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3. LA CONCILIACIÓN DE UNA VIDA PROFESIONAL, POLÍTICA Y FAMILIAR

«Cúrame, viento. Ven a mí y llévame lejos. Cúrame,

tiempo. Pasa para mí y sálvalos a ellos. Sálvalos a ellos».

MORGAN. Sargento de hierro

Pocas veces me he tropezado con gente tan valiente, con tanta fuerza y al mismo tiempo con tantas ganas de vivir la política.

Jennifer Miranda Barrera es la hija de Pedro y de Rosi, la mamá de Pedro y de Ana, la pareja de Beni. Granadillera, licenciada en Derecho y Ciencias Políticas y abogada en ejercicio, ha sido para mí todo un descubrimiento, ya que tardé 44 años en conocerla. Pero ¿qué más da el tiempo? Mujer, madre joven como muchas de las que se dedican a ofrecer su tiempo por una causa tan ingrata a veces como es la política, ha sido capaz de tomar la bandera de un proyecto progresista en los tiempos más difíciles por los que atravesaba su partido político. Viví con Jenni una etapa para mí muy especial y aprendí mucho de su forma de ver la política desde el espejo de la necesidad vecinal. La he visto llorar, reír, enfadarse, con ojeras, incluso descalza, y todo esto me hace preguntarme muchas veces por qué le cogí tanto aprecio. Tanto que ha sido la única figura política por la que me he posicionado públicamente al ver la injusticia que se llegó a hacer con su persona a poco de celebrarse unas elecciones. Error o acierto, lo hice; por algo sería. Normalmente, esta mujer del barrio de San Isidro desde que arranca su jornada diaria pone la quinta velocidad, siempre con la vista puesta en la mejora social de su entorno, su Granadilla o quién sabe qué lugar. Llegará hasta donde ella quiera llegar. Necesita seguir trabajando en eso que hablamos aquella noche, al poco de celebrarse las últimas elecciones. Solo es cuestión de tiempo.

Les voy a contar un secreto. Hace unos meses me prestaba un libro, Fuego y cenizas, de Michael Ignatieff, un político canadiense. Tenía subrayadas en amarillo varias frases a lo largo de todas las páginas de la obra. Aquellos trazos en un fucsia chillón resaltaban siempre los fragmentos relacionados con la gente, el pueblo, la escucha activa que ella tanto defiende. Me llamó mucho la atención aquella forma de destacar palabras que para muchos políticos resultan vacías o pasajeras. Jenni sabe más que nadie qué quiere la sociedad; solo necesita tiempo para convencerla de que no es una política más. Es una mujer preparada, entregada y convencida de su proyecto en la vida. Jennifer vive la política sin término medio: lo entrega todo sin mirar a quién. No la entiende de otra forma. Quizás por eso hemos iniciado este camino.

No sé las veces que intenté colocarle un mechón de pelo que nos desafiaba una y otra vez. Más temprano que tarde lo conseguiremos, jefa.

¿CONCILIAQUÉ?

Se sienta una delante de la hoja en blanco con la intención de escribir en unas pocas líneas cómo se hace eso de compatibilizar la labor política con el papel de madre y con las exigencias profesionales. Tres ámbitos: familia, política y ejercicio de la profesión. La pregunta que tantas veces me han hecho en campaña electoral ha sido: ¿cómo lo haces? La respuesta, ahora que reflexiono sobre ello y que no me escucha ni me lee nadie, se me revela de manera inmediata: la conciliación en política no existe; la política lo invade todo.

Esta afirmación tan categórica parece, en principio, difícil de digerir. Diría incluso que resulta políticamente incorrecto hablar en estos términos. Lo sencillo, lo idílico, lo hermoso desde un punto de vista teórico-poético-político sería hacer afirmaciones del tipo «es muy sacrificado, pero haciendo el mayor de los esfuerzos se consigue» o «la organización del tiempo es la clave para dar lo mejor de ti en cada una de estas facetas». No hay realidad en ninguno de estos enunciados. Las personas que han entregado meses o años a la labor política, a la batalla de los procesos electorales, a la dura tarea de llevar un proyecto o un mensaje a la ciudadanía, al ejercicio del gobierno para la mejora de los lugares en los que vivimos, saben que tengo razón. Es posible que ninguno, que ninguna, lo diga abiertamente. Sin embargo, estoy segura de que todos empatizan con esta arriesgada formulación.

