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Читать книгу: «Looderish hsiredool: Interdimensional», страница 9

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Yo por mi parte, al ver a los temibles lagartos armados y a nuestros soldados muertos desangrados o mutilados por nuestros enemigos, no logré avanzar y, muerto de miedo, salí corriendo hacia un lugar más seguro.

Paralizado por el miedo, me quedé mirando cómo proseguía la batalla, y de pronto una granada aterrizó sobre mi cabeza.

Tanto mi capacidad de reacción como mi valentía y mi precisión cayeron en la ruina en esa última prueba y mi nota fue de 2,1.

Me sentí un poco mejor cuando me enteré de que el promedio de los novatos para esa última sección era de 4,5, y que la peor nota había sido de 0,9, por lo que, si además contaba con el teletransportador a la hora de visitar a Jenny, tenía probabilidades de sobrevivir ante un inminente ataque de Goorgops.

Por otro lado, mi comportamiento en el entrenamiento ante una reacción violenta de Jenny fue mucho más precario, ya que no se sabía cómo actuar para matar esta máquina interdimensional. Los cuerpos de los asesinados habían sido destrozados de tal manera que no se sabía con certeza cómo había sido su deceso.

La mayoría de noches anteriores a mi misión no pude dormir. Era demasiado grande la intriga y el peso sobre mí.

De pronto me di cuenta de que, a pesar de los numerosos y arduos entrenamientos, nunca estaríamos verdaderamente listos. Tal vez pudiéramos evadir a los Goorgops, tal vez pudiéramos llegar hasta Jenny ilesos, pero en realidad todo lo que pasara en el campo de batalla era incierto.

Y mientras yo me preparaba para la gran misión, se confirmó definitivamente la existencia de la criatura dentro del QMR y su relación con sus fallas técnicas constantes.

Otro incidente ocurrió en esas dos semanas: la criatura creció.

Era domingo por la noche, tan solo horas antes de que me enviaran a la misión de Jenny, y el oxígeno se fue otra vez. Aguanté la respiración y esperé: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9… ¿Cuánto más iba a durar? Cuando acabó apareció un letrero en el techo que decía: «14,8». Yo estaba asfixiado y asustado. Luci, en su ardua labor de tutora, trató de tranquilizarme y me dio leche caliente y una manta, pero eso no logró calmar mi inquietud.

Las estadísticas de predicciones futuras habían fallado. Supuestamente, los cortos de oxígeno no iban a superar los siete segundos, pero ese último había durado más del doble.

Esta vez, la gente no lo aguantó y empezaron a golpearse, arañarse y gritarse los unos a los otros como animales.

Soldados experimentados de WDM salieron a contener la multitud enardecida, pero no fue suficiente y las personas, furiosas y asustadas a la vez, comenzaron a romper puertas, paredes y muebles y a incendiar cosas.

Luci fue herida cuando un hombre le cayó encima y empezó a golpearla, pero por fortuna solo sufrió unos cuantos moretones y se logró defender con una navaja, con la cual amenazó a su atacante. Yo, en un intento de escape, tropecé conmigo mismo y caí al suelo.

Las personas que fueron las principales protagonistas de esa multitud fueron llevadas a algún otro lugar. A los demás en los pasillos se les condujo hasta la auditoría general donde les tratarían de convencer de que todo estaba bajo control, aunque, en realidad, todo se les estaba saliendo de las manos.

Pero a mí me apartaron. Gilbert, enviado por Plathor, llegó a mi lado inmediatamente después del peligroso intento de rebelión. Me levantó con sus fornidos brazos y me encerró junto a él en un cuarto aparte de los demás, mientras llegaba ayuda médica para Luci.

—¡Hey, hey! —exclamé yo en el momento cuando fui levantado por los aires—. ¿Qué haces? —Ya en el cuarto aparte, cerró la puerta con candado y dijo:

—Eres demasiado importante para WDM en estos momentos, no podemos arriesgarnos a que vuelvan a perder la cabeza y en otro de sus salvajes ataques salgas mal parado. Estaremos aquí encerrados hasta que todo se calme un poco. Luego, te asignaremos un guardaespaldas mientras que llega la misión de Jenny.

