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Aunque en la creación de la Junta Central del Tesoro Artístico desempeñó un papel fundamental el activista comunista, cartelista y fotomontador valenciano Josep Renau, nombrado director general de Bellas Artes en septiembre de 1936, su presidencia recayó, sin embargo, en el pintor Timoteo Pérez Rubio quien se rodeó de un equipo de colaboradores formado por los pintores Ramón Stolz Viciano y Julio Prieto Nespereira y el arquitecto José Lino Vaamonde, que se encargó de la selección de las obras a evacuar, la realización de exámenes y elaboración de fichas e informes, la preparación de las obras y embalajes de transporte, la búsqueda de camiones en el frente de batalla, la entrega y colocación de las obras en depósitos provisionales y su instalación definitiva. Se tomó la decisión acertada de trasladar la mayor parte de la obra pictórica de la principal pinacoteca española a depósitos más seguros y acondicionados para su conservación en Valencia que disponía de una gran infraestructura artística y personal especializada. Se hizo cargo de ello la sección valenciana de artes plásticas de la Alianza de Intelectuales en Defensa de la Cultura formada principalmente por artistas locales. Debido al avance de las tropas nacionales en marzo de 1938 y el inminente corte de comunicaciones entre Valencia y Cataluña, se ordenó el traslado de las obras depositadas en diversos edificios monumentales de Valencia a castillos, fortalezas y depósitos de las poblaciones catalanas de Peralada y Darnius y, finalmente, a la minas de talco de La Vajol en el Alto Ampurdán (Girona), donde quedaron enterradas a 250 metros de profundidad. Fue entonces, al anochecer del 3 de febrero de 1939, cuando se firmó en el castillo de Sant Ferrán de Figueres el denominado “Acuerdo de Figueres” por Julio Álvarez del Vayo, responsable del traslado y Jaujard actuando como testigos MacLaren, Marín y Pérez Rubio.

Durante estos días la aviación enemiga bombardeó reiteradamente la ciudad de Lleida y algunas explosiones se produjeron cerca de la mina. La evacuación de las obras de arte se inició aquella misma noche y finalizó el 9, con la interrupción de los días 6 y 7, debido al bombardeo que arreció sobre la zona. Los camiones empezaron a salir por la noche para evitar ser localizados por la aviación enemiga y por tortuosos caminos forestales embarrados, para sortear la saturación de refugiados a pie y vehículos en las carreteras, se dirigieron muy lentamente a los pasos hacinados de refugiados de Le Perthus, Cerbére y Les Illes, lo que provocó que algunos se averiasen y otros quedasen atravesados o hundidos en el lodazal del camino por lo que se requirió la ayuda de algunos refugiados anónimos que no dudaron en empujar a los vehículos enterrados.


Convoy de la Junta se dirige hacia la frontera francesa.

Por supuesto se trató de un hecho puntual y en definitiva casi anecdótico que nunca llegó a figurar en la intrahistoria de esta expedición cuyos momentos fundamentales se desarrolló en los despachos y no en las agrestes carreteras pirenaicas, así que nunca fue descrita en los tratados de historia del arte ni suscitó ningún tipo de comentario al no proporcionar información relevante. Lo paradójico de este episodio desconocido fue que todos aquellos refugiados desconocidos que prestaron su ayuda y su fuerza física para desatascar los camiones tenían muy claro la importancia de aquel valiosísimo cargamento que transportaban y, a pesar de su cansancio y menguadas fuerzas, colaboraron con los soldados y técnicos que acompañaban a la expedición. Se puede decir que aquello fue la última proeza de envergadura protagonizado por gentes humildes e ignorantes del pueblo llano en el terreno de la defensa del patrimonio artístico español proclamando que no era tan bárbaro como los nacionales trataban de imponer a la opinión pública internacional.

