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4. EL JUEGO DE LO SIM-BÓLICO Y DE LO DIA-BÓLICO EN EL UNIVERSO

Anticipamos aquí lo que más adelante detallaremos en un capítulo. La lógica del universo y de todos los seres existentes en él es ésta: organización- desorganización- interacciónreestructuración- nueva- organización. No existe un equilibrio estático, sino dinámico y siempre en proceso. Siempre hay eco-evolución. La virtud principal no es la estabilidad, sino la capacidad de crear nuevas estabilidades a partir de inestabilidades. La lógica de la naturaleza no es recuperar el equilibrio anterior, sino gestar nuevas formas de equilibrio abierto. Esta aptitud permite a la vida desarrollarse, producir la diversidad y perpetuarse. La vida inventa incluso la muerte para poder continuar en un nivel superior y más abierto.

El universo se construyó y se construye a partir y a través de lo dia-bólico, del caos, el big bang primitivo. Lo dia-bólico es generativo, pues favorece nuevas formas de organización. Hace evolucionar el cosmos bajo formas cada vez más sim-bólicas, complejas y ricas.

Dicho con las palabras de nuestro tema: lo sim-bólico se construye a partir de lo dia-bólico, lo sim-bólico se rehace y se reestructura continuamente en la medida en que confronta, integra y eleva a niveles más altos lo dia-bólico que lleva siempre dentro de sí.

Un ejemplo sencillo tomado del estómago de una vaca puede ilustrar lo que estamos afirmando. El estómago está habitado por una inmensa colonia de bacterias que se nutren de celulosa. La vaca come el pasto que contiene celulosa, el alimento de las bacterias. Por otra parte, la vaca hace el bolo alimenticio que absorbe trillones y trillones de estas bacterias. Se alimenta de ellas rumiando el bolo alimenticio. La vaca se hace, así, depredadora de bacterias, como las bacterias se hacen depredadoras de celulosa. Las bacterias comen el pasto-celulosa de la vaca y son, a su vez, comidas por la vaca. Sin el pasto-celulosa las bacterias no existirían. Y sin las bacterias las vacas tampoco, porque sin rumiar las bacterias en el bolo alimenticio morirían de inanición y de hambre. Véase aquí la mutua dependencia, la simbiosis, entre las bacterias y la vaca.

Importa, pues, ver el conjunto, la unidad constituida por los elementos opuestos, lo dia-bólico y lo sim-bólico, bacterias y vaca, que se hacen complementarios. La vaca necesita de las bacterias, y las bacterias necesitan de la vaca. Dicen: tu vida es mi muerte, tu muerte es mi vida. Se complementan.

La teología cristiana, en su sabiduría antigua, contemplaba esta misma dimensión en la Iglesia de Cristo. Con audacia, la llamaba casta meretrix, casta meretriz. Es casta, se decía, porque vive de la gracia de Cristo. Es meretriz, porque continuamente traiciona al divino Esposo. Como señal de Dios en el mundo (sacramento), participa de la ambigüedad de toda señal: puede ser incomprendida o mal interpretada. Por eso, puede ser un signo y un anti-signo de Dios. Como enseñaban, hace mucho, los teólogos: el sacramento de la Iglesia contiene inevitablemente una dimensión dia-bólica y una dimensión sim-bólica. El esfuerzo no ha de consistir en acabar con esta tensión. Mientras vivamos en la historia, es insuperable. El esfuerzo ha de consistir en no permitir nunca que lo dia-bólico se imponga hegemónicamente, sino lo sim-bólico. Tampoco se ha de intentar erradicar lo dia-bólico, sino se ha de integrar de manera que acabe reforzando y confiriendo dinamismo a lo sim-bólico.

Volvamos a la situación del ser humano. Es sapiens y demens. ¿Cómo construirlo hoy día, personal y socialmente, si ha mostrado falta de sabiduría e inmensa capacidad de demencia?

La cuestión es complejísima. Tal vez el camino sea hasta inaccesible para la pura razón analítica. Exige, más bien, una razón práctica y simbólica, sensible a los valores. Efectivamente, la demencia humana implica una dimensión ética. Es decir, supone responsabilidad, culpa, reparación, reversibilidad y evitabilidad. El mal ético en la historia, desde Job, fue y sigue siendo un desafío para toda concepción humanística de la vida.

El mal existe no para ser comprendido sino combatido. En la medida en que es superado, deja entrever su ordenación a un todo mayor en el que seja de ser absurdo. Se presenta como incentivador en la construcción de nuevos caminos y de estados de conciencia más altos y maduros. A partir de ahí tiene sentido. De lo dia-bólico se gesta lo sim-bólico.

