Читать книгу: «Psicoanálisis y revolución»
Av. Luis Thayer Ojeda 95, of. 510, Providencia,
Santiago de Chile.
IAN PARKER Y DAVID PAVÓN-CUÉLLAR
PSICOANÁLISIS Y REVOLUCIÓN
PSICOLOGÍA CRÍTICA PARA MOVIMIENTOS DE LIBERACIÓN
1ª Edición, Santiago: Pólvora ed., 2021. 166 p.;
14 x 19,5 cm.
Colección La lengua del Otro
DIRECCIÓN DE LA COLECCIÓN
Lucas Sánchez A.
ISBN IMPRESO: 978-956-9441-42-4
ISBN DIGITAL: 978-956-9441-49-3
DISEÑO EDITORIAL Y PORTADA
Camila González S.
© 2021, Pólvora Editorial
IMPRESO EN PRINT FACTORYS S. A.
Índice
PRÓLOGO Jorge Alemán
PREFACIO
INTRODUCCIÓN: MISERIA, DIALÉCTICA Y LIBERACIÓN
Síntomas de la miseria como fenómenos históricos
El psicoanálisis, dialéctico, no es psicología ni psiquiatría
Liberación en la clínica y en la cultura
INCONSCIENTE: ALIENACIÓN, RACIONALIDAD Y OTREDAD
Alienación y sentido común
Racionalidad en la trampa del yo
Otredad, del psicoanálisis
REPETICIÓN: HISTORIA, COMPULSIÓN Y LIBERTAD
Historias de fracaso
Compulsión y síntoma
Libertad para repetir y fallar mejor
PULSIÓN: CUERPO, CULTURA Y DESEO
Cuerpos, de vida y muerte
Cultura, de sexo y más
Deseo de otros
TRANSFERENCIA: PODER, RESISTENCIA Y ANÁLISIS
Poder, dentro y fuera de la clínica
Resistencia, en y de la clínica
Análisis, del poder y de la resistencia
TRANSFORMACIÓN SUBJETIVA: TIEMPO PARA COMPRENDER Y MOMENTOS PARA LA ACCIÓN
Historia y tiempo revolucionario
Falsos futuros prometidos por las profesiones psiquiátricas terapéuticas
Transiciones, en el mundo y en psicoanálisis
LECTURA DE FONDO
Prólogo
Un manifiesto es siempre un llamado urgente. Es una invocación a desentrañar una situación que la historia ha encubierto con diversas estrategias ideológicas. Por esta pendiente, Ian Parker y David Pavón-Cuéllar han respondido a ese llamado por aquello que debe ser vuelto a escuchar.
Escuchar y separar, en este caso al psicoanálisis, de sus distorsiones ideológicas. Denunciar las diferentes capturas y recuperaciones del psicoanálisis y de la psicología crítica que el capitalismo neoliberal ha logrado efectivizar. Las academias, las instituciones, las profesiones han logrado separar al psicoanálisis de aquellas huellas históricas donde se puso en juego de un modo valiente una alianza histórica con el marxismo.
Para emprender el desafío implicado en este manifiesto, Parker y Pavón-Cuéllar han elaborado también un minucioso y riguroso trabajo de archivo y génesis conceptual en su manual Marxismo, psicología y psicoanálisis, un volumen colectivo que podemos caracterizar como un hallazgo incomparable. En él varios textos originales son recogidos y reseñados de un modo pertinente. Los autores son rusos, europeos, estadounidenses y latinoamericanos. La presencia de latinoamericanos, siempre ausentes en el régimen de circulación de este tipo de textos, le otorga a este gran manual su impronta definitiva de justicia: acceder en un mismo texto a Adorno y a Mariátegui, a Marcuse y a Bleger, a Reich y a Masotta.
En el trabajo paciente del libro Marxismo, psicología y psicoanálisis, se preparan las condiciones del carácter intempestivo y provocador del manifiesto que ahora presentamos.
