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Читать книгу: «Retrato de la Lozana Andaluza», страница 12

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MAMOTRETO XLVIII

Cómo vinieron diez cortesanas á se afeitar, y lo que pasaron, y despues otras dos casadas sus amigas, camiseras.

Dorotea. Señora Lozana, más cara sois vos de haber, que la muerte cuando es deseada, mirá cuántas venimos á serviros, porque vos no os dexais ver despues que os enriquecistes, y habemos de comer y dormir todas con vos.

Loz. Sea norabuena, que cuando amanece, para todo el mundo amanece, ¿quién diria de no á tales convidadas? por mi vida, que se os parece que estais pellejadas de mano de otrie que de la Lozana, así lo quiero yo, que me conozcais, que pagais á otrie bien por mal pelar; por vida de Rampin, que no tengo de perdonar á hija de madre, sino que me quiero bien pagar. Mirá qué ceja ésta, no hay pelo con pelo, y quien gastó tal ceja como ésta, por vida del Rey, que merecia una cuchillada por la cara, porque otra vuelta mirase lo que hacia, mirá si hubiera un mes que yo estuviera en la cama, cuando en quince dias os han puesto del lodo; y vos, señora, ¿qué paño es ese que teneis? ésa agua fuerte y soliman crudo fué, y vuestra prima ¿qué es aquello que todos los cabellos se le salen? la Judía anda por aquí, no me curo, que por eso se dice á rio vuelto ganancia de pescadores; vení acá vos, ¿qué manos son ésas? entrá allá, y dáme aquel botecillo de oro, y manos eran éstas para dexar gastar, tomá y teneldo hasta mañana, y veréis qué manos sacaréis; el domingo, si estuviera aquí mi criado, enviaré á comprar ciertas cosas para vosotras, mas torná por aquí, que yo lo enviaré á comprar si me dexais dineros, que á deciros la verdad, éstos que me habeis dado bien los he ganado, y áun es poco, que cuando os afeito cada sábado me dais un julio y agora merecia dos, por haber emendado lo que las otras os gastaron.

Teresa Narbaez. Mirá bien y contá mejor, que no hay entre todas nosotras quien os haya dado ménos de dos.

Loz. Bien, mas no contais vosotras lo que yo he puesto de mi casa, á vos aceite de adormideras y ólio de almendras amargas perfectísimo, y á ella unto de culebra, y á cada una segund vi que tenía menester; por mi honra que quiero que las que yo afeito vayan por todo el mundo sin vergüenza y sean miradas; por el siglo de vuestro padre, señora Dorotea, ¿qué os parece qué cara llevan todas? y á vos cómo se os ha pasado el fuego que traiades en la cara con el ólio de calabaza que yo os puse; id en buen hora, que no quiero para con vosotras estar en un ducado, que otro dia lo ganaré que vernés mejor apercebidas.

Narbaez. ¡Oh qué cara! ¿es éste diablo? ésta y nunca más, si las jodías me pelan por medio carlin, ¿por qué ésta ha de comer de mi sudor? pues ántes de un año Teresa Narbaez quiere saber más que no ella.

Loz. ¿Quién son estas que vienen á la romanesca, que ya acá vienen?

Leonor. Abrí, puta vieja, que á saco os tenemos de dar, ¿paréceos bien que há un mes que no visitais á vuestras amigas? en puntos estamos de daros de masculillo, ¡hay qué gorda está esta putana! bien parece que come y bebe y triunfa, y tiene quien bien la cabalgue para el otro mundo.

Loz. Tomá una higa, porque no me ahojeis, ¿qué viento fué este que por acá os echó? mañana queria ir á Pozoblanco á veros.

Leon. Mirá, hermana, tenemos de ir á unas bodas de la hija de Paniagua con el Izquierdo, y no valemos nada sin tí, tú has de poner aquí toda tu ciencia, y más que no puedo comportar á mi marido los sobacos, dame cualque menjunge que le ponga, y vézanos á mí y á esta mi prima como nos rapemos los pendejos, que nuestros maridos lo quieren ansí, que no quieren que parezcamos á las romanas que jamas se los rapan, y págate á tu modo, ves aquí cinco julios, y despues te enviarémos el resto.

