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V.

A partir del Seminario 7, La ética del psicoanálisis, Lacan comienza a coordinar el concepto de lo real con el goce. Son notables las referencias a la elaboración freudiana de la denominada segunda tópica.

Se trata de un retorno a Freud diverso del de la primera época, que tenía como huella a la “Interpretación de los sueños”, “Psicopatología de la vida cotidiana” y “El chiste y su relación con el inconsciente”.

El giro freudiano de 1920 reordena el conjunto de la teoría, la orientación de la cura, la concepción del final de análisis y la posición del analista.

A esa altura, ya no se trataba de dar cuenta de cómo se producía una cura, sino cuáles eran los obstáculos para tal finalidad.

Si la clínica con las pacientes histéricas le permitieron a Freud construir su hipótesis del inconsciente, la tarea especialmente con las neurosis obsesivas implicó la necesidad de un giro completo de toda su elaboración.

El aparato psíquico pasa a estar regulado desde el más allá del principio de placer, cuestión que implica la producción del tercer modelo pulsional: pulsión de vida, pulsión de muerte. El problema del masoquismo como primario, las resistencias estructurales (del ello y del superyó) que llevaron a modificar la concepción del aparato psíquico: la necesidad de castigo en el núcleo del síntoma, la reacción terapéutica negativa, la respuesta estereotipada de los mecanismos de defensa, el factor compulsivo del síntoma localizado tempranamente por Freud, alcanza un relieve paradigmático; tanto es así, que la tendencia al conflicto no va a estar sostenida ni en lo reprimido, ni en la fantasía, sino en el llamado fragmento de agresión libre, fundamento de goce irreductible, incurable.

El das ding freudiano que se presenta como extraño y siniestro, será localizado por Lacan por fuera de lo simbólico y lo imaginario, por lo tanto su referencia será real.

Incluso el imperativo categórico kantiano, que siendo un enunciado simbólico, en su valor de superyó freudiano, se presenta como real.

El goce como real es inaccesible a no ser por una trasgresión. Lo simbólico y lo imaginario funcionan como barreras para alcanzar lo real.

Que el goce sea real, y que se ubique en oposición al placer, va a determinar una disyunción absoluta del significante y el goce; a partir de ahí no habría posibilidad de articulación entre la dimensión del goce y la del Otro que, construido a partir de los primeros Seminarios, encuentra aquí un impasse en su formalización.

El bien y lo bello tienen el estatuto de barreras frente al goce.

Lacan afirma, por otra parte, que:

Mi tesis es que la ley moral se articula con la mira de lo real como tal, de lo real que puede ser la garantía de la Cosa. Por eso les incito a interesarse en lo que podamos llamar el acmé de la crisis de la ética, que les designé, ya de entrada, como ligado con el momento en que aparece La crítica de la razón práctica. (12)

Al mismo tiempo, si el bien es un obstáculo, para que el sujeto logre coordinarse con su deseo, lo bello no engaña, ya que más bien tiene una función de despertar, en la medida que su estructura es de señuelo.

Pero tanto lo simbólico como lo imaginario se instituyen como semblantes, haciendo las veces de barreras ante lo real.

Como ya he formulado, con “Recordar, repetir y reelaborar”, Freud va a anticipar el giro de 1920 a partir de separar dos modos de retornos en el curso de una cura, con un doble carácter de la insistencia repetitiva.

Los recuerdos que retornan como retorno de lo reprimido, vía la producción inconsciente que tiene como límite la represión primaria como un nombre de lo imposible, es un retorno que tiene una ley, un orden.

Por otro lado, da cuenta del retorno de lo que llama “piezas de vida real” (stick realen lebens) que son los que sostienen el agieren, el actuar en transferencia.

En el Seminario 11, que es donde se formaliza el invento del objeto petit a, Lacan va a dar cuenta de este modo de retorno bajo las especies de lo que va a denominar tyché y automatón, siguiendo las categorías aristotélicas. El encuentro fallido con lo real y el automatón de la insistencia significante. Lo real es nombrado objeto a, a pesar de que en la época del Seminario 11, lo real da cuenta de lo que vuelve siempre al mismo lugar, “las piezas de vida real” van a dar cuenta de un real que solo en sus últimas elaboraciones van a adquirir el estatuto del real sin ley.

