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El libro de Proverbios

El libro de Proverbios es uno de los tres libros de sabiduría en el Antiguo Testamento; los otros dos son Job y Eclesiastés. El libro es un manual para llevar una vida exitosa. Los dichos, que suman alrededor de 500, se atribuyen a Salomón por su legendaria sabiduría, pero muchos estudiosos consideran que son anónimos. Los dichos contienen el consejo de los hombres mayores a los jóvenes (“hijo mío” es una expresión inclusiva: “criatura”, “mi pequeño”) sobre temas como la sabiduría, el trabajo, la sinceridad, el auto-dominio y otros asuntos. El libro tiene treinta y un capítulos, lo que lo hace muy apropiado para la lectura: un capítulo para cada día del mes, siguiendo la numeración en el libro.

El libro de Job

Job es un libro que no pierde vigencia en el tiempo, y uno de los grandes clásicos de la literatura. Es la historia acerca de (no escrita por) un caudillo rico que pudo haber vivido durante el período patriarcal. (Se menciona una persona de nombre Job en Ez. 14.14 y 20, pero no hay consenso de que se refiera a la misma persona.) Job se describe como una persona sabia y justa que reverenciaba a Dios, pero que perdió absolutamente todo: sus rebaños, sus hijos, aun su salud (tenía llagas dolorosas y pestilentes).

El libro de Job es un tratado teológico sobre el problema del sufrimiento. Si Dios es todo-poderoso y todo amor, ¿por qué sufren los justos? ¿Y por qué algunas personas sufren más que otras? El libro de Job no nos da la respuesta: Dios no satisface el reclamo de Job, que pide una explicación de su padecimiento. Sin embargo, en medio de su dolor Job expresa: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!” (1.21).

EL JUDAÍSMO CONTEMPORÁNEO

El judaísmo es la religión de los judíos. El investigador judío Jacob Neusner define el judaíasmo como “la voluntad de Dios expresada a Israel en la Torá”. Hay tres ramas claramente diferenciadas en el judaísmo.

El judaísmo ortodoxo adhiere a la observancia estricta de la Torá, y afirma que Dios se la dictó a Moisés en el Monte Sinaí. Los ortodoxos prohiben toda forma de trabajo durante el día de reposo (sábado), actividades de comercio, cocina, viajes o tareas de escribir. Cumplen las normas del Antiguo Testamento respecto a la alimentación (comida kosher) y separan los productos de la leche y la carne. Los servicios religiosos ortodoxos son dirigidos por rabinos de sexo masculino en hebreo, los hombres y las mujeres se sientan en bancos separados, y se requiere a los hombres llevar la cabeza cubierta. Los judíos ortodoxos esperan el día en que se restablecerá el templo en Jerusalén (actualmente hay allí una mezquita musulmana y una gruta), cuando se reiniciarán los antiguos sacrificios rituales y llegará el Mesías, una persona concreta.

El judaísmo reformado comenzó en Alemania a comienzos del siglo XIX como un esfuerzo de “reformar” el judaísmo e incorporarlo en la sociedad. Los judíos reformados no consideran la Torá como ley sino como enseñanza abierta a la interpretación. Los servicios de adoración se conducen en el lenguaje corriente de la gente, se aceptan mujeres para ejercer como rabinos, los hombres y las mujeres pueden sentarse en los mismos bancos, y algunos servicios incorporan música instrumental y coros mixtos (que están prohibidos en el judaísmo ortodoxo). Las reglas concernientes al día de reposo son más flexibles y, en general, las normas alimentarias no se toman en cuenta. Los judíos reformados creen en la futura venida de una era mesiánica, no en un Mesías personal.

El judaísmo conservador comenzó en Europa hacia fines del siglo XIX pero es principalmente un fenómeno de los Estados Unidos de Norteamérica, una posición correctiva o intermedia entre el judaísmo ortodoxo y el liberalismo del judaísmo reformado. Por un lado busca “conservar” las tradiciones del judaísmo, y por otro lado procura adaptarse a los cambios en la sociedad. En los últimos años, el judaísmo se ha movido más hacia la izquierda (hacia el judaísmo reformado) que hacia la derecha (hacia el judaísmo ortodoxo), lo cual lleva a algunos a especular que con el tiempo el judaísmo estará concentrado en dos ramas: la ortodoxa y la reformada.

