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Читать книгу: «Poetas de color», страница 2

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IV

Un escritor de nuestros dias clasifica á Plácido en las siguientes palabras:

«Fué un mulato pendenciero, borrachon y disoluto en todos los terrenos donde se le presentaba la ocasion.»

No hay que admirarse de esas palabras: ni hacen ningun daño á la memoria de Plácido porque son del mismo que pretendió infamar la del venerable Padre Las Casas, llamándole frailucho inmundo y embustero.

Bien sabido es que fué, al contrario, de carácter dulce, afable y complaciente: á primera insinuacion improvisaba ó con voz campanuda y enfático gesto comenzaba á declamar la pieza que se le pedia. No nos ha quedado retrato suyo: en el grupo de literatos cubanos formado en esta ciudad en 1861 por «Cuba Literaria» en el lugar que le corresponde se colocó una corona de laurel: pero hé aquí un retrato á la pluma que le reproduce con exactitud: «Era de buena estatura y conformacion de miembros, de rostro no muy claro, sombreado por una ligera barba, frente espaciosa y ojos negros, espresivos; su aspecto taciturno y reflexivo cuando estaba solo, y abierto y animado en compañía de sus amigos; era de un natural afable, alegre y cariñoso, su andar pausado sin afectacion y vestia con decencia; amaba la religion sin fanatismo, y practicaba la mejor de las virtudes con tal devocion que á veces pidió prestado lo que difícilmente podia pagar para socorrer á los necesitados, y cuando álguien lo censuraba por tanto desprendimiento, decia, «que querria poseer inagotables riquezas para no oir las quejas de la humanidad sin aliviarlas.» Tenia una memoria prodigiosa, leia con una entonacion y gusto sorprendentes y hemos oido á algunos que lo trataron con intimidad que poseía el don de la improvisacion de una manera maravillosa.»

Tal era en efecto Plácido: examinando su Plegaria un filósofo aleman opina que no podia ménos de ser inocente porque, como dice el mismo poeta «entre Dios y la tumba no se miente.» Nosotros dudamos de esa inocencia y en honor al recuerdo de Plácido la rechazamos si por ella ha de entenderse no participacion en algun plan revolucionario: preferimos hallarlo delincuente12 aunque nunca digno de castigo; porque esa delincuencia no era más que noble aspiracion. Si lo habíamos colocado en el último escalon social ¿no era perdonable que aspirara á subir? Lo repetimos, es más grande culpable que inocente, y suponemos que en su Plegaria su pretendida inocencia encerraba una significacion más digna de la que se le atribuye. Pretendió luchar; pero tenia razon para emprender la lucha: esa es su inocencia.

Tampoco creemos como la mayoría que su martirio, asesinato judicial como lo llama Thales Bernard (Revue des races latines) haya contribuido en nada para su popularidad: esta precedió al drama final y descansa en el verdadero mérito de sus obras: hemos recorrido las diversas opiniones emitidas sobre ese mérito. Nosotros sin incurrir en las exageraciones de Mathurin M. Ballou13 y otros que quieren hacerlo superior á Heredia, tampoco estarémos con los que afirman que su renombre procede de sus condiciones especiales. Creemos con Villaverde, que ha sido «el poeta de más estro de Cuba» y que de haberle igualado la instruccion nadie hubiera alcanzado más alto. Hay en sus obras un romance Jicotencal,14 que, como dice Suarez Romero en el prólogo á las obras de Palma puede sostener el paralelo con los mejores escritos hasta ahora en la lengua castellana» y junto á esta obra maestra no tenemos reparo en colocar su soneto Jesucristo en la cruz que por la sublimidad de imágenes y el sombrío terror que infunde no palideceria al lado de los mejores de su clase.