Importa, por tanto, descongelar el mal y lo dia-bólico, ponerlos en movimiento, como parte de un proceso. Forman parte de la cosmogénesis y de la antropogénesis, condición originaria de la evolución.

Pero, honestamente, hay que reconocer: no siempre este sentido es perceptible. Exige fe y esperanza. Estas actitudes no son voluntaristas. Están fundadas en el carácter virtual de la misma realidad que lleva en su seno el sentido encubierto. Globalmente, este sentido se revelará con evidencia solamente al final. Hasta entonces, nos cabe esperar y creer pacientemente. Esta actitud exige desprendimiento, serenidad y sabiduría, y es una condición inevitable de nuestro estado de creaturas, limitadas y siempre abiertas.

5. EL LARGO CAMINO DEL SER HUMANO RUMBO A LA INTEGRACIÓN

Para alcanzar una sabiduría que nos ofrezca alguna luz sobre la conexión dia-bólica y sim-bólica de la realidad, importa:

En primer lugar, quitar al ser humano de su falso pedestal y sacarlo de la soledad donde se autocolocó: fuera y por encima de la naturaleza. Es su antropocentrismo ancestral y su individualismo visceral. Inter-existe y co-existe con otros seres en el mundo y en el universo. Necesita reconocer ese vínculo de solidaridad cósmica, e insertarse conscientemente en ella. Centralizarse en sí mismo -antropocentrismoes señal de arrogancia y de falsa conciencia. En primera instancia, nosotros somos para la Tierra. Solamente a partir de ahí, la Tierra es para nosotros.

En segundo lugar, importa devolver el ser humano a la comunidad de los humanos; descubrir a la familia humana, el sentimiento de solaridad, de corresponsabilidad, de familiaridad, de intimidad y de subjetividad. Hoy la planetización se realiza en su edad de hierro, bajo el mercado competitivo y no cooperativo. Por eso causa tantas víctimas. Pero crea las precondiciones materiales para nuevas formas de planetización: la política, la ética, la cultura y otras. Ofrece la base imprescindible para una nueva etapa de la hominización: la etapa planetaria, de la conciencia de la especie y de la única sociedad mundial. A ella se ordena, quiéralo o no.

En tercer lugar, importa pasar de la humanidad a la comunidad de los seres vivos (biocenosis4). El ser humano necesita desarrollar veneración, respeto, piedad, compasión con todos los seres que sienten y sufren. Cruel e inhumano es matar niños y torturar animales. Es falta de compasión mantener vacas confinadas en un estrechísimo recinto, con alimentación químicamente balanceada, para que se trasformen en fábricas de carne. Dramático, también, es perder la piedad para con la vida humana y la compasión para con todos los que sufren. Con esas actitudes, nada será imposible, guerras nucleares, colapsos ecológicos, la autodestrucción de la especie homo. Importa defender la vida, los valores de la vida y una política orientada a la salvaguarda y desarrollo integral de la vida.

En cuarto lugar, urge pasar de la comunidad de los seres vivos (biocenosis5) a la Tierra, entendida como Gran Madre, Gaia6 y superorganismo vivo. El ser humano es hijo e hija de la Tierra. Más todavía, es la misma Tierra que en su evolución ha llegado al nivel de conciencia refleja, de “amorización”, de responsabilidad y de veneración del Misterio.

En quinto lugar, importa pasar de la Tierra al cosmos. Lo que el ser humano es en relación a la Tierra (la conciencia y el amor), es la Tierra en relación al cosmos. Uno de los lugares, quién sabe, entre otros millones y millones donde irrumpió el Espíritu, la Conciencia y el Amor incondicional. La Tierra es uno de los cerebros y uno de los corazones del cosmos que todos conocemos.

Por fin, urge pasar del cosmos al Creador. Toca al ser humano descifrar el misterio que sobrepasa y subyace en todos los seres y en todo el universo. El hombre y la mujer modernos que han pasado por la universidad son generalmente agnósticos. Tienen dificultad para creer. Y, cuando creen, tiene dificultad para mostrar su fe. Diferentemente se comportaba el ser humano de otras etapas de la evolución. Sabía dar al misterio mil denominaciones. Hacerle fiestas, celebrar su advenimiento. En fin, el ser humano era y es todavía hoy un ser espiritual, hijo e hija de Dios, Dios mismo por participación.

Queremos, en nuestro texto, dialectizar el águila y la gallina, lo dia-bólico y lo sim-bólico, el caos y el cosmos, a fin de presentar una tentativa sincera de integración que sea holística7, abierta y esperanzadora ante la crisis que dosola y acrisola a todos.

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1 Geocida: el que asesina a la Tierra.

