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Vínculos de sangre y de fe

Entre las primeras familias adventistas se formaron vínculos de fe y de parentesco. La amistad entre Juliana Weiss y David Riffel surgió en los momentos de descanso de la cosecha del trigo. David era un apuesto joven de 22 años que, desde su cabalgadura, dirigía la segadora. Juliana, de 15 años, lo observaba con el rostro iluminado mientras colaboraba con las tareas agrícolas. Al final de la siega, Jorge Riffel vino a visitar a Valentín Weiss para pedir la mano de Juliana para su hijo David.15 Reinhardt Hetze y Ernesto Roscher fueron los testigos del casamiento. En los siguientes 24 años, Juliana y David tuvieron dieciséis hijos (13 varones y 3 mujeres).16 A pesar de los muchos quehaceres, se esforzaron por dar a sus hijos una educación cristiana que los preparase para el servicio. Todos ellos habrían de pasar por el colegio de Camarero (actual Universidad Adventista del Plata). Hubo un año en que siete hermanos estudiaban al mismo tiempo en el colegio. Existía allí “la pieza de los Riffel”, porque David había realizado un buen aporte al momento de su construcción.17 Varios aprendieron a tocar instrumentos musicales y se destacaron en otras actividades. Entre los integrantes de la familia Riffel hubo agricultores, comerciantes, enfermeros, un diputado provincial, un jefe de gobierno municipal, un ahijado del presidente de la República y cinco pastores (Juan, Jorge, José, Andrés y Benjamín).18

Cada sábado, la familia de David Riffel se trasladaba a la Escuela Sabática y el culto. Al comienzo en carro y luego en un Ford modelo T, el primer automóvil de toda la zona. Sus hijos podían hacer memoria del repaso de la lección de la semana, que Juliana, folleto en mano, hacía en voz alta mientras recorrían los quince kilómetros que los separaban de la capilla. Además de la numerosa familia, los Riffel acogieron a otras personas, niños, jóvenes, maestros de escuela y ancianos que necesitaban un lugar donde vivir. Entonces, la depresión económica de los años 30 golpeó a la familia de David Riffel, trayendo consigo días de tristeza y desánimo. Dejaron su casa en aldea Jacobi y se mudaron a una finca en Crucecita Séptima. David enfermó y falleció inesperadamente en 1937. Juliana continuó con la finca, mientras trabajaba como enfermera y partera de la zona. Pasó sus últimos años en Viale, realizando un reconocido servicio en el hospital. Falleció en 1963, a los 82 años.

Un misionero incansable

Es imposible reconstruir la nómina de aquellos que fueron inicialmente llevados a la fe por el trabajo de Jorge Riffel. Ni siquiera se cuenta con la lista de los miembros de la primera iglesia. Se sabe que él bautizó a los primeros adventistas de la Argentina. Otros ancianos como Reinhardt Hetze, y probablemente Daniel Weiss y Gottlieb Feder también realizaron bautismos en los arroyos de la zona. Entre las primeras familias que aceptaron el mensaje se encontraban las de Reinhardt Hetze, Ernesto Roscher, Jorge Lust, Conrad Keip, José Weiss, Daniel Weiss, Godofredo Schmidt, Godofredo Schneider, Jorge E. Bernhardt, Gottlieb Feder, Godofredo Block y Godofredo Dalinger. Muchos, si no todos los que integraron la primera iglesia, ya habían sido bautizados antes de la llegada del pastor Westphal.

Jorge Riffel estuvo íntimamente ligado a la iglesia, su organización y sus instituciones. Fue miembro de la junta directiva de la Asociación Unión Sudamericana, organizada en 1906. Un congreso reunido en 1907 reconoció su servicio y le otorgó una licencia ministerial.19 Un año más tarde Riffel formó parte de la comisión encargada de proyectar la creación del Sanatorio Adventista del Plata, e integró posteriormente su junta directiva.

