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Читать книгу: «Looderish hsiredool: Interdimensional», страница 4

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—¡¡¡Julius!!! —grité y salí a correr en dirección al orfanato, pero Bendy me detuvo.

—¿¡Qué te pasa!? ¡¿Acaso te has vuelto…!? —Pero se detuvo y me soltó al ver que estaba llorando.

Mi corazón palpitaba al máximo. Sentía la impotencia de mis acciones en aquella situación, pero a la vez la obligación de ir y hacer algo. La Brigada de las tinieblas ya me había atormentado demasiado, y ahora la vida de mi amigo también estaba en peligro debido a ellos.

Mientras corría, no pensé en alcanzar ningún vehículo ni volverme para que Bendy me llevara y así llegar mucho más rápido. Urgido por la necesidad de salvar a la única persona en el mundo que en verdad me había apoyado, solo atiné a correr.

Seguí, seguí y seguí corriendo, por minutos y minutos, y, tras haber hecho un esfuerzo sobrehumano, sentí por fin que me acercaba. De pronto, vi el orfanato con mis propios ojos, intacto, y aceleré mi paso más que nunca, con un brillo de esperanza en mi interior.

Cuando estaba a tan solo 100 metros de él, hubo una explosión.

Los médicos decían que entré en shock al ver el cadáver chamuscado de Julius en el piso, pero que no sufrí ningún tipo de daño físico.

El intruso de la Brigada de las tinieblas había activado la bomba, ubicada cerca de las habitaciones, al ver que no lo dejarían irse.

La explosión fue desastrosa y, con el poder de un huracán en llamas, hizo volar en pedazos todos los cuartos y pasillos del Omhusk Flair, aniquilando toda la vida adentro. Tras oír la alarma de evacuación, todos los docentes salieron despavoridos, corriendo como si no hubiera un mañana, sin importarles los aterrorizados niños que, sin saber qué hacer, yacían adentro. Todos, excepto Miss Pancraise que, por última vez en su incansable labor como docente voluntaria, trató de sacar el número más grande de niños al exterior, salvando algunas pocas vidas y pereciendo en las llamas con los demás. Entre ellos, Julius.

Según las autoridades, habían detenido al intruso justo cuando salía del orfanato. Al detonar la bomba, el suelo tembló con violencia y tumbó a todas las personas. Luego, cientos de escombros y esquirlas ardiendo se precipitaron sobre los policías, de los cuales muchos quedaron heridos y dos murieron.

Cuando todo el caos terminó y lograron levantarse, adoloridos, el criminal ya no estaba.

Eran las diez de la mañana, pero dentro de mí ya había oscurecido.

Toda la felicidad o esperanza que algún día sostuve sobre mis manos se desvaneció en ese instante y dio paso a una soledad y una desesperación espantosas, como si se me quemara la piel. Había muerto, Julius había muerto.

No logré soportarlo. Un vacío más grande que el espacio se abrió en mí de repente y caí en él.

«¡Julius! ¡JULIUS! ¡NO! ¡Por qué te vas! ¿Acaso hice algo mal? ¿Acaso debí ser un mejor amigo? ¿Acaso debí haberme quedado contigo?¡No, no, no! ¡No puede ser posible! ¡No puedes desvanecerte, Julius, no puedes dejar de existir! ¡Por favor, vuelve, vuelve, vuelve, vuelve! ¡Si no vuelves no lo soportaré! ¡Tú eras lo único importante! ¡Lo único bueno! ¡Lo único certero! ¡Lo único puro! ¿¡Cómo puedes hacerme esto!? ¡¿Cómo puedes enzarzarme en esta eterna y dolorosa maldición! ¡Tú debes ser eterno, o si no yo tampoco lo seré! Mi vida llena de pena, lo único bueno e importante que tenía, lo único por lo que seguía existiendo y no se desvanecía era la tuya, era tu alma, y ya que ya no estará más, la mía menguará».

