Читать книгу: «PENSAR, VIVIR Y HACER LA EDUCACIÓN: VISIONES COMPARTIDAS VOL. 3», страница 6

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La educación inclusiva como dispositivo heurístico puede ser lecturada en términos de ‘parodia del sin original’, en tanto identidad paródica fomenta condiciones desestabilizadoras, crea novedosas formas de irrupción, denota una condición móvil, sin una ubicación exacta. ¿Qué redes de significación introduce la ‘inclusión’ y la ‘educación inclusiva’, en términos de un sistema de no-identificación con las formas y códigos históricamente legitimados en la experiencia social, educativa y política? Entre sus principales desafíos destacan: a) la necesidad de dar cuenta de la relación existente entre los múltiples sujetos de la inclusión y los proyectos estado-nación y b) la formulación de un horizonte de interpelación del pensamiento educativo en la interioridad de este entramado de relaciones propuestas a través de la razón de la educación inclusiva. Finalmente, la educación inclusiva en términos epistemológicos, traza una nueva intelectualidad, impone un complejo entramado gramatical, un singular campo de latencias, sobresaltos, residuos y palimpsestos. Cada una de las dimensiones antes descritas sobre la fuerza analítica y teórica del adjetivo ‘inclusiva’, se convierte en un sitio de contra-enunciación dominante de la escolarización y de diversos proyectos intelectuales y políticos.

6.-CONCLUSIONES. INCLUIR, UN VERBO INTRANSITIVO

El verbo incluir en tanto vector de análisis y configuración de la realidad, articula su actividad a través de las nociones de performatividad –capacidad para realizar lo enunciado– y performance –múltiples formas de actuación e intervención de la realidad y del espacio–. A través de esta última, establece condiciones para permanecer en la consciencia y memoria27 de sus interlocutores, mediante singulares formas de alteración del(os) estado(s) mentales de quien(es) la(os) oye(n) –dispositivo de ecologización mental–. En tanto categoría de análisis, expresa la cualidad de mutualidad, es decir, su fuerza analítica impacta en el propio concepto –afectándolo– y afecta al entorno. Sólo con oír el susurro del verbo activa otros niveles de sensibilidad y conciencia social. Vista así, la Educación Inclusiva es una expresión teórica de la post-crítica, de la multiplicidad de diferencias, de la trasformación y de la transgresión. Es una pedagogía de lo menor. Bajo ningún punto de vista constituye una práctica específica para un tipo particular de estudiantes, tampoco se concibe como una modalidad alternativa de la educación, pues, implícitamente, atrapa su performatividad en un cambio reduccionista y absolutista, sin efecto en la realidad. Es, ante todo, un comentario constructivo que desafía al saber pedagógico contemporáneo. Las obstrucciones que enfrenta la noción de inclusión, en tanto campo y fenómeno residen, sin duda alguna, en el centro crítico del propio verbo.

¿Por qué el verbo incluir es un verbo realizativo? Lo realizativo constituye un objeto polisémico y de larga data en la filosofía analítica. A objeto de atender a la interrogante, se recurre a la contribución del lenguaje realizativo inaugurada por J.L. Austin y ampliamente difundida en su obra póstuma: “¿Cómo hacer cosas con palabras?”. La premisa central del lenguaje realizativo consiste en señalar que sus enunciados “no son verdaderos ni falsos y en realidad realizan la acción que describen” (Culler, 1998, p. 115). Son enunciados que actúan e intervienen la realidad. El verbo incluir, en este sentido, no designa acciones, realiza, moviliza, pone en acción, esculpe y activa, es ante todo un verbo activador de la transformación y la alteración del orden dominante. Es en la fuerza activadora donde reside la conexión con la metáfora ‘movilización de la frontera’, a través de su fuerza enunciativa asume la función de penetrar en otras lógicas, mover fronteras en la interpretación de la realidad, consolidar nuevas modalidades de vida y espacialidades educativas. El sentido realizativo del verbo incluir permite, primariamente, abrazar el lenguaje y sentido de la inclusión, es un sistema que hace cosas en el mundo, que activa, esculpe, afecta e interviene. Sus enunciados movilizan la conciencia, la búsqueda de otras formas de vida más centradas en las necesidades de la revolución molecular. Crea condiciones que permitan develar por una nueva esperanza social, mágicamente da vida a sus ideas y conceptos –principio de audibilidad–. Es un verbo creador de mundo, razón por la cual Ocampo (2019) sostiene que los conceptos de acontecimiento y performatividad expresan un estado hipónimo. Otra propiedad que expresa el verbo incluir es su estatus de acontecimiento –giro acontecimental–, es un verbo que transforma el mundo. Si la inclusión –campo de conocimiento y fenómeno– y la educación inclusiva –circunscripción intelectual– fundan su actividad en el ideal de la transformación social, entonces, genealógicamente, su función enunciativa impone el legado de la tesis número once de Feuerbach, trazando una compleja política de imaginación.