Loz. Las romanas tienen razon, que no hay en el mundo mujeres tan castas ni tan honestas; andá, quitá allá vuestros julios, que no quiero de vosotras nada, enviá á comprar lo que es necesario, y dexá poner á mí el trabajo.

Leon. Pues sea ansí, enviemos á vuestro mozo que lo compre.

Loz. Bien será menester otro julio, que no se lo darán ménos de seis.

Leon. Tomá, veis ahí, vaya presto.

Loz. ¿Cómo estais por allá? por acá muy ruinmente lo pasamos, por mí lo digo que no gano nada, mejor fuera que me casára.

Leon. ¡Ay, señora, no lo digais, que sois reina ansí como estais! ¿sabeis que decia mi señor padre? en requia sea su alma, que la mujer que sabía texer era esclava á su marido, y quel marido no la habia de tener sujeta sino en la cama, y con esto nos queremos ir, que es tarde, y el Señor os dé salud á vos y á Rampin, y os lo dexe ver Barrachel de campaña, Amén.

Loz. Ansí veais de lo que más quereis, que si no fuera aquella desgracia quel otro dia le vino, ya fuera él alcalde de la hermandad de Belitre, y si soy viva el año que viene, yo lo haré porqueron de Bacano, que no le falta ánimo y manera para ser eso y más; andad sanas y encomendáme toda la ralea.

MAMOTRETO XLIX

Cómo vinieron á llamar á la Lozana que fuese á ver un gentil-hombre nuevamente venido, que estaba malo, y dice ella entre sí, por las que se partieron:

Loz. Yo doy munchas gracias á Dios porque me formó en Córdoba más que en otra tierra, y me hizo mujer sabida y no bestia, y de nacion española y no de otra; miraldas cuáles van despues de la Ceca y la Meca y la Valdandorra, por eso se dice, sea marido aunque sea de palo, que por ruin que sea es marido; éstas están ricas, y no tienen sus maridos, salvo el uno una pluma y el otro una aguja, y trabajar de dia y de noche, porque se den sus mujeres buen tiempo, y ellos trampear, y de una aguja hacer tres y ellas al reves; yo me recuerdo haber oido en Levante á los christianos de la cintura, que contaban cómo los moros reprendian á los christianos en tres cosas: la primera que sabian escrebir y daban dineros á notarios y á quien escribiese sus secretos, y la otra que daban á guardar sus dineros y hacian ricos á los cambiadores, la otra, que hacian fiesta la tercera parte del año, las cuales son para hacer al hombre siempre en pobreza, y enriquecer á otrie que se rie de gozar lo ajeno, y no me curo, porque, como dicen, no hay cosa nueva debaxo del sol; querria poder lo que quiero, pero como dixo Séneca, gracias hago á este señal que me dió mi fortuna, que me costriñe á no poder lo que no debo de querer, porque de otra manera yo haria que me mirasen con ojos de alinde.

Ramp. ¿Qué haceis? mirá que os llama un mozo de un novicio bisoño.

Loz. Vení arriba, mi alma, ¿qué buscais?

Herjeto. Señora, á vuestra merced, porque su fama vuela.

Loz. ¿De qué modo, por vida de quien bien quereis? que vos nunca lo hecistes sosegadamente, que el aire os lo da, y si no os diese cien besos en esos ojos negros, mi rey, decíme y ¿quién os dixo mal de mí?

Herj. Señora, en España nos dixeron mill bienes de vuestra merced, y en la nao unas mujeres que tornan acá con unas niñas que quedan en Civita Vieja, y ellas rezan á las niñas vuestro nombre, porque si se perdieren, que vengan á vos, porque no tienen otro mamparo y vienen á ver el año santo, que segun dicen han visto dos, y con éste serán tres, y creo que esperan el otro por tornar contentas.

Loz. Deben de ser mis amigas, y por eso saben que mi casa es alhóndiga para servirlas, y habrán dicho su bondad.

Herj. Señora Lozana, mi amo viene de camino y no está bueno, él os ruega que le vais á ver, que es hombre que pagará cualquier servicio que vuestra merced le hiciere.

