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Los cuatro cuadrantes se hallan presentes en todo momento…

El lector probablemente habrá advertido que, aunque las consideremos se-cuencialmente, las cuatro dimensiones del ser co-emergen (o, dicho más exactamente, “tetra-emergen”), lo que significa que aparecen como cuatro aspectos diferentes de lo mismo. Y aunque ninguna de esas dimensiones exista de manera separada e independiente de las demás, cuando hablamos o pensamos en ellas, tendemos a considerarlas de manera secuencial.

¿Olvida usted el yo y el nosotros cuando explora el ello y el ellos? ¿Olvida el nosotros y el ello cuando explora la dimensión del yo? La gente tiende a privilegiar uno o dos de los cuadrantes, al tiempo que ignora los demás. En los casos extremos, tratamos de explicar o reducir las dimensiones de la existencia a la única en la que queremos centrarnos… ¡lo que no tiene, por cierto, nada de integral!

Una de las habilidades esenciales de la conciencia integral es la capacidad de sostener la paradoja. La teoría integral ha sido descrita, en ocasiones, como el pensamiento “y/o” en lugar del pensamiento “ni esto/ni aquello”. Y aunque, dependiendo de la situación, podamos elegir centrarnos conscientemente en uno u otro de los cuadrantes, también podemos reconocer implícitamente que el yo y el ello son tan importantes como el nosotros y el ellos. Los cuatro cuadrantes emergen simultáneamente. Trate de familiarizarse simultáneamente con todos ellos.

Ésta es una forma rápida y sencilla de familiarizarse con la conciencia integral aplicada a su vida (los lectores interesados en una visión más amplia de OCON la encontrarán en el Capítulo 5). Las aplicaciones más avanzadas del marco de referencia OCON utilizan los cuatro cuadrantes y otros conceptos especiales para aclarar cuestiones relativas a la medicina, la ecología, la empresa, la espiritualidad, la política y multitud de otros campos. El marco de referencia OCON —que configura el fundamento teórico de la Práctica Integral de Vida— está siendo utilizado por eruditos, profesionales, líderes y visionarios de todo el mundo para asumir una visión más inclusiva, equilibrada y comprehensiva de su trabajo y de su vida personal.

Módulo de un minuto Familiarícese ahora mismo con la conciencia integral

Es fácil que el lector pueda pensar en pasar de la teoría a la práctica, algo que puede hacer en cualquier momento. Veamos ahora cinco sencillos pasos que nos permiten establecer contacto con los cuatro cuadrantes y asumir, en consecuencia, una conciencia más integral.


1. ¿Qué son los cuatro cuadrantes? Una forma de representar el interior (es decir, los pensamientos y sentimientos) y el exterior (es decir, el cuerpo y la conducta) del individuo (es decir, de usted) y de lo colectivo (es decir, de la cultura y del entorno).

2. Expanda rápidamente su conciencia. Tómese el tiempo necesario para sentir su “identidad yo”, es decir, todo aquello que haya en su interior que le haga sentir usted. Sienta luego su “identidad nosotros”, es decir, las relaciones que mantiene con los demás. Experimente, a continuación, su “identidad ello”, es decir, toda la complejidad de su cuerpo físico, incluyendo las energías que rodean su presencia objetiva en el mundo. Finalmente, sienta su “identidad ellos”, es decir, su pertenencia y participación en los muchos sistemas en que su vida se halla inmersa. Sienta cómo su conciencia se expande hasta abarcar todas esas importantes dimensiones de la realidad.

3. Advierta dónde suele quedarse atrapado. La teoría integral sostiene la esencialidad e irreductibilidad de los cuatro cuadrantes, es decir, del yo, del nosotros, del ello y del ellos. A pesar de todo, sin embargo, la gente suele centrar exclusivamente su atención en uno o dos de esos cuadrantes. Hay quienes, por ejemplo, sólo se interesan en los hechos exteriores, ignorando simultáneamente las interpretaciones interiores o, sin reconocer las dimensiones colectivas o comunitarias, se centran exclusivamente en la experiencia individual. ¿En qué cuadrante tiende usted a centrar su atención en lo que respecta a su trabajo, su salud o sus relaciones? ¿Está usted más interesado en el yo, en el nosotros, en el ello o en el ellos?

