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3) Que se encuentre debidamente contabilizado, dejándose constancia de todas las operaciones llevadas a cabo en el registro de inventarios de la empresa de conformidad con las instrucciones impartidas al efecto en la Circular N°3, de 1992.

iii) Monto de las pérdidas.

Por su parte, el monto a castigar, corresponderá al valor de costo para fines tributarios de los alimentos de conformidad con las normas que contempla el artículo 30 de la LIR, el que deberá estar debida y oportunamente contabilizado.

b) Castigo de alimentos cuya comercialización se ha vuelto inviable respecto del Impuesto al Valor Agregado (IVA).

En primer lugar, cabe precisar que el castigo de los alimentos en la forma establecida mediante la presente Circular, no afecta la utilización conforme a la Ley sobre Impuesto a las Ventas y Servicios, del IVA Crédito Fiscal relacionado con la adquisición o producción de los alimentos materia de castigo, por lo que podrá ser utilizado normalmente por el contribuyente, ello claro está, en la medida en que se cumplan los requisitos generales en virtud de los cuales se accede al citado crédito. Lo anterior se explica porque la entrega de estos bienes para su disposición en la forma señalada da cuenta de una pérdida patrimonial para la empresa, similar a la que se produce con motivo de la destrucción de las mercancías cuando ha expirado su fecha de vencimiento, de modo tal que los bienes dispuestos de la forma establecida en la presente Circular no se considerarán retirados ni como faltantes de inventario para los efectos de lo dispuesto por la letra d), del artículo 8, de la Ley sobre Impuesto a las Ventas y Servicios. Asimismo, tampoco será necesario en este caso dar aviso alguno a este Servicio respecto de la entrega de bienes conforme a esta Circular.

Por otra parte, el inciso 2°, de la letra d), del artículo 8, de la Ley sobre Impuestos a las Ventas y Servicios, dispone que constituye hecho gravado con el IVA toda entrega o distribución gratuita de bienes corporales muebles que los vendedores efectúen con fines promocionales o de propaganda, de modo que cuando la entrega de los alimentos se efectúe con tales fines, no resulta procedente la aplicación de las instrucciones contenidas en la presente Circular, encontrándose dicha entrega afecta a IVA de conformidad con la norma legal antes citada.

III.- VIGENCIA DE LAS INSTRUCCIONES.

Las presentes instrucciones entrarán en vigencia a partir de la fecha de publicación en extracto de esta Circular en el Diario Oficial. En consecuencia, las pérdidas producidas con motivo del castigo de alimentos por vencer o defectuosos que se haya efectuado conforme a las reglas de la presente Circular, se entenderán acreditadas fehacientemente ante este Servicio y podrán ser rebajadas como gasto en la determinación de la Renta Líquida Imponible de Primera Categoría, a partir del año tributario 2010, respecto de los bienes que hayan sido castigados a contar de la citada fecha de publicación.

Saluda a Ud.,

RICARDO ESCOBAR CALDERÓN – DIRECTOR

JARB/ACO/GFD

DISTRIBUCIÓN: - AL BOLETÍN - A INTERNET - AL DIARIO OFICIAL EN EXTRACTO

Habían pasado seis años y medio desde esa cena en La Rural, en Buenos Aires, cuando a Calú se le ocurrió la idea de crear un banco de alimentos en Chile.

“Por fin”, pensó Calú, “esta idea va a poder convertirse en realidad”. Ya no tenía que seguir subiendo la roca a la montaña como Sísifo. Ahora la piedra no volvería a caer más. Lo primero que hizo fue llamar a Pierina, contarle la noticia y al día siguiente se pusieron a buscar a un gerente general con un entusiasmo y energías a la altura de las necesidades y expectativas.



¡Acción!

Corría enero de 2010. Ignacio Undurraga estaba en medio de un cumpleaños cuando se enteró de que un amigo suyo estaba postulando a la gerencia general del primer banco de alimentos de Chile.

