera muy admirable con sus familias, o con otros. El temperamento de sus mentes y la inocencia de sus vidas era mucho más loable que sus partes [habilidades]. Los profesos de piedad seria, eran por lo general, personas con una mente y un porte muy humildes…

Y, en 1665, pudo escribir que, a pesar de la intensa presión anti– puritana ejercida en contra de ellos, durante los años transcurridos desde que los dejó, «ninguno de ellos, que yo sepa (…) se deslizó, ni abandonó su honestidad».38 Su comentario final es: «¡Oh, qué soy yo (…) para que Dios me aliente en abundancia, cuando los reverendos Instructores de mi juventud trabajaron cincuenta años seguidos en un solo lugar y apenas pudieron decir que habían convertido una o dos de sus Parroquias!».39 Pero, durante la época del Interregno llegó el tan esperado tiempo de cosecha. Y como mi comentario final, me gustaría hacer la pregunta: ¿Acaso eso no fue un avivamiento?

En conexión con eso, el comentario de Baxter acerca de la religión durante el periodo de Cromwell es muy relevante. Esto fue escrito en 1665:

Debo presentar este testimonio fiel de aquellos tiempos, pues, hasta donde yo conocía, donde antes había un predicador piadoso y productivo, en ese entonces hubo seis o diez pastores; y si comparamos el primer caso con el segundo, supongo que hubo un aumento proporcional de personas verdaderamente piadosas (…) Aquellos lugares en los que los pastores tenían habilidades excelentes y vidas santas, los cuales tenían sed de buscar el bien de las almas, y dedicaban por completo su tiempo, su fuerza y sus propiedades, y no pensaban en dolores ni costos, esos eran lugares en los que las multitudes se convertían a la santidad seria (…) Dios bendijo maravillosamente las labores de Sus fieles ministros unánimes, pero eso no hubiera ocurrido si no se hubiera levantado la facción de los prelatistas (…) y las facciones de los sectarios vertiginosos y turbulentos, junto con la pereza y el egoísmo de muchos de los que formaban parte del ministerio, pues yo digo que, si no hubiera sido por estos impedimentos, a Inglaterra le hubiera tomado más de un cuarto de siglo lograr convertirse en una tierra de santos, en un patrón de santidad para todo el mundo, y en un inigualable paraíso en la Tierra. ¡Nunca hubo oportunidades tan perfectas para santificar a una nación, como las oportunidades que ha tenido esta tierra al ser confundida y pisoteada como hasta ahora! ¡Ay de aquellos que fueron las causas de esa tragedia! [Él se refiere aquí a los perversos eventos que sucedieron después de la Restauración Inglesa].40

