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Читать книгу: «La prevención, la mejor protección contra el abuso sexual infantil», страница 2

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4.1.1 ¿A partir de qué edad han de reconocer los niños su cuerpo?

Desde el año y medio o los dos años. Cuando les enseñamos las distintas partes del cuerpo y les preguntamos «¿y dónde esta tu nariz, tus ojos, el ombligo, y tu pene o tu vulva?» han de saber cómo se llaman sus genitales; son partes de ellos mismos y, como tal, deben nombrarlas con normalidad. Esta parte de su anatomía les llama la atención desde pequeños. Podemos llamarlo con un nombre más formal, pene y/o vulva, o de forma coloquial, como tengan costumbre en la familia, pero ha de tener su propio nombre; esta será una de sus primeras clases de educación sexual.

A partir de los tres años, o en cuanto controlen esfínteres, han de saber que los genitales son partes de su cuerpo y que son las más íntimas. Como ya están aprendiendo a controlar esfínteres, saben que el pis y la caca se hacen en el servicio, y con cierta intimidad. Así que pueden aprender de forma natural que sus genitales también son partes íntimas. Por ello, debemos y podemos hablarlo con naturalidad, sin alarmarles, sin poner agravantes que les hagan ver que son zonas prohibidas o partes del cuerpo que no se deben tocar, porque aún necesitarán en algunos momentos ayuda para limpiarse o porque viven su sexualidad con libertad y curiosidad.

A partir de mi experiencia profesional, he podido observar en las sesiones que en estas edades tempranas ya comienzan a percibir que esta parte de su cuerpo produce sensaciones diferentes y tiene reacciones que les hacen sentir algo que no saben identificar todavía, y que es el placer sexual. Aunque no lo sepan reconocer, saben que tiene que ver con el «gustito», como me dicen ellos/as. Algunas veces he escuchado a niños decir «Mira, mi pito está feliz», mostrando su erección con orgullo (menores de 3 o 4 años); incluso he escuchado a menores (de 3 a 5 años) sentirse molestos por la erección de su pene y pedirme que los ayude a bajar la erección, entre llantos, porque les incomoda esta sensación confusa que no saben manejar.

A los dos o tres años, la mayoría de los niños y niñas se dan cuenta con naturalidad de que cuando frotan sus genitales de una forma concreta sienten que su cuerpo se estremece y comienzan a descubrir un incipiente placer. Esto hace que estos tocamientos algunas veces se realicen en cualquier sitio de la casa: salón, cocina, habitación, o incluso en el parque o en el colegio.

Es en esta edad cuando ya podemos enseñar a nuestros hijos que lo que están realizando, el tocamiento de sus genitales, es algo íntimo que han de llevar a cabo en su habitación o en el baño; es importante no reñirles ni enfadarnos, sino ayudarlos a protegerse mostrándoles sitios seguros donde expresar su energía sexual. Este límite también es una forma de protegerlos de los presuntos abusadores/depredadores que haya cerca de ellos (ya que algunos abusadores con los que he trabajado explicaron que al ver a los niños tocarse o frotarse lo sintieron como una invitación hacia ellos para enseñarles e iniciarlos en la sexualidad).

¿Esto implica eliminar los juegos cariñosos que algunas veces compartimos con los niños? Por ejemplo, cuando decimos: «¡Ay! Que te cojo el culete» o cuando nos los comemos a besos cuando son pequeños. Yo creo que no. Creo que cada familia ha de decidir cómo juega con sus hijos. Considero que no es conveniente alarmar; hemos de vivir la sexualidad de forma natural y alegre, de manera sana, sin alarmar ni asuntarnos. Lo que sí debemos enseñar a los menores es que cuando algo les hace sentir incómodos con respecto a su cuerpo tienen el derecho de decir «NO, ASÍ NO». Tienen derecho a que se los respete y a que si alguien hace algo que les resulta desagradable, deje de hacer lo que les está molestando.

A los seis o siete años los niños ya han de saber que sus genitales les pertenecen; ningún adulto ni niño mayor puede tocarles, ni siquiera con su consentimiento (salvo excepciones como, por ejemplo, que se hayan hecho una herida o una revisión médica). En cualquier caso, si alguien les hace algo pueden y deben poder hablarlo con mamá y papá; si han de guardar el secreto sobre ello o les hace sentir una sensación extraña, confusa y más bien desagradable han de poder hablar de ello con mamá, papá o algún adulto de su confianza.

