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Un nuevo reino imaginado
Luis Fernando Restrepo
Un nuevo reino imaginado
Las Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos
Segunda edición
Reservados todos los derechos
© Pontificia Universidad Javeriana
© Luis Fernando Restrepo
Primera edición: 1999
Instituto Colombiano de
Cultura Hispánica
Segunda edición: diciembre de 2020
Bogotá D. C.
ISBN (impreso): 978-958-781-519-1
ISBN (digital): 978-958-781-520-7
DOI: http://doi.org/10.11144/Javeriana.9789587815207
Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.
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Diseño de páginas interiores |
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Diagramación | Nathalia
Rodríguez González
Diseño de cubierta | La Central de Diseño
Imagen de cubierta | Pinturas ubicadas
en el techo del Museo Casa del Escribano
Real Don Juan de Vargas, Tunja.
Fotografía tomada por Carmen Villegas
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Mineducación. Reconocimiento como
universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo
de 1964. Reconocimiento como personería
jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre
de 1933 del Ministerio de Gobierno.
Las ideas expresadas en este libro
son responsabilidad de su autor y no
comprometen las posiciones de la
Pontificia Universidad Javeriana.
Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J.
Catalogación en la publicación
Restrepo, Luis Fernando, autor
Un nuevo reino imaginado: las Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos / Luis Fernando Restrepo. -- Segunda edición. -- Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2020. (Debates literarios).
Incluye referencias bibliográficas.
ISBN: 978-958-781-519-1
1. Castellanos, Juan de, 1522-1607 - Critica e Interpretación 2. Poesía elegiaca 3. Crítica literaria 4. Poesía lírica - Historia y crítica 5. Poesía española - Historia y crítica, Siglo XVI 6. Literatura española - Historia y crítica, Siglo XVI 7. Literatura colonial - Historia y crítica 8. América - Historia - Colonia, 1550-1810 - Poesías I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales.
CDD 860.9 edición 21
inp | 16/06/2020 |
Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.
In memoriam Mis abuelos Jorge, Lucila, Daniel y Olga
Y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.
Isaías 2: 4
Contenido
Prólogo a la segunda edición
Agradecimientos
Introducción
Castellanos y el Nuevo Reino tras el giro lingüístico
El discurso colonial: repolitización de las prácticas culturales en contextos de colonización
Una lectura localizada y contrahegemónica
El Nuevo Reino de Granada
Don Juan de Castellanos, el Beneficiado de Tunja
Las Elegías de varones ilustres de Indias
Capítulo I.
Imbricaciones de un proyecto histórico fundacional: la historia y las formas literarias en las Elegías
La complejidad literaria de las Elegías
Las Elegías como historia y como documento histórico
Límites de la crítica compartimentalizada
Hacia una visión comprensiva de las Elegías
¿Qué trama esta historia?
Capítulo II.
Identidades confrontadas: las Elegías y los encomenderos neogranadinos
Las Elegías y el Nuevo Reino de Granada
Encomenderos en las Elegías
Encomienda y sociedad en el Nuevo Reino de Granada
La Corona y los encomenderos
Inmigración española: comerciantes, burocracia imperial y encomenderos
La catástrofe demográfica
Hidalguía neogranadina: historias de identidad
Capítulo III.
Heterología épica: el cuerpo, la voz y la narración
Heterología colonial
El cuerpo como texto
La voz: discursos y arengas, voces de resistencia
La narración épica
Capítulo IV.
Topo-grafías neogranadinas: la escritura del espacio en las Elegías
Un nuevo reino imaginado
La colonización del espacio
La peregrinación como esquema narrativo y como fundamento de una topografía moral
Un mapa de las Elegías
La reja imperial: el discurso cartográfico en el Renacimiento y en las Elegías
Conclusiones
Referencias
Prólogo a la segunda edición
Es un reto borgiano enfrentar de nuevo un libro escrito hace casi veinte años y ver en él el paso del tiempo en nosotros, que lo miramos como un espejo que no refleja ya la misma imagen, destellando sus aciertos y desaciertos con mayor esplendor. No es menor el asombro al acercarnos de nuevo a esa colosal muralla de versos que levantara el Beneficiado de Tunja a finales del siglo XVI, cuya celebración de la violencia conquistadora quisiera apartar por siempre, si no hubiera en aquellos anudados endecasílabos claves para reflexionar sobre la guerra en nuestro tiempo y el reclamo de nuestra responsabilidad ante las ofensas del pasado.
