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CAPÍTULO 1

Capítulo 1 //
Eugenesia: la consolidación de una teoría determinista

“Eugenesia” es un término meticulosamente construido por Sir Francis Galton6 y dado a conocer en 1883 en su obra Investigaciones sobre las facultades humanas y su desarrollo, en la cual, según él, “su intención es tocar varios tópicos más o menos conectados con el cultivo de la raza, o como podríamos llamarlo, con las cuestiones eugénicas” (1988a, p. 103). Tras años de investigaciones sobre herencia, anatomía, antropología y estadística, Galton llega a la conclusión de que los problemas sociales de los ingleses tenían un solo origen: la heredabilidad y la degeneración de caracteres, aspectos que, según él, era indispensable remediar por el bien de la humanidad, propósito para el cual “la eugenesia coopera con los trabajos de la naturaleza asegurando que la humanidad estará representada por sus razas más aptas” (1988a, p. 170). “La eugenesia es la ciencia que trata de todas las influencias que mejoran las cualidades innatas de una raza; también trata de todas aquellas que la pueden desarrollar, hasta alcanzar su máxima superioridad”, escribe Galton (1988a, p. 165). Este ideal de razas “más aptas”, que posteriormente fortalecerá el discurso sobre las razas superiores e inferiores en toda Europa, especialmente en la Alemania del Tercer Reich, se hizo evidente en la conferencia que dictó Galton en 1904 ante la Sociedad de Sociología, titulada “Eugenesia, definición, alcance y propósitos”. En esta, además de indicar la definición y alcances de la eugenesia, le proponía a la Sociedad de Sociología contribuir con los propósitos de su “nueva ciencia” mediante cinco tareas específicas, las cuales sugería llevar a cabo en Inglaterra inicialmente:

1. Divulgación del conocimiento de las Leyes de la herencia hasta donde se conocen con certeza… 2. Investigación histórica de los porcentajes en que las diversas clases sociales (clasificadas según su utilidad cívica) han contribuido a formar la población de las diversas épocas en las naciones antiguas y modernas… 3. Recolección sistemática de hechos que demuestran las condiciones bajo las que, con más frecuencia, se han originado grandes y florecientes familias… 4. [determinar las] influencias [sociales] que afectan directamente el matrimonio… 5. Persistencia en la importancia nacional de la eugenesia. (1988b, p. 167)

Llevando a cabo sistemáticamente estas tareas de reconocimiento de caracteres en las familias más prestantes de Inglaterra, Galton (1998b) consideraba que la eugenesia cumpliría los propósitos fundamentales que él concebía, esto es: “representar a cada clase o secta por sus mejores especímenes” (p. 166) y “reunir tantas influencias como puedan ser razonablemente empleadas para hacer que las clases útiles de la comunidad contribuyan, más de lo que ahora corresponde por su proporción, a formar la próxima generación” (1988b, p. 167). De esta forma se podría hacer “previsora, rápida y suavemente” (1988b, p. 170), “lo que la naturaleza hace de manera ciega, lenta y burdamente” (1988b, p. 170), esto es: pasar expeditamente de la evolución natural a la artificial de modo científico y político.

En 1904, Galton continuaba su campaña de institucionalizar la eugenesia pese al poco apoyo que le brindaban los intelectuales de la época, por lo que, según Álvarez (1985), este le escribe al rector de la Universidad de Londres, para ofrecerle mil quinientas libras para establecer un comité que se encargue de continuar la recolección de datos de personalidades y familias distinguidas de Inglaterra (1985). Este comité, del cual hacia parte Pearson, propuso una nueva definición de eugenesia, definiéndola “como el estudio de los medios que están bajo el control social que pueden beneficiar o perjudicar las cualidades raciales de las generaciones futuras, tanto física como mentalmente” (1985, p. 156). Esta estrategia dio lugar a la Eugenics Record Office, que luego fue asumida por Pearson, donde se combinan la biometría y la eugenesia, y dio origen al Galton laboratory for national eugenics (1985).