2 Determinación extraída de la literatura de Hill Collins.

3 Concepto introducido por Ocampo.

4 Alude al conjunto de sistemas intelectuales entrelazados, unidos o capturados, mediante complejas formas de rearticulación dan vida a un nuevo saber.

5 En adelante, estructura teórica abierta, ambivalente e intersticial. posee la capacidad de funcionar en términos de pegamento epistémico-conceptual.

6 Existe un atrapamiento que conduce a una estructura de conocimiento de carácter falsificada. La circunscripción del(los) objeto(s) de la educación inclusiva a la región de la educación especial, puede ser lecturada en términos de ‘palimpsestos’, es decir, aquello que no se puede borrar.

7 Errores en la construcción del conocimiento (Ocampo, 2017a).

8 Por expresiones del poder entiendo el conjunto de operaciones de la opresión, la dominación, la exclusión, la desigualdad estructural, la discriminación silenciada, etc.

9 Es necesario avanzar en la creación de categorías que permitan comprender su objeto, campo y método de investigación.

10 Debido a la precariedad de sistemas intelectuales que la fundan, no puede ser concebida como enfoque, perspectiva o paradigma. Observo con mayor fertilidad, abordarla como un campo de complejas influencias.

11 Los sistemas de razonamientos que permiten concebirla en términos de teoría, configuran una estructura de conocimiento falsificada, producto de la imposición del modelo epistémico y didáctico de Educación Especial. Sus distancias y proximidades teórico-metodológicas expresan un estatus complejo. Ciertamente, la Educación Inclusiva expresa un carácter transversal a todos los campos, dimensiones y ejes de tematización abordados por la Ciencia Educativa, mientras que lo especial, constituye como un campo específico, que demanda actualización a la luz de la epistemología de la Educación Inclusiva.

12 Corresponden a sistemas de anudamientos entre sus diversos recursos epistemológicos y metodológicos.

13 El saber epistemológico de la Educación Inclusiva es eminentemente sociopolítico. Se concibe como un sistema de actualización y dislocación.

14 Plantea una doble operación.

15 Su universo conceptual configurado en la imposición de la Educación Especial, articula un lenguaje de la disyunción, el esencialismo y el individualismo metodológico.

16 Instala una formación paradisciplinar. Para mayores detalles, véase: “La enseñanza de la Educación Inclusiva y la pregunta por el método: un análisis antidisciplinar”.

17 Principal característica de su campo de investigación.

18 ¿A qué tipo de relacionalidad conduce el análisis inclusivo?

19 Forma conjuntiva, alude a la lógica de y.

20 Lugar de complejas intermediaciones y rearticulaciones.

21 Se orienta a analizar cómo el poder epistémico traza límites y posibilidades a sus investigadores.

22 Expresión acuñada por Ocampo (2018).

23 No se conocen cuáles son las representaciones culturales que interroga la inclusión como tal.

24 Refiere a la instalación de una nueva razón teórica.

25 Verbo activo. Según la RAE (2019), los verbos intransitivos constituyen expresiones gramaticales que no requieren de un complemento para para que una oración singular tenga sentido. Poseen la capacidad de actuar por sí solos.

26 Concepto tomado de Bal (2018).

27 Aludo a la memoria social que actúa en tanto dispositivo de citacionalidad –aquello que hace que un evento se repita–.

