Читать книгу: «De Túpac Amaru a Gamarra: Cusco y la formación del Perú republicano», страница 6

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A mediados de noviembre, el pueblo de toda la región de Cusco, y muy pronto dentro y fuera del virreinato de Cusco, se preguntaba quiénes eran los rebeldes, qué buscaban, cuán fuertes eran, dónde estaban y quiénes los apoyaban. En edictos y cartas constantes a los emisarios, Túpac Amaru abordó muchas de estas preguntas y, en esta fase inicial, llamaba a expulsar a todos los corregidores y a todos los españoles, y a abolir una serie de instituciones explotadoras, todo en nombre del rey. Sus proclamas invariablemente comenzaban con alguna variación de “Tengo órdenes del Rey”. Por ejemplo, un edicto del 15 de noviembre comenzaba con “Por cuanto el Rey me tiene ordenado proceda extraordinariamente contra varios corregidores y sus tenientes, por legítimas causas que ahora se reservan...”.114 Luego, los líderes rebeldes fueron cambiando gradualmente de invocaciones a la monarquía española a invocaciones a los incas; por ejemplo, después de la batalla de Sangarará, José Gabriel y Micaela encargaron un retrato que los presentaba como el Inca y la Coya.115 Pese a ello, en los edictos y discursos, Túpac Amaru y los otros líderes ponían énfasis en su objetivo de sacar a los funcionarios díscolos y en su apoyo al rey Carlos.

Es necesario leer críticamente estos comunicados. La insistencia en el apoyo de los rebeldes al y del rey no necesariamente legitima el colonialismo o es un indicador de las demandas “reformistas” de José Gabriel. Todo movimiento subversivo intenta maximizar su apoyo sin atraer la oposición desenfrenada del Estado. En este sentido, Túpac Amaru buscaba incorporar tanta gente como fuera posible, con su retórica moderada e incluso vaga, y con ello postergar la ira en gran escala del Estado colonial. Sin embargo, esta interpretación implica un nivel de intencionalidad que no puede ser confirmado. Sería más correcto comprender esta retórica como una subversión de los paradigmas dominantes. Una serie de especialistas que han trabajado el concepto de hegemonía han demostrado que los proyectos contrahegemónicos surgen no desde fuera sino desde dentro del discurso dominante, poniéndolo de cabeza.116 José Gabriel y otros dirigentes enfatizaron sus “derechos” al interior del colonialismo, derechos que habían sido sistemáticamente violados. No estaban intentando retornar a algún tipo de pacto habsburguiano benevolente, sino más bien derrotar el proyecto de los Borbones. Al utilizar el mismo discurso que el colonialismo hizo aún más sedicioso a su movimiento. Los caprichos del dominio colonial, y la dislocación entre el discurso y la práctica, lo hicieron fácil presa de este tipo de subversión. Por ejemplo, el término “mal gobierno” se presta claramente para una variedad de comprensiones: es polisémico. Combatir en nombre del Rey no necesariamente significa adhesión al colonialismo. El análisis de las acciones de los rebeldes puede ayudar a esclarecer el significado de su retórica. En este caso, cuando los rebeldes estaban destruyendo propiedades y persiguiendo autoridades, la lucha era explícitamente subversiva.

Túpac Amaru creó una ideología protonacional que buscaba unir contra los españoles y europeos a todos los diferentes grupos étnicos nacidos en el Perú. Una y otra vez, él y otros ideólogos presentaban a los criollos y mestizos como paisanos, como compatriotas, y no hablaban de la “patria chica”, sino de todo el virreinato del Perú y alrededores. El 21 de noviembre, Túpac Amaru señaló que su objetivo no era perjudicar en modo alguno a los criollos, sino “vivir como hermanos, congregados en un solo cuerpo, para destruir a los europeos”.117 Presentaban a los españoles —llamados “chapetones”— como sus enemigos. En un documento destinado a convocar combatientes, se quejaba de la “hostilidad y vejámenes que se experimenta de toda gente europea”.118 En medio de la batalla de Sangarará, Túpac Amaru decretó que “extinguiría” los repartimientos y a los europeos, dejando solo el tributo, que sería disminuido en un 50%. Mollinedo sobreentendía que esto era una propaganda engañosa para aislar a los españoles de los criollos y los mestizos.119 La definición exacta del enemigo varió durante la rebelión, en la medida en que los indios extendieron su significado para incluir a todos los explotadores que no eran indígenas.120 No obstante, Túpac Amaru intentó unificar a todos los que no eran europeos para luchar contra el colonialismo.