Arreado con las armas de la teoría poscolonial, en nuestra primera edición de este libro emprendimos la carga contra los españoles conquistadores y el propio Castellanos con un furor tan ilusionado en la labor emancipadora del pensamiento crítico que no nos faltó sino el grito de ¡Santiago! o, mejor aún, ¡Foucault! Aunque comenzábamos a captar qué tan hondo calaba la colonialidad en nuestro propio quehacer académico no habíamos sondeado con suficiente profundidad las implicaciones éticas de la escritura, al verla como una forma por excelencia de la violencia. Mas, ¿qué nos queda sino escribir? Escribir en la noche oscura del humanismo, tanteando el camino incierto de la verdad en pos de una justicia por venir.
Considerando pues a Un nuevo reino imaginado como el testimonio de su tiempo, optamos por dejar el texto en su forma original, modificando y revisando solo lo necesario y añadiendo algunos apartados sobre la elegía renacentista, las historias de cautiverio y los principales aportes de la crítica más reciente, en particular sobre la épica, el Nuevo Reino de Granada, y los estudios coloniales en general. Por su accesibilidad, se recurrió a la edición de las Elegías de Gerardo Rivas Moreno, publicada en 1997 por la Fundación para la Investigación y la Cultura (FICA) de Cali, para la gran mayoría de las citas y referencias, hasta la fecha la edición más completa.
Sin embargo, a lo largo del libro también se hace referencia a algunas ediciones anteriores, como la de la Biblioteca de Autores Españoles [1847], reimpresa en 1914; la edición del Instituto de Valencia de Don Juan en Madrid, publicada en 1921 para el Discurso del Capitán Francisco Draque, y la edición de Antonio Paz y Meliá de 1886, que consta de dos tomos, para la Historia del Nuevo Reino de Granada. La edición de la Biblioteca de Autores Españoles será identificada con la sigla BAE, la del Instituto de Valencia de Don Juan con la palabra Discurso y la edición de Paz y Meliá con la sigla HNRG.
Agradecimientos
Deseo agradecer a quienes apoyaron este proyecto desde sus inicios como tesis doctoral en la Universidad de Maryland, así como su primera publicación y esta segunda edición.
Agradezco especialmente a José Rabasa, quien me inició irremediablemente de colonialista, a Regina Harrison, quien me guió acertadamente para sacar adelante el proyecto, y a Álvaro Félix Bolaños, quien fue un gran mentor. Igualmente, quiero agradecer a los jurados del Premio Nacional de Historia de Colcultura 1997, Antony McFarlane, Aída Martínez y Eduardo Posada, por el reconocimiento de mi labor y por sus valiosos comentarios sobre este estudio, a William Jaramillo y al Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, hoy el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, cuyo respaldo hizo posible la primera edición.
Este libro es producto del diálogo con los colegas y amigos encontrados a lo largo del trayecto, entre ellos Joanne Rappaport, Maureen Ahern, Betty Osorio, Carmelita Millán, Rolena Adorno, Cristo Figueroa, Santa Arias, Hubert Pöppel, María Eugenia Osorio, Edison Neira, Sara Castro Klarén, Paul Firbas, Raúl Marrero, Elizabeth Davis, Carlos Jáuregui, Ralph Bauer, Luis Miguel Córdoba Ochoa, Jaime Humberto Borja, Rodrigo Cacho, Emiro Martínez Osorio y, finalmente, María Piedad Quevedo, gracias por el apoyo a esta segunda edición.