Según el nuevo World Christian Encyclopedia (Edición Segunda, 2001), fuente de la mayoría de los datos sobre religiones y denominaciones presentados en este libro, se calcula que hay 15 millones de judíos en el mundo. El 45% de ellos vive en los Estados Unidos de Norteamérica y el 30% en Israel. Los primeros judíos llegaron al continente norteamericano en 1654, pero el flujo importante ocurrió después de los pogromos (masacres planificadas) en Rusia, en la década de 1880. Según el Anuario Judío Americano de 1992, el 38% de los judíos en Estados Unidos son de la línea reformada, 35% conservadores, 6% ortodoxos y 21% no está afiliado.

Relación entre el judaísmo y el cristianismo

El judaísmo y el cristianismo tienen muchas creencias en común: la creencia en un Dios único, soberano y supremo, la autoridad y centralidad de las Escrituras y la vida después de la muerte. Algunas de las principales diferencias son las siguientes: En primer lugar, el judaísmo cree que Dios se reveló a sí mismo en la Torá, no en una persona. Segundo, el judaísmo considera a Dios como puro espíritu, lo cual impide que se encarne en un ser “humano”. En tercer lugar, el judaísmo no incluye la doctrina del pecado original; hombres y mujeres tienen “inclinaciones” a hacer el bien y el mal, pero no son seres de naturaleza caída o pecaminosa. En cuarto lugar, el judaísmo cree que la salvación se obtiene por vivir rectamente y guardar fidelidad al pacto mosaico.

Capítulo 3
JESÚS DE NAZARET

Creció en una oscura aldea, hijo de una mujer campesina. Trabajó en una carpintería hasta los treinta años, y luego fue durante tres años un predicador itinerante. Nunca poseyó una casa. Nunca tuvo una familia. Nunca asistió universidad. Nunca viajó a más de trescientos kilómetros de donde había nacido. No hizo ninguna de las cosas que normalmente relacionamos con la grandeza. No tenía más credenciales que su persona.

Mientras todavía era joven, la opinión pública se volcó en su contra. Sus amigos se esfumaron. Fue entregado a sus enemigos. Tuvo que someterse a un juicio fraudulento. Fue clavado en una cruz entre dos ladrones. Mientras moría, sus verdugos sortearon lo único que poseía en esta tierra: su túnica. Cuando murió, fue colocado en una tumba prestada por la piedad de un amigo.

Diecinueve [ahora veinte] siglos han pasado, y todos los ejércitos que han marchado, las naves que han surcado los mareas, todos los parlamentos que han pasado, y todos los reyes que han reinado, puestos todos juntos, no han afectado la vida de los hombres y mujeres en esta tierra tanto como esta sola vida.

— Fuente Desconocido

EL MUNDO, LA VIDA Y EL MINISTERIO DE JESÚS

La gente ha logrado desprenderse de muchas cosas a lo largo de los siglos, pero no de Jesús. Sigue siendo una figura potente. Con frecuencia malinterpretado, a veces burlado, pero siempre presente. Nuestro calendario comience con él; no deja de salir en el arte y la música, y utilizamos sus enseñanzas como punto de referencia al hablar de la fe y la ética. En este capítulo consideraremos el mundo greco–judeo–romano del primer siglo en el cual Jesús nació, creció y desarrolló su ministerio. Luego veremos la vida de Jesús —su nacimiento en “la plenitud de los tiempos”, su bautismo por Juan, su ministerio público, su enseñanza central (el reino de Dios) y su traición, arresto, juicios, crucifixión, sepultura, resurrección y ascensión. Esto nos va a brindar una importante información sobre el trasfondo para nuestro estudio de los Evangelios, los testimonios escritos de la persona y obra de Jesús.

PERÍODO INTERTESTAMENTARIO

El período entre el regreso de los exiliados desde Babilonia (538 a.C.) y el nacimiento de Jesús es un período de la historia religiosa del que conocemos muy poco. Se había construido un modesto templo, impulsado por los profetas Hageo y Zacarías (520–515), conocido como el Segundo Templo. Los muros alrededor de Jerusalén habían sido restaurados por Nehemías (ca. 445). La vida religiosa judía había sido restablecida por Esdras. Las Escrituras hebreas habían sido compiladas, aunque el canon final no fue confirmado hasta el final del primer siglo d.C. Los judíos recuperaron el control de sus tierras que estaban en manos de los sirios (seléucidas), sólo para que se las arrebataran los romanos en ese mismo siglo.