Túpac Amaru y sus comandantes se dispusieron rápidamente a ampliar su base en toda la región del sur de Cusco, e instruyeron a los caciques de Azángaro, Lampa y Carabaya, “para prender a los Corregidores, embargándoles sus bienes... y que se ponga horcas en todos los pueblos”.121 Se emitieron incontables edictos que explicaban los motivos de la rebelión —y que resaltaban sus esfuerzos contra las autoridades corruptas y su apoyo al rey— y llamaban a los indios a unirse. Se utilizó a los caciques y otros intermediarios para leer estos documentos a las masas indias analfabetas y también para reclutarlas. Asimismo, se envió comunicaciones al Alto Perú, el norte de Argentina, y Chile. Las fuerzas insurgentes se multiplicaron rápidamente: la cifra subió de 6000 efectivos a mediados de noviembre a 50 000 a fines de diciembre. Por ello, en una carta de fines de noviembre, dirigida al corregidor del Cusco, el autor comentaba atemorizado que el ejército de Túpac Amaru “se aumenta por instantes, crece su valor a vista de sus triunfos”.122

Los rebeldes contaban con viajeros, sobre todo con arrieros, y también con soldados ágiles, para coordinar y espiar.123 Las chicherías fueron importantes lugares para conspiraciones, rumores, frustraciones compartidas y, durante la rebelión, para sesiones de estrategia. Ubicadas a lo largo de diversas rutas y al interior de la ciudad del Cusco, las chicherías no solo ponían en contacto a los indios con aquellos que no lo eran, sino también vinculaban, a través de viajeros locuaces, a las diversas regiones.124 No obstante, a pesar de su rápida expansión —que había provocado gran pánico entre las fuerzas españolas— el movimiento enfrentó problemas comunes a las guerrillas insurgentes. Carecían de armas y abastecimientos básicos como alimento, alcohol y hojas de coca. Estaban armados principalmente con lanzas, cuchillos y hondas.125 Un documento anónimo describía cómo miles de rebeldes habían sido asesinados, pues “ellos son unos simples porque no conocen que con la honda nada pueden hacer al frente de Juan Fusil”.126 También padecían de problemas de disciplina y comunicación, causa por la cual los dirigentes tuvieron dificultades para controlar las acciones de sus soldados.

Micaela Bastidas, la esposa de Túpac Amaru, estaba a cargo de la logística, aunque para muchos observadores, ella era la mejor comandante. Luego de la victoria de Sangarará, Túpac Amaru decidió consolidar sus fuerzas en el sur antes de volver su atención al centro del poder colonial en los Andes peruanos: la ciudad de Cusco. Quería aumentar en número e impedir ataques de Arequipa y Puno, y a principios de diciembre, dirigió la captura de las ciudades de Lampa y Azángaro, cerca al lago Titicaca, y de Coporaque, en las provincias altas de Cusco. Micaela permaneció en Tungasuca, donde en ese momento estaba el cuartel general del movimiento, a cargo de coordinar con los diferentes elementos del movimiento, organizando el traslado de abastecimientos y tropas, y manteniendo estrecho contacto con su esposo, a quien exigía apurar el ataque sobre Cusco. El 6 de diciembre le escribió que los soldados estaban cansándose y que podrían regresar a sus pueblos de origen. Le advertía ser cuidadoso y señalaba su desesperación: “yo misma soy capaz de entregarme a los enemigos para que me quiten la vida, porque veo el poco anhelo con que ves este asunto tan grave que corre con detrimento la vida de todos, y estamos en medio de los enemigos que no tenemos ahora segura la vida; y por tu causa están a pique de peligrar todos mis hijos y los demás de nuestra parte”.127 Ella quería tomar el Cusco antes de que llegaran refuerzos de Lima. Es necesario recalcar que Micaela Bastidas no tenía una posición tan importante simplemente por ser esposa de Túpac Amaru, pues también hubo muchas otras mujeres que eran dirigentes de la rebelión. Por ejemplo, Tomasa Condemayta, la cacica de Acos, quien organizó y dirigió tropas, el 9 de diciembre se quejaba de que con “el Inca tan distante”, el movimiento se debilitaba.128