Finalmente, el 12 de febrero los camiones con su valioso cargamento de obras de arte consiguieron llegar a la estación de Perpiñán donde esperaba un tren especial protegido por un destacamento de gendarmes franceses que partió hacia Ginebra llegando a su destino al anochecer del día siguiente. La aduana suiza pudo registrar, antes de su depósito en el Palacio de las Naciones, el total del cargamento de 1.868 cajas y un peso de 139.890 kilógramos. Se hizo cargo un Comité Internacional presidido conjuntamente por el Patronato de Museos Nacionales franceses, la National Gallery y la Tate Gallery de Londres, del Museo Metropolitano de Arte, así como otros museos belgas, holandeses y suizos. A causa de una reclamación del muralista catalán Josep María Sert a los altos mandatarios de la Sociedad de Naciones las obras se reintegraron el 30 de abril finalmente al Gobierno de Burgos que autorizó en agradecimiento al Museo de Arte e Historia de la ciudad exponer a partir del 1 de junio las 174 obras maestras que ocuparon un total de quince salas y en las que figuraba obras de Velázquez, El Greco, Goya, Rubens, Van Dyck provenientes del Museo del Prado, Academia de San Fernando, Palacio Real, El Escorial, el Hospital de la Caridad de Illescas y otras colecciones particulares.


Cartel anunciador de la Exposición de Obras Maestras del Museo del Prado en Ginebra.

Tras la inauguración de esta muestra se inició la repatriación del resto de obras que no iban a exponerse en Ginebra lo que permitió, a su llegada a Madrid, montar una segunda exposición en el Museo del Prado promovida por el entonces actual director Álvarez de Sotomayor, quien pronunció un discurso denunciando el rescate del tesoro robado por los “rojos” y omitiendo la intervención que estos tuvieron en el salvamento de las grandes obras maestras del tesoro artístico español. Curiosamente en sus palabras silenció el papel desempeñado por los delegados franquistas José María Sert y Eugenio d’Ors en las negociaciones con los representantes republicanos encaminadas a conseguir la repatriación de las obras.

Finalmente, el largo viaje de las obras maestras exhibidas en Ginebra culminó el 9 de septiembre de 1939 al regresar en un tren con vagones especiales las obras a Madrid justo una semana después de que Alemania invadiera Polonia y diese comienzo la II Guerra Mundial.


Helios Gómez. “Evacuación”, 1937. Óleo.

Las víctimas del holocausto artístico republicano

Como no podía ser de otra manera aquella oleada de artistas refugiados en su precipitada huida a Francia iban a tener sus propias víctimas debido sobre todo a las inclemencias del tiempo, las dificultades del viaje, las enfermedades, el frío y el hambre y también a los ametrallamientos y bombardeos regulares de la aviación enemiga. De pronto surgían de entre las nubes los siniestros Stukas Hs 123, Savoias, Heinkel o los Messerrschmitt 109 que no reparaban en las largas filas de militares derrotados, paisanos y toda clase de vehículos de transporte.

Uno de los fallecidos cuando dirigía la construcción de trincheras defensivas en el frente de Lleida, fue el arquitecto y diseñador catalán Josep Torres i Clavé, quien antes del conflicto había sido uno de los más relevantes integrantes de las vanguardias artísticas y sociales españolas, introductor del Movimiento Moderno y autor de obras emblemáticas de la modernidad. Nacido en Barcelona, 1906. Estudió en la Escuela de Arquitectura de su ciudad y muy pronto se integró en los grupos de arquitectos renovadores catalanes empeñados en promover el estilo racionalista en la arquitectura española, difundir los principios del movimiento moderno y fue uno los creadores del Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea (GATEPAC). Miembro de la Secretaría Técnica de la Agrupación Colectiva de Construcción de Barcelona, la empresa colectivizada más importante de Cataluña en número de trabajadores y del Comité de la Comisión Mixta de la Administración y del Control de la Propiedad Urbana, organismo encargado de la gestión de la municipalización de las propiedades urbanas. En 1936 fundó junto a otros arquitectos el Sindicat d’Arquitectes de Catalunya y militó en las filas del PSUC. Al estallar la guerra se adhirió a la causa republicana siendo militarizado y destinado como oficial responsable a la construcción de blocaos, búnkeres y refugiados en diversos frentes. Falleció durante un bombardeo en 1939, mientras construía trincheras en el frente de Els Omellons Lleida.

