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LA LÓGICA DE LOS SENTIMIENTOS
“La meta en la vida es reír con toda nuestra risa y llorar con todas nuestras lágrimas”

La idea básica de la Comunicación NoViolenta es muy sencilla, pero su puesta en práctica no es fácil.

Sí, el desafío es compartir abiertamente con los otros lo que me ocurre:

-“Oye, cuando te comportas de esta manera, me sucede esto. Me siento de esta manera …, necesito…. Y es por esto que quisiera pedirte …”.

Y todo ello sin juzgar moralmente a la otra persona y sin plantear exigencias. Una petición no es una exigencia, siempre y cuando comprendamos respetuosamente que la otra persona no haga lo que le pedimos, sean cuales sean sus motivos. Cuando utilizamos la Comunicación NoViolenta y pedimos algo a alguien, queremos que atienda nuestra petición sólo si está preparado para ello.

Es importante que tengamos en cuenta que la mayoría de las personas no están acostumbradas a poder elegir libremente si quieren cumplir una petición o no. Lo que conocen son las exigencias y sus consecuencias. Por eso, la mayoría tiene, de entrada, problemas para confiar ante un comportamiento así y suele escuchar la petición como una exigencia. Pagamos un precio muy alto cada vez que alguien escucha de nosotros una exigencia o una crítica, porque rompe la conexión empática y la alegría de dar. Y esto es algo muy valioso que no debería perderse en una relación.

Por lo tanto y de forma resumida: se trata de encontrar lo que se siente, lo que se necesita y lo que se quiere, ya que la mayoría de las personas no lo saben.

Esto no me sorprende, ya que una solución tradicional para los conflictos es tratar de evitarlos. Y si esto no funciona, hay que mantenerse siempre objetivo, mantener a raya los sentimientos, ceder y estar abierto a los compromisos. Usted, sin embargo, afirma que en primer lugar se debe descubrir lo que se siente y se necesita. ¿Cómo se relacionan dentro del modelo de la Comunicación NoViolenta los conceptos centrales “sentimientos” y “necesidades”? Y ¿por qué son tan importantes los sentimientos para poder identificar las necesidades?

No podemos separar los sentimientos de las necesidades. Las necesidades se ponen de manifiesto, son reconocibles, a través de los sentimientos. En esto radica el significado de los sentimientos. Son como los chivatos de un coche. Cuando se enciende la luz roja, sabemos que el depósito está vacío. La luz amarilla identifica el sistema eléctrico, el nivel del aceite y del agua. Eso son los sentimientos. O todo funciona o algo debe ser reparado o rellenado. Esto quiere decir que los sentimientos son como los chivatos del salpicadero, nos dan información sobre el nivel de satisfacción de las necesidades. Por lo tanto, de una forma figurada, eso quiere decir que cuando tengo sentimientos dolorosos sé que tengo una necesidad insatisfecha. Y entonces puedo decidir qué quiero hacer para resolver el problema.

Me gusta la imagen, porque enseña que los sentimientos -independientemente de que sean sentimientos agradables o desagradables– tienen una función importante en el sistema.

Con independencia de qué sentimiento se trate –dolor o alegría–, cada sentimiento es un regalo, y su belleza consiste en que es verdadero y te demuestra que estás vivo.

Creo que la meta en la vida no es ser siempre feliz, sino reír con toda nuestra risa y llorar con todas nuestras lágrimas. Lo que se manifiesta en nosotros es la vida que se expresa y es siempre un regalo conectarse a ella.

Por lo tanto, ¿podemos reconducir todos los sentimientos a los dos básicos de dolor y alegría?

Sí. Antes los dividía en sentimientos positivos y negativos. Y después me di cuenta de que estas dos categorías implicaban que hay sentimientos “malos”, en vez de considerarlos parte de la vida. Ahora los llamo

• sentimientos que aparecen porque hay necesidades satisfechas, y

• sentimientos que aparecen porque hay necesidades insatisfechas.