El recuerdo de Jorge Riffel permaneció a lo largo del tiempo entre aquellos que se beneficiaron con su ministerio. Juan Riffel, uno de sus parientes que permanecía en Rusia, recibió de Jorge el dinero suficiente para costear el viaje a la Argentina. Jorge permitió que el dinero le fuera devuelto con trabajo y en muchas ocasiones conversó con Juan acerca de la verdad. Un día Juan se cansó y le dijo: “¿Por qué no me deja tranquilo?”. Por toda respuesta, Jorge citó Santiago 4:17: “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. Juan pensó en estas palabras y aceptó el mensaje, agradecido por lo que Jorge Riffel había hecho por él. Cuando el hermano Jorge Kimmel, de la Iglesia de Colonia Centenario, Entre Ríos, le preguntó por qué había dejado las fértiles tierras de Kansas para volver a Sudamérica, Jorge contestó: “Vine porque sabía que usted necesitaba conocer la verdad”. Agregó Kimmel: “En gran parte me hice adventista por él y fue él quien me bautizó junto con mi esposa”. En su concepto, Riffel había sido un gran hombre, “pues amaba las almas y hacía lo mejor para que aceptasen a Cristo”. Santiago, el mayor de los nietos de Jorge Riffel, podía destacar tres grandes cosas de su abuelo: Primero, su espíritu de oración. Santiago era joven y salía a caballo a visitar a sus amigos. A veces llegaba tarde en la noche y el abuelo, todavía levantado, lo estaba esperando para orar con él. Segundo, su espíritu misionero. Sus giras lo llevaron a recorrer la región hasta la ciudad de Concordia, en las costas del Río Uruguay. Hacía largos viajes en carro para tener reuniones y volvía tarde en las noches, sin dejar por ello de sembrar la tierra y de cuidar los rebaños. Tercero, su espíritu de generosidad. Riffel estuvo entre aquellos que enviaron dinero para la compra de una imprenta en Chile y colaboró de muchas formas con el avance de la obra.

Cuentan sus descendientes que Jorge Riffel era de baja estatura, entusiasta, inquieto, extrovertido y excelente predicador. Se lo veía siempre con un bastón en la mano. Pero su estatura espiritual puede medirse con los frutos abundantes de su labor evangelizadora. Como primer misionero laico merece una página en el recuerdo de los héroes del Señor en los primeros tiempos. Su historia, tantas veces contada, necesita repetirse en beneficio de aquellos que viven en los tiempos de la terminación de la obra.

Las palabras de E. H. Meyers parecen acertadas a la hora de rememorar el accionar de este notable misionero: “Verdad es que los comienzos en Sudamérica fueron humildes, así como los instrumentos usados y los métodos. Pero el mensaje ha penetrado en todo rincón de esta gran división de la superficie terrestre y de ella se está recogiendo una buena cosecha. La mayor parte del fruto parece proceder de los más sencillos y tal vez a menudo descuidados medios. Realmente, cuanto más estudiamos y repasamos los hechos que acompañaron el comienzo de nuestra obra en Sudamérica y seguimos las huellas de los progresos hechos hasta la hora presente, más nos convencemos de que Dios gobierna y vigila, y de que la divina Providencia dirige la preparación de esta parte de la gran viña para la vendimia del Gran Segador”.20

1 Desde América del Norte el mensaje adventista se difundió a los diferentes continentes en la última parte del siglo XIX. J. N. Andrews fue enviado a Europa en 1874; S. N. Haskell llegó a Australia en 1885; otros misioneros establecieron la obra en África en 1887; A. T. Stroup y Guillermo A. Lenker trabajaron en Asia desde 1894; Jorge H. Riffel comenzó su tarea en Sudamérica en 1890 y para 1894 la Asociación General había enviado al primer pastor, Francisco H. Westphal, cuando ya había varias decenas de creyentes.

2 Francisco H. Westphal, Pionero en Sudamérica, Trad. Silvia C. Scholtus de Roscher (Libertador San Martín, Entre Ríos: Centro de Investigación White, 1997), vii.

3 José W. Westphal, Review and Herald, 1924. E. H. Meyers, Reseña de los comienzos de la obra en Sudamérica (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1940), 7.