De la misma manera murió el pintor setabense Rafael Perales Tortosa cuando, formando parte de una de estas columnas, trató de cruzar por un paso fronterizo a Francia huyendo de la represión franquista. Nacido en Xàtiva (Valencia), en 1908. Desde muy temprana edad sintió la vocación artística por lo que sus padres lo enviaron al taller del maestro local José Cachano, fundador del Museo Municipal de su ciudad. Se trasladó luego a Valencia donde cursó estudios en su Escuela de Bellas Artes de San Carlos obteniendo las máximas calificaciones y más tarde viajó a Madrid para ampliar conocimientos en su Escuela de San Fernando. Ganó la Oposición de Profesor de Dibujo y fue destinado al Instituto de Villanueva de Geltrú donde celebró su primera muestra en solitario y le sorprendió el inicio de la sublevación militar del 18 de julio de 1936. Apoyó la causa republicana y al término de la guerra, ante el temor de ser represaliado por su ideología republicana, decidió pasar a Francia donde murió a causa de un ataque aéreo de la aviación enemiga, una circunstancia trágica que durante muchos años se mantuvo oculta. Entre sus obras más importantes figuraba su famoso “Gladiator”, lienzo de grandes dimensiones que consiguió una beca de la Diputación de Valencia, resuelto con una técnica rigurosa y clasicista. También cultivó el retrato, el paisaje costumbrista y los interiores, destacando su obra “Academia de Cachano”, donde plasmó algunos de sus condiscípulos de juventud.

A causa de los bombardeos de la aviación nacional también falleció cerca de la localidad catalana de Figueras, Fe Sanz, la esposa del pintor y cartelista murciano Ramón Gaya Pomés, cuando formando parte de una columna de refugiados trataba de alcanzar la frontera. Se enteró de su muerte al poco de abandonar el campo de concentración francés y sumido en la desesperación decidió abandonar el país y embarcar con destino a México donde residió catorce años y realizó gran parte de su obra, en especial sus célebres “Homenajes”, una continua referencia a los clásicos españoles.

Pero lo peor estaba por llegar, cuando algunos de ellos fallecieron por agotamiento o enfermedades, primero en los campos de refugiados franceses y más tarde, al ser capturados por los alemanes, en los de exterminio nazis y obligados a realizar extenuantes trabajos forzados. A causa de una tuberculosis pulmonar contraída cuando combatía en la guerra española, agravada por las difíciles condiciones de vida como cautivo republicano en el campo de Septfonds, falleció en 1941, a los 34 años, en el hospital de Montauban, el pintor, muralista y dibujante catalán Buenaventura Trepat Samarra, quien alcanzó una gran popularidad por haber sido el autor de varios cuadros de temática religiosa y murales decorativos para diversas iglesias y capillas de la población. Durante el conflicto participó en tareas de propaganda bélica hasta que fue movilizado, combatiendo en diversos frentes y con el derrumbe del frente de Cataluña pasó la frontera, siendo capturado por las tropas móviles senegalesas y enviado en febrero de ese año al campo de Judes, en las cercanías de Septfonds, en la región de Tarnet-Garonne. Mantuvo durante su reclusión una gran amistad con los pintores Josep Ponti i Musté y Salvado, colaboró con ellos con el resto de sus compañeros en labores de la decoración del barracón, participando en talleres de manualidades, impartiendo clases de dibujo y realizando numerosos retratos, caricaturas y bocetos sobre la vida cotidiana de los refugiados en el campo. Por su condición de pintor muralista el abate Desseaux, cura de San Blas, le encargó la decoración de su iglesia de estilo románico situada en el centro de la población. Con su compañero Martí-Aleu pintó en la nave de la iglesia, un mural de más de veinte metros de largo por uno de ancho, titulado “Le Chemin de Croix”, lo que le permitió abandonar momentáneamente el campo de concentración y, sobre todo, la oportunidad de gozar de una gran libertad de movimiento, con lo que se incorporó como un vecino más a la vida ciudadana, aunque su estado físico se iba deteriorando cada vez más por la tuberculosis que arrastraba provocada por las privaciones pasadas desde que cruzó la frontera francesa huyendo de los nacionales. Poco después le encargaron ejecutar otros frescos del mismo estilo en diversas parroquias de la región, una actividad que tuvo que interrumpir al empeorar la dolencia pulmonar que arrastraba. Pese a los cuidados médicos que recibió pudo superar su enfermedad, falleciendo en el cercano hospital de Montauban, siendo enterrado en el cementerio de esta población.