Gracias a los colegas en la Universidad de Arkansas, Jimmy Horton, Steve Bell y Sergio Villalobos. A los estudiantes del seminario de colonial de la maestría en literatura colombiana en la Universidad de Antioquia, el seminario de épica y humanismo en la Universidad Eafit y a los estudiantes de posgrado aquí en Arkansas. A mi familia, a mis padres, Álvaro y Beatriz, a Michel Bail, a mis tíos Sergio Restrepo, Iván Restrepo, Hugo Montoya y a mis hermanos.
Agradezco inmensamente a mi esposa Catalina y a mis hijos Camila y Rafael, cuyos logros y alegrías me han rescatado una y otra vez de mis andanzas por ese siglo lejano y sórdido de las Elegías.
Introducción
¿Qué significaba escribir una historia en verso épico a finales del siglo XVI en el Nuevo Reino de Granada? Esta es la pregunta fundamental que examina este libro sobre las Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos. Para contestarla, emprendemos una indagación que interpola el análisis del texto mismo con una contextualización. Un contexto que, sin embargo, no es visto como un telón de fondo, algo fijo o “real”, sino como un espacio culturalmente constituido en el cual participan formativamente las Elegías. Adicionalmente, se trata de un contexto que no necesariamente está “afuera” de las Elegías, sino también en el interior del texto mismo, en el cual podemos encontrar los discursos y valores que conforman el mundo colonial, entre ellos: la legislación, la historia, la literatura, la etnografía, la cartografía y la religión. La presencia de estos discursos y valores en el texto de Castellanos no solo nos ofrece una ventana al mundo colonial, sino que hace evidente que las Elegías participan en el proceso general de creación y el sostenimiento del orden colonial neogranadino.
Por consiguiente, no se trata de un estudio global sobre la obra y su autor, para lo cual el lector podrá dirigirse a varios trabajos de tal índole.1 Se trata, en cambio, de un trabajo que se enfoca en ciertos aspectos que ilustran cómo este texto interviene en un momento histórico específico para fundamentar un orden señorial en el Nuevo Reino de Granada. Con este objetivo en mente, los temas de enfoque son la escritura de la historia, la autoconstrucción de una identidad aristocrática marcial, la demarcación de la alteridad y la inscripción de una territorialidad colonizada. Esta aproximación a las Elegías desde diferentes ángulos busca replantear una lectura de la obra de Castellanos que no se limite a los marcos de las disciplinas como la Historia y la Literatura. Se propone, en cambio, una indagación que dé cabida a la complejidad de los textos y contextos coloniales. La unidad de este libro no radica en una sucesión de capítulos, sino en resaltar las múltiples formas en las cuales las Elegías están intricadas en un presente histórico específico.
Para el estudio de las temáticas mencionadas arriba, las Elegías son un texto con gran potencial debido a su heterogeneidad: se trata de una extensa narración con una definida intención historicista escrita en verso épico (la mayor parte en octavas reales), modelada, aunque no sin distancia crítica, en La Araucana de Alonso de Ercilla, cuyas tres partes fueron publicadas en 1569, 1578, 1589 respectivamente. Además de la epopeya y la historia, en este texto convergen múltiples formas discursivas que ponen en relieve la complejidad de la escritura de la historia. Es decir, permite cuestionar la historia como texto. Adicionalmente, las Elegías presentan una cuidadosa y calculada representación de los guerreros españoles e indígenas, lo cual permite examinar el proceso de construcción de la identidad y la demarcación de la alteridad, visto en el contexto del ejercicio del poder colonial. Se discutirá qué significa que en las Elegías se presenten a los conquistadores como figuras cidianas, el prototípico guerrero medieval, y a los indígenas como guerreros indisciplinados o salvajes. Por último, las Elegías permiten replantear las implicaciones políticas de la representación del espacio-colonial, no solo por sus detalladas descripciones de la topografía americana, sino también por la inclusión de mapas y la integración del discurso cartográfico de la época en su narración.