Para Miller, con el Seminario 11, Lacan da cuenta de que

Se empieza por el cuerpo fragmentado de las pulsiones parciales, por las zonas erógenas, que son autónomas y que no piensan más que en su propio bien; y luego, por el contrario, hay una integración que se realiza gracias al goce pulsional, goce automático obtenido en el trayecto normal de la pulsión, en su ida y vuelta, sin transgresión (13).

Miller lo va a nombrar “elementalización de la cosa”. (14)

La repetición va a dar cuenta de la insistencia significante a partir del retorno de lo reprimido. Repetición nombrada como automatón.

Por otra parte, la tyché va a estar sostenida conceptualmente por los conceptos freudianos de trauma, el in effigie in absentia freudiano, y el paradigmático sueño del capítulo VII de La interpretación de los sueños, conocido en la literatura analítica como “padre, ¿no ves que estoy ardiendo?”.

La crucial diferencia freudiana de “Recordar, repetir y reelaborar”, va a permitir nombrar la tyché como:

Lo real como encuentro –el encuentro tanto que puede ser fallido, en tanto que es, esencialmente el encuentro fallido- se presentó primero en la historia del psicoanálisis bajo una forma que ya basta por sí sola para despertar la atención– la del trauma (15).

Por lo tanto, lo real adquiere el nombre de lo inasimilable. Pero es un real con una regularidad, una ley. Lo que nombramos como “piezas de vida real” en términos freudianos van a implicar un real sin ley.

La tyché, como real, será el soporte de lo que “no cesa de no escribirse”.

“El trauma es lo real, lo inasimilable, es un exceso de goce que escapa a la simbolización”. (16)

Aquí se hallan las bases de lo que Lacan desarrollará en Seminarios posteriores, como el 16, De un Otro al otro, y el 17, El reverso del psicoanálisis.

El objeto a, como plus de goce, se presenta como un suplemento de la pérdida de goce, articulado a los discursos. La repetición, como repetición de goce, viene al lugar que en el Seminario 7 ocupaba la transgresión. El plus de goce es articulado por Lacan tomando como referencia la plusvalía marxista.

Como dato fundamental de esta conceptualización y que tendrá un fundamental desarrollo futuro, es la articulación decisiva entre repetición y síntoma. Miller habla en los citados paradigmas del goce, de una constancia que difiere de la del fantasma fundamental. “Es una constancia, amplia, duradera”. (17)

En el crucial capítulo XIII del Seminario 16: De un Otro al otro, Lacan va a definir a lo real como el goce absoluto, en tanto vuelve siempre al mismo lugar,

[…] y así revela (la histérica) la estructura lógica de la función del goce. […] Justamente, la histérica es rechazada por plantear el goce como absoluto, por no poder responder más que desde el ángulo de un deseo insatisfecho respecto de ella misma. (18)

El goce como real, y definido a esta altura como un absoluto, es lo que se encuentra en los límites freudianos para la conclusión de la cura, tanto respecto a las resistencias estructurales (la del ello y la del superyó) como, y fundamentalmente, respecto a lo que en “Análisis terminable e interminable” se definirá como la “permanente injerencia de un fragmento de agresión libre” y los restos sintomáticos.

Pero esta conceptualización de goce como real, nos permite precisar de la mejor forma el historial clínico del “Hombre de las ratas”. La represión de la pulsión como beneficio primario, la regresión como desmezcla pulsional, el síntoma como lo extraterritorial, la conciencia como zona erógena, la paradoja de la prohibición superyoica, el inconsciente económico como sostén de la dimensión compulsiva, el aparato psíquico gobernado por el más allá del principio de placer (formulado antes del giro de 1920), la irrupción de la angustia ante la conmoción yoica (desestabilización de la nominación imaginaria).

La fijación (anal) orientada por las deudas del padre, la transferencia dando cuenta de la doble perspectiva del objeto (de la demanda: anal; del deseo: escópico), la pregunta por la existencia como un velo del matrimonio con la muerte, el fantasma masoquista en tanto hacerse golpear por los significantes (ratten), como ya he dicho.

VI.

El esquema del capítulo II del texto de Freud “El yo y el ello”, da cuenta tanto de una construcción por fuera de las categorías kantianas de espacio y tiempo, como de una figura en perspectiva topológica.

