Читать книгу: «La atención consciente. Recapitular, ensoñar, meditar: la inmanencia de la consciencia universal», страница 2

Шрифт:

Mantenerse en el tiempo con un yo ligero: la soledad con-sentido

Un problema que nos encontramos llegados a este punto de la existencia es que la soledad está mal vista y no es consentida ni por la sociedad ni, en consecuencia, por uno mismo. Así que se tiene que empezar por darse cuenta de este rechazo social y propio, y comenzar a consentir la soledad. Esto nos llevará a vivir la soledad desde una perspectiva positiva, con-sentida.

Para llegar a este punto de consentimiento, necesitamos perder importancia personal, que está estrechamente relacionada con la norma social. Para esto se necesita des-construir el ego y los estereotipos, cuyo efecto produce un yo ligero, una vida ligera sin grandes apegos. Esto nos lleva a conocernos mejor a nosotros mismos y el entorno, y a aceptarnos y sostenernos tal como somos. A la vez, este camino lleva a instaurarnos en un tipo de soledad con-sentida y querida.

Algo que mayormente alimenta y se relaciona con la historia e importancia personal es la necesidad de depender de otros. Para esto, los seres humanos hemos desarrollado a lo largo del tiempo todo tipo de estrategias inconscientes y neuróticas. Un primer paso para sanar la dependencia emocional pasa por darnos cuenta de cómo desarrollamos estas estrategias inconscientemente, como una forma de relacionarnos y tomar nuestro “cachito de poder”, en la medida que conseguimos la atención de esas personas en las cuales depositamos nuestra carencia emocional.

La importancia personal está relacionada con una «falsa» necesidad de relacionarnos como consecuencia de una carencia emocional, que venimos a compensar a través de las relaciones dependientes. Normalmente, esas personas dianas de nuestra carencia van a aportar algo de lo que sentimos inconscientemente que carecemos. En esta clave se desencadenan todo tipo de juego de espejos, de proyecciones e identificaciones que suman un sinfín de tipos de dependencia: los caracteres tipos que tipifican en la psicología.

El camino del guerrero pasa por aceptar la soledad, conquistarla y sostenerla en el tiempo. Una vez que se ha conquistado el espacio interior y uno aprende a sostener y disfrutar la soledad con-sentida, ya no se quiere atar más a relaciones dependientes. Las relaciones comienzan a ser más ligeras y sin expectativas inconscientes. Es esta proyección de expectativas que ponemos en los otros la que nos «roba» la vida. Principalmente, proyectamos las expectativas porque, por algún motivo, hemos pensado que es el otro el que tiene que cumplirlas, como un complejo perpetuo de infante que piensa que son los mayores los que están obligados a satisfacer nuestras necesidades.

Así el guerrero, si ayuda a otros, no buscará la notoriedad y siempre hace lo posible por mantenerse en el anonimato. No toma discípulos, solo pupilos, no muchos, a los que acompaña un cierto tiempo para que cuando crezcan, levanten el vuelo independiente.

Lo expuesto no niega que seamos seres sociales y que necesitemos a los otros para mantener cierta salud emocional, aceptando el desatino controlado (Castaneda1983). La clave está en el apego que se proyecta hacia las personas, o sea, cómo nos apegamos y con qué intensidad les exigimos que cumplan nuestras expectativas.

Nadie ha nacido para cumplir tus expectativas ni uno mismo para cumplir la de otros. Si por casualidad coincidimos, es un desatino controlado; si no, nuestro sino del desatino controlado se ha acabado.

(Inspirado en un dicho de Fritz Pers, padre de la terapia Gestalt)

Aunque ha habido innumerables seres despiertos y de conocimiento sobre la tierra, ninguno puede mostrarnos «la verdad», más que relativamente. La verdad en su dimensión profunda es revelada por sí misma en uno mismo, nadie puede reproducirla por uno. Aquí radica la importancia de conservar la soledad como el camino que nos aproxima a la verdad, al Gran Espíritu. El camino de la soledad con-sentido viene a través de un silencio iluminador que emana de las virtudes inherentes en los siete vórtices vitales o chakras en contacto con la naturaleza.

