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Cuando se centra en lo que tiene de “malo” en el comportamiento de su hija o hijo, podría decir algo así: ¡Eso que has dicho es horrible! ¡Mira lo que has hecho! ¡Deberías ser más sensata!

Cuando sus propios miedos sobre lo que su hija o hijo podría hacer en un futuro empañan su enfoque, podría decir algo así: Si sigues así, nunca vas a tener éxito. Nunca vas a hacer amigos actuando de esa manera. ¿Cuándo vas a empezar a hacer caso de lo que te digo?

La crianza que se centra en lo que las hijas o hijos “hacen mal”, o en lo que sus actos tienen de “malo”, se basa en la creencia de que regañarles, hacerles sentir mal o castigarles les motivará para actuar de forma diferente. ¿A usted le funciona?

Centrarse en las necesidades

Por más descabellado que le parezca lo que hace su hijo o hija –tirarle del pantalón, gritarle, pegarle, pegar a su hermana o a su hermano, lanzar un juguete– lo único que trata de hacer en ese momento es cubrir una necesidad. Una necesidad que usted también tiene. Tal vez sea una necesidad de atención, de consideración, de elección o de autonomía. Puede que no le guste la manera en que su hija o hijo trata de cubrir esa necesidad, pero tendrá más probabilidades de conectar –y de ayudarle a encontrar una manera mejor de expresarse– si reconoce la necesidad que en realidad está tratando de satisfacer en ese momento.

El padre de la siguiente historia estaba encantado de haber descubierto que podía centrarse en las necesidades de su hijo en lugar de reaccionar a su comportamiento. A los dos meses de haber empezado el curso, en secundaria, Jason, de doce años, había ganado peso. Su madre y su padre hacían acopio de comida saludable en casa, pero sabían que picaba patatas fritas y dulces en el colegio y los fines de semana. Sus padres no querían presionarlo más diciéndole algo al respecto, pero una noche Jason exclamó enfadado: ¡No me puedo creer que esté tan gordo! Su padre nos contó que su primera inclinación fue echarle un sermón: Mira, si dejaras de comer tanta comida basura, perderías peso. Estaba orgulloso de haber sido capaz de mantenerse en silencio, con la esperanza de escuchar a Jason explicar lo que estaba viviendo. Jason continuó: Sé que es toda esa comida basura que como, pero no lo puedo evitar. Después del colegio me apetece mucho y la encuentro en todas partes. Su padre empatizó con Jason tratando de averiguar cuáles eran sus sentimientos y necesidades: Parece que te sientes algo estancado ahora mismo, ¿es eso? ¿Te gustaría encontrar otra manera de liberar estrés y relajarte aparte de comer cosas que engordan? ¿Y ahora mismo no sabes qué podría ser? Las lágrimas fluyeron de los ojos de Jason al tiempo que la rabia contra sí mismo se convertía en tristeza. Sí, papá. ¡Tengo que hacer algo! Su padre volvió a empatizar: Parece que estás bastante motivado para cambiar algunos hábitos. Jason respondió: Sí, papá. ¿Tienes alguna idea?

Como muchos padres harían, el padre de Jason aprovechó sin dudarlo esta invitación para compartir sus opiniones y barajar ideas sobre lo que su hijo podía hacer para cubrir sus necesidades de una forma más saludable.

La cooperación está en nuestros genes

La idea de que la cooperación es necesaria para sobrevivir y prosperar en la vida, y de que es parte de nuestra herencia genética, la sostienen tanto científicos como líderes espirituales.

Los biólogos Tim Roper y Larissa Conradt afirman que existe un instinto natural de cooperación entre los animales para asegurar su bienestar mutuo. En su estudio Group Decision-Making in Animals (Toma de decisiones grupal en animales), concluyen que el estado natural de todos los animales gregarios, incluidos los seres humanos, es la cooperación y no la dominación. Mantienen que la Naturaleza ha dotado a los seres humanos de un sistema de retroalimentación biológico queincluye la producción de endorfinas y sentimientos de alegría cuando nos damos los unos a los otros4. Estos sentimientos nos motivan a continuar reproduciendo y por tanto contribuyendo a la supervivencia de la especie, y más allá, hasta aumentar el bienestar y a la prosperidad del conjunto.

