Читать книгу: «Los que vieron... y creyeron», страница 2

Шрифт:

Dios no está lejos de sus fieles

Así como él comprendía el amargo chasco de esos dos discípulos en camino a Emaús, entendía el pesar vacío de aquellas cinco mujeres de Portland, Maine. Y él no está lejos de los lectores de estas páginas que han sufrido una gran desilusión y quizás abandono.

Dios sabe cómo consolar

Aquellas primeras creyentes adventistas necesitaban ser consoladas. Estaban confundidas en cuanto a lo que parecían ser claras verdades bíblicas; la experiencia cristiana de ellas parecía ser auténtica. No habían abandonado su confianza en Dios; pero, aun así, estaban confundidas.

Esta visión les dio a esas cinco mujeres, y luego a un creciente grupo que posteriormente percibió los detalles de la visión, el consuelo intelectual y emocional de que los años de preparación para el regreso de Jesús en 1844 no habían sido desperdiciados en ardides teológicos. No habían sido engañados, solo estaban confundidos con respecto a lo que debía ocurrir el 22 de octubre. Y esta certidumbre de que el Señor los había estado guiando en su experiencia pasada los pudo ayudar a enfrentar mejor el ridículo de sus ex amigos.

Esta visión también les dio la seguridad de que, si eran fieles, un día verían a su Señor cara a cara. No importaba qué clase de dificultades pudieran surgir, si continuaban siguiendo la luz, ellos también terminarían en el mar de vidrio y caminarían por las calles de oro.

Dios sabe cómo instruir a los fieles

Durante varios años, estas cinco jóvenes habían creído que Jesús regresaría en 1843, y luego en 1844, basadas en una cuidadosa investigación bíblica. Pero, después del 22 de octubre, se habían hundido cada vez más en el desánimo porque Jesús no había venido. Su fe comenzó a vacilar, no en su experiencia cristiana sino en su confianza en el estudio de la Biblia.

Para diciembre, la mayoría de los creyentes adventistas habían abandonado su sólida creencia en que el 22 de octubre tenía importancia. En otras palabras, ellos creían que la profecía de los 2.300 días-años no había terminado; peor aún, algunos ahora creían que todo el cuadro profético había estado equivocado. Según escribió Elena en 1847: “En el momento en que tuve la visión del clamor de medianoche [diciembre de 1844], había abandonado la idea de que [el cumplimiento de la profecía] fuera en el pasado y la esperaba para el futuro, y también le pasaba lo mismo a casi todo el grupo”.3

Pero esta visión de diciembre les dio un panorama totalmente diferente a estos entristecidos creyentes adventistas. ¡Dios había estado guiando a su pueblo! El inolvidable “clamor de medianoche” del verano de 1844 ahora debía brillar como una luz sobre el sendero de quienes se dirigían gozosos hacia la Canaán celestial. La promesa: Si seguían confiando en esa luz y mantenían la vista fija en Jesús, entrarían a salvo en su recompensa.

¡Qué promesa! ¡Qué consuelo!

¿Qué nos dice esta visión a nosotros hoy?

Recuerdo el día cuando leí esta visión por primera vez. Estaba entrando en la adolescencia y me acababa de bautizar. Alguien pensó que me sería útil leer Primeros escritos. Ese sábado de tarde es tan vívido como ayer. Estaba atravesado en mi cama leyendo esas páginas asombrosas, página tras página, capítulo tras capítulo.

No supe hasta más adelante que me estaba introduciendo en el tema del gran conflicto, y de cómo piensa Dios llevar a su conclusión la historia del pecado y de este mundo. Mi lectura aquel sábado de tarde se convirtió en mis primeros pasos para captar la historia general de por qué se desarrolló el pecado y de qué manera Dios hace lo mejor de su parte para contar su versión de la historia.

“Mira un poco más arriba”

La instrucción de “mirar un poco más arriba” se convirtió en una de las frases que me ha ayudado a salir de la oscuridad y el desánimo desde entonces. Cuando las preguntas obvias parecían no tener respuestas fáciles, cuando mis amigos de confianza me decepcionaban, la voz tranquilizadora me hacía elevar la vista: “¡Mira un poco más arriba!”

“El sendero recto y angosto”

Las palabras “recto y angosto” traen a la mente las palabras de nuestro Señor en Mateo 7:13 y 14, donde nos recuerda que la vida ofrece elecciones. Tenemos un viaje que terminar, pero uno puede elegir la dirección. Todos sabemos que no transitamos automáticamente por el sendero recto y angosto. Por alguna razón, comenzamos a caminar por el sendero fácil, el camino ancho, con bastante compañía. De hecho, en realidad no sabemos que existe un camino mejor hasta que Jesús y el Espíritu Santo nos dan vuelta: el giro en U que llamamos conversión. Pero ese giro de 180 grados nos coloca en un sendero más angosto, un sendero que requiere elecciones y decisiones mientras caminamos.