El pintor Bonaventura Trepat Samarra.

Algo similar le sucedió al abogado, periodista, tratadista de arte y académico de Bellas Artes valenciano Fernando Llorca Die, muerto a los sesenta y cinco años al poco de llegar al campo de Auterive-sur-l’Ariege, debido al cansancio físico, las malas condiciones higiénicas y el hambre. Nació en Valencia, en 1872. Al mismo tiempo que cursaba los estudios superiores de abogacía en la Universidad de Valencia se le despertó su vocación literaria y periodística que le llevó a colaborar en el diario El Pueblo, de donde pasó a trabajar con Francisco Peris Mencheta, primero en Madrid en su agencia periodística y poco después en Sevilla dirigiendo El Noticiario Sevillano. Fue redactor de El Liberal de Madrid hasta que el escritor Vicente Blasco Ibáñez le encargó la gerencia de La Editorial Española y Americana. Contrajo matrimonio con la hija de éste, Libertad Blasco Ibáñez, afincándose en Valencia en 1910 donde se hizo cargo de la dirección de la editorial Prometeo. Impartió clases en la Universidad de Valencia y fue director de número del Centro de Cultura Valenciana y colaborador de “Archivo del Arte Valenciano”. Académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, académico de número y bibliotecario de la Real Academia de Bellas Artes y delegado de Bellas Artes de la provincia de Valencia. En la guerra abrazó la causa republicana y obtuvo diversos altos cargos en el gobierno republicano. Al término de la contienda civil se trasladó con su familia a Barcelona y posteriormente cruzó la frontera y se estableció en Toulouse. Arrestado por la policía lo confinó en el campo de concentración de Auterive-sur-l’Ariege, donde falleció.

Igualmente murió en un hospital de la capital francesa debido a una tuberculosis pulmonar contraída en la guerra civil el pintor, ilustrador y dibujante Juan José Luis González Bernal, el creador aragonés más decididamente surrealista. Nacido en Zaragoza, el 30 de marzo de 1908. Se formó en la Escuela de Artes y Oficios y trabajó un tiempo como joyero. A finales de los años veinte entró en contacto con Tomás Seral y realizó varias portadas de libros. Posteriormente se trasladó a Barcelona, donde estudió pintura y colaboró en la decoración del Pabellón de Metalurgia de la Exposición Universal de 1929, y ese mismo año se trasladó a París donde mantuvo contactos con la vanguardia surrealista y entabló una gran amistad con el cineasta Luis Buñuel y expuso en el “Salón des Surindependents”. A su vuelta a España, en 1932 se estableció definitivamente en París, y en 1934 expuso en la galería Jacques Bonjean, y participó en 1936 en el certamen de Arte español contemporáneo de París y en la Bienal de Venecia. Al estallar la guerra civil regresó a España para apoyar al gobierno republicano y combatir contra los rebeldes en las filas anarquistas, pero debido a una tuberculosis que arrastraba se vio obligado a mantenerse en la retaguardia. Una fallida intervención quirúrgica en Barcelona le agravó el neumotórax que padecía por lo que por seguridad fue trasladado a su domicilio de París donde permaneció activo un breve tiempo trabajando en la Oficina de Propaganda y Turismo de la República española. A pesar de los tratamientos médicos la enfermedad empeoró falleciendo en un hospital de esta ciudad el 18 de noviembre de 1939, con tan sólo 31 años de edad.

A consecuencia de las enfermedades, el maltrato y los padecimientos físicos murió en un campo de concentración francés el poeta, profesor y crítico de arte gallego Juan González del Valle, que había sido director de la revista coruñesa vanguardista Alfar considerada cuna de vanguardismo e introductora del nuevo surrealismo en España. Surgió en 1923 en la Coruña como Boletín de la Casa América-Galicia y pronto adquirió prestigio como revista de difusión intelectual y de la renovación artística. Destacó como poeta y fue Catedrático de Literatura Española de Instituto. Al estallar la guerra civil se adhirió al bando republicano y a su término cruzó la frontera siendo detenido por la gendarmería y recluido en un campo de concentración donde falleció poco después.