4 Por 1885, Julio Dupertuis y su esposa Ida Arn leyeron Les Signes des Temps y comenzaron a guardar el sábado. Se les unieron las familias Rostán, Arn, Mathieu, Dobantón y Pidoux. Julio Dupertuis, Alberto Arn, Floris Mathieu, Arnoldo Pidoux y Dobantón fueron bautizados por el pastor Jean Vuilleumier en 1896.

5 Catalina II la Grande, nacida en Alemania y emperatriz de Rusia por 34 años (1762 a 1796), ofreció a los agricultores alemanes la posibilidad de trabajar la tierra en esa región sureña poco poblada. Además de otorgar facilidades para pagar su viaje, obtener tierras y viviendas, se les prometió libertad religiosa, excepción al servicio militar y respeto por su cultura. Muchos de estos llamados alemanes del Volga emigraron al continente americano un siglo después. Catalina se había casado con Pedro III, Zar de Rusia, y se había unido a la Iglesia Ortodoxa Rusa.

6 Otros 30.000 alemanes emigraron a Rusia entre 1764 y 1767 y se ubicaron al oeste del río Volga formando decenas de aldeas prósperas. En una generación hicieron de esa zona inhóspita del imperio, una región próspera y adelantada. Constituyeron también una barrera de protección contra los intentos invasores de los cosacos.

7 Georg Heinrich Riffel, tercer hijo de Petter Riffel y Susana Kraft, nació en Rusia en 1850 y falleció en Aldea Jacobi, Entre Ríos, el 19 de enero de 1917. Su esposa María L. Ziegler había nacido en 1852 y falleció el 5 de abril de 1910. Su hijo David Riffel (1873-1937), tenía en ese tiempo tres años y los acompañó en su largo peregrinaje hasta radicarse definitivamente en la Argentina.

8 Frederick Riffel (1845-1921), hermano mayor de Jorge se radicó en la zona de Kansas, en los Estados Unidos.

9 El presidente Avellaneda favoreció la inmigración y colonización, entregando tierras a los colonos europeos. A partir de 1878 comienzan a llegar alemanes del Volga a la provincia de Entre Ríos. En 1880, los Riffel deciden trasladarse a la zona de Crespo.

10 El evangelista alemán Louis Richard Conradi (1856-1939), de 29 años, ayudado por S. S. Shrock, celebró reuniones en Hillsboro y Lehigh donde se organizaron dos iglesias con un total de 252 miembros.

11 Aparentemente, Frederick y Christina habían comprado libros a un colportor alemán y ya los habían leído antes de la llegada de Conradi. Jacob, el hijo mayor de Federico, llegó a ser pastor adventista.

12 Osvaldo Frick (1853-1945), había nacido en Rusia y se unió a la Iglesia Adventista en Kansas, en 1886. Su esposa Eva L. de Frick (fallecida en 1942) lo acompañó a la Argentina. Anna Frick, hija de Osvaldo Frick, se casó con el pastor Godofredo Block. Augusto Yanke (1864-1943), también había nacido en Rusia. Emigró con sus padres a los Estados Unidos en 1883. Se convirtió al adventismo dos años después. Tenía 26 años al llegar a la Argentina. Augusto y su esposa Cristina (fallecida en 1950) habrían de radicarse en Crespo y luego en Ramírez hasta el final de sus días. Los Zimmermann permanecieron un tiempo y regresaron a los Estados Unidos, dejando dos hijas.

13 La Enciclopedia Adventista informa que la primera iglesia de Sudamérica fue organizada en Georgetown, Guyana Británica, en 1887.

14 Probablemente entre 1895 y 1906, cuando se levantó la capilla de ladrillos en otro lugar. No existe de la primera capilla ni siquiera un registro fotográfico.

15 Juliana María Weiss de Riffel (1880-1963) nació en el oeste de Polonia. De niña emigró al Brasil con sus padres, Valentín Weiss y Ana Carlota Hammer. De ese país volvieron a trasladarse a la Argentina. Se casaron el 22 de julio de 1896.