Daniel Goleman se refiere en su libro Inteligencia emocional al importante papel de los sentimientos. Afirma que la función natural del dolores avisarnos cuando el sustento de nuestras necesidades básicas está en peligro. Ningún ser vivo sobreviviría mucho tiempo si no tuviera sentimientos. Por ejemplo, cuando tenemos el sentimiento de malestar que llamamos hambre, nos buscamos algo para comer. Y así, todos los sentimientos tienen una función natural y vital.

Hay sentimientos que no parecen productivos. ¿Qué ocurre con la ira y el enfado?

Tomemos un ejemplo cotidiano, uno que todo el mundo conoce: supongamos que vivo con alguien, un amigo, mi pareja, un compañero o con un niño y esta persona tiene la costumbre de ser muy desordenada, deja todo por medio y no limpia nunca. En algún momento el enfado empieza a extenderse en mí de tal manera que ya sólo con verlo me pongo furiosa. ¿Cómo hago en ese momento para comunicarme con el otro sin violencia?

Yo le animo a que no diga nada hasta que no haya encontrado el origen de su enfado y haya vuelto a conectarse con la vida. Para poder manifestar el enfado sin violencia tenemos que tomar conciencia de que nunca es la otra persona la que nos enfada. El enfado se origina por el pensamiento. Es importante diferenciar entre el desencadenante y la causa del enfado. Así, en este caso, ¿cuál es la causa del enfado?

Mi necesidad de orden y limpieza, en un espacio donde me quiero sentir en mi casa, se ve desatendida. Y quiero que mi necesidad se respete.

No son las necesidades las que hacen que nos enfademos. Tampoco es el comportamiento de la otra persona, esto puede ser el desencadenante, pero no la causa. La causa de nuestro enfado es lo que pensamos. Así pues, ¿qué has pensado de esa persona?

Que debería limpiar más y ser más ordenada.

Ajá, eso es lo que pensabas. Cuando el enfado arraiga en nuestro corazón es porque tenemos un “debería” en nuestra cabeza. Es una de las palabras más peligrosas inventadas por el hombre. Así, en primer lugar, lo mejor es sacar de la cabeza el “debería” y transformarlo en una necesidad. Cuando nos conectamos con nuestras necesidades ya no estamos enfadados y furiosos. Es posible que entonces nos sintamos frustrados o tristes, pero ya no furiosos. Sólo estamos furiosos cuando nos alienamos de la vida.

Por lo tanto, cuando has conseguido llegar desde el “debería” a la necesidad, entonces podrías decir: “estoy frustrada porque mi necesidad de respeto está insatisfecha cuando la casa está desordenada”.

Y la petición concreta sería: “cuando uses la cocina, ¿podrías dejarla limpia, por favor”?

Eso es un deseo, no una petición. Una petición concreta se centra en el momento presente, en aquello que quiero ahora. Y lo que usted ha dicho se orienta hacia el futuro. Pero, ¿qué es lo que quiere de esa persona ahora? Creo que sería bueno pedirle un reflejo de lo que le hemos expresado. Para asegurarnos de que él ha comprendido bien lo que quiere. ¿Quieres que piense que es la criatura más detestable que jamás ha pisado la Tierra? Cuando no se pide un reflejo claro es posible que reciba el mensaje de esta manera.

“Por favor, dime si estás dispuesto a limpiar la cocina después de haberla usado”. Sí, eso suena a una petición concreta. “Por favor, dime” es algo que podemos pedirle a alguien es ese momento.

Si yo estuviera en su situación probablemente tendría otra petición: “¿puedes decirme qué me has escuchado decir?” Porque no es infrecuente que la otra persona no escuche lo que tú dices. La persona escucha un “tienes que” aunque tú no lo hayas dicho. Y entonces podrías preguntar: “¿cómo puedo expresarte mis necesidades sin que oigas un reproche?” Y la otra persona dirá: “¿cómo?” En un principio es difícil de entender, porque detrás de todo ello hay una actitud radicalmente diferente. La mayoría de las personas no saben hacer esta distinción, ya que sólo han escuchado críticas y exigencias. Si quieres seguir viviendo con esa persona, ayúdala a ver la diferencia. Porque si no, cada vez que expreses una necesidad habrá tensiones sin fin.