Hemos de enseñarles a los niños que alguna gente tiene problemas y no sabe que esas partes íntimas son privadas y no han de tocarlas. Para que lo comprendan podemos ponerles ejemplos: hablarles de los pequeños hurtos; decirles que todos sabemos que no se deben tomar las cosas que no son nuestras sin permiso, pero que, aun así, alguna gente comete pequeños hurtos, y que, aunque todos sabemos que está mal, algunas veces algunas personas lo hacen, se creen con el derecho de tomar lo que les gusta sin permiso. Y hay que enseñarles que eso no está bien; si todos enseñamos a esos que hacen pequeños hurtos que no nos gusta, terminarán aprendiendo y ya no lo harán, pero si nos reímos o no le damos importancia creerán que es una gracia y seguirán haciéndolo.

Así hemos de obrar con esa gente que traspasa los límites y trata de tocar los genitales de los niños; los menores tienen que ser valientes y saber poner los límites a esa gente que no sabe, porque no han aprendido, o sí sabe, pero le parece que no es para tanto. No pueden jugar o acariciar sus zonas íntimas. Y si no se han atrevido a decir que NO, por vergüenza o por falta de confianza, sin duda, cuando haya pasado, han de contárnoslo para que nosotros enseñemos a esa persona que eso no se hace.

De los diez a los catorce años, los niños experimentan un proceso hormonal que hace que se desarrollen sus genitales, aparezca el vello púbico y haya un cambio en su cuerpo y en su sentir. Con ello, también comienzan a tener un mayor interés sexual; las hormonas están revueltas. Los preadolescentes tienen conductas sensuales y comienzan a erotizarse de forma más significativa. En esta edad, los depredadores sexuales ajenos a la familia están más alerta y los menores, que se sienten mayores, con una incipiente autonomía, empiezan a salir solos a los parques o con sus amigos, van y vuelven solos del colegio, se sienten mayores, más seguros y autónomos. Esta recién conquistada autonomía conlleva ciertos peligros; ahora son más vulnerables, ya que no están protegidos por la presencia de sus padres o de adultos, y tienen que saber ser asertivos, protegerse y tener en cuenta que aunque la mayoría de la gente en general es buena, algunas personas tienen problemas con los límites y han de saber protegerse de ellas.

Es aquí donde hemos de darles más herramientas para poder poner los límites a conocidos y desconocidos, donde hemos de enseñarles, si no lo hemos hecho antes, a ser asertivos y confiar en sí mismos y en sus sensaciones, explicándoles que hay gente que, aunque sea buena o simplemente lo parezca, puede ser que no haya asimilado el concepto de respeto en cuanto a los límites entre persona. Es importante enseñarles que pueden tratar de engañarlos, y que podría engañarnos a nosotros, los adultos. Las personas que engañan suelen utilizar algo que les guste (un perrito, o un juguete) para apartarlos del grupo o atraerlos hacia su casa, y pueden increparlos o tratar de engañarlos o convencerlos a través de regalos o chantajes, o hacerles caricias mientras se acercan sigilosamente a sus genitales, con tocamientos no apropiados para su edad. Han de estar preparados para poder poner límites y decir con asertividad y fuerza: «NO, así NO, mis partes íntimas son privadas».

En esta edad, la vergüenza y el sentimiento de haberse dejado engañar puede conllevar que guarden para ellos el hecho de haber sido víctimas de un abuso sexual. No quieren parecer tontos por haber sido engañados, porque se sienten culpables de lo que les ha ocurrido. Por eso, hemos de fomentar la confianza entre ellos y nosotros y también para con ellos mismos, y explicarles que estos hombres (y en ocasiones, mujeres), los abusadores, suelen ser muy astutos y saben engañar a cualquiera; y que incluso nosotros podemos caer en su trampa. Los abusadores tienen muchas herramientas para engañar, manipular y hacer que los niños se sientan culpables. Por eso, no han de sentir vergüenza por caer en sus redes porque son muy buenos creando trampas en las que es muy fácil caer. Hemos de enseñarles que han de ser valientes y contarlo a pesar de la vergüenza, el miedo o el sentimiento de culpa que puedan sentir, para que ese adulto cese en su conducta inapropiada. Tenemos que hacerles entender que si ellos hablan lograrán proteger a muchos niños y niñas (por ejemplo, a otros menores, a su mejor amigo/a o a su hermanito/a) a los que ese adulto también engañaría si ellos guardan silencio y a los que causaría más daño.

