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Se hace cargo Juan de la Cruz de las dudas que pueden sobrevenir a sus lectores, y es él mismo el que las recoge o las suscita, empleando en sus libros el mismo estilo de dialogar con el lector que empleaba preferencialmente en su magisterio oral o hablado. A través de esas dudas suyas, reales o metódicas o metodológicas, deja más esclarecidas grandes parcelas de su pensamiento. Tiene su propia filosofía sobre las dudas: «De entre las manos nos van saliendo las dudas, y así no podemos correr con la priesa que querríamos adelante. Porque, así como las levantamos, estamos obligados a allanarlas necesariamente, para que la verdad de la doctrina siempre quede llana y en su fuerza. Pero este bien hay en estas dudas siempre, que, aunque nos impiden el paso un poco, todavía sirven para más doctrina y claridad de nuestro intento» (2S 22,1).

Como ejemplos más claros tenemos los siguientes:

* «¿Por qué Dios concede a las almas visiones sobrenaturales?»

(2S 16,13; 2S c.17).

* «Cómo no será lícito ahora en la ley de gracia preguntar a Dios por vía sobrenatural, como lo era en la ley vieja» (2S c.22).

* Mortificación total de los apetitos desordenados, chicos y grandes (1S 11,1-2, y en relación con esto sigue proponiendo otras cuantas dudas: 1S 12,1-3).

* Si los aprovechados no tienen ya que servirse nunca de la vía de la meditación y discurso y formas naturales (2S 15,1-5).

Además del planteamiento de dudas metodológicas, echa mano también Juan de la Cruz del mundo de las comparaciones, algunas de las cuales son muy decidoras. Se pueden recordar las que pone para hacer ver los daños de los apetitos desordenados (1S c.7; cc. 8-10); clarísima la comparación de el rayo del sol y la vidriera (2S 5,6-7); la de la imagen (obra de arte) y quienes la contemplan (ib, n.9); el rayo del sol que entra por la ventana (2S 14,9 y 13); el padre sentado a la mesa con sus hijos, entre los que hay uno caprichoso que pide «de un plato, no del mejor, sino del primero que encuentra...; porque no se quede sin su comida y desconsolado, dale de aquél con tristeza» (2S 21,3); la contemplación del rey y sus criados (3S 12,2).

Otras veces se sirve de lo que llama ejemplos, introduciéndose: «pongo ejemplo»; «pongamos ejemplos» (1S 13,4; 2S 3,3,4; 8,2; 19,12-13; 21,8; 3S 2,10-11). El autor presta generosamente a sus lectores todas estas ayudas para entrar en comunicación con ellos, cosa que le complace, como lo está manifestando con fórmulas como estas: «Parece que ha mucho que el lector desea preguntar» (1S 11,1); «dirá alguno» (3S 2,7-8); «dirás por ventura» (3S 2,13); «y si me dijeres» (3S 3,4); «dirás también» (ib); «y si todavía replicas» (3S 3,5).

A estos adminículos añade un consejo elemental. Medio bromeando con el lector le dice: «Y por cuanto esta doctrina es de la noche oscura, por donde el alma ha de ir a Dios, no se maraville el lector si le pareciere algo oscura. Lo cual entiendo yo que será al principio que la comenzare a leer; mas como pase adelante, irá entendiendo mejor lo primero, porque con lo uno se va declarando lo otro. Y después, si lo leyere la segunda vez, entiendo le parecerá más claro, y la doctrina más sana» (Subida, prólogo 8). Lectura asidua y ordenada y volver una y otra vez amorosamente sobre sus páginas es lo que pide para que se entienda y asimile lo que llama su doctrina sana, sustancial y sólida (Subida, prólogo 8).

18. Los protagonistas

Tratando de dar con el corazón de la obra conjunta Subida-Noche hay que fijarse en los protagonistas de ambas: Dios y el hombre, Dios y la persona humana, Dios y el alma enamorada. Cristo es el Esposo y el alma la esposa. Esta dimensión nupcial, no tan evidente al lector como en el Cántico, es esencial en la Subida. El poema no ofrece dudas sobre la identidad y presencia de ese Amado, y de esa amada de las canciones. Cuando llega a comentar el verso con ansias en amores inflamada, es decir, enamorada, descubre de quién y cómo anda enamorada: del Amado, de su Esposo y explica cómo no le ha bastado para salir adelante con su empresa «tener amor de su Esposo, sino estar inflamada de amor y con ansias» (1S 14,2). Tales ansias de amor por el Esposo Cristo le han hecho parecer muy «fáciles y aun dulces y sabrosos..., todos los trabajos y peligros de esta noche» (1S 14,3). El motivante y las motivaciones de todo lo que se le ha exigido no es otro que Dios, que Jesucristo: «por amor de Jesucristo» (1S 13,4), «por Cristo» (ib, n.6), cuya vida quiere plasmar en la propia existencia con una especie de necesidad biológica, como lo es la del propio sustento (1S 13,3-4).