Cuando se toma la decisión de liderar un proyecto, de adentrarse en la lucha y en la reivindicación de la mejora social, toda concesión es insuficiente. En el momento en que aceptas el reto, admites sin contemplaciones que todo el tiempo del mundo es exiguo. Aceptas que vas a entregar tu vida a esta empresa, que te olvidarás de comer a horas normales y de dormir lo suficiente, que tu despacho profesional va a pasar a un segundo plano, que en el calendario ya no habrá festivos, que el ocio y el deporte han pasado a mejor vida y que tus hijos van a tener que hacer los deberes con su padre porque tú no estarás en casa cuando salgan del colegio.

Mi hijo Pedro caminó por primera vez cuando tenía once meses. Mi pequeña Ana pintó sobre lienzo un hermoso garabato que resultó ser, según ella, una flor y un sol para mamá. Me perdí ambas cosas. Te pierdes estos y otros tantos momentos cuando decides adentrarte en este mundo, que exprime de ti hasta la última gota de entrega. Pero lo haces, lo hice, lo hago.

¿Por qué? ¿Qué lucha merece que se pague este altísimo precio?

Hay quienes ven en la política una forma de mejorar su situación económica. Hay otros con carrera en la práctica de engrandecer el ego personal y encuentran en la política el filón perfecto para hacerse eternos o para renombrarse, para reafirmarse. Pero también hay individuos, seres en peligro de extinción, que creen tener realmente claro cómo crear espacios que hagan más felices a los pequeños, qué políticas hay que poner en marcha para que los profesionales, empresarios y las familias incrementen su calidad de vida o cómo restablecer el equilibrio perdido entre naturaleza e injerencia humana en la debida lucha por la sostenibilidad. La certeza de tener un plan justifica la renuncia vital.

Renuncias a tiempo con tus hijos o a atender mejor a tus clientes, renuncias a hacer ejercicio o a salir con tu pareja a tomar algo un sábado por la tarde. Esta despedida temporal es casi tan amarga como dulce. El sentimiento de culpabilidad, esa especie de remordimiento que se convierte en un detestable compañero de viaje, no te abandona nunca. Sin embargo, compensa esa sensación, la de tener la seguridad de que esta lucha también es por ellos, de que cada minuto invertido en fraguar y llevar a la práctica la pacífica revolución de las cosas bien hechas es una deuda de la que ellos son acreedores. Mis hijos, el propietario del negocio donde tomo café cada mañana y que no termina de ver la luz; mi vecina, que lleva meses sin trabajo; la abuela de mi amigo, que necesita una residencia que no existe, o la joven que no acaba de encontrar su lugar en su centro de estudios. Retomando, por tanto, aquella arriesgada formulación, la duda se disipa y lo puesto negro sobre blanco se vuelve incuestionable: no existe la conciliación cuando quieres liderar un proyecto político. Y no existe por pura elección, por la renuncia consciente de quien decide enfangarse los pies en este charco. Eliges a conciencia la entrega más amplia y la abdicación más necesaria.

No quiere decir esto que la conciliación no tenga que seguir siendo una máxima, una reivindicación, una exigencia social, política y familiar. Tampoco significa que las mujeres hayamos conseguido por fin hacer añicos, de una manera definitiva, los lustrosos techos de cristal que antaño eran de hormigón. Todas estas luchas forman parte, de una manera transversal, del ser y del hacer de quien afronta la dirección de un proyecto político progresista. Sin embargo, salir victorioso en el gran combate final, que es el combate de todos, va a depender en gran medida de todo lo que estés dispuesta a entregar, a sacrificar de ti misma. La política en muchos casos es eso, abdicación, renuncia, sacrificio. Y con estas afirmaciones no trato de victimizar a quienes deciden dar el paso. Tampoco intento engalanar con mensajes buenistas la figura de las líderes del nuevo siglo. Como decía algunos párrafos antes, la decisión de dedicarle cada hora del día a la política se adopta de manera lúcida y a sabiendas de lo que implica. Pero para que funcione realmente, para que ese terrible compañero de viaje que te susurra que no le dedicas el suficiente tiempo a tus hijos, que tus clientes necesitan una llamada o que tu pareja requiere mayor atención no acabe torpedeando tu voluntad firme de contribuir a la transformación de la realidad, hay un ingrediente que resulta clave y que cuando no se tiene o se pierde hace que la meta se vaya alejando cual oasis en el desierto. El componente de la fórmula mágica es, sin duda, la pasión.