Sentí que me desgarraban el interior, que alguien atravesaba mi piel con su mano y arrancaba mi corazón. De pronto, desperté del estado de shock y estallé en gritos y lágrimas dolorosas, mientras los bomberos trataban de apartarme del cadáver de Julius. Era tal el dolor que sentía que de un puñetazo reventé la nariz del hombre que me sujetaba por la espalda, y me lancé al ensangrentado y casi irreconocible cuerpo de mi amigo.

Mis manos apretaban con fuerza sus huesos, y una tierra negra y húmeda por la sangre me untaba de suciedad las piernas.

Me quedé llorando durante al menos una hora frente al cadáver de Julius, y nadie me molestó hasta que Bendy llegó. Me encontró acurrucado en el piso y destrozado por dentro.

—Lo siento —dijo con voz ronca, y me levantó del suelo, separándome de mi único amigo.

Me limpiaron y atendieron mis pequeñas heridas, provocadas por los fragmentos de roca que me habían alcanzado y, tras darme ánimos y hacerme una pequeña charla sobre mi futuro, me dejaron deambular por los escombros del Omhusk Flair. A lo lejos, vi a los policías empaquetando y llevándose todos los cuerpos, entre ellos, los de Julius y Miss Pancraise.

Caminé sobre las ruinas del edificio, viendo lo destrozado que había quedado todo y las pequeñas columnas de humo que se elevaban del suelo, recordando lo que una vez había sido. El polvo y las cenizas conformaban una gran alfombra que se expandía por todo el orfanato.

Seguí recorriendo el fúnebre lugar, hasta que de pronto pisé algo que me era familiar. Lo alcé del suelo y descubrí lo que era: el chamuscado libro de Omhusk Flair.

Observé los cadáveres de los perros, que yacían entre el descolorido pasto creando una atmosfera macabra, y también los muros agrietados y medio derrumbados que en algunas partes habían sobrevivido a la explosión.

La cerca eléctrica se encontraba a cincuenta metros, quemada y hecha pedazos. Me acerqué, cogí un trozo y, lanzándolo con una fuerza formidable, lo estampé contra los escombros, luego pisé afuera del terreno del orfanato. Esboce una leve sonrisa. Me había «escapado», como Julius y yo siempre habíamos soñado, pero no de la manera que habíamos esperado.

Un pedazo de camarote había volado y se había incrustado en el vientre de un perro muerto. Aquel perro debía de haberse quedado en el Omhusk Flair a diferencia de todos los demás, y seguramente había sido él quien detectó la presencia del intruso. Tantos años detestándolos y ahora no podría imaginar mi felicidad si los hubiera visto con vida de nuevo.

Por último, me paseé por lo que serían los baños y las habitaciones, donde casi todo había sido destruido y carbonizado, recordando cuando jugábamos con el viejo reloj de plata.

Me tapé la cara y me la pellizqué, tratando de ofuscar los recuerdos.

Miré por última vez aquellos humeantes escombros que habían sido durante más de doce años mi hogar y di la vuelta, para irme.

Pero en el momento en el que di un paso para salir de aquel lugar algo me llamó la atención. Mi mirada quedó fija en aquel objeto que brillaba entre los escombros. Caminé hacia él y quité la tierra y las piedras de su alrededor. Entonces, supe lo que era.

Lo que tenía frente a mis ojos era el extraño objeto que había visto noches atrás en la cocina y que me había aterrorizado. Pero en ese momento ya no me daba miedo.

Vi el brillante e insólito ojo que tenía adentro, en su centro, y lo agarré suavemente para levantarlo de entre las ruinas.

Lo observé con cuidado y luego me lo guardé en el abrigo.

Pude sentir pronto la cálida sensación que ejercía sobre mi pecho, y me pregunté cómo no lo habían visto los bomberos o policías antes, con semejante brillo que desprendía. Rápidamente, guarde el objeto en mi mochila.

Me alejé a zancadas y finalmente llegué donde se encontraba Bendy y los médicos, cansados y recostados contra la ambulancia. No dije ni una sola palabra.

Fueron objeto de charla y opiniones tanto la implantación e intensidad de la bomba como la fugaz e inesperada huida del agresor.

