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Estos espacios, donde la realidad de una sociedad se presenta de forma única y extrema, son fruto de su historia más íntima, así como de su manera de entender y representar la vida. En medio de estas miradas extremas entre lo hiperreal y lo heterotópico, Michel de Certeau (2000) deja clara la importancia de la pequeña escala del espacio y del tiempo. En La invención de lo cotidiano, propone la búsqueda de respuestas en las pequeñas escalas, desde los microdiscursos, contenidos en lo cotidiano, al igual que Jane Jacobs (2011), cuando busca un lugar más humano en medio de ambos extremos, donde se pretende una resignificación de la vivencia urbana del espacio cotidiano para hacerlo más real y, al mismo tiempo, más simbólico y trascendente. Es una mirada a la revitalización de lo cotidiano.

Encontrar maneras para que la ciudad recobre valor o, mejor, recobre sentido, es una preocupación de diversas disciplinas. Construir con los espacios urbanos un vínculo más trascendente y valioso es una inquietud de Juan Carlos Pérgolis (2005), cuando afirma que la imagen urbana “no pertenece a la ciudad sino a sus habitantes, ya que es el modo como los ciudadanos la representan en su mente; por eso, la imagen identifica a la ciudad, no por como es, sino por cómo es vista” (p. 7). El habitante se reconoce en lo urbano, la ciudad es su representación y, mediante dicha representación, él se lee y se reconoce como algo real. Frente a la nueva imagen global de lo urbano, gracias a las tecnologías de comunicación física y virtual:

Es importante una lectura inteligente, capaz no sólo de comprender que cualquier decisión espacial de un grupo social actúa sobre su paisaje vivencial, transformándolo y recreándolo, sino que también los resultados de estas acciones van a tener una incidencia directa sobre la calidad de vida de las personas. Por ello sustentar cualquier intervención en el territorio sobre una buena lectura de los componentes presentes en la configuración del paisaje parece una tarea fundamental. (Delgado y García, 2009, s. p.)

A través de la simbolización espontánea 1, se encuentra el lugar esencial de la relación entre el espacio físico y las formas de apropiación social. Ahora bien, ¿gracias a esta simbolización, la lectura semiótica del espacio despierta empatías urbanas que dan sentido a lo urbano?

La competencia por la apropiación del espacio se pierde cuando su dimensión simbólica se produce desde el diseño o la concepción del urbanista y el espacio se carga de un discurso semiótico que el habitante debe asumir y nunca desvirtuar o contradecir. Cuando los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá, decidieron que la plaza principal de su universidad debía representarlos, desterraron el busto del prócer de la patria Santander y pintaron la imagen del Che Guevara en la fachada del Auditorio León de Greiff. En términos políticos y sociales, el discurso de este fenómeno es importante; sin embargo, lo que interesa en esta investigación es el fenómeno de la sustitución físico-semiótica de un espacio en el que ellos buscaron ser representados.

Diferente es el caso de Detroit, donde los discursos semióticos de la ciudad moderna se deterioraron con la urbe. Ya en ruinas, fue apropiada por otro tipo de ciudadano, más consciente del valor de lo social y de lo ecológico. Ahora, la ciudad resurge con lentitud de su ruina física y simbólica, a medida que diseña otra imagen de sí, gracias a las formas de vida de sus nuevos habitantes.

Estos dos lugares mencionados, donde el espacio representa la realidad, están construidos por otras personas, pero fueron apropiados por sus habitantes para ser reconstruidos y resignificados. Allí, lo simbólico no es ficción, sino la verdadera realización de la comunidad. Desde esta perspectiva, la intimidad de cualquier rincón cotidiano guarda la semilla de una heterotopía y la transformación físico-simbólica es el resultado de dinámicas sociales cotidianas. Los microdiscursos semióticos emergentes se enfrentan con los macrodiscursos impuestos, heredados o preestablecidos. Otros casos como Castro, Checa o Chapinero transformaron, de forma orgánica, su dimensión simbólica y forjaron identidades sociales urbanas, que ahora participan en la estructuración social, política y económica de sus habitantes.