El pintor masón santanderino Ricardo Bernardo López, que se había exiliado a Francia en 1937 al producirse la victoria nacional en el frente del norte, falleció en 1940, a los cuarenta y tres años, en un hospital de Marsella. Nacido el 17 de julio de 1897 en Solares (Cantabria), pronto se le despertó su vocación pictórica. En 1910, tras conseguir una beca de la Diputación de Cantabria, ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando donde fue alumno del valenciano Muñoz Degraín y se dio a conocer en una muestra en solitario que celebró en 1918 en el Ateneo y posteriormente lo hizo en una colectiva junto a Solana, Flavio San Román y otros. Concurrió a la Exposición del Ateneo de Madrid que ese año se celebró en Santander y el 23 octubre de 1919 expuso por segunda vez en solitario en el Ateneo. El 23 de mayo de 1920 viajó a París con una beca de la Diputación de Santander con el ánimo de entrar en contacto con las nuevas tendencias pictóricas que en aquel tiempo pasaban necesariamente por la capital francesa y tras una breve estancia que aprovechó para visitar sus museos y los estudios de otros artistas regresó en 1921 a España y se aisló en su estudio de Ibio. Marchó más tarde a Cuba donde instaló su estudio y expuso en La Habana regresando en 1924 a España. Concurrió en diversos salones de Madrid, como en la Exposición de Artistas Ibéricos; en Santander en el Ateneo, en la Nacional de Bellas Artes. El 14 de agosto de 1930 se afilió al Partido Republicano Radical Socialista con el carnet número 1, en 1931 participó activamente en la campaña de las municipales que provocaría la caída de la monarquía y promulgación de la II República Española y en noviembre ingresó, con el sobrenombre “Rousseau”, en una fraternidad masónica. Al producirse el pronunciamiento militar del 18 de julio apoyó al gobierno republicano, en el diciembre se trasladó a Celorio y en junio de 1937 regresó a Santander y, ante el avance de los sublevados, el 9 de agosto embarcó con su familia con destino a Francia, desembarcando en Bayona e instalándose en Bon Encontre para posteriormente mudarse a Agen. Los siguientes años, hasta su prematura muerte, los pasó trasladándose de un sitio a otro, intentando vivir de su pintura y carteándose con otros exiliados. A finales de octubre de 1940 viajó a Marsella donde enfermó de hemiplejía siendo ingresado en el hospital donde falleció el 12 de noviembre de ese año.

Entre los prisioneros republicanos gaseados en los campos de exterminio nazi se encontraba el maestro, escritor, periodista y crítico de arte oscense José Sampériz Janín, quien durante la guerra apoyó al gobierno republicano actuando como comisario político y miliciano de Cultura en la 43 División que combatía en el Pirineo aragonés. Tras la derrota republicana en 1939 pasó a Francia siendo capturado por la gendarmería y enviado al campo de Barcarès y posteriormente al de Saint Cyprien, donde permaneció hasta su alistamiento el 22 de diciembre, en la 118º Compañía de Trabajadores Extranjeros destinada a realizar tareas de fortificación en la Línea Maginot. Tras la invasión alemana fue hecho prisionero por la Wehrmacht en Dunkerque los primeros días de 1940 y enviado inicialmente como prisionero de guerra al Stalag VIII, situado en Sagan (Polonia) y, más tarde, al Stalag XII D de Treves, de donde fue deportado por ferrocarril al campo de concentración austriaco de Mauthausen, pasando poco después al subcampo de Gusen, donde su estado físico sufrió un grave deterioro. Reenviado nuevamente en agosto al de Mauthausen fue declarado inútil para trabajar, lo que inequívocamente significaba su fin. Desapareció poco después en uno de los denominados “transportes fantasmas” hacia el castillo de Hartheim, donde falleció gaseado el 26 de septiembre de 1941.


Republicanos cruzando los puestos fronterizos.