En conclusión, han de saber que si son valientes y hablan y expresan sus vivencias respecto del abuso al que han sido sometidos no solo se protegen a ellos, sino que también protegerán a otros menores.

4.2 CONTEXTO ESCOLAR

Con nuestras charlas de prevención y detección en colegios prevenimos el ASI de varias formas.

Gracias a las charlas y talleres para profesores, preparamos a los docentes para prevenir el abuso, así como para detectar los indicios que pueden mostrar los menores que han sido víctimas de abusos. Les informamos de cómo actuar siguiendo el protocolo pertinente si surge algún caso y respondemos a sus preguntas, resolvemos sus dudas, aconsejamos y permanecemos en contacto con el centro para cualquier duda que pueda surgir. En las charlas y/o talleres para padres, proporcionamos herramientas a los progenitores para que hablen con los niños con naturalidad de la sexualidad y de una forma sana; para prevenir el abuso y mejorar la comunicación con nuestros hijos, les informamos de la realidad sin asustar, y con positividad les ofrecemos consejos para que lleven a cabo en el ámbito del hogar una prevención sin tabúes, sin vergüenza, para que nuestros hijos comuniquen aquellas situaciones que les incomoden.

En las charlas y/o talleres para niños enseñamos a los menores a reconocer sus partes íntimas, a poner límites, a reconocer y respetar su cuerpo, a comunicar lo que les hace sentir incómodos a mamá, papá o a un adulto de confianza, y a ser más asertivos. A través de juegos lúdicos trabajamos con los menores la prevención, tocando temas como la sexualidad, la autoestima, la comunicación, la inteligencia emocional, la asertividad, etc. Y les proporcionamos herramientas que los ayudan a sentirse más fuertes y protegidos del ASI.

De forma online, cuando los centros educativos envían una circular a casa ofreciendo información de la charla de prevención del abuso, también se lleva a cabo una prevención de forma más extensiva, ya que cuando enviamos nosotros esa circular a los colegios, estos remiten una notificación a todas las familias. A partir de ese momento comunicamos a nuestra familia y amigos que en el colegio de nuestro hijo/a se está trabajando la prevención y detección del ASI. Si hay algún abusador en nuestro entorno sabrá que estamos preparando a los maestros, padres e incluso a los niños para detectar y protegerse del ASI, y también sabrá que los menores estarán preparados, que los mismos niños tendrán herramientas para protegerse y que el entorno del menor está preparado para detectar los indicios que evidenciarán la presencia de un abuso si llegara a ocurrir y podrán detectarlo y actuar de forma adecuada. Todo esto pondrá a los abusadores en estado de alerta, limitará sus acciones o, incluso, ayudará a descubrirlos.

Por lo tanto, la desinformación, el secretismo y el silencio son los aliados principales de los abusadores. Cuando estos tres parámetros se revierten, dejan de ejercer su poder en el menor y este deja de ser vulnerable. Gracias a nuestra actuación conjunta, nuestros niños están preparados para poner límites y para hablar. Y nosotros, para poder escuchar y detectar el abuso.

Los profesionales de la educación podemos introducir la educación sexual a edades tempranas. A modo de ejemplo, podemos mostrarles la imagen de un cuerpo entero y llevar a cabo juegos con los niños para que le pongan la boca, la nariz, los ojos, los genitales, etc. Este ejercicio es importante porque ha de ser uno de los primeros para comenzar la prevención del ASI. Así, los niños aprenden que cada de una de las partes de su cuerpo tiene un nombre; también aquellas que en su casa no se atreven a nombrar. Podemos enseñarles dónde se ubican el pene y la vulva, y preguntar cómo lo nombran en sus hogares. En algunos colegios en los que hemos impartido talleres, en clases de 20 alumnos han expresado más de 40 nombres para nombrar los genitales femeninos o masculinos. Asimismo, les haremos saber que son nuestras partes íntimas, que los adultos y/o niños mayores no deben tocarlas salvo excepciones (una revisión en el médico o si tienen una herida o les duele); en cualquier caso, estas excepciones pueden contárselas a mamá y/o papá, o a un adulto de su confianza, pero nunca deben guardarlo en secreto.

