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La Columna de la Verdad

El siguiente nombre descriptivo de Pablo para la iglesia, “columna” (del griego stulos), nos dice que la iglesia realmente sostiene la verdad. O para ponerlo en términos más gráficos (y tal vez asombrosos), la verdad de Dios no puede permanecer firme sin la iglesia. Si se elimina la columna de un edificio, como probó Sansón en su último acto en el templo filisteo (Jueces 16:29-30), el edificio se derrumbará y la gente que está dentro quedará herida o muerta. La implicación de las palabras de Pablo es que la verdad caería de manera desastrosa si no existiera la iglesia.

Por supuesto, ese temible evento nunca ocurrirá, porque Dios ha prometido que Su iglesia se sostendrá siempre (Mateo 16:18). Él ha ordenado que tanto la verdad como su “columna” permanezcan firmes para siempre (cf. 1 Pedro 1:25; Efesios 3:21). Pero como las palabras de Pablo tenían el propósito de ayudar a Timoteo a comprender la importancia vital de una conducta recta en la iglesia, también tienen el propósito de convencernos del papel indispensable que desempeña la iglesia en nuestras vidas individuales. Nuestra propia relación con Dios y Su verdad está en peligro mortal si la iglesia no ocupa su lugar adecuado en nuestras vidas. Así que cuando consideramos a aquellos que abandonan la iglesia como un medio de crecimiento espiritual, es muy improbable que ellos estén manteniendo la verdad o cultivando una relación significativa con Dios por sí mismos. A la luz de 1 Timoteo 3:15, es mucho más probable que su fe se haya desmoronado, porque han eliminado la columna que sostiene la verdad.

¿Cómo funciona la iglesia como una columna de la verdad? Las siguientes son algunas de las maneras en que la iglesia ha sido diseñada para sostener la verdad de Dios:

La revelación. Dios decidió revelar la verdad del Nuevo Testamento en la iglesia y por medio de la iglesia. Pablo escribió:

A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor. (Efesios 3:8-11)

1 Corintios 12:28 dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas”, y esos son los hombres cuyas bocas y plumas nos trajeron Su Palabra inspirada (cf. Efesios 4:11). Deberíamos añadir, no obstante, que los apóstoles y profetas sirvieron sólo como el fundamento de la iglesia (Efesios 2:20), y por lo tanto ese ministerio de revelación no continúa en nuestros días. La fe “ha sido una vez dada a los santos” en el primer siglo (Judas 3; cf. Apocalipsis 22:18-19), y por lo tanto, cualquier iglesia que afirme añadir una revelación subsiguiente a las Escrituras es una iglesia falsa.14

La proclamación. Aunque la iglesia ha concluido su tarea de revelar la verdad de Dios, continúa siendo el instrumento que Él ha escogido para proclamar esa verdad al mundo. Como escribió R. B. Kuiper:

La iglesia de Roma está en grave error cuando afirma que la Iglesia dispensa la gracia salvadora. También están en error los que no se fijan en el hecho de que la iglesia debe dispensar los medios de la gracia salvadora.

Dios emplea un sólo medio para impartir la fe al hombre. Ese medio es su Palabra, la Biblia. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Es el sagrado deber de la iglesia proclamar la palabra de Dios. Cuando le place al Espíritu Santo llamar eficazmente a los pecadores por la Palabra predicada por la iglesia, es entonces que los pecadores llegan a ser creyentes. Es por este importante papel de la iglesia en el nacimiento de los creyentes, que ella merece ser llamada la madre de los creyentes. Los creyentes son nacidos de Dios a través de la iglesia.15

Obviamente la mayor parte de la proclamación del evangelio tiene lugar fuera de la asamblea de la iglesia, pero en la Escritura siempre es la iglesia la que inicia y sanciona tal evangelismo. Hechos 13:1-3 nos dice que la iglesia de Antioquía ordenó oficialmente a Pablo y a Bernabé como misioneros, y Pablo dijo más tarde que Tito “también fue designado por las iglesias como compañero de nuestra peregrinación” (2 Corintios 8:19).

