Читать книгу: «Apocalipsis», страница 4

Шрифт:

Respuestas a sus preguntas

1 ¿Tuvieron que huir los cristianos en sábado o en invierno? En Mateo 24:20, Jesús aconsejó a sus seguidores que oraran para que su huida de Jerusalén no ocurriera ni en sábado ni en invierno. Sus oraciones recibieron respuesta. Cestio Calo se retiró de Jerusalén en noviembre del año 66 d.C. (véase las páginas 26 y 27), un mes en que el clima no es generalmente duro en esa parte del mundo. Los cristianos, entonces, no tuvieron necesidad de huir en invierno.La preocupación de Cristo por el sábado es aleccionadora. Nos indica que sabía que el sábado seguiría en vigencia en el año 66 d.C., más de treinta años después de su muerte. Jesús no puso a un lado los Diez Mandamientos. Dijo en el Sermón del Monte: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una jota o un ápice de la Ley sin que todo suceda” (Mat. 5:17, 18).

2 ¿Qué quiso decir Jesús cuando declaró: “No pasará esta generación”? Después de dar su breve lista de señales de su segunda venida, Jesús dijo: “Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mat. 24:34, 35).

El Señor quería que su declaración fuera tomada seriamente. Solo tres veces durante su ministerio se refirió a que los cielos y la tierra podrían “pasar”. En dos de ellas lo hizo para poner énfasis, por la vía del contraste, en la perdurabilidad de los Diez Mandamientos. (Véase la pregunta 1, arriba, y Lucas 16:17). La tercera ocasión es esta, de Mateo 24, cuando lo hizo para recalcar la estabilidad de su predicción relativa a “esta generación”.

Son casi innumerables las interpretaciones que los comentaristas han dado a esta expresión. Tal vez podríamos clasificarlas en dos grupos: 1) que una generación es un período, y 2) que una generación es una clase de gente.

Una generación como un período. En el primer grupo, las palabras de Cristo de Mateo 24:34 se entienden en el sentido de que el lapso que comenzaría con la aparición de las señales sería tan corto, que la gente que las viviera viviría realmente para ver a Jesús cuando regresara. Del mismo modo, una predicción que Cristo hizo en Mateo 23:36 y en la que emplea la expresión “esta generación” con relación a la caída de Jerusalén, se interpreta en el sentido de que el período que debía mediar entre esa predicción y su cumplimiento sería tan corto, que la gente que vivía cuando Jesús anunció ese fatídico acontecimiento lo experimentaría en vida.

Una generación como una clase de gente. Aunque parezca sorprendente, hay varios ejemplos en las Escrituras de que una generación es una clase de gente. Las Escrituras dicen: “Tal es la raza (generación, RVR 1960) de los que le buscan” (Sal. 24:6) y “la raza (generación, RVR) de los hombres rectos” (Sal. 112:2). Cada una de estas generaciones se refiere a una clase de gente buena. Por otra parte, en Lucas 16:8 Jesús hace la observación de que los pecadores son más “astutos” al tratar “con los de su generación”, es decir, con los de su misma clase pecadora, que los santos. En otro lugar, Jesús habla de una “generación malvada y adúltera” (Mat. 12:39), de una “generación” que no se arrepentiría (12:41), y de una “generación” que no querría escucharlo (12:42).

Conclusión. De las dos interpretaciones, la segunda parece ser la más probable; además, parece ser más razonable. Solo transcurrieron 39 años entre la predicción de Cristo en el año 31 d.C. y la caída de Jerusalén en el año 70 d.C.; sin embargo, si tomamos en cuenta la elevada mortalidad que prevalecía en aquellos días, muy pocos adultos responsables que hayan escuchado esta profecía debieron de haber vivido lo suficiente como para ver su cumplimiento. Más difícil aún sería ubicar a alguien que esté todavía vivo de entre aquellos que vieron las señales astronómicas de la segunda venida que ocurrieron durante los siglos XVIII y XIX. (Véase Apocalipsis 6 y 7.)

Es mejor decir que en Mateo 23:36 y 24:34 y 35 Jesús empleó la expresión “esta generación” para referirse a una clase de gente que resistiría y rechazaría su mensaje. No tiene sentido albergar la esperanza de que el mundo vaya a mejorar con el transcurso del tiempo, porque la mayoría de la gente continuará siendo rebelde a Dios hasta la segunda venida de Jesús. Esta clase de gente rebelde persistiría hasta el fin. (Véase 2 Timoteo 3:1 al 9 y Apocalipsis 16:9.)

