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A veces los síntomas de la decadencia aparecen afuera de su iglesia antes que se noten adentro. Los líderes y los miembros de una iglesia pueden pensar que todo está yendo maravillosamente, sin embargo, la verdadera historia puede que se sepa en el mundo alrededor a ella, e incluso en otras iglesias. Esto me ha llevado a sugerir que los pastores y los otros líderes de la iglesia debieran preguntarles frecuentemente a otras personas fuera de ella cómo ven la congregación. Dos buenas preguntas son las siguientes: ¿Qué ha escuchado de nuestra iglesia? y ¿Cómo cree, usted, que nos percibe la comunidad? Cuando esté en la fila para pagar en la tienda de alimentos, pregúntele a la persona que está a su lado: “¿Sabe algo de la [el nombre de su iglesia]?” ¿Qué opinión tiene de ella? ¿Iría a esa iglesia?” Luego, escuche atentamente. Se necesita de valor pero puede ser de gran beneficio. Recuerde que la reputación no se escribe en nuestros boletines, sino que ¡es lo que la gente en realidad piensa de nosotros!

La Distracción del Evangelio

Este último síntoma de la enfermedad es verdaderamente el peor de todos. Generalmente las iglesias que no han logrado alcanzar al mundo alrededor de ellas, ha sido porque han perdido la visión de lo esencial que es la gracia de Dios. Otra cosa ha llegado a ser más importante que vivir de acuerdo al evangelio y que compartirlo con los que necesitan ser salvos. Quizás la prioridad cayó a ciertas características doctrinales, a la apariencia del edificio, o a un método de enseñanza en particular. Cualquiera que sea el énfasis, será contraproducente con la obra de Dios si es que se le permite usurpar el lugar correcto del evangelio como centro de todo lo que hacemos como pueblo de Dios.

Estudiaremos con mayor detalle la prioridad del evangelio en el capítulo 3. Si su iglesia se ha deslizado en esta área, o si está dando señales de cualquiera de los otros síntomas de la decadencia que he mencionado, se encuentra bajo la necesidad de ser revitalizada. Si su iglesia aún no se ha visto afectada por estos síntomas, ¡alabe a Dios! Sin embargo, debe darse cuenta que podría sucumbir a ellos en cualquier momento si no se practican los principios para la gloria de Dios.

LOS PRIVILEGIOS DE LA REVITALIZACIÓN EN LAS IGLESIAS

Es importante la revitalización en las iglesias, ya que muchas están muertas o se están muriendo, y porque todas las iglesias saludables corren el riesgo de enfermarse o de desarrollar los síntomas de la decadencia que hemos visto. Sin embargo, quisiera sugerir que existen varias razones positivas por las que debiéramos orar y trabajar para que haya una revitalización en las iglesias de hoy en día. Es de esperar que éstas animen a los que ya están involucrados en este ministerio, y que sean ellos mismos los que motiven a otros para que se unan, de acuerdo a cómo los vaya guiando el Señor.

El Corazón del Pastor

Si una iglesia en particular se está muriendo, la noción convencional en ciertos círculos es que debiera cerrar o quizás “empezarla de nuevo” en algún otro lugar. Ciertamente existe un tiempo y lugar para tomar en cuenta ese enfoque pero yo diría que en la mayoría de los casos el ministerio de la revitalización en las iglesias se acerca más al corazón del Señor. Después de todo, Él es el Gran Pastor:

¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. De igual modo, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños. (Mat. 18:12–14)

Esas palabras de nuestro Señor Jesús fueron principalmente dirigidas a las personas (cf. vv. 15–20), sin embargo, se aplican también a las iglesias. Veamos, por ejemplo, cómo nuestro Salvador amonesta a las iglesias que se encuentran en dificultades en Apocalipsis 2–3. Es cierto, llega la hora cuando se tienen que quitar los candeleros o cuando se debe escribir sobre las puertas de las iglesias “Icabod”, pero antes de eso, el Señor exhorta a que los líderes y la congregación se arrepientan, prediquen y oren para que haya un avivamiento. (cf. Apoc. 3:18–20). Por lo tanto, pienso que cuando sea que un pastor, una iglesia amiga, o una denominación se acerca a la iglesia con la necesidad de ser revitalizada, son ellos los que reflejan el corazón de Dios. De la misma manera, cuando “disuelven” una muy rápidamente, cuando aún existe la esperanza de cambio y crecimiento, pueden herir al que deja las noventa y nueve y va en búsqueda de la que se ha perdido.