Uno de los grandes problemas referidos al movimiento de liberación en el capitalismo contemporáneo es la compleja relación entre la transformación singular de la existencia hablante, sexuada y mortal, y la revolución social. Si bien una no va sin la otra, el problema que Pavón-Cuéllar y Parker asumen es tratar de dilucidar cuál es la dialéctica materialista para alojar este desafío. La transformación del sujeto y la revolución social, a diferencia de lo que se creyó en cierto freudomarxismo, no son términos que puedan sumarse e integrarse en una totalidad que los sintetice. Ni lo que acontece en el sujeto singular puede desligarse de las sobredeterminaciones procedentes de la fase actual del capitalismo, ni ningún proyecto colectivo asegura, sin el posible retorno de las figuras de la opresión, su permanencia emancipadora y antiburocrática.
Siempre quedará pendiente examinar aquellas derivas subjetivas en las que el sujeto, de un modo inconsciente, queda bajo los efectos de la colonización (racista o heteropatriarcal), es decir, queda bajo los efectos de aquello mismo contra lo que cree rebelarse. Liberarse de la opresión a partir de una praxis marxista implica, en el Manifiesto que aquí presentamos, liberarse de sí mismo, de las certezas narcisistas que nos habitan, para reinventarse como un sujeto distinto mientras las luchas capitalistas se despliegan.
¿Cómo logra el psicoanálisis separarse del devenir neoliberal que le ha borrado sus aristas subversivas? ¿Cómo consigue el psicoanálisis ser rescatado como aliado de la psicología crítica revolucionaria? Éstas son las tareas a las que nos invitan Parker y Pavón-Cuéllar en este manifiesto.
No obstante, estos simples enunciados llevan implícitos distintos pliegos problemáticos. Uno de ellos es el que se nos presenta como una inercia ideológica en aquellos que queriendo participar de un proceso transformador se encuentran anclados en cierta impotencia. O, dicho de otro modo, eso que indispone al sujeto a asumir la liberación como su propia causa, ¿de dónde procede?
¿Esos obstáculos provienen de lo producido por los dispositivos de poder del capital? ¿O el inconsciente es una estructura que no se agota en las determinaciones sociohistóricas del mismo y tiene su propia especificidad? ¿Puede el inconsciente en su trama simbólica, en su combinatoria significante irreductible, en su actividad pulsional, introducir sus propios problemas al movimiento de liberación?
¿Cuáles son los elementos del inconsciente que serían fácilmente apropiables para el discurso capitalista? Y a su vez, ¿el trabajo en un análisis permite reconocer o no aquello que es inapropiable y se sustrae en su trabajo material y sus efectos a la lógica del mercado?
La asunción de estos interrogantes lleva a Parker y a Pavón-Cuéllar a trabajar con los famosos cuatro conceptos lacanianos: inconsciente, transferencia, repetición y pulsión (provenientes del Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis de Jacques Lacan), interviniéndolos en su manifiesto desde una dialéctica revolucionaria. Esta dialéctica conduce a dichos conceptos a un lugar bien diferenciado con respecto a la presentación lacaniana. El borde que se comparte con la lógica lacaniana es la diferencia radical entre el Yo, lugar de las identidades narcisistas, de la alienación individualista, y el sujeto, como ese lugar descentrado, una figura que emerge como una fractura conflictiva, constituyéndose de un modo paradójico: nunca encontrándose en posesión de sí mismo.
Esas condiciones materiales del sujeto son las que permiten arrancarlo de las estrategias de la psicologización adaptativa o del relativismo rortyano promovido por el pragmatismo liberal, donde el sujeto permanece en la clausura indefinida de una redescripción de sí mismo. El dilema de la psicología crítica revolucionaria está permanentemente atravesado por la pregunta sobre las posibilidades del sujeto de asumir la condición revolucionaria. Los conflictos y las contradicciones del sujeto constituyen la oportunidad de que advenga como revolucionario. Parker y Pavón-Cuéllar no dudan en plantear que, si el psicoanálisis puede ser un aliado fundamental de la liberación, también en un gesto a lo Wittgenstein, es la escalera de la que debemos despojarnos en el fin del proceso. El sujeto despojado de sus conflictos inconscientes se abre a la praxis revolucionaria. Parafraseando a Freud, podríamos escuchar en Parker y Pavón-Cuéllar la sentencia transformada.
