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La pragma-dialéctica como teoría de la argumentación

se terminó de editar en noviembre de 2020 en las oficinas de la Editorial Universidad de Guadalajara, José Bonifacio Andrada 2679, Lomas de Guevara, 44657. Guadalajara, Jalisco.


Índice

Origen de los textos

Prefacio

1. Del modelo ideal de discusión crítica al discurso argumentativo situado. La evolución paso a paso de la teoría pragma-dialéctica de la argumentación

2. La teoría pragma-dialéctica de la argumentación

3. Falacias como descarrilamientos del discurso argumentativo: aceptación basada en la comprensión y la evaluación crítica

4. El maniobrar estratégico en el discurso argumentativo de la deliberación política

Bibliografía


Origen de los textos

Capítulo 1. Escrito por el autor especialmente para Argumentación y pragma-dialéctica: estudios en honor a Frans van Eemeren, Guadalajara, Editorial Universitaria, 2015, pp. 40-64. Publicación posterior: Frans H. van Eemeren (2015). “From ideal model of critical discussion to situated argumentative discourse: The step-by-step development of the pragma-dialectical theory of argumentation.” En Reasonableness and effectiveness in argumentative discourse: Fifty contributions to the development of pragma-dialectics, pp. 127-147. Cham (Suiza): Springer.

Capítulo 2. Frans H. van Eemeren (2006). “The pragma-dialectical theory of argumentation.” En B.B. Whaley y W. Samter, (coords.), Explaining communication: Contemporary theories and exemplars, pp. 351-382. Mahwah (Estados Unidos): Lawrence Erlbaum.

Capítulo 3. Frans H. van Eemeren (2013). “Fallacies as derailments of argumentative discourse: Acceptance based on understanding and critical assessment.” Número especial de Journal of Pragmatics, 59 (B): 141-152.

Capítulo 4. Frans H. van Eemeren (2013). “Strategic maneuvering in argumentative discourse in political deliberation.” En Journal of Argumentation in Context, 2 (1): 11-32.

Prefacio

El autor de este libro es el doctor Frans H. van Eemeren, profesor emérito de la Universidad de Ámsterdam y el teórico de la argumentación más destacado del mundo. Él es, junto con el fallecido doctor Rob Grootendorst, el iniciador del programa de investigación más largo, complejo y sólido en el campo de los estudios sobre argumentación, en el que, durante poco más de cuarenta años, han colaborado decenas de investigadores. No perderé tiempo en describir este programa de investigación, ya que Van Eemeren mismo lo hará en el primer capítulo de este libro. Los cuatro capítulos que lo componen han sido tomados de un libro mucho más extenso, Argumentación y pragma-dialéctica: estudios en honor a Frans van Eemeren, publicado por esta editorial en 2015. La idea que subyace a esta selección es poner a disposición del público de habla hispana una introducción general a la pragma-dialéctica, que sea breve pero completa en el sentido de que permita ver el programa de investigación en todas sus dimensiones. El primer capítulo cuenta la historia del programa de investigación mismo; el segundo describe a detalle los componentes de la teoría básica; el tercero desarrolla la versión extendida de los errores en la argumentación, que tradicionalmente se han llamado falacias pero que en la pragma-dialéctica reciben un tratamiento fino y original. Finalmente, el capítulo cuatro es una aplicación de la teoría al caso —tan interesante en nuestros tiempos— de la deliberación política.

Los cuatro capítulos del libro han sido traducidos del inglés, lengua en la que con mayor frecuencia se publica la teoría de la argumentación en general y la pragma-dialéctica en particular. El lector tendrá seguramente interés en conocer cómo se hizo la traducción. A esta cuestión se dedica el resto de este prefacio.