Una posibilidad cierta es que Jesús se haya referido al pueblo judío, de cuya raza, o “generación”, él mismo participaba. Si esto es así, querría decir que la raza judía, por lo general inmutable en su actitud hacia él, continuaría en esa condición hasta el final del tiempo, a pesar de toda clase de desastres, incluso la caída de Jerusalén, los pogromos medievales y el holocausto nazi. La persistencia del pueblo judío como raza –o “generación”– distinta, es ciertamente uno de los fenómenos notables de la historia humana.

3. ¿Vendrá Jesús esta noche? Hay un himno religioso que dice: “Si viniera Jesús esta noche, ¿estarías listo?”

Jesús dijo en Mateo 24:14: “Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todos los gentiles. Y entonces vendrá el fin”.

Antes de hablar acerca de si Jesús va a venir esta noche, deberíamos preguntarnos: “¿Se terminará de predicar el evangelio a todas las naciones antes de que llegue esta noche?” Y antes de contestar a esta pregunta, debemos saber qué quiso decir Jesús cuando dijo: “A todos los gentiles” (a todas las naciones).

Nosotros, la gente de habla castellana, creemos generalmente que una nación es algo como España, México o Argentina; es decir, una entidad social y política, con límites internacionales y con un Gobierno central. Nos olvidamos de que en España, por ejemplo, hay diversas nacionalidades dentro de la nación, como los vascos, los catalanes y los gallegos, y que algo semejante ocurre en prácticamente todos los países hispanoamericanos. En Europa, Yugoeslavia está constituida por varios grupos raciales, cada uno de los cuales se considera una nación. Y podríamos citar otros casos.

Más importante todavía, en los tiempos del Nuevo Testamento, la palabra griega que se usaba, y de la cual se han traducido las palabras “gentiles” o “naciones” en las versiones castellanas, y que aparece en Mateo 24:14, es ethne, de la cual deriva también nuestra palabra “étnico”. Ethne, en los días de Cristo, significaba “naciones”, pero también significaba “pueblos”, “grupos de pueblos”, “clases”, “castas” y “tribus”. Ciertamente, a menudo significaba sencillamente “extranjeros” ,y por eso en algunas versiones castellanas del Nuevo Testamento se traduce por “gentiles”.18 (Véase, por ejemplo, Hechos 10:45 y Efesios 2:11.)

Para ayudarnos a comprender cabalmente la amplitud del desafío que la evangelización implica para la iglesia cristiana, el Centro para las Investigaciones y las Comunicaciones Avanzadas en Favor de las Misiones (CICAM), entidad ubicada en el sur de California, Estados Unidos, ha definido inteligentemente las palabras “gentiles” o “naciones” (ethne) por “pueblos”: grupos de diversos tamaños, que se pueden distinguir claramente de otros pueblos por su raza, su idioma, su sistema económico, sus ocupaciones o su clase social, en medida tal que planteen un desafío definido y diferente para la evangelización. En varias de las ediciones anuales de la Unreached Peoples Directory (Lista de los pueblos no alcanzados),19 esta entidad ha confeccionado listas de miles de esos pueblos, y ha puesto de manifiesto que una gran cantidad de ellos todavía está esperando oír el evangelio del Reino de Cristo. Por ejemplo, se refiere a tres mil pueblos distintos en la India solamente, separados entre sí por el idioma, la casta, la religión o la cultura. Menos de cien de esos tres mil pueblos cuentan con grupos significativos de cristianos.20

¿Cómo se puede alcanzar a todos? Con tanta gente que no ha sido alcanzada todavía, ¿cómo podemos esperar que Jesús venga pronto? Los medios de comunicación masiva y los satélites pueden ayudar a hacerlo, pero no es posible que lleven el evangelio con rapidez en los 5.390 idiomas y dialectos que se hablan en la Tierra. En miles de esos idiomas y dialectos no hay cristianos que puedan usarlos para comunicar el evangelio a través de esos medios. Además, la mayoría de la gente preferiría “ver un sermón a oírlo”.

