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ENCUENTRO Y DESENCUENTRO

Entre Dios y uno hay, como en las parejas enamoradas,

tiempos de desencuentro que hacen más felices los reencuentros.

Pero,

para que este gozo se produzca,

hay que ser humilde,

hay que volver con humildad.

No importa las veces.

Cada una

¡es una nueva forma de conocerlo!

¡Merece la pena!

12

CONVERSIÓN I

Todos somos objetos en un momento de la vida de una conversión.

Si esta no se produce,

es que nunca hemos madurado en nuestra fe cristiana.

Algo está pasando en la Iglesia actual cuando a los sacerdotes,

a unos nos llaman mercenarios

y a otros siervos…

¿Por qué?

13

LEALTAD

No basta la honradez.

Es necesaria la lealtad.

La lealtad es algo más profunda.

La honradez puede no llevar al sacrificio de uno mismo.

La lealtad llega hasta el heroísmo de renunciar a lo que son tus derechos.

Es la honradez más común.

La lealtad, más extraña.

14

ENCARNACIÓN

La Palabra se hizo carne.

Y habitó entre nosotros.

Es un nuevo lugar

en el que todo lo tuyo y todo lo de Dios pueden morar.

Necesitamos ese lugar común para entendernos.


15

DOLOR

En el corazón de Dios se entra por el dolor,

pero se acaba en el gozo.

¿No tienes dolor,

sufrimiento que ofrecer a Dios?

¡Pues entra!

Y verás lo que te sucede hasta llegar al gozo…

16

AFECTO

Tenemos una sed insaciable de afecto.

Eso nos hace vivir demasiado ocupados

en nosotros mismos.

17

LA MUERTE DE UN AMIGO

Dios se lo lleva

no como un acto justiciero,

sino como un acto de amor

que engendra en nosotros

la tristeza de los celos.

18

NÚCLEO

El hombre tiene núcleo, como el átomo,

la célula donde confluye lo humano y lo divino.

Llegar al núcleo es un camino interior

que está lleno de obstáculos.

Pero no es imposible.

Cuando se trata de separar lo uno de lo otro,

todo es contradicción inexplicable.

19

CÍRCULO

Para pensar en el estilo de Jesús

no hay que pensar en pirámide,

sino en círculo.

Cambian mucho las cosas si pensamos en círculo

y no en pirámide.

Nuestra catequesis nos ha educado para la pirámide.

Los tiempos nuevos y la Iglesia de Jesús deberán educarnos para el círculo.

20

MÍSTICO

Caminar hacia la sencillez: limitar los movimientos desbordados, las llamadas telefónicas, hacer selección de la «bulla» y los amigos, escribir lo justo y preciso, dejando la ampulosidad de las palabras que así son huecas…

Hacer de la fantasía el camino que acorta la distancia entre lo humano y lo divino.

Eso es el trabajo del místico.

El deseo y lo irreal andan juntos.

El primero es el jinete que cabalga sobre el segundo,

que es un caballo peligroso al que hay que domar con inteligencia.

Si intuyes con claridad lo que debes hacer,

da el paso a tu soledad.

No temas adentrarte en la noche.

Te encontrarás con un compañero de viaje inesperado.

Los místicos siempre encuentran a Dios en el camino.

Solo los teólogos lo pierden.

Cuando pienso en mí,

tú ya eres otro.

En el momento que escribo

ya es mi pasado.


Y para pensar en mi futuro

necesito pensar en ti.

Porque Tú eres el otro,

mi prójimo.


Y yo te necesito

para seguir siendo mi presente.

Nada soy sin ti.

21

NADIE

Hoy he dicho a nadie que vive en mi casa simplemente que he llegado bien. Necesitaba comunicárselo a alguien después de mi viaje. Pero no tenía más que un simple contestador telefónico en mi casa.

«He llegado bien», me he dicho a mí mismo desde el teléfono móvil al teléfono fijo para reencontrarme cuando llegue a casa que alguien me ha llamado.

Nadie no estaba en casa.

Nadie me deja a veces tan solo, tan vacío, que tengo que encontrar a Dios como sea para encontrarme con alguien. Es un Dios por obligación, es un Dios por recurso a mi soledad. Se alberga dentro de mi ser y me conmueve por su discreción para conmigo. No habla y, sin embargo, dice cosas. No siente, pero te hace sentir acompañado. No exige, pero me pide. Me habla de las personas como bendiciendo. No estorba cuando lo aparto de mi vida. Se agazapa y permanece. Es un estar presente sin estar que, cuando lo percibo, me impresiona cómo está. De tal manera que llena el vacío de nadie.

Pero nadie qué impertinente es cuando se hace notar, cuando no te contesta, cuando se empeña en dejarte solo para acabar gritando:

«Pero ¿es qué aquí no hay nadie?».