2 Holismo/visión holistica: viene del griego holos que significa totalidad. El término fue creado por el filosofo sudafricano Ian Smuts, en 1926, para designar el esfuerzo de la mente por captar el todo en las partes y las partes en el todo.

3 Holograma: fenómeno en el que el todo está presente en cada una de las partes y las partes solamente existen insertados dentro de un todo que, a su vez, se ordena a otro todo mayor.

4 Biocenosis: el conjunto de todas las especies vegetales y animales que viven en un determinado espacio físico, formando una comunidad viviente.

5 Biocenosis: el conjunto de todas las especies vegetales y animales que viven en un determinado espacio físico, formando una comunidad viviente.

6 Gaia: nombre que la mitología griega daba a la tierra como divinidad y entidad viva. James Lovelock mostró que la Tierra como un todo forma un superorganismo vivo y la denominó Gaia.

7 Holismo/visión holistica: viene del griego holos que significa totalidad. El término fue creado por el filosofo sudafricano Ian Smuts, en 1926, para designar el esfuerzo de la mente por captar el todo en las partes y las partes en el todo.

I
RUMBO A LA CIVILIZACIÓN DE LA RE-LIGACIÓN

Analistas, sobre todo procedentes de la biología, de las ciencias de la Tierra y de la cosmología, nos advierten que el tiempo actual se asemeja mucho a las épocas de grandes rupturas en el proceso de la evolución, épocas caracterizadas por extinciones en masa. Efectivamente, la humanidad se encuentra ante una situación inaudita. Debe decidir si quiere continuar viviendo o si escoge su propia destrucción.

El riesgo no viene de una amenaza cósmica (el choque de algún meteoro o asteroide) ni de algún cataclismo natural producido por la propia Tierra (un terremoto de magnitud extraordinaria o algún desprendimiento de placas tectónicas). Viene de la propia actividad humana. El asteroide amenazador se llama homo sapiens demens, surgido en Africa hace pocos millones de años.

Por primera vez, en el proceso conocido de hominización, el ser humano tiene en sus manos los instrumentos de su propia destrucción. Se creó verdaderamente un principio, el de autodestrucción, que tiene su contrapartida, el principio de responsabilidad. De ahora en adelante la existencia de la biosfera estará a merced de la decisión humana. Para continuar viviendo, el ser humano deberá quererlo. Tendrá que garantizar las condiciones de su sobrevivencia. Todo depende de su propia responsabilidad. El riesgo puede ser fatal y terminal.

En los tres últimos siglos, la humanidad occidental se ha organizado con más insensatez que sabiduría. Su estilo de vida se ha mundializado. Con él va unida la destrucción de ecosistemas, la amenaza nuclear y la falta de compasión, que relega millones y millones de personas a la miseria.

Los indicadores de la situación mundial son alarmantes. Dejan poco tiempo para los cambios necesarios. Estimaciones optimistas señalan como límite el año 2030. A partir de esa fecha, nadie garantiza la sustentabilidad del sistema-Tierra.

Por tanto, ahora, más que nunca, necesitamos sabiduría; sabiduría para captar las transformaciones imprescindibles; sabiduría para definir la dirección acertada; sabiduría para proyectar el sueño que nos guiará; sabiduría, en fin, para dar prioridad a las acciones concertadas que harán realidad ese sueño.

1. DE LA INSENSATEZ A LA SABIDURÍA

Resumiendo, tres son los nudos problemáticos que urge desatar: el nudo de la extinción de los recursos naturales no renovables, el nudo de la soportabilidad de la Tierra (¿cuánta agresión puede soportar?) Y el nudo de la injusticia social mundial.

No pretendemos detallar tales problemas, ya ampliamente conocidos; sólo queremos compartir y reforzar la convicción de muchos. Según ésta, la solución de los problemas mencionados no se encuentra en los recursos de la civilización vigente, pues el eje estructurador de ésta consiste en la voluntad de poder y de dominación. Someter la tierra, explotar al máximo sus recursos, conquistar pueblos y apropiarse de sus riquezas, buscar la prosperidad, incluso a costa de la explotación de la fuerza de trabajo y de la de la naturaleza: he aquí el sueño más grande que ha movilizado y sigue movilizando al mundo moderno. Ahora bien, esta voluntad de poder y de dominación está llevando a la humanidad y a la Tierra a un callejón sin salida fatal. O cambiamos o perecemos.

Tenemos que cambiar nuestra forma de pensar, de sentir, de valorar y de actuar. Nos urge hacer un cambio revolucionario en nuestra civilización, bajo otra inspiración y a partir de otros principios más benevolentes para con la Tierra, sus hijos y sus hijas. De este modo, los seres humanos podrán salvarse y salvar también su bello y radiante planeta tierra.