¿Quién soy?

Esta es una gran pregunta para el ser humano. Cuando se llega hasta aquí, es porque ha habido un recorrido de idas y venidas que nos han llevado a pasar por multitud de acontecimientos existenciales que hacen que te preguntes: ¿quién soy yo en todo esto que me sucede?

Nos identificamos constantemente con multitud de elementos de la vida. Frecuentemente, los elementos de la vida son algo que nos vive, más que sea vivida por uno. Para poder decir con «propiedad» que somos valedores de vivir la vida, deberíamos primero conocernos, para así poder hacer las elecciones de la vida en relación a lo que somos. Si no sabemos quién somos, tampoco podemos saber realmente qué queremos y, por lo tanto, tampoco podemos decir que vivimos desde la íntegra elección; son dos consecuencias que están estrechamente unidas.

De esta manera, se vive la vida siguiendo propósitos que se han puesto ahí por la «vida», y no como una elección que nace de conocerse y saber qué necesitamos como propósitos de vida. En esta situación, es fácil que sustituyamos todo tipo de proyectos que se adecuan más a nuestra visión limitada de la vida por algo que está ahí dormido e ignoramos: el potencial del ser, el otro yo.

No es suficiente con tomar la pregunta «¿quién soy?» porque sigamos alguna tradición de sabiduría, sino que hasta que uno no se lo plantea en su totalidad, saliendo de sus entrañas, no accedemos al potencial que duerme en el interior del ser humano. La pregunta nos llevará a descubrir multitud de facetas y tonos de la vida y de uno mismo.

El trabajo sobre esta pregunta nos puede llevar a atisbar algo que está detrás de nuestra fachada. A medida que indagamos, un día nos damos cuenta de que nos hemos olvidado de nosotros mismos, y entonces llamamos a nuestro otro yo y este acude a nuestro rescate. Este, sin duda, será un gran día. El diálogo interior que establecemos con nuestro otro yo es muy importante e interesante. En algunas tradiciones, lo llaman el «guía interno». Y así, como en una «invocación» al otro yo, nos ayudará a saber qué es y qué no es verdadero en nuestra vida, o dicho de otra manera, qué es lo que no soy.

Más que saber quién soy, la llave consiste en saber quién no soy. Es así de fácil y así de complicado. Porque no es uno el que dice «soy esto o soy aquello», sino que es la vida la que se refleja en nuestro interior, dejándonos ver la vida tal cual. Cuando dejamos de identificarnos con tantas cosas que no tienen mucho que ver con nosotros, empezamos a percibir la vida con cierta ligereza y distanciamiento de aquello con lo que nos identificábamos, y comenzamos a percibir cierta libertad de no estar atrapados en las identificaciones e identidades. Entonces no somos diferentes de nada y a la vez nos des-identificamos con lo que nos sentíamos identificados. Así comienza y surge la liberación del espíritu.

En el sueño lúcido, el otro yo surge como lo «desconocido» que se presenta ante nosotros y nos abre un camino de consciencia. Este desconocido nos lleva a la sobriedad de pisar firme sobre la tierra, con amor y humildad.

En la meditación, el otro yo se manifiesta como una multitud de virtudes que, poco a poco, van emergiendo y revelándose en la consciencia, y que, finalmente, llevan a la liberación total de la mente, hasta la unidad.

La recapitulación

Hay que tener las debidas precauciones. La recapitulación es como un campo de batalla donde se mueve el «enemigo». Nunca se sabe qué peligros nos depara la batalla florida. Lo que sí podemos llevar por delante es que esta no será gratuita. Si todavía no has cosechado el coraje suficiente, es mejor que no empieces. Cuando comiences conviene tener, como dice Carlos Castaneda, unos cojones de acero y/o a alguien que te acompañe que posea el «don del águila» (ser despierto), para acompañarte en el camino y que te proporcione cierta seguridad.