Aunque después del ahorcamiento de Arriaga las fuerzas de Túpac Amaru habían continuado hacia el área del lago Titicaca, su base permanecía en el valle de Vilcanota, al sudeste de la ciudad de Cusco, donde se había iniciado la rebelión. El obispo Moscoso llamaba al Vilcanota “garganta de todo el Reino” y “nervio principal de la sublevación”.129 Eran particularmente importantes las provincias de Quispicanchi, Chumbivilcas y, sobre todo, Canas y Canchis (o Tinta), donde Túpac Amaru tenía un sólido apoyo por tratarse de su provincia de origen.130 El Camino Real que comunicaba a Cusco con el Alto Perú corría a lo largo del río Vilcanota, lo que explica por qué muchas de las comunidades que apoyaron activamente a Túpac Amaru habían participado en este circuito comercial transregional. Como lo ha señalado Flores Galindo, los miembros de estas comunidades no se ajustan al estereotipo del campesino empobrecido o miserable.131 El propio Túpac Amaru era originario de esta región, donde operaban sus mulas, y tenía extensos vínculos familiares y de negocios, incluyendo entre ellos lazos estrechos con docenas de caciques, quienes llegaron a ser un importante apoyo.132 Para el reclutamiento, Túpac Amaru contaba con tres ventajas superpuestas: primero, vínculos de parentesco en todo el valle de Vilcanota; segundo, conexiones con otros caciques, muchos de los cuales habían trabajado con él y lo habían acompañado en sus litigios; y, tercero, contactos en toda la región debido a su trabajo como comerciante y a que, como cacique, entre sus deberes estaba el de conseguir trabajadores para la mita en las minas de Potosí. Por otro lado, la resistencia al movimiento estaba ubicada en la ciudad del Cusco y en el Valle Sagrado, al norte de la ciudad, donde la mayoría de los caciques se oponían a Túpac Amaru.

El liderazgo del movimiento era socialmente heterogéneo. Scarlett O’Phelan ha detectado que, entre quienes intentaron dirigir la rebelión, diecinueve eran españoles o criollos, veintinueve eran mestizos, diecisiete eran indios, cuatro eran negros o mulatos, y tres de etnicidad no declarada. Provenían de una docena de provincias diferentes del Perú, y algunos de ellos habían venido de Chile, Río de la Plata y España.133 Un realista acusó a Túpac Amaru de reunir “indios, como mestizos y españoles criollos, a quienes va engañando con la falacia de que no les hará daño, ni perjudicará la religión y que solamente a los europeos es a quienes perseguirá hasta extinguirlos”.134 Entre los setenta acusados más importantes se hallaron quince profesiones o actividades económicas, en las cuales agricultores, artesanos y arrieros constituían la mitad del total. Esta información confirma el argumento de muchos autores de que el liderazgo estaba conformado por un grupo de clase media colonial que, aunque no era pobre, estaba excluido de los círculos de poder económico y político.135