Qué disparate. Eso dirían, si levantaran la cabeza, muchos de mis más admirados filósofos y politólogos al leer lo que asevero. La pasión ha sido casi siempre la oveja negra de la familia, conceptualmente hablando. En contraposición a lo racional, lo pasional fue denostado y maltratado como aquella cosa vulgarmente humana y sediciosa que nos incita a tomar decisiones inapropiadas o poco razonables. Sin embargo, en política la dicotomía que hay que considerar no es la de razón-pasión. La verdadera dualidad imperante, la que te lleva a salir de la comodidad familiar y profesional, la que te hace entregar temporalmente tu vida a esto, la que te arrastra a tomar las riendas del liderazgo político, es la de pasión-indiferencia. Solo la pasión por lo que haces, la determinación por fraguar el cambio, la voluntad firme de querer contribuir a un bien que trasciende lo meramente personal, es el verdadero impulsor de la acción política. Es la que sostiene el liderazgo, la que te ayuda a convivir con tus demonios internos y la que te acerca a la meta propuesta.

Hegel escribió que «nada grande se ha realizado en el mundo sin pasión». Con pasión procuro criar a mis hijos, con pasión defiendo a cada persona que necesita mi asistencia en los tribunales, con pasión hablo sobre la tribuna para llevar a la ciudadanía la convicción de que la transformación y una realidad social distinta son posibles. Sin duda, la vida y la política están hechas para la gente apasionada.

JENNIFER MIRANDA BARRERA

www.jennifermiranda.es

4.EL CONSULTOR POLÍTICO

Cuando hablamos de consultoría política, en este caso de la figura del consultor político, nos referimos al profesional que trabaja para las marcas políticas en los campos de la comunicación, el marketing político, la investigación y la organización política. Un consultor político, además, hace de estratega en elecciones o campañas electorales, aportando su experiencia y capacidad analítica, estableciendo las pautas que seguir por las organizaciones políticas para conseguir campañas electorales exitosas y obtener la mayor cantidad de votos en las urnas. Viene a ser un aliado que colabora más estrechamente, ejerciendo de experto en diseñar verdaderas estrategias adaptadas al momento, al equipo, al candidato y a los lugares de trabajo. El consultor político va mucho más allá de asesorar a un candidato o partido político sobre qué hacer o cómo gestionar determinados asuntos o situaciones. La consultoría política, a través de los profesionales que se dedican a esta labor, puede ser la cabeza pensante y planificadora de cualquier proyecto político. Es importante entender que cada profesión o cada profesional tiene que ofrecer garantías de éxito, dar la tranquilidad de que lo que se haga u ofrezca será sinónimo de trabajo bien hecho. Y para que esto se consiga deben combinarse la visión y experiencia tanto del profesional consultor como del cliente que contrata sus servicios.

ÁREAS DE ACTUACIÓN

Los campos y áreas de actuación más importantes de un consultor político pueden ser los siguientes:

 Investigación para campañas electorales exitosas: Analiza, identifica y estudia al electorado. Filtra y hace segmentos de audiencias, utilizando para ello bases de datos, resultados de campañas anteriores, encuestas de intención de voto y otras herramientas o métodos como son el barómetro electoral o el focus group, DAFO del candidato y sus competidores.

 Comunicación del candidato. El jefe de gabinete: Trabaja la comunicación verbal y no verbal de los gobernantes o aspirantes a puestos públicos. Asiste en los proyectos de campaña electoral para una mejor comunicación en política 2.0. Diseño del plan de comunicación de la marca política.