Francis Galton dedicó sus últimos años a darle sustento científico a su teoría eugénica mediante la aplicación de modelos estadísticos y antropológicos a las cualidades humanas. Entre los textos que dan mayor cuenta de la fundamentación científica que pretendió Galton para la eugenesia, se cuentan: Sobre el carácter y el talento hereditario (1864), La herencia del genio (1869), Herencia natural (1889), Eugenesia, definición, alcances y propósitos (1904) e Investigaciones relativas a las facultades humanas y su desarrollo (1907).

La herencia del genio (1869), especialmente, es un libro dedicado a describir una extensa genealogía estadística de familias eminentes de Inglaterra, en la cual presenta cuadros de estudiantes destacados y sus calificaciones, medidas antropométricas e incluso un cuadro referente a la clasificación de los hombres de acuerdo con sus dotes naturales; con ello Galton (1988b) pretendía demostrar la relación directa entre clase social, habilidad natural y reputación. Como era lógico en la época, sus estudios estadísticos se basaban en “hombres eminentes e ilustres”, por lo que quedaban excluidos quienes no lo eran, además de las mujeres, frente a las cuales había enormes prejuicios sobre su inteligencia y capacidades. Para Galton (1988b), “eminente” es un hombre que según sus dotes naturales ocupa una posición entre los primeros 250 de un 1.000.000, o una entre los primeros 4.000, posición a la que se llegaba por un conjunto de logros sistemáticos (que hicieran evidentes sus dotes intelectuales), y no por un solo logro circunstancial.

Las ideas eugenésicas de Galton no estaban desconectadas de la realidad científica de Occidente. Por el contrario, su propósito era fundamentar, mediante el uso de las matemáticas y la estadística, lo que culturalmente ya era admitido, es decir, una diferenciación de los seres humanos según una gradación racial e intelectual; para tal fin basó sus estudios en la población inglesa, por considerar que:

dicha sociedad se encontraba en un proceso de evidente degeneración, óptica que deriva de los estudios médicos, epidemiológicos y de las opiniones de algunos connotados sociólogos como Spencer, uno de los más importantes impulsores del darwinismo social, cuya labor era analizar y proponer medidas para solucionar la problemática en torno a las reformas sanitarias inglesas de la segunda mitad del siglo XX (2002, p. 90).

Según estos autores, Galton “insistió en la aplicación de la estadística al análisis de diversos aspectos biológicos en nuestra especie, como la variación, la herencia y en general al estudio de la antropometría y la evolución” (Ruiz, Suárez y López, 2002, p. 89). Esta dedicación tuvo varias razones. En primer lugar, se expresaba él, porque “las diferencias entre las características corporales, que son objeto de la antropometría, son fáciles de estudiar y están siendo ampliamente registradas en muchos países” (Galton, 1988b, p. 100); en segundo lugar, porque los ingleses carecían de un sistema fiable de medidas de las generaciones pasadas, carencia que, según Galton (1988b), impedía “comparar clases con clases, y saber hasta dónde los diversos sectores de la nación inglesa están mejorando o deteriorándose” (p. 100); en tercer lugar, porque el objeto central de la eugenesia consiste en diseñar una metodología científica que le permita aplicar analógicamente la teoría de la selección natural al ser humano, detener el deterioro del pedigrí inglés y erradicar los vestigios de degeneración moral que, según él, también eran heredables, tanto como las cualidades sublimes que llevaban a un hombre a ser ilustre (1988b, p. 68).

En Gobernar es seleccionar, Héctor Palma (2009a) señala que los estudios antropométricos de Galton no estaban aislados de la comunidad científica (2009a). Existían varios estudiosos del tema, cuyo propósito consistía en hallar en el cuerpo las medidas necesarias para desacreditar a mujeres, negros, indígenas, enfermos, criminales y personas con diversos síndromes. Entre los pioneros de la antropometría se encuentran el anatomista y fisiólogo Franz Joseph Gall (1758-1828), interesado en determinar las zonas específicas asociadas con comportamientos morales y facultades intelectuales; el médico Samuel George Morton (1799-1851), inventor de la cronometría; Ezechia Marco Lombroso (1835-1909), médico y criminalista italiano que desarrolló un método y una teoría de la anatomía criminal. Los trabajos de estos y otros investigadores, insertados en la lógica de la caracterización de la población y en el darwinismo social, constituyeron el medio propicio para validar y difundir las ideas eugenésicas por Europa y el resto del mundo.