El inglés de Van Eemeren es excepcionalmente claro, sencillo y directo. Es evidente que no tiene ninguna pretensión literaria, lo cual es en más de un sentido digno de agradecimiento. El autor recurre con cierta frecuencia a repeticiones de algún aspecto, a menudo elemental, de su teoría de la argumentación. Esto ofenderá el gusto estilístico de algunos y pondrá a prueba la paciencia de otros. Por mi parte, considero que Van Eemeren tiene siempre dos razones para hacerlo, ambas muy respetables. Una, y probablemente la principal, es que prefiere repetir de más que correr el riesgo de perder a su lector. Por ello, a quien considere haber entendido el punto del que se trata y no necesita que se le reitere, lo invito a que sobrevuele el pasaje sin detenerse en detalles conocidos. La segunda razón, de particular importancia en artículos publicados en diversas revistas, es mantener la coherencia del texto. Cada artículo trata, naturalmente, de algún aspecto diferente de la teoría, pero al autor le importa que se vea con claridad su vínculo con otros más elementales y lógicamente anteriores.

Dada la complejidad de la teoría, Van Eemeren ocasionalmente utiliza oraciones largas y con una estructura sintáctica compleja, en la que el número de sintagmas y cláusulas incrustadas supera al habitual. Sin embargo, nunca lo hace cuando no es necesario y muy rara vez tales oraciones resultan obscuras. En los casos en que lo parecieron, se le propusieron interpretaciones alternativas al autor, a quien se le agradece su amabilidad y su paciencia sin límites. El texto en español contiene en ese sentido ciertas mejoras respecto al original, todas ellas aprobadas por Van Eemeren. En algunos casos, sobre todo pensando en los lectores principiantes, se optó por añadir notas aclaratorias a la traducción, pero nunca sin obtener el consentimiento del autor. Todas las notas del traductor están contenidas entre corchetes, y cuando son largas van acompañadas de la leyenda “Nota del traductor”, para que no quede duda.

Por otra parte, el vocabulario que Van Eemeren utiliza es reducido y se percibe siempre un esfuerzo por no alejarse demasiado del habla cotidiana. El uso de sinónimos es parco, como debe ser en toda obra con pretensión científica. Teniendo en cuenta lo intrincado de la teoría, puede decirse que los términos técnicos son relativamente pocos y siempre se aclaran, al menos para los propósitos expresos de la exposición. Sin duda, habrá casos en los que un filósofo habría querido que se abundase y discutiese más por lo menudo; pero si se considera que en materia de conceptos nunca un filósofo ha logrado contentar por mucho tiempo a sus pares y colegas, el hecho de que haya términos cuya definición o aclaración en pragma-dialéctica (por ejemplo, el término “proposición”) no satisface los requerimientos de este gremio no debería sorprendernos ni alarmarnos ni quitarnos el sueño.

Con todo, conviene hacer algunas aclaraciones sobre ciertos términos a cuya traducción se pudieran plantear objeciones. Es bien sabido que nadie está completamente de acuerdo con ninguna traducción, y las discusiones sobre este tema son interminables y con frecuencia conducen al mal humor. Sin embargo, quisiera justificar al menos los dos términos más básicos de una teoría de la argumentación.

Se entiende que cuando alguien argumenta lo hace a favor de algo. Aquello a favor de lo que se argumenta Van Eemeren lo llama con una palabra inglesa de todos los días, standpoint. Aunque se puede argüir que debería preferirse términos del español como “posición” o —su equivalente en griego— “tesis”, me he resistido a ello por tres razones.

Las dos primeras son puramente convencionales. Una es que Van Eemeren habría podido emplear sin problema palabras del inglés como position o thesis, disponibles tanto en esa lengua como en la nuestra. Si decidió no hacerlo toca al traductor respetar esa decisión. La otra es que, en última instancia, el término standpoint se traduce directa y naturalmente como “punto de vista”.