El Corazón del Apóstol

En Hechos 13 la iglesia de Antioquía envió a Saulo y Bernabé en lo que se conoce como el Primer Viaje Misionero de Saulo. Viajaron ellos por Asia Menor con una clara filosofía ministerial:

• discipulado y evangelismo,

• plantación de iglesias basadas en el evangelio,

• obras de amor, misericordia y justicia basadas en el evangelio,

• desarrollo y despliegue de líderes basados en el evangelio.

En Hechos 15, Pablo ya se encontraba listo para salir una vez más, siendo éste el Segundo Viaje Misionero. Es de interés notar que el apóstol no dijo simplemente que irían a buscar nuevos sitios donde llevar el evangelio. Sino, más bien, dijo: “Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están” (Hechos 15:36). El apóstol Pablo renovó su compromiso con todos los elementos de la filosofía mencionada anteriormente, agregando ahora un quinto objetivo:

• la revitalización de las iglesias basada en el evangelio.

Hechos 15:41 dice “y pasó por Siria y Cilicia, animando a las iglesias” Cuando comenzó su Tercer Viaje Misionero, Hechos 18:23 dice: “Después de estar allí algún tiempo, salió y recorrió por orden la región de Galacia y de Frigia, animando a todos los discípulos.” Si se fija en el mapa del tercer viaje de Pablo, atrás en su Biblia, verá que siguió el camino del segundo viaje casi exactamente.

Por lo tanto, la obra de la Gran Comisión del apóstol Pablo no se trató tan solo de un ministerio para las personas y lugares no alcanzados, sino que también fue un ministerio de revitalización. Sabemos que algunas de estas iglesias estaban pasando por dificultades incluso durante el tiempo cuando vivió Pablo (¡Es cosa de mirar sus cartas a los Gálatas y a los Corintios!). Es así que, gran parte del ministerio de Pablo estuvo dedicado a pasar a las iglesias en decadencia ¡desde las brasas hasta las llamas!

Esto debiera motivar grandemente a los pastores y a otros que se encuentran dentro de un ministerio que necesita mucha ayuda. Si algunas de las iglesias que comenzaron con el gran apóstol necesitaban ser revitalizadas, ¿por qué hemos de sorprendernos cuando esto ocurre en la actualidad? Si las iglesias de Pablo sufrieron la decadencia, no debiéramos sentirnos avergonzados o reacios a admitir que las nuestras también están heridas. Cuando tenemos el privilegio de laborar en dichas iglesias, ¡debiéramos sentirnos honrados de ser parte de este verdadero ministerio apostólico!

¿Plantación de Iglesias o Revitalización de Iglesias?

El ministerio de la formación de nuevas iglesias es satisfactorio, sin embargo, permítame sugerir que el ministerio de la revitalización en las iglesias ya existentes es a veces incluso más satisfactorio. Muchos dirían que es más fácil plantar iglesias, especialmente para los pastores jóvenes, sin embargo, no creo que necesariamente sea cierto, por varias razones.

Primero, considere con quién va a trabajar. El libro de Don McNair’s The Birth, Care, and Feeding of the Local Church (El Nacimiento, El Cuidado y La Alimentación de la Iglesia Local) contiene el fruto de su extenso estudio de, y experiencia en, la plantación de iglesias.6 McNair sugiere que cuando un pastor comienza una iglesia, es probable que después de tres años, el 90 por ciento de la gente que asistió al comienzo ya no esté ahí. O que el mismo pastor se haya ido. Estoy consciente que existen muchas excepciones a esta regla pero de acuerdo a mi propia experiencia debo admitir que así es la norma. Muchas de las personas que llegaron a una iglesia nueva se terminan yendo después de poco tiempo, quizás porque no se pudieron llevar bien en ningún otro lugar, trayendo los mismos problemas consigo. Quizás se sintieron atraídas a la nueva iglesia con la esperanza que fuera lo que ellos querían que fuese una iglesia, desanimándose cuando no llegó a ser lo que ellos esperaban.