4. ¡Utilice los cuatro cuadrantes! Todos ellos son importantes y reales. Sienta, en todo momento, los cuatro cuadrantes de su existencia, es decir, las dimensiones del yo, del nosotros, del ello y del ellos. Luego advierta en cuál de todas ellas suele quedarse atrapado. ¿Está usted mirando de continuo hacia fuera (y viendo tan sólo, por tanto, los espacios del ello y del ellos) y nunca dentro (y soslayando, en consecuencia, los espacios del yo y del nosotros)? ¿O se pierde acaso en las relaciones (nosotros) y es incapaz de encontrar su centro individual (yo)? ¿Se preocupa sólo de su salud corporal exterior (ello), pero está desconectado de su bienestar emocional (yo)? ¿O realmente necesita salir de su cabeza (yo) y prestar atención a su espacio vital (ello)? ¡Los cuatro cuadrantes son importantes, esenciales, reales e irreductibles!

Expanda finalmente todo eso al infinito. Advierta cómo, en este mismo instante, los cuatro cuadrantes están emergiendo de su conciencia, una conciencia tan inmensa que, en ocasiones, se conoce como Gran Mente y que lo incluye todo. Sienta su conciencia pura, la conciencia en la que no sólo emerge su pequeño yo o ego, sino también las dimensiones del nosotros, del ello y del ellos. Sienta esa conciencia placenteramente abierta y manténgase así durante todo el día.

4. El módulo de la sombra
¿Qué es la sombra?

Aunque todo el mundo está familiarizado con las nociones de “cuerpo”, “mente” y “Espíritu”, la PIV considera a la “sombra” como un componente esencial de cualquier práctica que realmente aspire a ser integral. El cuerpo, la mente, el espíritu y la sombra son, pues, las áreas mínimas necesarias para la práctica porque, de otro modo —y por razones que luego veremos—, el proceso transformador tiende a quedarse estancado. Empezaremos prestando atención al módulo de la sombra porque, de todos los enfoques de la práctica, suele ser el más descuidado.

El término “sombra” se refiere al “lado oscuro” del psiquismo, es decir, aquellos aspectos de nosotros que, por una u otra razón, hemos rechazado, negado, ocultado, escindido, enajenado y proyectado. La sombra es, hablando en el lenguaje de la psicoterapia, el “inconsciente reprimido” (¡reprimido porque lo hemos escindido de nuestra conciencia e inconsciente sencillamente porque no somos conscientes de él!)

Pero el hecho de que no seamos conscientes de la sombra no implica que no tenga ningún efecto sobre nosotros. Lo único que ocurre es que se expresa a través de caminos distorsionados e insanos a los que habitualmente agrupamos bajo el epígrafe de “neurosis”.

El objetivo del trabajo con la sombra y del correspondiente módulo consiste en desarticular la represión y reapropiarnos de la sombra para mejorar nuestra lucidez y nuestra salud psicológica. Los beneficios del trabajo con la sombra se extienden de manera natural a todos los módulos básicos (desde el cuerpo hasta la mente y el espíritu) y a cualquier otro dominio de la vida, desde las relaciones hasta el sexo, las emociones, la vitalidad, el trabajo y la situación económica.

Uno de los principales beneficios del trabajo con la sombra es que libera energía que, de otro modo, malgastaríamos peleando imaginariamente con nosotros mismos. ¡Mantener la sombra es un trabajo realmente duro! Es mucha la energía que debemos invertir para ocultar de continuo aquellos aspectos de nosotros mismos que más nos desagradan. Pero, cuando el trabajo con la sombra libera esa energía, podemos utilizarla para alentar nuestro desarrollo y transformación.

Imagine lo que ocurriría si la energía de la que dispone para la transformación estuviera representada por una cuenta bancaria de 600 dólares y el salto al siguiente estado del desarrollo requiriese 800. ¿Y qué sucedería si mantener reprimido el inconsciente insumiese 400 dólares? Bastaría entonces con liberar 200 dólares de esa “cuenta” para disponer de la energía necesaria para alcanzar el siguiente estadio. Así pues, el trabajo con la sombra no sólo nos libera del dolor y el sufrimiento provocados por todos estos problemas psicodinámicos, sino que puede suponer la diferencia incluso entre el estancamiento y el desarrollo.