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CAPÍTULO 2 CONSTRUIR TEJIDO SOCIAL CRÍTICO: UNA TAREA SOCIOEDUCATIVA

Boris Tobar Solano

“Con Leonidas Proaño ojo está aprendiendo a ver,

oreja está aprendiendo a oír, boca está aprendiendo

a hablar, pie nomás todavía no camina”

(Juanita Males)

Resumen

El artículo parte de la metáfora de tejido social para referirse a los espacios donde las personas constituyen subjetividad e intersubjetividad. Reconceptualiza la socioeducación, más allá de su comprensión como reeducación o inclusión y plantea que su tarea debe ser construir tejido social transformador de las realidades que niegan humanidad y vida plena. Revisa la práctica de algunos actores sociales emblemáticos, la misma que implica siempre una labor socioeducativa, en tanto constructora de intersubjetividad crítica. Por último, se plantea retos que pueden inspirar el trabajo de profesionales de las ciencias sociales aplicadas y de educadores sociales que acompañan procesos colectivos.

Palabras clave: tejido social, socioeducación, actores sociales, intersubjetividad.

INTRODUCCIÓN

Tejido es una metáfora dinámica, surgida de la vida. Los artesanos del Azuay son expertos en tejer sombreros de paja toquilla; los pueblos indígenas en sus telares tejen textiles que se convierten en textos donde expresan su cosmovisión. La sociedad también es como un tejido de relaciones que se dan cara a cara o través de instituciones comunitarias que permiten reproducir la vida material, social y simbólica de los pueblos y personas. Hoy, las diversas formas de tejido social, desde las más simples como la familia hasta más complejas como las organizaciones gremiales, están amenazadas de hacerse girones por un “huracán” llamado Mercado. Por ello, fortalecer dicho tejido es un reto que toca de lleno a los profesionales de las Ciencias Sociales Aplicadas, que tienen entre sus competencias la tarea socioeducativa como son los Gestores Sociales, los Trabajadores Comunitarios y los mismos Educadores Sociales.

En la globalización el tejido social, sufre una destrucción permanente por el individualismo, el consumismo y el materialismo que llevan al vaciamiento del sujeto y lo dejan sujetado a los intereses del gran capital. No resulta nuevo decir que los países se reducen a mercados, los ciudadanos se transforman en consumidores, la sociedad con mercado o incluso, la sociedad de mercado se torna en “sociedad-mercado llevada al extremo” (Gasda, 2018). Las interacciones de las personas se mercantilizan, se valora solo lo que es productivo y rentable. Incluso, las expresiones festivas de las culturas se trastocan en objeto de consumo de turistas deseosos de participar en experiencias exóticas. Las múltiples dimensiones del homo sapiens, por la varita mágica del capital, se vuelven mercancía.

Sí, al capital solo le interesa el homo oeconómicus, no el homo complejus28, pone en riesgo los fundamentos que posibilitan la reproducción de la vida humana. Estos son: la naturaleza, las personas y la sociedad misma, la reconstrucción del tejido social, de cara al cuidado de la vida ampliada se vuelve una prioridad humana, social, política y pedagógica. Solo desde espacios vitales como la familia y la comunidad, el ser humano se constituye en ser social y da contenido a su subjetividad. Más aún, en la interacción con otros escenarios críticos, construye intersubjetividad, se vuelve actor social con propuestas colectivas con los otros y para los otros. Por ello, la socioeducación como disciplina tiene que adentrarse en el conocimiento de las diversas formas de tejido social, porque conociendo el qué y el cómo de la dinámica de las múltiples formas de tejer sociedad puede generar procesos educativos, que empoderen a los sujetos colectivos y aportar en la construcción nuevas alternativas más allá del individualismo y del mercado.

En este contexto, el artículo plantea la necesidad de fortalecer los espacios donde se “teje sociedad” como son las organizaciones sociales, sean estas locales, comunitarias, de clase, étnicas, de género, generacionales, ambientalistas entre otras, que, en el marco de procesos socioeducativos, discutan su realidad, construyan intersubjetividad crítica, posicionen agendas ético-políticas para construir instituciones a la altura de la dignidad que corresponde a los pueblos y a las personas. Sin espacios críticos, las comunidades se atomizan o masifican y pierden capacidad de tener presencia con voz propia en los escenarios de la vida social.