Dios también ha designado a la iglesia para ser la institución en la cual la Palabra de Dios es proclamada a los creyentes. Hechos 2:42 dice que la iglesia primigenia se reunía regularmente para estudiar la enseñanza de los apóstoles, y Efesios 4:11-12 nos dice que a la iglesia le fueron dados “pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.

La administración . La iglesia también actúa como una columna de la verdad porque sólo en ella el pueblo de Dios puede disfrutar la estructura y el orden que Él ha concebido para su adoración y crecimiento. Dios nunca ha provisto instrucciones sobre cómo una organización paraeclesial debe funcionar, mucho menos para cómo las personas pueden adorar y crecer totalmente por sí solas. Pero Él ha revelado un plan exhaustivo con respecto a cómo debe funcionar la iglesia para Su gloria y para el bien de sus miembros (1 Timoteo 3:15). Ese plan incluye directrices para el bautismo y la Cena del Señor (que son ordenanzas de la iglesia), para las ofrendas, el liderazgo, la adoración, la predicación, las funciones de los hombres y las mujeres, y una multitud de otros asuntos esenciales (la mayoría de los cuales discutiremos en el resto de este libro). Lo primordial es que Dios ha designado que la iglesia sea el contexto en el cual nos trasladamos de la pecaminosidad a la santidad. ¡Intentar crecer en Cristo fuera de la iglesia es como intentar aprender a nadar sin meternos jamás en la piscina!

La protección. Finalmente, la iglesia sostiene la verdad protegiéndola del error. Ella juzga la enseñanza de los falsos profetas, declara que son divisivos, y renuncia a ellos si persisten en su herejía (Romanos 16:17; Tito 3:9-11; 2 Juan 9-11). Cuando una disputa surge entre dos hermanos, la iglesia es llamada a arbitrar su caso y determinar quién está en lo correcto y quien está equivocado (1 Corintios 6:1-6). Y la iglesia también protege la verdad de la influencia dañina de aquellos que viven modos de vida impíos.

Jesús dijo que si una persona rehúsa responder a una confrontación reiterada, nosotros debemos tenerle “por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mateo 18:17-18; 1 Corintios 5; 2 Tesalonicenses 3:6-15). Sólo a la iglesia se le da la habilidad y la autoridad por parte de Dios para tomar ese tipo de acción contra el error y el pecado, y sin ella la verdad queda desprotegida en un alto grado. Cuando la columna desaparece, es mucho más probable que la verdad sea tergiversada, comprometida y pasada por alto.

El Baluarte de la Verdad

A primera vista esta descripción de la iglesia parece idéntica a la anterior, pero traduce una palabra griega completamente diferente (hedraioma) y comunica un matiz de significado considerablemente diferente. A la luz de su etimología y de su emparejamiento con “columna,” esta palabra griega probablemente significa “fundamento,” como indican la mayor parte de las herramientas léxicas. Algunos eruditos han estado renuentes a traducirla de esa manera porque la iglesia Católica Romana ha usado esa traducción para apoyar la idea de que la verdad procede de la iglesia. Pero, de hecho, la traducción “fundamento” no otorga validez a esa doctrina católica, porque la palabra no contiene en absoluto la idea de fuente. Más bien habla sólo de estabilidad y permanencia.

Un diccionario teológico dice esto acerca de otra forma de la palabra usada a menudo en el griego clásico:

El adjetivo hedraios (derivado de hedra, asiento, silla, morada, lugar)... originalmente era usado por los hombres en el sentido de “sentarse”, “sedentario”, y luego de manera más general para “firme”, “inquebrantable”, “estable”. De esta manera, hedraios es usado... en asuntos acerca de una certeza absoluta y de la base final de toda la existencia (especialmente usado por Plotino). La referencia es siempre a algo seguro y permanente en sí mismo.16

¿Por qué escogió Pablo esta palabra en su intento por ayudar a Timoteo a comprender la primacía y la importancia de la iglesia local? El quería que Timoteo conociera que la iglesia es la única institución que Dios ha prometido preservar a lo largo de todos los tiempos. Siempre permanecerá, y siempre tendrá éxito, sin tener en cuenta los muchos asaltos y catástrofes que la amenazan. Jesús afirmó este hecho en los términos más firmes cuando dijo: “[Yo] edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Y Efesios 3:21 dice que Dios recibirá “gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos”.