Alejandro y los griegos

En el año 336 a.C., Alejandro el Grande, uno de los generales y conquistadores más grandes de toda la historia, a la edad de veinte años sucedió a su padre, Felipe II, rey de Macedonia (norte de Grecia), quien había sido asesinado. Alejandro era un brillante estratega militar y un líder audaz y valiente. Luego de consolidar su trono, derrotó a los persas (que habían derrotado a los babilonios) y se movilizó hacia el este, conquistando Egipto, Palestina (en el 332 a.C.) y Babilonia. Quería llegar más lejos, a la India; pero sus generales, cansados de la guerra, se rebelaron y se opusieron, culminando así sus conquistas.

Alejandro fue discípulo de Aristóteles y amaba todo lo griego. Su sueño era unificar el Oriente con el Occidente. Indujo a sus soldados a que se casaran con mujeres de los pueblos que había conquistado. Introdujo el lenguaje, la cultura y la religión griegas y construyó una cantidad de ciudades griegas, como Alejandría en Egipto.

Un ejemplo y consecuencia del programa de helenización de Alejandro (Hella era el antiguo nombre de Grecia) fue la comunidad judía en Alejandría. Se volvió tan helenizada que las Escrituras hebreas tuvieron que ser traducidas del hebreo al griego para poder ser leídas, lo cual dio como resultado la versión llamada Septuaginta (ver capítulo 1).

En el año 323 a.C., a la temprana edad de treinta y tres años, Alejandro murió en Babilonia a causa de fiebre tifoidea o malaria. Dado que no tenía ningún heredero legal, su imperio fue dividido entre sus generales, entre los cuales hay particularmente dos notables. En el este, Ptolomeo se erigió como gobernante de Egipto y Palestina con su capital en Alejandría (Cleopatra, la esposa del político y militar romano, Marco Antonio, quienes cometieron suicidio juntos en el 30 a.C., fue la última de los ptolomeos). Seleuco fue gobernante de Siria y Babilonia, con su capital en Antioquía. Hubo muchas batallas entre los seléucidas y los ptolomeos dado que los seléucidas querían tener acceso al mar Mediterráneo. Los seléucidas finalmente triunfaron y llegaron a controlar Palestina en 198 a.C.

La sublevación macabea

Antíoco IV, quien tomó el título de Epífanes —que significa “Dios se manifiesta”— se convirtió en rey del imperio seléucida o sirio en 175 a.C., e intentó erradicar al judaísmo. Prohibió los sacrificios en el templo, el rito del sábado, la enseñanza de las Escrituras y la circuncisión a los varones recién nacidos —todo “bajo pena de muerte”. Además profanó el templo ofreciendo cerdo como sacrificio a Zeus, el principal dios griego.

Esto provocó un levantamiento judío bajo el liderazgo del sacerdote Matatías y sus cinco hijos, el más famoso de quien fue Judas, cuyo apodo era Macabeo, una palabra que significa “martillo”. Los macabeos (fuerzas guerrilleras judías) derrotaron a los sirios en diciembre de 164 a.C. y purificaron el templo, un acontecimiento que los judíos celebran como la Fiesta de las Luces o Hanukkah (“dedicación”), un festival de ocho días que acontece alrededor de la misma época del año que Navidad. Después de la sublevación macabea (recordada en 1 y 2 Macabeos en los Apócrifos), y una vez que los sirios entraron en decadencia, víctimas de la expansión de Roma hacia el Este, los judíos recuperaron el control de sus tierras por cierto tiempo (160–163 a.C.).

El imperio romano

Los romanos querían controlar el perímetro del Mar Mediterráneo para tener una ruta segura durante los meses de invierno desde Egipto —la “canasta de pan” del imperio romano— hasta Roma. En el año 63 a.C. el ejército romano, bajo la conducción de Pompeyo, marchó hacia Jerusalén. Nuevamente Israel quedó sujeto a un gobierno normas extranjero, ahora al supremo imperio romano.