Estaba claro que el criminal se había tomado muy serio el asunto, ya que, según pruebas científicas y diversas especulaciones, la bomba que había destrozado el Omhusk Flair tenía medio kilotón de intensidad y fue armada con diversos componentes químicos muy peligrosos como la nitroglicerina. Sin embargo, su origen y forma de fabricación seguían siendo desconocidas.

El terror de la gente hacia la Brigada de las tinieblas aumentó mucho tras este terrible acontecimiento, que mostraba su macabra crueldad al aniquilar más de 300 niños huérfanos. Más y más personas empezaron a aumentar las medidas de seguridad, que convertían sus casas en búnkers superprotegidos, o a irse de la ciudad. Nadie sabía en realidad lo que estaba pasando.

Y todo había sucedido de forma tan repentina… En un momento estaba discutiendo a gritos con mi tío Bendy en el comedor, esperando con ansias volver con Julius, y en el siguiente… encontraba a mi mejor y único amigo, irreconocible, muerto en el suelo.

Pero pronto la tristeza, desesperación y el miedo que tenía se transformaron en algo más: furia, una furia incomparable que nunca antes había sentido hacia la Brigada de las tinieblas. Y también una extraña curiosidad sobre aquel objeto tan raro.

Desde ese momento, fue obligación de mi tío cuidarme mientras que conseguían un nuevo orfanato. Ya sin Julius, el Omhusk Flair sería algo totalmente diferente para mí. Por eso albergaba mis últimas esperanzas en lo que pudiera ser el objeto del ojo.

Después de cerrar la puerta, me acomodé en la silla de atrás del coche de Bendy y dirigí mi mirada hacia afuera, donde la multitud de personas hambrientas de información se amontonaba sobre el arruinado orfanato Omhusk Flair. Sería, probablemente, la última vez que veía ese lugar.

Cuando llegamos a la mansión otra vez, no dude en averiguar qué era el artefacto del ojo, así que dije a mi tío Bendy en tono triste y lúgubre:

—Tío. —Se sorprendió al oírme decirle de esa forma, e incluso yo también, pero tenía que convencerlo de que me dejara a solas—. Lo siento. Ha sido un largo día —proclamé casi en susurros. Él, impactado y tratando de mostrarse lo más comprensivo posible, me respondió:

—Lood, o, bueno, ya no te llamaré más así, quiero que sepas que estoy muy avergonzado contigo por lo que te dije, perdóname, por favor —dijo, y luego, gesticulando las palabras más que nunca, añadió—. No seré la familia perfecta, pero te prometo que saldremos de esta y te apoyaré en todo lo que necesites, porque sé lo que es perder a un gran amigo, y sé que duele —terminó, con una mirada dulce y, por primera vez, sincera. Luego, me abrazó.

Sentí una calidez en mi alma. Sentí como si con esas palabras y ese abrazo estuviera transmitiendo un mensaje milagroso que me revelara la respuesta a todas las preguntas que en ese momento me surgían, pero se apagó de inmediato, al recordar quién en verdad era y qué era lo que yo en realidad quería.

Me aparté suavemente de él.

—Sí… —respondí dudoso y luego dije—. Ehhh…, tío Bendy, creo… creo que me estoy sintiendo mal, ¿puedo ir a mi habitación?

—Claro que sí. —Una luz se encendió en mi mirada.

—Gracias —exclamé, y subí con rapidez las escaleras hacia mi cuarto, dejando de fingir la mirada que hasta ahora había utilizado para que Bendy me dejara a solas.

Llegué a mi habitación y cerré la puerta.

Entonces, me quité el abrigo y saqué el objeto. La brillante luz que emitía me recordaba a la de una estrella. El misterioso ojo me miraba fijamente. «Aquí vamos», dije en voz baja y, con el último rayo de fe que me quedaba, y recordando todos los buenos momentos con Julius, comencé a revisarlo para ver cómo funcionaba.