Allí donde era el sufrimiento del inconsciente y su corporalidad viviente, el sujeto de un nuevo lugar de las relaciones sociales debe advenir en la revolución. De este modo, el manifiesto que aquí presentamos vuelve a reeditar un nuevo Manifiesto Comunista en el psicoanálisis.
Prefacio
El presente manifiesto es para movimientos de liberación por un mundo mejor. Se dirige y se ofrece a individuos y colectivos que luchan contra la realidad opresiva, explotadora y alienante de nuestra época. Trata sobre la relación entre esta realidad externa miserable de la vida actual y nuestras vidas “internas”, lo que podemos llamar “nuestra psicología”, lo que sentimos “dentro de nosotros”, eso que parece —demasiado a menudo— resignarse a la realidad o bien —esperamos— rebelarse contra ella.
A veces tenemos la impresión de que nuestra propia rebeldía no puede salir de nosotros mismos, liberarse y convertirse en acción. Es como si fuese algo que nos carcomiera por dentro. Quizás afecte gravemente nuestras vidas. Es posible entonces que se nos diga que padecemos un trastorno psicológico.
Muchos de nuestros problemas se ven reducidos a la psicología individual por parte de la sociedad, la cultura de masas, los medios de información masiva y los profesionales “psi”, psicólogos, psiquiatras y otros, capacitados para hacer exactamente eso, reducirlo todo a lo psicológico. El resultado puede ser, por ejemplo, que nuestros problemas políticos parezcan ser “psicológicos”, aunque no lo sean. ¿Cómo deberíamos repolitizarlos? ¿Cómo luchar afuera contra las raíces de lo que sentimos adentro?
La relación entre el mundo “interior” y el “exterior” es decisiva para los movimientos de liberación. De ahí que estos movimientos puedan beneficiarse del psicoanálisis que ha dedicado más de un siglo a explorar la íntima y compleja relación entre la realidad y lo que se siente en lo más profundo e insondable de cada uno de nosotros. Debemos comprender la naturaleza de esta interconexión, con el auxilio de medios como el psicoanalítico, para luchar contra lo que nos oprime, explota y aliena, pero también para construir una alternativa práctica al capitalismo, al sexismo, al racismo y a las nuevas formas de colonialismo.
Psicoanálisis
El psicoanálisis es una práctica terapéutica inventada por Sigmund Freud en Europa, a finales del siglo XIX, como una alternativa a los tradicionales enfoques médicos psiquiátricos para tratar el sufrimiento. En lugar de someter a las personas en peligro al internamiento, a la medicalización y a terribles tratamientos físicos, el psicoanalista se encuentra en su clínica con su cliente o paciente, al que llamamos “analizante”. La tarea del psicoanalista es escuchar a este sujeto hablante, ofreciéndole un extraño espacio confidencial para que hable de aquello que lo aqueja y escuche en su propio discurso conexiones entre el pasado y el presente que nunca había observado.
Las imágenes clásicas del analizante acostado en un diván son verdaderas, pero hay algo engañoso en detalles como el del psicoanalista que toma notas, emite un diagnóstico y proporciona sabias interpretaciones. El psicoanálisis tan sólo abre un espacio para que el analizante eventualmente realice interpretaciones que le parezcan verdaderas y que después operen como el motor de la comprensión y del cambio. Esto puede hacer que un analizante simplemente aborde el “síntoma” que lo condujo al psicoanalista, pero puede también llegar a cambiar su vida. En este manifiesto, como se verá, somos bastante modestos en nuestras afirmaciones a favor del psicoanálisis. Sencillamente creemos que es una alternativa terapéutica progresista en lugar de la psiquiatría y la psicología, y explicaremos por qué.
En los siguientes capítulos describiremos elementos cruciales del psicoanálisis: primero, centrándonos en la noción de inconsciente, reflexionaremos sobre las diversas formas en que nuestras vidas obedecen inconscientemente a patrones repetitivos que luego se repiten en la clínica; después mostraremos cómo esta repetición de patrones, a veces dolorosos y autodestructivos, es expresión de pulsiones que pueden empujarnos hacia la vida o hacia la muerte; finalmente examinaremos cómo la misma repetición es manejada como transferencia por el psicoanalista. Insistiremos en el fundamento clínico de estos elementos porque el psicoanálisis ha surgido y se ha desarrollado como un método clínico, y no porque busquemos promover el tratamiento psicoanalítico o recomendárselo a nuestros lectores. Nuestro propósito es más bien destacar aquello que juzgamos potencialmente revolucionario del psicoanálisis y que tal vez pueda servir a los movimientos de liberación en sus luchas actuales.
