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El todo en todo

Un mensaje de la voz de Cristo a través de un coro de ángeles, en presencia del arcángel Rafael y el arcángel Gabriel

I. Preludio

¡Luz del mundo!

Ven, extiende tu mano y toma la mía. Recorramos juntos esta parte del camino. Unidos, nos sumergiremos cada vez más profundamente en el océano de sabiduría inabarcable que es la verdad.

La realidad encierra dentro de sí el misterio de Dios. Nada de lo que ven tus ojos, o perciben tus sentidos corporales, es como parece ser. La realidad es la creación divina. Es esta una realidad que abarca, dentro y en sí, toda la gloria, el esplendor y la santidad que Dios es. Toda ella está en lo que eres.

Quisiera llevarte a ti y a aquellos que aman la verdad, de regreso al estado en que un día viviste dentro de la unidad del ser que es Dios. Es en ese estado en el que la paz de Cristo y tú son uno. Es en ese estado, o lugar dentro de la mente de Cristo, en donde eres uno con Dios y con todo lo creado.

Te estoy pidiendo que te unas más a mí, en el propósito santo de retornar al vientre de la Madre divina. Dios es Madre.

Hasta ahora, Dios mismo, en su sabiduría infinita, quiso mostrarse al mundo como Padre, además de como el amor que es. Pero desde ahora, quiere mostrarse como Madre, además de sabiduría. Lo “femenino” de Dios saldrá a la luz. En efecto, ya está manifestándose de modo evidente.

Hermano amado, lo que estoy tratado de decirte es que, así como la mente de Dios creó al Dios-padre por medio de Jesús de Nazareth, hoy quiere crear por tu intermedio al Dios en la dimensión de Madre divina. María será tu ejemplo y perfecta compañía en este propósito, porque es la encarnación de la maternidad de Dios.

María es toda mujer, toda Cristo. María es la mujer-Dios, tal como Jesús es el hombre-Dios. Si bien en cada uno de ellos reside la totalidad, es importante que consideres que, en este punto del camino, el todo de todo, para ti, habita en la unión de ambos.

II. Dualidad

Dada la dualidad que existe en el mundo en el que lo masculino ha ensombrecido muchas veces a lo femenino, hoy comenzaremos el camino de igualar ambas polaridades para poder trascenderlas. Dicho llanamente, este viaje interior, que por medio de esta obra recorremos, es la última fase del camino hacia la restauración en tu memoria espiritual y física, de la unicidad del ser que eres y que todo es.

Traer a tu memoria el estado de unidad es lo que hará que vivas en forma definitiva en ella, sin necesidad de entrar y salir cada tanto.

La unidad, que es lo que en verdad eres, ha sido vista como algo externo a ti, o como un estado que debías alcanzar. No has llegado aún a permanecer en ella todos los días de tu vida conscientemente, a pesar de que la unidad del ser que eres es la verdad acerca de ti.

De permanecer conscientemente dentro de la luz radiante de la verdad, es decir, en el corazón de Dios, es de lo que estamos hablando. Para ello es que esta obra ha sido concebida en el seno de la Madre divina, en el corazón inmaculado de María, en las entrañas mismas del amor. Para hacer que eso sea posible, debemos trascender los opuestos.

Un aspecto importante para poder trascender la dualidad es no seguir asociando a Dios solamente con lo masculino, del mismo modo que tampoco debe ser asociado únicamente con lo espiritual o informe. Cuando Jesús creó al Dios-padre, lo hizo siendo plenamente consciente de que la humanidad solo podía entender y aceptar a un Dios masculino que estuviera asociado a la autoridad, al mismo tiempo que diera espacio a la filiación y al amor.

La idea de un Padre divino era perfecta para llevar a la mente al conocimiento de un Dios que es amor y, al mismo tiempo, la fuente de la creación y la suprema autoridad de todo lo creado, sin que ello anulara la ternura. Era necesario que no se disociara la dimensión del amor a la de la autoridad y la fortaleza divina. Solo una creación de Dios-padre podía hacer eso, según el entendimiento de la época.