Lo moví de un lado al otro. Busqué algún tipo de botón, palanca o hilo, revisé cualquier detalle en su lisa superficie que me pudiera revelar su propósito, pero nada. Lo traté de utilizar como una maraca, como una pistola o como un reloj de arena, pero ninguna de esas era su función. Lo único que tenía era, en los dos extremos, unos largos orificios ovalados con unas letras grabadas al lado en mayúsculas: «DIA» y «DIC». Comencé a desesperarme. Tal vez no estaba buscando bien por la emoción, pero entonces el ojo brilló más que nunca y una voz chillona y extraña surgió del objeto.

—Jujujujuju lalalalala jejejejejeje lelelelele —exclamó con sonoridad.

—¡¡Ahhh!! —grité yo, y lo dejé caer al suelo, donde repitió esas mismas sílabas y otras diferentes a un volumen exorbitante.

—Luuuuu jajajajaja juijuijuijuijui lelelelelele —siguió canturreando.

—¿Lood? —preguntó Bendy desde abajo. Yo me lancé sobre el objeto y lo cubrí con el abrigo para que dejara de sonar un poco, pero no fue suficiente—. ¿Estás bien?

—¡Sí, sí, tío Bendy! ¡Estoy bien! —grité tratando de superar con mi voz los chillidos del artefacto.

—Jejejejejeje lilililililililili lololololololo —siguió exclamando. Yo, nervioso, traté de apagarlo o tapar el sonido, pero no había ninguna abertura de la que proviniera. Era como si mágicamente dijera esas palabras.

Pasé varios minutos en aquella situación, hasta que de pronto el aparato chilló algo nuevo:

—Lalalalala jejejejejeje. ¡Bienvenido a vivir una experiencia inolvidable conmigo! ¡Jijijijijijiji! —Y empezó a vibrar, sonar y brillar sin control.

—¡Ahhhh! —grité yo de nuevo. Esa vez estuve a punto de saltar hasta el otro lado de la habitación para alejarme de esa cosa, pero en ese momento la puerta se abrió y Bendy apareció dentro de mi habitación.

—Lood, ¿qué…? —Y entonces, vio lo que estaba entre mis manos.

Dio un paso hacia atrás y comenzó a temblar. Sus ojos, desorbitados, nunca antes habían expresado semejante terror. Se apoyó contra la pared y se quedó mirando durante unos segundos al objeto, que seguía chillando las extrañas palabras.

Me sorprendí bastante al notar su reacción. Había esperado más una mirada de curiosidad, de fastidio o de admiración, ya que un objeto así no se veía todos los días. Sin embargo, expresaba algo diferente. Parecía como si ya lo conociera. Como si ya hubiera tenido contacto con aquel artefacto y supiera lo que era, y que no era algo bueno.

Intentó calmarse y despacio se empezó a acercar a mí. De repente, una idea atormentó mi cabeza. Era la de que él deseaba ese objeto tanto como yo, pero a la vez le aterrorizaba, y me lo podría arrebatar de las manos, o hacerme cosas peores para obtenerlo. Jamás lo había visto así, pero con su extraño comportamiento los días anteriores empezaba a sospechar muchas cosas.

Tuve miedo, y sostuve el aparato con más fuerza, alejándome de la entrada de la habitación. Mi mirada, sin embargo, permanecía tranquila y, de hecho, expresaba cierta furia hacia Bendy, que ya se estaría dando cuenta del falso show sentimental que había armado abajo hace unos minutos. Él trató de acercarse de nuevo, pero yo negué con la cabeza. Entonces, se detuvo. Miró alrededor y pareció de pronto preocupado.

Se tambaleó y aclaró ligeramente su garganta. Entonces, con una voz susurrante y fría, dijo:

—Oh… Tienes… tienes que dármelo —exclamó—. Looderish, sé cómo te debes sentir en este momento con ese objeto, pero, por más que te empodere y por más que te dé esperanzas, no es lo que sea que creas que es, y es muy peligroso.

—Lulululululu Jijejijejijejijejije Lalalalalalala Jojojojojojo —gritó cada vez más fuerte el aparato.