Los niños pequeños, sobre todo los que no tienen hermanos, también quieren conocer y ver cómo son los genitales de otros niños. Los juegos de exploración son normales en estas edades, así como el comienzo de tocamientos autoerógenos, que estén dentro de lo habitual, es decir, tocarse el pene o la vulva, interesarse por los genitales de otros niños o de los padres, jugar a médicos o comenzar a frotarse los genitales en un comienzo de autoestimulación genital. Aunque esta curiosidad es normal, no se debe permitir en el colegio o en la clase; hay que poner límites y ayudarlos a contenerse, y hacerles saber de forma tranquila que ese no es el sitio adecuado para esas exploraciones o juegos. Se trata de algo íntimo que han de realizar en su casa, en su habitación o en el baño, no en el colegio.

A los seis-siete años, la curiosidad de los niños los lleva a explorar con otros niños la sexualidad, por lo que los juegos de médicos son normales entre ellos. No obstante, su libertad sexual y curiosidad puede hacerles vulnerables para los depredadores sexuales, que ven en esa curiosidad de los menores un motivo para intervenir y abusar de ellos. Algunos abusadores me han llegado a explicar que: «El niño tenía curiosidad y yo solo le estaba enseñando», «Es que estaba tocándose y yo solo le ayudé; le enseñé cómo tenía que hacerlo. Yo soy bueno, tengo buenas intenciones, no creas que soy de esos que hacen daño a los niños». Por este motivo hemos de enseñar a los menores a tener intimidad para llevar a cabo sus exploraciones o tocamientos.


4.2.1 Cómo lo cuentan los menores

Tendemos a creer que el menor nos lo va a decir directamente. Pensamos que si le pasa algo nos lo contará con todo lujo de detalles y sin ningún reparo: «Seño, Antonio me toca la vulva todas las noches». En realidad, no es así; la mayoría de las veces los menores lo explican de forma indirecta y ambigua. Somos nosotros los que tenemos que saber interpretar, detectar y hacer preguntas abiertas para tratar de entender lo que les pasa. Y la mayoría de las veces se expresan a través de la comunicación no verbal.

Suelen decir cosas como:

• «Estoy cansada porque Antonio no me deja dormir». Pregunta: ¿Qué tiene que ver Antonio con que estés cansada? ¿Qué es lo que pasa para que no te deje dormir?

• «No quiero ir a casa porque no quiero ver a mi hermano». Pregunta: ¿Qué pasa con tu hermano para que no quieras ir a casa?

• «No me gusta que sea miércoles». Los miércoles es el día que va con su padre, pero no preguntaremos por el padre. Nuestra pregunta será la siguiente: ¿Qué ocurre los miércoles para que no te guste ese día?

También pueden mostrar reacciones que nos hagan sospechar que están atravesando un momento difícil, como, por ejemplo: apartarse asustados cada vez que nos acercamos a ellos; pasar por fases de alerta y/o ansiedad; permanecer en estado de mutismo; no relacionarse con los demás niños; mantenerse aislados; no jugar; estar ausentes; mirarnos fijamente como si quisieran decirnos algo, pero guardar silencio cuando les preguntamos qué quieren o qué les pasa; autoagredirse; estar muy nerviosos algunos días de la semana cuando los recoge una determinada persona; tener problemas digestivos, sobre todo cuando se acerca la hora de volver a casa; dolores de genitales; angustia; ansiedad; etc.

Lo que hay que hacer cuando se sospecha que el menor sufre algún tipo de maltrato es:

• Crear un espacio de confianza donde pueda expresarse.

• Tener calma y no querer saber de inmediato lo que le pasa.

• Formular preguntas abiertas para que nos cuente poco a poco lo que le ocurre.

• No mostrarse invasivo. Si le acribillamos a preguntas, no nos hablará con tranquilidad.

• Jugar a algo que le resulte divertido, dibujar, que nos ayude a ordenar la clase sin indagar mucho.

Hay que dejar que el menor nos cuente a su ritmo y con tiempo, haciéndole sentir que es seguro hablar con nosotros, que puede contarnos lo que le preocupa o le incomoda. Puedo empezar diciendo «Últimamente te veo… muy distraído», «te apartas cuando me acerco», «no te veo jugar con otros niños», «te veo aislado», «te siento muy triste», «te enfadas con facilidad», etc.

Cuando logro establecer un buen vínculo con el menor (lleva su tiempo), y que me cuente qué le hace sentir mal o tener una conducta no deseada, y me revela que está sufriendo abusos sexuales o cualquier tipo de abuso, lo primero que he de hacer tras esa revelación es respirar y tranquilizarme. Luego, sentir gratitud por la confianza depositada en mí y sentirme bien por haber generado la suficiente confianza para que el menor me revele algo tan duro. Y prepararme para actuar de forma adecuada. Mantener la comunicación, dar seguridad y que confíen en nosotros es una de las claves fundamentales para la prevención y detección precoz del ASI.