Castellanos y el Nuevo Reino tras el giro lingüístico
El presupuesto fundamental de este libro es que el lenguaje no refleja, sino que constituye la realidad. Este no es considerado algo neutral, sino que emerge siempre en contextos de poder. Tal presupuesto está basado principalmente en el posestructuralismo de Roland Barthes y Michel Foucault, pero también en otros que llevan estos planteamientos a otros campos como la Historia (Hayden White, Dominick LaCapra), la Etnografía (Clifford Geertz, James Clifford) o la Cartografía (James Duncan, J. B. Harley). Este nuevo paradigma de las ciencias sociales ha sido llamado el giro lingüístico: se percibe la vida social como algo organizado en términos de símbolos, signos y significados que han de comprenderse para entender la organización de determinada cultura.2
Este paradigma, también conocido con un nuevo historicismo, abre nuevas direcciones para el estudio de las Elegías y de su contexto, el Nuevo Reino de Granada, y permite indagar en los códigos y valores que organizan y sustentan la sociedad colonial. Se complementan, de este modo, las investigaciones historiográficas que se han enfocado en lo económico, las instituciones sociales como la encomienda, el resguardo, la mita urbana, las comunidades religiosas, etc.3
En cuanto a las Elegías, este paradigma permite superar la tendencia, con algunas excepciones, de la crítica de Castellanos de separar lo histórico (lo factual) y lo literario (lo estético, lo formal), lo cual trataré más adelante, en el capítulo I. Proponemos, en cambio, un estudio que integre ambos aspectos, siguiendo lo sugerido por Dominick LaCapra, siendo sensibles a la complejidad discursiva de los documentos, pero sin quedarse en una aproximación meramente formalista, limitada a los mecanismos internos del texto.4
El discurso colonial: repolitización de las prácticas culturales en contextos de colonización
Desde las últimas dos décadas del siglo XX, el proceso de colonización de las Américas ha sido reexaminado por los estudios poscoloniales, un campo cuyo enfoque es la producción discursiva europea y sus relaciones con el proceso de colonización de otras partes del mundo, como África, India y América.5 Edward Said propone examinar la amplia gama de conocimientos que Europa ha generado sobre el Oriente y el papel que este saber y sus respectivas disciplinas han jugado en el proceso de colonización.6 Estos planteamientos son retomados por Peter Hulme para hablar de la experiencia de las Américas. Hulme delinea los marcos culturales que estructuran la visión de la América de Colón:7 por una parte, el tráfico económico con el Oriente y la China mongola genera una serie de textos, imágenes e imaginarios de suprema importancia en los diarios y cartas de Colón; por otra parte, una tradición europea de imágenes y narraciones sobre razas monstruosas y salvajes, proveniente de Heródoto, también está latente en el diario del Almirante de la Mar Océano, donde emergen las descripciones de hombres con hocico de perro, cola de caballo y que comen carne humana. Estas dos tradiciones enmarcan el proyecto colonizador esbozado ya en las Capitulaciones de Santa Fe, emitidas el 17 de abril de 1492, mediante las cuales los Reyes Católicos le asignaban títulos y privilegios a Colón sobre las islas descubiertas.8
La noción de discurso que encontramos en Said y Hulme proviene de Foucault y del posestructuralismo.9 Foucault propone este concepto para reexaminar el saber occidental más allá de los confines delimitados por las diferentes disciplinas, como la historia, la filosofía, la religión, las ciencias, la ficción, etc.10 Es decir, se trata de hacer evidente que estos campos de conocimiento no son “naturales” ni “universales”, sino que tienen una formación histórica.11 Las fronteras entre estos campos de conocimiento son también mucho más problemáticas que la asumida autonomía de cada disciplina. La noción de discurso permite aventurarse más allá de las unidades tradicionales de análisis, como el libro, la obra o el autor. Un libro está atrapado en un sistema de referencias a otros libros, otros textos y otras oraciones, es más un nodo dentro de una red que un objeto autónomo.12