Lamentablemente, algunas traducciones españolas sustituyen la palabra difícil por angosto. Jesús no se contradice a sí mismo. Cuando dice que su “yugo es fácil” y su carga es “ligera” (Mat. 11:30), nos está diciendo que el Espíritu Santo suaviza nuestro sendero, ilumina nuestra mente y potencia nuestras decisiones, y ¿qué enemigo puede igualar esa promesa? ¡La dificultad en la vida cristiana se da cuando la persona trata de andar por ambos caminos al mismo tiempo!

“La luz que brillaba tras ellos”

La referencia a la luz que brillaba tras ellos estremeció a las cinco mujeres y luego al creciente grupo de adventistas al ver la gran importancia de los acontecimientos del 22 de octubre de 1844. Sin esa “luz brillante” llamada “el clamor de medianoche”, aquellos primeros adventistas desanimados habrían cavado sus propias tumbas en desesperación. El clamor de medianoche había sido el tema de reunión durante el verano de 1844, una frase tomada de la parábola de Mateo 25. Había unido a muchos, muchos miles al centrarse en el 22 de octubre. En otras palabras, Dios estaba respaldando la confianza y el compromiso incondicional de ellos en la profecía de tiempo de Daniel 8:14. ¡Qué alivio! Qué motivo ahora para reunirse y comenzar el viaje en ese “sendero angosto”, buscando más luz a lo largo del camino.

“La vista fija en Jesús”

A los primeros adventistas no se les dio el cuadro completo de inmediato. Ese nunca ha sido el plan de Dios. A lo largo del ministerio terrenal de nuestro Señor, este guiaba a sus discípulos paso a paso: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar” (Juan 16:12). La gente no puede asimilar demasiada información o cambios simultáneamente. Pero lo que podemos hacer con toda seguridad es mantener la vista “fija en Jesús”.

Al aceptar esta sencilla instrucción, todos podemos encaminarnos por el sendero angosto. El Espíritu Santo nos conduce a diferentes velocidades, dependiendo del contexto intelectual, los hábitos sociales y las conexiones familiares. Incluso las esposas y los esposos devotos no están exactamente en el mismo lugar del sendero angosto. El secreto manifiesto es continuar leyendo la Palabra escrita, seguir relacionándose con los demás en ese sendero angosto y nunca retroceder.

“Iban seguros”

¡Preciosa promesa! Sigamos la luz que brilla a lo largo del sendero, la luz que fue afirmada en los acontecimientos de 1844, la luz de adelante que nos guía constantemente a la ciudad; ¡y estaremos seguros durante todo el camino! Quizá no vivamos lo suficiente como para entrar caminando por la puerta de la ciudad antes de descansar en la tumba, pero si hemos estado caminando constantemente en la luz brillante, ¡estamos seguros de que recibiremos la vida eterna!

La seguridad cristiana descansa en esta sencilla verdad: los que caminan en la luz que tienen, no siempre en la luz que puede estar guiando a otros, los que siempre confían y obedecen la luz, a medida que entienden cada vez más, estos tienen la tranquila fortaleza de la seguridad de la salvación.

“No tardaron algunos en cansarse”

Los primeros creyentes adventistas tenían la esperanza de que Cristo regresaría pronto. El mensaje de los últimos días para todo el mundo les fue revelado lentamente, paso a paso. Algunos no percibieron rápidamente que la calidad de la iglesia de los últimos días, como se la describe en Apocalipsis (2:17; 14:12; 19:7-9), llevaría tiempo para desarrollarse y que el desarrollo tenía que ver absolutamente con el tiempo del advenimiento. Lamentablemente, algunos realmente se cansaron, y pusieron sus esperanzas en caminos más cortos. Otros, a la larga, entendieron los planes de Dios para el tiempo del fin, juntaron fuerzas y escogieron pertenecer a los que seguían “la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Prov. 4:18). Eso es lo que ocurre cuando las personas fieles a Dios fijan la vista en Jesús.

“Negaron temerariamente la luz que brillaba tras ellos”

¿Que podría significar esto? Cualquiera que fuera la razón, algunos rechazaban el pensamiento de que Dios había estado guiando a los creyentes adventistas. Perdieron la confianza en la profecía de los 2.300 días de Daniel 8:14, y su fe ardiente se convirtió en amargura, al pensar que habían sido engañados. La luz se apagó y regresaron a los encantos que se desvanecen rápidamente en este mundo actual.