A Ignacio se le abrieron los ojos y se le pararon las orejas. Fascinado, escuchó el relato de su amigo sobre este proyecto, del cual nadie tenía idea hasta entonces. Sin duda, su pasado ignaciano y, particularmente, su experiencia en Un Techo para Chile16 despertaron con esta historia.

Ignacio tenía 28 años, estaba recién casado y no tenía hijos aún. Había renunciado a su trabajo y se había ido a recorrer el mundo con su esposa “hasta que se les acabara la plata”. Y ya estaba de vuelta, sin trabajo y buscando algo que le hiciera más sentido que su pega anterior.

–Si te arrepientes, llámame. A mí me encantaría postular a ese puesto –le dijo Ignacio a su amigo antes de irse de la fiesta.

Durante la semana siguiente, Ignacio leyó todo lo que encontró sobre los bancos de alimentos en el mundo, aprendió lo que hacían, cómo funcionaban, cuáles eran sus principales dificultades, etcétera. De modo que cuando su amigo lo llamó para contarle que ya no iba a postular al cargo, Ignacio no lo dudó ni por un segundo. Tomó el teléfono y llamó a Linzor Capital.

–Buenos días, ¿podría hablar con Carlos Ingham, por favor? Quiero postular al banco de alimentos.

Ignacio habló con Calú y al cortar el teléfono le mandó su currículum por correo electrónico.

Al día siguiente, a primera hora, Ignacio se estaba entrevistando con Matías Gutiérrez, socio de Calú en Linzor y, al subsiguiente, ya se encontraba en el banco para firmar los poderes con que tomaría las riendas de la gerencia general del primer banco de alimentos en Chile.

Ignacio es ingeniero comercial de la Universidad Católica. En ese entonces tenía experiencia en finanzas, pero también en fundaciones solidarias. Su perfil era complementario al de Calú y, además, tenía una buena red de contactos. Era joven, conocía diversas realidades sociales del país y, por sobre todo, tenía mucho entusiasmo.

De inmediato y sin rodeos, Calú le planteó su primera meta.

–Pibe, tenés tres meses para usar la oficina de Bicentenario, después, te quiero en la bodega.

Eso significaba que en tres meses tenía que conseguir una bodega, grúas, alimentos, permisos sanitarios y todo lo necesario para empezar a funcionar. La meta era demasiado exigente. No la alcanzó en ese plazo, pero sí lo hizo a los seis meses.

–Además, tenemos que hacer un plan de negocios para conseguir el primer cheque. Tu sueldo vendrá con ese primer cheque –agregó Calú, poniendo aún más presión y claridad sobre cómo debían hacerse las cosas: rápido y bien.

Aunque la frase de Calú había sido más bien motivacional, porque a todos se les pagó el sueldo como correspondía, el primer donativo sí llegó a los tres meses. Y ese primer cheque sirvió para comenzar a operar en forma independiente gracias a los primeros aportantes, entre los que estuvieron Bci, Gasco, Linzor, Nestlé, Walmart y Watt’s.

Al comienzo, todo lo hicieron Calú, Ignacio y Pierina, quien le dijo a Calú cuando consiguieron la publicación de la Circular Nº54 del SII, que ella ya había cumplido su parte y que era momento de dejarlos seguir por su cuenta. Pero Calú quería que lo acompañara un par de meses más.

–Hasta que la guagua camine –le pidió.

Y Pierina, por supuesto, aceptó. Claro que en lugar de dos meses fueron dos años. Y así fue como los tres, a veces solos, a veces en dupla, a veces con alguien más, iban a las empresas a pedir a cada una lo suyo. A las de alimentos, alimentos; a las otras, financiamiento. Y a las fundaciones, a ofrecerles ayuda.