Mi tercera razón es más substantiva. La palabra griega “tesis” —al igual que la palabra “posición” que la latiniza— es demasiado cercana a la idea de aserto o afirmación, y Van Eemeren insiste en que a veces disputamos sobre juicios de valor o propuestas prácticas (como consejos o exhortaciones) que no son afirmaciones, o al menos se puede argumentar, y de hecho se ha ­argumentado, que no lo son. Si alguien dice: “Creo que deberíamos discutirlo antes de tomar una decisión”, esto dista mucho de ser un ejemplo prototípico de lo que ordinariamente llamamos una tesis en español. Además, y dependiendo del tipo de discusión, lo que está en disputa puede ser algo muy firme y claro (una tesis en sentido estricto) o algo mucho más vago e impreciso, lo cual es harto frecuente en muchas discusiones informales y no es tan raro en las formales, como sus participantes quisieran creer. Parte del problema al que se enfrenta la pragma-dialéctica, y en todo rigor cualquier intento de producir una teoría general de la argumentación, es que, con frecuencia, las personas que discuten no tienen del todo claro lo que quieren decir, cuál es el alcance de sus afirmaciones o cuál pregunta —si es que hay alguna— están tratando de responder. En ese sentido, pienso que la frase “punto de vista” (al igual que standpoint en inglés) tiene la vaguedad requerida por los hechos observables.

Esto se ve reforzado si consideramos que en pragma-dialéctica, la argumentación arranca no del hecho de que alguien, el proponente, declare un punto de vista, sino de que haya al menos otra persona que no lo comparta, sea por tener un punto de vista diferente e incompatible, sea por no tener ninguno. A este hecho Van Eemeren lo llama, utilizando otra vez una expresión de todos los días, difference of opinion (ocasionalmente disagreement). Esta frase sólo puede traducirse como “diferencia de opinión”, y he aquí que, siendo opinion y standpoint en gran medida intercambiables en el habla ordinaria, resulta aun más problemático traducir opinion por “posición”, ya no se diga por “tesis”. En cambio, “opinión” y “punto de vista” parecen usarse de manera muy similar.

Es sabido, por otro lado, que Van Eemeren clasifica las diferencias de opinión de acuerdo con dos criterios. Si la diferencia versa sobre una sola opinión, entonces dice que es single; si versa sobre más de una opinión, entonces la llama multiple. Esta distinción se ha traducido hasta ahora mediante los adjetivos “única” y “múltiple”, y en este libro también se traduce así. En cambio, si la diferencia es tal que tanto el proponente como el oponente sostienen opiniones encontradas, entonces Van Eemeren dice que es mixed; y la llama unmixed cuando el oponente no tiene una opinión propia sobre el asunto, sino que simplemente declara que no comparte la que el proponente ha expresado. Aquí se ha establecido en las traducciones al español la oposición entre “­mixta” y “no mixta” (o “no-mixta”), y por esa razón la sigo, si bien es probable que “bilateral” (o incluso “multilateral” para discusiones con más de dos interlocutores) en oposición a “unilateral” podrían ser términos que expresen mejor la idea que se tiene en mente.

Ahora bien: si standpoint indica aquello a favor de lo cual alguien argumenta, tenemos que para la argumentación misma hay una serie de palabras y frases que conviene comentar, así sea brevemente. En primer lugar tenemos las palabras argument y argumentation, las cuales deben traducirse, respectivamente, como “argumento” y “argumentación”. En general, hay una presunción de que la segunda designa el acto de argumentar, mientras que la primera el producto de ese acto. Creo que Van Eemeren es bastante consistente en su uso; pero si el lector pensase que en algún punto no lo fuera, no es el papel del traductor ocultar el hecho.

Más complicado es el problema de traducir frases formadas por un sustantivo modificado, sea por una de estas dos palabras, sea por el adjetivo argumentative. Parto de que este último es un derivado de argumentation, de forma que el adjetivo “argumentativo” está asociado al sustantivo “argumentación”. De esa manera, argumentation structure y argumentation stage son paralelas a argumentative move, y aunque traduzco las dos primeras como “estructura de la argumentación” y “etapa de la argumentación”, mientras que traduzco la tercera como “jugada argumentativa”, las tres pertenecen al mismo nivel: el del acto de argumentar. Una jugada argumentativa es, en efecto, una jugada hecha dentro de una argumentación.

En cambio, la frase argument scheme la traduzco por “esquema argumental”, utilizando un adjetivo aún no ­completamente asentado en el uso de nuestra lengua, pero que resulta fácil asociar al sustantivo “argumento”, de manera análoga a como el adjetivo “argumentativo” queda asociado al sustantivo “argumentación”. Y es que los esquemas argumentales son algo así como el pariente pobre de las formas lógicas. Son el intento propio a la teoría de la argumentación (o a la lógica informal o incluso al pensamiento crítico) de encontrar algún aspecto formal, esquemático o estructural que sea relevante para juzgar la validez o corrección de un argumento.