22

ESTE TIEMPO ES MÍO

Anda Dios diciéndome al oído:

«¡Este tiempo es mío!».

Yo, celoso, le arrebato el reloj de arena con que cuenta.

Anda Dios reclamándome atención.

Y yo miro distraído hacia otra parte,

como si no fuera conmigo.

Anda Dios llamándome con esa aldaba del corazón

que retumba en todo el cuerpo y se resiente.

Es presión arterial,

dolor de mi cabeza,

congestión,

frío,

pasmo,

calor…

Estoy enfermo, pienso.

Rara enfermedad que necesita alivio.

Me tomo la temperatura

y es por dentro.

Por dentro. ¡Cómo me asustan los adentros!

Prefiero mirarme en los espejos

que por dentro.

Mirar adentro me da miedo.

Pero es tiempo de mirar adentro

y hablar de tú a tú con mi relojero.

23

IGLESIA Y ORACIÓN

La Iglesia no es el Reino de Dios.

Yo espero que sea de otro modo.

La Iglesia es el sacramento del Reino de Dios sobre la tierra. ¿No parece contradictoria?

A veces me parece muy terrena…


El Padrenuestro me llena.

Es como redondo.

Es la oración del redimido. ¡Y qué bella!


La oración es el aliento vital.

Si no hay oración, hay paro cardíaco.

Un suspiro es oración.

24

OBEDIENCIA CRÍTICA

Sin la obediencia crítica no vamos a ninguna parte.

Los hombres de la Iglesia necesitamos la crítica y la autocrítica.

La obediencia crítica nos hace más humildes y más sinceros servidores.

Cuanto más alto se está, más obediencia crítica es necesaria.

Parece un contrasentido, pero no lo es.

Es la obediencia crítica la que te lleva al don de la templanza.

No se puede exigir en nombre de Dios una obediencia ciega

y luego rezar el Padrenuestro.

Sin la crítica no se puede llegar a descubrir el «hágase tu voluntad».

Sin la crítica uno no tiene criterios. ¡Sin la autocrítica, menos!

¡Y qué falta hace ahora tener criterios en la sociedad en que vivimos!

25

ORACIÓN

Repetir las palabras también es oración.

Repetir en rosario el Avemaría es oración.

Repetir el verbo amar y declinarlo:

«¡Yo te amo, Tú me amas! ¡Nosotros nos amamos!».

Es una oración activa como la vida misma.

Amor a Dios.

Amor a Jesús.

Amor a María.

Repetir, repetir incansablemente

hasta sentirse extenuado,

como lo hace el amante con su amado.

26

COMUNIÓN

Esa llamada telefónica que necesitas hacer cada tarde,

cada noche,

a alguien,

al acabar el día,

como una obligación convulsiva,

es sed de comunión.

Ese buscar incesante en Internet algo que te complazca,

ese zapping continuado en la televisión,

es sed de comunión.

Necesitas comulgar con algo,

con alguien,

es el placer de sentirse compartido,

atraído por otro,

sumido por la voz o por la imagen de otro.

Es un deseo de ser poseído y poseer.


Ves cómo tienen coherencia aquellas palabras

que llevaron a Jesús a decir:

«Tomad y comed, esto es mi cuerpo…».

La comunión de las ideas,

del amor,

de los sentimientos,

hasta de los cuerpos,

se deja sentir como un hambre especial del alma

en nuestra frágil condición humana.

27

ESTAR EN COMUNIDAD

Cada uno tiene una forma distinta de estar en comunidad.

Si estás desasosegado, violento, estresado en la comunidad, es que no has encontrado tu sitio.

Estar en la comunidad, encontrar tu sitio, es clave para poder dar y recibir, ser eficaz a los otros y disfrutar de tu vida.

Hay que discernir: tener sentido de tu misión y tu presencia dentro de la comunidad.

A partir de ahí sabrás qué decir y qué callar, qué elegir, qué hacer y qué no hacer.

Cuando te sientas abrumado, tu cuerpo está diciendo que estás haciendo cosas que no son asunto tuyo.

Seguro que Dios te pide más que el esfuerzo, pero no te pide lo que está más allá de tu capacidad.

Lo que pasa es que nunca sabemos de lo que somos capaces hasta que lo hacemos.


Es necesario vivir para los demás, pero vivificando a los que te rodean, no mortificándolos. Muchos pastores exigentes deberán concienciarse de esto no exigiendo a los demás más de lo que ellos mismos dan.


Quien no se desarrolla en comunidad no se desarrolla en sí mismo.