Más todavía. Apoyamos la idea de que los sufrimientos actuales poseen un significado que transciende la crisis de la civilización. Se ordenan a algo más grande. Revelan los trabajos de parto en que estamos señalan el nacimiento de una nueva etapa en el proceso de hominización. Están surgiendo los primeros brotes de un nuevo pacto social entre los pueblos y de una nueva alianza de paz y de cooperación con la Tierra, nuestra casa común.

Rechazamos la idea de que los 4,5 billones de años de formación de la Tierra sólo hayan servido para su destrucción. Las crisis y los sufrimientos se ordenan a una gran aurora, que nadie podrá detener. De una época de cambio pasamos al cambio de época. Estamos dejando atrás un paradigma que plasmó la historia en los últimos quince mil años.

2. EL FIN DE LAS REVOLUCIONES DEL NEOLÍTICO

Hace diez o doce mil años, el ser humano inauguraba el neolítico. Abandonó las cavernas y se aventuró a la conquista del mundo exterior. Mediante sucesivas revoluciones, que podemos llamar revoluciones del neolítico, lo transformó.

La primera de ellas, la más universal de todas fue la revolución agrícola. Se domesticaron animales y plantas, se regaron los campos, se crearon villas y ciudades y se garantizó la infraestructura de la subsistencia material de los seres humanos. A partir de esta época, se empezaron a echar las raíces del patriarcado, es decir, de la dominación del principio masculino y de los hombres sobre las mujeres en la organización de la vida humana. Dicho en términos tecnológicos, fue una gran liberación. ¿Pero a qué costo?

14 mil años después, se hizo la revolución industrial. Se creó la máquina, que se incorporó a la fuerza física del ser humano. Éste ya no tuvo necesidad de hacer grandes esfuerzos, cargar pesos y gastar su salud en la producción. Lo sustituyó la máquina. Se mantuvo e incluso se reforzó el patriarcado, pues crecieron los medios y las formas de dominación sobre las personas y sobre la naturaleza. No obstante, en relación a las carencias humanas, fue una considerable liberación. ¿Pero a qué costo?

En nuestros días, trescientos años después, se hizo la revolución del conocimiento y de la comunicación. Se creó otro tipo de máquina, que se incorporó a la fuerza mental del ser humano: el cálculo, el trabajo intelectual, el descubrimiento por medio del computador, del robot y de la informática. Se avanzó hacia dentro del corazón de la materia, sacando informaciones de las partículas subatómicas y de las energías primordiales. Se penetró dentro del misterio de la vida, recogiendo las informaciones del código genético y revolucionando el futuro por la biotecnología y por el copilotaje de la evolución. Es una liberación tecnológica inimaginable. ¿Pero a qué costo?

Es importante reconocer, sin embargo, que asistimos al surgimiento de lo femenino, que desenmascara la presencia del poder masculino en todos los campos de la vida familiar y social, en las expresiones del lenguaje, en la formulación del saber y en la institución de ritos y tradiciones, y denuncia el patriarcado como poder opresor de la mujer y del mismo hombre. El ecofeminismo de manera especial, ha obligado a lo masculino y a toda la cultura a una redefinición que busca más equilibrio y relaciones más inclusivas y participativas.

Hay que reconocer que todas estas revoluciones, nacidas en el cambio del neolítico, transformaron, sin duda, la faz de la Tierra. Acortaron distancias y aceleraron el tiempo. Trajeron comodidades para la vida cotidiana, llenando, por ejemplo, nuestras casas de electrodomésticos y de otros instrumentos de comunicación. Cambiaron los paisajes. Donde ayer había mar, hoy hay una ciudad. Donde había una montaña, hoy funciona una fábrica. La misma composición físico-químico-biológica del Planeta es otra. El ser humano acumuló un poder inmenso pero peligroso.

Este proceso conquistó, en mayor o menor escala, los cuatro puntos cardinales de la Tierra. Penetró en todas las culturas, hasta en las más recónditas del corazón de la selva amazónica o del interior del Sudeste Asiático. Allí puede faltar comida en la mesa, pero no falta un aparato de radio o un televisor que permite a sus moradores el estar unidos al mundo y soñar. Hoy, todo está pensado, proyectado y producido en función de la aldea global planetaria en que se está transformando nuestro planeta Tierra.

Simultáneamente, este proceso es responsable de la devastación del sistema-Tierra, por la monocultura tecnológica y material, por el patriarcado todavía dominante, por la deshumanización y falta de compasión en las relaciones sociales. La Tierra y los humanos han pagado un precio demasiado alto por el tipo de desarrollo que proyectaron. La continuidad de este proceso puede destruirnos.

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