La psicoterapia y el trabajo con la sombra son las contribuciones más importantes de Occidente al quehacer de la práctica transformadora. Por más profunda que sea su comprensión del desarrollo espiritual, las antiguas tradiciones espirituales no se enfrentan adecuadamente a los problemas generados por la sombra y su dinámica. De hecho, uno de los principales errores en los que suelen incurrir las tradiciones espirituales —y que el trabajo con la sombra de la PIV trata de corregir— consiste en asumir que prácticas como la meditación pueden transformar la totalidad del individuo, cuando lo cierto es que, de hecho, soslayan algunas cuestiones muy importantes del yo como, por ejemplo —y muy especialmente—, la sombra. Y el lamentable resultado de esta situación es, con demasiada frecuencia, una realización de los estadios de conciencia más elevados sin la correspondiente, rigurosa y consciente integración del “lado oscuro” del practicante.

Aunque Freud cometió muchos errores y ahora esté de moda criticarlo, su comprensión fundamental de la naturaleza de la sombra sigue siendo incuestionable: los impulsos y sentimientos inaceptables se ven reprimidos de la conciencia consciente, desde donde siguen influyendo de manera encubierta en nuestra vida.

Décadas de trabajo con la sombra llevado a cabo por miles de investigadores y terapeutas de todo el mundo han corroborado reiteradamente esta conclusión básica relativa a la naturaleza de la sombra.

Pero es que, para complicar todavía más las cosas, la esencia de la sombra consiste en ocultarse de nuestra conciencia. Parcialmente, al menos, no queremos ver nuestra sombra. Es por ello por lo que, para corregirla, necesitamos un tipo especial de trabajo porque, en caso contrario, seguirá imponiendo sutilmente su naturaleza oscura sobre nuestras decisiones y nuestra conducta, y saboteando, en ocasiones, toda nuestra vida.

Nos guste o nos desagrade, la encrucijada ante la que nos hallamos consiste en:

apropiarnos de la sombra, es decir, esforzarnos en tornarnos conscientes de los impulsos, sentimientos, necesidades y potencialidades inconscientes reprimidas y poder tomar entonces decisiones más libres…

o vernos poseídos por ella, es decir, dejar que los impulsos y sentimientos enajenados dirijan nuestra vida por cauces completamente ajenos a nuestras decisiones conscientes.

Son muchas las formas diferentes de trabajar con la sombra. Durante décadas, las personas que han decidido enfrentarse a la sombra han buscado la ayuda de un psicoterapeuta adecuadamente entrenado. Y, aunque esto suela asumir la forma de una psicoterapia individual, también puede tener lugar a lo largo de seminarios intensivos o de sesiones de terapia grupal.

El campo de la psicoterapia es muy diverso. Son muchas las escuelas de psicoanálisis y muchas también las terapias psicodinámicas, varias modalidades generales de terapia cognitiva, una amplia diversidad de terapias de sensibilización, integración y curación de las emociones y numerosos enfoques somáticos o terapias de orientación corporal. Y ésta no es más que una visión muy superficial del campo.

Son muchas las lesiones, contusiones y calambres que, en cada uno de los diferentes estadios del desarrollo humano, puede experimentar el psiquismo humano. Y también nos contraemos y cerramos naturalmente ante la existencia. Cada forma de herida y contracción provoca un tipo único y distinto de sombra y de neurosis. Éste es un terreno que el campo emergente de la psicoterapia integral se ha dedicado a cartografiar con la intención de identificar los enfoques terapéuticos más adecuados para enfrentarse a estas patologías.

Pero a veces son otros los factores que determinan la decisión terapéutica. Hay veces en las que el único abordaje posible es la terapia breve mientras que en otras, sin embargo, la profundidad y severidad de la patología nos obliga a emprender una terapia larga. Son muchas las opciones de tratamiento a las que tiene acceso el psicoterapeuta de orientación integral que le permiten, en consecuencia, esbozar juicios exactos sobre todas estas decisiones importantes.

