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Para darle fuerzas a tu corazón

El año pasado Diego Armando Maradona volvía al fútbol argentino para ser el técnico de un Gimnasia de La Plata casi condenado al descenso. “Yo quiero seguir jugando a lo perdido”, tituló nuestro gran Juancito Stanisci en una nota que van a leer en este mismo libro. ”Diego sabe que meter la cabeza en la boca del cocodrilo es peligroso y la va a meter igual. Después dice ´no sé cómo voy a hacer pero yo la voy a meter igual´. Diego no nació para ser explicado. Como decía Rodolfo Walsh “la realidad no es solamente fascinante sino que es casi inexplicable”, analizó el profe Fernando Signorini en FM Club 94.7.

“Gimnasia es pueblo, es periferia y es el último mito viviente de la ciudad”, dijo alguna vez Laureano Durán que fue presidente del lobo entre el 57 y el 67. Este mito viviente y el pueblo tripero se unieron para la gira despedida de Maradona que arrancó con el estadio de El Bosque lleno para ver su presentación con el ex futbolista Chirola Romero en la tribuna agarrado del alambrado y Nacho Fernández en la platea.

Gimnasia fue a jugar a Córdoba y Diego se reencontró con Daniel Valencia. Después recibió a River y Marcelo Gallardo le pudo decir “te quiero mucho” mientras se tocaban los cachetes. El Muñeco le agradece que después que erró un penal jugando para la selección argentina en 1995 y sintió la reprobación de la gente “Diego me llamó por teléfono para darme ánimo y me dijo que le diera para adelante, que tenía mucha confianza en mí. Fue algo sorpresivo, él no tenía por qué hacerlo”.

En Mendoza ganó su primer partido y vio desplegar el telón “Dios, El Papa y El Mesías. Orgullo nacional” con su cara, la de Francisco y la de Messi. Después fue a Rosario a seguir demoliendo hoteles. Bailó al compás de la música de la gente de Newell´s. Hubo una multitud cantándole a un balcón donde estaba el técnico rival que se puso la gorra del equipo al que iba a enfrentar.

En el partido le regalaron un sillón al estilo Game Of Thrones y lloró mientras bajaba de las tribunas el “esta camiseta la usó Maradona”. Perdió el clásico con Estudiantes como local. Se peleó con la Gata Fernández pero se abrazó con Andújar. Fue a Banfield a reír con Falcioni y escuchar “el fútbol nos da vida”. Lo encaró a Dátolo post partido y le dijo “no te hagas el boludo y dame tu camiseta”. Jesús metió un golazo contra Brasil con Diego de técnico de la selección.

Ya en el 2020 el Diego Tour siguió en Parque Patricios. Piti y Bochi de Las Pastillas del Abuelo le tocaron en la cancha el tema “¿Qué es dios?” que escribió el poeta y tachero Beto Sueiro que falleció en agosto del maldito 2020. Le dieron una gorra de la banda que usó en el partido. Se abrazó con Brindisi con quien supo concentrar cuando fueron compañeros en el Boca 81. Volvió a Rosario esta vez para jugar con Central. En el hotel conoció a Tomas Felipe Carlovich y le firmó una camiseta con la frase “para el Trinche que fue mejor que yo”.

Fue al Libertadores de América a reencontrarse con su ídolo Bochini. Volvió a La Bombonera a ver a Boca campeón, se dio un pico con Tevez y se despidió de su gente. El último partido completo que dirigió fue contra Banfield, sin público antes que se pare el fútbol. Se fue caminando hablando con Falcioni recordándole cuando le tapó dos penales. Quedó en llamarlo en la semana para seguir aprendiendo.

El fútbol argentino pudo despedir a su mayor fruto. Alguien que por más que llegó a la gloria máxima siempre siguió consumiendo la pelota de sus orígenes. Cuando le preguntaban por Mauro Icardi para la selección ha dicho “antes lo convoco a Óbolo o a Bazán Vera”. Cuando Bruno Marioni todavía era Bruno Giménez estaba en un boliche donde en el VIP se encontraba Maradona. De caradura se acercó al seguridad de ese sector para decirle su nombre y que era futbolista de Newell´s. Solo quería un autógrafo de Diego. A los minutos se vieron unas piernas arriba de una silla y una cabeza enrulada gritando “Brunito, ¿dónde está Brunito?”. Era el propio Maradona. El mismo que en 2007 fue a saludar al vestuario de Boca al técnico Russo. Un joven lateral izquierdo estaba saliendo de bañarse, le pide una foto y mientras seguía caminando lo escuchó decirle a Miguelo: “ese petiso es Urribarri, ¿no?”