Loz. Vamos, mi amor, á vos, digo, Rampin, no os partais, que habeis de dar aquellos trapos á la galan portuguesa.

Ramp. Sí haré, vení presto.

Loz. Mi amor, ¿dó posais?

Herj. Señora, hasta agora yo y mi amo habemos posado en la posada del señor don Diego ó Santiago á dormir solamente, y comer en la posada de Bartolero, que siempre salimos sospirando de sus manos; pero tienen esto, que siempre sirven bien, y allí es otro estudio de Salamanca, y otra Sapiencia de París, y otras Gradas de Sevilla, y otra Lonja de Valencia, y otro Drageto ó Rialto en Venecia, y otra barbería de cada tierra, y otro Chorrillo de Nápoles, que más nuevas se cuentan allí que en ninguna parte destas que he dicho, por munchas que se digan en Bancos. En fin, hemos tenido una vita dulcedo, y agora mi amo está aquí en casa de una que creo que tiene bulda firmada de la Cancillería de Valladolid, para decir mentiras y loarse, y decir que fué y que fué, y voto á Dios que se podia decir de quince años como Elena.

Loz. ¿Y á qué es venido vuestro amo á esta tierra?

Herj. Señora, por corona; decíme, señora, ¿quién es aquella galan portuguesa que vos dexistes?

Loz. Fué una mujer que mandaba en la mar y en la tierra, y señoreó á Nápoles, tiempo del gran Capitan, y tuvo dineros más que no quiso, y vesla allí asentada demandando limosna á los que pasan.

Herj. Aquélla el temor me pone á mí, cuanto más á las que ansí viven, y mirá, señora Lozana, como dicen en latin: Non proposuerunt Deum ante conspectum suum, que quiere decir que no pusieron á Dios las tales delante á sus ojos, y nótelo vuestra merced esto.

Loz. Sí haré, entremos presto, que tengo que hacer. ¿Aquí posais casa desa puta vieja, lengua doca?

Herj. Doña Ines, zagala como espada del Cornadillo.

Loz. Ésta sacó de pila á la doncella Teodor.

MAMOTRETO L

Cómo la Lozana va á ver este gentil-hombre, y dice subiendo:

Loz. Más sabe quien muncho anda que quien muncho vive, porque quien muncho vive, cada dia oye cosas nuevas, y quien muncho anda, ve lo que ha de oir; ¿es aquí la estancia?

Herj. Señora, sí, entrá en aquella cámara, que está mi amo en el lecho.

Loz. Señor mio, no conociéndoos quise venir, por ver gente de mi tierra.

Trujillo. Señora Lozana, vuestra merced me perdone, que yo habia de ir á homillarme delante de vuestra real persona, y la pasion corporal es tanta, que puedo decir que es interlineal, y por esto me atreví á suplicalla me visitase malo porque yo la visite á ella cuando sea bueno, y con su visitacion sane. Va tú, compra confites para esta señora.

Loz. Nunca en tal me vi, mas veré en qué paran estas longuerías castellanas.

Truj. Señora, alléguese acá, y contalle he mi mal.

Loz. Diga, señor, y en lo que dixere veré su mal, aunque debe ser luengo.

Truj. Señora, más es ancho que luengo, yo, señora, oí decir que vuestra casa era aduana, y para despachar mi mercadancia, quiero ponella en vuestras manos para que entre esas señoras vuestras contemporáneas me hagais conocer para desempachar y hacer mis hechos, y como yo, señora, no estó bueno munchos dias há, habeis de saber que tengo lo mío tamaño, y despues que venistes se me ha alargado dos ó tres dedos.

Loz. En boca de un perro, señor; si el mal que vos teneis es natural no hay ensalme para él, mas si es accidental, ya se remediará.

Truj. Señora, querría aduanallo por no perdello, meté la mano, y veréis si hay remedio.

Loz. ¡Ay triste! ¿de verdad teneis esto malo? y cómo está valiente.

Truj. Señora, yo he oido que teneis vos muy lindo lo vuestro, y quiérolo ver por sanar.

Loz. Mis pecados me metieron aquí; señor, si con vello entendeis sanar, veislo aquí, mas á mí porque vine, y á vos por cuerdo, nos habian descobar.