Mostrar al Dios que es amor ya era una idea revolucionaria para la espiritualidad de hace dos mil años, y aún sigue siéndolo. La idea de un Dios femenino simplemente no hubiera sido aceptada. La humanidad no estaba preparada para semejante asociación. Mucho menos para conocer a uno.

El enfoque de Cristo siempre incluye la realidad humana. No apura los tiempos, ni se salta ningún proceso. La verdad no pasa por alto ningún aspecto de la humanidad, sino que los integra y reúne dentro del abrazo del amor, y desde allí los hace uno con la santidad del ser que Dios es.

Despojarte de las ideas que tienes acerca de Dios no es tarea fácil, puesto que puede precipitarte al pánico. Modificar las asociaciones que tienes con la vida, con Dios y con lo que eres, es algo que debe hacerse paso a paso, puesto que solo puedes soltar algo una vez que estás listo para hacerlo. No hay necesidad de acelerar las cosas. Recuerda que el Espíritu Santo acepta tus tiempos y caminos. No tiene prisa de ninguna especie.

III. Dios es todo

Amado mío, a estas alturas, ya te habrás dado cuenta de que la mente humana tiene una fuerte inclinación a lo concreto, lo cual hace que le sea difícil entender y aceptar la pura abstracción del ser. Dado esto, Dios creó los elementos divinos que se ajustarían perfectamente bien a la realidad que, como hombre o mujer, vives o crees vivir, en el plano físico.

El Espíritu Santo es esa parte de pura potencialidad y abstracción de Dios, que mantiene viva dentro de ti a la realidad inabarcable de lo divino. Podríamos decir que es lo infinito de Dios extendido hacia ti.

El espíritu no tiene atributos, ni puede ser definido por palabras concretas. Por lo tanto, el hecho de que el espíritu de Dios, que es lo significa Espíritu Santo, viva en ti, hace que no te separes del amor in-atribuible que Dios es. El Espíritu Santo es el aspecto infinito del amor de Dios.

Dios el Padre es la autoridad divina extendida hacia tu mente. Es la ley del amor dentro de la cual todo existe, y fuera de la cual existe la nada. Una autoridad divina, como idea y como realidad, debe existir en ti, dado que de otro modo el problema de negación de la autoridad divina, o de las leyes de la creación, te llevaría al caos informe y, por ende, te alejaría del amor para siempre.

No puedes vivir sin una autoridad. Nadie ni nada puede hacerlo. En otras palabras, Dios-padre es el nombre que le damos a las leyes de la creación, cuyos límites son simplemente infranqueables. En este sentido, el Padre es la inexorabilidad del amor y la potencia de la verdad extendida a lo que eres. Es esta inexorabilidad la que impide que estés separado del amor.

Cristo es el hijo de Dios. Es el aspecto filial de la divinidad. Toda la creación, en suma infinita, es en definitiva la filiación. Cristo es Dios extendido hacia su creación, la cual depende en su totalidad de su fuente y es una con él, como ocurre con un hijo que depende de su padre. Las dimensiones de Dios padre, Dios espíritu y Dios hijo reúnen a la totalidad que Dios es.

Podríamos decir que ya no es necesario darle ninguna otra “forma” a Dios. Sin embargo, dadas las asociaciones que haces de lo masculino con lo racional y con lo que atañe a la autoridad, es necesario que dejes atrás al Dios padre que un día se te mostró, y des paso a la dimensión maternal de la divinidad.

Dejar atrás, en este caso, no significa que abandones esa versión de lo que Dios es, sino que la pongas a un costado y permitas que a su lado la acompañe el aspecto maternal del amor.

IV. Matrimonio del amor universal

Lo que se te pide es que estés dispuesto a unirte, desde ahora mismo, al Dios que es muy literalmente, matrimonio del amor universal. Esta creación que hoy damos a luz está en perfecta armonía con la voluntad de Dios y, por ende, creará una nueva realidad en tu mundo, tal como un día la creación del Dios-padre-amor cambió para siempre la historia de los hombres.