Como sopla un ángel perdonando todo

Muchas feministas quieren a Maradona, lo que no quiere decir que él haya sido feminista sino más bien todo lo contrario. Ha extendido en su voz el lenguaje machista que monopoliza el relato del fútbol. Hijo sano de una cultura que hoy se encuentra en revisión, en gran parte por la lucha del movimiento de mujeres y disidencias que vinieron a visibilizar determinadas violencias que estaban naturalizadas.

En las redes sociales algunas feministas fueron atacadas por salir a expresar su dolor ante la muerte del Diez. “Me parece que hay que pensar en esa mirada popular que fuimos construyendo a lo largo de estos años, donde es inevitable que Maradona se nos cruce, no solo por su origen humilde sino por lo que significó para todo un pueblo. Las alegrías que nos dio gratis me parece que tienen que ser reconocidas. Desde el feminismo hay que pensar que parte de lo que criticamos al patriarcado es su rigidez para evaluar y su mirada superior sobre algunos temas. No podemos pararnos en posturas rígidas porque las personas somos contradictorias y desde ahí construimos”, analizó la periodista y escritora de Marcha y Chirimbote Nadia Fink en LANM.

Pero además toma algunas imágenes vistas en la despedida como una posibilidad para construir nuevas masculinidades: “Si hay algo que vimos es hombres llorando públicamente sin temor a mostrar lo que les estaba pasando. Me parece que es una muy buena oportunidad para el feminismo para poder interpelar a partir de ese dolor y de esa manifestación pública. Cómo podemos construir nuevas masculinidades donde eso pueda aflorar en otros sentidos y no solo ante la muerte del Diego”.

La futbolista de Racing Luciana Bacci en un ciclo de vivos de Instagram que hicimos en cuarentena se paró “del lado de defender a la mujer que lo denuncia y que estuvo en una situación de inferioridad de poder. Pero no soy quién para ponerme a decir esta piba es más o menos feminista por seguirlo a Maradona. Me parece que estamos todes en un proceso de deconstruirnos y aprender de las cosas que pasan. La realidad es que yo también por ahí escucho una canción de un reggaetonero que es súper machista y misógino, y capaz que la canto. Son cosas que estamos aprendiendo en el camino”.

Maradona no fue perfecto, fue el que llevó a cabo el sueño más perfecto, que no es lo mismo. Fue el que llevó al mundo nuestras luchas y nuestras contradicciones, lo que tenemos y lo que nos falta. Defendía las cosas que él entendía justas, cercanas a la justicia social en beneficio de las minorías.

En un mundo ideal de personas perfectas las siguientes cuestiones no serían para destacar. Pero en la coyuntura actual y entendiendo que hablamos de una persona nacida hace 60 años bienvenidos los machitos de barrio como Maradona que cuando Passarella era técnico de la selección argentina declaró “este es un país democrático y yo no estoy en contra de los gays, simplemente que en mi trabajo no lo permitiría”. Diego le retrucó: “Tiene una mentalidad de la edad de piedra, es un retrógrado. No puede ser tan tajante, hay que tratar de dejar bien paradas a las personas y no meterse en sus vidas privadas”. Al año siguiente festejaría goles en Boca dándose picos con Caniggia.

En este país que antes de su muerte seguía luchando por el aborto legal, seguro y gratuito bienvenidos los religiosos que viven hablando de dios y les cuelga una cruz del pecho pero declaran “Mi idea es cuidar a la mujer. No se puede seguir este ida y vuelta en el que la mujer tiene que arriesgar cada vez que tiene un embarazo y tiene que ir a un carnicero para sacar al bebé. Eso es ser criminal. Yo les pediría a los que están votando que le den una posibilidad a esa mujer de elegir”.