La recapitulación nos permite recordar, deshacer la historia personal y aliviar, despojarnos de los residuos energéticos que los acontecimientos y relaciones han dejado en nuestro campo/ cuerpo energético. Y algo tremendamente poderoso, recuperar la energía-consciencia-poder que dejamos anclada en esas historias. Si te fijas bien, en muchas ocasiones vivimos como si se nos hubiese perdido algo por el camino y como si el simple hecho de vivir nos hubiese desgastado. Esto se debe a que vamos dejando, sin darnos cuenta, la energía, fuerza y consciencia en las diferentes experiencias traumáticas. Estas experiencias pueden ir poco a poco parasitando el cuerpo de energía, hasta que nos quedamos vacíos, carentes de vida y de fuerza.

El residuo energético pasa a quedar adherido de una manera inconsciente y se puede y se debe abarcar desde la perspectiva cognitiva, dándonos cuenta de la trama por la que se ha ido formando y adhiriendo. Sin embargo, finalmente se debe abarcar desde el campo energético, el campo del espíritu. Un campo al que la conceptualización racional no llega.

En nuestra cultura, la terapia en muchas ocasiones abarca estas cuestiones, en la mayor parte, solo desde una perspectiva cognitiva. De cierta forma, la «ciencia» ha despojado a las personas de su lado intuitivo, misterioso e «irracional», la capacidad de poder explorar e integrar por la experiencia propia.

El orden de abarcarlo es relativo, ya que si lo hacemos desde un plano energético cuando es más una sensación de adherencia energética «negativa», nos puede llevar al recuerdo y también aun a darnos cuenta de cómo se sucedió este proceso. Quiero decir que bien podemos abarcar una recapitulación desde cierta percepción sentida intuitiva, sensación sentida del acontecimiento y, a la vez, esta sensación sentida enriquecerá tanto el recuerdo como una forma cognitiva de aproximación a los hechos.

Se puede hacer una lista de los acontecimientos y personas, y seguir esa lista para recapitular. Debe estar claro que hay vivencias, sobre todo las más poderosas, es decir, las que tenemos con nuestros seres «más queridos», que son de mayor carga energética e identificación. Es interesante abarcar estas experiencias más poderosas cuando entendemos realmente el poder de la recapitulación. Sin embargo, una primera recapitulación de un acontecimiento importante puede tener una primera etapa, para más tarde hacer una recapitulación «final». A la misma vez, hay experiencias traumáticas que tienen mucha fuerza que conviene esperar a que se asienten para recapitular. No conviene entrar en una recapitulación en la que estamos demasiado absorbidos e identificados emocionalmente por la cercanía de los hechos. Conviene dejar que esto descienda y que podamos verla con cierta relatividad. Me refiero a sucesos muy cercanos propios para recapitular. Por otra parte, hay episodios de nuestra historia personal que, aunque haya pasado mucho tiempo, siguen conservando mucha fuerza. Normalmente, son sucesos de relación directa con los seres más cercanos. Como ya he dicho anteriormente, conviene conocer bien el proceso de recapitulación para adentrarse en estos que tienen mayor poder.

Hay tres hechos básicos para recapitular. El primero trata de recuperar la memoria, el recuerdo de los hechos y del sentimiento adherido residual, la sensación sentida que forma la adherencia energética, la cual es el objetivo de la recapitulación. Para esto se realiza la lista de todas las historias que han sucedido. Se puede ordenar por temas para simplificar.

Para entrar en contacto con la sensación sentida de las experiencias, se puede utilizar la técnica «focalización para la recapitulación», que se puede consultar en la «Ficha técnica de recapitulación». Esta ficha es una sucesión de pasos que nos ayudarán a descubrir la sensación sentida y ponerle una palabra asidero. Esto ayudará a saber qué es lo que queremos dejar partir. Esta es la adherencia energética, que después de aplicar la técnica de focalización quedará bien localizada y sintetizada.