El primer donativo inmaterial lo hizo Megacentro. Ellos cedieron un espacio de sus bodegas en San Bernardo, en un centro de distribución que recién estaban echando a andar. Era un rinconcito, casi nada, pero lo suficiente para encender el motor. De hecho, Luis Felipe Lehuedé, uno de los accionistas principales y gerente general de Megacentro, ha sido uno de los que desde siempre ha apoyado a la Red.

El segundo donativo intangible fue de Subsole –empresa productora y exportadora de fruta– que les facilitó su permiso para operar y así recibir alimentos.

La tercera fue una asesoría, que resultó fundamental en más de un sentido. Ignacio es amigo de Diego Nazar, uno de los dueños de Transportes Nazar17. Como eran amigos, Ignacio tomó su celular, fue a la N en la lista de contactos y apretó el nombre de Nazar, Diego. Se puso el aparato en la oreja y esperó.

–Hola, Diego ¿cómo estái? … Te llamo pa’ pedirte ayuda. Te cuento que ahora soy gerente de una fundación, que es un banco de alimentos y no tengo ni idea de cómo se hace funcionar bien una operación logística como esta. ¿Podrías dejarme hablar con tu gerente de operaciones para que me enseñe cómo funciona este negocio?

Al día siguiente, Ignacio estaba en las oficinas de Transportes Nazar conversando con Fernando Rodríguez.

–Vale. ¿Y ya tienen bodega?

–Sí, Megacentro nos hizo un espacio en un sitio nuevo que tienen en San Bernando.

–¿Y cámara de frío? –preguntó Fernando Rodríguez.

–¡Ah! En eso no había pensado.

En la mitad de la conversación llegó Diego, cincuenta por ciento para saludar, cincuenta por ciento para enterarse en qué “tete” se había metido su amigo. De modo que Ignacio les explicó:

–Es una fundación sin fines de lucro, que se dedica a conseguir alimentos en buen estado, pero que no se pueden comercializar, para hacérselos llegar a fundaciones que alimentan a niños, gente en situación de calle y ancianos, principalmente. Es una idea que nació en EE. UU. a fines de los años sesenta y que se ha extendido por todo el mundo. Se conocen como “bancos” de alimentos.

–¡Chuta! Qué interesante. Qué buen proyecto –dijo Diego–. ¿Cómo podemos ayudar?

–¿En serio?

–Sí, weón, en serio.

–¡Eeeh! No quería pedírtelo porque encontré que era muy patudo de mi parte, y si no queríai participar te podíai sentir obligado y no es la idea. Pero ya que lo preguntas… primero, ayúdanos con esta asesoría y después, cuando comencemos a operar, danos una mano con el transporte.

De esa asesoría surgió buena parte del conocimiento que hoy tiene la Red para operar como centro logístico de alimentos. Y de ahí también nació la necesidad de tener pallets18, una grúa horquilla y una cámara de frío (lo más caro de todo). Porque sin grúa y sin pallets no había ninguna posibilidad de echar a andar nada.

Calú llamó a Hernán Rodríguez, entonces gerente general de Forestal Mininco, y ellos les facilitaron los pallets. Después contactó a Aníbal Larraín y este movió los hilos aguas abajo en Watt’s hasta que encontraron una grúa que había sido desechada. Estaba botada en Puerto Montt. Hasta el día de hoy, Aníbal Larraín no sabe cómo lo hicieron para traerla y hacerla funcionar. Pero no solo lo hicieron, sino que lo lograron sin pagar un peso. Transportes Nazar la trajo hasta Santiago y la empresa que producía esas grúas la reparó.

Cuando la máquina estuvo en la bodega, Calú fue el primero que quiso manejarla. Pensó que era tan fácil como armar un banco de alimentos en Chile. Bueno, tan fácil no era porque cuando se subió no supo qué hacer. Instalado tras el manubrio y con cara de pregunta dijo:

–Che, ¿alguien me puede enseñar a manejar esta cosa?

Al rato, Calú daba vueltas por la pequeña bodega de San Bernardo, más contento que cabro chico en Go-Kart eléctrico el día de Navidad.

