Читать книгу: «Desde el huerto del Edén hasta la gloria del Cielo», страница 3

Шрифт:

Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron (Romanos 5:12; comp. Salmo 51:5).

“Todos pecaron,” no solo individualmente, como lo hacen en sus propias vidas, sino “en él,” como parte de los descendientes de Adán (vea el contexto de este verso). Por lo tanto, sin excepción, como resultado de la caída de Adán, todo hombre, mujer, niño y niña tiene la marca del pecado en su archivo. Todos venimos corruptos desde la matriz y caídos en Adán quien es nuestra cabeza representativa (Salmo 58:3; Romanos 3:9-18).

EL FRACASO ANTE LA PRUEBA Y EL EFECTO INMEDIATO

En el día de la caída, Adán y su esposa comenzaron a sentir las consecuencias de sus acciones, siendo la muerta la consecuencia principal. Mientras vemos lo que pasó como resultado de la caída, vemos que Adán y Eva sufrieron la muerte el día que rompieron su relación con Dios. La justicia y la vida están conectadas inseparablemente, así mismo el pecado y la muerte. De acuerdo a la advertencia que Dios había dado en Génesis 2:17, Adán perdió su justicia por desconfiar y desobedecer a Dios, y murió. Primero, murió en relación a Dios. Hasta la caída, el tenía vida en Dios y comunión con Dios, pero ese día, él quedó separado de Dios o muerto para Él. Cuando se oyó a Dios caminando en el huerto en el frescor del día, vemos la falta de vida del alma de Adán hacia Dios: ahora él está temeroso y se esconde en vez de deleitarse en la comunión con su Creador. En segundo lugar, ese día también murió físicamente. Eso no significó que ese día su cuerpo se puso instantáneamente frío e inerte, pero sí se volvió sujeto a la muerte. Él se volvió físicamente mortal el día que comió de la fruta, y de esa forma se volvió sujeto a la enfermedad, la corrupción, las lesión y en última instancia, a la muerte.

Consecuencias de la Caída

TODOS PECARON

Adán estaba actuando como representante de la humanidad, por lo que la caída tiene implicaciones para toda la humanidad en todas las edades. Comencemos con la consecuencia más obvia. La Caída del hombre trajo pecado y muerte a toda la humanidad sin excepción. Esta muerte espiritual del hombre en Adán afecta todas las partes de la gloria con que fue creado. Lo tuerce moralmente. Hace que desobedezca, distorsione, y rechace completamente las leyes de Dios (Romanos 3:12-19). Hace que su pensar y razonar se envilezcan, por lo que él anda a tientas en la oscuridad en vez de pensar clara y sensiblemente (Hechos 17:23; Romanos 1:21-22, 28; 3:10-11). La voluntad del hombre, así como era libre antes de la caída, es ahora esclava de sus pasiones pecaminosas (Romanos 8:7). No hay aspecto de la humanidad originalmente creada que no haya sido contaminado por esta caída. Ya sea moral emocional, intelectual o voluntariamente, todo compartimiento del corazón del hombre está manchado con el pecado.

Es más, como señalamos anteriormente, el día que Adán pecó, todos morimos con él porque él nos representaba. Todos nacemos separados de Dios, con las semillas de la muerte física en nosotros. Nuestra muerte espiritual es evidente por el hecho de que a los niños no hay que enseñarles a mentir, robar o quejarse, pues a temprana edad muestran los frutos de la caída (Salmo 51:5; 58:3).

Nuestra susceptibilidad a la muerte física también es dolorosamente evidente. Después del relato bíblico de la creación y la caída comenzamos a leer una y otra vez sobre la muerte. Este fenómeno no se detendrá hasta el juicio final de la humanidad, de lo cual la muerte física es un preludio y testamento (Hebreos 9:27). Cada dolor de espalda, o sensación de fatiga, virus o enfermedad, es un recordatorio de la maldición del pecado. Es más, esta maldición no solo nos impacta a nosotros, sino a todo el orden creado. Puesto que el hombre es el pináculo de la creación, él es responsable de ella. Por lo tanto, sus acciones afectan a la creación inanimada. El mundo entero es afectado por bacterias, virus, muerte de animales, y destrucción de la naturaleza a causa de la caída del hombre en pecado. La creación completa hace eco de la depresión y la aflicción que nuestro pecado ha traído al mundo (Romanos 8:19-22).