Tenzin Gyatso, el Dalai Lama, también sostiene que la cooperación es una respuesta natural en el ser humano, porque todos somos criaturas sociales, y nuestra supervivencia y bienestar están ligados indisolublemente al bienestar de los demás. El impulso de dar a otras personas y cooperar con ellas por el bienestar mutuo es, por tanto, parte de nuestra naturaleza. En sus palabras: “la interdependencia es una ley fundamental de la naturaleza. No solo las formas de vida más altas, sino también los insectos más diminutos son seres sociales que, sin religión, leyes o educación, sobreviven gracias a la cooperación mutua basada en un reconocimiento innato de su interconexión”5.

Una definición de cooperación que emane de estas perspectivas sería la siguiente: la cooperación es una manera de implicarse en ejercer el poder con otras personas por el bienestar mutuo.

Capítulo 2

Tenerse respeto: las madres y los padres también tienen necesidades

Las personas se convierten en padres o madres con la llegada de su primer hija o hijo. Al contrario de lo que sucedía en generaciones anteriores, cuando las familias eran extensas y constituían una red de conexiones entre diferentes grupos de edad, hoy en día, la llegada del primer retoño es para muchas personas la primera vez que están con un bebé recién nacido, y desde luego, que han de cuidarlo veinticuatro horas al día. Y enseguida nos percatamos de nuestra soledad ante la tarea, sin contar con formación específica, ni manual de instrucciones ni un CD de los que contienen algunos teléfonos móviles. ¡Y eso que es la tarea más importante de nuestras vidas, la que supone el mayor reto! Merece la pena pensar que si hubiera ofertas de empleo para hacer de madre o padre, el cartel diría: No se requiere formación ni experiencia previa.

Así, cuando usted se convirtió en padre o madre, se adentró de forma irreversible en una dimensión de la vida completamente nueva, contando con el siguiente equipamiento: su instinto biológico de supervivencia, su curiosidad natural y una enorme capacidad innata para aprender y crecer. ¡Exactamente igual que su bebé recién nacido! Puede ser una cura de humildad ver lo poco que sabemos y cuánto hemos de aprender sobre la convivencia con niños y niñas. La realidad demuestra que uno aprende sobre las relaciones familiares, la cooperación y los cuidados al mismo tiempo que lo hacen las hijas y los hijos. En los días especialmente desafiantes, su experiencia de vida y su capacidad avanzada para el razonamiento y la resolución de problemas pueden parecerle de poca ayuda.

Cuando empezamos a conocernos mejor, de una forma abierta y autocompasiva, damos el primer paso en el proceso que alienta a nuestras hijas y a nuestros hijos a conocerse a sí mismos.

Daniel J. Siegel

Lo que somos enseña a las niñas y a los niños mucho más que lo que decimos, así que debemos ser aquello en lo que queremos que se conviertan nuestras hijas y nuestros hijos.

Joseph Chilton Pearce

La curva de aprendizaje para la crianza pasa por una considerable pendiente; el desnivel va aumentando a medida que nuestros hijos e hijas van creciendo, y quizá sea desesperante pensar que nunca va a terminar. Muchas madres y padres, al enfrentarse a esta tarea a lo largo del día y cada día, durante unos dieciocho años y asumiendo implicaciones tan importantes para el futuro de ellas y ellos, se acaban consumiendo, al tener que satisfacer las necesidades de sus hijos e hijas y se olvidan de cuidar de sí mismos. Algunas personas piensan que ser buenos padres y buenas ma-dres significa que deben sacrificar sus necesidades por completo. Un padre de seis hijos se puso en pie en uno de nuestros talleres sobre crianza para decir: Es ridículo hablar de nuestras necesidades. Sencillamente hay que afrontar el hecho de que cuando tienes hijos, tienes que sacrificar tus propias necesidades durante dieciocho años. Aquel padre tenía un gesto serio y parecía convencido de ello, y nosotras nos sentimos tristes por él y por su familia. Cuidar de los hijos e hijas sacrificando las necesidades propias tiene un coste muy alto para cualquiera.