Hablará también desde el lenguaje del Cantar de los Cantares (2,4) de la interior bodega o de la cela vinaria de la perfecta caridad en la que la meterá el Esposo (2S 11,9). Proclama igualmente desde el mismo Cantar cómo la esposa ha de ser huerto cerrado y fuente sellada (4,12) para el Esposo (3S 3,5). Y se recrea en comentar las palabras del Esposo a la esposa: «Ponme como señuelo sobre tu corazón, como señuelo sobre tu brazo» (Cant 8,6), hablando del amor de entrambos, de las acciones y motivos de amor, de las saetas, de la aljaba, del ejercicio de amor, etc., (3S 13,5). Estas indicaciones se encuentran en Subida; en Noche bastaría citar 1N 1,2: la declaración general de la primera canción donde el alma enamorada pondera la fuerza y calor recibidos del amor de su Esposo para emprender y culminar la salida de casa. A este paso tan significativo se puede añadir el comentario a la palabra disfrazada, en el que se proclama cómo el alma «tocada del amor del Esposo Cristo, pretendiendo caerle en gracia y ganarle la voluntad, aquí sale disfrazada con aquel disfraz que más al vivo represente las afecciones de su espíritu» (2N 21,5). No hace falta gastar más almacén, como diría el propio santo (2S 32,4), para dejar bien a las claras el aire nupcial de estos libros.

El lector, cuando se vea inmerso en la lectura de capítulos y capítulos sistematizados no tiene que olvidarse de que todo eso no está desvinculado sino bien relacionado con la vida de los dos protagonistas.

Por todo esto, no me parece certera la afirmación y los razonamientos que la anteceden y la siguen de que «desde Cántico son inteligibles Subida y Noche. Sin él no veo cómo puedan ser asumidas cristianamente con el gozo necesario para no exasperarse o desesperar en el intento»[32]. Subida es inteligible por sí misma; Noche, lo mismo. No hay que dejarse encandilar por Cántico con perjuicio manifiesto de estas otras dos obras, en las que se habla también tanto de la unión con Dios, de lo más positivo del amor, de sus grados, de las artes y juegos del amor de los esposos, etc.

19. Temas principales en Subida

Ya en el mapa del mundo espiritual que hemos trazado anteriormente queda dicho no poco de esto. Pero hay un camino muy fácil para identificar temas que le dolían especialmente a Juan de la Cruz[33]. Esto se consigue fijándose en el mundo de las exclamaciones y ponderaciones de que se sirve el autor con una cierta profusión. Para él tales partículas no son palabras vanas o inútiles.

Bajo el ¡Oh! encierra deseos de que se le entienda y se le haga caso en varias contingencias espirituales:

«¡Oh, si supiesen los espirituales cuánto bien pierden y abundancia de espíritu por no querer ellos acabar de levantar el apetito de niñerías!» etc. (1S 1,4);

«¡Oh, quién pudiera aquí ahora dar a entender y a ejercitar y gustar qué cosa sea este consejo que nos da aquí nuestro Señor de negarnos a nosotros mismos!» (2S 7,5);

«¡Oh, quién pudiese dar a entender hasta dónde quiere nuestro Señor que llegue esta negación!» (2S 7,6).

Estos clamores aquí apenas iniciados ha de leerlos en su totalidad el lector y percibirá el patetismo y la carga expresiva con que Juan de la Cruz se pronuncia ante realidades que tanto le interesan y que no le duelen menos.

Si a través de la exclamación le sorprendemos en sus clamores, no menos se le siente afectado cuando se sirve de partículas ponderativas; tales como ¡cuán! Finalizando los capítulos relativos a los daños de los apetitos desordenados (1S cc.4-10), fotografía así la situación:

«Es gran lástima considerar cuál tienen a la pobre alma los apetitos que viven en ella:

cuán desgraciada para consigo misma,

cuán seca para los prójimos y

cuán pesada y perezosa para las cosas de Dios»

(1S 10,4).

