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El idioma guaraní en los años 20

La década del 20 fue propicia para la difusión de la cultura autóctona. El guaraní como lengua hablada fue hasta entonces objeto de desprecio por un sector de la sociedad, siendo relegado a un plano secundario y utilizado solamente como lengua doméstica. Existía una animadversión hacia el guaraní, a pesar de que hubo esporádicos artículos en su defensa.

En la segunda década del siglo xx, el idioma adquirió más fuerza al generarse posturas a favor de su uso. Varios intelectuales se destacaron en su estudio, algunos de ellos fueron Narciso R. Colmán, Guillermo Tell Bertoni, Cipriano Codas, Darío Gómez Serrato, Juan Francisco Recalde, entre otros.

Los mencionados defendieron su utilidad y lo plasmaron con más continuidad en la narrativa y en el canto, no faltando estudios sobre su composición gramatical. El espacio de afectividad y apego hacia la cultura nacional, el idioma y la historia fue propugnado por intelectuales novecentistas como Juan E. O’Leary, Manuel Gondra e Ignacio A. Pane. Luego, Natalicio González, Juan Stefanich, Justo Pastor Benítez, Pablo Max Insfrán, Anselmo Jover Peralta, entre otros continuaron con su difusión.

En el ámbito de la cultura del idioma guaraní, aparecieron los trabajos de jóvenes cultores como Narciso R. Colmán, Manuel Ortiz Guerrero, Darío Gómez Serrato, Félix Fernández, Rigoberto Fontao Meza, entre otros. Un contemporáneo de ellos fue Emiliano R. Fernández.


La difusión del arte nacional fue determinante para la revalorización de la lengua guaraní, pues mediante la prensa, la poesía y el teatro se propagó con más pujanza. José Asunción Flores en la música, Julio Correa en el teatro y poetas como Ortiz Guerrero, Félix Fernández y el propio Emiliano R. Fernández fueron protagonistas de la reivindicación de la lengua.

Contribuyeron a su expansión algunas revistas, como la de Natalicio González, Guarania, y la del excombatiente de la Guerra Grande Félix Trujillo, llamada Ocara Poty Cue-Mí, que fue considerada como la “piedra fundamental de los valores guaraníes”.

Esa nueva atmósfera de revalorización de las manifestaciones culturales propias llegó en un momento en el cual las rivalidades políticas estaban latentes, y se agudizó con la guerra civil de 1922. La utilización del idioma guaraní por Emiliano tuvo hondo significado en el pueblo paraguayo, como afirma Torga:

Reconoce el idioma como legado de la colonia española, consustanciada con la formación de la nacionalidad. Y ante esa realidad, orienta su utilización desde los sectores populares, para contrarrestar su histórica condición de idioma dominante. Consciente de la realidad histórica que le toca vivir, su objetivo es enfrentar la discriminación imperante en relación con el idioma autóctono, sin provocar conflicto. El idioma nativo está en una situación subalternizada para la creación literaria.

El guaraní utilizado por Emiliano no es el de los nativos, es el guaraní paraguayo, el bilingüismo donde combina ambos idiomas para llegar al pueblo, con la notoriedad de la riqueza de vocabulario en español e inspiraciones ligadas al paisaje natural y cultural del Paraguay. “Tenía —dice Romero— buena instrucción en materia de historia patria, envidiables conocimientos de la fauna y flora paraguayas y un dominio del lenguaje poético demostrado a través de su vasta obra literaria que promete perennidad”.

Es decir, la década del 20 fue la época en la que paulatinamente fue cambiando aquella tendencia de finales del xix e inicios del siglo xx, de preferencia hacia lo foráneo, como sinónimo de civilidad y progreso. Los años 20 se caracterizaron por el protagonismo de la cultura autóctona, siendo revalorada y redescubierta en una fuerte convicción nacionalista. Representó esta década el impulso del guaraní en sus distintas manifestaciones artísticas.

Nacionalismo y reivindicación al mariscal López

En cuanto a la historia, la figura del mariscal López era ya objeto de enfrentamiento entre sus detractores y sus defensores. Según el historiador Herib Caballero, desde 1902 hasta 1936 se produjo el momento reivindicatorio de Solano López, cuya labor encarnaba también la reivindicación paraguaya después de la derrota del 70.