¡Sus necesidades como madre o padre importan!

La realidad final –que sus necesidades importan y que ante todo debe cuidar de su persona– se ilustra muy bien tomando como ejemplo el protocolo de seguridad de las compañías aéreas: en caso de emergencia, los padres y las madres deben ponerse la mascarilla de oxígeno primero, y solo entonces ponérsela a sus hijas e hijos. Es fácil ver, en este ejemplo, que las madres y los padres serán de muy poca ayuda si no pueden respirar.

La crianza fuera del avión no es muy diferente, aunque resulte menos obvia. En cualquier caso, satisfacer sus propias necesidades es algo innegociable. Si no cuida de sus necesidades para poder prosperar en la vida, tal vez pueda ayudar a sus hijas e hijos a sobrevivir, pero no tendrá la vitalidad ni la presencia necesarias para ayudarles a prosperar. Ni les estará ofreciendo un modelo de lo que es el autocuidado, que es lo que más necesitarán cuando se vayan de casa.

Sí, las necesidades de los padres y las madres importan, y requieren más atención y recursos de los que hoy en día ofrecen sus comunidades. Nosotras soñamos con formar parte de una comunidad en la que madres y padres puedan recargar las pilas regularmente, aprender y crear comunidad. Nos imaginamos campus escolares transformados en centros comunitarios al servicio de las familias durante las horas de la tarde o los fines de semana. Mientras las niñas y los niños se ocupan con sus actividades, madres y padres podrían recibir empatía, coaching o simplemente disfrutar de la compañía de sus iguales. También podrían hacer yoga, tai-chi, canto coral, clases de cocina o darse un masaje. Los padres y las madres y otros miembros de la comunidad podrían reunirse más a menudo para tratar las necesidades sociales y económicas más críticas de la comunidad. Nos gusta imaginar un mundo que cuente con mucho apoyo de este tipo para madres, padres y familias.

Este libro no es un sustituto del apoyo a las familias y a la crianza que nos gustaría ver en el mundo, pero esperamos que le inspire para identificar y valorar sus necesidades, así como las necesidades de sus hijas e hijos. Vivimos tiempos frenéticos; es difícil, si no imposible, satisfacer al mismo tiempo todas nuestras necesidades. La intención de hacer lo posible en este aspecto ya es un gran paso adelante.

Cubra su necesidad de saber lo que necesita

La mayoría de las madres y los padres que conocemos no lo hacen demasiado bien a la hora de atender a sus necesidades por no saber cuáles son. Como muchas madres y padres, probablemente aprendió a dejar sus necesidades de lado para amoldarse a estándares externos estipulados por su propia familia, sus profesores y profesoras y sus superiores. Dejar de lado las nece-sidades propias ha sido y sigue siendo la norma en todas las estructuras en las que algunas personas ejercen poder sobre otras –incluidas las familias, las escuelas y los gobiernos–. Ha sido sorprendente y triste para nosotras darnos cuenta que madres,padres, profesoras y profesores, a lo largo de la historia, han orientado sin ningún reparo las necesidades elementales de bebés, niños y niñas en aras de la obediencia y el conformismo.

Después de años de haber pasado por alto sus necesidades, muchas personas adultas nos dicen que se sienten insensibles; querrían ser personas más apasionadas, más vivas y más libres, como en su primera infancia. Muchas han borrado sus recuerdos más tempranos y han desistido de mencionar sus sentimientos o necesidades; o incluso tratan con suspicacia a quienes sí lo hacen, tachándoles de personas sensibleras, blandas o dependientes. Aun así, las madres y los padres con los que trabajamos que aprenden a volver a conectar con sus sentimientos y necesidades experimentan una sensación de vitalidad renovada. También consiguen ser más eficaces a la hora de atender a sus propias necesidades.