—¿Qué es? —pregunté, impasible, mirándolo y sosteniendo el artefacto en las manos. Bendy volvió a mirar alrededor de él y en sus ojos la desesperación creció. Empezó a caminar hacia mí y dijo:

—Escucha, si me lo das, en serio, todo estará bien. Te diré lo que es en cuanto lo tenga entre mis manos y todos estemos calmados, ¿ok? —preguntó, mientras otra borrasca de sílabas cantadas sonaba por toda la habitación—. Sé que debes estar muy tenso…, relájate… —Cada vez estaba más cerca.

—¡Quiero saber qué es ahora! —grité con aspereza y alejé el objeto de él. Entonces, Bendy, sin parar de temblar, gritó:

—¡Dámelo ahora mismo! ¡Tú no entiendes lo que es eso, maldito niño ignorante! ¿Crees que me importa que se haya muerto tu amigo? ¿Crees que me inmuté cuando te vi, llorando estúpidamente al lado de su cadáver? ¿Crees que alguien, cualquier persona lo haría? ¡Entonces eres más inepto de lo que creí! ¡Él decidió morirse! ¡No me importa si eso te duele y si te pasas el resto de tu vida deprimido en tu cuarto! ¡Pero si no me das esa cosa en este instante el mundo entero se te va a venir encima! —Entonces, después de esperar unos segundos y tan solo encontrar mi húmeda mirada, asustada y enfurecida al mismo tiempo, perdió la paciencia y, tras negar con la cabeza hacia mí, como diciéndome «Lo siento», gritó enardecido y se abalanzó hacia mí. Cuando estaba a medio metro, se escuchó un estruendo abajo y el piso entero tembló, haciéndonos caer a los dos de bruces. Cerré los ojos.

Las tablas de madera desprendieron más polvo que nunca y me pegué en la cabeza, pero por nada del mundo solté el objeto. Me mantuve con los ojos apretados, que dejaban escapar algunas tímidas lágrimas. No entendía lo que acababa de pasar. Estaba demasiado agitado y atormentado para preguntármelo. Sin embargo, la esperanza del objeto no se había desvanecido todavía y con pesadez intenté incorporarme. Se oyó otro estruendo y volví a caer al suelo.

Entonces entendí lo que eran: explosiones. En ese instante, se oyó la puerta hecha trizas volar a través de la sala y estamparse contra las escaleras.

Bendy me miró, asustado. Entonces entornó la mirada hacia la entrada de la casa y exclamó: «Oh, no».

—Quédate aquí, quieto, ¿entendido? —me dijo él, parándose y manteniendo la calma de nuevo. Asentí. Estaba aterrorizado.

Me tapé los oídos y me quedé acurrucado como cuando Miss Pancraise me llamaba a gritos. Bendy, envalentonado, salió de la habitación con cautela.

Escuché disparos de pronto, unos nueve. Quedé paralizado. Temblaba pavoroso y mis nervios llegaron a su punto máximo. Sin embargo, mi urgencia fue proteger el objeto y traté de imaginarme cómo ocultarlo para salvarlo mientras unas estrepitosas pisadas se escucharon en la planta baja.

En ese momento llegó Bendy. Le habían dado un disparo en el hombro y estaba muy adolorido. Aun así, me jaló del brazo y me llevó rápido a su habitación, que estaba al lado de la mía, mientras se empezaron a oír más disparos. Agarré mi mochila y caminé junto a él.

Observé los pequeños y redondos agujeros de las balas en la pared, de los que una catarata de polvo se deprendía y por donde la luz del exterior entraba a cántaros. Si la casa de mi tío no hubiera sido una mansión tan gigantesca, quien sea que nos perseguía ya nos habría encontrado y, probablemente, unos minutos después yaceríamos muertos, en el suelo.

Cuando ya nos encontrábamos dentro de su habitación, movió algo en un estante, se arrodilló detrás de la cama y oprimió un botón de color verde. Entonces, de repente, una puerta metálica gris se desplegó de las paredes, perforando todo lo que se le atravesaba y alcanzó la otra pared, donde se insertó en una ranura, atrapándonos a las dos adentro.

Bendy suspiró adentro visiblemente aliviado y se resbaló por la pared, adolorido. Yo lo miré, horrorizado, tratando de obtener información.