Mad Men

Es cierto que en un comienzo eran tres, pero a poco andar se sumó un cuarto: Jorge Armstrong.

Él es publicista, hijo del célebre dibujante Eduardo Armstrong, arquitecto y fundador de la revista Mampato. Calú y Jorge se habían conocido en 2008 a propósito de una licitación de Isapre Cruz Blanca, pero Jorge no se acordaba. Así que cuando, un domingo cualquiera, leyó un artículo en el diario sobre el recién creado Banco de Alimentos de Chile, le entusiasmó la idea y se comunicó con Calú. A la mañana siguiente estaba en su oficina de Linzor.

–Lo que pasa, Calú, es que yo trabajo en diseño industrial. Tengo una agencia de publicidad. Y si necesitas ayuda, yo feliz de hacerlo. Encuentro súper choro el proyecto que estás armando –le dijo Jorge Armstrong.

–Che, me parece fantástico. Porque vamos a necesitar una imagen corporativa, un logo. Nos vamos a llamar Banco de Alimentos –dijo Calú, rápido, como es siempre para captar donde hay valor.

De hecho, el primer trabajo que hizo Armstrong & Asociados (ahora Strong) fue para el Banco de Alimentos. Prepararon la parte gráfica y toda una campaña. Pero entonces supieron que alguien ya había registrado el nombre Banco de Alimentos como marca, aunque no la usaba.

–OK, alguien ya tiene la marca. Pensemos en un nombre mejor y sigamos adelante –dijo Jorge.

–¿Cómo cuál? –preguntó Pierina.

–Red de Alimentos –dijo Calú al instante.

–¡Eso! Me gusta más Red que Banco. Es más innovador, entretenido y la expresión banco de alimentos, si bien es un nombre genérico en todas partes del mundo, aquí la palabra banco va para otro lado19 –replicó Jorge.

En ese momento quedó forjado el nombre, y todo el trabajo que la agencia había hecho para Banco de Alimentos hubo que guardarlo y partir de cero. De a poco fueron creando una nueva imagen, ahora para Red de Alimentos.

Y lo primero fue una campaña comunicacional. El argumento central era que el tema del hambre era muy relevante en el mundo y que en Chile también había mucha gente que la sufría. De hecho, de acuerdo con los estudios que en ese entonces existían al respecto, uno de cada siete chilenos pasaba hambre en 2010. En ese momento, los creativos de Armstrong & Asociados (A&A), sin tiempo de testear la hipótesis, se lanzaron a la piscina con lo que decía el estudio que Calú había conseguido.

Esa campaña, al igual que todo lo que hacía en la Red, era sin gastar un solo peso. ¿Cómo se hace eso? Con algo de magia.

Dada la falta de recursos, mientras A&A grababa una campaña para otro cliente, Jorge le dijo al director:

–Viejo, ¿nos harías un favor? ¿Podrías dar vuelta la cámara para grabar esto otro? Es para una fundación sin fines de lucro que está recién partiendo –le explicó Jorge. Y luego le contó de qué se trataba la Red.

Era un minicomercial, algo súper básico. Y si bien sirvió para instalar la marca y dar a conocer la existencia de la Red de Alimentos, no tuvo mucho impacto. En rigor, no funcionó para nada, porque al igual que los empresarios reunidos en la sala de reuniones de JP Morgan siete años atrás, la gente no creía que en Chile hubiese personas que pasaran hambre. Aunque les mostraran las cifras, el comentario siempre era “pero si en este país estamos con problemas de obesidad”.

En efecto, la obesidad es parte del mismo problema: la mala alimentación por falta de educación y de recursos económicos.

Vestida para matar

A poco andar, Calú se dio cuenta de que la Red de Alimentos necesitaba proyectar una imagen de confianza y seriedad hacia las empresas donantes, tanto de alimentos, como de servicios y aportes pecuniarios. Además, observó que, si cada vez que había una reunión él iba solo, la Red se veía un poco “desnuda”. Así que decidió vestirla con un consejo asesor.