Hasta aquí, los términos elementales de la pragma-dialéctica. Se podrían comentar muchas otras decisiones que tomé a la hora de traducir, pero sería un ejercicio demasiado largo y tedioso. Sólo espero haber logrado un texto inteligible para el lector común y sobre todo para el estudiante que empieza a conocer esta teoría y a quien se le dificulta consultar los originales.

Fernando Leal Carretero

Ajijic, 6 de mayo de 2020

1. Del modelo ideal de discusión crítica al discurso argumentativo situado. La evolución paso a paso de la teoría pragma-dialéctica de la argumentación

1. Introducción

Comencé a desarrollar la teoría pragma-dialéctica de la argumentación, junto con Rob Grotendorst, en la Universidad de Ámsterdam en la década de 1970. Nuestro interés primario era proporcionar herramientas adecuadas para incrementar la calidad del modo en que las personas justifican sus puntos de vista, así como analizar y revisar críticamente las justificaciones de los puntos de vista con que se enfrentan al comunicarse con los demás. Debido a la importancia de tales justificaciones respecto a lo que la gente cree, con quién se asocia y las cosas que hace, considerábamos que la argumentación tiene un gran significado intelectual, social y práctico. Por ello, una reflexión sistemática sobre las herramientas que permiten una producción, análisis y evaluación adecuados de la argumentación nos parecía crucial.

Pensábamos que desarrollar una teoría plena de la argumentación requería un enfoque multidisciplinario y, eventualmente (habiéndola establecido), interdisciplinario, basado en conocimientos tomados de la filosofía y la lógica, lo mismo que de la lingüística y el análisis del discurso, los estudios sobre comunicación y la psicología.1 Desde que preparamos nuestro primer manual, que daba un panorama de los diversos tipos de contribución teórica para el estudio de la argumentación,2 habíamos aprendido que en la construcción de semejante teoría global podíamos apoyarnos en los hombros de predecesores eminentes, tales como Aristóteles, Arne Naess, Rupert Crawshay-Williams y Charles Hamblin. Decidimos sacar provecho de una reflexión crítica cuidadosa sobre las propuestas teóricas hechas por ellos, desde el modelo de Toulmin y la nueva retórica hasta la dialéctica formal. Pronto descubrimos que se ganaría más al discutir con teóricos de la argumentación procedentes de las diversas comunidades de estudiosos en las que emergieron nuevas propuestas en la década de 1980, como la tradición estadounidense de ­estudios sobre comunicación y retórica y la comunidad de lógica informal predominantemente canadiense.

Nuestro plan maestro de desarrollar un acercamiento teórico a la argumentación implicaba avanzar paso a paso del diseño de un modelo abstracto de discurso argumentativo normativamente ideal, al estudio de los intrincados detalles de la amplia variedad de prácticas que constituyen la realidad argumentativa. Partiendo de lo más básico y luego haciendo nuestras propuestas más y más inclusivas de manera sistemática, planeamos elaborar la teoría pragma-dialéctica. Es característico del enfoque pragma-dialéctico que la argumentación se considere como dirigida a resolver una diferencia de opinión sobre la sola base de los méritos de los argumentos ofrecidos por medio de intercambios críticos de actos verbales (u otros actos comunicativos en el caso de la comunicación no verbal).3 Se estudia tanto desde una perspectiva comunicativa, inspirada por ideas pragmáticas provenientes de la teoría de actos verbales y el análisis del discurso, como desde una perspectiva crítica, inspirada por ideas dialécticas provenientes del racionalismo crítico y la lógica dialógica (Van Eemeren y Grootendorst, 1984, 2004).