En la primera parte de este artículo, la metodología que se sigue es teórica, porque retoma postulados de la ciencia social, mientras que en la segunda parte aborda una metodología histórico-fenomenológica en la que muestra cómo fueron surgiendo las nuevas expresiones de tejido social crítico y sus formas socioeducativas implícitas.

En concreto el artículo desarrolla cuatro puntos: (1) plantea los presupuestos de la comprensión de lo social y de la categoría tejido social, porque es necesario partir de una concepción compleja del ser humano y de la sociedad; (2) reconceptualiza la socioeducación, más allá de la reeducación y de los derechos humanos y plantea que la labor crítica de la educación es construir tejido social transformador de las realidades que niegan humanidad y vida plena; (3) revisa la práctica de algunos actores sociales emblemáticos, como labor socioeducativa en tanto constructora de intersubjetividad crítica; (4) por último, se plantean retos que pueden inspirar la tarea de socioeducadores que acompañan procesos colectivos críticos.

1. PRESUPUESTOS DE COMPRENSIÓN DE LO SOCIAL Y DEL TEJIDO SOCIAL

“Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias”

E. Galeano

Aristóteles en el libro primero de la Política, afirma que el hombre es un zoon politikón, es decir, un animal que vive en sociedad y que es capaz de organizar la vida de la Polis, con lo que describe la condición interrelacional del ánthropos, que de alguna manera está tejido por los elementos estructurantes de su carácter social, pero también, desde su aprendizaje vital, histórico y cultural, puede hacerse cargo de su presente, es decir, destejer y tejer narrativas o discursos sociales que le permiten actuar en la comunidad-polis-ciudad de cara a un proyecto colectivo de futuro. La sociedad constituye al ser humano, pero éste, desde ella y con ella construye historia social.

1.1 La Constitución compleja del sujeto con subjetividad

La constitución compleja del ser humano corpóreo, hunde sus raíces en su condición cósmica-química-natural y biológica, es un ser eco-dependiente, necesita por lo menos respirar, comer, hidratarse, dormir y refugiarse. Está atado a la naturaleza y sus recursos. Al ánthropos le es imposible liberarse de la oikos que le nutre y le posibilita la vida. No está en la naturaleza, es parte de la naturaleza. Muchos pueblos desde concepciones míticas han comprendido esta realidad y han aprendido a convivir con la tierra reconociendo su condición de seres religados a ella.

Además, como el ser humano “nace antes de tiempo” y no le es posible subsistir por sí mismo, lo hace atado a unos vínculos desde su condición de mamífero, por lo que es un animal emocional-social. El afecto hace posible los vínculos sociales con quienes se guarda proximidad sanguínea o consanguínea, y la aceptación del otro diverso como un legítimo otro en la convivencia (Maturana, 2011). Solo dentro de una comunidad vital, el ser humano, nacido dentro de ella y necesitado de ella, puede satisfacer sus necesidades y deseos abriéndose a un proceso de mayor humanización, personalización y dignificación. En este sentido, el ser humano es un ser religado a la comunidad afectiva primera que le cuida y le construye como sujeto comunitario.

En el desarrollo de la complejidad humana, junto a la condición bio-afectivo-social emerge la dimensión cultural. Los grupos humanos, comunitariamente organizados, han ido creando a lo largo de la historia, su propio modo de conseguir y procesar alimentos, protegerse del clima, expresar afecto, organizarse, valorarse, identificarse–diferenciarse y expresar su cosmovisión por medio de rituales, expresiones simbólicas y éticas. Es decir, han creado cultura. Entendida esta como toda producción humana material, social y simbólica que otorga un “velo” desde el cual, la persona actúa en la realidad, cultiva un modo particular de relacionarse y da sentido al mundo. Es por ello, que toda acción social, está cargada de elementos tangibles e intangibles que no solo reproducen la vida material, sino también las formas, los valores y los significados dentro de una determinada comunidad cultural.