Entre los que pretenden ser seguidores de Cristo, debería haber un renovado compromiso con la evangelización mundial. Si los habitantes de ciertos países ricos, por ejemplo, realmente quisieran que Cristo viniera pronto, ¿seguirían gastando seis veces más en sus animalitos preferidos que en la obra de evangelización mundial?21 ¿Seguirían dedicando sus veladas a mirar partidos de fútbol o a tomar cerveza?

Los cristianos que viven en los países desarrollados pueden dar generosamente de sus medios. Podrían ofrecerse como voluntarios para trabajar en el extranjero como emisarios cristianos por varias semanas o meses, recordando que en esos países son más bienvenidos los profesionales y los artesanos, los maestros y los profesores, por ejemplo, que los clérigos o los ministros. Las familias cristianas –la suya, por ejemplo– pueden elegir una zona o un grupo especial, informarse por medio de la enciclopedia o la biblioteca pública de todo lo referente a esa zona o grupo, y orar juntos por su evangelización.

Mientras tanto, los cristianos que viven en los países del tercer mundo están alcanzando con éxito a sus vecinos no cristianos. Para mí, Billiat Sapa simboliza la maravillosa dedicación de esos cristianos. Sapa era un hombre africano de raza negra con preparación superior. Él y su esposa estuvieron de acuerdo en iniciar la obra en favor de Cristo en un valle arrocero de Malawi, un pequeño país de África oriental. Cuando sus vecinos no cristianos no les permitieron vivir en ninguna de sus aldeas, él y su familia vivieron sobre una plataforma instalada en un árbol. La estación de las lluvias inundó los arrozales. Uno de los hijos de los Sapa enfermó de malaria y falleció. Pero los padres no se arredraron. El otro chico también murió, pero ellos no abandonaron la empresa. La esposa del Sr. Sapa también falleció, pero él no quiso irse. Por fin, los aldeanos se convencieron de que el Sr. Sapa verdaderamente los amaba, y que el Dios que él amaba también los amaba a ellos.”

Con más cristianos como Billiat Sapa y con un Señor como Jesús, la predicación del evangelio en todo el mundo pronto se cumpliría. “No por el valor ni por la fuerza, sino solo por mi Espíritu –dice Yahvéh Sebaot” (Zac. 4:6). El Espíritu Santo, derramado en Pentecostés sobre 120 cristianos arrepentidos y obedientes, y que además oraban, los ayudó a ganar tres mil conversos en un solo día. (Véase Hechos 2:1 al 41.) ¿Qué ocurrirá, entonces, en nuestros días, cuando miles de cristianos fieles, obedientes y arrepentidos abran plenamente sus corazones en todo el mundo para recibir el Espíritu Santo? (Véase Joel 3:1 y 2.)

Es posible que Jesús no regrese esta noche, pero podemos creer confiadamente en que viene pronto22.

1 Josefo, La guerra de los judíos, III.IV.1. Traducción de Luis Farré (Buenos Aires: Acervo Cultural/Editores, 1961), tomo IV de las Obras completas de Josefo.

2 Ibíd., II.XIII.4,5.

3 Ibíd., II.XVII.10.

4 Ibíd., II.XIX.6. Compare con (Guerra) ibíd., II.XIX.4.

5 Ibíd., VI.IX.3. Josefo afirma que la población de la ciudad en ese momento era de 1.200.000 habitantes. Los eruditos modernos dividen esa cifra por tres, cuatro y hasta diez. Véase, por ejemplo, Joachim Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1977), pp. 90-102.

6 Josefo, Guerras, VI.III.4.

7 Ibíd., VI1.I.1. Se dejaron tres torres levantadas para demostrar la antigua fortaleza de las defensas de la ciudad, y una porción del muro occidental para proteger a la guarnición romana encargada de guardar las ruinas. El resto de la ciudad y del Templo fueron arrasados.

8 Ibíd., VI.VIII.2.

9 Ibíd., XX. 1.

10 Ibíd., VII.1.3.

11 Tertuliano, Apology [Apología], p. 16; ANF, t. 3, p. 31.

12 Guerras, VI.VI.1.

13 LeRoy Edwin Froom, The Prophetic Faith of our Fathers, 4 tomos (Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Assn., 1946-1954), t. 2, pp. 31-39.