Una de las primeras gestiones que hizo fue visitar a Rodrigo Jordán en su fundación en calle Los Leones, para pedirle que lo ayudara.

–Tú tienes gran reconocimiento público, por eso quiero que te unas a nuestro consejo, para dar a conocer la Red –le pidió Calú.

Rodrigo aceptó y aunque estuvo solo un año en el consejo, su presencia ayudó a sumar a José Miguel Aguilera, presidente de Conicyt. Calú luego incorporó a Jorge Armstrong, socio de la agencia A&A20; Fernando del Solar, presidente ejecutivo de Nestlé Chile y Claudio Hohmann (de Walmart), director de empresas y exministro de Transportes en la administración de Frei. En 2012, se sumaron Aníbal Larraín, vicepresidente ejecutivo de Watt’s; Felipe Lira, presidente de Acción RSE y director de asuntos corporativos de Tresmontes Lucchetti; Enrique Ostalé, gerente general de Walmart Chile, y Ernesto Videla, general (R) del Ejército.

Miss Sloan21

A la labor de A&A, se sumó el trabajo comunicacional de Azerta. Calú conocía a Cristina Bitar y le pidió que lo ayudara a difundir las actividades y logros de la Red. Cristina ofreció hacerlo pro bono durante un tiempo.

Calú aceptó encantado, a sabiendas de que lo que estaba diciendo Cristina era que no iba a cobrar en la medida en que tuviera tiempo y no perjudicara el trabajo con sus otros clientes.

La primera tarea entonces fue dar a conocer la Red de Alimentos, comunicar que existía, qué hacía, a quiénes beneficiaba, etcétera. Pero Cristina consideró que también era interesante contar la cruzada que había llevado a cabo Calú para conseguir la circular del SII.

Luego, Cristina Bitar y Victoria Burr trabajaron en el diseño de una campaña de medios ideada por Jorge Armstrong y su equipo, que tenía como idea central una taza de arroz que se rebalsaba.

Esta primera campaña consistió en un comercial que se proyectó antes de la exhibición de cada película en la cadena de cines Hoyts durante varios meses. Se pasó en los cinco canales de TV abierta y apareció en prensa escrita. Su mensaje era que uno de cada siete chilenos sufre de hambre.

Toda esta exposición, como siempre, se logró gratis. Si se hubiera pagado, habría costado millones.

El contador

Una de las grandes contribuciones de Pierina Bocic a la Red de Alimentos fue conseguir una firma de prestigio que los auditara, en el entendido de que las cuentas claras crean confianza. La tarea no era fácil, ellos sabían que una auditoría cuesta cara y que la idea era conseguirse todo a cero pesos.

–Yo conozco a alguien que nos podría ayudar. Déjenme preguntarle y les cuento –les dijo Pierina a Calú e Ignacio.

Así, una mañana, poco antes de las 08:00, a comienzos de marzo de 2011, Pierina se acercó a uno de los apoderados del colegio de sus hijos.

–Alejandro, ¿tienes unos minutos? Necesito conversar algo importante contigo.

El otro apoderado era Alejandro Espinosa, unos de los socios principales de KPMG en Chile. Alejandro es contador auditor, había trabajado en PwC, en Irlanda, y en Telecom Italia, y estaba de vuelta en Chile hacía unos años.

Pierina le contó la labor que hace la Red de Alimentos, a quiénes beneficia y de su necesidad de convencer a los grandes empresarios para recolectar recursos monetarios y alimenticios y que, para ello, requerían demostrar el buen uso de las donaciones.

–Mira, Alejandro, una de las claves para construir confianza con las grandes empresas es ser serios. Nosotros somos serios, pero necesitamos que alguien tan serio como nosotros certifique que efectivamente es así. Esa es la única manera de abrir billeteras.

A Alejandro le fascinó el proyecto y la invitación a participar. Pero sabía que el tema era el precio.