Truj. Señora, no hay que escobetear, que mi huéspeda escobeteó esta mañana mi ropa, lléguese vuestra merced acá, que se vean bien, porque el mio es tuerto y se despereza.

Loz. Bien se ven si quieren.

Truj. Señora, bésense.

Loz. Basta haberse visto.

Truj. Señora, los tocos y el tacto es el que sana, que así lo dixo Santa Nefixa, la que murió de amor suave.

MAMOTRETO LI

Cómo se fué la Lozana corrida, y decia muy enojada:

Loz. Esta venida á ver este guillote me porná escarmiento para cuanto viviere, nunca más perro á molino, porque era más el miedo que tenía que no el gozo que hube, que no osaba ni sabía á qué parte me echase, éste fué el mayor aprieto que en mi vida pasé, no queria que se supiese por mi honra, y dicen que vienen de España muy groseros, á la fe éste más supo que yo; es trujillano, por eso dicen perusino en Italia, y trujillano en España á todas naciones engaña, este majadero ha querido descargar en mí por no pagar pontaje, y veréis que á todas hará desta manera, y á ninguna pagará, yo callaré por amor del tiempo; la vejez de la pimienta le venga, engañó á la Lozana, como que fuera yo Santa Nefixa, que daba á todos de cabalgar en limosna, pues no lo supiera ansí hordir Hernan Centeno, si yo esto no lo platicase con alguno, no sería ni valdria nada si no lo celebrásemos al dios de la risa, porque yo sola me sonrio toda de cómo me tomó á manos, y mirá que si yo entendiera á su criado, bien claro me lo dixo, que bien mirado, ¿qué me podia á mí dar uno que es estado en la posada del señor don Diego, sino fruta de hospital pobre? en fin, la codicia rompe el saco, otro dia no me engañaré, aunque bien me supo, más quisiera comer semejante bocado en placer y en gasajo; Pedro de Hurdemalas no supiera mejor enredar como ha hecho este bellacazo, desflorador de coños, las paredes me metió adentro. Ansí me vea yo gran señora, que pensé que tenía mal en lo suyo, y dixe, aquí mi ducadillo no me puede faltar, y él pensaba en otro; no me curo, que en ál va el engaño, pues me quedan las paredes enhiestas, quiero pensar qué diré á mi criado para que mire por él, mas no lo vi vestido, ¿qué señas daré dél? salvo que á él le sobra en la cara lo que á mí me falta.

Ramp. Caminá, que es venida madona Divicia, que viene de la feria de Requenate, y trae tantos cuchillos, que es una cosa de ver.

Loz. ¿Qué los quiere hacer?

Ramp. Dice que grátis se los dieron, y grátis los quiere dar.

Loz. Veis aquí, lo que con unos se pierde con otros se gana.

MAMOTRETO LII

Cómo la Lozana encontró, ántes que entrase en su casa, con un vagamundo, llamado Sagüeso, el cual tenía por oficio jugar y cabalgar de balde, y dice:

Sagüeso. Si como yo tengo á Celidonia la del vulgo de mi mano, tuviese á esta traidora colmena de putas, yo sería duque del todo, mas aquel acemilon de su criado es causa que pierda yo y otros tales el susidio desta alcatara de putas y alcancía de bobas y alambique de cortesanas. Juro á Dios que la tengo de hacer dar á los leones, que quiero decir que Celidonia sabe más que no ella, y es más rica y vale más, aunque no es maestra de enxambres.

Loz. ¿Dónde is vos por aquí? ¿hay algo que malsinar ó que baratar? ya es muerto el duque Valentin, que mantenia los haraganes y vagamundos.

Sag. Señora Lozana, siempre lo tovistes de decir lo que quereis; es porque demostrais el amor que teneis á los vuestros servidores, máxime á quien os desea servir hasta la muerte. Vengo, que me arrastran estas cejas.

Loz. Agora te creo ménos, yo deseo ver dos cosas en Roma ántes que muera, y la una es que los amigos fuesen amigos en la prosperidad y en la adversidad, y la otra, que la caridad sea exercitada, y no oficiada, porque, como veis, va en oficio y no en exercicio, y nunca se ve sino escrita ó pintada, ó por oidas.