Reconozco que vale la pena tratar las diferencias de opinión sobre temas como el orden y la limpieza con alguien que me importa. Pero hay puntos de vista sobre los que no quiero discutir porque me parecen inaceptables. Por ejemplo, comportamientos y opiniones discriminatorias. Hace poco escuché decir a un hombre: “una mujer decente debería quedarse en casa, cocinando y cuidando de su marido e hijos”. Creo que es radicalmente incorrecto y que si alguien opina así está equivocado, ¿no cree? Y hay personas que a partir de un pensamiento peyorativo son violentas hacia los demás.

Pienso que podríamos eliminar de nuestro vocabulario las siguientes palabras: correcto, incorrecto, bueno, malo, normal, anormal, competente, incompetente. Esto es lenguaje estático. El psicólogo O.J.Harvey ha investigado la relación entre lenguaje y violencia. Ha viajado por todo el mundo y ha investigado el lenguaje de diferentes culturas y la frecuencia con la que aparece el lenguaje estático en la literatura de esas culturas, es decir, palabras que fijan y enjuician. Y después ha comparado los índices de violencia, suicidios, violencia doméstica, violencia contra niños y mujeres en esa cultura. La correlación entre lenguaje estático y violencia es muy alta.

Por el contrario, la Comunicación NoViolenta es un lenguaje de procesos. Esto quiere decir que nos hacemos conscientes de que nos encontramos en un proceso de cambio constante y por eso tiene mucho más sentido hablar de lo que en este o en un determinado momento está vivo. Esto significa que todos los juicios que hacemos sobre nosotros mismos y los demás son valoraciones que forman parte de un proceso. Podemos expresarnos de dos maneras diferentes. En la Comunicación NoViolenta yo diría: ¿estás de mal humor? pero si digo: “eres una persona malhumorada, esto es lenguaje estático. Al usar el lenguaje estático hacemos de las personas cosas sin vida y cuando educamos a las personas con el pensamiento de que hay cosas correctas e incorrectas, normales y anormales, parte inherente a ese pensamiento es que existe una autoridad que sabe lo que es correcto o incorrecto. Para que funcionen esas estructuras hay que formar el cerebro de las personas desde muy temprana edad.

El teólogo Walter Wink (2) habla, en relación a este tema, de estructuras dominantes. En los últimos doscientos años la humanidad ha sufrido una pequeña evolución y ha implementado estructuras sociales que consideramos más modernas que la monarquía, en la que una única persona reina sobre muchas otras. ¿Hace cuántas generaciones que no viven usted y su familia bajo el dominio de un rey?

Desde hace sólo dos generaciones.

Mi abuelo también vivía bajo el dominio de un rey, que se llamaba Zar, por lo que nosotros tampoco estamos tan alejados del principio de la autoridad absoluta. Es cierto que desde hacía tiempo se hablaba del concepto de democracia, pero cuando mi abuelo huyó del Zar y emigró a los EE.UU., las autoridades americanas no le pararon en la frontera y le dijeron:

-“No, usted no puede entrar en este país si habla y piensa como si estuviera bajo la autoridad del Zar. Para dejarle entrar tenemos que reeducarle.”

Yo me he criado con el lenguaje del Zar, un lenguaje que juzga: correcto, incorrecto, bueno, malo. Un lenguaje basado en verdades absolutas que sirve para programar a las personas de manera que sean sumisas y serviles frente a la autoridad. La forma en que las personas han aprendido a pensar tiene mucha relación con el lenguaje que utilizan. Si las personas crecen en una cultura de dominancia, la violencia se instala en ellas y a su vez se refuerza la visión que esa cultura tiene del mundo: se puede observar lo violentas e incluso peligrosas que pueden llegar a ser las personas si no son educadas y controladas por autoridades como los padres, profesores o reyes.

Pero ¿qué ocurre con personas que son realmente violentas? Permítame que nos ocupemos de esas personas que discriminan a las mujeres. Todavía no lo tengo claro.