La verdad de que la iglesia siempre será edificada y bendecida por Dios mismo provee una tremenda fuente de esperanza y confianza para nosotros como cristianos. También presenta un argumento convincente para la idea de que deberíamos dirigir nuestras energías y esfuerzos principalmente hacia la edificación y el crecimiento de la iglesia local y no a organizaciones e instituciones fuera de ella. Dios ha prometido preservar y bendecir la iglesia, pero los esfuerzos de los cristianos en esas otras arenas no producirán necesariamente un fruto duradero.

Por ejemplo, muchos cristianos (y líderes cristianos) en nuestros días están gastando cantidades tremendas de energía para poner freno a la ola creciente de secularismo y relativismo moral en América. Nuestra cultura de hecho se ha convertido tristemente en poscristiana, y sin duda, en el futuro se irá convirtiendo cada vez más en anti-cristiana. Pero la Biblia nunca nos manda a dedicar nuestros mayores esfuerzos para asegurarnos de que la sociedad en la que vivimos permanece tolerante hacia el cristianismo. Y si invertimos nuestros esfuerzos y esperanzas en esa lucha, simplemente nos expondremos a una tremenda decepción, porque no tenemos garantía de que nuestro gobierno será jamás tolerante hacia los cristianos. Dios puede muy bien permitir que se haga como la Alemania nazi o la Rusia comunista. Si lo hace, eso no sería “el fin del mundo” para nosotros los creyentes, ni tampoco sería un golpe horrible para los propósitos de Dios. El glorioso plan de Dios para edificar Su reino espiritual continuará, sin tener en cuenta si América mantiene su libertad religiosa.

No obstante, si estamos luchando principalmente por y para la salvación de las almas y la edificación del pueblo de Dios (particularmente en el contexto de la iglesia local), nuestra esperanza nunca será sacudida, porque esas benditas obras continuarán incluso si la cultura alrededor de nosotros cae en picado. Puesto que la iglesia actúa como un fundamento permanente para la verdad de Dios, siempre permanecerá como un lugar emocionante y satisfactorio en el cual servirle.

• La morada y familia de Dios.

• El cuerpo amado profundamente por cada miembro de la Trinidad.

• La columna indispensable que sostiene la verdad de las Escrituras.

• El fundamento estable y eterno de nuestro servicio a Cristo.

¿Qué más se podría decir acerca de la importancia de la iglesia que comunicó Pablo en estas cuatro descripciones tan vívidas? Sólo queda preguntarnos si la iglesia es tan importante para nosotros como lo es para el Señor, y cómo podemos asegurarnos de que tiene el lugar que le corresponde en nuestras vidas y ministerios. El resto de este libro nos ayudará a entender lo que Dios espera de nosotros en relación con su iglesia, pero por ahora estas palabras de Robert Saucy servirán como un resumen adecuado y una conclusión a lo que hemos discutido hasta aquí:

A lo largo del curso de la historia Dios ha obrado en una variedad de maneras por medio de individuos, naciones, y personas. El epicentro de su obra presente es la iglesia. Aquello que fue comenzado en las Escrituras, cuando hombres y mujeres fueron llamados a reconocer el señorío de Cristo, continúa hoy en cumplimiento de la promesa de Cristo de edificar su iglesia. Cristo no sólo está edificando Su iglesia, sino que ésta es el instrumento principal por medio del cual Él ministra en el mundo. Como Cristo fue enviado por el Padre, así la iglesia cumple el papel de embajadora de su Señor como enviados con un mensaje de reconciliación al mundo (Juan 20:21).