 Discursos políticos: Argumentario y mensaje político, desarrollando y elaborando los diferentes discursos y mensajes para enviar al electorado. Para ello utiliza los diferentes medios de comunicación tradicionales y los medios online.

 Asistencia en la elaboración del programa electoral: Ayuda y asistencia en el diseño, redacción y organización de los diferentes contenidos de un programa electoral adaptado a la estrategia y a los nuevos tiempos y canales de comunicación.

 Organización de eventos: Asistencia al candidato y al partido político en la creación y dinamización de eventos políticos, apariciones públicas, entrevistas y actos políticos de diferente índole. Ayuda en la comunicación pública del candidato en sus apariciones en actos oficiales, en medios de comunicación como la radio, la televisión y otros escenarios o contextos políticos.

 Diseño de las estrategias de campañas: Ayuda y establece las diferentes estrategias en conjunto al candidato y en base a los resultados obtenidos de encuestas electorales, datos estadísticos, análisis y estudios de mercado. Las estrategias de marketing electoral siempre estarán alineadas con la consecución de los diferentes objetivos políticos del gobierno o aspirantes al cargo público.

 Coordinación y relación con las agencias publicitarias: El consultor político ejerce de elemento de conexión entre la marca política y los profesionales del mundo publicitario (diseño, producción audiovisual, agencias de marketing digital, usos y creación de tendencias como el videomarketing político, asistencia en los debates televisivos y otros). Asesora en la mejor asignación de presupuesto en propaganda política, elementos de merchandising, etc. En determinados casos trabaja en proyectos junto con agencias de comunicación política.

 Asistencia y motivación al equipo de trabajo: Ejerce de coach y de elemento impulsor de los proyectos de campañas y comunicación. Los candidatos y equipos de partido muchas veces no tienen tiempo para labores de planificación y coordinación. Es el consultor político quien se encarga de ayudar a candidatos, senadores, alcaldes, concejales, presidentes u otros dirigentes a conseguir los objetivos del plan de campaña política.

 Gestión de crisis: Es la persona encargada de asesorar y orientar sobre cómo se debe actuar ante situaciones difíciles, que siempre están presentes durante épocas de gobierno.

 Seguimiento de campañas: La labor del consultor político comprende, finalmente, el medir constantemente el resultado y cómo se están consiguiendo las diferentes metas establecidas al inicio de cualquier plan estratégico. Para ello, hace uso de diferentes indicadores de control y otras herramientas para controlar el buen funcionamiento del plan y del desarrollo de la marca política.

Un consultor político es un mentor para muchos candidatos. Se acaba convirtiendo en un componente más del equipo de trabajo, en el director de orquesta para una organización política. Si bien es cierto que para mantener la objetividad en los proyectos políticos el consultor debería mantenerse un tanto distante, se hace difícil que no acabe integrado en los equipos de trabajo. Para conocer el día a día hay que estar. Así de simple. El mundo de la empresa privada lleva ventaja en el sentido de entender la necesidad de subcontratar o buscar servicios externos a la organización. Vemos como muchos de estos servicios o productos que una organización pudiera hacer contando con recursos propios son buscados fuera de la misma, pues entiende que debe contar con empresas y profesionales especializados. Como ejemplo vemos las gestorías, transportes, limpieza, seguridad, marketing digital, abogacía, etc.

Viene a ser un aliado que colabora más estrechamente, ejerciendo de experto en diseñar verdaderas estrategias adaptadas al momento, al equipo, al candidato y a los lugares de trabajo.

Uno de los motivos, uno de los más importantes por los que se requiere contar con un consultor político, es la actualización diaria hacia las nuevas formas de hacer política, los nuevos canales de comunicación, la publicidad política, los usos de las nuevas tecnologías, los cambios constantes de la sociedad, las tendencias y nuevos planteamientos para obtener la confianza ciudadana. También hay que entender que vivimos en una sociedad donde muchas personas ofrecen servicios profesionales, opinan y asesoran de cualquier temática sin estar acreditadas o formadas para ello. También existen verdaderos profesionales que, con su experiencia y visión, han sido capaces de desempeñar funciones de asistencia a gestores públicos con gran dedicación y profesionalidad, aunque son menores los casos.