Nuestro interés está en la efectividad política progresista y revolucionaria del psicoanálisis —a contracorriente de sus usos conservadores y reaccionarios— y no en la difusión de la teoría o de la clínica psicoanalítica. Lo más que nos permitimos es discutir si esta “clínica” puede ser un espacio potencialmente progresista para la práctica política. Este libro es un manifiesto. No es otra introducción al psicoanálisis, otra entre muchas otras, sino un argumento a favor del vínculo entre psicoanálisis y revolución. Nuestros lectores pueden leer más sobre el método y la teoría en otros textos introductorios, pero ahora teniendo en cuenta nuestras advertencias sobre la forma en que el psicoanálisis ha sido adaptado y deformado.
Otro mundo es posible, realizable, y para que se realice, podemos usar el psicoanálisis como una valiosa herramienta. Usarlo como tal no significa importar la ideología psicoanalítica dentro de nuestras formas de lucha o imaginar que siempre estará con nosotros. El psicoanálisis apareció con una forma particular que podemos hacer que funcione para nosotros y que podemos también desechar cuando haya cumplido su trabajo.
La tarea que nos hemos fijado es la de reconstruir el psicoanálisis como una forma auténtica de “psicología crítica” y como un recurso eficaz para los movimientos de liberación. Cualquier lector atento se percatará muy pronto de que somos bastante críticos ante la psicología como tal y ante las demás profesiones “psi”. La excepción es el psicoanálisis, que nos puede llevar más allá, pero siempre y cuando se conciba dialécticamente, reconociendo sus fallas y desarrollando sus fortalezas.
Nuestra convicción es que el psicoanálisis debe criticarse y transformarse a sí mismo para poder ser útil a los movimientos de liberación. Pensando en las necesidades específicas de estos movimientos, examinaremos aquí, de manera sucesiva, el papel del inconsciente, la repetición, la pulsión y la transferencia en el análisis clínico y político. Abordaremos en cada caso cuestiones relativas al cambio subjetivo y la transformación de la realidad. Aunque no evitemos la teoría, la práctica será la clave. Primero aprenderemos de la clínica psicoanalítica. Luego lo aprendido se conectará con la práctica de liberación.
Revolución
El objetivo de liberación, tal como es concebido por los movimientos anticapitalistas, antiheteropatriarcales, antirracistas y anticoloniales, será el horizonte de nuestro manifiesto. Las siguientes páginas son para los movimientos de liberación y se escribieron pensando en ellos. Estos movimientos, que están en contra de la opresión y la explotación, cuentan con toda nuestra solidaridad. Nuestro psicoanálisis también está en sintonía con lo “negativo”, con lo que es “anti”, con lo que hay en nosotros que nos permite rebelarnos. Y, como esos movimientos políticos, nuestro psicoanálisis también desentraña un aspecto positivo del sujeto humano: una capacidad para pararse a reflexionar, para cambiar el mundo y para volverlo menos resistente a la creatividad y la transformación.
El presente manifiesto se ha escrito en un momento de profunda crisis político-económica en la que el mundo simbólico, el que todos habitamos como seres humanos, está siendo sacudido y perturbado, al mismo tiempo que los mundos futuros que podemos imaginar y crear se ven impactados y amenazados por enigmáticas fuerzas reales materiales que operan completamente fuera de nuestro control. El insondable sustrato biológico de nuestro ser, nuestra incognoscible naturaleza, irrumpe en nuestro universo simbólico en momentos como éste. Al hacerlo, exacerba las contradicciones sociales a las que estamos sujetos, contradicciones que debemos entender y superar si queremos resistir y sobrevivir. Somos tanto más débiles cuando más divididos estamos ante el peligro.