Conozca el coste de no satisfacer sus propias necesidades

En esos días frenéticos, cuando se acumulan las tareas y va corriendo de un lado a otro sin poder descansar, comer a horas regulares o encontrar un rato para relajarse, es difícil responder con entusiasmo o de forma acertada a las necesidades de sus hijas e hijos. Si no hay espacio para la diversión en su vida, será difícil que sienta entusiasmo ante la insistencia infantil por la diversión. Si no tiene a nadie que le escuche, tal vez le abrume el reto que supone escuchar a sus hijas e hijos.

El coste emocional que conlleva agotar su depósito de energía y, aun así, seguir circulando, no solo le afecta a usted, sino también a sus hijos e hijas. Acabará teniendo interacciones en las que ambas partes pierden: regañando, amenazando, gritando, exigiendo y asignando castigos y recompensas. Finalmente llegará el frenazo: cuando el agotamiento y el agobio simplemente le puedan. Con un montón de dudas, impotencia y desesperanza, lo más probable es que se cuestione el sentido y el propósito de lo que está haciendo, diga cosas que en realidad no quería decir y amenace con acciones que en realidad en absoluto quiere que se produzcan.

Otra consecuencia de descuidar sus necesidades durante demasiado tiempo es que probablemente aparezca el resentimiento. Cuando las niñas y los niños se dan cuenta del precio que paga por cuidar de ellas y ellos, tal vez se sientan culpables por recibir sus cuidados y por tanto se resistan o incluso rechacen lo que les ofrece. Al mismo tiempo, es probable que se lleven la impresión equivocada de que usted es una persona que no tiene necesidades. Y si no son conscientes de cuáles son sus necesidades, no podrán contribuir a satisfacerlas. De una forma u otra, la capacidad de cuidar de sus hijos e hijas con alegría, y la satisfacción que ellos y ellas podrían sentir al contribuir a su bienestar, se verán comprometidas.

Las niñas y los niños son empáticos por naturaleza, quieren y necesitan verse como personas generosas. Por supuesto,hay límites a lo que niñas y niños pueden aportar para satisfacer las necesidades de sus madres y padres; no se puede esperar que sean una fuente primaria para la satisfacción de las necesidades adultas. Una amiga nos contó esta historia sobre cómo su hijo encontró una manera de ayudar cuando supo lo que necesitaba:

Una tarde, mi hijo de dos años y yo habíamos estado jugando durante un buen rato, y me sentía muy cansada. Yo me quería echar una siesta, pero él seguía lleno de energía y quería seguir jugando. Le dije que estaba cansada y necesitaba descansar. Siguió insistiendo en que jugara con él. Finalmente, me puse en su lugar y le dije: Veo que te estás divirtiéndo un montón conmigo y que no quieres parar; simplemente quieres seguir jugando. Estaba tan cansada que no pude pensar en nada que pudiera decir. Yo creo que él apreció el intento de lo que yo quería expresar, porque algo cambió en él. Al poco rato apareció con su propia estrategia. Me dijo: Mami, túmbate y yo me tumbaré a tu lado. Y eso es lo que hicimos. Él se entretuvo solo y me dejó dormir media hora. Cuando me desperté me preguntó: Mami, ¿has dormido suficiente? Me conmovió mucho.

Si hay algo que deseamos cambiar en nuestras hijas y en nuestros hijos, antes deberíamos examinarlo y ver si no se trata de algo que sería mejor cambiar en nuestra persona.

Carl G. Jung

Aprenda nuevos hábitos para cuidar de su persona

Habría mucho que comentar sobre cómo aprender a reconocer las señales que nos advierten que no nos estamos cuidando, antes de sorprendernos de una crisis. Hace falta un gran compromiso y mucha perseverancia para dejar atrás viejos hábitos de abnegación y sacrificio y desarrollar nuevos hábitos de autoaceptación y autorespeto. Sin embargo, hemos visto a muchas madres y padres lograrlo, después de tomar conciencia a de que el hecho de no cuidarse contribuía a aumentar el estrés y el conflicto en la familia. Antes de que vuelva a encontrarse “circulando con el depósito vacío”, pruebe a (1) hacerse consciente de las señales que le advierten de que está sin energía o a punto de decir o hacer algo de lo que después se arrepentirá, (2) hacer una pausa y varias respiraciones profundas y (3) tomarse Tiempo para la autoconexión. Véase la sección “Tiempo para la autoconexión”, en la Parte III, Tema: Prácticas que enriquecen la vida.