EL PLAN INMUTABLE DE DIOS

Una segunda consecuencia es que la creación y la caída juntas muestran el plan supremo de Dios para la humanidad. Aun con la tragedia de la caída, el plan de Dios en la creación permanece igual, y El lo realizará. El plan de Dios para el hombre en el Huerto no terminó en fracaso ni fue abandonado por uno mejor. Dios nunca ha tenido que ir a un plan “B” en ninguna de Sus obras; Él todavía está en el plan “A.” En el Huerto de Edén, Dios anunció Su deseo para un mundo lleno de criaturas que llevaran Su imagen y reflejarán Su gloria. A través de los pactos Él promete una multitud de descendientes que le glorificarán. Y Él está logrando esto a través de la obra de Cristo en representación de ellos (Apocalipsis 7:9-12).

En la Creación, Dios hizo al hombre recto, y en los pactos Él promete hacer un pueblo santo. Dios realiza esto conformándonos a la imagen de Cristo, su perfecto Hijo (comp. Romanos 8:29; 1 Corintios 15:49; 2 Corintios 3:18; Fil 3:21; 1 Juan 3:2). Esta restauración solo puede ocurrir a través de la obra del Hijo de Dios por nosotros. Dios está llevando a sus criaturas caídas al lugar que deseó originalmente — el de reflejar Su gloria —limpiando su récord y santificando su corazón. En el proceso, Su gracia, misericordia, sabiduría y gloria son reveladas de maneras que nunca fueron vistas en el Huerto de Edén. “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!” (Romanos 11:33). A través de nuestro estudio de los pactos, veremos los temas de la creación original resurgiendo una y otra vez. De hecho, los pactos en muchas formas son acerca de Dios restaurando a Su pueblo a la pureza con la que los creó, a la tierra que preparó para ellos, y a una relación para la cual fueron originalmente creados (comp. Apocalipsis 2:7; 22:2).

Esta relación, su prueba, y su naturaleza representativa, demuestran que Dios está en control de todas las cosas, y que aún en algo tan terrible como la caída, los propósitos de Dios estaban siendo ejecutados. Irónicamente, es evidencia de la caída, y de nuestro razonamiento consecuentemente pecaminoso, que nos quejamos de los caminos de Dios y dudamos de Su sabiduría en estos asuntos. Él es el Creador Soberano, y nosotros somos meramente criaturas— criaturas hechas del polvo de la tierra. Además, somos criaturas pecaminosas que merecen la ira y el juicio de Dios. Deberíamos temer cuando vemos los efectos del pecado en la continua muerte espiritual y física que nos rodea, ¡y también debería maravillarnos ver cómo los propósitos originales de Dios se cumplen a pesar de nuestras fallas y pecados!

AFERRÁNDONOS SOLO A LA GRACIA

Otra lección de la caída es que la humanidad solo puede ser salva por gracia. La justificación fue y será algo que solo Dios puede impartirle a los hombres. Dios en Su gracia creó a Adán justo y le dio la oportunidad de ser establecido en esa justicia. Adán no pasó esa prueba; es así que todos nosotros empezamos la vida en un estado de injusticia (Romanos 3:10). Por lo tanto, tratar de ganar la salvación por obras es negar la realidad de la caída, y pretender que estamos en un estado de inocencia y no de culpabilidad, condenación y muerte. De ninguna manera podemos conseguir favor de Dios sobre la base de las obras; nuestra única esperanza es la gracia, y solo la gracia. Bendito sea Dios que, tal como veremos, ¡hay gracia abundante en las promesas de Sus pactos!

¿ES USTED REPRESENTADO POR ADÁN O CRISTO?

Finalmente, los eventos de la caída establecen el concepto de representación. Usted podría haber hecho un gesto de asombro por las declaraciones anteriores de que Adán actuó en representación de todos nosotros en el Huerto de Edén. Nuestra sumisión a Dios y confianza en Su bondad son probadas cuando leemos acerca de esta representación (Salmo 145:17; 115:3; Job 42:2-6; Romanos 9; Santiago 1:13), pero la representación actúa de ambos lados. Así como estamos “en Adán” al nacer, así podemos estar “en Cristo” y ser partícipes de Su justicia al nacer de nuevo. Esto no es posible sin el concepto de la representación.