—Pero tan solo faltan unas horas —repliqué yo.

—Para matarte solo necesita un segundo.

Pasamos unos minutos en silencio y luego pregunté:

—Gilbert, ¿se ha sabido más sobre lo que está pasando? Sé que no todo está bajo control. ¿Qué ha pasado con el QMR? —Cuando le hice la pregunta, pareció nervioso, pero se sacudió y sin mirarme respondió:

—Es esa cosa. La que vimos en el ducto de gasolina. No sabíamos qué era lo que hacía hasta este momento. No se alimenta de carne, se come nuestro oxígeno. Entonces comprendí por qué la criatura solo tenía un diente.

El trabajador no había muerto destrozado, descabezado o devorado por la bestia. Esa criatura lo ahogó, le quitó todo su oxígeno, ella se alimentaba de él, y ahora estaba haciendo lo mismo con nosotros.

Entonces, llegó el día, el día en que hablaría con Jenny y haría todo el esfuerzo por conseguir ese microchip y salvar a WDM.

Ahora que se había descubierto que la criatura tenía el poder de quitarnos el oxígeno, la necesidad de encontrar el microchip había crecido de la tierra al cielo y, aunque Íl le había solicitado a Plathor más tiempo para entrenarnos, los directivos razonaron que esperar más lo único que provocaría sería una catástrofe.

Tras el corte de oxígeno de 14,8 segundos, el pánico en la gente de WDM era más grande que nunca, y ni siquiera el hecho de que esa misma tarde entregaran las máscaras de oxígeno en caso de un nuevo corte así o más largo los tranquilizó, por lo que era esencial que recuperáramos el microchip lo más rápido posible. Era la última esperanza para la civilización humana de la DIA.

Plathor decidió enviarme con uno de los mejores equipos. Seleccionó cuidadosamente a quiénes enviaría y colaboró con los líderes de las otras secciones para reclutar a los soldados. Los que iban como voluntarios debían ser verdaderamente valientes.

Sin embargo, también trató de que mantuvieran un cierto nivel de cercanía conmigo, para que sintiera más confianza y tranquilidad. Esa fue la parte difícil del trabajo, pero finalmente lo logró y mi equipo estuvo listo conmigo en la sala de preparación de batalla, justo al lado de la entrada principal.

Las manos me temblaban. Después de la inesperada asignación de guardaespaldas de Gilbert solo había podido dormir dos horas, y luego lo único en lo que podía pensar era en Jenny. Que si podía dormir más: no, porque pronto iría donde Jenny. Que si el guardaespaldas podía irse: no, porque yo era demasiado importante, ya que pronto visitaría a Jenny. ¡Jenny, Jenny y Jenny! Pero finalmente estaba allí. La espera había terminado y la puerta de salida estaba frente a mí.

En cuanto a mi armamento y mi protección, me habían ayudado a colocarme la armadura y por debajo el chaleco antibalas acolchonado y la malla metálica. También llevaba un cinturón de granadas amarrado a la cintura, y otros dos de pequeños petardos y bengalas en las piernas, bien ajustados.

En lugar de un casco común que usarían en las batallas de mi dimensión o en las películas medievales, me habían dado unos una especie de audífonos pequeños pegados uno en cada oído. Me explicaron que cualquier tipo de energía nociva o metal que pudiera atentar contra mi vida sería identificado 0,4 segundos antes de que impactara sobre mi cabeza y aquellos dos audifonitos soltarían una descarga eléctrica de un gran voltaje que viajaría de uno a otro a diez veces la velocidad del sonido y erradicaría cualquier posible amenaza.

Sin embargo, solo estaba programado para la parte superior de la cabeza, porque en la inferior se correría el peligro de que alguno de los rayos de la descarga eléctrica impactara en mí y yo quedara hecho trizas.