Es importante recibir lo que nos expresa con tranquilidad y objetividad, sin mostrar grandes emociones de rabia, susto o temor, y tratando de no añadir nada de nuestra cosecha, cuidando la contratransferencia sin dar por hecho nada, dejando que el menor nos cuente. Es importante hablar con preguntas abiertas y dejar que narre lo que le ocurre y luego transcribirlo lo más fielmente posible antes incluso de contárselo a otra persona; también podemos grabarlo si tenemos permiso anticipado.

Frases que pueden ayudar son:

• «Parece que lo que me estás contando es algo difícil que has vivido. ¿Puedes hablarme más de ello?».

• «Tengo la sensación de que algo duro te debe de estar pasando para tener esta actitud o este comportamiento (que podemos describir): pegas a tus compañeros, utilizas palabras o dibujos muy señalizadas, insultas a los demás, te aíslas, no hablas. ¿Quieres que hablemos de ello?».

Por otra parte, reconocer que se pueden llevar a cabo juegos sexuales en el centro escolar no significa que tengan que permitirse. Si ocurre, y somos conocedores de ello, tenemos que averiguar lo que ha pasado, formular preguntas abiertas, preferentemente por separado, para que nos cuenten lo que han vivido y asegurarnos de que no se trata de un abuso y que ningún menor de los que ha intervenido en el juego ha sufrido abusos sexuales por parte de un adulto o un niño mayor. También debemos observar si alguno de ellos se ha sentido violentado u obligado a realizar esos juegos sexuales. En todo caso, cuando se sospecha algo así, lo ideal es derivarlo a un psicólogo especializado en abusos o a un orientador escolar para que investigue si se trata de un juego de niños o de un caso de abuso, ya sea entre ellos o por parte de algún adulto respecto de uno de los menores.

Si en el colegio no hay especialistas o intuimos que el menor tiene más confianza con nosotros porque acaba de contárnoslo, si lo interrumpimos o derivamos a otra persona es probable que se cierre. Tenemos que estar preparados para escuchar sin intervenir, o con las mínimas intervenciones posibles. Las intervenciones que llevemos a cabo han de servir solo para aclarar, y debemos tener mucho cuidado en que nuestras preguntas no induzcan al menor a una respuesta concreta.

Las preguntas que debemos formular son las siguientes:

• Últimamente te veo muy distante y distraído, tengo la sensación de que algo no te permite concentrarte. ¿Quieres que hablemos de ello?

• Es la tercera vez que pegas a tu compañero y alzas la voz. Tú no acostumbras a actuar así. Tengo la sensación de que estás atravesando un momento difícil, me gustaría que pudieras confiar en mí, quizá pueda ayudarte a encontrar una buena solución.

Si encontramos a niños jugando a juegos sexuales en el baño o en el patio, podemos formular preguntas abiertas como:

• He observado (o alguien me ha dicho) que estabais jugando con los pantalones bajados y explorando,

• ¿quieres contarme qué ha pasado?

• ¿cómo te has sentido con lo que ha pasado?

• ¿cómo te sientes al haber sido descubierto?

• ¿de quién ha sido la idea de hacer eso?

• ¿quién te ha enseñado esos juegos?

• ¿has jugado con más niños a este juego?

No ha de ser un bombardeo de preguntas; no hemos de formularlas todas, ya que incomodaría al menor. Lo importante aquí es averiguar si alguno de ellos ha jugado en contra de su voluntad. Y si alguien les ha «enseñado» a jugar a ese juego. Podemos preguntar: «Me han dicho que estabais jugando Pedro y tú con los pantalones bajados. ¿Puedes contarme qué ha pasado?».

Cuando el menor hable, observaremos si lo hace con naturalidad o si se muestra temeroso. Si lo hace con naturalidad, está bien:

—Estábamos jugando a tocarnos el pito.

—Ya veo, y ¿cómo se os ocurrió ese juego?

—No sé, quería ver cómo era tocar el pito de otro niño.

—Y ¿alguien te enseñó ese juego?

—No, se me ocurrió a mí.

—Ya veo; bien, está bien que exploréis y os conozcáis, pero no sé si te das cuenta de que este no es el sitio para esas cosas.

—Valeeeeee.

Возрастное ограничение:
0+
Объем:
188 стр. 14 иллюстраций
ISBN:
9788426734075
Издатель:
Правообладатель:
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