Reinterpretar la memoria del mariscal fue uno de los anhelos propugnados por el novecentista Juan E. O’Leary, quien se encargó de enarbolar con un grupo de intelectuales la bandera del nacionalismo, encarnado en la reivindicación de Solano López, como sinónimo de justicia con la patria misma.

La historiadora argentina Liliana Brezzo afirma:

La construcción nacionalista propuesta por Juan E. O’Leary, que reivindicaba a los gobiernos de Francia y de los dos López, levantaba el blandón de la Guerra contra la Triple Alianza como una epopeya nacional y situaba en el Olimpo de la nación a la figura de Francisco Solano López, acabó de forjarse en la década del 20.

Esa década registró varios actos a favor del mariscal López, desde la creación de un monumento hasta la gran manifestación de 1926, en la que se presentó el proyecto de eliminar el decreto que pesaba sobre el mariscal en ocasión del centenario de su nacimiento.

Por ese acto, desde Concepción Emiliano compuso la poesía en guaraní 1.o de marzo, donde la elocuencia de sus letras describe perfectamente el sentir de aquellos que, como él, pretendían la reinterpretación de la figura de Solano López. En ella describió al mariscal como aquel que verdaderamente amó a su país, enfatizando la alegría que habría si existiesen dos como él, ya que llegó a despreocuparse de su propia vida por la patria:

Ha Solano López kuimba’e añete hetã ohayhúva.

Rovy’ava’erã ndeichagua yvy ári oimérõ mokõi

péina purahéi che py’a mbytépe ndéve añongatúva

1.o de marzo ko nde yvy ári este día heñói

nopensái la ivida ome’ëtaha nombyasýi voi.

Emiliano fue uno de los reivindicadores del mariscal López. En sus distintos versos se percibía su admiración hacia él. En esa época, los primeros incidentes en el Chaco ya presagiaban acontecimientos de gran envergadura. En varios de sus versos, como en Soldado paraguayo, se toma como referencia a los combatientes del 70, para ser ejemplo a los de su generación:

Soldado paraguayo, ko’ëramo peraháne

pe ne mboka jurúre Bolivia ruguykue

ha upérõ ku peë reliquia pepytáne

¡pemoirümi ñandéve umi setentare!

No es menos significativo entender que Emiliano, de origen humilde y aparentemente no tan ligado a la intelectualidad capitalina, haya sido congruente con el pensamiento de los nacionalistas novecentistas. Ello hace suponer que gran parte de la población guaranihablante comulgaba con el mismo pensamiento reivindicativo impulsado por O’Leary.

Un aspecto interesante ocurría en esos tiempos, y es que mientras las autoridades de turno estaban reticentes a derogar el decreto que pesaba contra el mariscal, en el pueblo se consumaba otra visión del pasado. El mismo poeta participó de una peregrinación, en marzo de 1931, en homenaje al mariscal, con unos 1200 participantes, el 1 de marzo, en Cerro Corá, creando para la ocasión los versos de Mariscal kurusúpe.

Surgió el culto al lopismo en un contexto nacionalista, lo que Eric Hobsbawm calificó como la visión desde abajo “[…] es decir, la nación tal como la ven, no los gobiernos y los portavoces y activistas de movimientos nacionalistas (o no nacionalistas), sino las personas normales y corrientes que son objeto de los actos y la propaganda de aquellos, es dificilísima de descubrir […]”.

Mientras el Gobierno reconocía el decreto que lo declaraba como asesino de su patria, algunos como Emiliano R. Fernández escribían versos de loas al mariscal Solano López:

¡Ha valiente Mariscal!

Paraguay rayhuhare

cinco años odefende

nuestra causa nacional.

¡Ha valiente Mariscal!