Plácido cultivó diversos géneros sobresaliendo en el romance, en la oda y en la sátira. Poseedor en grado eminente de la facultad poética, estro, pocos tuvieron como él facilidad para enaltecer las cosas más triviales, depurándolas de las miserias que las deslucieran, y amoldando su pensamiento á todas las formas, escepto el drama y la epopeya, á no ser que su leyenda El hijo maldito15 se considere de este último género16. Decia, y así lo espresó en un ingenioso soneto, que tenia horror á los versos impuestos ú obligados; sin embargo, su triste situacion le hacia ahogar la espontaneidad y prodigar elogios y felicitaciones, raras veces dictadas por la admiracion, muchas por la gratitud y no pocas por la necesidad. Cuéntanse entre las primeras La Siempreviva á Martinez de la Rosa, Las flores del sepulcro á una dama de alto rango que le favorecia, y su oda A la Condesa de Merlin: entre los segundos la oda ya citada á Isabel II.

Cultivó también la fábula, para narrar sus propias desventuras, de modo que ese género volvió con él á su primitivo destino: por ellas principalmente se ha dicho que la vida de Plácido son sus poesías: no habia leido ciertamente su apólogo La Palma y la malva, cierto crítico que pretende que los versos de Plácido «respiran libertad sin tinte de democracia.» Es verdad que, segun el mismo escritor, la conspiracion fué descubierta por una esclava del poeta.

Tambien el amor suele ser objeto de los poemas de Plácido ¿quién lo cantó como él, y quién ménos apto que el ser entregado al amor sensual que mata al platónico?

En cuanto al lenguage no cabe duda que contiene gravísimos lunares, no podia ser de otro modo, pero parece increible, como ya observó un crítico cubano (Piñeyro) que sea Plácido más puro y correcto que Milanés, cuando aquel era un ignorante y este poseía una regular instruccion literaria. Y es que habia en el primero más estro, más espontaneidad en la inspiracion, en el segundo más preparacion y arte; aquel cantaba lo que sentia, su corazon era un arpa eólica que resonaba á las menores impresiones que lo hirieran; por eso su forma era más adecuada aunque alguna vez ménos pulida: Milanés se ocupaba ántes de la leccion de moral que de la inspiracion; la poesía era para él un medio de amonestar; de aquí la falta de espontaneidad.

Mr. Cambouliu en Magasin de la Librairie lo compara con acierto á Heredia y la Avellaneda; «pero estos dice se desarrollaron bajo otras influencias: la llama del amor patrio vive constante en sus corazones y se revela en sus estrofas, pero vivieron bajo otros climas, se interesaron por otros hombres y otros sucesos, en medio de sus triunfos uno y otro perdieron de vista el cielo de las Antillas, el talento de ambos tiene algo de más cosmopolita. No así respecto á Plácido que jamás salió de Cuba: su corazon palpitó con todos los temores, con todas las esperanzas de sus compatriotas y jamás el aspecto de estrañas tierras vino á entibiar en él las impresiones del suelo natal. Así, con qué brillo no retrata su poesía ese esplendor de los trópicos; aquí la vegetacion fogosa, allí las salvages montañas, ora las noches espléndidas, ora la brisa perfumada, los inviernos sin nieves ni brumas, el huracan furioso desvastando los bosques de naranjos, y las demás maravillas que le rodean! Con la lectura de su tomo puede uno reconstruirlo todo, el pais, los hombres, vida, costumbres, todo, como si la imaginacion nos trasportara á los lugares donde canta el poeta.»

No concluirémos sin tomar algo del prólogo de Mr. Jourdan, filósofo en sus apreciaciones aunque lleno de inexactitudes por lo que respecta á datos biográficos. «La limpidez del estilo, dice, la propiedad de la espresion, sus giros sencillos y originales, la riqueza de imágenes caracterizan y enaltecen las composiciones de Plácido: para él la concepcion y la creacion son simultáneas: como comprendió todas las ideas amoldó su lira á todos los metros y géneros: trozos pudiéramos citar de él que parecen de Shakspeare ó de autores alemanes: la facilidad cómica corre parejas con los transportes de la fantasía, y maneja la sátira tan hábilmente como la oda… como Quevedo el poeta cubano satiriza, riendo… saludemos á ese génio que á la vez fué un gran mártir.»