El ángulo clave que aporta Foucault a estos estudios sobre el colonialismo es entrever la compleja relación entre el saber y el poder. En sus estudios sobre varias instituciones disciplinarias, como la clínica, el hospital, la escuela, la prisión, nos demuestra cómo el conocimiento no es algo neutral, sino que surge de las prácticas sociales de control y vigilancia. Nada filantrópico mueve sus mecanismos, sino el ejercicio del poder (se desmantela así uno de los pilares del proyecto de la modernidad, la fe en la ciencia y el conocimiento como fuentes liberadoras). Los “efectos” de la concatenación del saber y el poder incluyen mucho más que la delimitación de campos del saber: también se producen sujetos y sujetos del conocimiento.13
Por consiguiente, la relevancia de estos planteamientos para nuestro enfoque en la colonización del Nuevo Reino de Granada es ver cómo los diferentes campos del saber europeo –presentes en el propio texto de Castellanos– producen sujetos (“el indio”) y una territorialidad (el Nuevo Reino) que son clave para establecer el dominio español. Homi Bhabha,14 como comentaremos más adelante en el capítulo III, resalta precisamente que el discurso colonial (o saber europeo desplegado en relaciones coloniales) se caracteriza porque necesita producir sujetos diferentes para poder ejercer el poder colonial. Si las poblaciones de otros continentes fueran “iguales” al colonizador europeo, no podrían justificar su subordinación. Se trata, por lo tanto, de una alteridad estratégicamente producida.
Siguiendo estos planteamientos de Foucault, Said y Bhabha, veremos entonces que la producción de un sujeto colonial, “el indio” tal como aparece en las Elegías, es algo que está estrechamente vinculado al establecimiento del dominio español en el Nuevo Reino. Lo que este libro aporta al respecto es cómo específicamente el discurso épico contribuye a crear al sujeto colonial que necesita la maquinaria imperial, siguiendo los aportes sobre el tema hechos recientemente por David Quint y José Rabasa.15
El dominio español en el territorio que se configuró como el Nuevo Reino bien puede verse más como un proceso continuo y dinámico que como un acto singular (“la toma del poder”). Es desde esta perspectiva que proponemos ver a las Elegías. No se trata ya de observarlas como un texto aislado, sino como parte de numerosas prácticas discursivas que fundamentaban y sostenían la “república de los españoles” en el Nuevo Reino. Por lo anterior es posible decir que las Elegías son un texto que interviene en un presente histórico.
Raymond Williams ha notado que existe la tendencia a describir y analizar tanto la cultura como la sociedad en el pretérito, como algo fijo o terminado. Sin embargo, aunque las obras (literarias o artísticas) sean un producto terminado, siempre se realizan en un presente específico y, por lo tanto, son parte del proceso formativo de lo social.16 Por otra parte, los planteamientos de Williams nos permiten ver la dinámica de la dominación española en América. Partiendo del término gramsciano de hegemonía, Williams argumenta que la dominación no se da completa y exclusivamente, sino que es constantemente redefinida y que tampoco es un proceso pasivo: no se tiene el poder, se ejerce, se defiende, se justifica, etc.17 De este modo, proponemos ver a las Elegías como parte del proceso de constitución de una hegemonía española en el Nuevo Reino, donde se crean, se renuevan, se defienden y se modifican los valores que sustentan tal orden.