–El problema, Pierina, es que nosotros no hacemos pro bono. De hecho, no podemos por normativa internacional, porque perderíamos independencia. Pero déjame hablar con mi socio. Quizás podamos encontrar una solución que sea buena para todos. Te insisto, me encanta la idea y lo que están haciendo. Si podemos ayudarlos, lo vamos a hacer.

Alejandro llegó al edificio institucional de KPMG Chile en Isidora Goyenechea. Subió al quinto piso, saludó a su secretaria, entró en su oficina y lo primero que hizo fue buscar en internet: “banco de alimentos”. Y, al igual que Ignacio Undurraga, leyó todo lo que encontró sobre la materia. Una vez que confirmó lo que le había contado Pierina, tomó el teléfono y llamó a Cristián Bastián, socio principal de KPMG en Chile.

–Sube y acá me cuentas –le dijo Cristián.

Alejandro salió de su oficina y se fue directo a la de Cristián, en el piso 11.

–¡Ya! Déjame ver si entiendo –le dijo Cristián–. Esta fundación se consigue alimentos de las mermas de las empresas y los distribuye entre las fundaciones que necesitan alimentos y quieren que los auditemos para generar confianza en las empresas donantes, tanto de alimentos como de dinero, ¿correcto? –preguntó Cristián.

–Correctísimo –respondió Alejandro.

–Y tú te ofreces a hacerles la pega, cobrando una tarifa simbólica –dijo Cristián.

–Justamente –afirmó Alejandro.

–Mira, por mí, no hay problema. Incluso me gusta la idea de que tengamos un área o que nos demos un espacio para hacer algo de responsabilidad social –argumentó Cristián.

–¡Excelente! –saltó Alejandro.

–No cantes victoria todavía, porque es pega tuya conseguirte el equipo que quiera acompañarte en esta cruzada –complementó Cristián.

–¡Listo! Yo me encargo. ¿Cerrado? –le preguntó Alejandro.

–Cerrado –le respondió Cristián.

Desde ese año KPMG comenzó a auditar a la Red de Alimentos y lo sigue haciendo hasta el día de hoy. Pero no siempre es el mismo equipo. En general, cuando una auditora examina a una empresa, que el equipo de trabajo (auditor en jefe, gerente, equipo de auditores junior) se mantenga es un activo, porque ya conocen la empresa y cada vez se hace más fácil el trabajo, el que, a la vez, se va perfeccionando. En el caso de la Red, ha sido tal el compromiso de quienes trabajan en KPMG, que todos quieren participar de esta auditoría, porque a todos les llama la atención y desean contribuir desde sus capacidades. Así es que cada año, Alejandro Espinosa debe configurar un nuevo equipo de trabajo, de tal modo que, al rotar el equipo, todos puedan hacer su pequeño/gran aporte a la Red.

Los donantes

Para que la Red de Alimentos funcione, necesita cuatro tipos de aportes: las cuotas de los socios (que son sus mismas fundaciones beneficiarias), los alimentos (y, ahora, los artículos de higiene personal), aportes en dinero y en horas profesionales.

Las fundaciones que reciben productos de la Red son a la vez socias de esta y, al igual que en el resto del mundo (desde 2015), hacen un aporte para contribuir a financiar una parte de los gastos, lo cual genera una sensación de compromiso y dignidad en las propias fundaciones22.

Los alimentos los entregan las empresas del rubro a las bodegas de la Red, al igual que los supermercados que entregan directo a las organizaciones sociales.

Los aportes en horas profesionales los suelen hacer quienes trabajan en empresas de servicios, tales como Strong, Azerta, DLA Piper, Dictuc, KPMG, IM Trust, Transportes Nazar, etcétera. Hasta ahora, la Red no lleva un registro económico de estos aportes que –sin duda– han sido invaluables.