Un virus mortal, por ejemplo, es una amenaza para todos nosotros en este mundo, pero su llegada muestra claramente que no somos afectados todos por igual, que no estamos todos juntos en esto. Quienes habitan en los llamados “países menos desarrollados” padecen más, quienes ya sufren de racismo se mueren en mayor número, y las mujeres confinadas en sus hogares, cuando los tienen, son más vulnerables a ataques violentos. Los oprimidos, los ya discapacitados por esta sociedad o los ya debilitados por ella, tienen menos probabilidades para sobrevivir.
Es durante el confinamiento que elaboramos el presente manifiesto. Su elaboración requirió múltiples comunicaciones entre los autores, así como consultas a camaradas en todo el mundo. La escritura del texto fue difícil y su lectura también debería serlo. Exponemos algunas ideas que a menudo se consideran “complejas” y que por ello se evitan. Estas ideas no pueden expresarse a través de la narrativa fácil de los textos populares. Lo más que hemos podido hacer es volver una y otra vez a ellas para tratar de aclararlas, pero su clarificación continuará con su lectura y sus consecuencias. Todo lenguaje está escrito como una forma de traducción. Ahora nos gustaría que nuestros lectores tradujeran las siguientes páginas a la práctica. Esta práctica es necesaria y urgente.
La mayor parte de la humanidad está en peligro bajo un “capitalismo del desastre” favorecido por los mismos capitalistas neoliberales a los que favorece. Esta forma de capitalismo, al igual que las anteriores, pero en mayor medida, no puede funcionar sin las crisis que él mismo propicia. Cualquier motivo es una buena excusa para entrar en modo crisis.
Una crisis como la que estamos conociendo es realmente un desastre, una catástrofe que brota de lo real y que nos impacta, golpeándonos en el meollo de lo que somos. Nada mejor que el psicoanálisis para considerar la conexión íntima entre esto real, nuestros intentos de imaginar lo que nos está pasando y el universo simbólico que compartimos. Esta conexión requiere de una crítica de la ideología que debe estar vinculada con lo que experimentamos, con lo que sufrimos como sujetos, para que podamos actuar mejor y cambiar la realidad. Se trata de una tarea para el psicoanálisis, pero tiene que ser una tarea colectiva y política, y no individual ni psicológica.
Nuestra individualidad y su psicología forman parte del problema. Debemos cuestionarlas. Necesitamos un tipo especial de crítica de la psicología, una “psicología crítica” que sea psicoanalítica. Necesitamos el psicoanálisis.
Introducción: miseria, dialéctica y liberación
¿Qué nos dicen los síntomas sobre el tipo de sociedad enferma que los agrava y que en algunos casos los produce? ¿Cómo escuchar esos síntomas? ¿Qué hacer al escucharlos?
Quienes están bajo presión, quienes trabajan en fábricas, oficinas, tiendas, campos, calles u hogares, pueden sentir que necesitan un apoyo emocional. Quizás este apoyo sea particularmente necesario para los activistas que luchan por cambiar el mundo. El activismo en movimientos de liberación es a menudo una dura prueba para personas que deben romper con su pasado, abandonar sus lugares asignados, enfrentarse a lo que les rodea, cuestionarse a sí mismas, desprenderse de sus identidades anteriores y renunciar a sus inercias o a los privilegios que los hacen aferrarse a lo que ya tienen.
A veces, como en el 1 % de los más ricos, los privilegios que nos dividen son enormes. Sin embargo, por lo general, son sorprendentemente pequeños. Lo que sorprende es que, siendo tan miserables, tan insignificantes, puedan ser tan importantes para nosotros. Su atracción es material, pero también “psicológica”. Se trata de algo que el psicoanálisis entiende y que puede llegar a transformar.
Debemos romper nuestras cadenas psicológicas para percatarnos de que somos como trabajadores de tipos diferentes. Por más grandes que sean las diferencias entre nosotros, ahí está el trabajo que nos une, el que hacemos al vivir y para vivir, y debemos reconocerlo para juntar nuestras fuerzas y ganar el mundo. Seguiremos perdiendo el mundo, hasta perderlo por completo, mientras permanezcamos atrapados en el interior de lo que se nos ha hecho ser como individuos.