Los indios de comunidad constituían el grueso de las fuerzas de Túpac Amaru, en su mayoría originarios del lugar y no forasteros. Como se ha señalado, la mayor parte provenía del valle de Vilcanota, y las mujeres estaban bien representadas tanto en el liderazgo como en las fuerzas de combate.136 Empero, las motivaciones de los rebeldes son más difíciles de precisar. En sus acciones, su odio por el Estado colonial y sus representantes era totalmente manifiestos y no cabe duda de que las cada vez mayores demandas al Estado ayudaron a hacer estallar el conflicto. Sin embargo, no eran una simple reacción ante las políticas estatales, ya que gran parte de la lucha era personal: castigaban a corregidores o caciques abusivos, o incendiaban obrajes, con lo que intervenían en conflictos locales que, en muchos casos, se habían desarrollado durante años. Y, como suele suceder en los movimientos campesinos, su fervor decaía en la medida en que se apartaban de sus propias comunidades y reivindicaciones. Sin embargo, Túpac Amaru solía organizar unidades que se movían por toda la región de Cusco y, si bien parte de su motivación eran, sin duda, los botines de guerra, no eran simples criminales como lo afirmaba el Estado español.

El caso del infortunado arriero Esteban Castro ilustra cómo fue que el descontento en relación a la política colonial, la convocatoria del propio Túpac Amaru y las circunstancias llevaron a algunas personas al conflicto. Los cambios estructurales y los conflictos locales no son los únicos factores que es necesario considerar para explicar las actividades rebeldes. A fines de noviembre, un emisario de Túpac Amaru se había topado con Castro y le había pedido que patrulle los cerros de la provincia de Quispicanchi. Luego de un par de días de este tedioso deber de centinela, Castro decidió seguir de cerca a los seguidores que Túpac Amaru tenía en los diferentes poblados del valle de Vilcanota. Luego de unos pocos días, empero, se quedó retrasado, porque su mula estaba cansada, y regresó a su pueblo de Surimana, donde luego fue capturado. Cuando le preguntaron por qué se había unido a los rebeldes, “faltando de la legalidad de nuestro Católico Rey”, él respondió “que por averse publicado un bando en que explicaba que no abría ya en adelante corregidores, repartimientos, aduanas y alcabala, y que a él solo (Túpac Amaru) le habían de rendir obediencia todos, como a rey chiquito”. Luego afirmó que en diciembre de 1780 había abandonado el movimiento y, a la vez que negó que apoyaba a Túpac Amaru, señaló que cuando fue centinela “su ánimo fue prender a todos los españoles que transitasen por aquel camino y enviarlos al obraje de Pomacancha”. Si bien Castro disminuyó su rol en la rebelión con el fin de salvarse, no logró camuflar su odio a los españoles y a los obrajes. Y fue colgado.137

Luego de la batalla de Sangarará el pánico se apoderó de la ciudad de Cusco. Las autoridades sacaron en procesión a las dos imágenes religiosas más veneradas de Cusco, el Señor de los Temblores y la Mamacha Belén, con el fin de detener a los rebeldes y, en forma más realista, para desalentar a las clases bajas —incluyendo a la importante población indígena de la ciudad— del apoyo a los insurgentes. En una carta fechada el 17 de noviembre, el obispo Moscoso expresaba desprecio y desconfianza nerviosa hacia las clases bajas, sentimientos que se entretejieron y subsistieron en la región por décadas.138 Señalaba que “aunque los indios por su imbecilidad y rudeza no han de ser apremiados con censuras, he puesto declaratorias contra el Rebelde en todas las puertas de las iglesias de esta ciudad”. Afirmaba que “todos estos socorros y su prontitud se necesitan para la guardia de esta ciudad, que es la clave del Reino. Ella carece de armas y de sujetos que las manejen, pues sólo abundan indios, cholos y mestizos, que por interesarse en los latrocinios del Rebelde, dejarían nuestras banderas y pasarán a las contrarias”.139 El primero de diciembre, el corregidor de Cusco estimaba que solo contaba con 1200 a 1300 soldados para defender la ciudad, mientras Túpac Amaru tenía alrededor de 40 000, además de reservas provenientes de todas las provincias del sur. Por tanto, dudaba de que se pudiera resistir un ataque.140 Cusco no estaba solo en estos temores. Por ejemplo, un funcionario de Abancay, una provincia ubicada al oeste de Cusco, describía el “terror pánico” de la gente en los poblados cercanos. Otras autoridades, nerviosamente, elaboraban testimonio escrito sobre las muchedumbres que se habían unido a los rebeldes, la intimidación de los realistas, y la velocidad de José Gabriel y sus fuerzas. Temían por sus vidas.141