EJERCICIO: Tómese 10 minutos

Si es usted un padre o una madre que está descuidando los requisitos básicos para su bienestar, puede romper el ciclo de autosacrificio tomándose cada día 10 minutos para si mismo. Unos pocos minutos representa una gran ayuda frente a no dedicar ningún tiempo. Puede dedicar ese tiempo a reflexionar sobre lo que es importante para usted, a recordar aquello por lo que siente gratitud, a meditar o a rezar, a leer algo que le inspire, a valorar sus propios esfuerzos, a darse empatía por los retos a los que se enfrenta o a celebrar cómo está cubriendo sus necesidades.

EJERCICIO: Descubra qué necesita

Le invitamos a leer la siguiente lista de necesidades. Son necesidades que todas las personas tenemos. Las madres y los padres con los que trabajamos han encontrado esta lista muy útil para reflexionar sobre las necesidades que tienen cubiertas y las que les gustaría satisfacer mejor. Algunas personas simplemente toman nota de ella mentalmente mientras van leyendo la lista; otras señalan las necesidades que están cubriendo con un signo de suma y las que no están cubriendo y les gustaría cubrir con un signo de resta. Estas personas nos cuentan que repetir periódicamente este ejercicio les ayuda a estar al día consigo mismas. También nos dicen que cuando toman conciencia de las necesidades que quieren cubrir, aparecen con más facilidad formas sencillas de satisfacerlas.

Las madres y los padres (y todas las personas) necesitan:


(Encontrará más ejemplos de necesidades en la “Lista de necesidades”, Parte III, Tema: encuentros familiares.)

Cubra su necesidad de sanar el dolor del pasado

Un reto grandísimo para poder llevar a la práctica una crianza respetuosa tiene que ver con la angustia que arrastramos del pasado, especialmente de las experiencias dolorosas vividas con nuestra propia familia en la infancia. Es probable que ni siquiera sea consciente de que tiene este dolor hasta que algo en su hijo o hija desencadene en usted una reacción automática inusualmente intensa.

Su hijo dice No y le aparta las manos cuando intenta abrocharle el cinturón de seguridad. Le abrocha el cinturón a la fuerza mientras exclama con brusquedad: ¡No me contestes así! Arranca el coche temblando, conmocionada y con sentimiento de culpa. Más tarde siente un gran abatimiento y se pregunta: ¿De dónde ha salido esa reacción? Más adelante reconoce la voz:¡Suena exactamente como mi madre! ¡Nunca pensé que yo diría algo así!

Las reacciones precipitadas y automáticas –cuando no se dan en respuesta a una verdadera emergencia– son indicadores de que está experimentando lo que Daniel Goleman llama “un secuestro emocional”1 En esos momentos, el neocórtex –la parte del cerebro donde tiene lugar el razonamiento– se bloquea para permitir que quede a cargo el cerebro primitivo, que se ocupa de la supervivencia. Cuando eso sucede, existen tres opciones: lucha, huida o parálisis. En esos momentos es fácil pensar que su hija o hijo es el problema. O tal vez ni siquiera pueda pensar y simplemente se ciegue y reaccione. Los desencadenantes automáticos que se activan cuando se tocan esas fibras son como las luces rojas del salpicadero del coche. Le están diciendo que salga de la carretera, apague el motor y abra el capó para averiguar dónde está el problema. Sin embargo, su primera reacción podría ser pisar a fondo el acelerador y seguir adelante a toda velocidad.