Hay individuos desafortunados que padecen lesiones psicológicas especialmente profundas. Quienes sufren psicosis como la esquizofrenia, por ejemplo, suelen obtener mejores resultados con enfoques fisiológicos como la psicofarmacología y, en su caso, la psicoterapia resulta secundaria. Como norma general, sin embargo, el abordaje integral tiene en cuenta metodologías tanto interiores como exteriores y, aun en los casos más extremos, trata de asumir una visión sensata y equilibrada.

Para todos los demás, es decir, para personas que funcionan razonablemente bien, pero que quieren mejorar su vida “ordenando, por así decirlo, el sótano”, la psicoterapia puede ser considerada como un lujo más que deseable. Zambullirnos en las profundidades de la sombra, ampliar nuestra conciencia y abrir nuevas opciones a nuestro mundo interno es una forma de aumentar nuestro conocimiento y nuestra compasión.

Pero, si carecemos de los medios, del tiempo o de la predisposición necesarias para solicitar ayuda profesional —y aun en el caso de hacerlo—, también podemos comprometernos con otras formas de trabajo con la sombra.

El proceso 3-2-1 es, en este sentido, una Práctica estrella, un ejercicio directo, económico y útil de establecer contacto con la sombra y reapropiarnos de ella (como cualquier Práctica estrella de la PIV, el proceso 3-2-1 es opcional aunque, si está interesado en una vida realmente integral, deberá asumir algún tipo de trabajo con la sombra). En la próxima sección veremos el proceso 3-2-1 pero, antes de ello, convendrá echar un vistazo al origen de la sombra e ilustrar prácticamente con varios ejemplos el modo en que se nos presenta.

El proceso de la sombra 3-2-1
Los orígenes de la sombra

El enfado de una niña pequeña con su madre puede amenazar tanto su sensación de identidad (debido a su total dependencia de ella) que se ve obligada a reprimirlo y disociarlo.

Pero esa estrategia, por más intensa que sea, no acaba con el enfado. Lo único que ocurre es que ahora el enfado parece ajeno a su conciencia. Quizás se sienta enfadada, pero no puede tratarse de su propio enfado. Así es como el sentimiento de enfado acaba desterrándose más allá de las fronteras del yo, en donde asume un aspecto ajeno y extraño a la conciencia.

Tres son, pues, como ilustra el siguiente ejemplo, los pasos que sigue este proceso de represión y proyección:

1. Estoy furiosa con mamá, pero este enfado pone en peligro mi alimento, mi comodidad, mi calor, mi amor, mi seguridad y, en suma, mi supervivencia. ¡En buen lío estoy metida!

2. Y, como eso no está bien, acabo reprimiendo el enfado y proyectándolo sobre la imagen interna que tengo de “ti”, de “ellos” o, lo que todavía es peor, de personas a las que ni siquiera conozco. El enfado sigue presente pero, puesto que no puedo admitir que quien se ha enfadado he sido yo, debe tratarse de otra persona. ¡Entonces es precisamente cuando el mundo se puebla súbitamente de gente enfadada!

3. Si reprimo completamente la ira, nunca más la reconoceré, porque ya no tendrá nada que ver conmigo. A partir de entonces estaré asustada y triste (lo que, en un mundo airado como el nuestro, parece tener mucho sentido). La represión de la ira provoca que la emoción primaria y real (y, en consecuencia, “auténtica”) del enfado se experimente en forma de reacción secundaria (y, en consecuencia, se convierta en una emoción “inauténtica”) como miedo, tristeza o depresión. Dicho en otras palabras, de este modo se crea un reclamo interno —eso es, precisamente, lo que entendemos como emoción secundaria e inauténtica (de tristeza y miedo en este caso) que todavía nos aleja más de la ira inaceptable que, no lo olvidemos, era el sentimiento original, primario y auténtico. Una emoción secundaria puede ser muy poderosa y experimentarse de manera muy auténtica, pero no es la verdadera causa y, por ello, mismo, tampoco puede ser, en sí misma, eficazmente procesada.

El trabajo con la sombra es un módulo básico porque jamás podremos trascender esa tristeza y ese miedo sin reconocer antes y reapropiarnos luego de la emoción que se halla realmente en juego, es decir, el enfado.

Todos los impulsos, sentimientos y cualidades que enajenamos y proyectamos reaparecen “fuera de aquí”, desde donde, según el caso, nos amenazan, nos irritan, nos deprimen o nos obsesionan. Tengamos en cuenta que las cosas que más suelen perturbarnos, fascinarnos o molestarnos de los demás son, en realidad, impulsos o cualidades de nuestra propia sombra que no reconocemos originándose en nosotros, sino “fuera de nosotros”.