Dios es matrimonio del amor porque todo lo masculino y femenino, tal como lo consideras, reside en él, así como en toda creación verdadera. Es por medio de esa unidad matrimonial del amor universal, en la que todo lo que el amor es permanece fundido en una realidad indivisible, desde donde nace la creación.

Recuerda que nada surge de la separación, pues solo se puede crear en la unión.

La creación, hemos dicho ya, es el rostro viviente de Dios. No estamos hablando de la creación que surge de tu interpretación mental, sino de la verdadera creación divina, la cual, a pesar rodearte con su belleza por todos lados, no se puede ver cuando se la mira con los ojos del cuerpo. Los efectos del amor solo son visibles por medio de los ojos del mismo, es decir, de la visión de Cristo. Te en cuenta esta verdad a medida que avanzamos.

Jesucristo es el aspecto humano de Dios. Siendo Dios mismo, es Dios en la forma. Es el Dios-hombre. Esta realidad divina también es necesaria, dado que a la mente humana le es casi imposible pensar sin un cuerpo. La mente limitada ajusta todo en base a una forma. En otras palabras, busca darles forma a las cosas para poder entenderlas a su modo.

Tal como ya sabes, el universo físico es un universo de límites, por ende, tiene que ser un universo donde “lo concreto” forma parte esencial de lo que es. A ello llamas vida de la materia.

El pensamiento material impone un límite a la mente. Este dificulta la incorporación de ideas de infinitud. Dado que Dios es infinito, la mente limitada no lo puede comprender. De esto ya se ha hablado mucho. Lo que aquí estamos diciendo es que Jesucristo es Dios extendido al cuerpo humano, a la mente humana y a todo lo que es forma y materia. Es decir, a ese ser que llamas humanidad y todo el universo físico.

Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo y Jesucristo conforman la totalidad de los aspectos creados de la divinidad para que fueran extendidos a todo lo que eres. Jesucristo es todo lo que Dios es, reunido en la naturaleza física.

¿Puedes comenzar a ver cuánto te ama Dios, quien nunca ha dejado ni un solo aspecto de tu existencia sin estar unido a sí mismo? ¿Puedes ver cómo comienzan a caer las fichas de dominó, o cómo se van uniendo los puntos? ¿Puedes comenzar a darte cuenta de que, seas lo que seas, creas lo que creas, no puedes separarte de Dios?

Nada puede limitar al amor. Créeme cuando te digo que, si mañana te haces viento, Dios mismo se hará viento contigo y su soplo de amor vivo soplará junto a ti. Hermano mío, acepta el hecho de que no puedes separarte del amor, porque no puedes separarte de lo que eres en verdad. No puedes separarte de la vida. En otras palabras, no puedes separarte de Dios, ni él de ti.

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El seno de Dios

Un mensaje de la voz de Cristo a través de un coro de ángeles, en presencia del arcángel Rafael y el arcángel Gabriel

I. Preludio

Amado mío, hoy nos manifestamos nuevamente como presencia sensible. Te damos las gracias por tu disposición para oír la voz que, desde el cielo, quiere regalar la sabiduría divina al mundo entero por tu intermedio. Queremos también daros las gracias, en nombre del amor que Dios es, a los que recibís esta obra y la acogéis con amor y humildad.

Tened en cuenta que aquellos que os unís a esta manifestación angélica, sois a quienes el Creador ha llamado desde la eternidad para unirse a la nueva consciencia del segundo advenimiento de Cristo, como los nuevos profetas de los últimos tiempos.

Nada ocurre por casualidad. Dios no hace nada en vano. Vosotros, los que recibís estas palabras, sois literalmente parte de los ciento cuarenta y cuatro mil anunciados. Vuestras nuevas vestiduras brillan radiantes en la blancura de la pureza de María, la siempre virgen.

Hijos llamados por el cordero de Dios. Estamos reuniéndoos en el tiempo, llamándoos en todos los rincones en que os encontráis, no solo en el plano físico, sino en todas las dimensiones creadas y por crear. Estáis viviendo en los tiempos finales, los tiempos de la reunión del amor.