14 Ibíd., p. 58.

15 Ibíd., pp. 87, 88, 91.

16 Ibíd., pp. 116-121.

17 Ibíd., pp. 277, 278.

18 Para un estudio de panta ta ethne en Mateo, véase John P. Meier, “Nations or Gentiles in Matthew 28:19”, The Catholic Biblical Quarterly 39 (1977), pp. 94-102, en respuesta a un artículo publicado en la misma revista por D. Haré y D. Harrington, 37 (1975), pp. 359-396. Meier prefiere “naciones” o “pueblos” a cualquier traducción que parezca excluir a los judíos.

19 Unreached Peoples Directory (Monrovia, California: Centro Avanzado de Investigaciones y Comunicaciones Misioneras, 1974). C. Peter Wagner y Edward R. Dayton, editores, Unreached Peoples, p. 79 (Elgin, Illinois: David C. Cook Publishing Co., 1978).

20 George Samuel, “Unreached Peoples: An Indian Perspective”, en Wagner y Dayton, Unreached Peoples, p. 82.

21 Ralph D. Winter, “Penetrating the New Frontiers”, en Wagner y Dayton, Unreached Peoples, p. 73.

22 S. G. Maxwell, I Loved Africa (Publicado por el autor, 1975), pp. 150-156.

- Parte II -

¿Quién era Juan?
Un resumen de su vida y su época

El Apocalipsis fue escrito por “su siervo [de Dios] Juan” (Apoc. 1:1).

Juan no era un nombre común en los tiempos del Nuevo Testamento. Hay evidencia convincente en el sentido de que el Juan que escribió el Apocalipsis era el bien conocido discípulo de Jesús. (Véase Respuestas a sus preguntas, páginas 65 a 67.) Vimos a Juan hace poco en el Monte de los Olivos, mientras escuchaba atentamente el Sermón Profético a la luz de la luna. (Véase la página 15.) Nueve características referentes a su vida y a su época merecen nuestra atención, antes de que analicemos su libro.

He ahí el Cordero de Dios. Juan vio por primera vez a Jesús de pie en medio de la multitud mientras observaba a Juan Bautista que bautizaba en el río Jordán. Juan vio que Juan Bautista repentinamente suspendía su discurso, agitaba la mano con excitación en dirección de un hombre extraño e impresionante, para decir con voz tronante: “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).23El calificativo de “Cordero de Dios” impresionó profundamente la conciencia de Juan. Todos los días en el Templo, y especialmente durante la Pascua, se ofrecían corderos en sacrificio a Dios por los pecados del pueblo. Convencido de que Jesús era ciertamente el “Cordero” de Dios, Juan se refiere a él 29 veces de ese modo en el Apocalipsis.

El discípulo que Jesús amaba. Cuando vio por primera vez a Jesús, Juan debió de haber sido más o menos un adolescente. Junto a él, en medio de la multitud, se hallaba su amigo íntimo, Andrés, hermano de Simón Pedro. Cuando Juan Bautista señaló al “Cordero de Dios”, ambos, Juan y Andrés, decidieron conocer más a Jesús. (Véase Juan 1:35 al 40.)Los contactos de Juan con Cristo parece que fueron esporádicos en el curso de los siguientes meses. Probablemente, haya asistido a la boda de Caná, en la cual Jesús convirtió el agua en vino. (Véase Juan 2:1 al 11.) La mayor parte del tiempo, Juan y su hermano mayor, Santiago, junto con Andrés y su hermano Pedro, dedicaban su tiempo a pescar en el mar de Galilea para ganarse la vida. Pero cuando Jesús comenzó una amplia gira por Galilea e invitó a los cuatro jóvenes amigos a dejar la pesca para convertirse en “pescadores de hombres” (Mat. 4:18-22), dejaron sus redes y lo siguieron. De allí en adelante, sus vidas no fueron las mismas.De los doce discípulos que Jesús escogió, tres de esos cuatro amigos: Pedro, Santiago y Juan, constituyeron su círculo íntimo. No se trataba de que Jesús tuviera favoritos, sino que esos tres hombres descubrieron, más que los otros nueve, cuánto significaba Jesús para ellos. De este círculo íntimo de tres, Juan en particular llegó a ser conocido como “el discípulo a quien Jesús amaba” (Juan 21:7, 20; 20:2).