Pero, por más que la sombra parezca “ajena a nosotros”, da forma a nuestros sentimientos y a nuestras motivaciones. De manera inadvertida y subconsciente, la sombra configura nuestra conducta y consolida pautas de las que no podremos escapar fácilmente. El único modo de salir de esas pautas consiste en atravesarlas.

Veamos ahora, con algo más de detalle, el origen de la sombra.

Identificación de la primera persona: El aspecto escindido del yo formaba antiguamente parte de lo que uno conocía como yo o como mí, pero, por alguna razón o situación vital, acabó convirtiéndose en una amenaza a la sensación de identidad. Si pudiéramos reconocer y aceptar la emoción o impulso primordial de que “estoy enojado (o asustado, deprimido o celoso) y de que no hay nada malo en ello” jamás la hubiésemos disociado ni proyectado sobre algo o alguien “fuera de aquí”.

Identificación de la segunda persona: Cuando determinados aspectos del yo nos resultan inadmisibles, acabamos expulsándolos de la conciencia y desplazándolos a la segunda persona. Dicho en otras palabras, los aspectos enajenados del yo a los que desaprobamos, de los que nos avergonzamos o a los que tememos, acaban formando parte de lo que dejo de ver en mí y empiezo a ver en ti. “No soy yo el mezquino, el impaciente o el perezoso, sino tú”.

estás enfadado.

estás desconsolado.

Eres , no yo, quien está… (a rellenar por el lector). Y o no estoy enfadado, yo no estoy desconsolado… sea cual fuere la emoción rechazada.

Identificación de la tercera persona: Cuando, finalmente, la amenaza a nuestra sensación de identidad provocada por esa situación o emoción es tan grande que no queda más remedio que rechazarla totalmente, deja de pertenecernos (primera persona) y nos relacionamos con ella como si perteneciese a los demás (segunda persona), hasta acabar desterrándola como si se tratara de un ello, es decir, de un objeto que no tiene absolutamente nada que ver con nosotros (tercera persona). Así es como, convirtiendo a la cualidad rechazada en un ello, la alejamos todavía más de nuestra conciencia. “¿Enfadado yo? ¿Pero de qué estás hablando?”

 Primera persona: el que habla (yo)

 Segunda persona: la persona con la que se habla (tú)

 Tercera persona: aquello o aquella persona de la que se habla (él, ella, ello)

Así es como las cualidades escindidas acaban convirtiéndose en un “ello” disociado —la sombra— que nos resulta desconocido y oscuro.

Veamos ahora otro ejemplo de la sombra en acción:

Harry quiere pagar sus impuestos, de modo que se dirige a su despacho. Pero, cuando se sienta a revisar los papeles, ocurre algo muy extraño, porque empieza ordenando el escritorio, luego afila los lápices, después organiza los archivos, navega por la red buscando el modo de ahorrarse algo de dinero, echa un vistazo a alguna que otra web, hojea alguna revista que le interesa y empieza a cuestionarse si realmente estará haciendo lo que quiere. Quizás —se pregunta entonces— debería contratar a un gestor que se encargase de todas esas cuestiones.

Pero lo cierto es que no abandona el despacho, porque su deseo de cumplimentar la declaración de renta todavía es mayor que su deseo de no hacerlo. No obstante, como está empezando a olvidarse de su impulso, empieza a alienarlo y a proyectarlo.

En la trastienda de su mente, sabe que alguien quiere que formalice su declaración de renta. Por eso sigue dándole vueltas y más vueltas al tema. Pero como casi ha olvidado quién es el que quiere hacer esa condenada tarea, empieza a estar molesto con todo el asunto.

Lo que realmente necesita para completar la proyección —es decir, para olvidarse completamente de su impulso de hacer la declaración de renta— es la aparición del candidato adecuado del que “colgar” su impulso proyectado.

Entrada en escena de la víctima ingenua:

—¿Cómo va esa declaración? —pregunta inocentemente su esposa al llegar a casa.

—¡Déjame en paz! —responde enojado Harry.