Pretender que la dimensión semiótica de lo urbano se condense en una fórmula simple, práctica y fácil para ser consumida, a partir de la cual se califique lo urbano, alimenta los macrodiscursos urbanos modernos y descuida, de manera sistemática, los microdiscursos que emergen con naturalidad desde las costumbres, las cosmogonías y las vidas cotidianas de los habitantes urbanos.

La ciudad contemporánea, erigida por la evolución histórica y orgánica de sus realidades sociales y físicas, exige una reflexión que se centre en las evidencias, en los fenómenos que produce, de los cuales deberá entenderse su naturaleza implícita. La formación del sentido urbano es inherente a sus procesos simbólicos. Lo importante es que el habitante participe en esa construcción emergente, a partir de sus necesidades y sus deseos. Esta práctica legitima los microdiscursos y revisa los macrodiscursos urbanos que, aunque se reconocen como educadores y socializadores, desconocen la naturaleza orgánica real de lo urbano en lo cotidiano.

En función de este marco explicativo, la investigación de este libro se desarrolla en tres capítulos: el primero, con tres apartados, determina los fundamentos conceptuales a partir de los cuales surge la relación con el espacio urbano como fenómeno comunicacional; de tal manera que sea el contenedor y el emisor de todo tipo de información. El segundo capítulo, compuesto en cinco apartados, presenta el enfrentamiento entre imaginario estético e imaginario social urbano, con la finalidad de exaltar lo simbólico en los procesos de fortalecimiento del sentido de lo urbano. A través de este enfrentamiento, se hace un recorrido por la historia de las reflexiones sobre este tema, desde la empatía estética hasta la geografía simbólica, para definir la dimensión semiótica de lo urbano, mediante conceptos como el lenguaje urbano, la sintaxis y el texto urbano. La tercera parte se despliega en tres apartados que sitúan la investigación de campo en Chapinero Central, Bogotá, donde se consolidan las geografías toposemiótica, estético-semiótica y sociosemiótica, con las cuales se establece la cualidad geográfica del comportamiento semiótico del espacio urbano. La investigación concluye con la definición de geosemiótica o el sistema geográfico de los signos urbanos. De esta manera, se supera lo estético por lo semiótico, como mirada que reconoce la dimensión social de la persona común en el paisaje urbano, quien construye, por medio de su empatía espacial, el sentido de lo urbano.

1 “Así, la estructura del espacio se manifiesta en los contextos más diversos, bajo la forma de oposiciones espaciales donde el espacio habitado (o apropiado) funciona como una especie de simbolización espontánea del espacio social” (Bourdieu, 2002, p. 28).

Capítulo 1. La investigación: el espacio como información y sus dimensiones

1. La apropiación del espacio, las empatías urbanas y el espacio semiótico

Para comenzar con el análisis, se definen los aspectos fundamentales que orientaron el desarrollo de la investigación, desde la definición del tema específico hasta la hipótesis de trabajo. Estos aspectos proponen las cualidades del estudio y lo que se espera de él. El tema se centra en el espacio y en la vida urbana de Chapinero Central, populoso territorio urbano de la ciudad de Bogotá, Colombia. También se definen objetivos, hipótesis e instrumentos metodológicos.

1.1 Espacio y vida urbana: tema

El espacio es una construcción física. Aunque real, no es más real que los otros espacios que se erigen en simultáneo con él. Esos otros espacios no medibles estructuran su dimensión subjetiva y se definen como el espacio social, el espacio perceptual, el espacio sensorial, el espacio emocional, el espacio imaginado y el espacio semiótico (el que interesa a esta investigación).

Todos ellos representan una variedad de disciplinas desde las cuales se estudia su cualidad subjetiva. De allí que se hable de un tema interdisciplinario, porque el espacio se estudia desde perspectivas como la arquitectura, el urbanismo, la estética, la psicología, la geografía humana y de la percepción, la antropología o la sociología. Por tal motivo, es necesario diseñar una estructura que jerarquice la relevancia del espacio simbólico en función de la búsqueda de las empatías urbanas y la construcción del sentido urbano.

