Читать книгу: «INCLUSIVO, un lenguaje hacia la(s) equidad(es)», страница 2

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“Ella es una eminencia.”

“Elle es una eminencia.”

“Él es una eminencia.”

7. Tampoco será necesario traducir a lenguaje inclusivo las apócopes. Porque, en estos casos, la desinencia con marca de género resulta suprimida, la a o la o que queden ocupando la sílaba final no expresan femineidad ni masculinidad y –por lo tanto– no hace falta ninguna intervención:

“Viajo con mis compas.” (por compañer_s)

“Él es mi compa.”

“Ella es mi compa.”

“Elle es mi compa.”

“Me lo recetó mi otorrino.” (por otorrinolaringólog_)

“Ella es mi otorrino.”

“Elle es mi otorrino.”

“Él es mi otorrino.”

8. No modificar la palabra “modelo” (de publicidad o de pasarela). Este sustantivo no requiere una modificación en lenguaje inclusivo porque remite a “un modelo” estético determinado y no a un género humano en particular:

“Me gustaría ser una modelo talla XL.”

“Las modelos de pasarela suelen ser muy altas.”

“Mi prime Juani no quiere ser modelo.”

De hecho, las pasarelas son escenarios en los que se suelen (re)presentar expresiones de género de lo más diversas (andróginas, femeninas y masculinas) independientemente de la identidad sexo-género de la persona que modele, así que el sustantivo “modelo” no resulta discriminador por sí mismo. Desde ya que la publicidad se maneja con estereotipos de género muy rígidos, binarios y dañinos, pero eso no impide que el sustantivo “modelo” sea aplicable a cualquier identidad sexual.

9. Incorporar nuevas flexiones para la palabra “testigo”, a fin de considerar la perspectiva de género. Este es un caso paradigmático que contaba hasta ahora únicamente con su versión en masculino porque el concepto se ideó para que sólo pudieran declarar en un juicio las personas que portaran testículos (de ahí, el origen etimológico de “testigo”, “atestiguar” y “testimoniar”). Alguien podría argumentar que se trata de una palabra muy arraigada en nuestro vocabulario y que hoy en día incluso las identidades femeninas dicen “Yo fui testigo” sin reconocer un conflicto de género. Sin embargo, porque estamos ante una palabra creada por el propio patriarcado para discriminar personas en base a sus genitales, el lenguaje inclusivo con –e no puede legitimar tal sexismo y propone entonces nuevas desinencias para naturalizar que cualquier identidad sexual puede asegurar la veracidad de un hecho ante la Justicia:

(“Mi amiga Ana me salió de testigo en el juicio.”)

“Mi amiga Ana me salió de testiga en el juicio.”

(“Los testigos deberán presentarse a las 8 de la mañana.”)

“Les testigues deberán presentarse a las 8 de la mañana.”

(“Mi primo Juani se ofreció como testigo.”)

“Mi prime Juani se ofreció como testigue.”

10. De manera excepcional, la lengua castellana adjudica terminaciones especiales, más diferenciadas aún, para nombrar personas según el género de que se trate. Así, para el caso de “actriz” y “actor”, por ejemplo, la forma neutra que propone el lenguaje inclusivo también supone el agregado de una e final:

(“¿Quién es tu actor favorito?”)

“¿Quién es tu actore favorite?”

(“Mi primo/a Juani quiere ser actor/actriz.”)

“Mi prime Juani quiere ser actore.”

(“¡Pobre el actor que hacía de árbol! No pudo moverse en toda la obra.”)

“¡Pobre le actore que hacía de árbol! No pudo moverse en toda la obra.”

En el caso de “juez” y “jueza”, también habrá que crear una nueva palabra para el singular no marcado y para identidades no binarias:

(“No sé qué juzgado me va a tocar. Espero que el juez sea competente.”)

“No sé qué juzgado me va a tocar. Espero que le juece sea competente.”

(“¡Qué necesario sería tener un juez no binario!”)