“Los impíos se enfurecieron”

La realidad se repite. Así como los primeros adventistas soportaron el ridículo y cierto grado de enojo por parte de los que rechazaban a los adventistas antes del 22 de octubre, también los adventistas de los últimos días afrontarán la misma ira al fin de la historia de este mundo, justo antes del regreso de Jesús. Esta vez la confrontación será espantosa y a nivel mundial; la única defensa de ellos serán las promesas de Jesús y la luz que los ha estado guiando. En el momento más desapacible de estos últimos días, recibirán señales celestiales de que la ayuda viene en camino. Los arcos iris, las nubes blancas, los coros angelicales: ¡todo valdrá la pena!

“Solemne silencio”

¿Podría haber un momento más cargado de sobrecogimiento en la historia del planeta Tierra? Los malvados están conmocionados y se quedan sin palabras; los justos se hacen una humilde pregunta: “¿Quién será digno?” Nadie, ni siquiera el más fiel de los creyentes, sabe si es digno de encontrarse con Jesús cara a cara. Entonces esa voz reconfortante, que han “oído” muchas veces en su caminar por el sendero angosto, les recuerda: “Bástate mi gracia”. El simple evangelio, pleno y completo, ha alcanzado su tremendo objetivo: la buena nueva del perdón y del poder finalmente los ha conducido a los pies de su amante y fiel Señor.

“Trompeta de plata”

Los primeros adventistas que escucharon esta visión revelada inmediatamente recordaron la trompeta de 1 Tesalonicenses 4, cuando las tumbas se abren y se reúnen los viejos amigos. Posiblemente hoy no existan palabras en la Tierra que puedan abarcar todo lo que los creyentes leales de todas las edades oirán, verán y pensarán. ¡Nuestra única respuesta a esta visión es reconsagrar nuestra vida para estar allí!

Durante sus setenta años de ministerio, Elena de White se refirió a la metáfora del sendero angosto al menos 135 veces. En el fragmento siguiente de una carta a un joven que estaba en peligro de desviarse del camino, Elena muestra su claridad mental y moral:

Se me han mostrado los peligros que acechan a los jóvenes. Sus corazones están llenos de altas aspiraciones y ven la carretera descendente sembrada de tentadores placeres de aspecto atractivo, pero la muerte es su final. La estrecha senda hacia la vida quizá les parezca desprovista de atractivos, llena de cardos y espinas, pero no es así. Es la senda que requiere la negación de los placeres pecaminosos; es estrecha, para que aquellos a quienes el Señor rescató puedan andar por ella. Nadie puede andar por esa senda y cargar con el fardo del orgullo, la obstinación, el engaño, la falsedad, la deshonestidad, las pasiones y las concupiscencias carnales. La senda es tan estrecha que quienes anden por ella deberán dejar esas cosas. Sin embargo, la carretera ancha y cómoda tiene la suficiente amplitud para que los pecadores viajen por ella con todas sus tendencias pecaminosas.

Joven, si rechazas a Satanás y todas sus tentaciones, podrás andar sobre las huellas del Redentor, y gozar la paz del cielo y el gozo de Cristo. La concupiscencia del pecado no traerá consigo la felicidad. Podrás engañarte y creer que eres feliz, pero no podrás conocer la verdadera felicidad. El carácter se deforma con la complacencia en el pecado. El peligro está al acecho en cada escalón que se desciende y los que podrían ayudar a los jóvenes no se dan cuenta de ello. No se manifiesta el tierno y amable interés que debiera mostrarse por los jóvenes. Muchos podrían ser protegidos de influencias pecaminosas si estuvieran rodeados de buenas amistades y escucharan palabras amables y amorosas. 4

Esta primera visión de unas dos mil que vendrían durante los siguientes setenta años fija el rumbo para millones de creyentes adventistas. Su claridad gráfica es difícil de olvidar. Nadie puede leerla cuidadosamente y alegar desconocimiento en la segunda venida.

Hoy podemos agradecer a Dios, al igual que aquellos primeros adventistas, porque él se inclina hasta los creyentes confundidos incluso de la actualidad, y enciende una luz en la senda de cada persona. Y continúa demostrándonos hoy cómo permanecer en ese sendero angosto. La luz se vuelve más fuerte y la seguridad se profundiza mientras anhelamos escuchar las trompetas y el sonido silbante de las alas de los ángeles cuando reúnan a los que estuvieron separados durante tanto tiempo, para aquel viaje a la Ciudad Santa.