Además de esos sistemas de protección, llevaba todo un arsenal de armas de fuego, tanto de balas como de energía y también, por si acaso, un pequeño botiquín de emergencias de heridas personales y otro para auxiliar algún compañero lastimado, dos estacas metálicas, con las que con una podría prender fuego a mi alrededor a todo lo que tocara, y con la otra podría electrocutar a cualquier Goorgop, un hacha de mano, dos navajas largas ubicadas en los tobillos al igual que otra pequeña navaja suiza que tenía en un bolsillo oculto, un disparador de dardos venenosos que provocarían la muerte al instante y otro de dardos tranquilizantes que tan solo dormirían al sujeto durante unas horas, un localizador, un comunicador, dos paquetes de comida para el camino, una soga, una linterna y mi querido teletransportador, el cual me lo habían entregado con el resto de armas con la condición de que no me teletransportara dentro de WDM de nuevo mientras que transcurría la misión.

Con todo este equipamiento, Plathor creyó que todavía no estaba lo suficientemente protegido y decidió equiparme con zapatos con puntilla escaladora, unas mentas antiestrés, unos gruesos guantes de expedición antifrío y un set de trampas que podría lanzar y activar en contra de un Goorgop cuando quisiera.

Y, finalmente, estaba listo.

Al lado mío, pude observar cómo Íl cargaba en su cinturón pequeñas bombas programadas con un pequeño símbolo al costado: 1/2.

Recordé lo que habían dicho de la bomba que mató a Julius: “la que destrozó el Omhusk Flair tenía medio kilotón de intensidad y fue armada con diversos componentes químicos muy peligrosos como la nitroglicerina. Sin embargo, su origen y forma de fabricación siguen siendo desconocidos”

Aparté la mirada. Esa bomba… no había sido reconocida porque no existía en el planeta tierra, no en la DIB.

Por un momento me hundí en mis recuerdos y un gran miedo me invadió, pero un sonido me devolvió a la realidad. Miré hacia atrás.

Mary se encontraba a pocos metros míos, junto a más personas que iban llegando a nuestro encuentro.

—¿Listo para verla? —preguntó entonces.

—No estoy seguro —respondí.

—Es tu madre.

—Pero ¿y si no me reconoce?

—Lo hará.

—El anterior Looderish… él…

—Fue exiliado, no ejecutado, pero si te niegas a preguntarle la ubicación del microchip como él lo hizo, yo misma me aseguraré de que mueras.

—Qué alentador —dije, y miré hacia el suelo, pero Mary levantó mi mentón.

—¡Ey! Lo lograrás.

—¿Cómo lo sabes? —Ella, al verme dudoso, sujetó mi mano—. ¿Qué haces? —pregunté. Mary con su dedo dibujó una c en mi palma.

—Ese es un lenguaje que me enseñó… que lo enseñan aquí en WDM. Está construido a base de contacto manual. Lastimosamente no sé más que unas cuantas palabras.

—¿Y qué me dijiste?

Mary, tras unos segundos de silencio, respondió:

—Confía en mí. —Y se alejó entre la multitud.

Varios directivos estuvieron allí para desearnos suerte, incluido Plathor, quien lucía extremadamente preocupado, y los mismísimos dirigentes superiores de WDM, de quienes salían las órdenes para todo el personal de aquel lugar.

Después del proceso de acondicionamiento de presión en la cabina al lado de la entrada, cuando los directivos ya estaban al otro lado del cristal de la puerta, pude identificar qué me estaba diciendo Plathor leyendo sus pálidos labios:

—No falles, por favor no falles. Es nuestra última oportunidad.

Fue como una obra de teatro, las puertas de WDM se abren, se abre el telón, salimos y empezamos a actuar.

Sentí por primera vez el peso de la armadura de titanio sobre mis hombros en la atmósfera verdadera, y eso me gustó, me hizo sentir seguro, pero el fusil protónico que llevaba entre mis manos me preocupaba, tenía miedo y sudaba de la ansiedad. El helado viento del exterior golpeó mi rostro y sentí cómo mis pies se hundían en la húmeda tierra negra.