“¡Qué necesario sería tener une juece no binarie!”

Por más sorpresivas que puedan resultar (por ahora) algunas palabras a simple oído, crear una nueva desinencia con e tiene mucho sentido, ya que el singular de “elles” pasa a ser “elle” y el singular de “les actores” pasa a ser “le actore”, lo que resulta sumamente coherente y fácil de recordar.

En cuanto a “héroe” y “heroína”, la situación es diferente. Porque la palabra “heroína” designa también a una droga sumamente dañina y no deseamos asociar lo femenino a lo destructivo, se sugiere incorporar una nueva palabra –tanto en singular como en plural– más amable y coherente desde el punto de vista gramatical:

(“Mis heroínas son las mujeres de mi familia.”)

“Mis héroas son las mujeres de mi familia.”

(“Ella es la heroína indiscutida del público adolescente.”)

“Ella es la héroa indiscutida del público adolescente.”

Aunque la terminación –oa no es muy frecuente en castellano, menos frecuente aún es la terminación –oe de “héroe” y, sin embargo, la hemos incorporado a nuestra habla con total naturalidad. Si nos resultan habituales palabras como “boa”, “proa”, “canoa”, o formas verbales como “corroa”, se sugiere entonces dejar la “heroína” para siempre y adoptar el sano hábito del respeto a la no discriminación de las héroas. En cuanto al plural inclusivo y a la versión para personas no binarias, se propone mantener la forma con –e:

“No tengo héroes de ningún género.”

“Soy no binarie y quiero ser tu héroe.”

Con relación a “madres” y “padres”, se sugiere incorporar la palabra “xadres” para referirnos a elles a un mismo tiempo, así como adoptar la palabra “xadre” para personas no binarias:

(“El jueves hay reunión de padres en el colegio.”)

“El jueves hay reunión de xadres en el colegio.”

(“Mis padres son geniales.”)

“Mis xadres son geniales.”

(“Soy no binario y me gustaría ser padre algún día.”)

(“Soy no binaria y me gustaría ser madre algún día.”)

“Soy no binarie y me gustaría ser xadre algún día.”

Este es un caso atípico porque acá se mantuvo la vieja equis y se popularizó su pronunciación como /sadres/, lo que de entrada podría resultar polémico y falto de coherencia. Sin embargo, por diversos motivos, de todas las letras que integran nuestro alfabeto, la x resulta ser la más apropiada para la función que se propone.

En principio, la pronunciación de esta letra siempre fue inestable, por lo que no debe sorprendernos esta característica. En el idioma español medieval, por ejemplo, la x era una letra muy frecuente y se pronunciaba /ʃ/(como el sonido inicial de “show” en inglés o la x de “queixo” en portugués). En cambio, ya en el presente, la palabra “México” es leída en castellano como si la x fuera una j, e incluso nos parece extraña la grafía “Méjico”. Las palabras “xilofón” y “xenofobia”, por su parte, son pronunciadas en nuestro idioma como si la primera letra fuera una s, y es esta pronunciación –ya legitimada por el uso y la academia– la que el lenguaje inclusivo propone ahora para “xadres” por tratarse de una x en posición inicial. Si las personas y los programas de lectura desarrollaron capacidades para leer con un sonido /s/ inicial la palabra “xilofón”, entonces bien pueden acomodarse humanes y tecnologías a esta nueva característica inclusiva. Además, es la propia vieja gramática binaria la que introduce la excepción en este caso: las palabras “madre” y “padre” llevan la marca de género en la primera letra (una consonante) y no en la vocal de la desinencia como lo hace la mayoría de los sustantivos. Entonces, en nombre de la coherencia una vez más, no era posible acá reemplazar las históricas marcas de género m– y p– por la e–:

“El jueves hay reunión de (eadres) en el colegio.”

“Soy no binarie y me gustaría ser (eadre) algún día.”