16 Santiago (1897-1972), David (1898-1972), Daniel (1901-1972), María Luisa (1903-1963), Samuel (1904-1975), Enrique (1905-1994), Juan (1907-1987), Jonatán (1908-1996), Jorge (1910-1994), José (1911-2006), Andrés Hipólito (1912-1997), Benjamín (1914-1998), Rosita Elisa (1918-1994), Ana (1920-2001). Dos hijos fallecieron en la niñez: Daniel, (en 1901) y Alejandro (en 1916).

17 La pieza de los Riffel era la primera del lado izquierdo, a la entrada de la residencia. David Riffel había donado mil pesos cuando se construía el hogar de varones.

18 Juan fue director de departamentos en la Unión Austral y en la División Sudamericana. Daniel llegó a ser Diputado Provincial. Jorge fue pastor en Ecuador, Perú y Argentina. José trabajó en Argentina, Chile, Perú y Uruguay. Andrés Hipólito fue ahijado del presidente de la república, Dr. Hipólito Irigoyen. Fue pastor, trabajó en instituciones educativas, en la dirección de departamentos y en la administración, tanto en la División Sudamericana como en la División Interamericana. Trabajó en Argentina, Chile, Uruguay, Cuba, Costa Rica, Puerto Rico, Colombia y los Estados Unidos. Benjamín fue director de publicaciones y de otros departamentos en la Unión Austral, en Perú y promotor de ventas de la Pacific Press, en California.

19 El presidente de la Asociación era N. Z. Town, el vicepresidente J. W. Westphal, secretario y tesorero Arturo Fulton.

20 E. H. Meyers dirigió la obra de publicaciones de la División Sudamericana entre 1923 y 1927 (Meyers, 30).

Capítulo 2


Reinhardt Hetze

“Hábleme de la verdad”

Reinhardt Hetze fue uno de los primeros adventistas de Sudamérica y la primera persona en aceptar el mensaje por el trabajo misionero de Jorge H. Riffel. Su casa, ubicada en la confluencia de los arroyos Gómez y Ensenada, cerca de la actual Universidad Adventista del Plata, fue el escenario de la primera reunión bíblica celebrada por los adventistas del séptimo día en el territorio de la División Sudamericana. Con sus recién llegados compatriotas ruso-alemanes, Hetze guardó su primer sábado. A ese mensaje que decidió abrazar en esa ocasión habría de dedicar el resto de su vida. Fue anciano de iglesia por 30 años y un ferviente misionero.21

El viaje hacia la fe

Reinhardt Hetze y María Gerlach se habían casado en 1873. Dejaron Rusia en 1887 y se radicaron en la República Argentina22, mientras que el hermano mayor de Reinhardt, llamado Gottlieb, había emigrado a los Estados Unidos. Gottlieb Hetze se hizo adventista en Kansas y regresó a Rusia como misionero de sostén propio. Con posterioridad fue ordenado al ministerio y se desempeñó como evangelista y director de departamentos. Por 20 años trabajó incansablemente en las aldeas alemanas a lo largo del río Volga. Luego de su traslado definitivo a los Estados Unidos continuó ayudando a la gente de Rusia con ropa, dinero y publicaciones.23 Es posible que Reinhardt haya conocido las doctrinas adventistas por medio de su hermano Gottlieb, antes de su decisivo encuentro con Riffel. Lo cierto es que todavía no estaba resuelto a practicarlas y difundirlas.

El relato que Reinhardt Hetze hizo a la revista de la iglesia sobre esa etapa importante de su vida es sencillamente conmovedor: “Antes que el hermano Riffel volviera de Kansas, Estados Unidos, recibí una carta de mi hermano que vivía allí y también otra del hermano Riffel, en la que me decían que este último vendría para traernos la verdad del sábado. Yo vivía a dos leguas de la Aldea Protestante, cerca de Diamante. Cuando supe que había llegado enganché mi caballo y fui a verlo. Empezó a hablarme de mi hermano, pero yo le dije: ‘No me hable de mi hermano; hábleme de la verdad’.