Mi propósito en este estudio es tratar de presentar una afirmación creíble de que el puritanismo fue un movimiento de avivamiento. Y yo creo que la evidencia que he presentado cumple con ese propósito. Pienso que, si hacemos un estudio más profundo del ministerio puritano en la Inglaterra del siglo XVII, (de manera similar a lo que hizo Irvonwy Morgan en su libro The Godly Preachers of the Elizabethan Church, [Los predicadores piadosos de la Iglesia isabelina], eso nos permitiría concluir rotundamente que, a mediados de ese siglo, estaba ocurriendo en Inglaterra una obra de gracia, la cual era tan potente y profunda como su contraparte más conocida que ocurrió cien años después. Ciertamente, la comprensión del evangelio y los principios de su ministerio en los dos períodos fue idéntica, sin contar las rarezas particulares de la teología de John Wesley, las cuales él mismo calificó erróneamente como arminianismo, tratando de defender la tradición de la familia Wesley, pero que en realidad se podría calificar de una mejor manera como un calvinismo inconsistente.41 Los estudios recientes sobre el avivamiento evangélico han hecho evidente nuestra gran deuda para con el puritanismo;42 y George Whitefield, amigo de Jonathan Edwards (un puritano puro que nació fuera de tiempo), fue quien, en 1767, como ya lo habíamos visto, escribió: «Durante estos treinta años, he enfatizado que, a medida que la religión viva y verdadera se va avivando, ya sea en casa o en el extranjero [se refiere a la Gran Bretaña o a Estados Unidos], los buenos escritos de los antiguos puritanos (…) se vuelven cada vez más necesarios».43 Es interesante que, en 1743, Whitefield también escribió en su diario lo siguiente, acerca de su visita a Kidderminster: «Hasta este día me he sentido muy renovado después de descubrir el dulce sabor de la buena doctrina, las obras y la disciplina del Sr. Baxter».44 El movimiento puritano y el movimiento evangélico deben estudiarse juntos; sus vínculos entre sí son mucho más fuertes y numerosos de lo que a veces se cree. Evidentemente, la gran diferencia es que, debido a que después de dos generaciones el avivamiento evangélico se convirtió en algo socialmente aceptable, los hombres de la Restauración, como parte de su rechazo público al orden revolucionario, dispersaron y erradicaron sistemáticamente el fuego del cristianismo puritano. Yo creo que un estudio más detallado, basado en un conocimiento más profundo del estado de la religión en Inglaterra de la década de 1650, podría ayudarnos a tener un entendimiento más adecuado del que actualmente tenemos con respecto al juicio de Baxter cuando dijo: «Nunca hubo oportunidades tan perfectas para santificar a una nación, como las oportunidades que ha tenido esta tierra al ser confundida y pisoteada como hasta ahora».

Sin duda, en la Inglaterra puritana no ocurrió nada tan espectacular como el avivamiento de Sixmilewater en Antrim durante la década de 1620, aquel «resplandor brillante y ardiente del evangelio» como lo llamó Robert Fleming,45 cuando el extravagante James Glendinning predicó la ley con tal vehemencia que afligió grandemente a las personas, debido a que no sabía cómo predicar el evangelio, de tal manera que Robert Blair y otros tuvieron que hacerlo por él; y tampoco ocurrió nada tan asombroso como lo que pasó aquel lunes de 1631 en la parroquia de Kirk o “Shotts, cuando durante una hora y media John Livingstone predicó como nunca antes volvió a predicar, ni antes ni después, a tal grado que muchas personas testificaron que se habían convertido o que al menos sus vidas cristianas habían sido transformadas por el poder de las palabras que habían escuchado. También estoy seguro de que no hubo nada como esa inolvidable conferencia en Dedham, que tuvo lugar en algún momento de la década de 1620, en la que los 500 oyentes del gran John Rogers se sintieron abrumados por descuidar la lectura de sus Biblias, tal como lo testifica la siguiente cita de John Howe, en la cual cuenta una anécdota de lo que Thomas Goodwin, quien estaba presente en la conferencia, le contó:

Él personificó a Dios frente a las personas, diciendo: «Yo les he confiado mi Biblia por mucho tiempo (…) está en una y en otra casa cubierta de polvo y de telarañas; y ustedes no se preocupan ni por darle un vistazo a su interior. ¿Ustedes están descuidando así mi Biblia? Pues entonces ya no tendrán más mi Biblia» Y después levantó la Biblia y la retiró como si la estuviera apartando de la gente; y en ese mismo momento personificó al pueblo de Dios, se postró en sus rodillas, y clamó y suplicó con mucho fervor: «Señor, haz lo que quieras con nosotros, pero no nos quites Tu Biblia, mata a nuestros hijos, incendia nuestras casas, destruye nuestros dioses; pero déjanos Tu Biblia, llévate todo menos Tu Biblia». Seguido de eso, personificó una vez más a Dios, diciéndole a la gente: «Si eso es lo que quieren, está bien, los pondré a prueba por un tiempo; aquí tienen mi Biblia para ustedes, yo observaré cómo la utilizan, si la aman y la valoran más, si la obedecen más, si la practican más y viven más conforme a ella».