La mayoría de las plantaciones de iglesias no resultan atrayentes para muchos cristianos maduros con fervor misionero, deseosos de sacrificios para promover el reino de Dios. Por el contrario, los que son fervorosos tienen la tendencia a ser fervorosos en otros asuntos. Por ejemplo, ellos creen saber “cómo debiera ser una iglesia”, y dicen que los líderes de la iglesia anterior se interponían en el camino, lo que les hizo conectarse con este grupo más pequeño de personas para tener más control de lo que pasa. Quizás puede que estén inconformes con lo que estaba sucediendo en otra iglesia, decidiendo “probar esta.” Quizás simplemente les guste la idea que sea “algo nuevo”, y que cuando ya no sea tan nuevo, pierdan el interés. Todo esto lleva a la conclusión que en la plantación de iglesias, un resultado típico mostrará que el 10 por ciento del grupo inicial se va a quedar, tanto que el otro 90 por ciento terminará finalmente cambiándose a otra iglesia.

Sin embargo, cuando un pastor recibe el llamado para ir a una iglesia que necesita ser revitalizada, éste hereda un grupo de gente que ha permanecido con esa iglesia en las buenas y en las malas. Probablemente sus debilidades han contribuido a su decadencia, y puede que se estén aferrando a viejas tradiciones, pero al menos no son personas “consumidoras” que se van a cambiar sin tener ninguna buena razón para hacerlo. Quizás también no todos tengan distintas ideas sobre cómo debiera ser una iglesia, como normalmente es el caso en la plantación de iglesias. La gente que ha permanecido con una iglesia durante la decadencia está comprometida a ese ministerio en ese lugar. Si bien ese tipo de personas va a ser un gran desafío en sí mismas, creo que pueden ser renovadas en su fe y ser grandemente usadas por Dios a través de los principios que analizaremos en este libro.

En muchos casos, la revitalización en las iglesias también tiene la ventaja de contar con recursos ya existentes. No hay que preocuparse de comprar un terreno, solo hay que preocuparse de alcanzar a la gente alrededor de él. No hay que construir un edificio, solo hay que llenar el que ya existe. Por otro lado, en la plantación de iglesias, los líderes pueden verse grandemente distraídos por años a causa del inmenso trabajo y los dolores de cabeza tratando de conseguir dichos recursos. Cuando se le pregunta a Steve Brown qué es lo que debiera hacer un pastor cuando la iglesia comienza con un proyecto de construcción de un edificio, normalmente su respuesta es la siguiente: “¡Renuncie!” Supongo que debe estar parcialmente bromeando. ¡No hay nada peor para el desgaste de un pastor que la construcción de un proyecto!

En consecuencia, el ministerio de la revitalización en las iglesias no tan solo refleja el corazón de Dios y el de Pablo, sino que cuando se lleva a cabo de acuerdo a la Palabra de Dios, es una manera práctica y eficaz de suplir las necesidades actuales del cuerpo de Cristo en nuestra tierra. Creo que este tipo de ministerio puede llegar a ser un catalizador del gran avivamiento que desesperadamente necesitamos en Estados Unidos.

La Oportunidad Mundial

La prioridad y el privilegio de la revitalización en las iglesias se extienden, sin embargo, más allá de nuestras fronteras hacia muchos otros lugares alrededor del mundo.

Por ejemplo, En Egipto existe una denominación llamada la Iglesia Presbiteriana Evangélica, que comenzó durante el siglo XIX, según entiendo, por presbiterianos escoceses-irlandeses. En la actualidad, según sé, existen 650 iglesias Presbiterianas Evangélicas que han sido aprobadas y que tienen licencia en Egipto, muchas con sus propios edificios. Sin embargo, las últimas estadísticas que vi, indicaban que tan solo 250 de ellas contaban con pastores y que solamente unas pocas están creciendo. Por lo tanto ¡es aquí donde existe una inmensa oportunidad para impactar grandemente a todo un país y a una cultura completa a través de la revitalización de las iglesias! No tenemos que “introducir escondidamente” ninguna Biblia ni tenemos que ir disimuladamente. El gobierno egipcio permite el funcionamiento de estas iglesias.