1 Primeros escritos, p. 13.

2 Ibíd., pp. 14-16.

3 Carta 3, 1847.

4 Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 357, 358.

Capítulo 3
La visión más larga y esa Biblia pesada
Randolph, Massachusetts

La visión más larga de Elena de White (cuatro horas) ocurrió en 1845, un año antes de su casamiento con Jaime. Una de las acusaciones que se le hacían era que no podía tener una visión si Jaime White y Sara, hermana de Elena (ambos acompañaban a Elena en sus primeros viajes), no estuvieran presentes.

Otis Nichols, de Boston, con la esperanza de desenmascarar la acusación, “invitó a Elena y a Sara a su casa, dejando a Jaime en Portland. Entre los que se hallaban en el área de Boston que impugnaban la validez de la experiencia de Elena Harmon estaban dirigentes fanáticos, incluyendo a Sargent y a Robbins, que también sostenían que era un pecado trabajar”.

El mensaje de Sargent y Robbins a los adventistas milleritas era: “Vendan lo que tienen, y den limosnas”, queriendo decir, por supuesto, que les paguen sus gastos de mantenimiento. Sostenían que ahora estaban en el “jubileo, la tierra debía descansar y los pobres debían ser mantenidos sin trabajar”. Denunciaron las primeras visiones de Elena Harmon diciendo: “son del diablo”, porque ella había estado exponiendo los errores suyos.

Pocos días después de que Elena y Sara habían llegado a la casa de Nichols, Sargent y Robbins fueron invitados a ir y compartir estudios bíblicos, y a orar. Cuando llegaron y se enteraron de que ambas hermanas estaban en la casa, salieron a toda prisa en medio de un aluvión de excusas.

Pero, antes de irse, Nichols les dijo a ambos que Elena quería asistir a la reunión de su grupo de “No trabajar” en Boston el siguiente domingo. Cuando preguntó si los dos dirigentes tenían objeciones para oír el testimonio de ella, respondieron: “Ninguna en absoluto. Que venga el próximo domingo”.

Así que, se hicieron arreglos para que Elena y Sara Harmon asistieran a la reunión de este grupo para el domingo siguiente. “Pero la noche previa a la reunión propuesta, se le mostró en visión a Elena que esos hombres no tenían planes de encontrarse con ella; habían alertado a sus seguidores para reunirse en Randolph, veinte kilómetros al sur de Boston. En esa visión también se le dijo que debía encontrarse con este grupo en Randolph, que Dios le daría un mensaje que convencería a ‘los honestos y libres de prejuicios si sus visiones eran del Señor o de Satanás’ ”.

Cuando Elena, Sara y la familia Nichols llegaron al día siguiente a Randolph, encontraron un gran salón lleno de gente en la casa de Thayer. Elena escribió posteriormente: “Cuando entramos, Robbins y Sargent se miraron sorprendidos y comenzaron a refunfuñar. Me habían prometido que se encontrarían conmigo en Boston, pero pensaron que nos decepcionarían yendo a Randolph, y mientras nosotros estuviéramos en Boston, advertirían a los hermanos contra nosotros”.

Durante la reunión matinal, ¡“Robbins le dijo a Sarah [...] que Elena no podría tener una visión si él estaba presente”! En la reunión de la tarde, Elena tuvo la visión que supuestamente no podría haber ocurrido. Más tarde informó:

La bendición del Señor se posó sobre mí, y fui arrebatada en visión. Se me volvieron a mostrar los errores de estos hombres malvados y de otros que estaban unidos a ellos. Vi que no podrían prosperar, sus errores confundirían y distraerían; algunos serían engañados por ellos; pero que la verdad triunfaría finalmente, y el error sería abatido.

Se me mostró que ellos no eran honestos, y luego fui llevada al futuro y se me mostró que continuarían despreciando las enseñanzas del Señor, despreciando la amonestación y que serían dejados en oscuridad total, para resistir al Espíritu de Dios hasta que su capricho se hiciese manifiesto ante todos. Me fue presentada una cadena de verdad de las Escrituras, en contraste con los errores de ellos.

Cuando salí de la visión, las velas ardían. Había estado en visión casi cuatro horas.

Otis Nichols registró que cuando Elena comenzó a orar, pronto fue “arrebatada en visión... y continuó hablando en visión con una voz aguda que todos los presentes podían entender claramente, hasta alrededor de la puesta del sol”.