—¿Qué… acaba… qué acaba… de pasar? —pregunté sin parar de temblar.

—Tranquilo, es solo el protocolo de seguridad —me dijo, tratando de detener la hemorragia. Yo, situado en la mitad de la nueva mini habitación, estaba paralizado y no podía moverme ni un centímetro.

—¿De qué? —pregunté—. ¿Qué está pasando? —Él suspiró y me miró, angustiado.

—No tengo tiempo para explicar, tienes que irte ya —me dijo, y de pronto me dio el objeto esférico que había visto la noche anterior. Me sorprendí—. Escucha, Lood, tenemos muy poco tiempo, tu vida ahora corre peligro, así que presiona este botón y te teletransportarás. —Abrí la boca y la emoción embargó mi ser.

—¡¡¡¿Este es un teletransportador?!!! —exclamé casi gritando, y Bendy me indicó que hablara más bajito―. Pero… —comencé a decir— pensé que solo los familiares de Omhusk lo tenían, los de la familia Flair.

—Así es —dijo él mirándome—. Justo por eso el señor Ghust no tenía uno, y por eso yo tengo uno y te lo estoy dando a ti. —No podía creer lo que estaba pasado.

—¿Y para qué? —pregunté todavía con la boca abierta.

—Para que huyas, no puedes correr más riesgo, tarde o temprano esta puerta también caerá y, en ese momento, tú debes estar muy lejos de aquí, eres demasiado importante —dijo veloz y todavía quejándose por el dolor de la herida.

—Pero ¿quiénes nos persiguen? Y ¿por qué nunca me habías dicho que tu apellido era Flair? E ¿importante? ¿Yo, importante? —Ataqué con una ráfaga de preguntas a Bendy, desesperado, pero él se levantó y se apoyó en mi hombro, mirándome fijamente. Aclaró su voz y muy suavemente dijo:

—Looderish, yo soy tu tío.

—¡¿Qué?! —exclamé— ¿En medio de todo esto y te vas a poner a discutir? ¡Por dios, ya sé que quieres mucho que te reconozca como mi tío Bendy! Ya no importa lo que pasó en mi cuarto, ¡pero ponte serio, por favor! —grité.

—No, no, no, tú no entiendes, yo soy su tío, realmente —reiteró.

—¡Oh, por Dios, Bendy, deja de jugar, quieres! ¡Sabes que nunca he creído en las familias sustitutas, pero, si quieres que diga que eres mi tío para que me expliques lo que está pasando, está bien!

—No soy solo tu familia sustituta, también soy tu tío biológico, BIOLÓGICO. Desde el momento en el que supe que tus padres habían muerto y te habían trasladado al Omhusk Flair, quise adoptarte, pero no pude, por miedo a que algo malo te pasara debido a mí. Decidí ser tu familia sustituta y fingir que no había ningún otro tipo de relación entre nosotros. ¿Acaso no puedes notar la similitud de nuestros rostros cuando te miras al espejo?

Mientras terminaba de procesar la información que me acababa de transmitir Bendy, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Oh, por Dios, ¡tenía razón! Su rosto y el mío eran demasiado similares para ser coincidencia, y todo este tiempo no me había dado cuenta, sumergido en un odio casi irreversible en contra suya.

Sentí que el corazón me daba un vuelco al saber que, en todo ese tiempo, en el que me había quejado y tratado de alejar de él, mi real familia había estado conmigo. Pero un vuelco más grande me dio cuando entendí lo que aquello significaba. Me eché hacia atrás, impactado.

—No… no… no puede ser posible. ¡No puede ser posible! ¡No puedes comprobarlo! ¡Yo no puedo ser un Flair!

—Sí lo eres, porque solo los descendientes de Omhusk Flair pueden ver el Vholdstrudell, y nosotros dos somos los únicos que lo vemos.

—¿El qué…? —exclamé.