Según explican García y Álvarez (1999), “a finales del siglo XIX, Galton había iniciado su ofensiva para desarrollar los estudios eugénicos fundando y pagando — mediante un acuerdo con la Universidad de Londres— una cátedra de estudios eugénicos” (p. XXXIII), para lo cual Galton contó con la ayuda de dos discípulos suyos, Karl Pearson y Walter Frank Raphael Weldon, ambos valiosos por sus aportes a la estadística eugenésica. En el marco de este frenético interés por difundir la eugenesia, Galton

hizo la presentación frente a importantes personajes en la recién fundada sociedad sociológica de Londres en 1903 (…). El siguiente paso de Galton, fue impulsar (…) la creación de una sociedad dedicada a la eugénica, la primera institución de este tipo, que se llamó Eugenics Education Society, o sociedad de educación eugénica de Gran Bretaña. (García y Álvarez, 1999, p. XXXIV)

Galton muere en 1911, y un año después sus ideas empiezan a dar frutos. En 1912 se celebra en Londres el Primer Congreso de Eugenesia, que dará inicio a muchos encuentros, sociedades y cátedras eugenésicas, y a su vez, originará un movimiento que se extenderá por todo el mundo, empezando en Europa.

En toda Europa proliferaron las instituciones eugenésicas: en 1912 se fundó el Comité Eugenésico de La Haya, transformado ocho años más tarde en la Sociedad de Eugenesia; la Sociedad Italiana de Genética y Eugenesia; en 1913 se funda la Sociedad Eugénica de Francia; el Instituto Internacional de Antropología de París tenía una sección de Eugenesia; la Federación de Sociedades Rumanas de Eugenesia; la Sociedad Catalana de Eugenesia, en 1934 se realizó en Zúrich un Congreso Internacional de Eugenesia. En Noruega el Winderen Laboratorium; el Instituto Eugénico de Upsala, anexo a la Universidad de Suecia, la Sociedad Eugénica Rusa, y hasta, según se refiere La Semana Médica (Kehl, 1926, p. 480) en la India se fundó la Sociedad Eugénica Hindú. (Palma, 2009a, p. 107)

Congresos, artículos científicos, libros, sociedades, institutos y cátedras ayudaron, como ya se ha visto, a la divulgación y apropiación de los ideales eugenésicos por todo el mundo. Por supuesto, América no estuvo exenta de la oleada eugenésica, empezando por los Estados Unidos, que fue el más entusiasta en llevar a cabo la implementación de políticas públicas destinadas a este propósito y que fundó en 1905 una sociedad eugenésica e implementó una ley de cuotas migratorias y amplios procesos de esterilización, entre otras prácticas (Álvarez, 1985).

Como se ha señalado, la eugenesia se materializó a través de dos estrategias: una encaminada a propiciar el matrimonio y la procreación de parejas eugenésicamente aptas, y la segunda, a impedir la reproducción de quienes se consideraron indeseables biológica y moralmente. A estas estrategias se las tipifica como positivas en el primer caso y negativas, en el segundo; de allí que surja la clasificación en eugenesia positiva y negativa. El apartado siguiente está destinado a presentar en qué consiste cada una de ellas.

Eugenesia positiva y eugenesia negativa

Según Romeo Casabona (1996), la eugenesia positiva “consiste en favorecer la transmisión de caracteres estimados deseables (…). La eugenesia negativa, por su parte, pretende evitar la transmisión de caracteres apreciados como no deseables” (p. 236). Aunque no fue Galton quien sugirió esta clasificación de su “nueva ciencia”, sí fue él quien propuso “producir una raza de hombres altamente dotada por medio de bodas sensatas a lo largo de varias generaciones consecutivas” (Galton, 1988b, p. 38); para ello, consideraba, “solo sería necesario facilitar, hasta donde fuera ello practicable, la reproducción de los que más se ajusten al tipo central, y frenar hasta donde sea posible, la reproducción de los que se desvían mucho de él” (1988b, p. 95). Con esto se lograría una sucesión de caracteres como la inteligencia, la fuerza, la energía, etc., y se evitaría el nacimiento de débiles mentales, degenerados morales, ineptos, entre otros caracteres que, según él, eran heredables.