Volteé la mirada por última vez, para ver cómo se cerraban las puestas detrás de nosotros y las caras de los directivos desaparecían con ellas.

Tras pocos segundos de quedar solos afuera, escuchamos todos la voz de Plathor hablándonos a través del comunicador, verificando nuestro estado y el estado de la red de comunicaciones. Íl, la líder del grupo, le contestó que todo iba bien hasta hora y continuamos nuestra marcha.

A los pocos kilómetros de caminata, llegamos a un valle, con bastante vegetación y un pequeño lago en el centro. Era posiblemente el paisaje más hermoso que se podía encontrar en el destruido mundo de la DIA.

Nuestros primeros pasos en la superficie habían sido fuertes y decididos, pero poco a poco se fue notando el terror en la forma de caminar de cada uno de nosotros. Algunos no habían estado allí afuera hace años.

No sé por qué Plathor lo consideró pertinente, pero Clorck también estaba entre nosotros y me causaba molestias insistentemente, empujándome supuestamente por accidente cada vez que daba un paso cerca de él.

Todos andábamos en silencio. Íl llevaba el mapa que mostraba hacia dónde nos dirigíamos y estaba pendiente del camino, donde los últimos visitantes de Jenny habían clavado banderines.

Antes, cuando había llegado por primera vez a la DIA, ese mundo me parecía algo fantasioso, había creído que era tal vez otro planeta, pero no sentía miedo de lo que pudiera salir de entre las rocas. Mis sentimientos eran otros: intriga, curiosidad, expectativa. No sabía lo que tenía enfrente de mí y aun así no tenía miedo, sino preguntas, y ahora que ya sabía con certeza las condiciones del mundo que me rodeaba ni siquiera con el teletransportador y las mil protecciones que tenía encima me sentía seguro, y no paraba de temblar de miedo.

Despejé mis pensamientos y me fijé en el camino. Nuestras huellas iban quedando marcadas en el suelo a medida que avanzábamos. Eso era un peligro. Un grupo de Goorgops podría seguir nuestro rastro y atacarnos o intentar entrar a WDM, pero no me atreví a decir nada. Un detalle tan evidente ya debía haber sido previsto por los directivos.

De pronto, el fuerte viento se detuvo y por un instante no hubo clima. Nunca antes había tenido una sensación así. Parecía como si estuviera flotando en el vacío del espacio, sin viento, sol, frío o calor. Entonces sonó un trueno en la distancia y la lluvia cayó sobre nosotros.

Por alguna razón desconocida, en la DIA casi siempre llovía, pero con frecuencia era una llovizna suave e insistente. Esta vez, parecía como si un océano se cerniera sobre nosotros.

En el equipo íbamos: Clorck, Gilbert, Ghust, Grace, Íl, Ned, una mujer llamada Klaila, un hombre llamado Arfuntill, diez soldados más y yo. No estaba Mary ni Luci, porque, aunque yo hubiera querido que me acompañaran, tenían funciones muy diferentes en WDM, las cuales eran casi tan urgentes como conseguir el microchip.

Yo había quedado bastante sorprendido e incómodo por el envío de Ned a esa misión. Desde hace poco le tenía un mal presentimiento, que no hacía más que crecer todo el tiempo, y ahora lo habían enviado a la reunión más importante que tendría en WDM. Pero lastimosamente ya no podía hacer nada más que caminar.

La lluvia incrementó mucho más desde que comenzó y nuestras botas se hundían en el creciente barro, impidiéndonos avanzar lo suficientemente rápido. Además, las gotas de agua nublaban nuestra vista y no hubiéramos podido saber si había un Goorgop enfrente de nosotros. Finalmente decidimos descansar hasta que pasara un poco la lluvia, e Íl eligió un buen árbol bajo el cual cubrirnos del diluvio.