—La cosa que tiene el ojo por dentro, por eso nadie la notó entre las ruinas del orfanato, pero… ¡es muy peligroso, aléjate de él! —me respondió, sentándose en el suelo—. Escucha, hay muchas cosas de lo que está pasando que todavía no entiendes, este es un lío mucho más grande de lo que crees y mucho más peligroso. Si no te vas ahora, morirás y todo mi esfuerzo habrá sido en vano. Pero, primero, dame el objeto del ojo, su poder excede los límites de tu imaginación y te pone en un peligro desbordante. Entrégamelo —dijo, pero yo no obedecí y me limité a preguntar:

—¿Tú no vienes?

—No, debo quedarme a arreglar algunas cosas, confía en mí. —Los dos estábamos muy nerviosos, pero al menos él, cuando hablaba, lucía sereno, mientras que yo no podía ocultar mi enorme ansiedad. De pronto, se escuchó un golpe seco en la puerta de hierro y me sobresalté, aterrorizado.

—¡Rápido! —exclamó él, mientras que de un pequeño cajón sacaba un garrote—. ¡Vete ya!

—Pero ¿a dónde iré? —pregunté, tembloroso.

—El mecanismo de teletransportación funciona a través del contacto manual-visual. La esfera por dentro tiene un pequeño almacenamiento electrónico que se conecta con mi mente y mi retina. Visualizo algún lugar o paisaje que ya haya visto antes y que lo tenga guardado en mi memoria y este se programa en el teletransportador. Quiere decir que te puede llevar a cualquier lugar en el que ya hayas estado. Cuando presiones ese botón, tus partículas se separarán y viajarán a través de la tierra hasta llegar a un lugar donde vive un viejo amigo mío. Yo lo programé para que te llevara hasta allá y él te recibirá cuando llegues. No hay nada de qué preocuparse. Ahora ¡vete o morirás! ¡Vete! ¡Presiona el botón y teletranspórtate!

La presión era demasiada y mi corazón se agitaba con fuerza. Tras recopilar toda la información y ejecutar un gesto indeciso, agarré con fuerza el teletransportador para oprimirlo, pero se me resbaló de las manos y, cuando me agaché al piso para recogerlo, ¡bum!, la puerta de hierro cayó estrepitosamente en el suelo, revelando el aspecto de nuestros perseguidores.

Casi me muero del terror cuando vi a los seis hombres enmascarados, cada uno con rifle y látigo en mano, que entraban a la habitación, dividida en dos espacios planos separados por unas pequeñas escaleras.

Lancé un grito y me eché para atrás, sosteniendo con fuerza el teletransportador y el objeto del ojo con las manos. Entonces me di cuenta: eran de la Brigada de las tinieblas. Sus máscaras eran características, y uno de ellos la traía medio quemada. Lo comprendí de inmediato. Había sido él. ¡Había sido él quien había matado a Julius! ¡Había sido él quien había activado la bomba en el Omhusk Flair!

Conmocionado y con las lágrimas a punto de brotar de mis ojos, sentí una rabia sobrenatural y la intensa necesidad de vengarme.

No lo pensé dos veces. Me levanté del suelo, a pesar de los reclamos y gritos de Bendy, y salté sobre los asaltantes.

Entonces, fue cuando pasó, fue como si el tiempo se hubiera detenido y las balas dirigidas hacia mí se estancaran a pocos centímetros de mi cuerpo. No lo habría logrado.

Tras unos cortos segundos, me di cuenta de que sin querer había jalado uno de los extremos del artefacto del ojo. Extrañado, intenté jalarlo de nuevo, pero antes de hacerlo todo se empezó a volver abstracto, y en una milésima de segundo, cuando una ráfaga de intensos y multiformes colores había hecho que todo desapareciese en un remolino de escarcha dorada, me encontré en medio de un charco de lodo, bajo un hermoso cielo estrellado.

CAPÍTULO 5:

UNA PRIMERA IMPRESIÓN

Sentí la cabeza húmeda.

No había tocado el teletransportador, así que no entendía por qué estaba allí de repente. Me apoyé en mis brazos y me incorporé rápido, lo que me provocó un fuerte mareo. Sentía como si el estómago se me estuviera saliendo y no reconocía nada de lo que se encontraba a mi alrededor. El reloj con el ojo adentro estaba a tres metros. Se había untado del pegachento lodo, y gracias a esto ahora tenía un color marrón brillante. Era una cobertura de materia en extremo rara. No lo pensé ni un segundo y me alejé lo más rápido posible de allí.