En la teoría pragma-dialéctica, el tratamiento de la argumentación como proceso y como producto se unifican mediante un enfoque procedimental al discurso argumentativo.4 Simultáneamente, se conecta de manera sistemática el compromiso con una descripción empíricamente adecuada con una postura crítica hacia las prácticas argumentativas, es decir se lleva a cabo un programa de investigación que integra ideas descriptivas e ideas normativas.5 En ­consecuencia, el enfoque pragma-dialéctico sobre la argumentación difiere fundamentalmente no sólo de los enfoques lógicos, formales e informales, que se concentran primariamente en el ­tratamiento normativo de problemas de razonamiento, sino también de los enfoques, primariamente descriptivos y explicativos, del discurso argumentativo por el que optan los estudios sobre comunicación, la retórica y la lingüística. Aunque la mayoría de estos enfoques ofrecen resultados similares a los que hemos desarrollado en la pragma-dialéctica, también tienen importantes limitaciones que la pragma-dialéctica busca remediar.6

Este capítulo, que ha sido escrito especialmente a manera de introducción para el libro del que forma parte, se basa en reflexiones que hice como parte de preparar un estudio al que titulo The Making of Pragma-Dialectics [Cómo se hizo la pragma-dialéctica o bien La hechura o confección de la pragma-dialéctica]. Proporciona una visión de conjunto de algunas fases cruciales en el desarrollo de la teoría pragma-dialéctica de la argumentación y explica su ordenamiento. Como he dicho, el punto de partida es el nivel abstracto propio de un modelo ideal de cómo se conduce una discusión crítica, y desde allí la teorización se va aproximando poco a poco a las complejidades del discurso ­argumentativo situado que vemos en las prácticas argumentativas reales. En la sección 2 esbozo la teoría pragma-dialéctica estándar, con el modelo y las reglas de la discusión crítica, todo lo cual representa la teoría “estándar” sobre la que se basan desarrollos ulteriores. En la sección 3 describo investigaciones ulteriores cuyo fin es consolidar la teoría estándar e indico cuáles son las contribuciones que hicieron. En la sección 4 presento la teoría pragma-dialéctica “extendida” en la que se introduce la noción crucial de maniobrar estratégicamente y explico por qué esta extensión era vital para el desarrollo ulterior de la pragma-dialéctica. En la sección 5 discuto el trasfondo teórico de la investigación empírica de carácter experimental que se ha hecho sobre efectividad razonable, la cual conecta con la pragma-dialéctica extendida.7 En la sección 6 aclaro cómo es que el tratamiento teórico del maniobrar estratégico se completó al tomar en cuenta los contextos institucionalmente convencionalizados en los que tiene lugar el discurso argumentativo. En la sección 7 elucido la atención especial que la investigación en pragma-dialéctica ha prestado al discurso argumentativo que tiene lugar en tipos de actividad comunicativa que pertenecen a los dominios legal, político, médico y académico.

2. La teoría pragma-dialéctica estándar

A fin de tener mayor claridad sobre lo que implica ver el discurso argumentativo como dirigido a resolver una diferencia de opinión con base en los méritos de los argumentos presentados, Rob Grootendorst y yo desarrollamos un modelo ideal de discusión crítica (Van Eemeren y Grootendorst, 1984; Van Eemeren et al., 2014, p. 527-533). En una discusión crítica las partes intentan alcanzar acuerdo sobre lo aceptable de un punto de vista en disputa viendo si se sostiene frente a dudas críticas y otras objeciones y tomando en cuenta ciertos puntos de partida mutuamente aceptables.8 Resolver una diferencia de opinión con base en los méritos de los argumentos no solamente requiere que se ofrezca argumentación, sino también que se hagan otras jugadas argumentativas tales como presentar un punto de vista y puntos de partida. En el modelo especificamos las diversas etapas que han de distinguirse en el proceso resolutorio y los actos verbales que constituyen las jugadas argumentativas que son instrumentales en cada una de dichas etapas.