Jesús nació durante el reinado de Octavio, más conocido como Augusto, “el augusto” (quien murió en el mes que ahora llamamos agosto), el sobrino nieto y heredero adoptado de Julio César, asesinado en el 44 a.C. Augusto fue el primer emperador romano y la mayoría de los historiadores lo consideran el emperador más grande de Roma por su administración del imperio. Gobernó entre 27 a.C. y 14 d.C. Augusto dictó el decreto de que “todo el mundo debía ser empadronado” para el control de los impuestos (Lc. 2.1), razón por la cual José y María debieron ir a Belén, donde nació Jesús. Augusto fue sucedido por Tiberio, su hijastro adoptado, durante cuyo reinado (14–37 d.C.) Jesús comenzó su ministerio público (“en el año quince del reinado de Tiberio César…” Lc. 3.1) y fue crucificado.

Otros emperadores notables a mediados del primer siglo fueron Claudio (41–54), quien expulsó a los judíos y a los cristianos de Roma en el 49 (estos volvieron luego de su muerte en el 54); Nerón (54–68), quien persiguió ferozmente a los cristianos y, según la tradición, fue el responsable de las muertes de Pedro y Pablo; Vespasiano (69–79), quien sofocó la revuelta judía del 66–70 y construyó el famoso coliseo en Roma; Tito (79–81), el hijo de Vespasiano, quien destruyó Jerusalén al final de la Primera Guerra Judía; Domiciano (81–96), quien según algunos investigadores pudo ser el emperador del cual se habla en los capítulos 4–22 del Apocalipsis; y Trajano (98–117), el primer emperador no nacido en Italia (era español).

Israel / Palestina

Israel era parte de una provincia romana de Siria (el Imperio Romano tenía catorce provincias) y estaba gobernada por reyes locales como Herodes, y por gobernadores como Poncio Pilato, quien gobernó Judea y Samaria desde el 26 al 36, y Antonio Félix y Porcio Festo, a quienes se menciona en el libro de Hechos.

La influencia judía empalideció después de la Primera Guerra Judía, un levantamiento que fue brutalmente aplastada por Roma: el templo fue quemado y miles de judíos fueron asesinados; otros miles fueron vendidos como esclavos, y la ciudad fue arrasada. Sólo quedó en pie la pared occidental o “muro de los lamentos” de la plataforma del templo, ahora el lugar más sagrado para los israelitas. Los romanos también derrotaron reductos de judíos en todos los rincones de Israel, incluyendo los esenios en Qumrán, cerca del Mar Muerto. Unos sesenta años después hubo otro levantamiento, la Segunda Guerra Judía (132–135), que también fue aplastada, después de la cual Roma cambió el nombre de la tierra a Palestina —“tierra de los filisteos”— para erradicar el nombre de Israel del imperio. Los judíos no volvieron a recuperar el control del territorio hasta que las Naciones Unidas establecieron el actual estado de Israel, en 1948.

LA CASA DE HERODES

El fundador de la casa de Herodes fue Antípater, un judío mestizo natural de Idumea, la tierra de Edom en el Antiguo Testamento, al sur de Judea. (Edom fue el nombre que se le dio a Esaú en Génesis 25.30; sus descendientes se convirtieron en edomitas). Durante la campaña de Julio César a Egipto contra Pompeyo, para obtener el exclusivo control de Roma sobre la región (48–47 a.C.), Antípater se unió a César, quien lo recompensó con el gobierno de Judea (en 47 a.C.) y con la ciudadanía romana. César, además, garantizó a los judíos dos privilegios especiales: la exención del servicio militar y la libertad para adorar a su propio Dios.