Antes de morir gaseado en el campo de concentración de Auschwitz el historiador, crítico de arte alemán August Liebmann Mayer se había trasladado a nuestro país para solicitar la nacionalidad española después de que los nacionalsocialistas lo hubiesen desprestigiado, y posteriormente detenido, encarcelado y embargado todos sus bienes por su condición de hebreo. Aprovechando que contaba con muy buenos amigos y que el gobierno español lo había distinguido con importantes condecoraciones por su trabajo como hispanista y publicado numerosos estudios sobre pintores españoles clásicos, viajó a Madrid con la intención de conseguir la nacionalidad española para librarse y ponerse a salvo de la persecución de la que era objeto en su país natal por su ascendencia judía. La negativa de las autoridades franquistas a concederle la nacionalidad le obligó a trasladarse clandestinamente a varias ciudades francesas, donde finalmente fue descubierto y detenido por la Gestapo que lo envío al campo de exterminio polaco de Auschwitz. Nacido en Grisheim (Alemania), en 1885. En 1904 se trasladó a Múnich para cursar estudios humanísticos en su universidad y un año después se mudó a Berlín para especializarse en historia del arte, y más tarde lo hizo a Italia y España donde se entregó al estudio de obra de José Ribera a quien dedicó su tesis doctoral “Jusepe de Ribera” que se presentó en 1907. Viajó a España nuevamente en 1908 para continuar sus estudios sobre pintura valenciana que se iniciaron al elaborar su trabajo sobre Ribera y se adentró en la investigación de la pintura sevillana anterior a Murillo, concretamente en la producción de Juan de Roelas y finalizó su estancia visitando Granada donde halló documentos fundamentales para la biografía de Alonso Cano. En verano de 1909 retornó a Alemania, donde trabajó como ayudante en la Alte Pinakothek de Múnich y poco después sacó su libro Toledo, guía de viaje que dedicó a Carl Justi en la que incluyó un primer estudio dedicado a El Greco y en 1911 publicó un estudio sobre la escuela sevillana, organizando en Múnich la primera muestra de pintura antigua española celebrada en Alemania. El gobierno español le invitó en 1911, 1912 y 1913 para pronunciar varios ciclos de conferencias sobre arte español en Madrid y por su entrega y dedicación al estudio de la pintura española le concedieron la Orden de Alfonso XII en 1911 y dos años después le otorgaron la Orden de Carlos III por sus gestiones para obtener de Nemes la cesión al Museo del Prado del Socorro de Génova. Sus problemas con los nacionalsocialistas comenzaron a raíz de la inauguración en Múnich, en junio de 1930, de la exposición de la colección Schloß Rohoncz, cuando un grupo de colegas de ideología nacionalista iniciaron una campaña de desprestigio acusándole de lucrarse con los encargos de autentificar obras de arte de autenticidad dudosa y de participar en la exportación ilegal de unos Grecos. Con el ascenso al poder, en marzo de 1933, de los nacionalsocialistas encabezados por Adolf Hitler, fue detenido por la policía y arrestado bajo la acusación de evasión de capitales e impago de impuestos, siendo enviado a prisión donde permaneció cuatro meses donde fue sometido a interrogatorios y palizas. Tras un intento de suicidio en julio fue puesto en libertad, pero se le impuso una sanción de 115.000 marcos y para abonarla tuvo que vender parte de su colección de obras de arte. En 1934 volvieron a multarle y contrajo deudas con Hacienda por lo que se vio abocado a desprenderse de todos sus bienes. En enero de 1935 decidió viajar a Buenos Aires donde la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes le había invitado a pronunciar un ciclo de conferencias. A finales de 1935 se reunió con su familia en París y en abril se trasladó con su esposa y su hija a Madrid donde tenía amistades y donde inició los trámites para conseguir la nacionalidad española. En la guerra, convertido en apátrida, fue detenido en Arcachon, camino de Barcelona, y retenido en un campo de concentración de septiembre a diciembre de 1939. Una vez liberado pudo retornar a la capital francesa con su familia. Tras la ocupación alemana fue detenido y recluido en Toulouse y tras ser puesto en libertad consiguió refugiarse en Niza y Mónaco donde trabajó con identificación falsa como asesor artístico de algunas galerías de arte hasta que, finalmente, fue capturado por la Gestapo el 13 de febrero de 1944. Fue trasladado a Drancy y el 7 de marzo salió deportado con destino al campo de exterminio de Auschwitz donde el 12 de marzo de 1944 murió en la cámara de gas.


De derecha a izquierda. Los pintores Bonaventura Trepat Samarra y Joseph Marti Aleu.