El modelo pragma-dialéctico de discusión crítica cumple funciones heurísticas y analíticas a la hora de manejar problemas de interpretación que pueden surgir cuando uno se ocupa del discurso argumentativo. Indica qué hay que buscar cuando se reconstruye el discurso argumentativo desde una perspectiva atenta a la resolución y cuál es la manera más apropiada de analizar tal discurso. El modelo también cumple una función crítica proporcionando, a través de las reglas de discusión crítica propuesta por Grootendorst y por mí, un conjunto coherente de normas para determinar en qué puntos una jugada argumentativa se desvía del curso que conduce a resolver una diferencia de opinión sobre la sola base de argumentos. Como resultado de sus funciones heurística, analítica y crítica, el modelo pragma-dialéctico de discusión crítica constituye una base adecuada para desarrollar lineamientos prácticos para un mejoramiento metódico de la calidad de las prácticas argumentativas.

Una discusión crítica abarca las cuatro etapas por las que debe atravesar un discurso argumentativo para resolver una diferencia de opinión. En primer lugar está la etapa de confrontación, en la que se expresa la diferencia de opinión. En segundo lugar está la etapa de apertura, en la que se establecen los puntos de vista formales y materiales de la discusión. En tercer lugar está la etapa de argumentación, en la que se presentan argumentos para responder a las (presuntas) críticas. En cuarto lugar está la etapa de conclusión, en la que se determina el resultado de la discusión.

En la teoría pragma-dialéctica los criterios de razonabilidad que autorizan la realización de actos verbales en cada una de las cuatro etapas los hemos descrito como reglas para una discusión crítica (Van Eemeren y Grootendorst, 2004, pp. 135-157). Juntas, tales reglas constituyen un procedimiento dialéctico para realizar actos verbales en discursos argumentativos. Para resolver una diferencia de opinión con base en los méritos de los argumentos presentados, los actos verbales realizados por el protagonista y el antagonista del punto de vista en disputa deben satisfacer en cada etapa todas las reglas. Cualquier violación de cualquiera de las reglas por cualquiera de las partes en cualquier etapa de la discusión frustra u obstaculiza el proceso de resolver una diferencia de opinión con base en los argumentos. Grootendorst y yo propusimos, por tanto, que toda jugada argumentativa en la que esto ocurre debe considerarse una “falacia” en este sentido.9 Para propósitos prácticos “tradujimos” las reglas de discusión crítica, motivadas por la teoría, y por tanto más bien técnicas, en un mayormente manejable “código de conducta” para discutidores razonables (Van Eemeren y Grootendorst, 2004, pp. 123-157).

En el desarrollo de la dimensión dialéctica del modelo de discusión crítica y el código de conducta para discutidores razonables nos inspiraron las ideas del racionalismo crítico propuestas por Karl Popper (1963, 1972) y más particularmente por Hans Albert (1975). La lógica dialógica de la Escuela de Erlangen y la dialéctica formal de Else Barth y Erik Krabbe nos estimularon para dar substancia a esta dimensión mediante un ­procedimiento ­dialéctico de reglas de discusión crítica. La dimensión pragmática que distingue nuestro enfoque claramente de otros enfoques dialécticos se conformó con base en (nuestras versiones corregidas de) ideas de la “filosofía del lenguaje ordinario” y el análisis del discurso, en particular las relacionadas con la teoría de actos verbales de John Searle (1969, 1979) y la lógica de la conversación de Paul Grice (1975, 1978, 1981; reimpresos ahora en Grice, 1989). Nuestro tratamiento de las falacias como violaciones de reglas propias de las diversas etapas de una discusión crítica constituye una respuesta constructiva al desafío planteado por las devastadoras críticas de Charles Hamblin (1970) al “tratamiento lógico estándar” de las falacias.10

3. Consolidación de la teoría estándar

Por considerarse evidentes por sí mismas, y a veces por razones menos honorables, hay ciertos elementos indispensables del proceso resolutorio que en el discurso argumentativo suelen dejarse sin expresar: la definición de la diferencia de opinión, los puntos de vista procedimentales y materiales, las relaciones entre los diferentes argumentos ofrecidos en defensa de un punto de vista (es decir, la estructura de la argumentación) y la manera en que se supone que cada uno de tales argumentos apoya el punto de vista en disputa (es decir, los esquemas argumentales). Más particularmente, en una argumentación que a primera vista es parte de un monólogo, algunos de estos elementos se suelen ocultar en el discurso y necesitan recobrarse mediante un análisis reconstructivo en que el modelo de discusión crítica sirve como herramienta heurística y analítica. En esta ­empresa el modelo constituye una “plantilla” que puede servir como punto de referencia y asegura que el discurso se reconstruya en términos de jugadas argumentativas relevantes para resolver una diferencia de opinión con base en los méritos de los argumentos presentados. Esta reconstrucción ha de desembocar en una “sinopsis analítica” que destaca aquellos, y sólo aquellos, elementos en el discurso que sean pertinentes para una evaluación crítica.