Es importante reconocer que la rabia contra ese hombre no tiene nada que ver con él como persona. Es tu propio pensamiento el que origina tu rabia y ese pensamiento está estrechamente ligado al pensamiento de la persona que discrimina a las mujeres. Porque cuando consigue desestabilizarte, entonces tú y él sois partes del mismo juego.

Esto quiere decir que cuando ese hombre dice: “una mujer decente debería …”, le será difícil no sentir violencia en la medida en que usted también piense que existe algo parecido a “mujeres decentes”. Cuando usted está furiosa con ese hombre, está pensando igual que él, está atrapada en el mismo modelo mental. Es bueno tomar conciencia de esto, pero no se juzgue por ello, sólo tome conciencia.

La rabia y el enfado aparecen en el momento en que empiezo a tener este pensamiento alienado de la vida y entonces ya no tienen que ver con la otra persona, sino con el juicio que he hecho respecto a esa persona, cómo es esa persona o qué es esa persona. Le hago objeto de lo que le he atribuido. Y entonces estoy furioso, porque pienso que ese tipo es un “cerdo sexista”. Es el mismo pensamiento del que parte que una “mujer decente” tenga que ser de esta o de aquella manera.

Me resulta de gran ayuda tener claro que cada vez que buscamos defectos en otra persona en realidad hay una necesidad insatisfecha en nosotros mismos. Es decir, que cuando siento enfado en mí y empiezo a hacer juicios sobre otra persona, eso es un buen síntoma que me ayuda a identificar mis necesidades.

He comprendido que mi necesidad es ser tratada con respeto. Hasta aquí bien. Pero me pregunto si no me estoy saltando algún paso y estoy ocultando mi rabia cuando voy directa a mis necesidades.

No se trata de ocultar la rabia. Se trata más bien de profundizar mucho más en la rabia y llegar hasta sus raíces. Allí encontramos siempre necesidades insatisfechas. Y en cuanto me he conectado con mis necesidades dejo de sentir rabia. Sólo puedo estar furioso si me alieno de la vida. Y entonces mi primer impulso es hacer daño al otro, castigarle.

Cuando estoy furioso, estoy en mi cabeza y juego a ser Dios; estoy en lo alto de una montaña y administro justicia sobre otra persona: “amigo mío, tú te vas al infierno”. Incluso cuando se gana el juego y se puede convencer al otro de que es culpable y merece ser castigado, incluso entonces perdemos. Porque el juego continúa y entonces el otro también empieza a jugar a ser Dios y entramos a disputar sobre quién de los dos es peor.

Y cuando yo mismo me considero culpable, me avergüenzo o estoy deprimido, estoy interpretando ambos papeles a la vez: soy Dios y el pecador. Primero dicto sentencia contra mí mismo y después me voy al infierno. Me gustan estos sentimientos: rabia, culpa, vergüenza y depresión; me despiertan y me dicen que no estoy conectado con la vida, sino que me estoy entreteniendo con este juego que no es nada divertido.

¿Hasta qué punto tienen relación los sentimientos de rabia, culpa y vergüenza con la depresión?

Son formas de violencia orientadas hacia el interior. Cuando uno se siente culpable o deprimido y dedica un momento a examinar los pensamientos que tiene, descubre que tiene una manada de chacales salvajes en la cabeza que continuamente están hablando de lo que está mal en uno mismo. Cuando uno está furioso, los chacales se orientan hacia fuera y se ocupan de otra persona.

La mayoría de nosotros somos bastante flexibles con esto. A veces culpabilizamos al otro y a veces nos culpabilizamos a nosotros mismos. O actuamos siempre de forma alterna: primero estoy furioso con alguien; entonces pienso: “oh, Dios mío, no debería pensar así” y me siento mal; pero entonces me digo: “pero qué idiota es este Rosenberg, que me quiere convencer de esta tontería”. Entonces vuelvo a estar furioso.

Por eso, ¿no sería importante para estas personas que dirigen su rabia hacia dentro y a las que resulta tan difícil conectar con ella, comenzar a permitirse estar furiosas?