Junto a la cruz. Juan, junto con Pedro y Santiago, estuvo presente en el dormitorio cuando Jesús resucitó a la hijita de Jairo. (Véase Lucas 8:49 al 56.) Estuvo con Cristo en el monte de la transfiguración. (Véase Mateo 17:1 al 8.) Estuvo muy cerca de él cuando oraba en Getsemaní. (Véase Mateo 26:36 al 45.) Cuando la turba llegó y los otros discípulos huyeron, solo Pedro y Juan se atrevieron a seguir a Jesús y entrar en el patio del palacio donde lo juzgaban (véase Juan 18:15.) Cuando incluso Pedro se desanimó y negó a Jesús (véase Mateo 26:69-75), solo Juan se mantuvo firme. Estuvo junto a la cruz cuando Jesús murió. (Véase Juan 19:25 al 27.) En el domingo de la resurrección, Pedro y Juan “compitieron” para llegar primero a la tumba vacía; Juan, sin duda transpirando y sin aliento, llegó primero. (Véase Juan 20:1 al 4.)A este Juan, que tanto amaba a Jesús, Dios le confió la “revelación de Jesucristo”.

“Volveré”. En la última cena, Juan compartió la preocupación de los demás discípulos cuando oyeron que Jesús anunciaba: “Adonde yo voy, vosotros no podéis venir” (Juan 13:33). No entendía dónde iba a ir Jesús, ni podía soportar el pensamiento de que se fuera. Tampoco entendió la promesa que siguió: “Cuando haya ido [...] volveré” (Juan 14:3).Exactamente seis semanas después, no obstante, Juan entendió por fin lo que quiso decir Jesús, cuando afirmó: “Cuando haya ido”. Reunido con los otros discípulos cuando el Señor se despedía de ellos, lo vio elevarse gradualmente del suelo. Vio cómo Jesús ascendía y pasaba lentamente por encima de sus cabezas. Con los brazos extendidos para bendecirlos y despedirse, Jesús ascendió cada vez vez más, mientras los discípulos aguzaban la vista y estiraban el cuello para seguirlo.De repente, una nube lo envolvió y así desapareció.Casi abrumados por el pesar y el desconsuelo, Juan y sus amigos sintieron que la esperanza renacía cuando aparecieron dos personajes vestidos de blanco y disiparon su ansiedad. “Galileos, ¿qué hacéis ahí, mirando al cielo?”, preguntaron. “Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá del mismo modo que le habéis visto subir al cielo” (Hech. 1:11).Entonces Juan entendió las palabras: “Cuando haya ido [...] volveré”. También entendió mejor lo que Cristo dijo en el Monte de los Olivos acerca del “Hijo del hombre”, que vendría “sobre las nubes del cielo” (Mat. 24:30).No es extraño, entonces, que cuando Juan vio a Jesús de nuevo en su primera visión del Apocalipsis, se apresuró a escribir: “Mirad, viene acompañado de nubes; todo ojo le verá” (Apoc. 1:7). Al terminar el libro, oró: “¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Apoc. 22:20).

Un lugar en el Reino. Juan y su hermano Santiago eran conocidos como “hijos del trueno”. (Véase Marcos 3:17.) Debieron de haber sido ruidosamente discutidores. Jóvenes iracundos, aborrecedores de las injusticias de los romanos, se sintieron atraídos a Jesús primeramente porque creían que iba a derrocar el Gobierno romano. Querían combatir con él, para gobernar después con él.Convencieron a Salomé, su madre, de que pidiera a Jesús que les diera a ellos tronos a su derecha y a su izquierda, en su Reino. (Véase Mateo 20:20, 21.) ¡Imagínese cuánto se habrán enojado los demás discípulos, al enterarse de semejante pedido! ¿Qué creían que eran esos ambiciosos arribistas?Pero Jesús sintió amor por ellos, a pesar de su pedido egoísta. No los reprendió. Les preguntó, en cambio: “¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber?” (Mat. 20:22).Juan y Santiago imaginaron que Jesús estaba probando su disposición a participar de la guerrilla, y prontamente respondieron: “Sí”. No comprendían que el “cáliz” de Cristo era de abnegación. (Véase Mateo 26:39.) No comprendían que Jesús quería que atendieran a las necesidades de los demás con un espíritu de valerosa humildad, viril amabilidad y noble paciencia; que el requisito para entrar en el Reino de Cristo no es la ansiedad por combatir, sino la disposición para compartir, y servir, y sufrir, y perdonar; y si fuera necesario, morir por los demás. (Véase Mateo 25:31 al 46 y 10:38 y 39.)

