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Una vida en relación


Foto cortesía de Martha Dionne

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El desarrollo humano en la danza de la cooperación

Somos animales sociales, quienes necesitamos unos de los otros para crecer física, emocional y espiritualmente. Cuando las comunidades nos pueden ayudar a permanecer con curiosidad y paciencia en el mágico espacio del no-saber, nos dirigen a la voz interior —una luz interior— que mora en nuestros corazones sabios.

Borysenko & Dveirin.6

Si tenemos la fortuna de llegar a viejos, probablemente habremos tenido una y otra vez la oportunidad de volver a presenciar las primeras vivencias de cooperación entre el recién nacido y su madre. Bastan unas cuantas horas de vida fuera del vientre materno para que el recién nacido empiece —poco a poco—, a participar activamente en una relación coordinada con ese primer otro; generalmente nuestra madre, al necesitar el alimento que ella nos provee. Es desde esos primeros encuentros que, sin saberlo, haciendo uso de nuestros sentidos, estábamos aprendiendo los primeros pasos de la danza de la cooperación. Maturana y Verden-Zöller hablan de un humanismo amoroso que se hace y se conserva a través de las dinámicas del amor y el juego en la intimidad de la relación madre/niño, destacando que una niñez vivida de esta manera siembra las semillas del auto-respeto y el respeto social en la vida adulta.7

Esos importantes primeros momentos de encuentro son naturalmente seguidos por múltiples, también importantes, interacciones con otros. La crianza de cualquier niño no pertenece sólo a sus padres biológicos sino a toda una comunidad. Se requiere de toda una aldea para criar a un niño —como dice el conocido proverbio africano. Necesitamos de otros para nuestro desarrollo y el de las generaciones siguientes. Es precisamente a través de la convivencia con otros, dentro y fuera de casa, en la comunidad y más tarde en el trabajo y otros espacios familiares y públicos, que vamos descubriendo y creciendo en dinámicas de relación y conexión con los demás.

¿Quién está ganando?

En algún momento durante los años de nuestra niñez, caímos en la cuenta de que no éramos el centro del universo y que la danza hermosa con nuestra mamá no era exclusiva; que aquello se había convertido en baile del pueblo con muchos invitados como papá, hermanos, primos, vecinos y otros. Cuando otro niño nos quitaba un juguete o atención, empezábamos a probar otras maneras de obtener lo que queríamos, aprendiendo así también a competir y hasta imponernos.

Las oportunidades para aprender y practicar estas diferentes formas de convivencia durante la infancia son múltiples. Más de uno seguramente podríamos recordar momentos en los que, jugando en el “sube y baja”, fuese por ser mayores o más pesados que nuestra contraparte, podíamos dominar la situación y elegir mantener al otro arriba o abajo para demostrarnos/demostrarle que éramos más grandes o más fuertes. O por citar otro juego común de competencia, hacer lo imposible por no ser quien perdiera en el juego de las sillas; lo que podía implicar empujar, jalar, o hacer tropezar a otros, con tal de tener “mi silla” cuando la música dejara de sonar.

Cualquiera podríamos pensar que nacemos deseando ganar; sin embargo, la competencia es un fenómeno aprendido... la gente no nace con la motivación de ganar o ser competitivos. Heredamos un potencial para un grado de actividad, y todos tenemos el instinto de sobrevivencia. Pero el deseo de ganar viene del entrenamiento y las influencias de la familia y el entorno.8

Muchos venimos de una educación escolar basada en la competencia donde aprendimos a ver a otras personas como oponentes, rivales. ¿Cuántas veces nos premiaron, o a otros, por haber hecho algo mejor que los demás? Cómo no sorprendernos al llegar al mundo del trabajo y que nos pidieran trabajar en equipo, compartir nuestras ideas y soluciones —y no sabemos cómo. Hoy en día, ¿cuántas veces más he repetido este juego de querer ganar?... ¿De ser reconocido como el que “sí puede”... o la que “sí sabe”?