Nada estraño pues que por medio de repetidas ediciones la posteridad haya dado á Plácido el lugar que le corresponde. La primera aquí conocida es la de Matanzas 1838: pocos saben que con gran anterioridad se hizo una muy incompleta en Palma de Mayorca, por Feliú Perelló, que despues de conocer al autor en la Habana se habia retirado á su ciudad llevando los primeros versos del poeta: no está allí la Siempreviva que aun no se habia escrito. Despues de la edicion de Matanzas que hasta hace poco tuvimos por primera y que contenia solo 26 piezas, se hizo otra en la misma ciudad en 1842, Poesias escogidas de Plácido, y en el propio año otra en Méjico, donde ya el autor era popular: la edicion de Veracruz de 1845 y la de Nueva Orleans de 1847 se suponen tambien hechas en Matanzas: en el 54 se hizo la de Barcelona que nada agregó á las anteriores; con posterioridad tres en Nueva York, por Vingut, la primera en 1854 ha sido la que más rodó, otra en el 56 y la tercera bastante completa en el 57: en el mismo 56 se dió otra en Méjico por Mellado y Contreras, tomo en 12.º con 387 páginas: finalmente en Nueva York, con prólogo y biografia, la edicion de 1860 que todos conocemos.

«No será esta la última, observa un eminente crítico francés, porque la reputacion de Plácido se formó sola y no puede sino aumentar con los tiempos.»

V

Despues de conocer la vida de Plácido tratemos de saber la popularidad que alcanzó en el estrangero y las traducciones que de sus versos se han hecho. Para este trabajo ameno y que alhaga nuestro amor propio, no tenemos más que estractar la parte que á él se refiere de nuestro opúsculo Cuba literaria en el extranjero (inédito).

Quizás ninguno, inclusos los dos que acabamos de analizar (Heredia y Avellaneda) haya logrado más voga que Plácido, fuera de la tierra natal. Su Plegaria, difícil será hallar idioma culto moderno en que no se haya reproducido17 y hubiera pasado á los antiguos si aun hubiera quien necesitara leerla en aquellas lenguas. Plácido es de todos nuestros poetas el más apto para hacer conocer á los de afuera la índole de nuestro suelo y tendencia de nuestra amena literatura; es esencialmente cubano, más aún que el Cucalambé y Poveda que le son inmensamente inferiores: no canta sino á Cuba y si alguna vez su fantasía sale de ella es para cubanizar, por decirlo así, todo lo que pinta.

Y cosa que debe llamar la atencion es lo poco conocidas que son esas traducciones en Cuba: es verdad que poseyendo el original no hemos de ir á saborear nuestros poetas por las copias siempre inferiores; pero nada ensalza tanto á una obra ó á una literatura como el que se la crea digna de ser conocida universalmente, y si á fuer de cubanos nos envanece la multitud de versiones que de nuestras obras se han hecho, tambien nos duele que la mayoría de ellas solo sean conocidas de los bibliófilos. ¿En cuál de nuestras bibliotecas se encuentran Kennedy, Maddens, y otros que nos han honrado difundiendo en otras rejiones los pensamientos madurados al calor de nuestro clima? No fué tan severo La Luz cuando dijo que entre nosotros son muchos los que estudian de los idiomas lo suficiente para pedantear: solo son aquí populares las mal escojidas traducciones de Mr. Aveline y las de Mr. Vingut contenidas en la obra Gems of spanish poetry, impresa por 1854.

Tenemos delante en este momento la traduccion de Mr. Fontaine (Poesies complétes de Placido, G. de la C. Valdés, Paris 1863) y es la que vamos á analizar por ser de las más conocidas. Mr. Fontaine, gran apreciador de nuestra literatura, residió en Cuba en los años corridos del 39 al 48 y se hallaba por lo tanto aquí cuando ocurrieron las repugnantes escenas de la Escalera.