Y entre las empresas que hacen aportes en dinero, hay varias combinaciones. Algunas donan dinero, otras dinero y horas hombre, otras productos y dinero. Y otras productos, dinero y horas hombre. De tal suerte que es imposible –incluso injusto– calificarlas desde el punto de vista del aporte23, porque son todos bienvenidos y la idea no es fomentar una competencia entre los aportantes, sino todo lo contrario. Por ello, en todas las memorias de la Red de Alimentos se puede ver los aportantes categorizados como socios estratégicos, socios patrocinadores, socios colaboradores, contribuyentes y media partners24. En la Memoria de 2018 se agregó la categoría de “alianzas”.

Todos son importantes.

Gente como uno

Una de las tres primeras fundaciones que se asoció a la Red de Alimentos fue la Fundación Villa Hogar Padre Hurtado25, ubicada en la comuna de Pedro Aguirre Cerda. Esta institución originalmente estaba dirigida por el Hogar de Cristo, pero ante dificultades para gestionarla, le preguntaron a las Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús, por Francisco de Sales de España, si se podían hacer cargo.

Fue así como la hermana Adelina llegó a Chile el 22 de octubre de 1991 para tomar las riendas de la Villa en enero de 1992; pero no solo para ofrecerles cama y comida –como dice ella “para eso, mejor me devuelvo a mi país”–, sino para “darles a los ancianos en situación de calle la dignidad que todo ser humano merece”.

En ese entonces el sitio era un basural, había habido una toma y la municipalidad se llevó a la mayor parte de la gente, pero dejaron a 37 adultos mayores en situación de abandono. No tenían cómo alimentarse, dónde vivir ni cómo bañarse. Había gran cantidad de bichos, nada estaba pavimentado.

–Y si un abuelito quiere bañarse –preguntó la hermana Adelina–, ¿cómo lo hace?

–Pide, por favor, a un vecino –le respondieron los mismos ancianos.

La Hermana también relata que “a otros no les gustaba bañarse”. Algunos incluso llegaban a decir que se enfermaban si se duchaban. “Pero la higiene es lo fundamental, así que el primer proyecto de mejora que se hizo fueron duchas”.

Cuando quedaron sin el apoyo del Hogar de Cristo no tenían ni un peso y, por ello, las Hermanas decidieron constituir una fundación y con los socios financian el lugar. Como estaba todo en pésimas condiciones, una gran ayuda la recibieron de la Cámara Chilena de la Construcción, que colaboró haciendo mejoras de infraestructura.

Es así como en lo que era un terreno de tierra y con muy poca construcción hoy existe una villa con casas pintadas de colores, jardines, enfermería, sala de kinesiología, unidad de cuidados intermedios y otra de cuidados especiales. Incluso, cuentan con un “spa” –como le dicen cariñosamente–, que es una sala donde a las señoras les tiñen y cortan el pelo, les arreglan manos y los pies, etcétera.

Poco después del terremoto del 2010, la Red de Alimentos se contactó con la fundación. Dos voluntarias llegaron una mañana hasta allá.

Yo no conocía a esas dos señoras. ¿Cómo llegaron? No lo sé. Yo creo que fue la Providencia. Como siempre dice la hermana Pepa con humor: “A pedir que no venga nadie, pero a dar que vengan todos, que las puertas siempre están abiertas” –recuerda con cariño la hermana Adelina.

Las dos señoras se presentaron y las hicieron pasar. Esperaron un rato hasta que regresara la hermana Adelina, que andaba en una de sus múltiples labores por la Villa. Cuando entró a su oficina se saludaron y se sentaron.

–¿En qué os puedo ayudar? –dijo la hermana Adelina, con ese inconfundible acento que tienen los españoles.

–No, Hermana, es al revés, nosotros los queremos ayudar a ustedes.

Y le contaron de qué se trataba la labor de la Red.

–¿Les interesaría ser socios de nuestra institución? –le preguntó una de ellas.

–Pero claro. Todo lo que sea donación, pues bienvenido –replicó más rápido que ligero la hermana Adelina.