Stuart Walker, refiriéndose a la común experiencia de competencia en el ambiente deportivo escribe: La filosofía que escuchan los atletas es que el juego es el centro, lo que importa es la participación. Pero las preguntas que escuchan son: ¿quién ganó a quién?, ¿quién recibió las medallas?... El competidor moderno siente que, para ser aprobado, admirado, respetado, tiene que ganar.9 ¿Cuántos de nosotros no hemos vivido personalmente situaciones como éstas en las que hemos hecho exactamente esas preguntas o hemos pensado que “tenemos que ganar” para sentirnos admirados o respetados?

De la revisión de 17 diferentes investigaciones, comparando situaciones de aprendizaje cooperativas versus situaciones competitivas individualistas, David y Roger Johnson concluyeron que las situaciones cooperativas de aprendizaje promueven niveles más altos de autoestima y procesos más sanos para derivar conclusiones de auto-valor. Asimismo, encontraron que la cooperación está correlacionada positivamente con numerosos índices de salud psicológica tales como madurez emocional, relaciones sociales adaptativas, fuerte identidad personal, y confianza básica y optimismo acerca de otras personas.10

Navegando en piloto automático… patrones que repetimos inconscientemente

Nuestras experiencias en la familia, y con hermanos o compañeros, independientemente de que hayan funcionado o no, influyen en las formas que tenemos de responder a situaciones nuevas y de resolver nuestras diferencias hoy en día. Trasladamos nuestra historia a los contextos en los que nos relacionamos con otros en la actualidad y tendemos a repetir patrones que aprendimos muchas veces sin siquiera darnos cuenta.

En el ámbito organizacional, por ejemplo, y otros contextos en que prevalece la rivalidad, pueden surgir en nosotros tendencias a relacionarnos con nuestros compañeros desde aquellos patrones conductuales que adquirimos a lo largo de nuestra vida. De ahí que a veces insistamos en hacer cosas que en realidad nunca han funcionado y que, más bien por hábito, hemos repetido y trasladamos a nuestras maneras actuales de interactuar como el querer ser el mejor; destacar pasando sobre los demás; sobresalir opacando al otro; guardar información relevante; poner obstáculos en el camino de otros compañeros, entre otras actitudes y comportamientos negativos que nos hacen perdernos de las oportunidades de colaboración que pueden existir en el trabajo.


Prueba esto… date cuenta cuando te estás dejando conducir por el piloto automático —como al caer en algún hábito en que de pronto te encuentras contestando, retando, criticando… Y detente... Toma unos segundos o minutos antes de tomar otro paso y cuando decidas haz algo diferente. Nota qué ocurre en ti y en otros como resultado de este cambio.

Haciendo amistad con los errores

Como han observado Johnson y Johnson, las personas que se sienten aceptadas por los demás también se sienten lo suficientemente seguras para explorar problemas más libremente, tomar riesgos, jugar con las posibilidades, y beneficiarse de los errores en lugar de soportar un clima en el cual los errores deben ser escondidos para evitar ser ridiculizados.11

Volviendo a esos primeros encuentros para alimentarnos, y al aprendizaje de actividades subsecuentes como gatear, caminar, hablar... andar en bicicleta, podemos darnos cuenta de que, en esas primeras etapas de descubrimiento y aprendizaje con otros, en espacios de cooperación, el “error” no existía, “errar” era más bien parte integral de nuestro desarrollo e indispensable para nuestro aprendizaje. Así como en nuestra adultez, de niños también hacíamos en el momento lo mejor que podíamos con lo que sabíamos o teníamos.

Si analizáramos el ejemplo concreto de aprender a andar en bicicleta... sabremos por experiencia que “errar” no era igual a lo que conocemos como “error”. Sería muy difícil, tal vez imposible, articular nuestro cuerpo para lograrlo la primera vez que tomamos la bicicleta porque exige una gran coordinación mente-cuerpo. Gracias a múltiples intentos, y seguramente después de más de una caída, lo aprendimos. Una vez aprendido, aunque lo dejemos de hacer durante muchos años, la capacidad de andar en bicicleta se queda grabada internamente y podemos volver a andar, una y otra vez. Así también, por ejemplo, “errar” en el intento de caminar no es lo mismo que lo que conocemos como “error” sino una manera acertada de aprender a caminar. De la misma manera, podemos decir que aprendimos los primeros pasos de la colaboración en nuestros primeros años, y también con más de una caída.