En la búsqueda de un razonamiento que haga al espacio, y no al tiempo, protagonista en las reflexiones sobre lo social en el mundo contemporáneo, Francisco Javier Tirado y Martín Mora (2002) afirman: “La discusión foucaultiana quiere repensar lo social a la luz del espacio […] nuestra lectura recoge aportaciones de autores como Deleuze, Serres, Harvey y Soja, para problematizar lo social desde una óptica espacial” (p. 11). Asimismo, este fenómeno, que hace del espacio y del habitante protagonistas en los estudios de geografía, lo presenta Peter Jackson (1999) en los siguientes términos:

Este artículo da cuenta de las nuevas direcciones tomadas en el seno de la geografía humana a consecuencia del ‘giro cultural’. Ofrece, además, una breve cronología de hechos recientes emprende una caracterización del ‘giro cultural’ y evalúa hasta qué punto se ha producido un ‘giro espacial’ concomitante en los estudios culturales. (p. 41)

Desde esta perspectiva, se entiende que el giro espacial, social y cultural de los estudios geográficos propone una geografía de la percepción. José Luis Vara Muñoz (2008) retoma la definición de Vila Valenti para afirmar que es “un enfoque geográfico que entiende el espacio, no como una concepción objetiva y abstracta, sino en función de su valor subjetivo, como espacio conocido, aprehendido individualmente; es el espacio vivido” (p. 372).

La geografía de la percepción es el marco referencial directo de este estudio que se centra en la lectura semiótica de la realidad urbana o la geografía de lo semiótico en lo urbano. Sin embargo, el énfasis semiótico es determinante, así que el camino en el que se desarrolla esta investigación es el propuesto por Roland Barthes (1993):

amo la ciudad y los signos. Y este doble amor (que probablemente es un solo amor) me impulsa a creer, quizá con cierta presunción, en la posibilidad de una semiótica de la ciudad […] el espacio humano en general (y no el espacio humano solamente) ha sido significante. La geografía científica y sobre todo la cartografía moderna pueden ser consideradas como una especie de obliteración, de censura, que la objetualidad ha impuesto a la significación. (p. 257)

Al seguir la misma búsqueda de Barthes (1993), el tema principal de esta investigación se centra en el estudio de esa dimensión del espacio habitado que se desdibuja con apelativo de subjetivo gracias a la geografía científica. Se proponen la geografía semiótica y su rol en los fenómenos de apropiación y consumo cultural del espacio urbano, como los intereses temáticos del análisis.

1.2 Apropiación y representación espacial: problema

La ciudad contemporánea suele presentar dos extremos en la cualidad simbólica de sus territorios. Por exceso o por defecto, es difícil tener un equilibrio entre heterogeneidad y homogeneidad social, estética y simbólica. Por una parte, se encuentra la racionalización funcional, la cual fomenta estéticas homogéneas, en territorios aislados de la estructura urbana y en donde conjuntos cerrados, suburbios o ciudadelas crean realidades hiperdiseñadas (Weir, 1998), que el habitante entiende, acepta y consume de manera pasiva; esto le impide su apropiación simbólica y la construcción de sentido urbano original y participativo. Por otra parte, están los territorios urbanos complejos, donde la heterogeneidad funcional y social provocan rivalidades y fraccionamientos, luchas por el territorio, gentrificación y marginalidad espaciotemporal.

Estos extremos, aunque opuestos, comparten un problema no resuelto: la construcción de sentido urbano. Los primeros, porque el sentido ya viene diseñado desde la conceptualización diseño y construcción de la estructura urbana y, los segundos, porque su naturaleza compleja en lo social y en lo legal no permite algún control que equilibre o administre los procesos de apropiación y representación.