En la patria donde unos pocos se llevan tanto y para tantos dejan tan poco bienvenidos los millonarios que declaran “le pido a Dios que se apruebe la ley de Aporte Solidario de Grandes Fortunas. Porque en este momento de crisis, se necesita de la ayuda de los que más tenemos” en referencia al proyecto buscaba gravar a los patrimonios superiores a $200 millones. Maradona era una de las 12 mil personas afectadas y se puso a disposición del impuesto.

Aunque no veas el sol en mí, en ti yo voy a estar

La primera vez que mi mamá vio a Maradona en un estadio fue en febrero del 81 en el recital de Queen en cancha de Vélez. En realidad el verbo ver es aventurado. “Estábamos tan lejos que veíamos una M y la gente decía está Maradona”, me aporta vía whatsapp. Diego jugaba en Boca y el técnico Marzolini no quería que vaya al recital. Al final logró convencerlo pero se terminó armando lío porque en la escapada se sumaron sus compañeros el Chueco Alves y Jorge Quiroz.

El miércoles al mediodía me llegó el mensaje. “Luuuu. Murió Maradona. Me enteré en el remís volviendo con tu abuela y lloré”, me escribió mi mamá. Y a la noche me dijo “ya arreglé con Kari para ir a Plaza de Mayo. Sus primas fueron a la cancha de Argentinos porque viven en Paternal. Abrieron las puertas de la tribuna”. En ese estadio también estuvo Nadia Fink que le preguntó a un nene de 9 años qué significaba para él Maradona. “Es el que empezó con todo esto del fútbol”, le respondió.

El jueves Avenida de Mayo se llenó de gente que fue a despedirlo a la Casa Rosada, donde lo velaron. Mi vieja terminó de trabajar a las 14. Tomó el tren en Quilmes rumbo a Constitución con su compañera Kari. Yo estaba trabajando de casa y le mandé los videos de la represión para que desista de la idea, baje en la estación “Darío y Maxi” y se vuelva a Lomas de Zamora. No hubo caso. El próximo mensaje que me mandó fue 14.50 para avisarme que ya había tomado el subte, algo que no hacía ni en pre pandemia por su miedo al encierro y a las multitudes.

Entonces agarré la bicicleta y fui para allá. Ya sabía que no llegaba a entrar porque el velatorio terminaba a las 16. Apenas pisé 9 de Julio me di cuenta que el fútbol argentino no volvió en septiembre con la Libertadores, ni en octubre con las eliminatorias sudamericanas, ni en noviembre con la Liga Profesional. Volvió el 25 y 26 de noviembre con la gente embanderada yendo a despedir a su ídolo. El barrio va llegando al show: remeras, banderas y vino en cartón.

Sembró alegría en el pueblo. Regó de gloria este suelo. Dos oraciones de “La mano de dios” explican todo de manera perfecta. La canción que popularizó el Potro Rodrigo pero que escribió su cuñado Alejandro Romero cuando tenía 24 años y estaba en plena crisis. Sin laburo pensó en dejar la música, tiró la guitarra y se puso a llorar. “Aunque nunca fui muy religioso, ahí se me da por empezar una charla con Dios en la que le ruego que me diera una señal. Lo cuento y lo recuerdo como si fuera hoy. Ahí empecé a escribir algo que en ese momento para mí no tenía sentido: ‘En una villa nació, fue deseo de Dios, crecer y sobrevivir, enfrentar la adversidad, con afán de ganarse a cada paso la vida’”, relató en La Voz del Interior.

El tema fue un boom, Rodrigo lo tocó en el Luna Park delante de las hijas de Maradona. Lo iba a incluir en su próximo disco que nunca salió porque el 24 de junio del 2000 un accidente automovilístico se lo llevó de este mundo. “Una vez, después de uno de los Luna Park, me aseguró que se iba a morir. ‘Arriba del escenario, me pegan un tiro, me accidento con la camioneta’, me decía. Estaba afectado por el mito de los 27 y todo lo que se generaba alrededor de su figura”, cuenta Alejandro Romero a quien en abril del 2001 lo invitaron para que cantara la canción en la casa de Diego por el cumpleaños de Dalma.