5. EL PROFESIONAL DE LA PSICOLOGÍA

«Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo».

LUDWIG VAN BEETHOVEN

Quienes hemos tenido la oportunidad de charlar con Daniel Eskibel nos damos cuenta de que tras ese acento charrúa se encuentra un hombre con mucha capacidad de autocontrol.

Un día, compartiendo mesa en una cafetería de Sevilla, le pregunté por qué había participado en mi anterior libro, Ganadores, sin apenas conocerme. Entonces me dijo: «Me gustó la temática del libro y quiero seguir compartiendo mi trabajo y mi conocimiento con todo el mundo». Daniel lleva muchos años aportando al ecosistema político luz, otra dirección para la comunicación y, sobre todo, una nueva forma de entender la planificación en el espectro electoral. Él, enemigo del cortoplacismo, ha participado en infinidad de campañas políticas por países de Latinoamérica. Tengo la suerte de que con este uruguayo encuentro más cercanía profesional, pese a la distancia, con todo un Atlántico de por medio, que con muchas otras personas más cercanas en el ámbito laboral. Compartiendo momentos en alguna que otra conferencia te vas dando cuenta de su pasión por saber cómo actúan las personas, cómo viven y cómo se relacionan entre sí a diario.

Este hombre, de conversación pausada y sonrisa destacada, es el mayor especialista en psicología política del mundo de habla hispana y uno de los cien profesionales de la política más influyentes del mundo. Afirma que el elector en muchas ocasiones no sabe lo que quiere, que es más una cuestión de bucear en el subconsciente de las mentes. Será por lo que a veces afirma, poniéndose en el lugar del pueblo: «No me des lo que te pido porque no era eso».

Amigo Daniel, los silencios en la música también son música…

PSICOLOGÍA POLÍTICA

¿Cuántos votos se pierden por desconocer el modo en que funciona el cerebro del votante? ¿Cuántos errores se cometen por desconocer la psicología política del elector? ¿Cuántas oportunidades se dejan escapar entre los dedos? ¿Cuántos resultados nos resultan poco menos que inexplicables?

Si quieres comprender lo que hace el votante en el cuarto secreto y cómo y por qué lo hace, tendrás que incorporar la psicología política a tu caja de herramientas. Y si quieres que tu comunicación política sea más persuasiva y efectiva, también tendrás que incorporar una buena dosis de psicología política.

¿Psicología política?

Que no. Que no me refiero al consultorio, la clínica, la psicoterapia ni los pacientes. Que menos, mucho menos, a la pseudo-psicología de salón, de charla liviana, de supuesto test en revista frívola, de charlatanería bonita y al uso. De eso nada. Cuando digo psicología política estoy hablando de ciencia. Estoy hablando de una explicación científica que nos permita entender cómo cada ciudadano decide su voto y sus preferencias políticas. Un conocimiento que, además, sea operativo a la hora de trazar estrategias de comunicación política.

Maquiavelo y Freud en el siglo XXI

Nicolás Maquiavelo nació en Florencia en 1469 y fue activo protagonista de la vida política de aquella ciudad-estado hasta su muerte en 1527. Fue funcionario público, diplomático, filósofo y escritor. Y podríamos decir que construyó el rol social del analista político y del consultor político.

Sigmund Freud nació en 1856, vivió casi toda su vida en Viena y falleció en 1939. Fue un destacado científico, médico y creador del psicoanálisis. Su descubrimiento de la vida psíquica inconsciente cambió para siempre la psicología e influyó poderosamente sobre la cultura de todo el siglo XX. Ni Maquiavelo ni Freud se ajustaron a sus respectivas caricaturas. Son figuras de enorme trascendencia que no se reducen al estrecho espacio en el que cierta vulgarización busca recluirlos. Ambos fueron hombres de su tiempo, destacados y lúcidos, que abrieron caminos insospechados hacia el porvenir.