En el primer caso, los recursos semióticos se agotan con rapidez y es imposible la renovación semiótica de lo urbano, pues hay una realidad hiperdiseñada y estática, con cualidades de la ciudadela o el reality. En el segundo caso, la versatilidad, la fragmentación, la marginalidad, el espacio temporal y las diversidades no resueltas configuran habitantes ajenos, desconfiados y temerosos de vivir el espacio urbano. En ambos, la dificultad para construir sentido urbano causa los problemas que implican la falta de identidad urbana, la falta de apropiación e identidad personal, la imposibilidad de crear un relato urbano y participar en la construcción histórica de lo urbano. Sectores con este tipo de problemas tienden a colapsar y perder su vitalidad urbana, donde la permanencia de residentes es inestable y la vida no es una experiencia positiva, creativa o feliz.

Respecto a Chapinero Centro, más cercano al segundo caso propuesto, la guerra por los territorios es su constante y esta lucha cuenta con una historia que deja huellas. Los cambios de usos frecuentes, que demuestran vocación por el encuentro, evidencian la disposición social del sector. Sin embargo, su evolución consolidó su imagen como un sector de estilos de vida heterogéneos, los cuales maduraron y aún conviven de manera creativa. Estos estilos hoy están en riesgo de desaparecer gracias a las inversiones en nuevos desarrollos de vivienda (el negocio inmobiliario) que, al aprovechar la localización estratégica del sector dentro de la ciudad, iniciaron una gentrificación. La valoración de la expresión simbólica, generada por los habitantes cotidianos, establece su comportamiento en el espacio y la visibilidad de su colonización simbólica. Esto los representa, los identifica y se debe respetar, si se desea obtener una enriquecedora sedimentación semiótica, en vez de una banalización simbólica del territorio.

1.3 Empatías urbanas: hipótesis

La dimensión semiótica de las cualidades topológicas, estéticas y sociales de un territorio urbano tiene su génesis en la interpretación o decodificación de la información espacial, información convertida en signo por el habitante que la interpreta. Estos sistemas semióticos, en el territorio urbano, son capas o estructuras simbólicas simultáneas, que el habitante individual y colectivo, de acuerdo con sus necesidades y zonas de apropiación y representación, teje mientras establece relaciones intersimbólicas entre las diferentes capas de sistemas de información simbólica del territorio urbano.

Existen los sistemas semióticos simples y los sistemas semióticos complejos, los cuales se definen a partir de variables determinadas. Se habla de la multidimensionalidad semiótica del espacio urbano en territorios que manifiestan expresiones estéticas espontáneas y múltiples. En estos lugares, el habitante individual y colectivo crea su sistema semiótico y, en esa creación, radica el sentido que otorga a lo urbano.

La empatía urbana se define como el reconocimiento de signos contenidos en el espacio; el sentido urbano se construye en la medida en que el habitante elabora su propio sistema semiótico, a partir de la decodificación de signos en los diferentes sistemas de sentido.

Cuando la lectura semiótica de la información espacial es plana, horizontal o bidimensional, se interpretan signos de un solo sistema; lo que produce un sentido urbano que se agota con rapidez y se congela, pues no es recreable. No obstante, existe un tipo de lectura más espacial, vertical o tridimensional, producto del deseo de descubrir otras realidades urbanas, el cual relaciona signos que pertenecen a diferentes sistemas semíticos, que coexisten en el territorio. De esta manera, el sistema semiótico personal se recrea. Gracias a la empatía y al deseo, el signo se reconoce e incorpora en una estructura semiótica compleja. El sentido de lo urbano, entonces, aparece cuando se crea un tejido semiótico propio.

Las variables de un sistema semiótico complejo son la heterogeneidad de los signos, la flexibilidad de las sintaxis y la versatilidad de las hermenéuticas urbanas. Existe la posibilidad de plantear una teoría de los sistemas semióticos urbanos.

1.4 Lectura semiótica del espacio: objetivos

En primera instancia, se definen los objetivos teóricos y, en segundo lugar, los objetivos prácticos, a partir de las metodologías y tipo de información. Los primeros son producto de un marco teórico-conceptual y los segundos, de un trabajo de campo.