El recuerdo a los combatientes del 70 fue uno de los temas preferidos del poeta, levantando siempre la figura del mariscal, como ejemplo de que todos los paraguayos debían sentirse orgullosos por ser descendiente del “valiente mariscal, defensor de la causa nacional”. El investigador paraguayo Manuel Chamorro Cristaldo sostiene al respecto:

[…] si se asume que Emiliano es el poeta popular por antonomasia, se podría decir que la visión del poeta es la visión del pueblo, como ya se ha referenciado suficientemente. El pueblo se identifica con el poeta y Emiliano percibe la realidad “desde abajo”.

La teoría de Benedict Anderson sobre la continuidad de la idea de nación mediante interpretaciones históricas se plasma en los versos de R. Fernández, según Chamorro Cristaldo. Ello se demuestra claramente en las letras épicas, en las que se recurre al ejemplo del pasado para plasmarlo en la actualidad y forjarlo en el futuro, como la escrita en 1927 en el 57 aniversario de la muerte del mariscal López:

La ruta que trazaras muy pronto seguiremos

tu genio heroico y fuerte la patria guardará

tu intrepidez innata de timón llevaremos

y la generación futura tu tumba velará.

Interpretación de sus letras épicas

Emiliano recurre a la figura del héroe, en la cual Francisco Solano López emerge como el eje de su inspiración patriótica, apoyado en aquellos combatientes que lucharon en la Guerra contra la Triple Alianza.

El nacionalismo de Emiliano, dice Rudi Torga, “se nutría de la concepción autonomista de los constructores de la revolución emancipadora de la nación paraguaya […]. Llegó a causarle una verdadera indignación la Guerra contra la Triple Alianza y el infortunio que dejó en el suelo patrio […]”.

En sus versos se puede notar cómo la figura del hombre traspasa los límites del bien y del mal establecidos por la sociedad. Engrandece la causa nacional por encima de las vidas de los combatientes, recurriendo a la creación del héroe. El héroe representado por Emiliano es el de aquel que arriesga su vida por una causa, la patria, sacrificando su propia vida en favor de la causa.

Con base en la afirmación de Capdevila, expresa Cecilia Mass al referirse a esas letras épicas:

El nacionalismo se reforzó y se asoció a la “inmolación de los abuelos” con la “defensa del Chaco” y la guerra contra Bolivia apareció como un acontecimiento para comprobar la dignidad de la nueva generación respecto del sacrificio de las generaciones anteriores […].

La figura de Solano López resaltada es el símbolo utilizado en los versos de Emiliano como vínculo de conexión entre las dos guerras, en donde se pasa de la reivindicación de los héroes del 70 a la defensa del Chaco. Con esto el poeta se identifica con su posición de Tirteo, de inspirarse en el pasado para entusiasmar a sus contemporáneos a favor de la causa nacional durante la contienda con Bolivia.

Los héroes de Emiliano eran los defensores de la causa nacional, de las dos guerras, iniciada con Solano López e imitada por su generación combatiente. El lazo de unión entre las dos guerras es referenciado en varias de sus poesías, como la escrita en 1933, Soldados del setenta:

Ko’áça ja oreháma

mbokáre bayoneta ava rohuçuaitïĩ

ha López mariscal oiméne ohecháma

hapykuerépe ohóva soldado guaraní […].

Emiliano con sus versos recuerda al soldado guaraní que se hizo merecedor de la memoria por entregar su vida en bien de la patria. Así surge el ser mitificado y superior, capaz de marcar el rumbo de otras generaciones que sentirán la obligación de seguir sus pasos como gloria de la causa nacional.

Al respecto se debe tener presente la teoría expuesta por Juan Carlos Arellano cuando expresa que “la historia nacional se transforma en un insumo crucial para el diseño de los discursos, la que al mismo tiempo es utilizada como arma ideológica capaz de legitimar el conflicto, otorgándole un sentido que está por sobre las causas circunstanciales que lo provocan”.

Esta forma de escribir se encuadra dentro de lo que Jesús Casquete denomina religiones políticas y héroes patrios, destacando la figura del héroe y su significado nacional:

El héroe designa al valeroso luchador que pugna por imponer un cierto orden en medio del caos y la crisis, sea esta de naturaleza social, económica, política o cultural. Con él, gracias a él, el futuro no será nunca más penumbroso como el pasado, sino inevitablemente mejor, una nueva época de luces y gloria. Lo que aparta al héroe del individuo corriente es la comisión de un acto o la toma de una decisión que, siempre a ojos de sus admiradores, resultan necesarios, provechosos y modélicos para la comunidad de referencia.