Porque en “eadres” se pierde el vínculo con el concepto “padre/madre” y su pronunciación resulta bien ajena al castellano, el saber popular de les jóvenes recurrió en este caso a la versión de lenguaje inclusivo con x– para establecer en la posición inicial un sonido consonántico que se adaptara a la terminación –adres y que resultara, además, fácilmente reconocible como marca de equidad. Esta x excepcional en el lenguaje inclusivo con –ees la prueba evidente de que les hablantes cuentan con suficientes destrezas lingüísticas como para establecer usos de la lengua que resulten afines a su sentir y pensar y, al mismo tiempo, se presenten como coherentes y cohesivos en materia de teoría sintáctico-morfológica y fonético-fonológica. De todos modos, quienes consideren que la x inicial supone una disrupción inaceptable en “xadres” siempre podrán recurrir a algún término equivalente sin incurrir en sexismo (“Reunión con las familias”, “Mis progenitores”, etc.). Ampliaremos este recurso en otro capítulo.

***

Tal como dijimos, el propósito del lenguaje inclusivo es evitar toda marca de género cuando no es necesaria ni deseable, pero de ninguna manera supone invisibilizar algún género o crear artificialmente una nueva identidad sexual universal: el objetivo de la propuesta es precisamente abrazar la diversidad humana sin discriminar a nadie, y celebrar –a su vez– la subjetividad y la identidad individual de cada quien. Todos los usos de lenguaje inclusivo que mencionamos se aplican, entonces, en estos casos:

a) Cuando nos referimos a un grupo mixto en términos de identidades sexuales (“Mi mamá y mi papá están casades desde hace 20 años”);

b) Cuando no sabemos la identidad sexual de la persona con la que hablamos (“¿Sos argentine?”);

c) Cuando ignoramos la identidad sexual de la persona de la que hablamos (“Venite a la fiesta con tu novie”); y

d) Cuando la persona que habla es no binaria (“Soy no binarie”).

Como vemos, en estos cuatro casos la intención es:

a) No masculinizar a la mamá con una desinencia “masculina universal”;

b) No establecer una identidad sexual ajena cuando el nombre, la estética, la actitud o el vocabulario de la persona con la que hablamos no evidencia algún género en particular;

c) Evitar la presunción de heterosexualidad (o de homosexualidad); y

d) Respetar y celebrar la identidad no binaria de las personas.

Por el contrario, cuando queremos referirnos a un grupo homogéneo de femineidades o de masculinidades, se mantiene la terminación con a o con o, según el caso:

(“Tengo tres hermanes talentoses: Carolina, Sofía y Serena.”)

“Tengo tres hermanas talentosas: Carolina, Sofía y Serena.”

(“Mis hijes, Juan y Pedro, son muy cariñoses.”)

“Mis hijos, Juan y Pedro, son muy cariñosos.”

Entonces, en lenguaje inclusivo con –e, decimos así:

“Anoche salí con amigas maravillosas.”

(si estuve con María y Paula)

“Anoche salí con compañeres del trabajo.”

(si era un grupo heterogéneo o si eran todas personas no binarias)

“Anoche salí con mis hermanos.”

(si vinieron Juan y Ernesto)

Como ya mencionamos, hay quienes se confunden (y confunden) al suponer que adoptar la flexión con e sería una manera de “anular identidades” o de “imponer una identidad no binaria universal”. Tal como esperamos haber explicado suficientemente, esto no es así ya que las personas que construyan identidad femenina podrán mencionarse a sí mismas y exigir que se las mencione en femenino, y las personas que se reconozcan masculinas podrán aludir a sí mismas y exigir que se las nombre en masculino. Recordemos que el lenguaje inclusivo no impone nada: sólo propone dejar de imponer el supuesto “masculino universal” sobre todo el mundo, como si la totalidad humana se identificara con ese género o como si ese fuera el único género que mereciera ser visibilizado.