Facilitar la reproducción de los ilustres mediante el arreglo de matrimonios es una práctica que se enmarca en la eugenesia positiva, ya que facilita la transmisión de caracteres deseables como la inteligencia u otros rasgos fenotípicos. Por otro lado, impedir la reproducción de los menos competentes, enfermos, débiles mentales, alcohólicos, entre otros, coartando sus matrimonios, esterilizándolos o impidiendo su nacimiento, puede enmarcarse dentro de la eugenesia negativa. Esta clasificación de la eugenesia en positiva y negativa, según Palma (2009a), no tiene ninguna carga valorativa, debido a que “el carácter negativo proviene de la simple abstención o control de la reproducción y el carácter positivo de generar las condiciones de interferencia y modificación efectiva del desarrollo evolutivo” (p. 76).

En la actualidad hay quienes opinan que la eugenesia no ha desaparecido. Por ejemplo, para Romeo Casabona (1996), ahora está ligada a los avances en genómica, y al perfeccionamiento y ampliación de las técnicas de reproducción asistida estas últimas asociadas con el ideario de la eugenesia positiva. A esta nueva eugenesia se la conoce como eugenesia liberal o contemporánea, la cual, para Sagols (2009), tiene dos modos según su finalidad, a saber: terapéutica o negativa, y de diseño o positiva: “En cada uno de estos [modos] hay que distinguir dos niveles: el de la línea somática (destinada a alterar la condición genética de los individuos) y el de la línea germinal (dirigida a alterar la conformación genética de la especie)” (p. 118).

Sagols, quien se muestra partidaria de esta nueva eugenesia, admite que hay posturas encontradas entre tecnofóbicos y tecnofanáticos. Los primeros “consideran que la naturaleza es algo sagrado e intocable, y que el genoma es la clave inequívoca de nuestra identidad” (2009, p. 120), de modo que debe permanecer inalterado para no ceder a las tentaciones de la genética del diseño. Los tecnofanáticos, por su parte, consideran “que no hay nada sagrado en la naturaleza” (2009, p. 121), y por ello promueven una eugenesia liberal. Nicolás Agar define esta eugenesia como “el derecho de los padres a elegir ciertas características para sus hijos, a través del empleo de tecnologías genéticas” (citado por Moreno, 2009, p. 62).

En un Estado liberal, la responsabilidad recae sobre los individuos, de modo que, para quienes son simpatizantes de esta nueva eugenesia, los horrores de la eugenesia clásica no se repetirían, puesto que en aquella, a diferencia de la eugenesia clásica, el Estado no media o impone políticamente las medidas eugenésicas. No obstante, si bien hoy no se dan las condiciones para imponer medidas eugenésicas autoritarias, según López de la Vieja (2009),

sigue siendo poco clara la diferencia entre la forma negativa de eugenesia y la positiva, entre evitar enfermedades y seleccionar rasgos. Además, las técnicas de manipulación o de “diseño” afectan la comprensión que tenemos de la especie y de las relaciones entre los agentes. (p. 91)

Considerar que no están dadas las condiciones para una eugenesia clásica autoritaria, como la de comienzos del siglo XX, no es del todo cierto, pues si bien la mayoría de los Estados son democráticos, unos más liberales que otros, no se puede olvidar que las compañías que hacen estas investigaciones están asociadas al régimen farmacéutico, son transnacionales y supraestatales, de modo que no solo existe el riesgo de que operen al margen de la ética, la ley y la política, sino que, además, cuentan con medios para influir decisivamente en las llamadas libertades individuales, generando estereotipos culturales y comerciales difíciles de controlar.

¿Es viable considerar las prácticas de selección antiguas como eugenesia?

Los estudiosos de la eugenesia siempre se remiten a las prácticas antiguas realizadas por los griegos, espartanos o comunidades indígenas como eugenésicas, para señalar que esta no es una práctica de la biopolítica moderna, sino que es tan antigua como el hombre mismo. En este orden de ideas, Palma recuerda la costumbre espartana de arrojar a los niños anormales desde lo alto del monte Taigeto o a las aguas del río Eurotas; refiere los consejos de Pitágoras acerca de no procrear en estado de embriaguez; evoca a Esquilo cuando sugería que las vírgenes más bellas se unieran a los hombres más vigorosos, y rememora las recomendaciones de Platón en La República en lo referente a valorar la utilidad colectiva del matrimonio (2009a, p. 65).