De acuerdo con el relato de John Howe, lo que ocurrió después fue que, tanto Thomas Goodwin como las demás personas presentes, en ese preciso momento se encontraban inundados en lágrimas, y cuando Goodwin salió de ahí, «se sentía tan contrito que se abrazó al cuello de su caballo y lloró sobre él durante un cuarto de hora, pues antes de eso, no tenía poder para montarse al caballo; de esa magnitud fue la impresión que, tanto en él como en las personas en general, causó la amonestación por el descuido de la Biblia»46 Sin embargo, por lo general, el avivamiento puritano parece haber sido una obra relativamente tranquila y ordenada, que estaba separada del fanatismo que surgió durante las décadas de 1640 y 1650 cuando éste se encontraba en su apogeo.

3

Si uno quiere tener una mayor luz con respecto al avivamiento puritano será necesario estudiar la teología puritana, particularmente su innovador interés y concentración en las cosas relacionadas con el ministerio del Espíritu Santo;47 y también será necesario estudiar la adoración puritana, con su énfasis en el «trabajo de corazón», la espontaneidad, el canto de himnos y salmos, la oración libre impulsada por el Espíritu, la cual está caracterizada por «familiaridad», «plenitud» y «afecto», y la predicación del pecado y la gracia de una manera «sencilla, apremiante y franca» la cual por una parte «desgarra» la conciencia y por otra parte, derrama sobre ella el bálsamo sanador del evangelio.48 La teología y la adoración puritanas, a medida que se desarrollaron, mostraron cada vez más su carácter como productos y complementos del avivamiento. Como ya se dijo anteriormente, una exploración más profunda de los anales del ministerio puritano también nos podría dar un entendimiento más fresco con respecto a este movimiento. Por ejemplo, sería fascinante aprender más acerca de hombres como Elkanah Wales, de Pudsey, quien «fue considerado como el predicador que tuvo más éxito en la conversión de almas, en todo el país», o de muchos otros como Greenham que tuvieron una mayor influencia» entre los extranjeros y los oyentes ocasionales de la que tuvieron entre su propia gente»;49 o del itinerante Henry Oasland de Bewdley, «quien viajó de un lugar a otro, predicando fervientemente y ganando muchas almas para Dios»;50 o de Thomas Tregoss de Mabe, al oeste de Cornwall, quien «afirma que su conversión ocurrió después de haberse enrolado algún tiempo en el ministerio (…) y quien también sufrió por su postura Inconformista»;51 o de Samuel Annesley, el abuelo materno de John Wesley, a quien el Parlamento «infiltró» en Cliffe (Kent) en lugar de un ministro que había sido escandaloso pero popular, y cuya congregación, resentida por el cambio, lo atacó «con varillas, trinches, y piedras; amenazándolo de muerte», pero ante esa situación, el prometió dejarlos tan pronto como estuvieran listos para aceptar a otro ministro igual que él, y tal como él lo había dicho, después de que «la gente fue grandemente reformada, y su trabajo tuvo un éxito maravilloso» mantuvo su palabra y se fue, «para no darle lugar a ninguna aparente ligereza de su parte que pudiera ser de tropiezo para sus jóvenes convertidos»;52 o de Thomas Lye, el evangelista de niños, quién todavía era recordado más de 40 años después de que su ministerio terminara, debido a «su excelente don para catequizar a los más jóvenes, a los cuales por medio de muchos artificios logró convencer de deleitarse en la obtención del conocimiento de las mejores cosas».53 Estos hombres (literalmente había cientos como ellos) fueron ministros avivados, que laboraron en tiempos de avivamiento, y sus historias nos pueden llevar directamente hacia el corazón del movimiento puritano. Lamentablemente, si incluyéramos todas esas historias, este libro sería demasiado largo. Sin embargo, mi argumento ha sido presentado y defendido, y con eso me doy por satisfecho.

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713 стр. 22 иллюстрации
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9781629462639
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