Cuándo pulsar el botón de pausa

Cuando esté en medio de una reacción automática intensa, como no puede confiar en su capacidad para pensar racionalmente y con claridad, sencillamente tome nota de lo que las señales intentan decirle: podría tratarse de una necesidad suya no cubierta que pide a gritos su atención, o podría ser un dolor del pasado que ha sido estimulado de nuevo. En ambos casos, pulse el botón de Pausa antes de reaccionar y tómese tiempo para la autoconexión.

Cuándo pedir ayuda

Cuando el dolor del pasado aparece con frecuencia, tome medidas fuera de la familia cuanto antes. Sanar el dolor del pasado lleva tiempo y puede ser más fácil cuando se cuenta con amistades o terapeutas. Si decide emprender ese viaje, puede iniciar una etapa emocionante de reconexión con su persona, que le permitirá traer más claridad, comprensión y armonía a sus interacciones familiares.

Cubra su necesidad de apoyo e inspiración

Tenemos la esperanza de que encontrará muchas maneras de mantener su depósito de energía lleno, comenzando por asegurarse de descansar, comer con regularidad y distraerse. También esperamos que adquiera el hábito de tomarse pausas diarias de inspiración para recordar cuáles son sus objetivos respecto a la crianza. Puede leer un párrafo de este libro, reflexionar sobre una cita o revisar alguno de los cuadros. Esperamos que, a medida que se vaya haciendo más consciente de sus necesidades, comience a percibirlas con más frecuencia y a satisfacerlas con más confianza y eficacia. Puede ser la persona vital y animada que quiere ser, por su propio bienestar y por el bienestar de sus hijas e hijos.

En lugar de castigar a nuestras hijas e hijos imponiéndoles el aislamiento, ofrezcámonos como padres o madres tiempo para descubrir nuestras propias necesidades, nuestro verdadero ser. No podrá cuidar de sus hijas e hijos hasta que no aprenda a cuidar de su propia persona.

Cheri Huber

Su propio concepto como madre o padre importa

No hay nada como ser padre o madre para descubrir defectos y facetas de uno mismo que distan de la perfección. No hay nadie como su hija o hijo para poner a prueba su habilidad para relacionarse y su agilidad en el momento una y otra vez. Y para que haga cosas que no concuerdan con lo que dice. Con tantos espejos sostenidos frente a su humanidad, es posible realizar un gran aprendizaje. No obstante, eso depende en gran medida de qué haga cuando observe esos pensamientos que distan de ser compasivos, y esas acciones que distan de ser perfectas. ¿Se va a juzgar, a reñir y a castigar? ¿O va a observar sus imperfecciones con compasión y aprender de los errores sin perderse el respeto?

Puesto que siempre hay algo nuevo que aprender –sobre su persona, sobre sus hijas e hijos, sobre sus relaciones– no puede esperar que su actuación sea perfecta. De hecho, la idea de ser un “buen” padre o una madre “perfecta” va a añadir un grado extra de dificultad a la tarea. Si, en lugar de albergar esas ideas, aborda la práctica de la crianza con la seriedad y reverencia con que los jugadores profesionales de golf practican su swing, o los músicos profesionales abordan la práctica de su instrumento, evitará el enorme hándicap que supone albergar pensamientos de autoexigencia y autocrítica. Le interesa mantener toda su energía y atención disponibles para la tarea que tiene entre manos: cuidar de sus propias necesidades y de las necesidades de sus hijas e hijos.

Aprenda de los errores con compasión

El modo en que gestiona las cosas que desearía haber hecho de manera diferente es un poderoso modelo para sus hijas e hijos. En la Clave 6 se presentan maneras específicas de aprender de los errores de forma compasiva. Estas prácticas comienzan con la comprensión de que uno siempre hace las cosas lo mejor que puede para satisfacer sus necesidades humanas. Si salta a la yugular de su pareja o grita a sus hijas e hijos no es por maldad o con una intención negativa. Detrás de cada acción que lleva a cabo y también de las de sus hijos e hijas hay necesidades humanas, tanto si se tiene conciencia sobre ellas como si no. Recordarse esto le ayudará a esquivar el autojuicio y le encaminará hacia la autoempatía, brindándose así energía positiva y motivación para poner en práctica nuevos hábitos.

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