El tema fue el himno de los días de dolor del pueblo maradoniano. De madres, padres, abuelos y abuelas llorando recordando imágenes en vivo televisadas. La selección con Maradona (y Bilardo) eliminaron en mundiales a todos los campeones del mundo. En México 86 a Uruguay, Inglaterra y Alemania. En Italia 90 a Brasil y al local. Después de Diego solo en el 98 eliminamos a un campeón del mundo como Inglaterra y por penales.

En Plaza de Mayo el motor del carnaval de la eterna tristeza lo aportó la juventud. La que llegó a Diego por VHS primero y por You Tube después. Una bandera de Los Pibes de Vélez parafrasea al Negro Fontanarrosa con su “No nos importa lo que hiciste con tu vida. Nos importa lo que hiciste con la nuestra”.

Me encuentro con mi vieja. Caminamos un poco. Ella se pone para hacer la fila. Yo doy vueltas con la bici. La fila sigue avanzando pero ella sabe que son las 15.50 y ya no va a poder entrar a poder ver el cajón. No le importa. La busco para despedirme antes de irme. “Avisa cuando llegas”, me suelta. Chocamos los puños. Kari me saluda de lejos mientras la empujan para avanzar. Diez minutos después yo ya estaba por Congreso. Ellas vieron como cerraron las puertas de la Rosada y enfilaron la vuelta. Caminaron por Avenida de Mayo. No pudieron ver a su ídolo. A ese que fue demasiado de carne y hueso para la vida de superhéroe que tuvo. Mi vieja le pide a Kari que le saque una foto.

¿No pudo verlo? Solo porque no se dio vuelta. Atrás de ella salió un Pelusa. Remera de Boca, bandera de la selección puesta como una capa en la espalda, rulos cubriendo toda la cabeza. Debía andar buscando la parada del 28 que une Casa Rosada con Fiorito. De fondo seguía sonando que alguien no se murió, que vive en el pueblo.

-Mamá

-Hola, mi amor

-¿Como estas Tota? Te amo Mama

-Mamita

-Hablarle por radio a mi mamá para mí es muy difícil porque yo la quisiera tener acá al lado mío porque estamos viendo momentos excepcionales realmente. Yo sé lo que ella sufre cuando le dicen que el nene juega mal. Entonces hoy el nene estoy seguro que la hizo feliz. Quiero que sepa que la adoro, que los goles que hice son para ella. Te quiero mucho Mama

-Yo también mi amor. Anda a descansar mi hijo que me hiciste la madre más feliz del mundo

Comunicación telefónica entre Diego y Doña Tota en el aire de Radio Rivadavia minutos después de ganar el título mundial en México ‘86

La conquista de los cuatro elementos

El comienzo es la tierra. Los descampados de Fiorito y un viejo que se roba un pedazo de la cancha de Argentinos Juniors.

Después el agua. Las lágrimas de un Diego adolescente cuando se entera que va a quedar afuera del Mundial 78. Y también el agua del mar, ese que la familia Maradona conoció en Uruguay en 1978 y que acompañó a Diego la tarde en que conoció a Pelé. Después está el aire. La materia prima del fútbol. Las pelotas están llenas de aire y es el mismo elemento el que se usa para gritar goles. Por último el fuego. El combustible de Diego. La bronca. Ese que le encendía los ojos y le inflaba el pecho.

Un Dios Linyera crea el semillero del mundo. Como Viracocha, el Dios Inca que ordenaba el caos teniendo el control del fuego, el aire, el agua y la tierra, los primeros años de Diego en el fútbol profesional fueron una conquista de los cuatro elementos.

Tierra

De tan seca parecía polvo. Cuando el viento venía fuerte del río, como barriendo con todo, tenían que achinar los párpados para que no se les metiera en los ojos. Al atardecer la tierra seca que parecía polvo armaba una película en el aire con los rayos del sol. A veces se levantaba por el viento pero, en la mayoría de las ocasiones, por los pibes y las pibas que se pasaban tardes enteras pateando.