Por un momento me asusté y pregunté si el estar debajo de un árbol no sería aún más peligroso que al aire libre, pero todos quedaron extrañados ante aquella afirmación. Algunos incluso rieron.

«¿Cómo es posible?», me pregunté y observé a mi alrededor. «O estas personas olvidaron todo sobre el mundo exterior o en esta dimensión las leyes científicas son diferentes».

Cuando ya estábamos protegidos de la lluvia, Íl desplegó el mapa sobre el suelo y, mientras nos mostraba dónde estábamos, dio la orden a Gilbert, Ghust y Klaila de asegurar el perímetro.

A continuación, sacaron de sus bolsillos aparatos parecidos a los audífonos que teníamos en nuestras orejas para protección de la cabeza, sino que un poco más grandes. Luego desplegaron unas largas patas de metal de los artefactos y las enterraron en el húmedo suelo.

Rodearon el área del árbol de esos aparatos y luego vinieron a sentarse con nosotros. Íl me explicó que su función era muy similar a la de los audífonos. Cualquier metal, energía nociva o célula viva que se acercara del lado posterior de los aparatos sería rostizado con una descarga eléctrica. Servían para asegurar el perímetro y que ningún Goorgop pudiera sorprendernos mientras descansábamos. Luego de usados, los aparatos se desactivaban con un pequeño botón, se les recogían los soportes y se guardaban con precaución.

La lluvia no paró por un rato, así que la mayoría decidió echar una siesta, pero yo no pude. El ruido de la lluvia era demasiado alto. No entendía cómo los otros podían dormir tan tranquilamente, tuve que quedarme despierto. Eso fue quizás lo que me salvó la vida. El gélido sonido de la lluvia.

Mientras las silenciosas respiraciones de mis compañeros contrastaban con el ruido que producía la ráfaga de agua que caía del cielo, me imaginé mi encuentro con Jenny, que ahora estaba más cerca que nunca.

Era evidente que no me trataría como un hijo, o al menos eso era lo más probable. Pero ¿al menos como un amigo, como alguien especial más allá de un bulto de carne y huesos?

Miré a Ned y me pregunté para qué lo habrían enviado. ¿Acaso me vio Plathor muy cercano a él? ¿O, era Ned más que un novato de WDM?

Estaba sumido en mis pensamientos, mis preguntas que iban y venían y mis ideas conspirativas cuando algo me agarró del brazo y me lo mordió.

Sentí primero la frialdad del agua de lluvia sobre mi piel, luego la presión de una fuerza incalculable y luego el inmenso dolor, como si un cuchillo penetrara mi carne y llegara hasta el hueso.

Di un salto y, agitando todo mi cuerpo mientras sentía que me arrancaba el alma, incliné mi cabeza al suelo. Allí, saliendo de debajo de la tierra, había un Goorgop, empapado de agua y sangre, mordiéndome violentamente el brazo.

—¡Ahhhh! —grité y me teletransporté al instante.

Aparecí en un lugar extraño, oscuro y polvoriento. No me había imaginado nada específicamente, pero había aparecido allí de todos modos. El brazo me estaba sangrando y me dolía intensamente.

Avancé un poco para identificar el lugar. Si era algún salón o baño de WDM, diría que había sufrido un accidente y luego volvería con el teletransportador con mis compañeros, pero choqué contra algo metálico. Retrocedí, cuando de pronto sentí que algo se movía. Me quedé inmóvil.

—¿Hola? —exclamé, pero solo hubo silencio.

Tras unos segundos, mi vista se fue acostumbrando a la oscuridad y alcancé a ver a mi alrededor un montón de cables y aparatos tecnológicos extraños. Entonces escuché un ruido y una cosa gris y enorme se me abalanzó y dejó tumbado en el suelo. Solo pasaron unos segundos antes de que se me empezara a acabar el oxígeno…

Fue entonces cuando comprendí dónde estaba y volví a teletransportarme.