Otra característica fundamental que distingue y constituye al ser humano es su historicidad. El ser humano es un sujeto, que en medio y por medio de interrelaciones socio-educativas, en instituciones primarias como la familia y la comunidad, o secundarias como la escuela, se configura como ser histórico, en una suerte de tensión entre lo colaborativo y lo rivalitario, entre los vínculos afectivos y la ley (Morin, 2006), entre lo que está constituido y lo que puede instituirse, entre lo real vivido y lo utópico que guía nuevas acciones colectivas por construir. No es solo un ser sujeto a las determinaciones biológicas o sociales, es un ser que mira el futuro, como un campo abierto de posibilidades.

Más aún, estas realidades bio-afectivo-socio-culturales e históricas son vividas de manera personal en la interioridad, en la subjetividad del sujeto, que tiene capacidad de significar y resignificar constantemente lo que acontece en el entorno. Desde la intersubjetividad posiciona su propia mirada del mundo; es capaz de soñar y sacar adelante proyectos de vida personal, en continuidad o ruptura con lo dado por la sociedad. En este sentido, el ser humano, si bien es un ser social, desde su historia familiar y experiencias personales, puede superar los condicionamientos y constituirse en un ser personal. Un sujeto con capacidad de ser crítico de las instituciones, experimentar el mundo intersubjetivamente y, desde su propia identidad de clase, de género, de etnia, de poblador, etc. soñar, hacer poesía, ilusionarse, ¡ser sujeto con interioridad y expresarla!

La comprensión que está en la base de la metáfora tejido social es el ser humano complejo, religado e, inter-retro-conectado con todas las realidades que dinamizan la vida y que constituyen al ser humano, por lo que exige miradas integrales e integradoras, de su realidad. Visiones reduccionistas sobredimensionan un ámbito de lo humano sobre otro; ponen luz en un aspecto y dejan a la sombra otros. El reto siempre es la comprensión integral de la condición humana.

1.2 El tejido social, realidad, conceptualización, características y expresiones

Los seres humanos, desde su condición comunitaria, no solo que viven, sino que conviven con otros para satisfacer sus necesidades de alimentación, seguridad, afecto, sociabilidad y otras. Por ello, desde que toman conciencia de su “ser en el mundo” descubren que están y hacen parte de un conjunto de relaciones interpersonales, mediatizadas por instituciones y estructuras que posibilitan y regulan la convivencia social. La relación de unos con otros y a veces unos contra otros, los va constituyendo en sujetos, y en la dinámica de encuentros, desencuentros, vivir y revivir con sentido los acontecimientos, construyen subjetividad e intersubjetividad.

La sociedad existe como tejido social complejo de personas, instituciones, sistemas, campos y comprensiones de la totalidad, en interacción permanente y desde luego, también en tensión constante entre fuerzas que buscan la conservación de unos modos de vida y otras que aspiran su transformación.

En el todo social se entrecruzan campos. Entre ellos el campo ecológico, que es condición de posibilidad de la existencia del homo sapiens. El campo económico, que se concreta en sistemas históricos determinados, unos que se preocupan de la reproducción de la vida humana de manera equivalencial y los que se organizan de cara a la reproducción de la inequidad. El campo cultural que transmite el sentido de la vida genera identidad y pertenencia, pero también es un escenario de tensiones y luchas (Guerrero, 2002). El campo político, que se concreta en sistemas de gestión del poder, como la voluntad de vida de un pueblo o su fetichización en instituciones auto-referenciales y sometidas al manejo de las élites, en ruptura con el poder instituyente (Dussel, 2006). El campo educativo, fundado en la realidad de la educabilidad de las personas, se realiza de manera informal en la cotidianidad vivida o de manera formal por medio de instituciones que trasmiten un proyecto determinado de sociedad en el marco de un sistema. Desde luego, en la totalidad social se entrecruzan otros campos como el de la seguridad o la comunicación, pero los que se señalan quizás son los más necesarios en todo proceso de construcción del tejido social.