Sag. En eso y en todo teneis razon; mas ya me parece que la señora Celidonia os sobrepuja casi en el todo, porque en el vulgo no hay casa tan frecuentada como la suya, y está rica, que no sabe lo que tiene, que ayer solamente, porque hizo vender un sueño á uno, le dieron de corretaje cuatro ducados.

Loz. ¿Sabes con que me consuelo? con lo que dixo Rampin, mi criado, que en dinero y en riquezas me pueden llevar, mas no en linaje ni en sangre.

Sag. Voto á mí, que teneis razon; mas para saber lo cierto, será menester sangrar á todas dos, para ver cuál es mejor sangre, pero una cosa veo, que tiene gran fama, que dicen que no es nacida ni nacerá quien se la pueda comparar á la Celidonia, porque Celestina la sacó de pila.

Loz. Deso me querria yo reir, de la puta cari-acuchillada en la cuna, que no me fuese á mí tributaria la puta vieja otogenaria; será menester hacer con ella como hicieron los romanos con el pópulo de Hierusalem.

Sag. ¿Qué, por vuestra vida, señora Lozana?

Loz. Cuando los romanos vencieron y señorearon toda la tierra de Levante, ordenaron que en señal de tributo, les enviasen doce hijos primogénitos, los cuales, viniendo muy adornados de joyas y vestidos, traian sus banderas en las manos, y por armas un letrero que decia en latin: Quis major unquam Israel, y ansí lo cantaban los niños hierosolimitanos, los romanos, como sintieran la cancion, hicieron salir sus niños vestidos á la antigua, y con las banderas del Senado en las manos, y como los romanos no tenian sino una † blanca en campo roxo, que Constantino les dió por armas, hacen poner debaxo de la † una S. y una P. y una R., de manera que, como ellos decian, ¿quién fué jamas mayor que el pueblo israelítico? estotros les respondieron con sus armas, diciendo: Senatus Populusque Romanus; ansí que, como vos decís, que quién se halla mayor que la Celidonia, yo digo: Lozana y Rampin en Roma.

Sag. Por vida del gran maestro de Ródas, que me convideis á comer sólo por estar debaxo de vuestra bandera.

Loz. ¿Por qué no? entrá en vuestra casa y mia, y de todos los buenos, que más ventura teneis que seso, pero entrá cantando: ¿Quién mayor que la Celidonia? Lozana y Rampin en Roma.

Sag. Soy contento, y áun bailar como oso en colmenar, alojado á discrecion.

Loz. Calla, loco, caxcos de agua, que está arriba madona Divicia, y alojarás tu caballo.

Sag. Beso las manos de sus alfardillas, que, voto á Dios, que os arrastra la caridad como gramalla de luto.

Loz. Y á tí la ventura, que naciste de pié.

Sag. Voto á mí que nací con lo mio delante.

Loz. Bien se te parece en ese remolino, cierra la puerta y sube pasico, y ten discrecion.

Sag. Así goce yo de vos, que esta mañana me la hallé, que me sobra y se me cae á pedazos.

MAMOTRETO LIII

Lo que pasan entre todos tres, y dice la Lozana á Divicia.

Loz. Ay cómo vienes fresca puta, haste dado solacio y buen tiempo por allá, ¿y los dientes de plata? ¿qué son dellos?

Divicia. Aquí los traigo en la bolsa que me hicieron éstos de hueso de ciervo, y son mejores, que como con ellos.

Loz. ¡Por la luz de Dios, que se te parece la feria! ¿chamelotes son ésos y qué?

Div. Mira, hermana, más es el deseo que traigo de verte, que cuanto gané; siéntate y comamos, que por el camino coheché estas dos liebres; dime, hermana, ¿quién es este que sube?

Loz. Un hombre de bien, que comerá con nosotras.

Sag. Esté norabuena esta galan compañía.

Loz. Mira, Sagüeso, qué pierna de puta y vieja.

Div. Está quéda, puta Lozana, que no lo conozco, y quieres que me vea.

Loz. Mira qué ombligo, por el siglo de tu padre, que se lo beses; mira qué duro tiene el vientre.