En un sentido, Dios solo mira el récord de dos hombres: El del primer Adán y el de Cristo, el segundo y postrer Adán (1 Corintios 15:45). Aquel a quien estás unido determina tu situación delante de Dios. Donde Adán falló, Cristo obedeció, con una oposición inmensamente más grande y en un mundo caído. Su tentación en el desierto hace eco de la tentación en el huerto, y las buenas noticias son que cuando Él triunfó sobre el pecado, Su pueblo triunfó en Él. “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” (1 Corintios 15:22). Toda la posteridad (física) de Adán muere en él. Pero toda la posteridad (espiritual) de Cristo será hecha viva, porque está en Él. La expiación sustitutiva de Jesucristo descansa en los principios que Dios estableció y reveló inicialmente en el Huerto del Edén. Cristo alcanzó la justicia para todos los que creen por Su obediencia perfecta al Padre (Romanos 1:16-17, 5:19). Desde la entrada del pecado, debemos tener un sustituto que alcance la justicia por nosotros, o morir bajo la maldición de nuestro representante original, el pecaminoso Adán.

Lo que Adán falló en asegurar, fue obtenido para nosotros por Jesucristo en su perfecta conformidad a la voluntad de Dios. Es la justicia de Cristo la posición que nos es dada en nuestra justificación (comp. Romanos 3:21 y sig.). Esto significa que, negativamente, a través del castigo y muerte de Jesús, nuestra culpa y transgresiones son puestas sobre El. Positivamente, significa que Su récord justo, alcanzado por Su vida perfecta, y validado en Su resurrección es transferido a nuestra cuenta. Sin el concepto de representación no tendríamos esperanza de salvación, pero puesto que un hombre ( Jesucristo) pudo representar a otros delante de Dios, tomar la condenación de ellos sobre Sí y alcanzar la justicia a su favor, ahora podemos ser librados del pecado. Por causa de la naturaleza representativa del segundo Adán, no solo la culpa del primer Adán sino nuestro récord completo de pecado y desobediencia han sido clavados a la cruz, ¡y Su justicia nos es dada! (Romanos 5:18-19; 2 Corintios 5:21; Colosenses 2:13-14)

Ahora que hemos visto la creación y la caída, espero que usted pueda ver como estas verdades proveen un trasfondo vital para la obra redentora de Dios. La caída de la humanidad nos muestra el problema y el reto que Dios abordará a lo largo de la historia de la redención, y la creación del hombre señala hacia lo que Dios está obrando, en última instancia, para lograr la restauración del hombre.

RECOMENDADOS PARA MÁS ESTUDIO:

Machen, J. Gresham. The Christian View of Man. [La Visión Cristiana del Hombre] Carlisle, PA: Banner of Truth Trust, 1937, 1995.

Pink, Arthur W. , La Soberanía de Dios, Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1986.

Sire, James W. El Universo al Lado, Libros Desafío, Grand Rapids, IL: 1997.

– 3 –
La Promesa de Redención

El Tema de los Pactos

Porque es preciso que Él reinehasta que haya puesto a todossus enemigos bajo el estrado de sus pies. 1 Corintios 15:25

Si nuestra salvación y bendiciones en Cristo fueron retratadas como un árbol que da frutos, Génesis 3:15 sería la semilla. Dice: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Esta promesa de la simiente es sembrada en la tierra de un mundo estable, establecido por el pacto con Noé. La simiente crece hasta ser un retoño tierno llamado el Pacto de Abraham. El retoño luego se convierte en un árbol que obtiene su aspecto y forma de los pactos hechos con Moisés y David. Luego, su fruto brota en el Nuevo Pacto. Donde no hay simiente, no habrá árbol, y eso hace a esta promesa de la simiente de valor inestimable para nosotros. Contiene los elementos esenciales de la promesa de redención que será revelada y expandida en las generaciones siguientes. En la misma ocasión que la maldición fue pronunciada sobre Adán y Eva, la simiente del evangelio fue sembrada, y eso es lo que queremos considerar en este capítulo.

Llegando a la Raíz

Génesis 3:15 viene después del inútil intento de Adán y Eva de encubrir su propio pecado (v.7). No es sorpresa que inmediatamente después del primer pecado, Adán y Eva hayan intentado encargarse del problema sin Dios. Su horrible sentido de culpa y vergüenza está ardiendo dentro de ellos, pero ellos no van a Dios con su pecado. En vez de eso, hacen delantales para sí mismos para esconder la desnudez de la cual ahora están conscientes. Ésta siempre es la respuesta instintiva y automática a nuestro pecado, pero es lo opuesto a lo que Dios nos manda hacer. El pecado encubierto solo crecerá y se pudrirá. Como un moho, crece mejor en lugares húmedos y oscuros. El pecado debe ser expuesto para ser eliminado; debe ser confesado para ser limpiado. Entonces Dios mismo, contra quien el pecado ha sido cometido, busca a Adán y Eva. Sus preguntas son calculadas para hacerles reconocer su condición: “¿Dónde estás tú?” “¿Has comido del árbol del que yo te mandé que no comieses?” (Génesis 3:9-11).