Sacudí con fuerza mi cabeza mientras que me arrastraba, hasta que tuve la fuerza suficiente para caminar. Todo estaba empantanado en el paraje desolado y negro de mi alrededor, lo único que resaltaba eran varios montículos de roca esparcidos por doquier. Miré hacia el cielo.

Fue entonces cuando comprendí que no estaba en la Tierra, porque el sol era verde y había tres lunas. Quedé atónito y dejé escapar un chillido, debí haberle dado esa cosa a Bendy, pero ya era demasiado tarde.

—¿Dónde estoy? —me pregunté.

Intenté presionar el teletransportador, recordando perfectamente las escaleras y cuartos de la casa de mi tío. No me importaba volver con los asaltantes, solo quería salir de allí. Sin embargo, nada pasó. Volví a intentarlo, pero el ambiente seguía igual que como lo había estado hace tres segundos. ¿Acaso no servía?

Enfurecí y pateé el lodo, pero entonces razoné que, si halaba el extremo de esa cosa otra vez, podría volver a la Tierra, y me dispuse a buscarlo.

Salté sobre uno de los descoloridos montículos de roca y llegué al encharcado lugar donde había caído. Cuando miré al sitio donde supuestamente estaba, solo encontré a un lagarto gigante y hambriento.

—¡Ahhh! —grité aterrorizado.

Salí corriendo, el lagarto me persiguió, cada paso que daba sentía que me iba a desmayar, me sentía deshidratado y cansado. Después de casi dos minutos decidí descansar, pero ¿dónde?

Ya no tenía tiempo de buscar un refugio, así que me desplomé en el mugriento piso de roca y me cubrí de barro esperando pasar desapercibido. Entonces vi en la distancia, a unos quinientos metros de mí, una cueva de roca. Tuve una idea, y dije en mi mente, mientras el lagarto corría furioso hacia mí: «Por favor, ahora no me falles».

Memoricé la imagen de la cueva e intenté una vez más utilizar el teletransportador. Oprimí el botón, ansioso, y de pronto me encontré en la cueva que había visto.

—¡Si! —exclamé, pero decidí guardar silencio y, tras internarme en la oscuridad, me oculté entre las rocas heladas. En realidad, no había motivo por el que alegrarse. ¿Qué iba a hacer ahora? Y ¿qué rayos era ese animal? Por más que intenté con el teletransportador volver a la mansión, no lo logré, y entonces otra duda vino a mi mente: ¿cómo había el lagarto visto el Vholdstrudell?

Sin embargo, fue fácil responderla: la capa de lodo. Ahora el Vholdstrudell era visible para todos gracias al material que la rodeaba, y el lagarto, seguro, buscando algo para comer, se lo había tragado.

Después de cerca de media hora salí de la cueva y, guiado por mis precarios conocimientos de supervivencia en los reality shows que presentaban en el televisor del Omhusk Flair, empecé a buscar lo esencial en todo momento desesperado: agua.

Duré varias horas en esta búsqueda, pero pronto me di cuenta de que la única forma de volver a sentir agua en mis labios era encontrando ese reloj. Entonces, tras tambalearme y titubear, envuelto en un frío desastroso, me eché al piso a llorar. Eran demasiadas cosas que asimilar para un niño de doce años. En mi interior, todo se había desmoronado.

Había perdido a mi gran amigo Julius, y su cadáver ensangrentado todavía me seguía atormentando, y también tal vez a mi tío Bendy, quien había resultado ser, para mi sorpresa, mi única familia verdadera. Ahora estaba atrapado en un planeta desconocido y desierto, sabiendo que mi tan anhelado apellido, que había esperado saber durante tantos años, estaba manchado por tantas desgracias. Todo había pasado tormentosamente rápido.

1 218,33 ₽
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831 стр. 2 иллюстрации
ISBN:
9788411144179
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Правообладатель:
Bookwire
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