Colaborar es parte de nuestra naturaleza, sabemos cooperar aun cuando, por circunstancias de entornos adversos, tengamos tiempo sin practicar. A diferencia del dominio del manejo de la bicicleta, la colaboración implica la participación de personas diferentes y, por lo tanto, un continuo aprender ante las distintas circunstancias en las que nos encontremos.

Las circunstancias muchas veces nos sorprenden. Hay una escena inolvidable en la película Perfume de mujer, cuando aquel coronel ciego retirado del ejército entra a un restaurante elegante y al fondo, se escucha una orquesta tocando Tango. Entonces el coronel, percibiendo a una chica por su perfume se acerca a su mesa. Le pregunta si baila tango y ella, Donna (Gabrielle Anwar) le responde que siempre quiso aprender a hacerlo. Frank (Al Pacino), le ofrece enseñarle en ese mismo momento.


Las sensaciones originales de miedo y vulnerabilidad se esfumaron al entregarse a la danza.

A pesar de su miedo a cometer un error, Donna acepta pasar a la pista de baile ante la mirada de todos con un hombre ciego que apenas conocía. En ese momento, en la danza misma, las sensaciones originales de miedo y vulnerabilidad se esfumaron. Haciendo a un lado sus juicios y evaluaciones, se abrió a la experiencia de un tango inolvidable. Éste es un buen ejemplo de lo que puede ocurrir cuando nos damos permiso de hacer a un lado esa parte de nosotros que está más enfocada en cubrir nuestros tropiezos que en permitirnos probar y fluir con el momento presente.

Tal vez esta experiencia no es tan lejana a nuestras propias experiencias con alguna forma de baile y a nuestras sensibilidades y temores a cometer errores y ser juzgados. Cuántas veces hemos dejado de bailar, o de hablar, o de participar por ello, encerrando tras las rejas nuestra libertad y muchas veces, nuestros talentos dentro de nosotros. Este tango nos recuerda la magia de fluir con libertad. Nadie sabemos ni podemos todo. Cada uno tenemos talentos diferentes. Haciendo amistad con esto, tal vez podríamos aceptar más fácilmente nuestras limitaciones, actuar con mayor libertad, reconocer talentos en otros y compartir los nuestros. Podríamos decir que, estaríamos haciendo amistad con el presente, con los errores y con nuestras diferencias.

Lo imposible es temporal

Reconocemos que vivimos en un mundo de comparaciones y competencia en el que todos de alguna forma participamos. Con frecuencia comparamos nuestros resultados, logros, capacidades… con otros. Esta comparación muchas veces nos hace conscientes de competencias que no habíamos desarrollado y puede despertar nuestra propia inquietud para lanzarnos hacia nuevos retos y a tratar de alcanzar nuevos horizontes.

Un buen ejemplo de esto lo encontramos en el logro del corredor Británico Roger Bannister y los logros subsecuentes al suyo. Durante décadas se consideraba que el hombre no podía correr la milla en menos de cuatro minutos. Esto fue hasta que lo logró Roger Bannister con la ayuda de corredores acompañantes como marcapasos. Dos meses más tarde, durante los Commonwealth Games realizados en Vancouver, dos corredores competidores, el australiano John Landy y Bannister, corrieron la distancia de una milla en menos de cuatro minutos.

¿Qué pasa aquí? ¿Será que Landy y posteriormente otros corredores no sólo quedaron admirados del logro de Bannister, sino que cayeron en la cuenta de que no sólo era posible, sino que ellos mismos podrían aspirar a ello?

La admiración y la posterior comparación nos pueden abrir los ojos y la mente para derrumbar límites autoimpuestos, ampliar nuestras metas e impulsarnos a desarrollar las competencias para lograrlo.