La segunda es dejar partir, difuminar y evaporar las adherencias energéticas a través del intento cuando hacemos la recapitulación que mejor se adecue a cada cual.

La tercera es recuperar la energía, la consciencia, la fuerza que dejamos en aquellas vivencias al no habernos tomado el tiempo de recapitularlas y cerrarlas. Como he dicho, vivimos en ocasiones como si fuésemos dejando pedazos de uno mismo en cada experiencia, de forma que según avanza la vida nos desgastamos. Esto es el origen del envejecimiento que lleva al fin de los días, a dejarnos sin el poder personal.

El intento (el propósito)

El segundo hecho es la acción de soltar y abandonar el residuo energético, movimiento que va acompañado con la respiración. Este está formado por una masa de imágenes, recuerdos, emociones, pensamientos y sensación sentida energética. Esta acción es fundamentalmente una acción procesal energética, que se debe abarcar desde el campo abstracto, metafísico y mágico, al que el sentido cognitivo no llega, ya que hay que utilizar los sentidos sutiles y la conexión con el espíritu. Se realiza desde lo que el camino del guerrero conoce como «el intento», junto con la forma de recapitulación específica que viene explicada en el siguiente apartado.

El intento es la acción que se decreta en unidad y confianza (fe) con el espíritu y en un estado de consciencia ampliada, como una invocación en la que el espíritu, con el que estamos íntimamente unidos, ejerce la acción más allá de lo individual.

Finalmente, cuando se decreta el intento de dejar partir como un propósito en unidad con el espíritu, también se debe hacer el último movimiento, y no menos significativo, de liberar la experiencia vivida de cualquier carga y expectativa que pusimos en ella, con una frase como: «Te libero cualquier expectativa que puse y me libero de las expectativas y proyecciones que puse». Y, por último, añadir: «Recupero la energía que dejé ahí en esa historia», a la vez que visualizamos y sentimos cómo se deshace y parte el residuo energético y recibimos el poder.

El movimiento de recuperación de la energía que dejamos en la experiencia se materializa con el movimiento respiratorio de inspirar, que en la recapitulación es el movimiento final: movimiento de la barbilla desde el hombro izquierdo al derecho a la vez que inspiro. Toda recapitulación tiene una forma de abrirla y de cerrarla. Y por esto es importante el ritual del movimiento de cabeza de derecha a izquierda para abrirla y de izquierda a derecha para cerrarla. En ambos casos el movimiento respiratorio es de inspirar. Al final del movimiento volvemos la mirada al centro, a la vez que espiramos soltando el aliento y volvemos la atención en la postura, al cuerpo.

La mirada en la recapitulación meditativa debe estar posada en el cuerpo y vuelta al interior. La mirada, los ojos son de suma importancia, ya que estos son los que en conexión con el espíritu decretan el intento, son el núcleo del propósito de la recapitulación. La consciencia está unida al poder sutil de los ojos (tercer ojo) y este es el que canaliza la energía. El desarrollo del sentido sutil de la mirada se manifiesta en el despertar del sexto chakra, conocido en la tradición yóguica como el tercer ojo. Dentro de la visión tolteca, refiriéndome a los escritos de Carlos Castaneda, el desarrollo del sentido sutil de los ojos es debido a un movimiento en el punto de encaje que permite situarlo en el punto del conocimiento silencioso, donde se entra en contacto con el conocimiento, el espíritu (unión a través del séptimo chakra).

El sexto y séptimo chakras son responsables de la seguridad las cúpulas externas de la envoltura energética. Estos son clave para que no penetren ni las proyecciones ni los parásitos que las acompañan. Para que estas dos fronteras de protección estén activadas, el punto de encaje tiene que estar despierto y situado en la posición del conocimiento silencioso. Cómo se llega a esta posición es arduo, laberíntico y misterioso. Es el camino del guerrero de luz. Cuando se ha llegado, simplemente se sabe que se está en ella porque el espíritu se vuelve liviano y con un sentimiento de vacío fértil que nos mantiene despiertos.