¿Se puede imaginar qué sucedería si 650 iglesias resucitaran en Egipto? Eso significaría que habría una revitalización de iglesias no tan solo a nivel local, sino que también a nivel nacional e incluso ¡histórico! Menciono esto ya que hace mucho tiempo atrás este país musulmán fue verdaderamente uno de los centros del Cristianismo. La ciudad de Alejandría, en la boca del Río Nilo, fue el lugar de la mayor biblioteca teológica del mundo antiguo. Los ejércitos musulmanes invadieron el Norte del África cristiano hace muchos años atrás pero nuestro Señor es capaz de volver a ganar aquellas naciones para Sí con las armas del Espíritu y el poder del evangelio. Quizás lo haga a través de la revitalización de muchas iglesias ya existentes ahí.

Otros pastores y yo hemos dado conferencias sobre la revitalización en las iglesias acá en Estados Unidos desde 1992 y recientemente nos hemos dado cuenta que existe un gran interés por este ministerio en otros países. Ahora tenemos la oportunidad de conducir las conferencias “De Las Brasas a las Llamas” en Australia, Nueva Zelanda, Corea, Japón, Uganda, Sudáfrica, Escocia, Irlanda, Inglaterra, Rumania y Francia. La lista sigue creciendo y nos encontramos en un período similar al del Segundo Viaje Misionero de Pablo. La obra del evangelio se ha expandido a través del mundo y ahora es el tiempo no tan solo de seguir plantando iglesias por medio del evangelismo y el discipulado, sino que también es tiempo de comprometernos con la revitalización en las iglesias. ¡Qué Dios nos ayude para usar esta gran oportunidad!

Si bien Dios está plantando iglesias en Estados Unidos y en el extranjero, también está haciendo grandes cosas a través del ministerio de la revitalización en las iglesias. Estoy convencido que lo mejor está aún por llegar, y que este tipo de ministerio se transformará en una parte cada vez más importante de cualquier estrategia misionera nacional e internacional. Si Dios le bendice con el privilegio de ser parte de la revitalización de una iglesia, él le dará la oportunidad, que yo he gozado, de ayudar a otros en el mismo camino, en toda nuestra nación y el mundo.

Para mí, todo comenzó cuando llegué a esa iglesia que se estaba muriendo y que describí en la introducción. Luego de unas semanas ahí, me comencé a preguntar si los “expertos” tenían razón, que la iglesia debía cerrar y cambiarse a campos más fértiles. Recuerdo haber apreciado el fervor de los autores y sus literaturas sobre el tema del crecimiento en las iglesias pero mi intuición me decía que no estaba convencido. Llegué a creer que esta situación se trataba de una prueba para mí, como la que enfrentó Abraham cuando se le dijo que ofreciera a su hijo Isaac. ¿Seguiría en obediencia al llamado de Dios, a pesar de los conflictos externos y la confusión interna? La Biblia dice que Abraham pensaba que “Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos” (Heb. 11:19), y yo por mi parte también creí que él tenía el poder para sanar y renovar a una iglesia que se estaba muriendo. Eso me hizo buscar en las Escrituras todo lo que pude hallar relacionado con la revitalización de las iglesias.

Encontré más de lo que pude imaginar. De hecho, encontré un estudio de un caso específico de una iglesia que había sido en cierto momento una gran iglesia, ¡pero que se encontraba en decadencia y rumbo a la destrucción! Parecía que Dios había puesto esto en la Biblia solo para ayudarme a mí, y a todo quien quiera ver una iglesia renovada por medio de Su gracia. Ese plan divino para la revitalización es el tema del siguiente capítulo.

Preguntas

1. Argumente cada uno de los síntomas de una “iglesia enferma”, y considere si se aplican a su iglesia. ¿Por qué o por qué no?

2. ¿De qué maneras podría tratar cada uno de estos problemas en su cuerpo?

3. ¿Cuáles son los privilegios de ser parte de una iglesia que necesita ser revitalizada? ¿De qué manera se siente usted animado por esto en su ministerio personal?