Un poderoso, pero perseguido, obrero del Señor. Juan dijo que estaba dispuesto a beber del cáliz de Jesús, y el Señor dirigió las cosas para que así fuera. Después de la ascensión de Cristo al cielo, este discípulo oró con los otros 120 creyentes en el aposento alto hasta el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos y los llenó de una manera especial. (Véase Hechos 1:12 al 14; 2:1 al 4.) Testificó celosamente en las calles de Jerusalén y en los atrios del Templo. Él y Pedro fueron detenidos y llevados ante las autoridades. Cuando se les ordenó que no hablaran más acerca de Jesús, replicó con los demás: “No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hech. 4:20). Las autoridades estaban asombradas de que “hombres sin instrucción ni cultura” fueran tan valientes. “Reconocían [...] que habían estado con Jesús” (Hech. 4:13).Santiago, el hermano de Juan, fue encarcelado después y decapitado. (Véase Hechos 12:1 y 2.) Pero el discípulo amado vivió para servir a su Maestro y “beber del cáliz” a lo largo de una variada carrera. Al parecer, vivió en Jerusalén por un tiempo. Cuando Jerusalén fue “cercada por ejércitos” (Luc. 21:20; véanse las páginas 26 y 27), o tal vez un poco antes, en algún momento desconocido, dejó la ciudad para trabajar en favor de Cristo en otra parte.En el año 70 d.C. llegaron noticias de que los soldados romanos habían vuelto a Jerusalén y que habían demolido el Templo. ¿Qué pensamientos habrán quebrantado el corazón de este hombre que una vez se ofreciera para morir en defensa de Israel? Juan se dio cuenta entonces de que el Reino de Cristo ciertamente no era “de este mundo” (Juan 18:36).Juan, el “hijo del trueno”, se convirtió en Juan, el apóstol del amor. Escribió el Evangelio que lleva su nombre, y en el Nuevo Testamento se conservan tres de sus cartas. El tema del amor lo satura todo. “En esto consiste el amor”, escribió en 1 Juan 4:10; “no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó”. “Os doy un mandamiento nuevo”, escribió al recordar las palabras de Jesús: “que os améis los unos a los otros [...] como yo os he amado” (Juan 13:34).¡Juan tenía aceite en su lámpara! (Véase las páginas 39, 40.) El discípulo a quien Jesús amaba fue transformado por el Señor a quien él amaba.

Antecedentes familiares. Juan procedía de una familia íntimamente unida y muy dedicada. Su padre, Zebedeo, le enseñó a trabajar. Estos tres hombres, Zebedeo, Santiago y Juan, estaban trabajando intensamente junto a sus redes cuando Jesús llamó a los muchachos para que lo siguieran. Salomé, la madre, manifestó muy poco juicio cuando solicitó favores especiales para sus hijos, pero su disposición a sacar la cara por ellos dice mucho acerca de su interés. En efecto, cuando los jóvenes decidieron seguir a Jesús, parece que Salomé se fue con ellos, junto con otras mujeres, para cocinar y remendar ropa para Jesús y sus seguidores. (Compare Marcos 15:40, Mateo 27:56 y 4:21.)Salomé estaba con Juan junto a la cruz cuando el Señor pidió a su discípulo que cuidara de su madre, María. Jesús sabía que podía confiar su madre a un hombre que amaba a su propia madre.Mientras Santiago vivía, él y Juan eran compañeros casi inseparables. Hijos del trueno ambos, debieron de haberse enredado en muchas violentas discusiones. Pero se mantuvieron juntos; y Juan pudo decir más tarde, con autoridad: “Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Juan 4:20).