En la sociedad vivida, estos campos, con sus sistemas e instituciones concretos, se los experimenta como totalidad. Solo con el desarrollo de organizaciones más complejas y especializadas, se van evidenciando los campos, los sistemas, las teorías y las instituciones históricas que sostienen el tejido social y reproducen un modo social determinado. De igual manera, con el ejercicio de pensar la vida social, sea desde las construcciones míticas, científico-sociales o filosóficas, surgen disciplinas que estudian de manera sistemática campos de la realidad, para comprender la cuestión social, sea de forma disciplinaria o interdisciplinaria.

A nivel conceptual la categoría tejido social está aún en construcción, por lo que se presentan algunos conceptos que lo dibujan, por ejemplo, “por tejido social entendemos un proceso histórico de configuración de vínculos sociales e institucionales que favorecen la cohesión y la reproducción de la vida social” (Mendoza, 2016, p. 1) en perspectiva de un buen convivir.

Desde una perspectiva institucional, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo define al tejido social como:

El conjunto de redes personales, categoriales, estructurales, formales y funcionales, de iniciativas o asociativas y mixtas o inter sistémicas, que constituyen un activo para los individuos y la sociedad pues les permite ampliar sus opciones y oportunidades para mejorar su calidad de vida. La sociedad existe como tejido social de sus ciudadanos y ciudadanas; a mayor tejido social, más sociedad. (González & León , 2010, p. 19).

En este trabajo se comprende el tejido social, en primera instancia, como toda forma de organización afectiva, comunitaria, mutual, vecinal, laboral o identitaria, que entrelaza a las personas, colectivos e instituciones para procurarse un conjunto de condiciones sociales y bienes necesarios para vivir y convivir socialmente. En segunda instancia, como el entramado de organizaciones que se articulan para demandar a las instituciones jurídico-políticas la satisfacción de necesidades y derechos y, sobre todo, incidir en la construcción de nuevos sistemas económico-políticos con instituciones justas que aseguren la reproducción de la vida material, comunitaria y simbólica de los pobladores de un determinado territorio o estado.

De estas aproximaciones se pueden extraer varias características que identifican al tejido social: Construye vínculos comunitarios de carácter sanguíneo, afectivo o territorial que permiten reconocerse como miembros de una familia o comunidad. Estos vínculos se reproducen por medio de instancias institucionales que son anteriores al sujeto y lo modelan a lo largo de la vida. Existen dentro de un sistema económico-político determinado que, en última instancia, trazan la cancha de los alcances y límites de la acción de las organizaciones. Cuentan con instancias educativas socializadoras que, de manera vital o formal, comparten a las nuevas generaciones un conjunto de normas, valores, costumbres, mitos –antiguos o modernos- que permitan la cohesión social, mantener y caminar hacia un horizonte compartido, o en algunos casos, inspiran nuevas compresiones que ponen en crisis el orden social.

Las formas de interacción y constitución de tejido social se tejen y destejen tanto en cuanto satisfagan necesidades, demandas, derechos, aspiraciones, utopías de los miembros de una determinada sociedad, que en caso de necesidad refundan nuevas formas de organización de la vida social. Pero el paso de sociedades constituidas a nuevas constituyentes no es mecánico, sino fruto de un proceso ético, social, educativo y político que, por medio de la conformación de organizaciones, la participación de los afectados, discuten las negatividades de un sistema dado y demandan nuevas lógicas y estructuras que expresen las aspiraciones sociales.

Se puede debilitar el tejido social por una estrategia del poder económico o del Estado que, desde fuera, busca romper los nexos sociales e identitarios para inmovilizar o disminuir la capacidad de acción o reacción de las familias, de los vecinos y de los colectivos que defienden derechos humanos y de los pueblos. En el caso ecuatoriano, la estrategia de destruir tejido social es evidente en las prácticas de mineras, petroleras, madereras, que con o sin auspicio del Estado dividen comunidades ancestrales, cooptan a sus líderes y a la población se le ofrece “humo de colores” que las ilusionan, con lo que se debilita su capacidad de auto organizarse o demandar al poder los derechos que le corresponden.

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