La realidad de que la iglesia como el instrumento de Dios y como Su principal preocupación es recibida con escepticismo e incredulidad, no sucede enteramente sin razón. En medio de la contracorriente bravucona de nuestros tiempos, que ha sacudido todas las instituciones de los hombres hasta dejarlas por los suelos, y en algunos casos, incluso los fundamentos están peligrando, si es que no han sido destruidos ya, la iglesia no ha permanecido indemne. Aquello que lleva el nombre de Dios ha sufrido confusión con el resto de las cosas. La tan extendida debilidad resultante y la incertidumbre han hecho que muchos se aparten, rechazando con censura a la iglesia como el lugar de la actividad de Dios. Aunque es cierto que algunas formas de vida eclesiástica, adiciones del tiempo más que modelos bíblicos, deben ser rechazadas, el seguidor de Jesucristo no puede profesar lealtad a Él y negar Su iglesia. Lo que se necesita mucho más que las denuncias son una crítica constructiva y un esfuerzo renovado por buscar los caminos de Dios en los cuales uno pueda ser parte del proceso de edificación. Porque su propósito aún permanece: su iglesia perdurará.17

Preguntas para la plática y la aplicación:

1. Cuando la iglesia es llamada “el cuerpo de Cristo” en la Escritura, ¿qué implica esto para la importancia de la iglesia? ¿Y qué sucede con la expresión “la familia de Dios”

2. Hechos 20:28 dice que Dios compró la iglesia “con su propia sangre”. ¿Cómo habla eso de la importancia de la iglesia? Analiza también Efesios 5:25-27.

3. ¿Por qué dice la confesión de fe de Westminster que fuera de la iglesia “no hay posibilidad ordinaria de salvación”? ¿Qué dos extremos crees que está tratando de evitar esta afirmación?

4. ¿Cómo valorarías la importancia de la iglesia en tu propia vida personal? ¿Cuán importante es comparada con otras instituciones humanas, como la familia, el gobierno, la escuela, las organizaciones paraeclesiales, los equipos de deporte o los clubes? ¿Y comparada con tus pasatiempos y otras actividades de ocio?

2
Comprometiéndonos
con la Membresía de la Iglesia

Hace varios años, el Dr. Jay Adams estaba respondiendo un panel de preguntas en una conferencia de orientación en San Diego. Un hombre levantó la mano y preguntó: “¿Debemos aplicar la disciplina eclesiástica a las personas que no son miembros de nuestra iglesia?”

“No, por supuesto que no,” respondió Jay en su inimitable estilo de firmeza afectuosa. “La disciplina de la iglesia es sólo para creyentes.” Un estruendo inquisitivo atravesó la sala, así que se explicó más detalladamente: “Las personas que no son miembros de una iglesia deberían ser tratadas como no creyentes, porque ellos se están tratando a sí mismos como no creyentes.”

Una ola de murmullos aún más fuerte corrió por toda la audiencia, y una multitud de manos salieron disparadas a lo alto.

“¿Y que ocurre si tu iglesia no tiene membresía?”, fue la siguiente pregunta.

La persona que preguntó continuó explicando que era de una determinada denominación (como lo era la mayoría del resto de asistentes a la conferencia) cuyos líderes no creían en la necesidad de tener un registro de ningún tipo porque sentían que eso era un requisito innecesario y legalista que se impone sobre las personas. Así que, de hecho, Jay Adams acababa de decirle a varios cientos de pastores, consejeros y laicos comprometidos, ¡que todos ellos deberían ser tratados como no creyentes!

El Dr. Adams tenía conocimiento de la política de esa denominación antes de hacer aquellos comentarios, y su intención no era insultar a aquellos hermanos y hermanas. En lugar de eso, él quería atraer la atención de ellos y hacerles pensar en el asunto de la membresía de la iglesia. Aparentemente funcionó, porque escucharon con mucha atención mientras él hablaba y continuó explicando y matizando sus provocativos comentarios. Varios pastores de aquella misma denominación se acercaron a él posteriormente y le dijeron que habían sido convencidos por sus razonamientos y estaban planeando poner en práctica la membresía en sus iglesias.

Aunque puede ser que no usemos las mismas palabras que utilizó Jay (¡al menos no sin un montón de matizaciones!) estamos de acuerdo con él en que la membresía de la iglesia es muy importante. De hecho, creemos que toda iglesia local debería tener un sistema de membresía, y que todo cristiano debería comprometerse con la membresía cuando la oportunidad esté al alcance. Este capítulo analizará tres razones básicas por las que la membresía de la iglesia es bíblica y esencial: (1) el mandato para el compromiso con una iglesia local, (2) la obligación de obedecer a los líderes de una iglesia local, y (3) los privilegios de la asociación con una iglesia local.