Además, el lenguaje inclusivo con –e se propone empezar a nombrar en el discurso cotidiano a las personas no binarias, no solamente para respetar su identidad auto-percibida tal como prevé la ley argentina (que ya sería suficiente motivo), sino también para naturalizar en la sociedad que existen otras opciones de identidad sexual fuera del limitado binarismo legitimado. En definitiva, el lenguaje inclusivo con –e reconoce y valora la identidad de cada quien (la de elle, la de ella y la de él), sólo que –además– la flexión plural con e sirve como fórmula neutra, como des-marca de género, para referirse a grupos mixtos (en cualquiera de sus muchas conformaciones posibles), a fin de no establecer ni promocionar jerarquías sexuales.

Precisamente para no establecer jerarquías, se sugiere evitar nombrar siempre primero al género masculino, después al femenino y por último al no binario. Saludar siempre a “todos, todas y todes”, por ejemplo, no hace más que reforzar una jerarquización que naturaliza la supremacía de lo masculino, subordina lo femenino y considera a las identidades no binarias el último orejón del tarro, en una suerte de @ con una e chiquita dentro de la a. A pesar de su intención inclusiva, entonces, este saludo cristalizado jerárquicamente sólo refuerza el dañino orden patriarcal que se pretende eliminar.

Sería conveniente, por lo tanto, aludir directamente a “todes”. Como dijimos, esto no significa uniformar la identidad sexual del grupo aludido ni reconocer sólo a las identidades no binarias del público, sino evitar toda marca de género en el saludo gracias a esta fórmula neutra. Aun así, hay feministas que rechazan la propuesta con el obstinado argumento de la supuesta invisibilización de su género. Pensémoslo, entonces, de esta manera: si ante un auditorio dijéramos “Gracias por venir” (una fórmula sin marcas de género), ¿acaso alguien se quejaría porque su identidad no fue nombrada en esa frase? Evidentemente, no. ¿Por qué, entonces, existe el reclamo por la supuesta invisibilización de lo femenino en la frase “Gracias a todes por venir” (otra fórmula sin marcas de género)? Probablemente porque ciertos feminismos todavía no lograron percibir a esa –e como lo que es (una des-marca), y la siguen leyendo como un sustituto de la marca –a añorada. Sin embargo, cuando decimos “Gracias por venir” o “Gracias a todes por venir” (frases que son absolutamente equivalentes), no estamos agradeciendo identidades de género sino presencias humanas y, por lo tanto, no es necesario explicitar el género de ninguna persona, femenina o no.

En todo caso, si por alguna (válida y respetuosa) razón particular se quisiera poner el foco en la identidad sexual de un sector del auditorio, bastaría con manifestarlo de manera explícita, justificando el motivo de tal distinción, y no a través de las desinencias de las palabras que usamos para saludar. Por ejemplo, en un evento sobre “Tareas de cuidado” al que habitualmente concurren sólo femineidades, se puede dar una bienvenida general a todes y luego dirigir una bienvenida específica “a todos ellos que vienen por primera vez”. O, en una clase de mecánica automotriz, se puede saludar a todes y después dar la bienvenida particular “a todas ellas”, si es que se quiere remarcar la presencia poco usual (y deseable) de femineidades. De esta manera, el saludo neutro general a “todes” naturaliza la diversidad de géneros en la sociedad, mientras que el saludo particular a “ellos”, “ellas” o “elles no binaries” reconoce la ausencia histórica de ciertas identidades en determinados ámbitos, a la vez que celebra el interés de estas personas en romper con los estereotipos de género y sumar textura a la trama humana.

Si todavía algunes sienten que la palabra neutra “todes” lleva alguna marca de género es sólo porque el patriarcado les enseñó/obligó socio-históricamente a establecer tales marcas en innumerables palabras referidas a seres humanos. Porque el sistema patriarcal es pro-reproductivo, la lengua que diseñó en castellano tiene como una de sus funciones esenciales la de señalar (marcar) públicamente el carácter “embarazador/masculino” o “embarazable/femenino” de cada persona nombrada. Toda vez que alguien dice –por ejemplo– “Estoy entusiasmada”, está diciendo en realidad “Siento entusiasmo y soy una femineidad”. O, en términos estrictamente patriarcales, “Siento entusiasmo y soy embarazable”. ¿Por qué deberíamos anunciar a cada rato nuestra supuesta disponibilidad como seres reproductores de la especie?