El curso del Imperio Romano. Hasta donde podemos saber, Juan nació alrededor del año 10 d.C., cuando el gran Augusto, el primer emperador romano, estaba a cargo de los asuntos del Estado. Al pasar los años, los heraldos imperiales anunciaron sucesivamente la elección del emperador Tiberio en el año 14 d.C.; de Calígula, el medio loco, en el 37; del apagado pero eficiente Claudio en el 41; y del infame Nerón en el 54.Este, cuando todavía no tenía treinta años, decapitó a Pablo. También incendió Roma, en su intento de despejar un espacio lo suficientemente grande como para que cupiera en él su nuevo palacio. El incendio se volvió incontrolable, y ardió día y noche hasta dañar diez de los catorce distritos de Roma. Cientos de miles de personas que perdieron sus hogares y sus fuentes de trabajo estaban fuera de sí. Para pacificarlos, Nerón detuvo a un puñado de cristianos, que usó como chivos expiatorios, y abrió sus propiedades privadas para celebrar un entretenimiento público. El historiador Tácito nos dice que Nerón envolvió a algunos cristianos en pieles de animales, y los entregó para que sirvieran de alimento a perros feroces. A otros los crucificó. A otros los quemó vivos, para que alumbraran como antorchas.24Nerón falleció en el año 68 d.C. Antes de que el año 69 terminara, los ejércitos amotinados suscitaron tres emperadores transitorios: Galba, Otón y Vitelio; y un cuarto, Vespasiano, que actuó muy bien por espacio de una década. Antes de llegar a ser emperador, Vespasiano desató la “guerra judía”. Cuando falleció, en el año 79, fue sucedido por su hijo Tito, quien había completado la conquista de Jerusalén y era “el mimado de los romanos”. En el año 81, dos años más tarde, el hermano mayor de Tito, Domiciano, ascendió al poder.El emperador Tito era encantador; tenía buena suerte y éxito. Domiciano era torpe, fracasado y desmañado. Cuando la sociedad romana no le brindó el respeto que creía merecer, se declaró divino y exigió adoración. Oficialmente se denominaba “señor” y “dios”. Algunos poetas obsecuentes, en consonancia con esto, daban el calificativo de “sagrado” hasta a los peces que él comía.25La persecución de Nerón afectó solo a los cristianos de Roma. La locura de Domiciano llegó más lejos. A los cristianos de muchos lugares se les exigía que ofrecieran incienso para adorar su estatua. Cuando se rehusaban, los gobernadores de Domiciano los multaban, los exiliaban, y en casos excepcionales, los ejecutaban. Dominado por la ira, Domiciano llegó a dar muerte a su propio primo, el cónsul Clemente, quien era cristiano, y exilió a la esposa cristiana de este, Domitila, confinándola en una isla.26Juan, que aparentemente estaba viviendo en Éfeso cuando Domiciano comenzó la persecución, fue detenido y exiliado a la isla de Patmos, 80 o 90 kilómetros al sur de Éfeso, en el Mar Egeo. Un siglo después, Tertuliano, un autor cristiano, recordaba haber oído que Juan fue castigado primeramente en Roma, donde fue “sumergido en aceite hirviendo, del que salió ileso, y de ahí remitido a la isla de su exilio”.27Juan no fue el único que padeció persecución. Se presenta ante sus lectores como “participante” de sus tribulaciones. (Apoc. 1:9.)Las persecuciones de Domiciano comenzaron en el año 95. Cuando el emperador Nerva lo sucedió en el trono en el año 96, se cree que Juan fue liberado en una amnistía general concedida a los cristianos, y que regresó a Éfeso para terminar allí de escribir el Apocalipsis antes de su muerte.

Juan y Daniel. Si en el año 27 d.C. Juan tenía unos 17 años cuando oyó que Juan Bautista decía que Jesús era el “Cordero de Dios”, tuvo que haber tenido unos 85 cuando se hallaba solo en Patmos, sumergido en el pasado, y preparado “por el Espíritu” para recibir las visiones del Apocalipsis.

Daniel tenía aproximadamente 17 años cuando fue trasladado a Babilonia, y estaba acercándose a los 90 cuando recibió su última visión. A ambos profetas se les presentaron vastos panoramas proféticos, que mediante paralelismos sucesivos recorrían el curso de la historia desde sus propios días hasta el fin del tiempo. A ambos se les dieron mensajes ricamente simbólicos. Ambos llamaron repetidamente la atención al día glorioso en que Dios asumirá la plena conducción de nuestro planeta. Ambos manifestaron el anhelo de Dios por estar a nuestro lado cada día. Ambos pusieron de manifiesto cuánto se interesa Dios por nosotros.

812,99 ₽
Возрастное ограничение:
0+
Объем:
851 стр. 36 иллюстраций
ISBN:
9789877019780
Издатель:
Правообладатель:
Bookwire
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

С этой книгой читают