Capítulo 2
El Paradigma Bíblico para la Revitalización

Muchos de los líderes eclesiásticos en la actualidad han adoptado un modelo para el desarrollo del ministerio que pareciera provenir de Wall Street o del Boulevard de Hollywood más que de la Biblia. Piensan que las iglesias crecen primordialmente por la aplicación de exitosos principios comerciales. Otros sacan un modelo que refleja el de Hollywood, entreteniendo a las personas para que “lo pasen bien” y quieran regresar. De todas las amplias posibilidades, la filosofía de otros pareciera haber sido pedida prestada del sillón de un psiquiatra. Su énfasis se centra en el ofrecimiento de entrega de soluciones a nuestras necesidades psicológicas y emocionales más profundas en vez de la adoración espiritual al Señor Jesucristo. Efectivamente, la mayoría de las iglesias hoy en día pareciera que han adoptado el modelo corporativo de Wall Street, el modelo del espectáculo de Hollywood o el modelo terapéutico psiquiatra.

Se pueden extraer ideas útiles de cada uno de estos modelos modernos pero ninguno de ellos posee el enfoque bíblico para lograr la revitalización en las iglesias. Ciertamente, cuando comencé a estudiar este tema en las Escrituras, no encontré ningún modelo comercial, ni de espectáculos ni terapéutico. Descubrí que la Biblia utiliza otras imágenes que describen a la iglesia, que son más apropiadas e informativas, imágenes tales como la familia, el ejército y el cuerpo. También encontré que contiene principios sobre el liderazgo para la revitalización en las iglesias, algunos de los cuales no calzan muy bien con esos modelos conocidos. Descubrí también que existe un ejemplo práctico y útil sobre la revitalización en las iglesias que Dios nos ha entregado en la Palabra.

ESTUDIO DE UN CASO BÍBLICO

Por un momento durante el siglo I, la iglesia de Éfeso fue una de las más grandes del mundo. Fue una de las cuatro iglesias “epicéntricas” influyentes, junto a las de Jerusalén, Antioquía y Roma. Pablo fue quien la fundó (con la ayuda de Aquilas y Priscila), permaneciendo ahí tres años, más tiempo que en cualquier otra iglesia. El gran predicador Apolos fue discipulado en la iglesia de Éfeso , donde otras trece iglesias vieron sus inicios en las regiones adyacentes como resultado de su ministerio.

En Hechos 19:23-41 se registra una instancia que muestra cuán eficaces fueron aquellos jóvenes creyentes que ejercieron influencia en su cultura. La religión falsa, especialmente la adoración a la diosa griega Diana, había sido muy lucrativa en Éfeso. Entre las mercancías principales de la ciudad se encontraban los templecillos, las estatuas y otras parafernalias. Sin embargo, a medida que iba creciendo la iglesia, se iban convirtiendo muchas personas de la religión falsa, haciendo que la industria de los ídolos pasara a la recesión. Ciertamente, el impacto de la iglesia fue tan grande que los artesanos locales temían perder sus empleos en poco tiempo. Llegaron incluso a suscitar una revuelta como intento desesperado de ganar apoyo para la adoración pagana en su ciudad. Una situación similar se había desarrollado antes en Tesalónica, donde los no creyentes de la comunidad decían de los apóstoles: “Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá” (Hechos 17:6). El impacto de los creyentes en Éfeso se podría describir de la misma manera, que estaban “poniendo el mundo al revés”, como leemos en la traducción antigua.

Es así que Éfeso fue una gran iglesia en sus inicios, logrando sobresalir para Cristo en su comunidad y el mundo. Sin embargo, Pablo sabía que no podía dormirse en sus laureles. Al despedirse de los ancianos, les advirtió de la necesidad de permanecer firmes frente a las dificultades venideras:

Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre, porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar tras sí discípulos. Por tanto, velad, acordándoos de que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno. (Hechos 20:28–31)

Por cierto, falsos maestros y líderes llevados por su ego comenzaron a afligir a la iglesia después que Pablo se fue, haciendo decaer a esta gran iglesia de antaño. El triste proceso de pasar de las llamas a las brasas había comenzado cuando el apóstol escribió su primera carta a Timoteo. En esa carta le decía a Timoteo: “Como te rogué que te quedaras en Éfeso cuando fui a Macedonia, para que mandaras a algunos que no enseñen diferente doctrina” (1 Tim. 1:3). En realidad, por su ocasión y propósito, todo el libro de 1 Timoteo sirve como manual para la revitalización de las iglesias, así mismo, todos los principios que analizaremos se pueden encontrar en sus páginas.7