Cada uno debe liberarse no sólo a sí mismo, sino de sí mismo, de las categorías que lo aprisionan o de la individualidad misma, que se ha convertido en un refugio para huir de un mundo que también se experimenta como una prisión. Esto causa desgarramientos internos que pueden ser considerados, estudiados y tratados con medios como los psicoanalíticos, inventados por el médico vienés Sigmund Freud entre los siglos XIX y XX y luego refinados y desarrollados por sus discípulos y seguidores en los últimos cien años.
La historia de la herencia freudiana es la de un tratamiento único, sin parangón, de los desgarramientos internos en la subjetividad moderna. Es también la historia de una relación compleja, ambivalente y contradictoria con el fin último de liberación. Esta historia está hecha de avances, desviaciones, rodeos y retrocesos. Ya desde el principio, Freud era un hijo de su tiempo, inmerso en la ideología sexista y racista, y en su propia formación psiquiátrica, pero consiguió romper con las ideas dominantes sobre la psicología y la naturaleza humana para abrir el camino a una “psicología crítica” potencialmente progresista.
Freud se relacionó crítica o escépticamente con la esfera psicológica. No la aceptó como algo dado, real y enteramente manifiesto, que pudiera conocerse de modo objetivo. Tampoco la vio como algo unitario que sería lo mismo siempre y en cualquier persona. Esto le permitió proponer ideas valiosas sobre la naturaleza humana de la miseria como algo histórico, sobre el proceso dialéctico a través del cual podemos entender esta miseria como algo condensado en síntomas, y sobre la relación entre comprensión y liberación.
Síntomas de la miseria como fenómenos históricos
Freud se encontró con ciertos signos que se presentaban como síntomas médicos, pero que bloqueaban psicológicamente a las personas, y los vio como “síntomas” de un tipo muy diferente. Estos “síntomas” ya no podían ser explicados ni tratados por la medicina, sino que exigían otros medios teóricos y prácticos. El psicoanálisis fue así desarrollado por Freud a partir de las insuficiencias de la medicina.
Aunque Freud hubiera sido entrenado como un “médico mental” convencional, se apartó completamente de la psiquiatría y de los tipos de psicología que trataban y siguen tratando el sufrimiento humano según un modelo médico mecanicista. Como veremos, a diferencia de los síntomas de la medicina, los del psicoanálisis no consisten simplemente en signos visibles. Son más bien como palabras que exigen ser escuchadas, que hablan de angustia y resistencia, y que abren posibilidades de cambio.
El mundo puede transformarse al tratar los síntomas como lo hace el psicoanálisis, al escucharlos, al tomarlos en serio y al actuar en consecuencia. La acción política transformadora, subversiva y potencialmente revolucionaria, puede surgir de la palabra sintomática de nuestro sufrimiento, de lo que no puede continuar como lo ha hecho hasta ahora, de lo que debe cambiar. Es por esto por lo que los síntomas son el punto de partida del presente manifiesto.
Lo que aquí nos preocupa especialmente es el vínculo psicoanalítico entre la palabra y la acción, la acción política, la que intenta enfrentar y superar las causas históricas más fundamentales de nuestro sufrimiento. La presión y las rupturas internas que sufrimos hablan de la naturaleza particular de nuestro malestar en esta miserable sociedad que tanto queremos cambiar. Para cambiarla, el psicoanálisis es un aliado potencialmente poderoso.
Nuestra principal tarea es conectar nuestra lucha social con el tipo de lucha interna inevitable descrita por la teoría psicoanalítica. El propósito práctico no es el fin terapéutico de curarnos al pacificarnos, al reconciliarnos internamente con nosotros mismos y con la sociedad, sino que es el fin político radical de ir a la raíz de nuestra lucha interna. Esto hace que el psicoanálisis que aquí nos interesa difiera sensiblemente de cualquier terapia individual readaptativa de inspiración psicoanalítica.
El psicoanálisis, una teoría y práctica de nuestras desgarradas “vidas mentales internas”, a menudo se ha aliado con el poder, pero en realidad proporciona una crítica clínica y política de la miseria. No es algo que debamos temer. No se ha diseñado para subyugarnos al adaptarnos al orden establecido, al hacernos desconfiar de nuestros ideales transformadores, al apartarnos de nuestras luchas colectivas, al encerrarnos dentro de nosotros o al vencer nuestra más íntima resistencia contra la dominación.