No puede decirse que sea un mal traductor: es un verdadero poeta francés, y comprendió muy bien al genio que traducia; sin embargo, cuan diferente es el Plácido cubano del Plácido que Mr. Fontaine presenta á su patria: Treinta y cinco son las piezas que tradujo en verso, entre ellas El hijo maldito que no es de las peor traducidas, y vertió las otras en elegante prosa: son sin duda las mejor interpretadas La sombra de Pelayo, La Siempreviva, La flor de la cera, La Sombra de Padilla, Al Yumurí, hermoso ramillete que justamente constituye la mejor corona del autor cubano; pero el romance Jicotencal, que es su obra más completa, no nos parece que dé una idea en la traduccion de la magnífica obra española: es verdad que es intraductible, y el traductor hubiera acertado, colocándolo entre las que trasladó en prosa, con tanta más razon cuanto que la forma del romance y el artificio del asonante son esclusivamente de la literatura española: nos bastará comparar algun pasage, y será el siguiente:


No se traspira ahí la sombría magestad del castellano; no se nota esa lobreguez que, resaltando hasta en el sonido de las palabras, hacen esos versos intraducibles para cualquier idioma: esos dos cuartetos constituyen en mi concepto el rasgo más brillante que ha producido la musa cubana hasta el presente.

El siguiente hermoso cuarteto de la misma composicion está traducido en esos dos versos.



¡Cuánta viveza en la intencion, cuánta energia en el cuarteto español! y cuánta platitude en el dístico francés! el original habla al alma, el dístico solo al buen sentido.

En cuanto á la Plegaria no se puede negar el mérito de la francesa; pero no es la española: pudiera decirse que el traductor hizo una plegaria escrita sobre motivos de Plácido: son más exactas aunque de ménos mérito las en prosa de Thales Bernard y Villemain.

Tampoco se han traducido, aunque aparezcan en versos franceses, aquellos populares sonetos que reflejan en un modo tan melancólico toda la vida del autor, y que se hallan en su mayor parte más impresos en nuestra memoria que en los libros. Veamos uno, y sea A la Fatalidad, cuyos dos primeros cuartetos rinde de esta manera. No copiamos el original: ¿acaso hay cubano que se atreva á no saberlo?

 
Aveugle deité que sans nulle clemence
D’épines m’entouras au debut de mes ans
Comme les sombres bords du ruisseau d’où s’élance
Ou la ronce vivace ou le magueys piquants.
Toi qui fis de l’honneur une barrière inmense
Entre la pauvre mère et ses tristes enfans
Et qui jusqu’aux cieux ne m’élevas par chance
Que pour me faire choir sous des coups plus puisants.
 

En primer lugar debemos recordar que Plácido fué unigénito; y en segundo lugar ¿pudo llamar á su madre desgraciada? ¡Con qué sagacidad y con que nobleza, evita aplicarle ningun epíteto diciendo el materno tálamo! Denostar á la suerte, á la preocupacion, era un modo muy astuto de lamentarse sin hacer reproches á nadie. Además ¿dónde está ahí ese misterio doloroso de la vida del autor encerrado en ese lamento del hijo abandonado? En otro lugar el traductor dice tendre mère: tierna madre! no tuvo facultad para serlo aunque hubiera deseado: en la relajacion de nuestras costumbres, ya se ha hecho hasta cierto punto tolerable, la union ilícita de blanco y africana; pero una blanca dando vida á un semiblanco ¡qué horror!.. Tampoco se divisa en la traduccion la fuente silvestre rodeada de espinas, bellísima imágen que tan poéticamente retrata á Cuba. Fuera de esto la version es buena y aun podemos añadir que en los versos 7.º y 8.º ha correjido el original18.

Muy feliz estuvo Mr. Fontaine en La Siempreviva: lástima que en algunas estrofas quisiera ceñirse demasiado al original: se ha dicho con razon que la poesía no se traduce sino se imita: así tradujo Jáuregui al Tasso, así nuestro Mendive á Thomas Moore. El soneto A orillas del mar no es tampoco el español, aunque es un bello soneto francés: el traductor no podia trasladar el oportuno juego de palabras que es la esencia de la composicion: nada, hombre, nada que los curiosos entienden del verbo nadar, y que tiene que vertirse por rien. En cambio el soneto á la Muerte de Jesus, está traducido de mano maestra: bellísima tambien, Al Yumurí; ésta, si no iguala al original, es una de las mejores de la obra.