Herodes el Grande

Antípater fue asesinado en el 42 a.C. En ese momento, su hijo Herodes era superintendente militar de Galilea. En el año 40 a.C., Marco Antonio, el gobernador de la mitad oriental del imperio romano, le dio a Herodes el título de “Rey de los Judíos” (en realidad era un rey vasallo). A Herodes los romanos lo llamaban “el grande” (no así los judíos) por sus grandes logros arquitectónicos: el templo en Jerusalén que fue desmantelado y vuelto a construir en el 20 a.C. para ganarse el favor de los judíos (el templo de Herodes fue aún más grande que el de Salomón); su palacio en Jerusalén, donde Jesús fue “juzgado” por Poncio Pilato; la Fortaleza de Antonia en Jerusalén (nombrada en homenaje a Marco Antonio), donde Jesús sufrió la burla y los azotes de los soldados romanos; Cesarea, una ciudad del noroeste de Palestina en el Mar Mediterráneo (nombrada en honor a César Augusto), que fue la ciudad capital de Herodes y luego la residencia oficial de Pilato, donde Pablo fue tomado prisionero a fines de la década del 50; Herodium, la residencia de Herodes al sur de Belén, donde algunos creen que fue sepultado; Maqueronte, en Perea, al Este del Mar Muerto, donde Juan el Bautista fue encarcelado y decapitado; y una cadena de fortalezas tales como Masada en el lado Oeste del Mar Muerto, que fue destruida por los romanos al final de la Primera Guerra Judía.

Herodes gobernó Palestina desde el 37 al 4 a.C. Sufría paranoia acerca de que otros pretendían su trono y ordenó la ejecución de dos de sus diez esposas y tres de sus siete hijos, a quienes consideraba rivales potenciales. Además ordenó “la matanza de todos los niños de Belén y sus alrededores, de dos años de edad para abajo” luego de saber que Jesús, el Mesías esperado por Israel —y por lo tanto su posible rival— había nacido allí (Mt. 2.16). Al margen del concepto que tengamos de su persona, Herodes debe haber sido un administrador eficiente y efectivo, ya que Roma le permitió gobernar la siempre turbulenta tierra de los judíos durante treinta y tres años.

Los sucesores de Herodes

Luego de la muerte de Herodes, su reinado fue dividido entre tres de sus hijos.

Arquelao gobernó Judea y Samaria desde 4 a.C. hasta el 6 d.C. Fue un gobernador perverso y opresivo, como su padre, y los judíos enviaron una delegación a Roma para quejarse de él. El emperador Augusto destituyó a Arquelao y lo desterró a Galia (en tiempos modernos Bélgica y Francia), después de lo cual Judea y Samaria fueron regida por gobernantes designados por el emperador (Poncio Pilato fue el quinto gobernador después de Arquelao). En la narración de Mateo del nacimiento de Jesús, se le advierte a José acerca de Arquelao y por eso lleva a su familia a Nazaret, que estaba fuera del control de este monarca (Mt. 2.19–23).

Herodes Antipas (o simplemente Antipas para evitar confusión con su padre) gobernó las regiones de Galilea y Perea desde el 4 a.C. hasta que fue destituido por el emperador Calígula en el 39 d.C. Antipas fue el más hábil de los hijos de Herodes. Encarceló y degolló a Juan el Bautista (Mr. 6.14–29) en su palacio—fortaleza en Maqueronte (según el historiador judío, Josefo) y tuvo un breve encuentro con Jesús durante el Viernes Santo (Lc. 23.6–12).

Felipe el Tetrarca (“gobernador de una cuarta parte”) gobernó los territorios del nordeste desde el 4 a.C. hasta su muerte en el 34 d.C. Su gobierno fue moderado y justo. Felipe fue el responsable de reconstruir la antigua ciudad de Panion, a la que dio el nuevo nombre de Cesarea de Filipo, combinando su nombre con el de César. Cesarea de Filipo fue el sitio donde Pedro hizo su gran confesión a Jesús: “Tú eres el Mesías” (Mr. 8.27–30).

Herodes Agripa I, llamado Rey Herodes en el libro de Hechos (12.1), era nieto de Herodes el Grande. Primero gobernó los territorios que habían estado bajo el reinado de Antipas y de Felipe, y desde el 41 al 44 sobre todo Israel. Fue responsable de la ejecución del apóstol Santiago, el hermano de Juan (Hch. 12.2), y del arresto y encarcelamiento de Pedro (Hch. 12.3–19). En el año 44 fue derribado por “un ángel del Señor” (Hch. 12.23). El rey Herodes fue sucedido por su hijo, Herodes Agripa II, llamado rey Agripa o simplemente Agripa en el libro de Hechos. Agripa II, quien murió en el año 93, fue el último gobernador herodiano. Escuchó la defensa de Pablo en Cesarea a fines de los años cincuenta (Hch. 25.13–26.32) y se alió con Roma en contra de su propio pueblo, en la Primera Guerra Judía.

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9781646910885
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