Lo que Freud nos ha legado no es un instrumento de atomización, resignación y sujeción. Es cierto que el psicoanálisis a veces ha funcionado así, como sucede, por cierto, con todo tratamiento profesional de nuestra vida mental. Esto no es sorprendente en la sociedad de clases, que separa a los sanadores profesionales del resto de las personas, asignándoles una función precisa vinculada con el poder.
El psicoanálisis también nos enseña que el profesional, ya sea médico, psiquiatra, psicoterapeuta o psicólogo, también está desgarrado en su propia existencia. Puede luchar por una carrera exitosa, pero a veces también recuerda eso que lo llevó inicialmente a su decisión de cuidar a los demás. Todos vivimos esas tensiones de una forma u otra. Las manejamos y generalmente las encubrimos. La pregunta clave es qué hacemos con esos conflictos y contradicciones, cómo los orientamos a nuestro favor, haciendo que funcionen para nosotros en lugar de contra nosotros.
Aunque haya sido utilizado en un sentido reaccionario, el psicoanálisis no es reaccionario por sí mismo. No es necesariamente un instrumento de dominación. Por el contrario, puede ser un arma contra el poder. Es posible para él mostrar cómo nuestra propia psicología está colonizada por la realidad, por la realidad miserable de nuestra vida en el capitalismo, y cómo podemos hablar y actuar contra eso a medida que nos involucramos en la propia liberación.
Somos más que la “psicología” que nos atribuyen los profesionales de la salud mental. No estamos condenados a encerrarnos dentro de nuestra individualidad ni a soportar la realidad ni su miseria ni el sistema capitalista. Se nos dice que no podemos cambiar las cosas, pero sí podemos, y necesitamos un enfoque basado en la posibilidad de cambio.
Adaptación
El psicoanálisis, un acercamiento crítico psicológico al sufrimiento y un tratamiento radical a principios del siglo XX, fue alguna vez un aliado abierto de la izquierda. La mayoría de los psicoanalistas eran miembros o simpatizantes de movimientos comunistas o socialistas antes de que sus organizaciones fueran destruidas por el fascismo en Europa y antes de que ellos mismos debieran huir y exiliarse en diferentes partes del mundo. Estos psicoanalistas estaban comprometidos con una lucha para cambiar el mundo porque podían ver y escuchar de sus pacientes la miseria que había en el mundo.
Los “síntomas” escuchados por los primeros psicoanalistas no eran simples indicios de problemas orgánicos. Eran más bien signos de conflictos, conflictos no sólo personales o familiares, sino ideológicos, políticos e históricos. Los síntomas eran ellos mismos conflictos condensados y expresados en una suerte de palabra dirigida a los demás. Eran lo que el psicoanálisis sabe escuchar.
Con el paso del tiempo, como lo veremos ahora, muchos psicoanalistas fueron perdiendo el arte de escuchar. Su escucha cedió a veces lugar a una mirada objetivadora y clasificadora. El psicoanálisis fue convirtiéndose en una especialidad médica o psicológica. Su práctica se volvió una simple “técnica” pretendidamente científica y deliberadamente despolitizada.
Incluso los primeros psicoanalistas, una vez llegados a los países a los que se exiliaron y en los que vivieron en condiciones bastante hostiles, tuvieron que renunciar a la militancia política y protegerse contra la persecución anticomunista característica de los países occidentales entre los años 1930 y la Guerra Fría. Se despolitizaron y se adaptaron así a su nueva realidad, y por el mismo gesto despolitizaron y adaptaron al psicoanálisis, convirtiéndolo en un tratamiento adaptativo. Esta adaptación ha sido crucial para la historia del psicoanálisis en la clínica y en la cultura popular.
Los conflictos de los que hablaban los síntomas ahora se veían como problemas que debían resolverse en el nivel personal. Esto aseguró que la política se mantuviera fuera de la clínica. Luego, cuando las ideas psicoanalíticas se “aplicaron” erróneamente a la sociedad, fue este psicoanálisis adaptativo el que se utilizó como un modelo para describir cómo funcionaba la sociedad.