Sin embargo, y a pesar de toda esta instrucción de Pablo, y los mejores esfuerzos de Timoteo, la iglesia de Éfeso finalmente se vio enfrentada a la decadencia. En el libro del Nuevo Testamento, el mismo Jesús advirtió que la iglesia estaba a punto de ser juzgada por Dios, si no se arrepentía (Apoc. 2:1–5):

Escribe el ángel de la iglesia en Éfeso :

El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que camina en medio de los siete candelabros de oro, dice esto: “Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, has probado a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos. Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, arrepiéntete y haz las primeras obras, pues si no te arrepientes, pronto vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar.”

Aparentemente el ministerio de la revitalización de Pablo ciertamente tuvo algunos efectos positivos, especialmente en lo que se refiere a la doctrina, ya que a los efesios se les conocía por su discernimiento en cuanto a los falsos maestros (ver v. 6). Sin embargo, habían abandonado su primer amor y habían caído en una creencia ortodoxa muerta, al punto que el Señor les advirtió que vendría y les quitaría sus “candeleros.” El Puritano Matthew Henry describe bien esta abrumadora posibilidad en su comentario sobre el Apocalipsis:

Si la presencia de la gracia de Cristo y del Espíritu fuese desatendida, pudiéramos esperar la presencia de su descontento. Vendrá él a manera de juicio, y eso en manera rápida y sorprendente, sobre las iglesias y los pecadores impenitentes; los removerá de la iglesia, se llevará su evangelio, sus ministerios y sus decretos de ellos, y… ¿qué harán las iglesias cuando se les haya quitado el evangelio?8

Ese horrible destino les esperaba a aquellos creyentes si no se arrepentían. Por lo que, si alguna vez hubo una iglesia que pasó de las llamas a las brasas, o de las riquezas a la pobreza, esa fue la iglesia de Éfeso. Pero Jesús no dijo que la iglesia quedaría desesperanzada, ni tampoco dijo que debiera cerrar (aun cuando eso pase al final si las cosas no cambian). No obstante, él nos entregó un paradigma, o un plan básico, para revitalizar las iglesias. Nos dijo que el cuerpo de creyentes es capaz de detener su decadencia y pasar de las brasas nuevamente a las llamas siempre y cuando su liderazgo lo enseñe para que recordemos, nos arrepintamos y haya recuperación.

RECORDEMOS

La primera etapa hacia la revitalización, de acuerdo a nuestro Señor Jesús, es “recordar… de dónde has caído” (Apoc. 2:5). No debiéramos vivir en el pasado, dominados por la nostalgia, como lo vimos en el capítulo 1, esto no significa que el pasado no sea importante. Por el contrario, las Escrituras nos muestran que Dios quiere que recordemos muchas cosas maravillosas que ha hecho él por nosotros y a través de nosotros. Los salmos, por ejemplo, están llenos de recitaciones de las grandes obras de Dios en el pasado. Josué 4:20-24 nos muestra un ejemplo de dicha práctica curiosa del “amontonamiento de piedras”, cosa común en el Antiguo Testamento:

Josué erigió en Gilgal las doce piedras que habían traído del Jordán. Y dijo a los hijos de Israel: «Cuando el día de mañana os pregunten vuestros hijos: “¿Qué significan estas piedras?”, diréis a vuestros hijos: “Israel pasó en seco por este Jordán, porque Jehová, vuestro Dios, secó las aguas del Jordán delante de vosotros, hasta que pasasteis, de la misma manera que Jehová, vuestro Dios, había hecho en el Mar Rojo, el cual secó delante de nosotros hasta que pasamos, para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano de Jehová es poderosa, y para que temáis a Jehová, vuestro Dios, todos los días.”»