Habiendo sido expuesto su pecado, Adán aún no confiesa, sino que trata de poner la responsabilidad en otro sitio, diciendo: “La mujer que me diste como compañera” fue el problema (Génesis 3:12). Fíjense que cuando desviamos la responsabilidad por nuestros pecados, a fin de cuentas lo que hacemos es señalar a Dios. En vez de culparnos a nosotros mismos, culpamos a personas, circunstancias o cosas, insinuando que Dios es culpable de nuestros pecados y fracasos.

Después la mujer pasa la culpa a la serpiente. Aunque ciertamente esta no fue la respuesta correcta, el Señor convierte el traspaso de su culpabilidad en la búsqueda de la fuente del problema. Él lo usa para abordar primero la fuente de la tentación y después trata con la pareja culpable. La serpiente es el vehículo para esta tentación, y como tal, se pronuncia sobre ella una maldición específica superior a la maldición que vendrá sobre todas las criaturas como resultado de la caída. Tendrá que recorrer la tierra de la forma más humillante—sobre su pecho—y comerá el polvo de la tierra (v.14) (Más adelante los profetas pronuncian la misma maldición sobre los enemigos del Señor (Salmo 72:9; Mi 7:17). Sin embargo, la serpiente no fue la verdadera fuente del mal que rompió la paz y la pureza del Huerto del Edén. Dios expandirá la maldición para lidiar con el enemigo primario que incubó esta tentación, lo que nos lleva a la declaración de guerra del Señor contra Satanás.

La Declaración de Guerra

La promesa de redención está expresada en un lenguaje bélico en el cual se declara una enemistad y se asegura un triunfo. El enfoque de esta declaración de guerra es en el triunfo de Dios y no en el rescate del hombre. Ciertamente el hombre será rescatado, pero lo más importante es que ha habido una afrenta contra la gloria de Dios. Ésta será completamente rechazada. El diablo ha agredido la principal creación de Dios y debe enfrentar las consecuencias. La Promesa de Redención se trata de la vindicación de Dios, la inmutabilidad de Su gran plan para la humanidad y el triunfo de la simiente de la mujer sobre la serpiente.

EL INICIO DE LA ENEMISTAD

La declaración del Señor contra la serpiente abarca tres áreas de enemistad. Primero, habrá enemistad entre Satanás y la mujer. Dios no dilató el comienzo de las hostilidades con el diablo permitiendo que conquistase toda la humanidad hasta la venida de Cristo. Satanás sería combatido desde el principio, y la mujer que él atrajo al pecado sería la primera, por decirlo así, que se levantaría en armas contra él. La palabra traducida aquí como “enemistad” se refiere a odio y a un espíritu vengativo y rencoroso. No es solo oposición, sino oposición con una fuerza emocional tras ella. (Ver Números. 35:22, Ez 25:15, 35:5). Es decir, habrá una relación intensamente adversa entre Satanás y la mujer.

LA CONTINUIDAD DE LA ENEMISTAD

En segundo lugar, habrá enemistad entre dos grupos básicos de la humanidad. El mundo estará dividido mientras permanezca en su presente condición en los siguientes dos grupos: la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente. A lo largo de todas las edades, estos grupos estarán en oposición uno contra el otro como enemigos irreconciliables. Aquellos que tienen el mismo corazón y disposición que la mujer no tendrán nada en común con los que son del mismo corazón y mente que el diablo para Dios (2 Corintios 6:15).

Sin embargo, los cristianos que son “la simiente de la mujer” reflejan el carácter de un Dios de gracia y misericordia (Apocalipsis 12:17), y han de amar a sus enemigos (Mateo 5:44). Esto no es cierto de la “simiente de la serpiente” (los incrédulos). Los cristianos tienen el amor divino implantado en su corazón que les hace desear que aquellos que aún están en rebelión se arrepientan de sus pecados. Aun así, esto no crea una unión artificial entre nosotros y ellos; es un amor de compasión y pena por las tinieblas y ausencia de vida que el pecado ha causado en el corazón del hombre. Sin embargo, el verdadero cristiano con un corazón como su Padre, recordará su enemistad pasada con Dios, y se compadecerá de quienes aún no se han sometido al gobierno del Salvador.