Una lectura localizada y contrahegemónica
Si, desde la perspectiva propuesta por Said, el quehacer científico e intelectual occidental europeo ha sido parte del proceso de colonización, ¿qué diferencia trabajos como el presente producidos en universidades metropolitanas (en circunstancias neocoloniales) de aquellos textos sobre las Américas, como la carta de Colón y las relaciones de Cortés o los informes de Humboldt sobre la zona tórrida? Pues bien, esta preocupación es precisamente lo que intenta resolver este paradigma de estudios sobre el colonialismo: ¿cómo romper con el legado colonizador del saber occidental? Un paso en esta dirección consiste en localizar la producción del conocimiento, un gesto bastante foucaultiano, sin duda. Es decir, se trata de desmitificar el saber científico europeo como algo universal y neutral para verlo como una praxis social, algo producido en contextos de poder. Esa violencia que produce la modernidad se entiende hoy como colonialidad, siguiendo a Aníbal Quijano.18 Asimismo se ve este saber con el convencimiento posestructuralista de que no hay acceso directo a la realidad, lo cual mina la asumida superioridad cultural y científica de Occidente.19
La crítica al discurso colonial constituye, por lo tanto, parte de la teoría poscolonial, aunque ciertamente no es el único campo en el que esta última se enfoca. Ha habido varias propuestas que plantean enérgicamente la necesidad de un compromiso político de los intelectuales con las comunidades subalternas. Este compromiso, alianza o solidaridad, no puede ser fácilmente delineado, si es que la crítica poscolonial ha de ser consecuente con sus propias propuestas, ya que no se puede homogeneizar o esencializar al subalterno. Hacerlo sería contribuir al proceso colonizador. Como consecuencia, encontramos aproximaciones menos universalizadoras y más localizadas, eclécticas y plurales (conscientes de sus contracciones) que buscan que la crítica no sea la ley (el saber totalizador que regula la experiencia y fija relaciones de poder), sino una praxis que cree las condiciones de posibilidad de una transformación de aquello que el saber colonizador tiende a osificar.20
Nuestro trabajo sobre las Elegías está principalmente enfocado en el desmontaje del discurso colonial y en exponer que las dificultades de definir el sujeto colonial no se limitan a la definición del subalterno. También comprende las complejidades del sujeto metropolitano/colonizador, como lo expondremos al tratar la construcción de la identidad de los encomenderos del Nuevo Reino de Granada. Para ilustrar este problema, basta preguntarnos cómo se constituye Castellanos a sí mismo en la narración. Un proceso nada simple, si tomamos en cuenta lo poco que se nos revela el autor a lo largo del texto sobre este asunto. Parece ser que la voz autorial del narrador se da como tal en tanto logra permanecer fuera del escrutinio de la narración. Y se nos revela a través de un sinnúmero de máscaras (sus varones ilustres: una exteriorización del “yo” narrador) o de un juego con sus múltiples homónimos (varios Juanes de Castellanos), asumiendo una voz colectiva (nosotros) y con numerosos desdoblamientos en voces indígenas, españolas, negras y mestizas que critican y defienden la colonización al mismo tiempo. No es casual, por tanto, que Menéndez y Pelayo lo juzgara como un “viejo gárrulo [...] menos crédulo y más socarrón de lo que a primera vista parece”.21 Castellanos, como autor-narrador, y sus Elegías ponen de relieve la complejidad del sujeto colonial/colonizador. Es necesario abandonar la visión maniquea para ver las múltiples caras del sujeto colonial/colonizador y las diversas posiciones que llega a asumir. La visión unificada del individuo es replanteada ahora de un modo más complejo y dinámico que incluye las diversas posiciones en las que emerge un sujeto tan complejo como la misma red social. Clase, género y preferencia sexual, edad, orientación política, nacionalidad, etnicidad, etc., todas estas variantes o “posiciones de sujeto” se pueden dar en un determinado sujeto en forma coherente o contradictoria.22