Veamos para concluir el inimitable Despedida.

ADIEU À MA MÈRE
 
Si le destin fatal qui me voue au malheur
Si la cruelle fin de ma sanglante histoire
Quand je m’en vais quitter ce monde transitoire
En ton cour maternel fait naître la douleur.
Ton âme peut encore se livrer au bonheur
Ma mère calme-toi car je meurs plein de gloire
Et des bords du tombeau c’est un chant de victoire
Que songe à t’adresser mon luth consolateur.
Les acents en sont doux, divïns et salutaires
Innocents, spontanées, purs, glorieux, austères
Tel que le premier cri de mon sein exhalé:
Mais je me sens poussé vers la tombe qui s’ouvre
De la Religion le saint manteau me couvre…
Adieu, ma mère, adieu: je signe: L’Exilé.
 

Es, sin duda, una buena traduccion; pero no todos, aun entre cubanos, son capaces de interpretar el valor de esa joya literaria: la traduccion íntima de ese soneto la percibe el corazon, la siente el alma, pero no la espresan las palabras. Reparad que empieza por la conjuncion si: espantosa conjuncion, que es aquí un anatema. Es un hijo que dice á au madre:

– ¡Escucha! para mí no hay deberes filiales, pero eres mi madre y te hablaré siempre con deferencia: una falta me dió nacimiento: no te has ocupado para nada de tu hijo: nada te debo… sin embargo, si acaso mi triste fin te hace desgraciada, consuélate; yo muero contento y te dedico mi último gemido.»

Plácido era el único hijo que en su postrer momento podia poner en duda el dolor de su madre: el único que podia encabezar su despedida con esa horrible conjuncion que, implicando una duda cruel, reasume toda la amargura con que sin duda fué escrita. ¿Y á quién habia de dirigirse en tan supremo instante la víctima para quien no habia proteccion ni amigos? Su corazon cristiano primero se eleva á Dios, hé ahí La Plegaria, luego piensa en su Lira, única amiga y consoladora en sus infortunios: después… recuerda que existia por el mundo una muger que le habia abandonado, pero que tal vez en aquel momento lloraba, y, grande y generoso en su adversidad, hace más que perdonar, toma la pluma para dirijirle un consuelo: ¡Con cuánta nobleza y dignidad lo hace, sin llamarla tendre mère como quiere Mr. Fontaine, sin suponerla grief-smitten como añade Longfellow19. Es que ni Longfellow ni Bryant ni otros traductores estudiaron esos antecedentes y era preciso conocerlos para interpretar en su verdadero valor el original; para comprender la melancolía que impregna muchas de sus composiciones, el amargo sarcasmo con que escribió otras, y sobre todo la verdad dolorosa que encierra esa tristísima despedida que más que despedida parece un perdon.

Es en nuestro concepto el rasgo más sublime de Plácido y sin duda uno de los más grandes que haya producido jamás poeta alguno. ¡Rasgo digno de aquel hombre que al salir de un mundo en que no habia encontrado sino agravios escribe á su esposa que ejercite la caridad y que perdone á sus enemigos!

¡Ay! se necesitaron todas las circunstancias adversas que se acumularon en la vida de aquel desgraciado, para tener derecho á escribir ese soneto que la posteridad leerá vertiendo sobre él las piadosas lágrimas que ahora derramamos á la memoria de su autor.