¡Amados del cordero! Tenéis una dulce misión que llevar a cabo, cumplirla será vuestra plenitud en el tiempo y hará que seáis un puente entre el cielo y la tierra, a través del cual fluirá la gracia divina. Nosotros, el coro de ángeles de Dios, estamos inmensamente agradecidos por permitirnos formar parte de vuestra misión y de vuestra realidad como profetas del advenimiento.

Nosotros sabemos que alcanzamos la plenitud de nuestro ser al darnos, tal como lo hace toda la creación. Servirlos a cada uno de vosotros es servir al amor, esta es la razón por la que colaborar con vosotros es causa de alegría. Servir es unir. Es incluir.

Dicho llanamente, alma enamorada, gracias por incluirnos en tu vida.

II. Dios uno

¡Luz de luz verdadera! Que alegría recorrer juntos un camino que nos permitirá trascender definitivamente las polaridades. Para ello, reconocemos la dualidad que hemos proyectado sobre Dios.

La idea de un Dios-padre era perfecta para la etapa en que aún no estabas preparado para aceptar el hecho de que tu padre y tú eran uno.

Ahora vamos dejando a un lado la idea de un Dios que era casi exclusivamente paternidad, y nos sumergimos en la verdad de la maternidad divina. No para que una reemplace a la otra, sino para que se unan en tu mente y corazón, y desde esa unión surja la verdad del Dios uno en ti.

Dado que para realizar esta trascendencia tenemos que comenzar por algún lado, comenzaremos por unirnos al hecho de que no existe en todo el universo físico una relación de mayor intimidad que la de una madre con un hijo, cuando este vive en su vientre. En esa relación, uno no puede vivir sin el otro. Esto se debe a que son una unidad, del mismo modo en que lo es la relación de Dios con Cristo tu ser.

Tú vives dentro de Dios, él te contiene, abraza y embebe todo lo que eres. Literalmente hablando, podríamos decir que la vida de Dios es el vientre donde existes, creces y te desarrollas en paz y bendición. Dada esta verdad, es justo reconocer también que Dios es madre de todos los vivientes.

Una vez que aceptas el hecho de que eres uno con la vida, porque eres uno con Dios (y esto se debe a que ambos son una unidad, tal como lo es un niño dentro del vientre de su madre) puedes comenzar a vivir en la realidad del seno de Dios.

Retornar a la Madre divina es retornar a Dios. Regresar al vientre de la madre de la vida es regresar al hogar, es decir, al reino de los cielos.

Comencemos ahora con los primeros pasos del último tramo del camino hacia la toma de consciencia, o restauración en la memoria, de la unicidad en la que somos tal como Dios nos creó para ser. Para ello, tienes un camino corto para poder seguir. Ese camino directo y seguro para llegar a Dios es el que te invito a recorrer ahora. Ese camino consiste en retornar al seno maternal de Dios en unos de sus aspectos más visibles para ti, la madre tierra.

En la madre tierra puedes observar y experimentar el aspecto providencial de la maternidad divina, su belleza y armonía. Observa como, por medio de la tierra que te ha sido dada, y en ella, la Madre nutre al hijo. Experimenta cómo la vida te abraza por todas partes.

Así como un niño lactante es alimentado por la madre, del mismo modo la Madre divina te alimenta con los frutos de la tierra. Por medio del sol te provee calor y alegría. Las aguas sacian tu sed. Los árboles que crecen desde la tierra te regalan la sombra que necesitas cuando andas por los caminos, o simplemente para disfrutar de un plácido descanso. La hierba cuida tus pies al andar y el viento acaricia tu cuerpo. La belleza de la Madre de los vivientes se manifiesta en el vuelo de las aves y los perfumes de las flores que, con sus fragancias y colores alegran la vida del hijo.

III. La tierra de Dios

Honrar la tierra, y a las criaturas que viven en ella, es honrar a la Madre divina, es amar a Dios. Si observas con amor y verdad todo lo que te rodea en el universo físico, podrás ver como Dios-madre ha previsto y provisto todo lo necesario para la vida del hijo, incluso en esa dimensión. ¿De verdad creías que tu Madre divina te abandonaría por el hecho de que te hayas auto-excluido del paraíso?