Mapa 3. Sitios de la Rebelión de Túpac Amaru.

Cuando los rebeldes ingresaban a un poblado, a menudo encarcelaban a los funcionarios, incluyendo a los caciques, y levantaban horcas intimidatorias. Por ejemplo, cuando el 27 de noviembre Túpac Amaru y 6000 indios llegaron a Velille, en la provincia de Chumbivilcas, saquearon la casa del corregidor y distribuyeron sus pertenencias, nombraron nuevas autoridades, abrieron la cárcel y destruyeron el cepo que se usaba para castigos.142 Cuando las aguas comenzaron a elevarse con la llegada de la estación de lluvias, hacia fines de año, los rebeldes tomaron el control de muchos puentes. También vigilaban caminos y trochas, logrando manejar las comunicaciones y la inteligencia.143 Hacia fines de 1780, sin embargo, la ofensiva de Túpac Amaru, aparentemente inexorable, comenzó a desacelerarse tenuemente. Finalmente, las fuerzas realistas demostraron que eran capaces de enfrentar a los rebeldes, y la propaganda contra José Gabriel y sus “hordas” comenzó a tener efecto. Más aún, pronto llegarían refuerzos.

El 20 y 21 de diciembre, los rebeldes fueron derrotados en las afueras de Ocongate, en la provincia de Quispicanchi, donde las numerosas fuerzas gobiernistas utilizaron su poder de fuego para dividir a los insurgentes y mataron a cientos de ellos. El obispo Moscoso, quien es autor del mejor relato de esta batalla, increpaba a los rebeldes por su violencia desenfrenada y describió cómo ellos habían asesinado a los españoles con los que se habían cruzado sin considerar edad o género. Lo cierto es que los soldados del corregidor esgrimían las cabezas de algunos de los rebeldes en la punta de sus lanzas, exhibiéndolas en las calles de Cusco, lo que Moscoso aplaudió, juzgando “muy oportuna para dejar advertir a la plebe y corregir de algún modo la mala disposición en que podía estar”.144

Las cartas e informes progobiernistas, muchos de ellos ampliamente difundidos, describían a los indios como ladrones cobardes que se unieron temporalmente al movimiento con fines de saqueo y pillaje. Moscoso ponía énfasis en que las tropas rebeldes eran indisciplinadas y que solo temporalmente se habían comprometido con el movimiento; con tal interpretación intentaba amenguar el pánico causado por los rumores que decían que entre cincuenta y cien mil rebeldes controlaban las provincias del sur de Cusco, y que estarían dirigiendo su atención hacia la propia ciudad. Asimismo, justificaba la represión a gran escala contra los rebeldes, quienes, según su calificación, eran criminales violentos y no rebeldes subversivos, con lo que desalentaba el apoyo de quienes no eran indígenas. Moscoso, incluso, señalaba que los rebeldes impedían la confrontación directa con las tropas realistas, y que al retroceder rápidamente “como moscas espantadas de un plato de dulce”, los rebeldes eran difíciles de derrotar. Describía su táctica de guerrillas con frustración y buen sentido militar.145