¿Por qué Maquiavelo y Freud? ¿Por qué ahora, en pleno siglo XXI? ¿Por qué recordarlos sin ser «maquiavélicos» ni «freudianos» en los sentidos más vulgares de estos términos? ¿Por qué buscar su (casi) imposible encuentro? Porque la reunión de estos dos nombres sintetiza rápidamente un concepto: la psicología iluminando la práctica política, arrojando luz sobre ella no solo para comprenderla mejor, sino fundamentalmente para operar mejor sobre ella.

La psicología política es una disciplina que estudia la toma de decisiones políticas y que surge en una zona de confluencia entre la psicología y otras ciencias humanas y sociales. Es esencial para comprender la psicología del votante, para saber cuándo, por qué y cómo decide su voto. Pero, además, es clave para comprender la psicología del político, la psicología del candidato y la psicología del gobernante. Por si fuera poco, la psicología política es una formidable herramienta para mejorar la comunicación política y para hacer campañas electorales más efectivas.

Porque una campaña electoral no se juega en los medios de comunicación ni en la calle, sino en el cerebro humano. Allí está la clave. Es el cerebro de cada elector quien recibe los mensajes de la campaña, los decodifica, los analiza, los archiva, los vuelve a recuperar, los interpreta y hasta los modifica. Es en ese campo de batalla donde luchan los mensajes de los distintos candidatos. Allí tienen que dar lo mejor de sí para persuadir y lograr el voto. Allí es donde el elector despliega sus ideas, sus recuerdos y sus emociones. Y allí se produce la decisión de voto. Donde el marketing político se da la mano con la psicología.

Breve historia de la psicología política

En la antigua Grecia, hace alrededor de 2.500 años, surgieron las primeras reflexiones acerca de la psicología. Aquellos griegos curiosos ya comenzaron a observar y analizar el comportamiento humano, las conductas, los sentimientos, el razonamiento, las emociones, las relaciones sociales, las fantasías, la voluntad…

Uno de aquellos filósofos, Aristóteles, fue de los que más avanzaron en el estudio de esta zona del conocimiento. Aristóteles definía al ser humano como un «animal político». Político venía de «polis», en referencia a la ciudad. El hombre, entonces, era esa especie animal que se ocupa de los asuntos colectivos de la ciudad en la que vive. Durante unos cuantos siglos la psicología creció y se desarrolló al amparo de la filosofía. Siglos y siglos acumulando saberes hasta dar el gran salto en las décadas finales del siglo XIX. Primero fue Wilhem Wundt, que fundó el primer laboratorio de psicología, buscando aplicar metodologías similares a las de las ciencias naturales; y luego Sigmund Freud, revolucionando el concepto mismo de psicología con su descubrimiento del inconsciente. La psicología se separó finalmente de la filosofía y se hizo ciencia. Durante todo el siglo XX acumuló una fantástica y tal vez poco conocida base de conocimientos y se desarrolló en todas las direcciones, generando aplicaciones para literalmente todos los ámbitos humanos. En ese contexto surge la psicología política propiamente dicha. El primer trabajo sistemático sobre psicología política fue publicado en 1910 por Gustave Le Bon y se tituló Psychologie politique. Le Bon ya concebía que la psicología política no era solo una disciplina teórica y académica, sino que además era una ciencia que podía ayudar a corregir una gran cantidad de errores políticos prácticos. El concepto de psicología política reapareció en 1924, en un trabajo de Charles Merriam. Su discípulo Harold Lasswell sería luego considerado el padre de la psicología política a partir de una serie de libros publicados después de 1930, el primero de los cuales sería Psychopathology and politics.

En 1950, Theodor Adorno publica uno de los primeros grandes clásicos de la psicología política: La personalidad autoritaria. A partir de sus propios estudios, Adorno construyó una herramienta práctica: la escala F (un test psicológico para medir prejuicios y tendencias antidemocráticas). Durante la segunda mitad del siglo XX la psicología política se expande por el mundo, surgiendo especialistas de la talla de José Luis Pinillos en España o de Ángel Rodríguez Kauth en América Latina. Ya a fines de la década de los 70 se crea la primera organización que aglutina a los especialistas en psicología política de todo el mundo: la International Society of Political Psychology (ISPP). También en los 70 se publica el Manual de psicología política de Jeanne Knutson. Luego van apareciendo otras publicaciones de referencia: en 1979 la revista de ISPP, Political Psychology; en 1986 Psicología política, de Margaret Hermann; en 1988 Psicología política, de Seoane y Rodríguez; en 1990 la revista española Psicología Política, dirigida por Adela Garzón; en 2002 la revista Cahiers de Psychologie Politique, dirigida por Alexandre Dorna; en 2003 Psicología política, de Sears, Huddy y Jervis…