Cuando visité Israel la primera vez hace años atrás, esperaba ver pilas de piedras por todas partes, ¡ya que hay tantas historias como esa en el Antiguo Testamento! Pero ponga atención al motivo por el cual el pueblo de Dios había levantado tales monumentos: para que ellos, sus hijos, e incluso el mundo viera las piedras y recordara lo que Dios había hecho. Esto es crucial porque los desafíos de la actualidad se superan mejor cuando miramos al Señor y nos motivamos al saber que Él siempre ha obtenido la victoria. El Dios que obtuvo la victoria en el pasado obtendrá la victoria en el presente porque Él es el mismo ayer, hoy y siempre. Por tanto, la gente hoy necesita conectarse con el pasado, con la historia de su propia iglesia local y también con la historia de la iglesia a través de los siglos.

La Historia de la Iglesia Local

Un pastor nuevo que llega a una iglesia ya establecida debe darse cuenta que la historia de esa iglesia no comienza con él. Dios ha obrado en ese cuerpo en el pasado, no importa cuán afligida parezca estar ahora. Así también, la gente de hoy, incluidos los líderes actuales, pueden recuperar la esperanza y el ánimo de las buenas cosas que hizo Dios mucho antes que ellos llegaran. Como dije antes, no estoy sugiriendo que se vuelva a los “días de gloria” de la iglesia, ni tampoco estoy ciertamente defendiendo la perpetuidad del status quo ya que “siempre lo hemos hecho de esa manera.” Usted debe seguir adelante, pero a medida que lo va haciendo, debe esforzarse para establecer una conexión con la historia de la iglesia.

Tengo un amigo que fue llamado a pastorear una iglesia donde antes habían tenido a dos hombres famosos y exitosos. Inevitablemente, alguien le dijo: “Ciertamente va a tener que calzar los zapatos de alguien bien grande.” A lo que mi amigo respondió: “Traje mis propios zapatos, gracias.” Esa es una buena ilustración de cómo se debe evitar el peligro de caer en la trampa del pasado o de ser dominado por el pasado. Debemos caminar con nuestros propios zapatos, pero al mismo tiempo debemos tener cuidado de no faltar el respeto ni deshonrar a los que caminaron antes de nosotros.

Los nuevos pastores generalmente cometen dos errores cuando se sienten intimidados o inseguros por el éxito del pastor anterior. Uno de esos errores se deja ver cuando intentan despreciar el ministerio previo para justificar el propio, y el otro tiene que ver cuando tratan de duplicar el ministerio que tuvo el pastor anterior. Ambos enfoques deben ser evitados a toda costa. Por supuesto, si el ministerio anterior fue inmoral en alguna manera, hay que distanciarse de ese pecado. Sin embargo, usted debiera reconocer y conmemorar todo lo bueno de los antiguos líderes de la iglesia.

Es bueno mostrarles respeto cuando merecen ser respetados, especialmente a comienzos de los años de un ministerio de revitalización. Al construir un puente con el pasado y al celebrar aquellas personas y eventos que valen la pena ser conmemorados, usted puede incentivar a los miembros antiguos para que vuelvan a experimentar su primer amor, creando un lazo más estrecho entre ellos y los asistentes más recientes. El conmemorar la historia de la iglesia también produce el equilibrio del fervor mal encausado de los que pretenden cambiar todo lo de la iglesia, ¡incluso las cosas buenas!

¿Cuáles serían algunas maneras prácticas para conmemorar el pasado de su iglesia? Un pastor que va a jubilar, por ejemplo, debiera ser honrado de distintas maneras, con un banquete, regalos y tal vez con un puesto de pastor emeritus en el que pueda seguir sirviendo a la iglesia en el futuro. Puede que usted aparte un domingo al año para recordar lo que Dios ha hecho en la historia de su iglesia, algunos llaman a esto “El Domingo Recordatorio” o “La Semana de los Fundadores”. El pastor pudiera incorporar anécdotas del pasado en sus sermones, o pedirle a la gente que lleva tiempo en la iglesia que comparta testimonios de acontecimientos importantes en la vida de la iglesia. Tenga cuidado de no cambiar la historia para que calce mejor con sus propias preferencias o agenda, sino que busque las cosas que verdaderamente son dignas de ser conmemoradas, haciéndolas flamear como una bandera por la causa del futuro ministerio del evangelio.

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