Además de situaciones negativas y dolientes, el ¡Oh! le sirve al alma para cantar jubilosa su buena ventura. En la poesía esta partícula mínima está subrayando su buena suerte: ¡oh dichosa ventura!, en la primera canción y repitiéndola en la segunda, en el tercer verso también. La estrofa quinta es el no va más del encarecimiento:

¡Oh noche que guiaste!

¡Oh noche amable más que el alborada!

¡Oh noche que juntaste

Amado con amada,

amada en el Amado transformada!

A través de estos elementos gramaticales tan diminutos, además de percibir temas importantes, entra el lector en sintonía con el autor, asociándose a su pathos mental, psicológico y espiritual más que a su discurso lógico en tantas ocasiones. La empatía es uno de los mejores caminos para una lectura plena y correcta.

Indicamos unos cuantos de esos temas –realidades y verdades– más sobresalientes:

– Cristo palabra definitiva y única del Padre (2S c.22). Es uno de los mejores y más ricos capítulos escritos por Juan de la Cruz; fue alegado en el Concilio Vaticano II.

– Cristo paradigma de perfección para caminantes (1S 13,3-4).

– Cristo camino, ejemplo y luz (2S 7,9-12).

– Cristo hermano, compañero, maestro, precio y premio (2S 22,5-7), Esposo y Amado (1S 14,2; 15,2).

– Estilo pedagógico de Dios (2S c.17). Se perfilan las directrices a que se atiene ordinariamente Dios en su condescendencia con sus criaturas.

– Biografía del alma sujeta a los apetitos desordenados que, en realidad, no son sino amor desordenado (1S cc.4-12).

– La unión con Dios (2S c.5): tema central de todos los escritos sanjuanistas. Al ir escribiendo siente la necesidad de cortar el hilo de la exposición para situar esta realidad y hacer más inteligible lo que ha dicho hasta ese punto y lo que dirá de ahí en adelante (2S 4,8).

– El mundo teologal (2S c.6). Ya queda dicho algo anteriormente; hay que añadir que, después de varios tanteos mentales, termina por implantar en este capítulo el esquema y el camino teologal, de modo que todo lo que sigue hasta el último párrafo de la obra no tiene otro sentido que hacer vivir la vida teologal frente a todos los objetos de las potencias del hombre, ya que «las tres virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, que tienen respecto a las dichas tres potencias, como propios objetos sobrenaturales y mediante las cuales el alma se une con Dios según sus potencias, hacen el mismo vacío y oscuridad cada una en su potencia: la fe en el entendimiento, la esperanza en la memoria y la caridad en la voluntad» (2S 6,1).

– Trascendencia de Dios (2S 4,4) y su presencia (2S 5,4, 6-7).

– Los fueros de la razón natural (2S cc. 21 y 22).

20. Advertencia final para la comprensión del libro

Esta obra no es un manual para llevar a nadie a la conversión inicial. Trata de vida espiritual y por lo mismo supone que ya se tiene esa vida para cuya potenciación y beneficio se escribe.

La marcha monte arriba y noche adentro se va desarrollando en tres tiempos: a) en el bautismo se recibe gratuitamente la unión inicial con Dios, germen y semilla de la plenitud a que se ha de llegar; b) la muerte del hombre viejo acaecida en y por el bautismo se sigue produciendo constantemente a lo largo de la existencia por medio de la vida teologal; c) por la acción de Dios y la colaboración del hombre se va alcanzando la unión perfecta con Dios. De todo este proceso habla acaso más claro en CB 23,6, haciendo ver cómo el itinerario de la perfección y unión con Dios en desposorio y matrimonio espiritual es itinerario bautismal, es decir, iniciado en el bautismo con la infusión gratuita de la unión germinal con Dios (Véase también LB 3,24).

Aquí en Subida pone las mismas bases citando dos textos del evangelio de San Juan: dio poder para ser hijos de Dios... a los que son nacidos de Dios (Jn 1,12-13) y el que no renaciere en el Espíritu Santo y del agua, no podrá ver este reino de Dios (Jn 3,5) y comenta: «Esto es, a los que renaciendo por gracia, muriendo primero a todo lo que es hombre viejo, se levantan sobre sí a lo sobrenatural, recibiendo de Dios la tal renacencia y filiación, que es sobre todo lo que se puede pensar» (2S 5,5).