Además, leemos en las Escrituras que el enemigo de nuestras almas perseguirá (a menudo por medio de su “simiente”) a los santos de Dios a lo largo de las edades. El libro de Apocalipsis nos da varias imágenes de la oposición de Satanás al pueblo de Dios, pero hay una que particularmente evoca la declaración de guerra que ahora estamos considerando:

Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. (Apo 12:17)

El contexto de este pasaje pone de relieve la guerra que ha habido por las edades entre estos dos grupos de la humanidad.

EL CLÍMAX DE LA ENEMISTAD

Finalmente, habrá enemistad entre Cristo y Satanás. Ésta es la suprema enemistad a la que se refiere el pasaje. Aunque el pasaje habla de descendencia en general, también señala a la descendencia de la mujer, la simiente que aplastará la cabeza de la serpiente. Todos los hijos de Eva odian a la serpiente y sus obras, pero ese odio es más profundo y fuerte en el santo corazón de Jesucristo. Las palabras de Jesús durante los principios de su ministerio terrenal revelan la severidad de esta enemistad. Cuando Satanás se ha aprovechado de Simón Pedro, Jesús le habla a la fuente del problema, dirigiéndose a su antiguo adversario con estas palabras: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” (Mateo 16:23).

Durante el ministerio terrenal de Cristo, Satanás estuvo maquinando la derrota de nuestro Salvador desde Su nacimiento hasta la víspera de su crucifixión, y en todo momento durante ese período. Los frecuentes choques entre Cristo y Satanás se intensificaron hasta llegar a la gran batalla de la cruz. Aunque la enemistad es tan vieja como la Caída, la tentación en el desierto trajo esa enemistad a la luz cuando Jesús y Satanás se enfrentaron cara a cara al principio de su ministerio. Desde ese punto en adelante, Satanás fue derrotado por la “simiente de la mujer” en cada ocasión. El echar fuera demonios ilustra la por la “simiente de la mujer” en cada ocasión. El echar fuera demonios ilustra la 29). Debido a su naturaleza, esta enemistad nunca será traída a términos de paz. Debe haber una victoria absoluta de un lado u otro. Esto nos lleva a la siguiente gran declaración en la promesa de redención.

La Promesa de Victoria

Ahora llegamos a lo que realmente es el corazón del pasaje—la simiente prometida: “Ésta [refiriéndose a la simiente de la mujer] te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” (Génesis 3:15). La promesa de la simiente del evangelio es la promesa de una simiente; ésta es la semilla de donde crecerá toda la historia de la redención, y Cristo Jesús es la sustancia de esa semilla. El es el objeto primario de la historia completa de la Biblia y verdaderamente la historia total del mundo. Hay por lo menos cuatro cosas que se nos dicen sobre esta simiente de la mujer en Génesis 3:15: la venida de la simiente, el propósito de Su misión, el sufrimiento de la simiente, y el éxito de Su misión.

LA VENIDA DE LA SIMIENTE: “LA SIMIENTE DE LA MUJER”

Primero, estas palabras comienzan a revelar la forma en que el pecado será derrotado. Nos dicen cómo la simiente vendrá al mundo. Vendrá por medio de una mujer. Dios usará la mujer a quien la serpiente engañó para traer al mundo la simiente que aplastará su cabeza. En otras palabras, los mismos seres a quienes Satanás hizo que cayesen traerán al Hombre que lo derrotará completamente. Esta promesa se repite a lo largo del Antiguo Testamento, especialmente en los profetas, y luego es confirmada en el Nuevo Testamento con la historia del nacimiento de Jesús.