12.Leido este manuscrito por algunos inteligentes amigos nos han hecho sobre este pasage observaciones que modificando nuestro dictámen, nos harian cambiar su redaccion, si no prefiriéramos presentar aquellas á la consideracion del lector: hé aquí algunos estractos de cartas que hemos recibido:
  «Es mejor dar por sentado que no fué más que poeta, y nunca conspirador en ningun sentido: su culpabilidad, por grandes razones que tuviera para conspirar, puede no ser aceptable para muchos y escusar el hecho de su muerte como triste necesidad: me parece que lo más acertado es guardar silencio sobre ese punto. En todo lo demás de su obra estamos acordes.» (F. Valdés Aguirre, Habana 1868.) «Debe distinguirse la clase de inocencia de Plácido: él no aspiró al dominio de la clase de color sobre la blanca, que fué el crímen que le achacaron y aparece que fué aquel porque le mataron. Todas sus simpatias y relaciones eran con los blancos; él, como todos los criollos cubanos, sin distincion de razas, deseaba la revolucion que debia sacarle de la sugecion en que se veia aherrojado. De la culpa porque le mataron le creo pues inocente.» (C. Villaverde, Nueva York, carta al autor 1871.)
  «No debe usted afirmar un hecho que el mismo poeta negaba al esclamar en el Adios á su lira Soy inocente. La posteridad conmovida ante el sublime canto del poeta al borde del sepulcro lo cree inocente, y es manchar su memoria afirmar que fué culpable cualquiera que sea el colorido que se pretenda dar al hecho á cuyo fin se sostiene que contribuyó poderosamente.» (Vidal Morales, carta, Habana 1876.)
  «..... Usted ha interpretado dignamente á Plácido, respecto al carácter de sus versos; pero es preciso deslindar bien ese punto de la culpabilidad honorífica que le supone: creo que el erudito aleman tuvo razon en dar fé á su propia declaracion de inocencia.» (Suarez Romero, 1875.)
  «..... Mis noticias conducen á dar por sentado que la muerte de Plácido fué un asesinato jurídico, si jurídico se puede llamar lo que hace una comision militar, aunque sea asesinato. A esa conclusion llegamos porque nos parece que la tal conspiracion no fué histórica, sino un fantasma creado (sobre una pequeña base cierta) por el miedo y el remordimiento, y exagerado por la maldad y toda la caterva de malas pasiones que se anidan en el corazon del hombre, y salen á causar estragos cuando se las deja sin freno. Además de eso Plácido, ni en lo que hubo de cierto tomó jamás la menor parte, sin que el soneto El Juramento y otras composiciones signifiquen nada para probar lo contrario… Nuestros datos son que Plácido murió inocente como dice el escritor francés que usted cita é impugna. Y en llamarle inocente de esto, además de tributar homenage á la verdad histórica, creo que se ensalza á la víctima..... La muerte de Plácido es un delito sobre la conciencia de los que la causaron. (J. I. Rodriguez, Washington, Nov. 1878.)
13.Gan-Eden or Pictures of Cuba, Boston, 1854. Tambien el Salas y Quiroga ya citado. Nuestro escritor, presbítero camagüeyano Fuentes y Betancourt en una luminosa tésis escrita, 1877, para incorporarse en la Universidad de Lima dice que quizás Plácido aventaje en inspiracion, espontaneidad y sonoridad métrica al mismo Heredia. Concepto semejante hallamos en una corta biografía que en 1873 publicó El Abolicionista, de Madrid.
14.Thales Bernard llama el Adios á mi lira la obra maestra de Plácido: es sin duda muy bella, y las circunstancias en que la escribió la hacen más apreciable, pero le superan en mérito literario el Jicotencal, Al Yamurí, los sonetos á Guillermo Tell, la Muerte de Gessler.
15.No debe llamársele poema bíblico, como lo hizo La Aurora: el asunto es puramente fantástico. Se publicó por separado en Matanzas 1843, Imprenta del Gobierno (El hijo de Maldicion) despues se insertó en sus posteriores ediciones.