Obviamente, al hablar de un héroe se debe recurrir a la contraparte, la del antihéroe. En este caso, las letras del poeta tendrán fuertes manifestaciones para atacar a los que combatieron contra el Paraguay. Así como R. Fernández admiró a los antepasados y ofrendó poesías a los conductores, combatientes paraguayos y amigos, también desplazó su pluma para ridiculizar, maldecir y condenar a los enemigos de su causa.

Un ejemplo de ello lo encontramos en los versos de Rojas Silva rekávo, donde descarga improperios hacia los bolivianos, calificando a los responsables de la muerte del teniente paraguayo de cobarde, guaikuru, salvaje, intruso, indigno y pombéro.

Al evocador del pasado

Acorde con su pensamiento, Emiliano dedicó una poesía especial al reivindicador “de las glorias nacionales”, Juan Emiliano O’Leary, quien, como se ha dicho, fue el abanderado del nacionalismo instaurado en los años 20.

El campo cultural en el que ambos transitaron lleva a imaginar que fuera probable la relación entre ellos. Algunos testimonios hablan de algún relacionamiento, siendo indudablemente la vértebra de ese acercamiento la devoción hacia Solano López. Siguiendo la idea de Arellano, ambos se caracterizaron porque en ese contexto de la guerra sus letras se convirtieron en una clave esencial para “los discursos bélicos que exaltaron la etnicidad como elemento diferenciador”. De ahí el tema de raza guaraní o López ra’yre, tan expandidos en esos tiempos.

En una ocasión, el trovador guaraní llegó a demostrar su admiración al novecentista, por la labor de rescatar las hazañas de los antepasados en la guerra, mediante la poesía titulada Karai nderehe’ae, donde describía su relevancia por honrar a los antepasados:

Neño reikuaa

karai guasu

ore sy, ore ru

rembihasakue

oiméne opyta

mandu’arãmi

nde pópe guare.

La relación que pudo existir entre el poeta y el novecentista es interesante para poder comprender el surgimiento de ese nacionalismo afectivo propugnado por ambos, y que fue determinante no solo para convertir a Solano López en héroe de la patria, sino también para comprender ese proceso de construcción de una nueva reinterpretación de la historia.

El nacionalismo que se había establecido en la década del 20 impactó más en las clases populares de trabajadores y campesinos. Como dice Hobsbawm, “los programas nacionalistas obtienen el apoyo de las masas, o al menos parte del apoyo de las masas que los nacionalistas siempre afirman que representan”; y en el Paraguay de esa época no fue le excepción.

Podríamos afirmar que ese discurso nacionalista de los años 20 luego se volvió legitimador durante la guerra, con exponentes culturales como Emiliano R. Fernández y otros que realizaron un “proceso de nacionalización del patriotismo”. Esta consiste en imponer un argumento moral determinante para que los miembros de esa comunidad se comprometan a alinearse a los ideales difundidos.

Las letras épicas salidas de la pluma de Emiliano R. Fernández constituyen verdaderas fuentes de análisis por su importancia relacionada con el candente momento bélico de su difusión. La afirmación de Gabriel Cid al respecto es pertinente:

La guerra, como experiencia límite, es un espacio privilegiado para examinar los procesos de construcción nacional y de heroificación. De hecho, si hay un contexto propicio para la aparición del héroe, ese es la guerra. En dichas instancias la sociedad no solo legitima, sino que también exalta la voluntad de sacrificarse en el campo de batalla por la nación, así como la disposición a matar en su nombre. En efecto, pocas cosas son tan valoradas en tiempos de guerra como el disponer de la propia vida en virtud del bien común que representa el triunfo de la imagen evocadora de la patria.

El fervor bélico de los ciudadanos sumado al avance boliviano, además de los reproches al Gobierno de preguerra ante la falta de resolución de ir a las armas, exaltaron más el ardor en la población, y los versos de R. Fernández constituyeron el sentir de aquellos, por lo que indudablemente repercutieron en esa generación.

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