Como aclaré una vez que se completó la teoría estándar, una reconstrucción pragma-dialéctica del discurso argumentativo puede tener lugar llevando a cabo diversos tipos de transformaciones reconstructivas (Van Eemeren, 1986).11 La sinopsis analítica que se logra al llevar a cabo tales transformaciones necesita rastrear todas las etapas de discusión, recapitular la diferencia de opinión en disputa, identificar las posiciones de los participantes así como las premisas procedimentales y materiales que sirven como puntos de partida de la discusión, dar una visión de conjunto de los argumentos y críticas explícita o implícitamente presentados por las partes, indicar cuáles esquemas argumentales se usan y qué estructura de la argumentación se ha desplegado, y reportar cuál es, de acuerdo con los participantes, el resultado de la discusión. Para que un analista pueda obtener este resultado, necesitamos desarrollar las herramientas analíticas requeridas, tales como un método para hacer explícitas las premisas ­inexpresas, así como tipologías de las estructuras de argumentación y los esquemas argumentales. Esto fue lo que hicimos en nuestra monografía Argumentation, Communication, and Fallacies (Van Eemeren y Grootendorst, 1992).12

Entre las herramientas analíticas desarrolladas en pragma-dialéctica para reconstruir el discurso argumentativo en términos del modelo de una discusión crítica están las reglas de comunicación (Van Eemeren y Grootendorst, 1992, pp. 49-52). Estas reglas se basan en integrar, por un lado, una versión corregida de las condiciones de Searle para la feliz realización de actos verbales en la comunicación y, por otro lado, una versión corregida de las máximas de Grice para la conducción de interacciones verbales. En aquellos casos donde podemos asumir que los principios generales de comunicación e interacción no se han abandonado, el analista ha de empeñarse —al igual que hacen los escuchas o lectores ordinarios— por reconstruir los actos verbales implícitos en los que estas reglas parecen violarse, y ha de hacerlo de forma que se ponga remedio a tal violación y haya acuerdo entre el acto verbal reconstruido y todas las reglas de comunicación. Si seguimos ese procedimiento, entonces podemos reconstruir los actos verbales indirectos y las premisas inexpresas que parecieran violar las reglas de comunicación cuando se interpretan literalmente las enunciaciones que transmiten aquellos y estas (Van Eemeren y Grootendorst, 1992, pp. 52-59; 60-72).

Para rastrear la conexión de la pragma-dialéctica con la realidad argumentativa se requiere de investigación empírica. La investigación empírica cualitativa realizada hasta hoy se ha ­enfocado primariamente en la manera en que las jugadas argumentativas que son relevantes para una discusión crítica se manifiestan en la realidad argumentativa, así como en las claves que el modo de presentación revela para su reconstrucción (Van Eemeren et al., 1993). Para mejorar nuestra comprensión pragmática en torno a cómo cumplir el requerimiento de que la reconstrucción de jugadas argumentativas esté de acuerdo con los compromisos que pueden atribuirse a los argumentadores involucrados sobre la base de sus contribuciones al discurso, también llevamos a cabo investigación empírica cualitativa acerca de la manera en que se conduce el discurso argumentativo oral y escrito en prácticas argumentativas específicas. Fue por ejemplo revelada la existencia de un patrón estándar de confrontación; Rob Grootendorst, Sally Jackson, Scott Jacobs y yo mostramos que esta investigación nos permite hacer afirmaciones teóricamente pertinentes y empíricamente fundadas sobre el contenido, función y estructura de intercambios argumentativos (Van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs, 1993).

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9786075479026
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