Es fundamental destacar en esa figura “surrealista” las líneas del inconsciente y el ello, que va a adquirir un gran relieve en el último Lacan.

Sabemos que el “ello” llega a Freud a través de Groddeck, proviniendo de Nietzsche.

Pero puedo destacar aquí que el antecedente en Schopenhauer. La “cosa en sí” kantiana, fue llamada por éste último “voluntad”. Esta voluntad, retomada como “sí mismo” por Nietzsche, llegará a Freud como “ello”. (19)

Ya para Schopenhauer, el cuerpo va a ser lo único en el mundo dado como voluntad.

Es este “ello”, que en el Seminario 20, Aún, de Lacan, se presentará como “eso habla, no sabe lo que dice pero goza”, y posteriormente “eso no habla, goza”.

Para Nietzsche, detrás de las ideas y los sentimientos reside el “sí mismo”; y este sí mismo es el cuerpo. Este “sí mismo” que reside en el cuerpo, explica Schopenhauer, da cuenta de una inmutabilidad en la vida de un individuo, que implica un camino absolutamente singular. Un forzamiento de ese camino determinado por la voluntad, solo puede aparejar situaciones desgraciadas. (20)

Pero es necesario aclarar que la voluntad no tiene sentido, en verdad el sentido es una respuesta a su presencia acéfala.

Aunque para T. Mann la curación psicoanalítica se inscribe en la Ilustración, por el servilismo del espíritu respecto de las pasiones, y aunque en el último Lacan no hallamos en el final de análisis un saldo de saber, sí hay producción de un significante nuevo, por fuera de la repetición como síntoma, por fuera de un sentido gozado.

Esa producción de un nuevo significante se inscribe en el debate de la Ilustración, no por la vía del ser, sino por la ex-sistencia. Ya no es falta ontológica, sino que es una cuestión óntica.

Este giro se produce a partir del capítulo 8 del Seminario 20, Aún, donde el objeto petit a de ser la referencia misma de lo real, va a advenir al estatuto de semblante, produciendo así la formalización topológica de lo real.

Por último, lo simbólico, al dirigirse hacia lo real, nos demuestra la verdadera naturaleza del objeto a. Si antes lo califiqué de semblante de ser, es porque semeja darnos el soporte del ser. (21)

Si en el Seminario 11, Lacan había formulado que el estatuto del inconsciente no es óntico sino ético, esa ética es la que va a permitir y más allá del embrollo de lo verdadero, dar lugar a la dimensión óntica del “ex-siste”.

La lectura que va a realizar Jacques-Alain Miller, es que la formulación del goce femenino, por parte de Lacan, hace caer la ya formulada ontología.

La generalización del goce femenino abre la puerta del último Lacan. Ya que la generalización del goce femenino, en verdad nombra al goce como tal, y por lo tanto el advenimiento del a como semblante y lo real como ex-sistencia.

Ya no se trata del goce edípico marcado por la castración, la prohibición y alcanzado “hegelianamente”, sino de un goce reducido al acontecimiento del cuerpo. (22)

En el Seminario 23: El sinthome, la referencia ya no va a ser Freud, sino Joyce, para dar cuenta con total precisión del punto de arribo:

La buena manera es la que, habiendo reconocido la naturaleza del sinthome, no se priva de usarlo lógicamente, es decir, de usarlo hasta alcanzar su real, al cabo de lo cual él apaga su ser. (23)

La palabra uso se encuentra así destacada, ya que da cuenta del estatuto pragmático en juego en relación a la cuestión de lo real y el sinthome.

El sinthome, escrito de este modo, viene a dar cuenta del cuarto nudo que anuda real, simbólico e imaginario. Cuarto nudo, que ya había formulado en el Seminario 22: RSI, siguiendo las huellas freudianas de “Inhibición, síntoma y angustia”. Cuarto nudo que había referido tanto al Edipo como al concepto de realidad psíquica.

Recordemos que, por ejemplo, esa formación del inconsciente que es el sueño, anuda lo hipernítido pulsional con el ciframiento inconsciente y la puesta en imágenes (RSI). Formulación que le va a permitir dar cuenta de las pulsiones como el eco en el cuerpo del hecho que hay un decir.