Un gran terreno baldío. Con más charcos que pasto y más piedras que árboles. Las Siete Canchitas de Villa Fiorito fueron testigo de infinitas historias. La mayoría las conocen unos pocos. Algunas lograron salir del barrio y cruzar el Riachuelo. Esa tierra seca y agrietada sintió las pisadas de Héctor Yazalde, Claudio García y Diego Armando Maradona. Sobre esa tierra Diego ensayó gambetas que luego verían algunos privilegiados de La Paternal, después se transmitirían en color desde La Boca y más adelante aparecerían en todas las pantallas del mundo desde Barcelona, Nápoles o México.

La tierra estuvo ahí desde el principio. Metiéndosele en las zapatillas de lona, embadurnándole la cara. Alguna vez tras una patada habrá tragado esa tierra. Pero nunca se sabe cuándo las historias terminan. Un día sin darse cuenta Diego jugó su último partido en Fiorito. La tierra seca y las suelas de sus zapatillas ya no se juntarían más.

En la casa de un viejo socio de Argentinos Juniors reposa un pedazo de otra tierra. Es el metro cuadrado donde Diego tiró su primer caño. Minutos antes Juan Carlos Montes le había preguntado con la mirada si estaba para jugar. Con los ojos fijos en el entrenador rosarino el pibe de Villa Fiorito le dijo que sí. Antes de soltar a la fiera, le dio un consejo. “Juegue como sabe y si puede tire un caño”.

La primera vez que Diego hizo pasar una pelota entre las piernas de un rival en Primera División, escuchó su primer “ole” coordinado por miles de personas y sus primeras puteadas. “Pendejo de mierda, maleducado”, le dijo Juan Domingo Cabrera, su primera víctima. El Pelusa mostró personalidad para jugar y contestar desde el principio. “Al fútbol se juega como interpreto jugar al fútbol yo, no como jugás vos, vos pegás patadas, no pateás un tiro al arco”, le respondió con el pico tan encendido como la zurda.

Con la complicidad del canchero o a escondidas, alguien entró a la cancha. Llevaba un balde y una pala. Se acercó al punto que había marcado con la mirada durante el partido contra Talleres. Antes de clavar la pala y levantar el primer pedazo, cerró los ojos. Volvió a verlo como si estuviera pasando. El pibito debutante de quince años que amaga. El rival que se come el engaño. La pelota que pasa entre las piernas del engañado. El hombre entierra la pala y siente cómo las raíces se van quebrando. Tira la tierra en el balde. Repite el movimiento hasta cubrir toda la superficie donde se ejecutó el caño. El hombre no lo sabe, pero se está llevando un pedazo de historia.

Agua

Los ojos se le inundan. Brota el líquido como si tuviera las cataratas del Iguazú en los párpados. Se le empapan las mejillas, el pecho y la ropa. Diego es un mar de llanto del que Leopoldo Jacinto Luque trata de sacarlo para que no se ahogue. “Vas a ser campeón del mundo dos o tres veces”, le dice el Pulpo al oído. Intenta que sus palabras sean un salvavidas. Pero no hay caso, parece que Diego está dispuesto a inundar el predio donde Menotti acaba de decir que él no disputará el mundial. O como si quisiera inundar el mundo entero. La furia del Pelusa de 17 años puede ahogar un mundo si no lo detienen. Le ofrecieron quedarse con el plantel. Él dijo que no. Prefiere curar sus penas de la única manera que conoce. Jugando a la pelota.

La bronca era un dique rompiéndose a cada rato. Logró contener el agua que brotaba de sus ojos pensando en los mundiales por venir. “Les voy a tapar la boca”, se decía. Para eso había abandonado la quinta donde concentraba la selección. Volvía a su casa para dos días después jugar con Argentinos Juniors y empezar a reconstruirse. Pero la imagen que vio al cruzar la puerta de entrada lo devolvió al mar de llanto.

“Parecía un velorio. Lloraba mi vieja, lloraba mi viejo, lloraban mis hermanos y mis hermanas”. Otra vez no pudo contenerse. El peso del mundo que había sabido sostener hasta ese momento se derrumbó cuando Menotti dijo su nombre. Todavía lo escuchaba. “Bravo, Bottaniz y Maradona”, la voz grave del Flaco le venía una y otra vez.