“Un vecino dijo: ‘El no ganará nada aquí en la Aldea Protestante’. Yo le respondí: ‘Ya me ha ganado a mí’. El segundo día vino la gente a mi casa. Había 60 presentes. La primera persona que gané fue mi esposa. Luego tuvimos reuniones todas las noches. Dimos estudios bíblicos y predicamos por todas partes. Al llegar el pastor Francisco Westphal empezó a trabajar y pronto ganamos 120 miembros y nos dividimos en dos iglesias, a saber, Diamante y Ramírez”.24

Hetze se sentía feliz de observar el cuarto mandamiento a pesar de la renuencia inicial de su esposa. No por ello dejaba María de acompañar a su esposo en sus momentos de oración bajo un árbol cercano. Se cuenta que en una ocasión María preparó la masa para el pan en sábado y Reinhardt volcó decididamente la masa cruda para que la comieran los cerdos. No es posible saber cuándo y dónde fueron bautizados, pero es bien probable que Reinhardt y María hayan sido bautizados juntos por el hermano Jorge Riffel.

Instrumento de bendición

Hetze había demorado su decisión hasta la venida de Riffel, pero una vez tomada comenzó a compartir su fe con todo aquel que quisiera escucharlo. Muchos lo vieron como un mensajero del cielo y aceptaron gustosamente sus palabras, otros lo ridiculizaron y menospreciaron. Fue tratado como loco, incluso fue atacado por perros, pero su ánimo nunca decayó por ello. Algunas veces sus opositores fanáticos le tendieron trampas en el camino para hacerlo caer. Otras veces tiraron piedras sobre los techos de las casas para interrumpir las reuniones. No faltaron quienes soltaron los cerdos de los chiqueros para producir escándalos en los patios de las casas donde daba sus estudios bíblicos.

El hermano Hetze no era un pastor reconocido o un conferenciante ilustrado. Como lo había hecho en Rusia, nunca dejó de trabajar la tierra para sostener a su esposa y a sus ocho hijos.25 Su trabajo le permitió ser generoso con la iglesia, sus instituciones y la comunidad. Fue de invalorable apoyo para la iglesia y su misión. Cuando terminaba la cosecha, el agricultor se transformaba en predicador y salía con su carro a hacer visitas en el vecindario y en las poblaciones cercanas a fin de compartir el evangelio. Creía que Cristo vendría muy pronto y sentía la urgencia de proclamar el advenimiento de su reino. Al tiempo se unió a los creyentes radicados en Aldea Jacobi para formar con ellos la primera iglesia de la División Sudamericana.

Los Hetze abrieron primero su casa para las reuniones de la iglesia, luego donaron tierras donde los miembros y algunos vecinos levantaron una rústica capilla. Ese recinto rural congregó a los adultos y a los niños que integraban la iglesia. Allí el pastor Westphal predicó sus sermones inolvidables. En ese lugar la señora Westphal reunía a los niños y les enseñaba a cantar y a orar, sin más textos que una Biblia y un himnario en alemán. Reinhardt fue anciano de la iglesia de Crespo Campo por más de 25 años. Era un hombre celoso de las normas de la iglesia y defensor del orden, la reverencia y la puntualidad. Quienes asistieron a la iglesia desde su niñez no recuerdan que alguna vez la Escuela Sabática haya empezado un minuto tarde.

Los dirigentes de la obra sabían que podían confiar en Reinhardt Hetze y encomendarle las tareas más exigentes. En una ocasión fue enviado por el pastor José W. Westphal a visitar hermanos a fin de confirmarlos en la fe y capacitarlos para la misión. En respuesta a esa invitación se trasladó a Lucas González, provincia de Entre Ríos, donde dirigió la semana de oración, bautizó a ocho personas y celebró las ordenanzas del Señor. Sólo un tiempo después bautizó a otras tres personas en la localidad entrerriana de Ramírez. En 1907, un congreso de la Asociación, de cuya junta directiva formaba parte, puso en sus manos una credencial misionera, como muestra de reconocimiento por el ministerio que voluntariamente desarrolló desde aquella vez cuando abrió su corazón al Señor Jesús y a su Palabra.