El 17 de diciembre Túpac Amaru regresó de su correría en la zona del lago Titicaca y, dos días después, cuando escuchó informes de que tropas realistas de apoyo estaban llegando de Buenos Aires, finalmente prestó oídos al insistente llamado de Micaela Bastidas para atacar Cusco. Salió de Tungasuca con 4000 soldados y siguió reclutando camino al Cusco, y a su paso los rebeldes saquearon numerosas haciendas. Túpac Amaru ha sido criticado por haber demorado el ataque a Cusco tanto por sus contemporáneos como por varias generaciones de especialistas, que afirman que, si él hubiera escuchado a Micaela, el resultado habría sido diferente. Pero él había intentado extender el control territorial e impedir un contraataque desde el sur antes de enfrentar al grueso de las fuerzas españolas en Cusco, que era la ciudad clave.146

Las noticias sobre la proximidad de los rebeldes petrificaron a gran parte de la población de la ciudad. Así, un comentarista señalaba que la llegada de tropas realistas no era sino la confirmación de los rumores sobre la fortaleza de los subversivos. El gobierno, por su lado, intentaba controlar y limitar la información sobre las fuerzas de Túpac Amaru que circulaban en la ciudad de Cusco.147 Las fuerzas realistas no estaban desprevenidas; por ejemplo, ya en diciembre, Moscoso había conducido una exitosa campaña para recolectar dinero destinado a la defensa de la ciudad. Además, llegaron refuerzos de Abancay y, lo que es más importante, el 1° de enero llegó a Cusco una expedición muy bien armada proveniente de Lima.148 Muchos ciudadanos proponían un arreglo negociado, pues se preguntaban nerviosamente sobre lo que las clases bajas harían cuando la ciudad fuera atacada; sin embargo, la llegada de refuerzos inclinó la balanza hacia los partidarios de la línea dura que rechazaban las negociaciones.

El 28 de diciembre Túpac Amaru inició el sitio al Cusco, pero sus planes originales de realizar un movimiento de pinzas se vio frustrado cuando las columnas dirigidas por Diego Cristóbal Túpac Amaru y Andrés Castelo no pudieron llegar a la ciudad.149 Entonces estacionó sus tropas en un risco ubicado al oeste de la ciudad y envió negociadores al Cabildo de la ciudad con una carta que llamaba a la rendición inmediata. El documento señalaba su noble sangre inca y las acciones que había tomado contra los corregidores. Hacía una relación de sus planes: la supresión del cargo de corregidor, el fin del reparto, el nombramiento de un alcalde indio consciente en cada provincia, y la creación de una Real Audiencia en Cusco.150 La Municipalidad y el obispo Moscoso simplemente desairaron a sus emisarios.

Luego de más de una semana de negociaciones frustradas y de escaramuzas, el 8 de enero se inició la principal batalla por Cusco. Las fuerzas rebeldes buscaban sitiar la ciudad y controlar la entrada norte que vinculaba Cusco con los valles productores de grano al oeste y con Lima. Por su parte, para enfrentar a los insurgentes, las tropas de milicia —en particular el batallón de comerciantes— se hicieron cargo de los escarpados cerros que rodeaban la ciudad, mientras diversas compañías detenían las ocasionales arremetidas de los rebeldes contra la ciudad. Miles de indios leales de refuerzo, provenientes de Paruro, reforzaban a las fuerzas realistas. Los cañones y la artillería utilizada por los rebeldes fallaron una y otra vez debido —según algunos— a la traición de Juan Antonio de Figueroa, uno de los pocos españoles que combatieron por el lado de los rebeldes y, según un informe, el 10 de enero los treinta mil rebeldes se retiraron. Las bajas fueron pocas en ambos lados. Se han presentado numerosas hipótesis por este viraje de los acontecimientos; una de ellas es que los realistas habían colocado a miles de indios en la primera fila y tal vez Túpac Amaru quería evitar matarlos. Aparentemente, quería tomar la ciudad sin violencia, con una entrada triunfal, lo que en ese momento era imposible.151 Por lo demás, sus tropas también estaban sufriendo a causa de un nivel peligrosamente bajo de alimentos, lo que empujaba a muchos a desertar durante la noche.152 Aunque la rebelión todavía estaba lejos de haber llegado a su fin, en ese momento los españoles entraron al ataque.