La Subida es algo así como un libro vivo que se constituye en guía de caminantes en la noche, de escaladores que lo van repasando como quien repasa un plano o un mapa. Las mil contingencias del camino van siendo encajadas y superadas con su ayuda. Alguien se ha preguntado ¿es «practicable» la Subida?[34]. Y después de situar perfectamente la pregunta se contesta: «El verdadero contenido de Subida, sin tener que adaptarla para nada, es la vida teologal cristiana, vivida hasta el fondo, con todo lo que comporta de dones divinos, y a la vez de conversión interior y de gestos existenciales que comprometen al creyente frente a personas y cosas»[35]. Subida es practicable por los «cristianos que vivan una experiencia fuerte de Dios vivo y verdadero, trascendente y amigo, y que sean capaces de responder con amor concentrado que todo lo subordina a ese Dios colmante y trascendente» (ib).

La vocación del cristiano es la de montañero y escalador del Monte de las bienaventuranzas, del Tabor, del Calvario y del Monte Carmelo, ya que el verdadero Monte de Dios que es Cristo «es monte grueso y monte cuajado» (CB 36,10). No estará de más recordar que los alpinistas acostumbran acometer la ascensión de los picos más elevados durante la noche, con el fin de alcanzar la cumbre al despuntar el día; así la subida mística del Monte Carmelo será comenzada al atardecer y continuada bajo un condensarse las tinieblas, hasta el irradiar del Sol inmenso[36]. Así se conjunta, como hemos dicho, el simbolismo del monte y el de la noche que Juan de la Cruz funde en uno y que ha acertado a sintetizar en el ritornelo «quedarse a oscuras y sin nada» (1N 3, n.1 [tres veces], n.2 [cinco veces]). Caminar en la noche es subir al monte y subir al monte es ir haciendo la noche.

21. Nuestra edición

Perdido o destruido por el propio santo o desconocido el paradero del autógrafo sanjuanista de Subida, nos servimos del texto fundamental del llamado códice de Alcaudete (Jaén), actualmente en el Archivo Silveriano de Burgos. El códice es de la máxima garantía como copia hecha por el secretario y amigo del alma de Juan de la Cruz, Juan Evangelista. Del mismo amanuense es también la copia, conservada en el Sacromonte de Granada, de la primera redacción del Cántico (o Cántico A-1), de la Llama y de la mayor parte de las poesías.

Al frente del códice de Subida podemos leer: «Este manuscrito se halló en nuestro convento de Alcaudete y me lo fió el P. Prior Fr. Francisco Tadeo de S. Juan Bautista por el tiempo necesario para hacer la impresión de N.P.S. Juan de la Cruz. Fr. Andrés de la Encarnación».

El ms. tenía ya cuando lo examinó Andrés de la Encarnación (1716-1795) varias lagunas por falta de algunas hojas: «Bien es verdad que nos queda el vivo sentimiento de no estar concluso y que el largo espacio de casi dos siglos (escribía esto en 1763) nos robó en el medio once hojas (de la 291 a la 301, ambas inclusive) y otras muchas de su terminación. Así los referidos folios del medio, como los del fin, se han suplido de otro que se conserva en nuestro convento primitivo de Duruelo, que es también de venerable antigüedad».

La gran edición de Obras del Santo por la que tanto se desvivió Andrés de la Encarnación no se logró. El códice, según parece, se devolvió al convento de Alcaudete y allí se conservó hasta mediados del siglo pasado. Dispersados los bienes del convento, con ocasión de la exclaustración, también se perdió la pista del manuscrito. Felizmente apareció, como cuenta el P. Silverio de Santa Teresa: «El códice ha rodado por muchas librerías de lance, hasta que un buen día, llevado de mi impenitente costumbre de registrar puestos de libros y papeles viejos, di con él, y logré adquirirlo, con el contento que es de suponer» (BMC 10, p.288).

El juicio de valor del ms. dado por Andrés de la Encarnación es certero y cada día se demuestra más exacto: «Habrá pocos traslados de más estimación y crédito». Al mismo tiempo reconoce sus imprescindibles defectos: «como todas las cosas humanas por más acabadas que sean, son defectuosas, le cupieron a este escrito los descuidos de saltar algunas claúsulas que se puede fácilmente suplir o por otros manuscritos o por los mismos impresos».