En parte por el esfuerzo de Reinhardt Hetze, la iglesia de Crespo extendió su influencia a la localidad de Ramírez, donde habría de surgir una iglesia hija. Uno de los primeros pastores que surgieron en estas tierras, Godofredo Block, la organizó en 1923. Enrique Schneider ofreció su vivienda como lugar de reuniones hasta que en 1939 se construyó la capilla que se usó por más de 20 años. En su vejez, Hetze volvió a ofrecer su casa para el inicio de una escuela adventista.26

“Yo soy tu ángel”

Así transcurrieron 45 largos años de fidelidad y de servicio. Reinhardt sabía que el final de sus trabajos y luchas se acercaba rápidamente. Con mucha fiebre provocada por una septicemia avanzada, fue internado en el Sanatorio Adventista del Plata al cuidado de su nieto Santiago. El lunes de su última semana vivió momentos muy singulares. Con su cuerpo enfermo y una mente intacta lo relató con estas palabras: “Estaba profundamente dormido. De repente me despertó una luz muy brillante. Al abrir los ojos, vi delante de mi cama la figura de un ángel. Era muy alto. Sus cabellos, rubios y largos, caían delicadamente sobre sus hombros. Su vestido era blanco como la nieve. Su rostro brillaba como el sol. Su mirada era tierna y me sonreía amablemente. Cuando quise saber qué era lo que estaba viendo, el ángel me dijo: ‘Reinhardt, no temas. Yo soy tu ángel. Soy el mismo ángel que te acompañó aquel viernes de tarde, cuando en el camino entre el puerto de Diamante y tu casa, aceptaste a Jesús como tu Salvador. Soy el mismo ángel que cerró la boca de los perros para que no te mordieran cuando la gente te echaba de sus casas porque les ofrecías la Biblia. He sido enviado para decirte que así como tu Salvador murió un viernes para entrar en el reposo sabático, el viernes de esta semana serás recogido y dormirás en paz. Ten buen ánimo y confía en el Señor’”.27

El pastor Santiago Bernhardt Hetze narró mucho después su propia vivencia de aquellas horas memorables. “El que esto escribe dormía en la misma habitación. Cuando llegó la mañana, el abuelo me hizo parar en el mismo lugar donde el ángel le había aparecido, y me relató lo que había visto y oído durante la noche. A pesar de que la fiebre alta lo estaba consumiendo visiblemente, el tono de la voz era claro, la mirada inteligente, el pensamiento bien hilvanado, y revelaba una profunda paz interior”.28 Luego hizo llamar a una de sus cinco hijas y a una de sus tres nueras. “Cuando ellas llegaron, en forma admirablemente lúcida y tranquila volvió a relatar la visión con más o menos las mismas palabras, y dio las siguientes instrucciones: ‘Llamen a todos mis hijos. Deseo despedirme de ellos. Que Alejandro (el hijo mayor, en cuya casa el abuelo vivía) compre y traiga el ataúd antes de la puesta del sol el viernes. Deseo que me vistan de blanco, como mi ángel. Llévenme a casa el viernes de noche y pónganme en el lugar donde está mi cama. Quiero ser sepultado junto a mi esposa. Avisen a todos los hermanos de las iglesias de mi fallecimiento. Que el Dr. Carlos Westphal (director del sanatorio en ese tiempo) tenga a su cargo el servicio religioso”.29

Todos sus hijos, menos David que no recibió la noticia a tiempo, se hicieron presentes. “A medida que se acercaba el momento señalado por el ángel aquel último viernes de tarde, el abuelo entraba en agonía. Tenía la mirada fija hacia arriba, y movía las manos como si quisiera correr el velo de algo que le interesaba [...] Con la desaparición de los últimos rayos del sol de aquel viernes 15 de diciembre de 1939, la vida de Reinhardt Hetze, pionero del movimiento adventista en Sudamérica, se apagó pacíficamente. Los servicios póstumos se cumplieron tal como él había pedido”. Una gran cantidad de hermanos y amigos se reunieron en el cementerio de Ramírez el sábado por la tarde cuando Hetze fue sepultado junto a su esposa. Le sobrevivieron ocho hijos, 65 nietos y 49 bisnietos. Sus restos y los de su esposa descansan actualmente en el cementerio de Aldea Jacobi, en el panteón de la familia de Alejandro Bernhardt.

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