Es fácil comprender la consternación y la exasperación de Sargent, Robbins y los demás. ¿Cómo respondieron? Nichols dijo que estos dirigentes avergonzados “agotaron toda su influencia y sus fuerzas físicas para destruir el efecto de la visión. Se unieron para cantar en voz muy alta, y luego hablaban y leían de la Biblia alternadamente en alta voz a fin de que Elena no pudiera ser oída, hasta que se les agotó la fuerza y les temblaban las manos, de modo que no podían leer de la Biblia”.

Algunos de los seguidores de estos dirigentes humillados los reprendían, pidiéndoles que acabaran con su interferencia. Robbins respondió: “Ustedes están inclinados ante un ídolo. Están adorando a un becerro de oro”.

El señor Thayer, el dueño de casa, tuvo su propia forma de satisfacerse en cuanto a si la visión era del diablo. Había oído que al colocar una Biblia abierta sobre la persona en visión se podía detener a la gente bajo influencia satánica. Thayer le pidió a Sargent que colocara una Biblia sobre Elena, pero él se negó.

Thayer fue más allá. “Tomó una pesada y enorme Biblia familiar que estaba sobre la mesa y casi nunca se la usaba, la abrió y la colocó abierta sobre el pecho de Elena mientras esta estaba en visión, inclinada hacia atrás contra la pared en un rincón de la habitación”. Esto es lo que ocurrió a continuación:

Inmediatamente después de que la Biblia fue colocada sobre ella, se puso de pie y caminó hasta el medio de la sala, con la Biblia abierta en una mano y la levantó lo más alto que pudo, y con la vista fija mirando hacia arriba, declaró con solemnidad: “El testimonio inspirado de Dios”, o palabras de la misma importancia, y luego continuó durante mucho tiempo, mientras la Biblia era extendida en una mano y sus ojos miraban hacia arriba y no a la Biblia, dando vuelta las hojas con la otra mano y colocando el dedo sobre determinados pasajes y pronunciando correctamente las palabras con una voz solemne.

Si usted hubiese estado en esa habitación, ¿qué habría hecho? ¡Exactamente lo que muchos hicieron! ¡Se pusieron de pie y observaron aquellos textos bíblicos que Elena estaba señalando mientras mantenía la vista fija hacia arriba! Para el asombro de todos, ella citaba perfectamente esos textos.

¿Cuáles fueron algunos de esos textos? Nichols dijo que “algunos de los pasajes mencionados eran juicios contra los malvados y los blasfemos; y otras eran amonestaciones e instrucciones relacionadas con nuestra condición actual.

“En este estado continuó toda la tarde hasta casi la puesta del sol, cuando salió de la visión”.

Cuando Elena salió de la visión, Sargent, Robbins y su grupo estaban callados. Por el resto del tiempo estuvieron inquietos aunque desafiantes, y se negaban a reconocer la importancia de lo que habían experimentado.

¿Qué ocurrió con Sargent, Robbins y su grupo de “No trabajar”? Nichols informó que, pocas semanas después, Elena Harmon visitó Randolph por última vez y le dijo al grupo que mediante las visiones se había enterado de que la “maldición de Dios pronto seguiría su curso”.

¡Y así fue! En pocas semanas, el grupo se disolvió cuando algunos confesaron “actos de lo más vergonzosos” y los de corazón honesto se separaron para siempre. Unos veinte siguieron a Sargent y a Robbins, y continuaron denunciando las visiones de Elena Harmon y a los que se oponían a sus doctrinas de “No trabajar”. Un año después, incluso este grupo se desintegró, y muchos “¡se declaraban libres de todo pecado!”

Para Elena, de 18 años, era toda una responsabilidad enfrentarse con hombres tenaces, no solo de a uno por vez sino ¡con una sala llena de adultos desafiantes que la ridiculizaban! Pero, cuando una persona, sin importar la edad, ha visto la luz de la verdad, ninguna persona mala o terca puede desplazar esa luz.

¿Qué ocurrió con los pocos que se mantuvieron de parte de Elena aquel largo día observando su “visión más larga”? ¿Usted cree que alguna vez se olvidaron de Elena y de esa Biblia de entre ocho y nueve kilos sostenida en alto durante tanto tiempo? ¿O de sus descripciones perspicaces de la clase de oposición que la denunciaba a ella tan hipócritamente? ¿O su predicción enérgica de que este grupo de “No trabajar” pronto se desintegraría en sus propios pecados?

Pronto aprendieron que siempre es más seguro “cree[r] a sus profetas” (2 Crón. 20:20).

Бесплатный фрагмент закончился.

238,44 ₽
Возрастное ограничение:
0+
Объем:
151 стр. 2 иллюстрации
ISBN:
9789877983883
Издатель:
Правообладатель:
Bookwire
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

С этой книгой читают