1.4.1 Objetivos teórico-conceptuales

1.Diferenciar entre percepción y lectura del espacio, para consolidar el carácter del espacio urbano como un texto.

2.Delimitar los tipos de texto urbano y cuál propicia la construcción de sentido urbano.

3.Revisar los elementos constituyentes de la geografía de la percepción y conceptualizar la propuesta de una geografía semiótica de lo urbano.

4.Determinar la existencia de sistemas semióticos simples o complejos.

5.Establecer cómo la migración del deseo es un fenómeno fundamental en el desarrollo de empatías urbanas vivas y en la construcción de sistemas semióticos complejos.

1.4.2 Objetivos prácticos

El trabajo de campo se despliega en tres frentes, para responder a los objetivos trazados y determinar la geografía semiótica del territorio:

1. Estudio toposemiótico: análisis de la cualidad simbólica del espacio, de acuerdo con su localización y relaciones.

2. Estudio estético-semiótico: análisis de la ubicación y las expresiones físico-estéticas.

3. Estudio sociosemiótico: análisis de los comportamientos sociales en el territorio.

1.5 Instrumentos metodológicos

Al tener en cuenta el tipo de trabajo en campo, se diseñaron dos instrumentos que sirven en la recolección de datos. En el primero, denominado recorridos semióticos, se diseñó una ficha donde se consigna el trabajo de campo y, en el segundo, llamado corema abstracto, se presenta la clasificación, análisis y abstracción de la información.

1.5.1 Recorridos semióticos

Durante la observación y estudio del territorio, en primera instancia, se usan los recorridos semióticos (figura 1). Este ejercicio consigna la información de campo en una ficha informativa. El habitante realiza recorridos espontáneos y graba un audio donde registra sus percepciones y decisiones a partir de su contacto con el espacio urbano. El audio se transcribe en la ficha y se realiza su análisis. Estos recorridos semióticos se estudian mediante variables basadas en las relaciones físico-espaciales, estéticas y sociales del territorio y generan la información geográfica que luego se analiza con el uso de los coremas abstractos (figura 2). Al ser un ejercicio libre, en que el habitante habla y recorre a su voluntad, el espacio es interpretado con libertad y la ficha, además de registrar el documento literario, también resguarda los datos geográficos. Este instrumento permite el análisis del relato urbano y su representación geográfica (figuras 1 y 2).

Figura 1. Ficha de los recorridos semióticos

Figura 2. Corema urbano y obra de arte, Broadway Boogie-Woogie, 1942, Piet Mondrian

1.5.2 Coremas abstractos

El estudio del comportamiento semiótico en el territorio urbano es complejo y, para responder a la naturaleza de los datos y objetivos de la investigación, se plantea el corema abstracto como instrumento metodológico en el tratamiento de los datos obtenidos durante los recorridos semióticos.

Con el uso de coremas se relacionan los datos del comportamiento de los signos urbanos, porque hacen posible la espacialización de los datos semióticos en el territorio. A diferencia de la obra de arte abstracta (figura 2), el corema trabaja con las proporciones y las escalas reales del mapa urbano; de tal suerte que, aunque su expresión sea plástica y abstracta, su dimensión topológica es real. Esta cualidad propicia una reflexión geográfica exacta sobre los datos consignados en el mapa base de la ficha informativa.

Los recorridos semióticos se realizan con el propósito de captar los datos urbanos que el territorio brinda en el análisis semiótico. Para alcanzar esta meta, cuentan con herramientas en la captación de datos, como videos, fotografías, cartografías y cualquier medio que apoye la finalidad de comprender y adjuntar datos suficientes. Los tesistas de la carrera de Arquitectura, de la Universidad de la Salle, realizaron un ejercicio académico basado en el trazado y el análisis de recorridos semióticos del barrio Chapinero Central. Con este ejercicio, se depuró la metodología y se demostraron los alcances y posibilidades de esta herramienta (figuras 3-5).