De vez en cuando uno tiene que expresarse en poesía, porque el pensamiento va más allá de las palabras. Es como si a las palabras les pusieras música, aunque solo sea de rima libre, sin reglas ni métrica de rima fácil. Así me pasó en el siguiente poema.

28

SI LOS MÍOS SON LOS TUYOS

Si los míos son los tuyos,

Señor, ¡qué mal apaño hemos hecho!

No me encuentro con los tuyos,

no me entiendo.

Son duros,

inflexibles.

Saben demasiado.

No se puede dialogar.

Los encuentro como dioses

cuando tú

te has querido hacer como hombre.

No me entiendo.

Saben de leyes mucho

y yo sé poco,

poco derecho canónico.

Saben de historia

y yo no acierto a comprender

ni siquiera este tiempo nuestro

que me ha tocado vivir.

Si los míos son los tuyos,

¡qué lejos de ti me encuentro!

¿Será posible que estemos

tan distantes tú y yo?

¿Será posible que no nos comprendamos?

¿Será posible que quieras condenarme?

¿Por qué no junto lo humano y lo divino?

29

LA MIRADA

El puente de tu mirada

quedó clavado en la mía.

Y se cruzaron,

se cruzaron amores

que no sabían dónde llegar.

El puente de tu mirada

se cruzó con la mía,

¿adónde nos lleva ese puente?,

¿busca un entendimiento?,

¿compra los afectos o los cambia?,

¿haremos de este modo chantaje al corazón?,

¿y a qué precio?


El puente de tu mirada

llegó desde tu orilla a la mía

y se cruzaron.

Sin fijarse en el cauce del río

que separa nuestras vidas.

El puente de tu mirada,

que cruza el río,

¿se quedará simplemente

en un encuentro fortuito?

30

DE MI SOLEDAD

De mi soledad ando celoso

cuando te miro

y no encuentro las lágrimas en tus ojos.

Pienso si no me merezco ser recordado

por lo mucho que te quise

y aún te quiero.

Me fui al retiro

voluntario

buscando ser coherente conmigo mismo.

Me separé de ti por no romper

ese cristal inmaculado de mi signo:

mi voto voluntario;

quise ser obediente,

aunque cabizbajo

obedecí a mis deseos

de ser casto,

a mi promesa de ser fiel,

honesto,

consecuente con mi mundo de renuncias,

que no es el tuyo.


Añorando te busqué

en la intimidad de mi silencio.

Tú ni siquiera lo supiste.

No te enteraste

que aún estaba enamorado.

Lo que para ti era un honor era para mí un desespero.


Hoy he superado el tiempo y la distancia.

Guardo el secreto retrato de tu cuerpo.

Sé dónde está el lunar

con el último recorrido que hice de tu espíritu.

Guardo el pañuelo que encierra tu suspiro.

Guardo el recuerdo de lo que quise y nunca llegué a tener.

Es lo que queda de ti misma.

Guardo un rosario de porqués inexplicables.

Sin respuesta.

Guardo todos los billetes de los viajes de ida y vuelta

que hice hacia dentro de ti desde mí mismo,

en el carruaje de mi fantasía.

Viajes sin retorno,

perdido en el epitalamio

de un tránsfuga de mi mundo

a ninguno otro posible.

Guardo el olor,

mejor aún,

la fragancia fresca de tu cuerpo a manzana

que nunca llegué a arrancar de tu árbol.

Te guardo toda entera para ser consumida en otra vida.


De mi soledad ando celoso

cuando miro y no encuentro las lágrimas

que había buscado en tus ojos.


31

CRISTO

Si Cristo hubiera muerto vestido

en vez de desnudo,

habría sido menos atractivo.

Si Cristo hubiera esperado a los setenta años

para convertirse en víctima,

habría perdido fuerza su mensaje.

Si Cristo hubiera sido minusválido,

su imagen no habría sido simpática.

Si Cristo no hubiera tenido talante

de aventurero, habría construido una casa,

educado una familia, mantenido un negocio,

programado un desarrollo económico, difícilmente

habría resistido nuestras críticas.


¿Por qué Cristo eligió lo contrario de la

mayoría de los hombres?

¿Por qué los demás, esa inmensa mayoría,

no puede morir desnudo, ser joven,

aventurero y bohemio, desinteresado?


CRISTO es para mí ALGUIEN

que está aquí y ahora mismo.

Con rostro de persona.

con palabras de mi lenguaje, como hombre de mi tiempo,

como continuidad de su presencia en la tierra,

de su nacimiento un día en Belén.


Es un cliente de mi tienda.

Es un trabajador de mi empresa.

Es un compañero de mi vida.

Es el muchacho de Nuevo Futuro

al que yo acojo y recibo en mi casa.

Es el drogadicto que pide el milagro:

«Señor, si tú quieres, quedare limpio»

de esta nueva lepra de nuestro tiempo.