Contraataque

Luego del fracasado sitio al Cusco, Diego Cristóbal Túpac Amaru condujo una ofensiva hacia el norte y este de Cusco: a Calca, a Urubamba y luego a Paucartambo. El cacique realista Pumacahua lo persiguió. José Gabriel regresó a Tungasuca mientras algunos de sus comandantes más cercanos continuaban la campaña en las provincias altas del sur. En este punto, salieron a la superficie las divisiones en las fuerzas de Túpac Amaru. A fines de enero, Micaela recibió informes de que diversos poblados de Chumbivilcas se habían vuelto contra los rebeldes, algunos comandantes le enviaban prisioneros que estaban acusados de espiar para el gobierno153; y Diego Cristóbal se quejaba de los excesos de sus tropas. Las fuentes oficiales, por su lado, dieron gozosa publicidad a informes de deserciones a gran escala, particularmente entre aquellos que no eran indígenas.154

Flores Galindo ha identificado, al interior del movimiento rebelde, dos fuerzas que se hallaban cada vez más encontradas: “El proyecto nacional de la aristocracia indígena y el proyecto de clase (o etnia) que emergía con la práctica de los rebeldes”. Las diferentes formas como ambas fuerzas usaban la violencia ampliaron esta escisión entre el liderazgo y los seguidores. Túpac Amaru y Micaela sabían que los ataques contra los criollos —y más aún contra curas, mujeres u otros “no-combatientes”— alejaría a quienes no eran indios, lo que haría imposible que el movimiento fuera multiétnico; sin embargo, no fueron capaces de controlar a los diversos grupos que operaban bajo su bandera, una división que el gobierno explotó.155 Túpac Amaru, Micaela y los otros dirigentes condujeron fuerzas que ejecutaron a autoridades españolas, tomaron haciendas y obrajes, y atacaron a aquellos que intentaban detenerlos. Ceremonias del tipo de aquella realizada para ejecutar a Arriaga resaltaban el poder regio de Túpac Amaru. Su uso de la violencia estaba en armonía con la presentación del levantamiento como un esfuerzo contra la malvada práctica colonial y su ira se dirigía hacia los perversos españoles. Las masas indígenas, sin embargo, por momentos emplearon una definición mucho más amplia del enemigo, que en algunos casos podía incluir a todos aquellos que no fueran indios. La propia violencia fue más allá del mero exterminio del enemigo.

Con el fin de entender mejor la violencia de la rebelión, es necesario revisar los propios combates militares. A pesar del gran número de soldados de ambos lados, la característica de la rebelión fueron las incursiones guerrilleras y no las grandes batallas. La topografía de los Andes, con sus grandes cumbres y valles estrechos, ayuda a explicar el bajo número de combatientes en cada batalla: reconociendo su inferioridad en armamento, los rebeldes preferían los desfiladeros y senderos altos, donde podían utilizar su conocimiento del terreno.156 En muchas de las victorias rebeldes, la toma del poblado, propiedad u obraje halló poca oposición; en otras, los rebeldes atacaban por olas. Los relatos provenientes de españoles resaltaban la persistencia de los atacantes y los efectos dolorosos de su principal arma, la honda. También señalaban la importancia de las mujeres, quienes reunían las rocas que serían arrojadas y que resistían las arremetidas realistas, a menudo con filudos huesos de animal en fieros combates cuerpo a cuerpo.157 El comandante realista Pumacahua, cacique de Chinchero, que se haría célebre en 1815, ayudó a cambiar la corriente contra los rebeldes al adoptar la estrategia de guerrillas que aquellos habían usado con tanto éxito.