Si una persona ha estado reprimiendo su rabia toda la vida y está convencida de que hay que ser siempre amable y descubre que liberador es dejar salir esa rabia y se siente bien así, no seré yo quien le diga que haga lo contrario. Pero estoy convencido de que se sentiría mucho mejor si aprendiera a expresar las necesidades que hay debajo de su rabia.

Durante un tiempo he experimentado con el tema de la ira. Me inspiré en mi colega Elisabeth Kübler-Ross, una doctora suiza muy creativa. Se hizo famosa por su trabajo con enfermos terminales, pero también ha desarrollado talleres con el tema de la rabia donde los participantes pueden chillar, gritar y golpear objetos con tubos de plástico para poder sacar así su ira. Lo encontré inspirador y tuve la impresión de que muchas personas se beneficiaban con esa práctica, por lo que animé a los participantes de mis talleres a sacar la ira, incluso en forma de chacal. Lo hice durante dos o tres años. Entonces una amiga, en cuya opinión siempre he confiado mucho, me dijo: “Marshall, por un lado está bien poder experimentar a fondo la rabia, pero por otro lado, cuando te has metido tanto en tu rabia, te queda un sentimiento de fragilidad, y tengo la impresión de que se fortalece el pensamiento que alimenta la rabia”.

Así que empecé a pensar cómo podríamos expresar realmente la rabia en toda su amplitud. Y por otro lado creo que es muy importante aceptar mi rabia y ser consciente de que estoy furioso, dándome cuenta a la vez de que no es otra persona la que me pone furioso, sino que es mi propio pensamiento quien lo hace.

Si aprendemos a detectar las necesidades que hay detrás de la rabia, seguimos experimentando sentimientos muy fuertes, pero ninguna rabia. Nos tropezamos entonces con sentimientos cuya función original es nuestra supervivencia y que facilitan que se satisfagan nuestras necesidades. Y entonces es posible que grite. Pero no le grito insultos a nadie, sino que grito lo que necesito y cómo me siento. Entonces tengo sentimientos como la tristeza, desesperación, impotencia, dolor o miedo. Son dolorosos, pero no destructivos. Para algunas personas estos sentimientos son dolorosos, pero un dolor que nutre, que se siente vivo en el corazón.

Es una distinción que ayuda: la ira es una energía –bastante ofensiva– dirigida hacia los demás, juzgándoles, y usted la diferencia de la expresión del propio dolor. Creo que, si de repente estoy furiosa, esto me está diciendo algo sobre el estado de mis necesidades. ¿Me he ocupado adecuadamente de mí misma o no?

Sí, y a mí me ha ayudado mucho recordarme una y otra vez que cuando alguien me enfada, me ayuda a entender algo sobre mí mismo. Y para eso resulta muy útil la rabia. Siempre le digo a la gente: disfruta de la rabia, obsérvala bien –yo la llamo el teatro de chacales– escucha lo que tus chacales internos te están diciendo y eso te ayudará a tranquilizarte y hacer una pausa y a descubrir con toda calma lo que se esconde detrás de la rabia. Es importante, porque todo va muy rápido y muchas veces no somos conscientes de ello. Por eso es tan interesante el teatro de chacales: es la puerta por la que accedemos a nuestras necesidades.

Me gustaría hacerle una pregunta personal: ¿usted se enfada alguna vez?

La verdad es que cada vez menos. Antes era una persona tremendamente iracunda.

Hace poco me encontré por casualidad con dos amigos del colegio, estaban participando en uno de mis talleres. Y en el descanso uno de ellos me dijo: “sinceramente, es una ironía del destino que precisamente tú, el más violento de todos nosotros, estés ahora enseñando Comunicación NoViolenta”. Recordaban perfectamente cómo era yo en la escuela. Incluso me atrevería a decir que la mayor parte de mi vida he estado furioso. Antes de integrar la Comunicación NoViolenta en mi vida, cada día había algo que me ponía furioso. Cualquier cosa bastaba. Y desde hace unos diez años, casi no me pongo furioso. Tampoco me importa si me pongo furioso. Creo que es normal estar furioso. Pero ahora conecto muy rápidamente con mis necesidades.

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