Es la mujer que ayer en esa misma silla

me confesó sus problemas matrimoniales

con un compañero sacerdote.

Es un socialista que reza

y un cristiano «de siempre» metido en la rutina

que está harto de esta Iglesia que critica.


Es un hombre de actualidad permanente

con el que me entiendo,

tengo audiencia cuando quiero

y al que entrevisto todos los días

para saber qué hacer,

qué decir,

qué pensar.

Y someter a su criterio toda mi vida.


Me encuentro cómodo con un Dios que es hombre.

No sé por qué se empeñan tantos curas en demostrarnos que es Dios

con teologías baratas que apenas hacen falta,

porque sobra y basta su PALABRA.

32

LA BICICLETA DE MI VIDA

Dedícame, Señor, el conjugar los verbos complicados,

en presente y en futuro.

Que el verbo amar lo tengo ya muy desgastado.

Dedícame, Señor, el verbo querer,

que quiero, pero no cuenta.

Sí, todo se me hace complicado.

Dedícame el verbo suplicar,

que soy un quejica suplicando,

y lo debo hacer con dignidad,

como si estuviera rezando.

Dedícame el verbo perdonar,

pues no sabes cómo cuesta hacerlo presente

y futuro a los demás

y lo a gusto que me siento perdonando.

Dedícame el verbo silenciar,

para que acalle tantas voces

que llenan mi vida de caprichos,

de palabras ociosas,

de promesas vanas,

ruido, más ruido insoportable

que oculta tu voz, Señor, en el vacío.

Dedícame los hechos complicados

que tejen la maraña y la noche

en esta bicicleta de la vida

donde tú pedaleas ya conmigo,

porque yo ando sin cadenas

y voy perdido.

33

LA DROGA

Es cuatro de diciembre

de mil novecientos setenta y cuatro.

Hoy he descubierto la droga.

Estaba cerca.

En las venas de alguien a quien yo quería

sin saberlo.


Cabalgaba a galope por mi vida.

Era un reto silencioso.

Yo no lo sabía.

Me acechaba por la noche,

mientras dormía,

¡qué tranquilamente dormía!,

sin conocer camellos,

sin caravanas de esclavos

que no ven las estrellas.

Era una compañera desconocida

en mi trabajo.

Se alojaba en mi casa sin yo saberlo.

Era un huésped furtivo

y peligroso.

Sin saberlo.


Fabricó un muro lento entre nosotros,

divisorio de un mundo suyo

que aleja de los míos.

Eras, Paco, un muchacho cabal.

Revoltoso e inquieto,

como tus años.

Con el lógico desenfado

del rockero orgulloso de su barrio.

Vallecano puro.

Se habían hecho los blue jeans para ti,

que jamás la corbata tuvo espacio.

Tenías amores cada tarde de paseo.

Colgaban de tus ojos mil gacelas.

¡Pero en tu mundo cabía el orden,

el trabajo rápido bien hecho,

la familia, los hermanos, los amigos.

Querías ser distinto

de los chaperos de tu barrio.

Dejar de hacer «el puente»

en el coche ajeno aparcado.

Superabas la panda del porro,

y te reías,

te reías a carcajadas

cuando afanaste la chupa,

la chupa de cuero de un colega porrero.


Trataba yo de darte la medicina del cariño

para que fueras hombre cabal.

Y de educarte.

Amarga medicina la de educarte

que tomabas con esfuerzo.


Pero alguien quebró tu voluntad de hierro.

¡Todo se vino abajo!

Llegué hoy a descubrir la jeringuilla en el armario,

envuelta en un pañuelo blanco,

como un cadáver en su sudario.

Había en él cuatro o cinco gotas de sangre

que me anunciaban los restos de un naufragio.

¡Y yo sin saberlo!


Era cuatro de diciembre

de mil novecientos setenta y cuatro.

Tenías diecinueve años,

Paco,

nunca más los tuviste.

Te hiciste viejo prematuro

en ese año.

Perdiste la ingenuidad del niño grande

que jugaba a ser enamorado,

del hombre que se ganaba la vida

con la habilidad de un ser inteligente.

Un día me robaste la cartera

que tantas veces habías cuidado con respeto.

No por ello dejaste de robarnos el corazón

a todos los que te habíamos querido.

Te ayudamos,

todos te ayudamos,

a recorrer el camino de tu calvario.

Paco,

aún hoy, por si te sirve en el otro mundo,

te seguimos llorando.


Era cuatro de diciembre

¡de mil novecientos setenta y cuatro!

Te seguimos llorando.


Era cuatro de diciembre

¡de mil novecientos setenta y cuatro!

yo no lo supe hasta entonces…

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ISBN:
9788428835299
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