Caí en medio de la lluvia de nuevo y Gilbert me ayudó a sentar. Luego me arrastró al árbol de nuevo, donde yacía el cuerpo inerte del lagarto que me había mordido. Gilbert lucía furioso. Entonces exclamó:

—¡Ahora se arrastran los perversos! El Goorgop que te atacó había cavado un túnel desde alguna de sus guaridas. Ten mucho cuidado, los brazos y las piernas son las únicas partes que no cubre la armadura, y si no… —Pero se detuvo al ver mi cara de ahogo y me dio un respirador del kit de emergencias. Estuve a punto de desmayarme.

Gilbert y Ned, quienes resultaron tener habilidades médicas especiales, lograron curarme la herida del brazo y me la vendaron. No entendía por qué Ned se molestaba en ayudarme, pero terminé razonando que esa sospecha constante no tenía sentido y que al fin y al cabo no había mostrado ningún signo de maldad contra mí; en vez de eso, me había ayudado bastante. En realidad, ese mal presentimiento debía de ser tan solo una mala pasada del jet lag interdimensional, y decidí confiar en él.

Tras un par de horas en las que Íl y Ghust mantuvieron su vista fija en el suelo, esperando para disparar ante el menor signo de movimiento de un posible Goorgop bajo tierra, y Ned y Gilbert se fueron turnando para ver cómo iba evolucionando mi herida, nos mantuvimos inmóviles bajo aquel árbol.

Los medicamentos de esa dimensión eran mucho más precarios que los de la mía. Tal vez militar y tecnológicamente tenían rasgos muy interesantes que superaban con creces a los de la DIB, pero cuando se trataba de medicamentos, comida u otros servicios humanitarios esenciales la DIA, debido al abandono del resto de la humanidad, era la que más abajo estaba. Se me hizo difícil pensar en una crisis de salud en WDM, como una peste, un virus o una nueva enfermedad difícil de tratar. No tendrían oportunidad alguna. Y con la producción cada vez mayor de partículas tóxicas del QMR esta posibilidad era cada vez más grande. Por eso debíamos encontrar lo más rápido posible el microchip.

Cuando la hemorragia de mi brazo ya se había logrado detener, la herida se había limpiado y vendado y el dolor había disminuido considerablemente, Íl decidió que debíamos seguir.

Me ayudaron a levantar y me dieron en lugar del pesado cañón protónico que llevaba antes, una pequeña pistola incendiaria, con la que debía tener mucho más cuidado pero que era más fácil de sostener.

Después de recoger cuidadosamente los audífonos que protegían el perímetro, salimos del valle y continuamos nuestra caminata, mucho más precavidos que antes.

Según me contaron, la mordida de un Goorgop era un ataque bastante primitivo por parte de aquella raza alienígena, ya que ellos tenían armas incluso más poderosas que las nuestras, pero probablemente el que me había mordido y también el que había visto por primera vez cuando llegué a la DIA, habían sido lentados. Los lentados eran Goorgops con capacidades mentales inferiores a los demás de su especie. Tras la mutación de los lagartos del asteroide, no todos fueron afectados de manera positiva.

La mayoría de estos eran expulsados de las colonias Goorgopsianas o tratados como esclavos; sin embargo, eran mucho más fuertes y salvajes y podían llegar a ser igual de peligrosos estando sueltos por ahí. Su mordida ocasionaba efectos secundarios, como vómitos, mareos, pérdidas del conocimiento o incluso mutaciones como tumores o cambios súbitos de la personalidad. Afortunadamente, mi ADN no fue tan sensible ante ella y no sufrí de ninguno de estos efectos.

Mientras caminábamos, había una gran tensión en mi interior. ¡Lo había visto! ¡Había visto a la criatura que estaba matando a WDM! ¡Había sentido su poder! No sabía cómo me había teletransportado adentro del QMR. La teletransportación, según me había explicado Bendy, se limitaba a lo que habías visto, eso quería decir que tenía que ser un lugar conocido para poder teletransportarme. Aunque lo había intentado en la sala de cámaras, en realidad, nunca había visto dentro del QMR, y era imposible haber presionado aquel botón y haber aparecido al lado de esa cosa.