Considere cómo la promesa se desarrolla en la Escritura. Primero, en Génesis capítulo tres aprendemos únicamente que una simiente de la mujer producirá la derrota de Satanás. Después, hallamos que la simiente sería de Abraham, del pueblo de Israel (Génesis 22:18). Más adelante, descubrimos que la semilla será un Rey del linaje real de David (Salmo 132:11). El carácter de este libertador es explicado aún con más claridad en los profetas, y al final del Antiguo Testamento hay imágenes de este conquistador como un Profeta, un Sacerdote, nuestro Sacrificio, un Siervo, ¡y el Dios eterno de todos! Después, en el tiempo perfecto de la historia, de acuerdo al plan de Dios, esta simiente victoriosa de la mujer nació de la Virgen María (comp. Gálatas 4:4-5; Isaías 7:14; Lucas 2:10-11; Hebreos 2:14-15). Eva no podría haber concebido un vencedor y Salvador tan poderoso como nuestro Señor Jesús. Pero ella sí sabía esto: el Vencedor sobre su enemigo vendría de su propio cuerpo. Esta breve línea resume un plan maestro que duraría miles de años en su desarrollo y cumplimiento. Señala al Hombre que fue más que un hombre, que era completamente un hombre nacido de mujer, y a la vez el eterno Hijo de Dios.

EL PROPÓSITO DE SU MISIÓN: “EL HERIRÁ”

En segundo lugar, este versículo revela el propósito de la misión del Señor Jesucristo. Él no estará en una misión diplomática, tratando de lograr paz entre la serpiente y la mujer, sino que vendrá como un hombre de guerra. De hecho, una de las cosas más conmovedoras de la vida de Cristo es lo decidido que estaba a lograr Su misión. Él nunca olvidó por un momento la razón por la que vino a esta tierra. Toda Su obra fue para cumplir la misión que se le asignó. Los fariseos y los saduceos no pudieron detenerlo, Sus amigos cercanos no pudieron disuadirlo, ni aun Su familia pudo estorbarlo. Cuando el mismo Satanás lo agredió con todo su poder, se estrelló contra el muro de la determinación de nuestro Salvador, y tuvo que irse gimiendo en derrota. Mientras Sus días sobre la tierra llegaban a su fin, la determinación de completar Su misión parecía crecer, y Él “afirmó su rostro para ir a Jerusalén,” el lugar de Su conflicto contra la Serpiente (Lucas 9:51-56). Él estaba, en un sentido correcto, consumido por Su misión. Esa misión era “deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8).

EL SUFRIMIENTO DE LA SIMIENTE: “Y TÚ LE HERIRÁSEN EL CALCAÑAR”

La promesa en Génesis 3:15 también revela que la simiente por venir sufriría para lograr la salvación; dice, “tú le herirás en el calcañar.” La forma de la derrota de Satanás no es estéril y distante como una guerra peleada en una pantalla de computadora. Requería que Cristo se hiciera humano, que fuese hecho a la semejanza de carne pecaminosa, y sufriera como hombre hasta el punto de morir, “y muerte de cruz” (Fil 2:8; comp. Hebreos 2:14-15). La ira de Dios que Cristo llevó como hombre en lugar de todo Su pueblo se requería para derrotar al enemigo de nuestras almas, ese acto es descrito en términos de “herir,” o aplastar.

Hubo un dolor indescriptible envuelto para aplastar la cabeza de la serpiente, como la misma imagen sugiere ¿Qué se sentirá pisar con el pie la cabeza de una serpiente mientras sus dientes le muerden el calcañar? Mientras más fuerte usted presione, el enemigo será aplastado más intensamente, ¡pero qué manera tan angustiosa de destruir a un enemigo! El término para “herir” sugiere una herida severa, y no simplemente una pequeña cortada o llaga. El sacrificio de nuestro Señor por los pecados le causó una herida que, por Su gracia, nosotros nunca conoceremos ni entenderemos completamente porque Él la tomó en nuestro lugar ¡Gracias sean dadas a Dios porque no quitó Su pie hasta que la victoria era segura! ¡Gracias sean dadas Dios porque terminó la obra en la cruz, que no llamó a ángeles para que lo librasen, y que El Padre no lo salvó de esta hora! Somos librados porque Cristo no aminoró Su propio dolor y sufrimiento ni aun hasta el final ¡Alabado sea el Señor por Su maravillosa gracia enviando la simiente de la mujer a sufrir así!

EL ÉXITO DE SU MISIÓN: “ESTA TE HERIRÁ EN LA CABEZA.”

Finalmente, el hecho de que las palabras de Génesis 3:15 le dicen a Satanás que su cabeza será aplastada, revela la efectividad de la misión llevada a cabo por la simiente de la mujer. Cuando la cabeza de un enemigo es aplastada, la victoria es final, y esta victoria es manifestada de muchas maneras.