El Mandato para el Compromiso

La Biblia claramente ordena a todo creyente a estar profundamente involucrado en las vidas de otros creyentes. Hebreos 10:24-25 dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Dios dice que no debemos abandonar el “congregarnos”, pero Él no quiere decir sólo que debemos asistir a los cultos de la iglesia regularmente. El significado del pasaje es mucho más pleno que eso, tal como revelan los otros mandatos que contiene. Si nosotros no estamos considerando (o planeando) cómo estimular a los demás al amor y a las buenas obras, si no estamos implicados de todo corazón en ese proceso, y si no estamos animando a los otros más y más todo el tiempo, entonces estamos desobedeciendo al Señor.

El contexto principal en el que Dios quiere que tenga lugar ese compromiso es el cuerpo local de creyentes, y por ello, el compromiso que se está demandando es también un compromiso con la iglesia. Casi todas las veces que ocurre la expresión “los unos a los otros” en el Nuevo Testamento son dichas directamente a iglesias locales, y tienen el propósito de ayudar a esas iglesias a ser lo que Dios quiere que sean. Para nosotros no es suficiente decir que somos meramente parte de la iglesia universal o invisible (todos aquellos que creen por todo el mundo, sin considerar su afiliación a una iglesia). También debemos comprometernos con un grupo local o visible del pueblo de Dios. De hecho, de la misma manera que se requería que todo creyente en los tiempos del Antiguo Testamento se identificara externamente con el pueblo del pacto de Dios (Gén. 17:9-14, 23-27; 34:14-17), así mimo el Nuevo Testamento no contiene ni siquiera una insinuación de alguien que fuera verdaderamente salvo y no fuera miembro de una iglesia local. Como escribió R. B. Kuiper:

Es claro que en los días de los apóstoles fue una práctica universal recibir a los creyentes dentro de la iglesia visible por medio del bautismo.

¿Qué cosa podría ser más lógica? El que cree en Cristo se une a Cristo. La fe le une a Cristo. Ahora es miembro del cuerpo de Cristo, la iglesia invisible. Ahora bien, la iglesia visible es sólo la manifestación externa de la iglesia invisible. Cada miembro de la iglesia invisible debería, por supuesto, ser miembro de la iglesia visible. Muy significativo es en relación con este asunto Hechos 2:47: “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. El Señor no sólo quiere que aquellos que son salvados se unan con la iglesia, sino que Él mismo les une a la iglesia. Y la referencia es inequívocamente con relación a la iglesia visible.

¿Hay que concluir que los que están fuera de la iglesia visible están también fuera de Cristo? No, de ninguna manera. Es posible que un verdadero creyente por razones circunstanciales poco comunes no se una a la iglesia visible. Se puede concebir, por ejemplo, que uno puede creer en Cristo y morir antes de recibir el bautismo. Pero la circunstancia es excepcional. La regla bíblica es que, mientras el ser miembro de la iglesia no es un requisito para la salvación, es, en cambio, una consecuencia necesaria de la salvación. Fuera de la iglesia visible “no hay posibilidad ordinaria de salvación” (Confesión de Fe de Westminster, Capítulo XXV, Sección II).18

El compromiso con una iglesia local no es sólo la responsabilidad asumida por cualquiera que afirme ser parte de la iglesia universal, sino que también es la única respuesta apropiada a las verdades que aprendimos en el capítulo 1 acerca de la importancia de la iglesia. Algunos de los versículos mencionados en aquella discusión se referían al cuerpo invisible, mundial; pero esos constituyen sólo una pequeña minoría de los usos de la palabra griega ekklesia en el Nuevo Testamento. De las 110 veces que esa palabra es traducida como “iglesia”, sólo 17 son referencias claras a la iglesia universal, mientras que 90 indican sin duda alguna a la iglesia local. Incluso en aquellas pocas veces en que los escritores del Nuevo Testamento se están refiriendo a la iglesia universal, no se puede eliminar de la palabra la idea de una iglesia local, porque las dos están unidas de manera muy inseparable, siendo una la manifestación visible de la otra.