Pensé en contárselo a Gilbert o a Íl, pero solo les causaría más nervios o desconfianza hacia mí, así que me guardé mis inquietudes.

A medida que avanzábamos, Íl le iba comunicando a Plathor el estado del equipo y cada 40 minutos aproximadamente nos contábamos, hacíamos un pequeño descanso e Íl nos mostraba cuanto faltaba de trayecto.

Varias veces hacíamos paradas bruscas y todos debíamos agacharnos o tirarnos en el suelo. La mayoría de ellas fueron falsas alarmas, pero dos o tres veces Íl tuvo razón y había un grupo de Goorgops armados caminando en la distancia o trampas de aquellos extraterrestres.

En un momento, Íl miró el mapa y se volteó hacia nosotros. Entonces dijo:

—Compañeros, estamos a punto de entrar a la zona Keiwsty, desde ahora debemos tener mucho más cuidado y cada segundo el riesgo aumentará, así que manténgase juntos. —Ned, Klaila y algunos de los soldados se estremecieron, pero el resto permaneció firme. Yo quedé confundido. Tras unos momentos de silencio, Íl volvió a hablar—. Ahora, Gilbert, Arfuntill y yo iremos al frente, y Grace y Ghust irán atrás cubriéndonos las espaldas. El resto vayan por los laterales y sean muy precavidos, no hagan ruido. —Después, me miró a mí—. Looderish, tú te quedas en el centro con Ned, debes ser protegido y ustedes dos son los más novatos. ¡Todo el mundo andando!

El equipo entero se organizó en la formación exacta que había dicho Íl en menos de cinco segundos, y en menos de diez ya todos estábamos andando mientras esperábamos atentos cualquier sonido diferente al de nuestras pisadas. Me le acerqué un poco a Ned y le pregunté casi en susurros:

—¿Qué es la zona Keiwsty? —Ned entornó su mirada hacia mí y en un tono de voz aún menor me respondió:

—Es un cementerio de humanos. —Yo lo miré, extrañado—. La zona Keiwsty es famosa por ser la mayor causante de muertes de WDM. Está plagada de pantanos tenebrosos, montañas que producen avalanchas continuas y lo peor de todo: cientos de madrigueras de Goorgops. Es en la zona Keiwsty donde han alcanzado un mayor desarrollo tecnológico. Es prácticamente su territorio, tienen francotiradores en todos lados y Goorgops lentados que les sirven para rastrear humanos.

―¿Y no hay ninguna forma de evadirla? —pregunté.

—No, la zona Keiwsty mide más de 400 kilómetros de largo, tardaríamos semanas en rodearla, y además Jenny queda pasando su frontera, así que lo mejor es atravesarla, aunque sea verdaderamente peligroso.

—Ok, ya entiendo, así que ya casi llegamos a donde Jenny, ¿verdad?

—Sí, se podría decir que sí, aunque todavía nos faltan algunos kilómetros de caminata.

Seguí hablando en susurros con Ned durante un rato más, luego Íl se dio cuenta y nos mandó a callar. Según me contó, la zona Keiwsty estaba limitada por las cordilleras de roca, que se elevaban cerca de nosotros y se extendían a lo largo de la zona, rodeándola la mayor parte, y del otro lado por el final del territorio pantanoso y el Abismo de Jenny.

Esa zona era mucho más pantanosa que las otras, e incluso el aire se sentía más pesado. No se veía ni un brote de vegetación. Afortunadamente, había gigantescas rocas y montículos de tierra esparcidos por doquier debido a los deslizamientos y avalanchas, y allí podíamos andar a cubierto a veces, pero teníamos que movernos constantemente para salir lo más rápido posible. Apareció entonces una espesa niebla que, aunque me estorbó un poco al principio, me di cuenta luego de que era casi un milagro que estuviera allí cubriéndonos. Ocultos por su blancura pudimos avanzar con un poco más de confianza, lo que agilizó la marcha considerablemente.