Primero, está el éxito de Su misión por medio de la cruz. El éxito de la misión de Jesucristo derrotando a Satanás y redimiendo Su pueblo es anunciado triunfantemente por el apóstol Pablo cuando dice que Cristo ha quitado del medio el mal récord de nuestros delitos clavándolos en la cruz, y que habiendo “despojado a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:13-15). Hebreos nos dice que Él se volvió carne “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,” (Hebreos 2:14).

El diablo tenía el “poder de la muerte” en el sentido que su tentación hizo pecar a Adán y esto trajo muerte al mundo. Él podía reclamar derechos sobre las almas de los hombres por el justo decreto de Dios. Dios había dicho, “el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Sin embargo, Cristo tomó un cuerpo para poder vencer la muerte y al diablo de un solo poderoso golpe.

Imagínese lo que significó la declaración de Génesis 3:15 para Adán y Eva. Ellos estaban oyendo la primera promesa del Evangelio que jamás se había oído, el primer rayo de esperanza que brilló en la oscuridad de su pecado y caída. Es el comienzo de la revelación del reinado victorioso de Cristo, y con estas palabras, hay certeza absoluta. En una forma terrible, la pareja culpable había aprendido que Dios era innegablemente fiel a Su palabra mientras experimentaban la muerte después de comer el fruto prohibido. A diferencia de la serpiente, todo lo que Dios les había dicho antes era plenamente verdad. Sin embargo, ahora, esa terrible experiencia de la verdad de Dios concerniente al juicio estaba siendo transferida al banco de la esperanza. Si Dios es fiel en Sus amenazas, Él es fiel en Sus promesas; si Él dice que la cabeza de la Serpiente será aplastada, será aplastada. Dios ha hablado, y por lo tanto el asunto está decidido. La cabeza del Enemigo—esa cabeza cuya boca habló esas palabras tentadoras que llevaron a la condenación de Adán y Eva— ¡será puesta bajo el poderoso pie de Jesucristo el Señor!

Segundo, note el éxito de Su misión a través de Su pueblo. Cuando leemos que la cabeza de la serpiente será aplastada por la simiente, debemos recordar el principio de unión con Cristo el cual vimos en el capítulo previo. Porque estamos unidos y conectados con El, compartimos Su victoria sobre el enemigo. Cuando Cristo preparaba a Sus discípulos para Su partida y para la venida del Espíritu, les dijo que no solamente acababa de aplastar la cabeza de la serpiente, sino que le daría a Su propio pueblo el poder y la autoridad de vencerlo:

“He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.” (Lucas 10:19).

Este pasaje no es una exhortación a manipular serpientes, como enseñan algunos, más bien parece aludir a la promesa del Evangelio aquí en Génesis Era una imagen simbólica que todos los discípulos seguramente conocerían a causa de su conocimiento del Antiguo Testamento. Aunque el pasaje enseña principalmente la invencibilidad de los apóstoles hasta que su obra fuese completada, lo hace dando esperanza en un lenguaje que señala a un reverso de lo que el hombre experimentó en el Huerto de Edén.

Una referencia más directa es hallada en la carta a los Romanos, donde Pablo exhorta a los hermanos con esta garantía: “el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies” (Romanos 16:20). Cristo ha aplastado la cabeza de la serpiente, y llama a Su pueblo a verla mientras se retuerce en el suelo en su agonía de muerte, animándonos a colocar nuestro pie sobre ella también. Esa antigua serpiente, el engañador de antaño, Satanás el dios de este mundo, ha sido vencida por Cristo y está siendo vencida por los santos de Dios. Cuando creímos en el Señor Jesucristo, nuestro pie estaba sobre su cabeza. Cada vez que vencemos el pecado por el poder del Espíritu Santo dentro de nosotros, estamos hiriendo al enemigo. Cuando un cristiano se aferra a Cristo como su única esperanza a pesar de persecución, prueba o sufrimiento, le está infringiendo heridas a su enemigo. Y cuando pasemos a la gloria, habiendo perseverado hasta el final, otra vez estaremos participando en el triunfo de Cristo, y somos hechos partícipes de la victoria con Él. Todo pecador salvado por Cristo es un trofeo de Su gracia pues ha sido arrancado del reino de las tinieblas, mostrando el triunfo de Cristo sobre Su enemigo.

Возрастное ограничение:
0+
Объем:
310 стр. 1 иллюстрация
ISBN:
9781629461458
Правообладатель:
Bookwire
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

С этой книгой читают

Новинка
Черновик
4,9
163