Es justamente a la Villa Fundación Padre Hurtado que, a mediados de 2010, llegó la primera donación de alimentos que realizó la Red. Eran papas fritas. Nada fundamental como alimento, pero sí como impulso para echar a andar la rueda mágica en que con los años se convertiría la Red de Alimentos.

Ignacio Undurraga recuerda que cuando vio el contenido de esa primera donación pensó “Calú me va a matar, pero debemos partir con algo”.

Les pedimos a las organizaciones que hicieran un guiso de vegetales o lo que fuera. Pero tenían que usar las papas fritas cocinadas, no como snack. Y así lo hicieron. Les dijimos tengan fe en nosotros, van a venir más alimentos de aquí en adelante y así fue. –Ignacio Undurraga.

En la actualidad, la Villa es dirigida por tres hermanas. Acompañan a la hermana Adelina, la hermana Josefina, más conocida como la Pepa, quien también es española y es la que se encarga de alimentar y mantener sanos a sus abuelitos con dietas especiales para diabéticos y de presión alta; y la hermana Juana, que es boliviana. Hoy albergan a 167 adultos mayores y les proveen de una vida digna, cuidada y con compañía. Les organizan actividades, talleres, fiestas, paseos. La hermana Adelina comenta que “algunos incluso se han enamorado y se casan”.

El alcance del aporte de la Red para su fundación queda claro en las palabras de esta hábil monja, quien sin duda tiene un don innato para la administración de recursos.

La Red es una gran riqueza, el ahorro en alimentos en un momento dado supuso poder comprar el camión refrigerado. Me costó tanto con el directorio. Yo les decía que en tantos meses recuperábamos la inversión con las donaciones de la Red. Porque si no teníamos camión, había que ir con un Toyota y unas cajas de plumavit con hielo y te cabía menos alimento. También conseguimos hacer unas cámaras grandes de frío y recuperamos la plata en muy poco tiempo. Porque si nos llegaban donaciones y no teníamos dónde meterlas, ¿qué hacíamos? Tener cámaras suponía poder recibir más y atender mucho mejor a los viejitos. Las verduras, por ejemplo, las picas y las congelas y tienes para todo el invierno (…) Con el ahorro, además, pudimos construir un ala nueva para albergar más abuelitos. –Hermana Adelina.

***

A mediados del año 2007, Rosa Avendaño comenzó a sentirse mal. Los recorridos de las micros habían cambiado con la implementación del Transantiago y la baja frecuencia con que pasaban los buses hizo que –al igual que ella– millones de pasajeros optaran por tomar el Metro para ir al trabajo.

Primero fue la angustia que se apoderaba de su pecho, luego los ataques de pánico, hasta que finalmente comenzaron los desmayos. Rosita Avendaño nunca sabía en cuál estación iba a despertar, solo que –afortunadamente– siempre había un guardia a su lado.

Nunca creí en las depresiones ni en esos estados emocionales hasta que me ocurrió –relata hoy una Rosa muy tranquila y diferente a la de entonces.

Aunque trató de superarlo, no pudo. Así que, junto con su marido, Sergio Flores, decidieron abandonar Santiago y, en 2008, se mudaron a Calle Larga26, en la provincia de Los Andes. Allí, con su padre, Sergio emprendería como transportista para la división Andina de Codelco. A pesar de que es una zona de temperaturas extremas, se instalaron felices con su hijo –pequeño entonces–, en un bonito condominio.

Nacida y criada en los valores del Evangelio –aunque hoy se encuentra alejada de la Iglesia– Rosita siempre ha estado atenta a las acciones para ayudar a quienes tienen menos. Cuando vivía en Renca había visto la labor que realizaban las fundaciones repartiendo canastas de alimento. La conmovía ver la alegría en los rostros de quienes recibían los aportes; por sobre todo, la hacían recordar su difícil infancia.

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9789561236066
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