Sin embargo, el miedo comenzó a crecer en mí. Ya casi no podía ver a mis compañeros y la helada niebla sumada al encharcado barro del suelo le daba al lugar una sensación escalofriante. Por eso, casi me da un ataque cardiaco cuando Ghust me cogió del hombro y exclamó:

—¡Ey! ¿En qué piensas, mi querido amigo?

—¡Ghust! —exclamé y luego regulé mi tono de voz—. ¡Oh, por Dios, casi me matas del susto! Habla más bajo o los Goorgops nos descubrirán.

—¡Bah! ¿Con esta niebla?

—La niebla solo tapa su visual de nosotros, no su oído. —Ghust me miró extrañado.

—No sé cómo sean las cosas en tu mundo, chico, pero en la DIA la niebla también afecta a los oídos. Si estuviera unos metros más allá escucharías mi voz como un susurro, y si hay algún Goorgop andando por ahí, será como un tapón de algodón. ¡Ni siquiera sabrán que pasamos por aquí y hablamos con Jenny! —Al decir esto, me sorprendí bastante y, aunque dudé, luego sonreí y me tranquilicé al saber que las probabilidades de que nos atacaran eran mínimas.

—¡Ehhhhhhh! —exclamé en medio de la niebla, y ni Íl ni ningún Goorgop respondió—. Ja, no tenía ni idea, Ghust. ¿Estamos a salvo entonces?

—No del todo, si la niebla se disipa quedaremos al descubierto, tanto visual como auditivamente; sin embargo, ya casi llegamos a nuestro destino, querido Looderish, y lo más probable es que lo hagamos sin ningún apuro. —Volví a sonreír—. Pero, bueno, hablemos entonces para romper este horrible silencio. Oí que le preguntaste a Mary en el comedor por qué Omhusk abandonó su familia. ¿Quieres saber en realidad por qué? —Volteé mi mirada hacia él y me emocioné.

—Bueno, sí, claro, si tú lo sabes —respondí.

—¡Por supuesto que lo sé! ¡Yo lo sé todo! Mira, lo que pasa es que al viejo le daba vergüenza su familia. Con su arrogancia los dejó abandonados en este lugar y los clonó para no sentirse culpable —terminó, pero yo, sediento de información, le pregunté:

—¿Y por qué le daba vergüenza su familia? —Aunque no nos dábamos cuenta, a medida que íbamos hablando la espesura de la niebla empezaba a ceder.

—¿Qué no lo ves? Él pensaba que era un gran inventor, el salvador de la humanidad. El creador de dos nuevas dimensiones no podía tener lazos sentimentales, necesitaba poder privilegiar a cualquier persona por igual y si llevaba a su familia con él simplemente no sería capaz de hacerlo. Pero yo tengo otra teoría, una mucho más terrorífica pero más realista. Omhusk Flair trabajaba día y noche en sus inventos y su pasión principal era la ciencia y nada más. Con esta incansable disciplina logró terminar a Jenny después de muchos meses de duro trabajo. Puede que en su labor como científico hubiera sido muy bueno, pero dejaba de lado a su familia todo el tiempo. Lo que yo creo es que no solo le daba vergüenza de ellos, sino que los odiaba, los detestaba, los consideraba seres inferiores que tenían el único propósito de hacerlo distraer de lo importante: su labor como científico. Y claramente con esta visión y el duro carácter que tenía su familia seguramente tenía choques con él y su relación era desastrosa. Así que abandonarlos fue un placer, y pudo clonarlos para enseñarles cómo debían respetar al creador y rey de las tres dimensiones. Básicamente abandonó a los reales y, partiendo de su ADN, los «perfeccionó». ¡Abandonó y luego automatizó para que lo siguieran a él a sus propios hijos! —En ese momento, caí en cuenta de algo, y exclamé enérgicamente:

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ISBN:
9788411144179
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