A su vez, en su última enseñanza, Lacan va a decir que:

Esto es lo que caracteriza la letra con la que acompaño este objeto, a saber, la letra a minúscula. Si reduzco este objeto a, a esta a minúscula, es precisamente para marcar que la letra no hace en esta oportunidad más que mostrar la intrusión de una escritura en tanto otra (autre), con una a minúscula. La escritura en cuestión, viene de otra parte que del significante. (24)

Cuestión fundamental para dar cuenta de los restos sintomáticos como un nombre de lo imposible al final del análisis. Restos de los cuales va a dar cuenta Freud en “Análisis terminable e interminable”, productos de la niederschrift (transcripción), primera transcripción de las percepciones en la “Carta 52” de Freud, que no constituye el inconsciente. Su estatuto es de letra. El inconsciente es una respuesta, arma cadena y otorga sentido.

Tomo esta referencia para dar cuenta del último escrito hallado de Lacan (25), donde habla del esp del lap en cuanto se refiere a lo que va a llamar inconsciente real, inconsciente que habla para sí. Tan sin Otro como el Hombre de los lobos en el episodio alucinatorio.

J.-A. Miller, en su curso inédito del año 2011, va a dar cuenta del paso del “eso habla, no sabe lo que dice, pero goza” del Seminario 20 de Lacan, al “eso no habla pero goza”, a partir del concepto freudiano de ello, como ya lo formulé. Como va a decir Freud, el “ello” es la sede de las pulsiones mudas.

Destaca que el ello freudiano no es un ser sino el silencio de las pulsiones. Tampoco es el goce imaginario del narcisismo.

Destaco aquí algo muy preciso del “El yo y el ello”, y es la cuestión que Freud formula acerca de que se constituye el cuerpo y por lo tanto el yo, a partir de algo semejante a una experiencia de dolor. La llamada nominación imaginaria que instituye al yo como operación respecto al autoerotismo, tiene como referencia la pulsión de muerte.

Miller destaca como cuestión fundamental, en el curso mencionado, que la fórmula freudiana es: “wo es war, soll ich werden”, y no “wo das es war, soll ich werden”. El “es”, el “ello”, no está presidido por el artículo das (el). O sea, no está objetivado. Y es este “ello” el que permite captar la autonomía del goce del cuerpo.

La cuestión es, por lo tanto, que a partir de separar el inconsciente del ello, ¿cómo podría operar el lenguaje sobre el cuerpo? Más aún, si la doctrina clásica de la interpretación hace existir esa defensa que hoy llamamos inconsciente transferencial, que es el inconsciente freudiano dinámico. De este modo el ello, es goce y no quiere decir nada. Por lo tanto la cuestión es óntica.

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2- García, G., “Oscar Masotta (1930-1979)”, en Escansión Nueva Serie (Vol. 2 Octubre), 1990.

3- Lacan, J., El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Buenos Aires, 2007, p. 128.

4- Ibíd., p. 163.

5- Lacan, J., “Variantes de la cura tipo”, Escritos 1, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 1987, p. 113.

6- Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 258.

7- Ibíd.

8- Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, 2014, p. 48.

9- Bassols, M., Lógica y clínica de las suplencias, EOLIA, España, 2000, pp. 172-173.

10- Lacan, “Respuesta al comentario de J. Hyppolite”, Escritos 1, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 1987, p. 147.

11- Ibíd., p. 150.

12- Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, op. cit., p. 95.

13- Miller, J.-A., “Los seis paradigmas del goce”, en El lenguaje, aparato de goce, Colección Diva, Buenos Aires, 2000, pp. 27-28.

14- Ibíd., pp. 31.

15- Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1999, p. 63.

16- Zack, O., “Tyché y automatón”, en Un real para el siglo XXI. Scilicet, Grama ediciones, Buenos Aires, 2014, p. 364

17- Miller, J.-A., “Los seis paradigmas del goce”, op. cit., p. 40.

18- Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De Otro al otro, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 195.

19- Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, Sarde, España, 1984.

20- Schopenhauer, A., El mundo como voluntad y representación, Círculo de lectores, Buenos Aires, 2003.

21- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 1981, p. 114.

22- Miller, J.-A., Curso “El ser y el Uno”. Inédito.

23- Ibíd.

24- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 143.

25- Lacan, J., “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”, en Otros escritos, Paidós, Buenos Airs, 2010.

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