Incluso sucedió que, en el impetuoso período previo a la toma de Cusco, las fuerzas de Túpac Amaru ocasionalmente desobedecieron a sus jefes que intentaban controlar su violencia. También hubo otros casos, como el sucedido en noviembre de 1780, como consecuencia de Sangarará, cuando los indios de Papres, Quispicanchi, apedrearon hasta la muerte al cacique criollo de Rondocan, a pesar del hecho de que él apoyaba a los insurgentes; un informe señalaba que la razón era simplemente porque no era indio.158 En algunas zonas controladas por los rebeldes la vestimenta con atuendo español era una razón suficiente para la muerte y los seguidores indígenas de la rebelión amenazaban a todos los puka kunka (cuello rojo o “colorado”), que era el nombre que se daba a los españoles159. A fines de diciembre, cuando las fuerzas rebeldes se aproximaron a Cusco y enfrentaron a las tropas hábilmente dirigidas por Pumacahua, fueron acusados de atrocidades en Calca, en el Valle Sagrado. Según un comentarista realista, “dieron muerte cruel a quantos Españoles hallaron de ambos sexos reputando por Españoles o Mestizos a todos los que tenían camisa, y lo que es más horrible, usaban torpemente de las mujeres de representación agradable, quitándoles después la vida, llegando a la mayor impiedad de incubar sobre los cadáveres de otras”.160

En febrero, las fuerzas de Túpac Amaru estaban a la defensiva en la región circundante a Cusco. El inspector general José del Valle llegó a fin de mes con doscientos soldados bien entrenados del Batallón estable del Callao. Del Valle y el visitador general Areche querían pacificar a la población de Cusco con la abolición del reparto y las aduanas y el perdón para los rebeldes que de inmediato entregaran las armas.161 Así, en marzo estuvieron al mando de quince mil soldados divididos en seis columnas, la mayor parte de los cuales eran indios.162 En este punto, Túpac Amaru enfrentaba no solo una fuerza realista mucho más fuerte, y divisiones en sus propias tropas, sino también problemas logísticos para asegurar vestimenta y alimento suficiente: un jefe rebelde se quejaba de que sus soldados estaban “desnudos”.163

El 9 de marzo Del Valle salió de la ciudad de Cusco, dejando tras de sí a un pequeño contingente para que defienda la ciudad. En Cotabambas, hacia el sur, la quinta columna derrotó a dos de los mejores generales de Túpac Amaru, los criollos Tomás Parvina y Felipe Bermúdez, y ambos murieron. La mayor parte de las tropas realistas avanzaron, a lo largo de los altos cerros del oeste del valle de Vilcamayo, yendo tras del líder de la rebelión. El 21 de marzo un traidor desertó del campamento de Túpac Amaru para advertir a Del Valle sobre un inminente ataque de sorpresa. Entonces sus tropas trasladaron el campamento y pudieron rechazar un asalto de madrugada; Del Valle creía que, sin la advertencia, sus fuerzas hubieran sido diezmadas, en “un teatro tan lastimoso y desgraciado como el de Sangarará”.164 El 23 de marzo, el grueso de las fuerzas realistas se ubicó en las afueras de Tinta, cerca de Sangarará. En los días siguientes ambos lados sufrieron a causa de un clima inusualmente frío, pues la nieve cayó sobre los soldados que estaban pobremente protegidos. Igualmente, las reservas de alimentos se habían reducido en forma considerable. Las fuerzas realistas cercaron el campamento rebelde en Tinta con el fin de que se rindieran por hambre y el 5 de abril los rebeldes intentaron quebrar el cerco, pero fallaron en el intento. Túpac Amaru pudo escapar, cruzando el río Combapata hacia el pueblo de Langui, donde creía que el coronel Ventura Landaeta lo ocultaría. Sin embargo, ansiosos por reclamar la recompensa de 20 000 pesos, un grupo de soldados lo siguió y, finalmente, el 6 de abril fue capturado. El 14 de ese mismo mes, soldados bien armados marchaban hacia la ciudad del Cusco con Túpac Amaru, Micaela, otros miembros de la familia, y varios dirigentes de la rebelión.165

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9786123176662
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