Nuestra aproximación poscolonialista a las Elegías intenta hacer una lectura contrahegemónica del texto de diversos modos. Una forma es romper con el pacto tácito entre el narrador y el lector que proponían las Elegías. Edward Said sostiene que muchos escritores de Occidente, como Dickens, Austen, y Flaubert, escribieron sobre personajes y lugares de otros continentes con una audiencia exclusivamente occidental en mente y sin detenerse a pensar sobre las posibles respuestas a estos textos por parte de lectores no europeos.23 Pero no hay ninguna razón para que nosotros hagamos lo mismo. Por consiguiente, Said propone que leamos todo el “archivo” moderno europeo y americano con el propósito de reinscribir lo que está silenciado o presentado marginalmente o ideológicamente representado.24 En el caso latinoamericano, los planteamientos de Said nos llevan a revisar toda aquella literatura producida por la ciudad letrada.25
Otra forma de hacer una lectura contrahegemónica es desnaturalizando el espacio social que fundamenta y ayuda a consolidar un texto como las Elegías. Es decir, se trata de resaltar que el Nuevo Reino de Granada es un espacio culturalmente producido y delimitado en el proceso de colonización de las Américas. Siguiendo los planteamientos de Benedict Anderson sobre la nación, nos interesa ver el Nuevo Reino como una idea históricamente producida, como una comunidad política imaginada.26 Nuestro estudio sobre las Elegías puede verse en este aspecto como parte de una arqueología de la idea del Nuevo Reino de Granada y, consecuentemente, de Colombia. Es decir, se trata de examinar las diferentes etapas y contenidos que se le han dado a esa idea.27 El concepto focaultiano de arqueología es muy válido aquí porque claramente se opone a las narraciones que celebran un origen y fundamentan un presente.28 La nación narrativiza el pasado para producir su origen y justificar su soberanía. Es cuestión de oficializar una narración en particular y suprimir otras narraciones. Esto evidencia que hay múltiples modos de narrar la nación, y que, en última instancia, esta no es ya cuestión de sólidas fronteras ni de un pasado monolítico, sino un espacio discursivo abierto a negociaciones, donde se ha de ver qué narración o narraciones devienen hegemónicas.
En la historiografía colonial se comienza a tejer la narración nacionalista, hoy hegemónica, que se fundamenta en los ‘“cronistas” Cieza de León, Gonzalo Fernández de Oviedo, fray Pedro de Aguado, Castellanos, Juan Rodríguez Freyle, fray Pedro Simón, Lucas Fernández de Piedrahita, Pedro Flórez de Ocariz y otros. Nuestro estudio sobre las Elegías es clave porque estas fueron la fuente de varios de los así llamados “cronistas” (Simón, Freyle, Piedrahita). Lo más significativo de Castellanos, en este contexto, es que su obra constituye un momento decisivo en la construcción de un origen glorioso y épico del Nuevo Reino de Granada y Colombia: cuando este decidió verter su historia de la prosa al verso heroico, la octava real de Ercilla, Camões y Ariosto. Más que un cambio en la métrica, este acto representa la opción de un marco conceptual europeo que se remonta hasta el mundo clásico de Virgilio y Homero y que llega entonces a ser desplegado en América, de ahí que la narración de las Elegías abarca lo ocurrido en varias islas del Caribe y partes de las actuales Colombia y Venezuela desde la llegada de Colón hasta finales del siglo XVI en el Nuevo Reino de Granada. No obstante el vasto marco espaciotemporal, el texto despliega su propio epicentro, el lugar y el momento mismo de la escritura. Los diversos elementos que constituyen la narración son integrados en virtud de una trama que ancla el texto al locus de la narración y que hace posible que se lea el principio en el final y el final en el principio. Sin embargo, la relación entre la situación de la narración y la historia (diégesis) es un aspecto que poco ha examinado la crítica de Castellanos, pese a que la épica, una consciente elección de este autor, nos apunta repetidamente hacia el tiempo y el contexto del acto de la narración, desde la sonoridad y simetría de las octavas hasta la identificación del narrador con la comunidad para la cual escribe;29 una comunidad, mejor decir, que circunscribe y, hasta cierto punto, configura la narración misma. Las Elegías, desde este punto de vista, invitan a una reflexión sobre las implicaciones de las formas narrativas y la consolidación de comunidades imaginadas. Cabe agregar que, aunque se pueda trazar una línea desde la visión del Nuevo Reino de Castellanos hasta el imaginario nacionalista, también es preciso tener en cuenta las diferencias en los imaginarios criollos coloniales y los republicanos.30 Aunque Castellanos no sea un criollo (hijo de españoles nacido en América) y se identifique como un baquiano,31 cuya experiencia en el Nuevo Mundo le da el sentido de pertenencia a las Indias, será exaltado por criollos como Rodríguez Freyle, Domínguez Camargo y Fernández de Piedrahita.