En ese momento la proyección se ha completado. Entonces es cuando Harry siente que no era él, sino su esposa, quien quería que hiciese la maldita declaración. “¡No te engañes porque, por más dulcemente que te lo pregunte, ella ha sido quien, desde el mismo comienzo, ha estado presionándote sutilmente para que hicieras la declaración!”

Es muy probable que, si Harry no tuviese absolutamente nada que ver con el impulso, ni siquiera se hubiese movilizado ni reconsiderase tampoco si realmente quería seguir adelante. Pero en su fuero interno sabía que alguien quería que hiciese la declaración. Y, puesto que tenía muy claro que no era él, debía tratarse evidentemente de otra persona. Es por ello por lo que, en el mismo momento en que apareció su esposa, la convirtió en la candidata más probable y proyectó de inmediato su impulso sobre ella.

A partir de ese momento, Harry experimentó este impulso como algo externo, como una exigencia procedente del exterior. Otra palabra para referirse a este impulso externo es la de “presión”. De hecho, cada vez que una persona proyecta algún tipo de impulso, se siente presionada desde el exterior. A eso, lo crean o no, se limita toda presión externa. ¡La presión externa sólo puede ser eficaz si cuelga de un impulso proyectado!

¿Pero qué ocurriría si a su esposa realmente le molestase hacer la declaración y le presionase a que la hiciera usted? ¿No cambiaría eso las cosas? ¿No habría entonces experimentado Harry la presión de su esposa en lugar de la suya?

No, lo cierto es que las cosas seguirían iguales. Es verdad que, en tal caso, ella al desplegar la misma cualidad que Harry estaba proyectando sobre ella, habría sido un “gancho” más adecuado sobre el que colgar la proyección. En este caso, habría sido como si ella misma le invitase a poner en marcha la proyección… pero lo realmente importante es que no por ello el impulso proyectado habría dejado, en ningún momento, de ser de Harry.

Su esposa podría de hecho, estar presionándole a hacer algo —y hasta molestándole por otras razones— pero lo cierto es que sólo puede sentirse presionado si también quiere hacerlo.

¿Y qué hay que hacer en tales casos?

Dado que la naturaleza verdadera de cualquier contenido concreto de la sombra es, por definición, ajena a nuestra conciencia, debemos aprender a reconocer los síntomas de la sombra y resolver el problema “dándole la vuelta”. Y ése es precisamente el punto en el que la teoría integral puede resultar de gran ayuda. La sombra empieza siendo un impulso o sentimiento en primera persona que después se ve desplazado o proyectado sobre un objeto de segunda y finalmente de tercera persona. La génesis de la sombra es un proceso muy rápido, 1-2-3. De ahí que nuestra única posibilidad consiste en invertir el proceso desde 3 hasta 2 y, desde ahí, hasta 1. Por ello precisamente le llamamos proceso de la sombra 3-2-1.

Posibles resultados de la puesta en práctica del proceso de la sombra 3-2-1

 reintegración de los aspectos escindidos del yo

 eliminación de una frontera energética y correspondiente liberación de la energía asociada

 emergencia de la compasión y de la empatía

 aparición de otras comprensiones como, por ejemplo, la identificación de la fuente original de la proyección

 emergencia en la conciencia de estrategias o acciones creativas

 la situación o la persona en cuestión deja de parecernos irritante, opresiva, insoportable o distractiva

El proceso 3-2-1 apela al cambio de perspectiva para identificar el contenido de la sombra y las proyecciones enajenadas, y reincorporarlos a la conciencia consciente. Esta práctica nos ayuda a enfrentarnos a nuestras facetas ocultas, a restablecer contacto con ellas y a experimentarlas de un modo más completo y sano.

Las facetas escindidas de nuestra personalidad que giran en torno a nuestra conciencia no aparecen como aspectos propios desintegrados, sino como “otros” alienados. Y, cuantos más “otros” alienados haya perdido nuestro psiquismo, más difícil resulta crecer. La enajenación de facetas diferentes del yo compromete seriamente el desarrollo sano.

También hay que recordar que la energía necesaria para movilizar y reprimir los elementos de la sombra y mantenerlos alejados de la conciencia queda fuera de nuestro alcance e impide el desarrollo y el avance hasta el siguiente estadio.

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9788472459328
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