Frank Carlos Camacho, CEO de Africam Safari —un conocido parque de conservación de la vida silvestre en Puebla, México— nos platicó de una frase que a lo largo de los años ha llegado a estar en el corazón del desarrollo exitoso de la empresa. Él recuerda haber escuchado de su hermana Amy —quien se hizo cargo de la empresa y también de sus hermanos al morir su padre y poco tiempo después su madre— la siguiente frase: “Lo imposible es temporal”.12

Desde los años 70 la familia Camacho empezó a construir lo que hoy es una empresa modelo llegando a ser la primera empresa en Latinoamérica en recibir la preciada acreditación del AAZA (Accreditation Association of Zoos and Aquariums) en 2007. Sólo el 10% de las empresas del ramo en el mundo han recibido esta acreditación con los estándares más altos de excelencia y compromiso en manejo de los animales, los cuidados veterinarios, ética, instalaciones, conservación, educación, seguridad y finanzas. Directivos de empresas del ramo de todo el mundo han visitado Africam Safari para conocer su exitoso modelo tan apreciado por los miles de visitantes que reciben anualmente y el espíritu que se respira en su comunidad de trabajo.

Personas como Bannister y los Camacho nos ayudan a ver lo que no hemos visto por nosotros mismos y; si tenemos la voluntad y las agallas, a ponernos en acción.

El cambio de conductas competitivas y de dominación por prácticas cooperativas depende de la voluntad de cada uno y también del cambio formal de sistemas estructurales que incitan a una u otra —en nuestras comunidades, escuelas, lugares de trabajo y por supuesto, también en nuestras familias donde con frecuencia las comparaciones provocan competencias innecesarias.


Vemos en el ejercicio de la colaboración campo fértil para el desarrollo y práctica de nuestras propias competencias y las de otros.

Vemos en el ejercicio de la colaboración campo fértil para el desarrollo y práctica de nuestras propias competencias y las de otros. Un vibrante ejemplo a nivel mundial de lo que se originó con una visión y propuesta de un cambio formal hacia prácticas cooperativas lo encontramos en la puesta en marcha del Pacto Global de la ONU que pide a las empresas adoptar, apoyar y promulgar, dentro de su esfera de influencia, un conjunto de valores fundamentales de derechos humanos, normas laborales, medio ambiente y anti-corrupción.13

En su discurso en el Foro Económico Mundial de 1999 Kofi Anan, el entonces Secretario General de la ONU, con una gran visión para buscar responder a grandes retos de la humanidad uniendo esfuerzos de esta Organización con la de empresarios, decía… Vamos a elegir unir el poder de los mercados con la fuerza de los ideales universales. Vamos a elegir reconciliar las fuerzas del emprendimiento empresarial con las necesidades de los desfavorecidos y los requisitos de las generaciones futuras.14

En respuesta a esta invitación, tan sólo unos meses más tarde, un grupo de 50 líderes de empresas de varios países participaron en una reunión en la ONU durante la que acordaron 10 principios a poner en práctica en sus empresas como respuesta a los grandes retos de la humanidad. Para el año 2004 el número de los miembros firmantes del Pacto Global aumentó a casi 1,500 empresas de 70 países. Más de 400 de ellos participaron en la reunión realizada en la ONU, donde líderes de empresas, sindicatos y la sociedad civil se encontraron para pensar colectivamente y conectarse con las innovaciones, lecciones y descubrimientos de sus propios trabajos y experiencias.15

Este esfuerzo de colaboración global con ahora más de 8,000 empresas participantes continúa. En el mes de junio de 2015, en celebración del 15 aniversario de su formación, durante la sesión de la Asamblea General de la ONU titulada El Pacto Global + 15 se presentó el estudio de los avances y aprendizajes y anunciaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible16 para los siguientes 15 años que serían firmadas por todos los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas tres meses más tarde. Así fue que el 25 de septiembre del mismo año, 196 líderes mundiales se comprometieron con los 17 Objetivos Globales para lograr tres cosas extraordinarias en los próximos 15 años: erradicar la pobreza extrema; combatir la desigualdad y la injusticia, y solucionar el cambio climático.17

Creemos que el desarrollo y bienestar humano y social a lo largo de nuestras vidas florece naturalmente en espacios de cooperación, donde como hemos visto con algunos ejemplos, lo imposible puede hacerse temporal. Por ello, los invitamos a sustituir —poco a poco, creativamente, a la medida de nuestras capacidades— aquellas prácticas propias, organizacionales y públicas que nos ponen sistemáticamente a unos en contra de otros y, en su lugar, seguir desarrollando un interés genuino por aquellas cualidades en otras personas y organizaciones que nos impulsan a ser mejores.