MacLean señala cómo en las leyes de Licurgo se estimulaban aquellas costumbres que, en materia de procreación, garantizaran a la descendencia perfeccionamiento físico y moral para lograr el máximo de salud y belleza (1952, p. 9); así mismo, indica cómo en el Perú precolombino las comunidades indígenas tenían la filosofía de conceder “la mejor mujer al mejor hombre” (1952). Una lectura renacentista de cómo ocurrió el fenómeno eugenésico en el mundo moderno la ofrece Fabián Ludueña, al hacer un análisis de la obra de Marsilio Ficino (1433-1499), quien dedicó su obra De vita triplici al cuidado y prolongación de la vida (2010). Según Ludueña, para Ficino (2010) “la procreación no es un asunto individual sino que concierne enteramente a los intereses del Estado hacerse cargo del cuerpo zoopolítico de la población” (2010, p. 85); de allí que, según su lectura, la modernidad se abra con el más ferviente deseo de un gobierno antropotécnico del cuerpo biológico de la especie.

La existencia en sí de la eugenesia antes de Galton no puede siempre darse por sentada. En primer lugar, porque aunque fue este quien acuñó el término, el concepto en sí mismo y su aplicación no serán posibles sino hasta el momento en que la eugenesia se convierte en una política de Estado. El Estado, actuando como soberano sobre los sujetos que gobierna, considera la eugenesia como la herramienta ideológica que, combinada con la medicina, constituye el mecanismo más expedito para mejorar génicamente las generaciones futuras, a través de técnicas para regular el zoe, en lo que Ludueña, parafraseando a Campanella (2010), denomina zoopolítica, esto es, una gestión biológica de la población.

En este sentido, conviene señalar que cualquier práctica de selección o exterminio no puede ser considerada eugenesia en sí misma, puesto que el concepto es netamente moderno. Palma señala que la eugenesia moderna se caracteriza esencialmente por “el fundamento científico de sus premisas básicas y la implementación de políticas y programas de gobierno dirigidos al mejoramiento de ciertos grupos humanos a través de promover la reproducción diferencial” (2009a, p. 66). Así entonces, las consideraciones de Plutarco, Aristóteles y Platón, que siempre aparecen relacionadas como recomendaciones (sin evidencia de que se hayan convertido en algún momento en política de Estado), no pueden considerarse eugenesia.

La eugenesia se caracterizó por ser determinista racialmente, estigmatizando a unos seres humanos como razas inferiores, y contra ellas, se dirigió la maquinaria reduccionista mediante el impedimento de la reproducción o el exterminio de sus individuos. Acerca de los señalamientos que se hacen sobre la práctica espartana de descartar a los niños defectuosos, debe decirse que esta no se dirigió como una política de Estado, más bien puede considerarse una práctica cultural que el Estado no impidió. En ese aspecto, comparto la postura de Nikolas Rose (2012), según la cual no es lo mismo “dejar morir que hacer morir” (p. 154); la eugenesia se caracteriza por lo segundo.

Rose (2012) señala que la eugenesia galtoniana iba encaminada a poblaciones y no a individuos, partiendo del hecho de que lo que se consideraba en proceso de degeneración no era el individuo, sino la población, la cual era considerada una unidad que no se mezclaba con otras (p. 128). En el caso espartano, para retomar este ejemplo nuevamente, al deshacerse de los niños defectuosos no se estaba considerando a toda la población espartana como inferior o degenerada, sino solo a unos individuos, lo cual es una razón más para aceptar que el caso espartano no constituye eugenesia en sí. Frente a los usos que se hace de la categoría eugenesia, Rose (2012) recalca lo importante que es no asumirla como un “recurso retórico multipropósito vacío de significado analítico, sino reservarlo para las estrategias biopolíticas que propiamente se definen según el significado original del término” (p. 159).

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