Las binarias marcas de género impuestas, en realidad, no son de género (masculino/femenino), sino de sexo (varón/mujer), ya que tienen como único propósito el de identificar fácilmente a personas con pene y personas con vagina sin necesidad de verlas desnudas. Sin embargo, resulta evidente que –en el contexto actual de legitimación de las identidades travestis, trans, no binarias e intersex– las marcas biologicistas10 y cis-sexistas11que el patriarcado planificó a través de las desinencias gramaticales de nuestra lengua pierden –felizmente– todo sentido.

A pesar de lo dicho, es entendible que a algunas personas les cueste soltar la omni-presencia de las marcas gramaticales heredadas, no sólo por inercia cultural sino porque cada quien construyó identidad, atravesó su socialización, y sufrió o gozó toda la vida en función de tales marcas, y es comprensible –por lo tanto– cierta resistencia a abrazar la novedad. El mejor recurso para les hablantes que todavía se resisten al “todes” inclusivo y neutro, entonces, sería ir rotando el orden de la fórmula para no establecer prioridades indeseadas:

“Buenos días a todes, todas y todos.”

“Buenos días a todes, todos y todas.”

“Buenos días a todas, todes y todos.”

“Buenos días a todas, todos y todes.”

“Buenos días a todos, todes y todas.”

“Buenos días a todos, todas y todes.”

Sin embargo, este desdoblamiento triple funciona sólo para encabezados o despedidas, tales como un saludo ante un grupo de personas. Pero no se lo podría aplicar en el contenido de un discurso, ya que resultaría impracticable hacer la concordancia pertinente con otras palabras: “Todes les alumnes, todas las alumnas y todos los alumnos que estén inscriptes, inscriptas e inscriptos…”. Evidentemente, por más inclusiva que sea la intención, esta práctica no resulta funcional en absoluto.

Por otra parte, si estamos ante un grupo formado –por ejemplo– por femineidades y por personas no binarias, habría que saludar a “todas y todes”. Pero, ¿cómo saludaríamos si fueran varias femineidades y una sola persona no binaria? ¿“Buenos días a todas y tode”? ¿“Buenos días a todas y elle”? ¿Acaso no resulta discriminador usar un tipo diferente de palabra para referirnos a otra identidad? ¿No es una manera de estigmatizar a la otredad? ¿Es realmente ineludible esta obsesión por distinguir identidades sexuales dentro de un grupo y anunciarlas públicamente? ¿No se trata incluso de una forma de violación a la intimidad? ¿Cómo proceder cuando alguna persona no quiere exponer en público su identidad sexual (por ejemplo, cuando alguien se encuentra en plena “transición” de un género a otro)? ¿Cómo saber con exactitud cuál es el género de todas las personas a las que nos dirigimos? Vale la pena insistir: si el tema que nos convoca a una reunión no tiene ninguna relación con la identidad sexual del público, ¿tiene sentido seguir insistiendo en nombrar el género de cada quien?

El desdoblamiento doble (o/a) o triple (o/a/e) no sólo resulta cuestionable por su impracticabilidad, sino que abona el preconcepto (al que recurren los sectores conservadores, como veremos) de que el lenguaje inclusivo sería solo una figura retórica para causar un efecto en la audiencia, pero que no sería una nueva gramática capaz de constituir un lenguaje equitativo con el cual pudiéramos expresarnos en todos nuestros intercambios cotidianos. Si tenemos en cuenta que el propósito del lenguaje inclusivo es eliminar del discurso las marcas de género discriminadoras e innecesarias (todas las marcas discriminadoras, en todo el discurso, siempre), comprenderemos que el desdoblamiento no contribuye en verdad al objetivo planteado.

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