El siglo XXI encuentra a la psicología política integrando los programas académicos formales de numerosas universidades y produciendo una vasta cantidad de trabajos de investigación. Asimismo, el campo de la psicología política sigue expandiéndose en diversas direcciones, estudiando el comportamiento electoral, los fenómenos grupales y de masas, los liderazgos, la influencia de los medios de comunicación, la violencia política, la psicología del votante, la psicología del político, la comunicación política y otros temas vinculados. La psicología política es una disciplina científica, claro está. Estudia la vida política, colocando el foco sobre los procesos mentales del elector. Ilumina las zonas del cerebro activadas por los mensajes políticos y las campañas electorales. Estudia, experimenta, analiza, investiga, formula hipótesis, vuelve a experimentar, observa, saca conclusiones, vuelve a observar… La psicología política produce. Y produce mucho: artículos, libros, conferencias, cursos, seminarios… Y lleva ya unas cuantas décadas en esa tarea. Sin embargo, la inmensa mayoría de los dirigentes políticos desconoce completamente que en la psicología política pueden estar las respuestas para las preguntas que surgen en cada campaña electoral. Por otra parte, las campañas electorales se suceden en todo el mundo sin solución de continuidad. Siempre hay campañas en marcha. De hecho, la campaña política misma se hace permanente. Y los políticos, los publicistas, los consultores, los periodistas y los estrategas también producen y aportan mucho, pero la inmensa mayoría de quienes saben de psicología política se quedan en sus ámbitos académicos y no salen a la arena política. Y mientras todo ello ocurre, los partidos políticos se quedan sin comprender a sus votantes. Lo cual es lo mismo que decir que se quedan sin votos.

Seis pasos para ponerte en los zapatos de tus votantes

Los políticos suelen creer que comprenden a sus votantes, que saben ponerse en sus zapatos por su propia experiencia, porque conocen a la gente o porque siempre están en contacto con las personas. Pues no es así. Y los políticos más inteligentes perciben que no es así. Porque, en realidad, es muy soberbio creer que se conoce a los votantes sin realizar una investigación profesional sobre ellos. Ya sabes: no se trata de olfato, sino de ciencia.

Spoiler. Quienes creen comprender a sus votantes sin mayor esfuerzo generalmente son los que pierden. Los que ganan son los que estudian al electorado. Porque cuando no comprendes a tus votantes suelen suceder dos cosas:

1 Tu comunicación fracasa.

2 Pierdes la elección.

Comprender a tus votantes, entonces, es asunto de vida o muerte política. Comprenderlos es ponerte en sus zapatos, saber cómo piensan, cómo actúan y cómo sienten. Claro que no puedes leer sus mentes, pero sí puedes saber mucho más de lo que sabes. Y mucho más de lo que ellos mismos saben.

Comienza por estos seis pasos:

1. Investiga el perfil psicológico del electorado. Agrega a tu encuesta unas pocas preguntas para identificar el rasgo de personalidad dominante de cada encuestado. El cuestionario abreviado Mini-IPIP es para ello una herramienta de acceso libre y que cuenta con una fiabilidad respaldada científicamente.

2. Segmenta a los votantes en base al modelo Big Five. Clasifica a la población según el modelo de personalidad más consensuado: el Big Five (también conocido como OCEAN). Tendrás así cinco grupos de acuerdo con el rasgo predominante: extroversión, minuciosidad, apertura mental, amabilidad y neuroticismo.

3. Agrega la dimensión psicológica a tu target. Cruza los datos para definir con claridad al público objetivo de tu campaña. Tu target tiene características demográficas y políticas que habitualmente se investigan, pero además tiene características de personalidad. Y son decisivas.

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9788417845667
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