Diego sabía que no iba a quedar. La tarde anterior a quedar definitivamente afuera del Mundial, lo fue a visitar Francis Cornejo, el técnico de los Cebollitas. Lo encontró solo en su habitación llorando. “Me la veía venir”. Esperar un dolor no es lo mismo que sentirlo. Y a Diego le dolía en cada parte del cuerpo. Fue por esos días que le dijo a Jorge Cyterszpiler que quería dejar el fútbol. “¡No! ¿Cómo vas a dejar el fútbol?”, le contestó su amigo. Para Diego no había futuro.

Con el tiempo entendió que no todas las aguas son sinónimo de tristeza. Hay aguas que traen dolor y otras que traen paz. También están aquellas que traen la felicidad de un momento esperado toda la vida. Seis meses después de quedar afuera del Mundial 78, Diego jugó su primer torneo oficial con el seleccionado argentino. No fue, como él esperaba, con la selección mayor.

Entre el 12 y el 31 de enero de 1979 se jugó en Uruguay el campeonato Sudamericano Sub 20. El torneo clasificaba a tres selecciones al mundial de la misma categoría. Las plazas fueron para Uruguay, Argentina y Paraguay. Diego viajó acompañado de su familia. Cuando terminó la competencia aprovechó para cumplir “un sueño, tal vez el más importante”, como dijo en su autobiografía. Conocer el mar.

La familia Maradona conoció el mar en el Balneario Atlántida, al sur del Departamento de Canelones. No estar pensando en las cámaras o en tener que jugar al día siguiente, le permitió a Diego centrarse en él y su familia.

Durante las vacaciones soñadas, Diego tomó la decisión de poner en marcha una segunda idea. Una tarde caminando al costado de mar con Don Diego lo encaró. “Le pedí por favor al viejo algo muy especial: que dejara de laburar. Ya tenía cincuenta años, ya había hecho bastante por nosotros. Ahora me tocaba a mí.”

“Me muero de ganas por conocerlo a Pelé”. La frase explotó en los oídos del periodista Guillermo Blanco. Dejó de estar en Atlántida con la familia Maradona y Jorge Cyterszpiler para volver a su oficio. Se imaginó en la redacción de El Gráfico presentando una nota. Juntar a Diego y a Pelé.

Durante meses lo persiguió anunciando que Pelé estaba libre. Del otro lado la respuesta siempre era la misma. “No puedo”. “Tanta ansiedad que tenía para esto”, pensaba Blanco. Pasaron tres meses hasta que los tiempos de Diego y Pelé tuvieron el mismo espacio libre.

Fue el nueve de abril de 1979. “Me conformo con cinco, diez minutos. Sé que es un hombre ocupado. Te juro, que sean diez minutos nomás y soy Gardel”, le decía Diego a Blanco. A las once de la mañana el mar de Copacabana fue testigo del encuentro.

Dos potencias se saludaron. Primero Edson Arantes Do Nascimento abrazo a Don Diego. “Hola Papá”, dijo el brasileño. Pelé tenía acordada una reunión porque pensaba que Diego no iría. “Me gustaría quedarme a almorzar con ustedes”, dijo. Como una premonición hablaron de un gol con la mano que Diego le había hecho a Newell’s. “No te preocupes, es problema de los árbitros”, lo aconsejó Pelé. No fue el único. También le recomendó que cuidara la única herramienta de trabajo que tiene un futbolista: su cuerpo. “Hay tiempo para salir, tomar una copa, fumar un cigarrillo o acostarse tarde. Pero todo en equilibrio”. “Acepta los aplausos pero no vivas de aplausos”. Los consejos le llovían. Diego estaba maravillado. El fotógrafo Ricardo Alfieri se olvidaba de sacar fotos mirando el momento.

Pelé le regaló una remera, una pelota y un reloj. “No es bueno, no puede entrar al agua”, aclaró. También le dio la medalla de su partido despedida en el Cosmos. Don Diego de fondo lloraba. Ricardo Alfieri despertó y los llevó al balcón para hacer las últimas fotos. Diego, Pelé y el mar de Río de Janeiro. Todo había comenzado frente al agua de Atlántida y terminaba en las playas de Copacabana.

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