Sag. Como hierba de cien hojas.

Loz. Mira si son sesenta años éstos.

Div. Por cierto que paso, que cuando vino el rey Carlo á Nápoles, que comenzó el mal incurable el año de mil y cuatrocientos y ochenta y ocho, vine yo á Italia, y agora estoy consumida del cabalgar, que jamas tengo ya de salir de Roma sino para mi tierra.

Loz. Anda, puta refata; ¿agora quieres ir á tu tierra á que te digan puta jubilada, y no querrán que traigas mantillo? si no vernia, gózate, puta, que agora viene lo mejor, y no seas tú como la otra, que decia despues de cuarenta años que habia estado á la mancebía: si de aquí salgo con mi honra, nunca más al burdel, que ya estoy harta.

Sag. Agora está vuestra merced en el adolescencia, que es cuando apuntan las barbas, que en vuestra puericia otrie gozó de vos, y agora vos de nos.

Div. ¡Ay, señor, que tres enfermedades que tuve siendo niña me desmedraron! porque en Medina ni en Búrgos no habia quien se me comparase, pues en Zaragoza más ganaba yo que puta que fuese en aquel tiempo, que por excelencia me llevaron al publique de Valencia, y allí combatieron por mí cuatro rufianes y fuí libre, y desde entónces tomé reputacion, y si hubiese guardado lo ganado, ternía más riquezas que Feliciana.

Sag. Harta riqueza teneis, señora, en estar sana.

Loz. Yo queria saber cuánto há que no comí salmorejo mejor hecho.

Sag. De tal mano está hecho, y por Dios, que no me querria morir hasta que comiese de su mano una capirotada ó una lebrada, aunque en esta tierra no se toma sabor ni en el comer ni en el hoder, que en mi tierra es más dulce que el cantar de la serena.

Div. Pues yo os convido para mañana.

Sag. Mi sueño ensuelto.

Loz. ¿Quiéreslo vender?

Sag. No, voto á Dios.

Loz. Guarda, que tengo buena mano, que el otro dia vino aquí un escobador de palacio, y dixo que soñó que era muerto un canónigo de su tierra, y estaba allí un solicitador, y hice yo que se lo comprase, y que le dixese el nombre del canónigo que soñó, y fué el solicitador, y demandó este canonigado, y diéronselo, y á cabo de quince dias vino el aviso al escobador, y teníalo ya el otro y quedóse con él, y yo con una caparela.

Sag. Dexáme beber, y despues hablarémos.

Loz. Siéntate para beber, que te temblarán las manos.

Sag. ¿Y deso viene el temblar de las manos? no lo sabía; y cuando tiembla la cabeza ¿de qué viene?

Loz. Eso viene de hacer aquella cosa en pié.

Sag. ¡Oh, pese á tal! ¿y si no puede habello el hombre de otra manera?

Loz. Dime, Sagüeso, ¿por qué no estás con un amo, que te haria bien?

Sag. ¿Qué mejor amo que tenellos á todos por señores, y á vos y á las putas por amas, que me den leche, y yo á ellas suero? yo, señora Lozana, soy gallego, y criado en Mogollon, y quiero que me sirvan á mí, y no servir á quien cuando esté enfermo me envie al hospital, que yo me sé ir sin que me envien; yo tengo en Roma sesenta canavarios por amigos, que es revolucion por dos meses.

Loz. Mira cómo se te durmió Divicia encima de la pierna.

Sag. Mira la mano dó la tiene.

Loz. Fuésele ahí, es señal que te quiere bien, tómala tú, y llévala á esotra cámara y échala sobre el lecho, que su usanza es dormir sobre el pasto; espera, te ayudaré yo, que pesa.

Sag. ¡Oh pese á mí, que no me la llevaré espetada por más pesada que sea, cuanto más que estoy tan usado, que se me antoja que no pesa nada! ¿cómo haré, señora Lozana, que me duermo todo? ¿quereis que me éntre en vuestra cámara?

Loz. Échate cabe ella, que no se espantará.

Sag. Mirá que me llameis, porque tengo de ir á nadar, que tengo apostado que paso dos veces el rio sin descansar.