Una experiencia concentracionaria con ribetes de broma macabra la protagonizó el pintor madrileño Juan Alcalde Alonso quien durante su estancia en el campo de refugiados de Barcarès enfermó gravemente de disentería por lo que los sanitarios, creyendo que había muerto, lo depositaron en un ataúd y gracias a la afortunada intervención de un médico que observó que aún respiraba logró sobrevivir. Al abandonar el hospital viajó a París y durante la ocupación alemana se trasladó a Montauban donde coincidió con la muerte el 11 de noviembre de 1940 del presidente de la República Manuel Azaña, de quien hizo un dibujo en su lecho de muerte.


Dibujo de Balbino Giner, 1937.

Otros estuvieron a punto de morir en los campos a causa de las heridas recibidas cuando combatían en los frentes de batalla de España durante la guerra como fue el caso del pintor, escenógrafo y dibujante castellonense José Agut Armer quien se había distinguido por su valor ante el enemigo y había sido condecorado por el gobierno republicano con la Medalla al Valor. Con el derrumbe del frente de Cataluña en 1939 sus compañeros le ayudaron a pasar herido la frontera francesa siendo arrestado por la gendarmería y recluido en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, donde permaneció en su enfermería algunos meses hasta que, gracias a las atenciones recibidas por los sanitarios, consiguió recuperarse. Logró fugarse del campo y entró en contacto con un grupo de cuáqueros así como con su hermana Enriqueta y su cuñado Rómulo García Salcedo, quienes habían salido de España y se encontraban en Francia.

Muy a pesar de las dificultades que pasó por diversos campos de concentración franceses el pintor, poeta, escultor y dibujante Manuel Pérez Valente herido gravemente en un accidente de tráfico cuando combatía en la guerra española tuvo la fortuna de sobrevivir gracias a su carácter, su vitalidad física y sus ganas de vivir que nunca le abandonaron. Lo suyo fue un peregrinaje que lo llevó a diversos centros hospitalarios españoles y también franceses así como a las enfermerías de diferentes campos de concentración franceses donde permaneció ingresado bastantes años. En la contienda abrazó la causa popular, siendo destinado como instructor y comisario político a la 28ª brigada, primer batallón y primer cuerpo del ejército que operaba en el frente de Somosierra. Con el grado de suboficial combatió contra las tropas franquistas en diversos frentes, resultando herido de gravedad en julio de 1937 en la columna vertebral al volcar el vehículo en que viajaba, iniciándose de esta manera un largo recorrido por diversos hospitales. Inicialmente lo evacuaron a la clínica madrileña del Rosario, siendo intervenido por el doctor Francisco Pérez y posteriormente enviado a un hospital alicantino para, poco después, ser trasladado precipitadamente al Hospital Clínico de Barcelona, donde permaneció muy poco tiempo ingresado. Con el derrumbe del ejército republicano fue nuevamente trasladado a los hospitales militares de Sant Esteve de Palautordera, Lloret de Mar, Figueras y tras diversas vicisitudes y salvando milagrosamente la vida a causa de los bombardeos de la aviación franquista, al de Damius. El 10 de febrero de 1939 finalmente cruzó en una ambulancia la frontera por el paso de Coll de Lli, siendo trasladado al Hospital de Sant Joan de Perpiñán, y de ahí al Hospital Militar de Sant Lluyis. En el hospital de Lesinhan de las Corbièras permaneció convaleciente hasta junio en que volvió a reanudar su actividad literaria en el ámbito poético marcada por un fuerte pesimismo, un profundo sentimiento de muerte y una gran frustración existencial. Dado de alta en mayo de 1939, fue confinado en el campo de concentración de Barcarès donde al agravarse la dolencia fue enviado al barracón de los inválidos y a finales de julio trasladado al Hospital Militar “Mariscal Foch” de Perpiñán. El 19 de noviembre de 1940 fue conducido a la estación de Brams para ser trasladado por tren al campo de concentración de Argelès-sur-Mer y en enero de 1941, después de dos años de cautividad, adquirió nuevas fuerzas y se lanzó movido por un instinto de supervivencia a superar su situación y salvar su vida, por cual se asió a la creación literaria y artística como única tabla de salvación y huir de la terrible realidad que era la vida concentracionaria.

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