Principalmente, me refiero a la práctica de la meditación, descrita en el «Capítulo IV», como la forma más directa y pragmática de despertar los centros sutiles de consciencia (siete chakras). El sexto chakra es el responsable de movilizar el punto de encaje de forma que la consciencia esté en un estado activo, despierto. Este a la vez es la antesala de apertura de la puerta celeste a nuestro yo espiritual, el séptimo chakra, que nos conecta directamente con el conocimiento silencioso. Aunque en sí, todo el camino del guerrero aquí escrito está íntimamente unido y es poderosamente relevante.

La acción del no-hacer es la esencia de la acción del guerrero del campo del espíritu. Esta es de suma delicadeza y, si no el mayor logro del guerrero, es fundamental. Finalmente, el intento en última instancia precisa de la confianza-fe del guerrero de que, sin que se esté desvinculado de la responsabilidad y la atención de acecho (atención consciente), se está finalmente volcado en la confianza-fe que la parte misteriosa del espíritu producirá, ese hacer sin hacer donde el guerrero no llega.

Es importante tener un lugar apropiado para recapitular, donde nadie nos moleste y, a ser posible, que esté apartado de interferencias de otras personas. Como ya he mencionado, somos influenciados por la energía de otras personas, nos guste o no. A no ser que ya estemos en un grado avanzado de conexión con el espíritu y podamos ver directamente la energía. En este caso, la energía foránea no logra penetrar más que hasta una capa superficial, lo justo para ser detectada y repelida. Aun así, lo mejor es estar aislado para este trabajo.

La arquitectura energética externa del ser humano es la de una envoltura energética. Esta envoltura, a la vez, está compuesta de siete diferentes capas de frecuencia, conectadas con los chakras. Estos son a la vez el punto de conexión entre lo interno y lo externo, son los anclajes de la estructura energética del ser humano.

Las influencias externas se canalizan en orden desde las capas más externas penetrando hacia la primera, y si logran pasarlas sin que seamos conscientes, hemos perdido el juego. Aquí reside el meollo del coraje del guerrero: el acecho. El acecho conlleva cuatro fundamentos: la impecabilidad, la no-compasión (nohacer), la paciencia y la simpatía (Castaneda 1988). Esto a la vez induce y sitúa el punto de encaje en la posición del conocimiento silencioso.

Vivimos en una suerte de ser dianas de las proyecciones. El ser humano utiliza un mecanismo de «descarga»: la proyección. Esta es la suerte que aprovechan los seres incorpóreos parásitos para adueñarse de la energía a través de los conflictos emocionales. Así que la impecabilidad se convierte en el arte del guerrero, mantener a raya las proyecciones. Esto se lleva a cabo de dos formas.

La primera, como forma de acecho, de manera inducida por el no-hacer del guerrero y el trabajo que este lleva a cabo a través de la meditación, el ensueño, la recapitulación, las caminatas de poder y las diferentes prácticas de poder.

La segunda, de forma externa, por la unidad con el espíritu, como resultado de este primer trabajo de acecho constante del guerrero. La unidad con el espíritu hace que se abarque el camino desde el campo vasto del espíritu. Es la manera de vibrar en una frecuencia más alta, a la que los seres incorpóreos y las pasiones no llegan. Así lograremos situarnos en las situaciones más adversas y absurdas desde lo que Castaneda llama el «desatino controlado»: vivir de forma consciente y aceptando lo absurdo, ser consciente de este juego del programa parásito en el que vivimos.

Бесплатный фрагмент закончился.

Жанры и теги
Возрастное ограничение:
0+
Объем:
152 стр. 4 иллюстрации
ISBN:
9788418912412
Издатель:
Правообладатель:
Bookwire
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

С этой книгой читают