Figura 3. Recorrido urbano semiótico y corema de análisis Fuente: Juan Sebastián Ortiz y Erika Marín, estudiantes de la materia Modalidad de Grado, Universidad de La Salle, Bogotá.

Figura 4. Recorrido semiótico en Chapinero Centro Fuente: Juan Diego Cortes, Sebastián Viviel y Nicolás Herrera, estudiantes de Modalidad de Grado, Universidad de La Salle, Bogotá.

Figura 5. Compilación de recorridos semióticos, en Chapinero Centro Fuente: Juan Diego Cortes, Sebastián Viviel y Nicolás Herrera, estudiantes de Modalidad de Grado, Universidad de La Salle, Bogotá.

El cruce de la información de los recorridos semióticos produjo cartografías semióticas en el territorio. En el caso de Chapinero Centro, se elaboraron mapas o coremas abstractos y geográficos que identifican el comportamiento espacial de las variables escogidas.

En el siguiente ejemplo (figura 6), los estudiantes Juan Diego Cortés y Nicolás Herrera tomaron el cruce de los recorridos semióticos de Chapinero Centro y, a partir de esta cartografía simbólica, llevaron a cabo diagnósticos semióticos y geográficos del territorio. La reflexión aporta elementos que determinan el comportamiento estético y funcional de un proyecto arquitectónico propuesto en el sector.

Figura 6. Coremas de análisis en Chapinero Centro Fuente: Juan Diego Cortes y Nicolás Herrera, estudiantes de Modalidad de Grado, Universidad de La Salle, Bogotá.

En búsqueda de la dimensión semiótica del paisaje urbano, esta investigación determinó tres dimensiones fundamentales: la topológica, la estética y la social. El tipo de variables y la cualidad de los datos, junto con la elaboración de fichas de los recorridos semióticos y coremas, permitieron delimitar el comportamiento geográfico de cada una de ellas y así generar un diagnóstico semiótico del paisaje urbano.

Centrarse en la dimensión simbólica de la realidad físico-espacial urbana implicó la revisión conceptual de la relación entre habitante y su espacio, por lo que fue necesario redefinir los conceptos fundamentales que explican dicha relación. El segundo apartado de este primer capítulo se centra en la revisión del concepto de espacio habitado, mientras se reconoce su naturaleza existencial, simbólica y cultural. La cualidad comunicativa del espacio es clave en la búsqueda de su dimensión simbólica.

2. Dimensiones del espacio: la imagen estética y el sentido social del espacio *

Entender las dimensiones social y simbólica del espacio, como un objeto de estudio científico, es producto de innumerables reflexiones que revisaron los fundamentos conceptuales con los que se miró la relación entre el habitante y el espacio durante el siglo XX. Esta estructura básica de conocimiento establece variaciones en los paradigmas de esta dimensión del conocimiento y permite la participación de otras disciplinas involucradas en los fenómenos de apropiación espacial e interpretación del paisaje urbano. Al espacio se le otorga toda clase de particularidades. Los énfasis de los estudios modernos lo clasifican de acuerdo con la manera en que se produce, al enfrentar el concepto de paisaje natural con el de paisaje cultural. Al respecto de estas clasificaciones y miradas del espacio, Paul Claval (2002) asegura que, desde la geografía:

las epistemologías naturalista y funcionalista no dejaban ningún lugar para el individuo y sus iniciativas. El enfoque cultural corrige estas orientaciones: al concebir el espacio como una escena donde los seres humanos se ofrecen al espectáculo, representan papeles que los valorizan, los enriquecen o les aseguran ciertos poderes, tiene en cuenta al individuo y las iniciativas de que es autor. Nos hace descubrir el sentido que le dan los seres humanos a los decorados que los rodean y que, en gran medida, han construido. Nos hace entrar en el universo de sus valores y creencias, y aclara las estrategias que retienen en su vida social, política o cultural. (p. 38)

El autor exalta el enfoque cultural de la geografía contemporánea, la cual enseña a otras disciplinas entender el asunto urbano de una manera más amplia, hasta sobrepasar la mirada funcionalista y naturalista. La dimensión cultural del espacio es protagonista en el estudio de su impacto social y simbólico:

El enfoque cultural lleva a los geógrafos a atarse a procesos que habían ignorado durante mucho tiempo. Exploran, atentamente, los diferentes aspectos de la comunicación. Los contenidos transmitidos de individuo a individuo y de generación en generación no siempre son los mismos: en los grupos donde dominan el componente oral y la imitación, los gestos y las prácticas, las actitudes se copian fácilmente. Los mensajes abstractos pasan con mayor dificultad. (Claval, 2002, p. 37)

Las geografías cultural, humana y de la percepción postulan conocimiento importante para entender diferentes dimensiones del espacio. Otras disciplinas, como la sociología y la antropología urbana, además, participan hoy en la creación de un discurso urbano complejo y no modélico, que reconoce su apropiación y naturaleza cultural y simbólica intrínseca.

En la búsqueda de nuevas dimensiones del espacio se presentan, a continuación, tres tipos: el espacio-tiempo, el espacio-cuerpo y el espacio-social. A partir de la reconstrucción de estas relaciones, se identifica al espacio como texto y, con ello, la dimensión semiótica del espacio habitado.

En primera instancia, la relación espacio-tiempo, titulada presente, establece cómo el espacio interviene en la percepción de la realidad cotidiana. El espacio promueve o limita el desarrollo del acontecimiento y, de la misma forma, influye en la construcción del sentido del presente como el tiempo del evento. En segunda instancia, la relación espacio-cuerpo, designada la imagen poética del espacio, define cómo el cuerpo y la imaginación del habitante se estimulan por el espacio, mientras hace memorable la experiencia sensorial. A partir de ella, se da la construcción de un sentido personal de la experiencia espacial. En tercera instancia, la relación espacio-social, titulada intangible, demuestra cómo la actividad de la comunidad otorga al espacio su cualidad social, lo cual se refleja en las huellas estéticas que alimentan el paisaje urbano. Estas dimensiones otorgan al espacio su valor simbólico y sociocultural.

2.1 Presente: espacio-tiempo

La reflexión sobre el habitante y su espacio implica poner atención al tiempo en el que esta relación se produce y se consolida. Frente a la tensión entre pasado y futuro en la tradición moderna, el tiempo presente es una temporalidad invisible y se debe estudiar y redefinir, por su valor en la construcción del sentido de lo habitado.

El tiempo es oro fue el eslogan que caracterizó a la modernidad. Gracias a la absoluta devoción por la velocidad, el tiempo logró ser algo comercializable como cualquier otro producto. Este fenómeno produjo cambios trascendentales en la manera de entender la realidad y la vida. El futuro prediseñado ideal y utópico se convertiría en el parámetro a partir del cual se calificarían las acciones, las decisiones y las vivencias; es decir, toda acción no productiva se descalificó, pues no generó ganancia cuantificable a futuro. A esta inercia, que desacreditó cualquier actividad no productiva, se sumaron los efectos nocivos, en términos de la percepción de la realidad, que los medios de comunicación instalaron en la conciencia colectiva, con lo cual la realidad se hizo cada vez menos convincente y el presente vital, entre habitante y espacio, fue poco reconocido. En medio de la tensión entre pasado y futuro en un mundo virtualizado, la experiencia del espacio real físico urbano se reduce a un instante indefinible e inexistente en términos matemáticos y simbólicos.

La relación con lo urbano se sustituyó por la relación con los medios de comunicación. La ciudad real cedió terreno frente a la proliferación de centros comerciales, colonias vacacionales y suburbios ciudadela, que dibujaron realidades físicas ficticias desconectadas entre sí; hiperrealidades urbanas donde:

la discontinuidad de la experiencia temporal y la deslocalización de las coordenadas espaciales comenzarán a constituir los ejes del debate internacional, donde la modernidad en su fase tardía expresará una fractura respecto de su narrativa tradicional; experiencia radical que será conceptualizada en términos de Posmodernidad. (Carrasco, 2010, p. 77)

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