El desarrollo humano en la danza de la cooperación ocurre en relación. Como exploramos con más detalle a continuación, vemos en el conversar consciente —en el dar vueltas juntos— un círculo virtuoso, un camino de relación y colaboración.


Si quieres ubicar estas reflexiones en tus ambientes del día a día puedes elegir una palabra o frase de la lectura que te llame la atención. Quédate con ella unos momentos en silencio. Anótala en una tarjeta que puedes llevar contigo o en la aplicación de “Notas“ en tu teléfono móvil. Puedes leerla de vez en cuando durante el día y preguntarte ¿qué me dice en este momento de mi día? ¿A qué me invita?


Foto cortesía de Gordon Dionne

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Conversaciones conscientes

La historia de la mayoría de movimientos en pro de la organización de comunidades y de grandes cambios sociales se puede rastrear a tales conversaciones, conversaciones entre amigos y extraños quienes descubrieron un sentido compartido de lo que era importante para ellos.

Wheatley & Kellner-Rogers.18

Todo el vivir humano ocurre en redes de conversaciones.

Maturana & Dávila.19

La suma de vivencias y percepciones en conversación tienen el potencial de ampliar los limitados significados que cada uno habíamos formado antes de sentarnos a conversar.

En una ocasión mi papá me pidió que le platicara lo que hago como consultor organizacional. Después de un rato de hablar de algunas intervenciones efectuadas con organizaciones de diferentes giros me preguntó que, si yo no era experto en aquello a lo que se dedicaba cada uno, entonces ¿cómo era que yo les asesoraba? Pensé durante un momento y le contesté: “los expertos, los que saben más sobre la problemática, son ellos mismos. Son los más preparados para descubrir los caminos de solución. Yo les acompaño en esa búsqueda; en esencia les ayudo a conversar de una manera diferente”.

La palabra “conversar” viene del latín conversari, que significa “dar vueltas juntos”. Dar vueltas juntos, o diríamos, “pensar juntos”, es una experiencia rica en aprendizajes. A pesar de ser una práctica humana desde la antigüedad, no sale a la primera. Sabemos por experiencia que nuestras conversaciones no son líneas rectas, con frecuencia más bien parecen un juego de futbol soccer entre niños que apenas están aprendiendo. Patean el balón en cualquier dirección y todos corren hacia él. Cada uno quiere pegarle a la pelota y meter el gol. Los pases son poco frecuentes y accidentales.

Aunque todos participamos en conversaciones, es una realidad que aun cuando las personas podemos reunirnos en un momento con un mismo propósito, puede haber tantas maneras de ver los temas como nuestras propias historias; maneras de vivir y conversar. Nuestras conversaciones son tan multidimensionales como la diversidad de las personas con las que conversamos y en nuestras perspectivas, sentimientos, historias e interpretaciones, por lo mismo, con frecuencia nos encontramos con tropiezos que dificultan nuestro entendimiento y muchas veces nos alejan de otros. Es por ello que intencionalmente elegimos hacer hincapié en esta básica actividad humana para destacar algunas de las cualidades de conversaciones que, en lugar de alejarnos, nos acercan a la colaboración y a otros.

Recuerdo que al día siguiente de facilitar una conversación con un grupo de personas que iniciaban su maestría, un amigo me preguntaba cómo había sido la experiencia; le contesté que, aunque no conocía a ninguno de los participantes antes del evento, durante esas tres horas que pasamos conversando, rápidamente nos habíamos ido sintiendo como en casa —confiados, con libertad para exponer cada uno nuestras reflexiones, alguna que otra anécdota, así como también dudas más profundas y risas. Siendo diferentes, no estábamos alejados por ello; nos conectamos en nuestro “pensar juntos”.

Este “sentirnos como en casa” en una conversación, como en el ejemplo anterior, es una manera de expresar la experiencia de sentirse bien-venido en presencia de un ambiente de escucha apreciativa. Hemos observado que estos ingredientes son comunes en conversaciones que dejan huella y por ello los exploramos con mayor detalle a continuación.

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9786079845117
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