Loz. Mira no te ahogues, que este Tíber es carnicero como Tórmes, y paréceme que tiene éste más razon que no el otro.

Sag. ¿Por qué éste más que los otros?

Loz. Has de saber que esta agua que viene por aquí era partida en munchas partes, y el emperador Temperio quiso juntarla y que viniese toda junta, y por más excelencia quiso hacer que jamas no se perdiese ni faltase tan excelente agua á tan magnífica cibdad, y hizo hacer un canal de piedras y plomo debaxo á modo de artesa, y hizo que de milla á milla pusiesen una piedra, escrito de letras de oro su nombre, Temperio, y andaban dos mil hombres en la labor cada dia; y como los arquimaestros fueron á la fin que llegaban á Ostia Tiberina, ántes que acabasen vinieron que querian ser pagados. El Emperador mandó que trabajasen sin entrar en la mar, ellos no querian, porque si acababan, dubitaban lo que les vino, y demandaron que les diese su hijo primogénito, llamado Tiberio, de edad de diez y ocho años, porque de otra manera no les parecia estar seguros, el Emperador se lo dió, y por otra parte mandó soltar las aguas, y ansí el agua con su ímpetu los ahogó á maestros y laborantes y al hijo, y por esto dicen que es y tiene razon de ser carnicero Tíber á Tiberio, por eso guárdate de nadar, no pagues la manifatura.

Sag. Eso que está escrito, no creo que lo leyese ningun poeta, sino vos, que sabeis lo que está en las honduras, y Lebrixa lo que está en las alturas, excepto lo que estaba escrito en la fuerte peña de Mártos, y no alcanzo á saber el nombre de la cibdad que fué allí edificada por Hércules, sacrificando al dios Marte, y de allí le quedó el nombre Mártos á Marte fortísimo. Es esta peña hecha como un huevo, que ni tiene principio ni fin, tiene medio como el planeta que se le atribuye estar en medio del cielo, y señorear la tierra, como al presente, que no reina otro planeta en la Italia; mas vos, que sabeis, decidme qué hay debaxo de aquella peña tan fuerte.

Loz. En torno della te diré que no hay cosa mala de cuantas Dios crió sobre la tierra, porque en todas las otras tierras hay en partes lo que allí hay junto, como podrás ver, si vas allá, que es buena tierra para forasteros como Roma.

Sag. Todo me duermo, perdóname.

Loz. Guarda, no retoces esa rapaceja.

Sag. ¡Cómo duerme su antigüedad!

Loz. Quiero entender en hacer aguas y olios, porque mañana no me darán hado ni vado, que se casan ocho putas, y Madona Septuaginta querrá que yo no me parta della para decille lo que tiene de hacer; ya es tarde, quiero llamar aquel caxca-frenos, porque, como dicen, al bueno porque te honre, y á este tal porque no me deshonre, que es un atreguado y se sale con todo cuanto hace, ya me parece que los siento hablar.

Div. ¡Ay Sagüeso! ¿qué me has hecho, que dormia?

Sag. De la cintura arriba dormiades, que estábades quieta.

Div. La usanza es casi ley, soy usada á mover las partes inferiores en sintiendo una pulga.

Sag. ¡Oh, pese al verdugo! ¿y arcando con las nalgas oxeais las pulgas?

Div. Si lo que me heciste durmiendo me quieres reiterar, yo te daré un par de cuchillos que en tu vida los viste tan lindos.

Sag. Sé que no só dacero, mostrá los cuchillos.

Div. Velos aquí, y si tú quieres, en tanto que no tienes amo vén, que yo te haré triunfar, y mira por mí, y yo por lo que tú has menester.

Sag. ¿Os contento donde os llego? no será hombre que así os dé en lo vivo como yo; quedá norabuena. Señora Lozana, ¿mandais en qué os sirva?

Loz. Que no nos olvideis.

Div. No hará, que yo le haré venir aunque esté en cabo del mundo.

Loz. Siéntate, puta hechicera, que más verná por comer que por todos tus encantes.

Возрастное ограничение:
12+
Дата выхода на Литрес:
11 августа 2017
Объем:
230 стр. 1 иллюстрация
Правообладатель:
Public Domain

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