Como códice auxiliar (para remediar los defectos del códice base de Alcaudete) nos sirve el manuscrito de Alba de Tormes: Archivo Carmelitas Descalzos. Lo que va entre paréntesis cuadrados o corchetes se toma de este de Alba de Tormes. En casos señalados recurrimos a la edición príncipe (=ep). Alcalá 1618.

Al final del libro tercero y de toda la obra publicamos los que figuran en varios manuscritos como capítulos 46 y 47, y así aparecen en este mismo de que nos servimos. Pueden verse acerca de esto otros detalles en la pequeña introducción que anteponemos a dichos capítulos.

En la edición hemos puesto las notas imprescindibles a pie de página. En compensación añadimos al final un simple glosario que ayude al lector a recorrer la Subida sin tropiezos lingüísticos. En las Concordancias de 1990 puede el lector repasar los usos de tales voces en Subida y las podrá configurar con más detalles.

Para otro tipo de dificultades en la lectura, el autor, consciente de la profundidad de su libro en el que dice encontrarse «doctrina sustancial y sólida» (Prólogo, 8), da un consejo obvio, de cuyo cumplimiento se promete una clarificación progresiva: «Y por cuanto esta doctrina es de la noche oscura, por donde el alma ha de ir a Dios, no se maraville el lector si le pareciere algo oscura. Lo cual entiendo yo que será al principio que la comenzare a leer; mas, como pase adelante, irá entendiendo mejor lo primero, porque con lo uno se va declarando lo otro. Y después, si lo leyere la segunda vez, entiendo le parecerá más claro, y la doctrina más sana» (Ib). El mismo Juan de la Cruz solía explicar oralmente el texto del libro a sus religiosos en Granada (Baltasar de Jesús: BMC 25, 356).

La lectura amorosa y reiterada de Subida producirá el efecto benéfico que produciría la exégesis del propio Juan de la Cruz sobre su texto.

José Vicente Rodríguez

Breve bibliografía en castellano

De la inmensa bibliografía sanjuanista, indicamos a nuestros lectores sólo lo más esencial.

Vida. Aconsejamos como reconstrucción muy aceptable (no obstante sus no pocas lagunas): Crisógono de Jesús, Vida de San Juan de la Cruz (obra póstuma), BAC, Madrid 1946; actualmente en la 12ª edición 1991. Como obra muy completa que abarca la vida, la palabra, el ambiente: Dios habla en la noche, EDE, Madrid 1990. Libro espléndido con 870 ilustraciones y biografía completa. Como obra abundante, la de Efrén-Steggink, Tiempo y Vida de San Juan de la Cruz, BAC, Madrid 1992, discutible y discutida en no pocos puntos. Libro de estilo ameno, el de J. M. Javierre, Juan de la Cruz, un caso límite, Sígueme, Salamanca 1991.

Obras completas: ediciones preparadas por Lucinio Ruano, BAC, Madrid 199113; por Eulogio Pacho, Monte Carmelo, Burgos 19934; por José Vicente Rodríguez-Federico Ruiz, EDE, Madrid 19935. Como obra cumbre Concordancias de los escritos de san Juan de la Cruz, edición preparada por Juan Luis Astigarraga-Agustín Borrell-Francisco Javier Martín de Lucas, Teresianum, Roma 1990.

Introducciones:

AA.VV., Introducción a la lectura de san Juan de la Cruz, Junta de Castilla y León, Salamanca 1991 (con buena selección bibliográfica al principio); F. Ruiz Salvador, Introducción a san Juan de la Cruz. El hombre, los escritos, el sistema, BAC, Madrid 1968; J. V. Rodríguez, San Juan de la Cruz, profeta, enamorado de Dios y maestro, Madrid 1987; E. Pacho, Iniciación a san Juan de la Cruz, Burgos 1982; San Juan de la Cruz. Temas fundamentales 1 y 2, Burgos 1984.

Recomiendo las Actas del Congreso Internacional sanjuanista celebrado en Ávila en septiembre de 1991 y sus tres volúmenes: Filología (I); Historia (II), Pensamiento (III), publicados por la Junta de Castilla y León en 1993. Verdadera enciclopedia del sanjuanismo.

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