Si la iglesia es la casa de Dios, la columna y el baluarte de la verdad, el cuerpo por el que Cristo murió, y la forma presente de Su reino y de Su pueblo, entonces toda persona que afirma pertenecerle a Él, debiera pertenecer a la iglesia local. Carlos Spurgeon habló de manera muy significativa acerca de esa verdad hace más de cien años:

Yo sé que hay algunos que dicen: “Yo me he entregado al Señor, pero no tengo la intención de entregarme a ninguna iglesia.” Ahora bien, ¿por qué no? “Porque yo puedo ser un cristiano sin ella.”

¿Estás completamente seguro de eso? ¿Puedes ser tan buen cristiano desobedeciendo a los mandatos de tu Señor como siendo obediente? Piensa en un ladrillo. ¿Para qué está hecho? Para ayudar a edificar una casa. No tiene ningún sentido que ese ladrillo te diga que es un ladrillo tan bueno mientras que está dando vueltas por ahí, como cuando está en la casa. Es un ladrillo bueno para nada. Así mismo, vosotros cristianos que andáis de acá para allá, yo no creo que estéis cumpliendo con vuestro propósito. Estáis viviendo contrariamente a la vida que Cristo quiere que viváis, y sois responsables del daño que hacéis.19

Muchas de las personas que asisten a las iglesias en nuestros días, tal vez, la mayoría de ellas, no están familiarizadas con un compromiso bíblico con la iglesia. Si simplemente llegasen a ser conscientes de su importancia e hiciesen ese compromiso, entonces el problema de la membresía de la iglesia quedaría resuelto en sus vidas porque estarían dispuestos a unirse a la iglesia a la cual se están comprometiendo. O si están en una iglesia que no tiene membresía, deberían hacer todo lo que les sea posible en esa situación para estar comprometidos con el cuerpo. Pero nos damos cuenta de que también hay muchos cristianos que ya están comprometidos con una iglesia local y dirían que no hay necesidad de pasar por ningún proceso de entrevistas ni de ser incluidos en una lista. Dicen que el compromiso con la iglesia no tiene que reflejarse necesariamente en un proceso formal de membresía. Entre ellos están algunos de los propios líderes de iglesias, como aquellos en la denominación mencionada al principio de este capítulo.

El resto de este capítulo está dirigido tanto a estas personas como a aquéllas que no se comprometen. Creemos que los principios bíblicos y la sabiduría sostienen la idea de identificar específicamente, públicamente, e incluso legalmente a aquellos que son parte de una iglesia. Lo ideal sería que cada iglesia tuviese una lista de miembros que contuviera los nombres de cada creyente que adora allí con regularidad. Y cada creyente que adora allí debería estar dispuesto y deseoso de ser identificado con la iglesia de esa manera.

La Obligación de la Obediencia

En ambas iglesias donde nosotros ministramos, los ancianos le han pedido a cada creyente que ha decidido adorar con nosotros que se una a la iglesia por medio de un proceso formal de membresía. Ese proceso implica una clase en la que se explica la membresía, una entrevista con uno de los líderes de la iglesia, y un compromiso público y una bienvenida durante uno de nuestros cultos. La mayoría de las demás iglesias tienen un proceso similar desarrollado y fomentado por sus líderes. Esta debería ser una razón suficiente para cualquier cristiano en esos cuerpos para convertirse en miembros de iglesia, basada en la clara enseñanza de estos pasajes:

Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros. (1 Tes. 5:12-13)

Obedeced a vuestros pastores y sujetaos [a ellos;] porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta. Permitidles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para vosotros. (Heb. 13:17 LBLA)

Así que si los líderes de tu iglesia quieren que te hagas miembro de ella, entonces Dios mismo quiere que te hagas miembro, porque Dios los usa para guiarte a su voluntad. Y observa que ese último pasaje no sólo te dice que obedezcas y que te sometas a tus líderes, sino que contiene un tercer mandato que con frecuencia se pasa por alto. Dice que debemos ayudar a nuestros líderes a cuidar de nuestras almas con gozo. No sólo hemos de hacer lo que nos dicen que hagamos (a menos que nos digan que pequemos), sino que también hemos de hacer todo lo que podamos para facilitarles que lleven a cabo su supervisión.20 Sin lugar a dudas, la membresía de la iglesia facilita a los líderes el pastoreo del rebaño, por las siguientes razones. Estas razones no sólo deberían ayudar a quienes asisten a la iglesia a ver la importancia de hacerse miembros, sino también de convencer a algunos de los propios líderes a establecer y animar un proceso de membresía:

La membresía es esencial para una administración ordenada de la iglesia. Dios ha otorgado a la iglesia su multiforme gracia, la verdad de Su Palabra, y las almas de Su pueblo redimido. La iglesia debe ser una administradora fiel de estos tesoros, y para hacerlo debe poner mucho cuidado en el desarrollo y el mantenimiento de su estructura y organización. ¿Por qué los negocios que luchan por una ganancia económica de corta duración han de ser administrados de una manera más prudente, seria y comedida que una institución que está trabajando para almacenar tesoros en el cielo (Juan 6:27; Mat. 6:19-21)? Por el contrario, nosotros debemos hacerlo todo “decentemente y con orden” (1 Cor. 14:40), y la membresía juega una parte vital en la estructura de cualquier iglesia. Eric Lane escribió:

En la Biblia, algunas veces la iglesia es comparada a un cuerpo, otras veces a una familia o una casa, algunas veces a un reino, algunas veces a un ejército. Para que cualquiera de esos organismos funcione adecuadamente, se requiere algún tipo de orden. Lo mismo se aplica a la iglesia. La iglesia no es simplemente una colección vaga de individuos, sino una estructura íntimamente tejida como un cuerpo humano (Ef. 4:16), y por lo tanto tiene que estar correctamente organizada. Para ese ordenamiento, se necesita conocer exactamente quien pertenece a ella. Una familia que se sentase a la mesa para cenar o que cerrase sus puertas por la noche, sin saber quien se supone que debe estar allí y quien no, sería un fenómeno sumamente extraño. Un batallón del ejército que no supiese a quien se espera para desfilar pronto acabaría en el caos. Si la iglesia ha de ser una verdadera familia y una fuerza de combate efectiva, necesita conocer exactamente quien pertenece a ella.21

La membresía clarifica la diferencia entre la iglesia y el mundo. O, como dijo Jay Adams, ayuda a conocer quienes deben ser tratados como creyentes y quienes deberían ser tratados como “no creyentes”. La membresía nunca nos dirá quién es, y quién no es un verdadero cristiano, porque siempre habrá no-miembros que son salvos y miembros que no son salvos (cf. Mat. 7:21-23; 13:36-43). En otras palabras, la lista de miembros de la iglesia invisible siempre será diferente de la lista de miembros de la iglesia visible, en algún grado. Pero habrá momentos en que se hará necesario tener algunos criterios por los cuales decidir si alguien debería ser tratado como un cristiano o no (o como lo pone el Nuevo Testamento, un “hermano” o una “hermana”). Un ejemplo sería el matrimonio – un creyente no se debería casar con un no creyente (2 Cor. 6:14); otro ejemplo es el divorcio – se dan instrucciones diferentes a aquellos casados con no creyentes (1 Cor. 7:15; 2 Cor. 5:17); y un tercer ejemplo es los requisitos para los ancianos – deben tener “hijos creyentes” (Tito 1:6). En situaciones como esa, ¿cómo pueden determinar los líderes de la iglesia y los demás si alguien está en la categoría de creyente o de no creyente? La teología bíblica y la sabiduría práctica indican que una mera profesión de fe no es suficiente en este sentido. Pero un compromiso de responsabilidad con la iglesia, junto con una profesión de fe creíble, es un camino más seguro por el que andar. No obstante se requiere una instrucción paciente, porque son tantos los cristianos en nuestros días a los que no se les ha enseñado sobre la membresía de la iglesia, y muchos han estado en iglesias que ni siquiera la practican. Así, por ejemplo, si una pareja de jóvenes quiere que un pastor celebre su boda, puede preguntarles desde el principio si son miembros de una buena iglesia. Si la joven lo es, pero el hombre no, entonces el pastor puede preguntar las razones e instruirle sobre la importancia de la membresía. No obstante, si después de dicha instrucción el joven rehúsa comprometerse con la iglesia, entonces el pastor tiene que considerarlo en la categoría de no creyente, y rehusar casarlos, porque de otra manera estaría creando un “yugo desigual”.

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