16.Un biógrafo, Nueva York 1875, nos dice que principió un poema La toma de la Habana por los ingleses, que se estravió sin concluirse; tambien se perdió su poesía El eco de la gruta, 1834, que dedicó á Heredia entónces accidentalmente en Cuba; sin contar sus numerosas improvisaciones ya solo, ya en certámen con el popular José del Ocio, certámenes en que improvisaban alternativamente empezando cada cual su décima por el último verso de la de su competidor. ¡Y así divertian en banquetes y reuniones! Plácido desde su aurora tuvo renombre de repentista: se le solia dar pié forzados, á veces conteniendo un contrasentido para disolver ó una impropiedad que debia salvarse: de aqui sus décimas que concluyen Besar la cruz es pecado, La campanilla, de qué, La Virgen fué gran…» (La Guirnalda, Diciembre 30, 1872) Siempre salia airoso de estos esfuerzos intelectuales, por lo comun del género jocoso á que se prestaba su carácter jovial. ¡Cuán melancólica, sin embargo, cuán sentida, amarga y profunda, aquella improvisacion en el Festin Campestre de Iturrondo, 1834, es un arranque de dolor y de reconvencion contra la injusticia que lo humillaba: no la hemos leido: hemos oido hablar de ella al Sr. Bachiller que estuvo allí y que por entonces tambien escribia versos.
17.Solo en francés hemos visto cinco versiones de las cuales tres en verso: de estas la mejor es la de Mr. Fontaine, de aquellas la de Villemain. Las dos citadas son anteriores á la traduccion completa de Plácido que hizo al aleman Duzanna de Ochoa, Hannover. La plegaria fué tambien muy bien interpretada por Longfellow, traduccion que apareció en North American Review, Boston, tomo 68, página 129 y siguientes en un opúsculo sobre poetas cubanos, vidas y caractéres, segun datos que creemos su ministró el Sr. Guiteras de Matanzas. D. Narciso Campillo y Correa, catedrático de Retórica y Poética en el Instituto del Noviciado de Madrid, inserta en una obra suya la Plegaria á Dios á la que llama «un modelo de deprecacion.»
18.Porque en el original sin duda la fuerza del consonante hizo que esos dos versos salieran inconexos.
Y acaso hasta las nubes me subistePor verme descender desde la luna  Si subió á las nubes no podia vérsele descender de la luna. Plácido hubiera hecho mejor en decir
Para eclipsar despues tanta fortunaPara hacer más amarga mi fortuna  O cualquiera otro semejante. Este soneto lo tradujo tambien Mr. Mazade, Revue des deux mondes 1851, el cual inserta tambien el Canto al Pan de Matanzas, concluyendo que el mérito de sus poesías está en su inspiracion y originalidad. No se inserta en la Trad. Poesies completes de Plácido Valdés, 1867, 2.e edition. Denné Schmitz, Paris.
19.Tradujeron tambien ese soneto los poetas norte-americanos Longfellow y Bryant: la version del segundo aparece en un interesante articulo sobre literatura cubana, inserto, 1849, en la citada North American Review. Tomo 68, página 129, número 162. Enero.
  Héla aquí.
The appointed lot has come upon me mother,The mournfull ending of my years of strifeThis changing world I leave and to anotherIn blood and terror goes my spirit’s life.But thou grief-smitten, cease thy mortal weepingAnd let thy soul her wanted peace regainI fall for right, and thoughts of thee are sweepingAcross my lire to wake its dying strains.A strain of joy and gladness, free, unfailingAll glorious and holy, pure, divineAnd innocent, unconscious as the wailing.I uttered on my birth; and I resignEven now, my life; even now descending slowlyFaith’s mantle folds me to my slumbers holyMother farewell! God keep thee… and for ever!  Es la despedida comun, y por cierto bastante sentimental, que da á su madre un hijo que va á morir; pero no es la despedida especial de Plácido, de aquel hombre que en todo salia de lo comun. El defecto principal consiste en haberse omitido la conjuncion condicional con que empieza y que es la esencia de la composicion. Es preciso tener presente que Plácido se despide con melancolía, con nobleza, con respeto, con todo lo que se quiera; pero no con cariño, ni podia: quizás escribió adios, señora, adios y borró para poner Adios, mi madre, adios. Debia emitir más dignidad que ternura, y por eso es que el grief-smitten y el mortal-weeping, adicionados por el traductor, alteran el carácter, y por tanto echan á perder el soneto.
Возрастное ограничение:
12+
Дата выхода на Литрес:
27 сентября 2017
Объем:
91 стр. 3 иллюстрации
Правообладатель:
Public Domain

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