Recuerda cuando hablamos de que tu dolor es el de Dios, y de que tu decisión de estar separado del amor es el desgarro del corazón de Cristo. Con esto queremos recordarte que no existe ninguna posibilidad de que algo que hagas no genere efectos sobre Dios. La suerte del creador de la vida y la tuya están tan unidas como lo están la suerte de una madre con el hijo de su vientre, e incluso más aún.

El día que decidiste alejarte de los brazos del amor, y tu Madre celestial no tuvo otra opción que dejarte partir, ella hizo lo que toda madre amorosa hace en esas circunstancia: asegurarse de que tendrías todo lo necesario para que estés sano y salvo, y que puedas regresar sin complicaciones cuando así lo dispusieras.

Recuerda que no puedes viajar a ningún lado que no sea parte de Dios, pues este el todo de todo. En razón de esta verdad, la Madre no solo proporcionó las providencias necesarias, sino que también te acompañó en ese viaje e hizo acto de presencia en esa tierra, aunque se vio obligada a respetar la distancia prudencial que tu decisión le exigía al amor.

¿Acaso creías que aquella que te llamó a la existencia y te dio la vida, te abandonaría a tu suerte? Puedes exigirle a la creadora de la vida que respete tus decisiones, pero no puedes exigirle que te abandone, pues el amor no abandona jamás.

Hermano, hasta el aire que respiras es un regalo de la Madre divina, porque ella está en él.

Comienza a bendecir a la creación en la tierra que te es dada, porque al hacer eso bendices a la Madre de los vivientes, bendices a Dios.

Todos los seres de la tierra son tus hermanas y hermanos. ¿Acaso no comparten un mismo hogar y proceden de la misma tierra que los alimenta a todos? Todo lo que forma parte de un aspecto de la creación, forma parte de ti, esto también es verdad en el cuerpo.

El hecho de que aquello de lo que está formado todo ser viviente sea algo en común con lo que forma parte del aspecto corporal de tu ser es, debería decirte algo.

Hijo mío, no eres tan diferente con los animales, las plantas, y la atmósfera. Tampoco lo eres de los ángeles de Dios, ni de Dios mismo. Eres uno con todo lo creado y ellos contigo. Esta realidad también se refleja en la naturaleza física. Todos se necesitan, unos a otros.

No puedes vivir si no te alimentas, y no puedes alimentarte sin esa parte de la tierra que tiene la función de que te alimentes saludablemente. Esos aspectos de la creación física que permiten tu alimentación saludable son como la sangre que fluye desde la madre hacia el hijo en su vientre. Este fluir desde la tierra hacia sus hijos, los seres vivientes animados e inanimados que forman parte de ella, no existiría de no ser por el flujo del amor de Dios que va hacia sus hijos.

¿Puedes ver la analogía que existe entre el flujo de la vida que procede de Dios hacia ti en espíritu y verdad, y el fluir continuo de la vida de la tierra, la cual igualmente nutre tu existencia mientras permaneces en el tiempo?

¿Quién te provee el aire que respiras? ¿Quién hace salir el sol cada mañana? ¿Qué es lo que hace que los grillos canten? ¿Qué cosa es eso que le da vida y movimiento a todo lo que está vivo? ¿Quién les da a los átomos la inteligencia para unirse de un modo determinado, formando incontables formas, y todo en perfecto orden? La Madre de los vivientes, es decir, Dios.

¡Hermanos de todo el mundo! Amad vuestro planeta y todo lo que forma parte de él, tal como si fuera el hogar de Dios, pues allí donde vosotros moráis, está también vuestro creador. Dios ama todas las cosas. Haced lo mismo vosotros.

Amad la vida temporal por lo que es, un medio amoroso y perfecto que se os ha dado por amor, para llegar a lo eterno. Amad la vida eterna por lo que es, vuestro destino, vuestra herencia y la realidad de vuestro ser.

399
421,35 ₽
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201 стр. 3 иллюстрации
ISBN:
9789874935687
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