Читать книгу: «La luz artificial de las cosas», страница 2

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Momento oportuno

No importa la hora en que llame la madre

siempre es inoportuna,

la pobre

he dejado la carne en la sartén,

estoy con un amigo

me estaba bañando y salí empapada a contestar.

Qué fortuna el amor materno

el hilo sangriento que une

una persona pegada a otra de por vida

sin importar la hora,

la ciudad

el cambio de horario,

llamará, llamará y yo pasmada

reconociendo el número

con el cuerpo escurriendo

atino a decir,

discúlpame, te marco luego,

estoy a la mitad de algo.

Qué barato el amor del hijo:

uno es lanzado a vivir

y esperan que flotemos por inercia.

Hay que morder el hilo de sangre

hay que comer esos márgenes de la cuerda,

manguera siniestra

hay que agradecer porque pudimos haber sido asfixiados

a los dos, tres años, cuando por vivir hacíamos de todo: gritos, pataletas

y míranos ahora,

no queremos dar el crédito de la vida,

porque a final de cuentas ¿qué?

respiramos a mitad de algo, y, cuando íbamos a ser felices,

nos interrumpen.

Biografía

Era algo sobre mí

sobre mi abuela analfabeta

sobre mis tías gordas que no aspiraron nunca a nada más que casarse

tener hijos

aguantar lo que el destino les ponía enfrente

sin juzgar.

No supe decir sí

al marido, a las órdenes,

a los hijos, joyas colgando del cuello.

Destino otro

no mejor

otro

seca como yegua vieja, dijo un tío abuelo sobre mí.

Una mujer sola no vive mucho

aseguró alguien más

pero yo, yo vi qué pasa con ellas, las muy jóvenes

pariendo hijos, hijos, que son anclas

cuerpos informes de amor y compromisos

corajes

horarios.

Mi madre era espiga tierna

y obedeció

no supo nunca qué era ella, qué podía ser

dijo sí, sí, a todo

y la molieron a golpes

ella decía sí porque era normal

las mujeres aguantan todo

son fuertes

la raíz del mundo

se levantan con moretones y paren más hijos

cada hijo es un sí lleno de amor

y gratitud

porque los hombres son semilla y ellas son la tierra

hermosa tierra húmeda

dispuesta a abrirse al enemigo fecundo.

Mi madre puso agua en el pocillo para hacer café

se volvió hacia mí:

—Al menos ten uno hija, si no, te arrepentirás luego, ya verás

una didáctica extraña

yo, autista, permanecía en silencio

tomábamos el café sin hablar

mirando algo en la ventana

algo ficticio

algo lleno de verdad

pero invisible

como amar a Cristo, algo así

como cantar en la iglesia ese amor ferviente

con todo el cuerpo, con todo el amor que nos ha sido puesto dentro por alguien más

porque nuestro cuerpo, como todos los cuerpos, es una semilla obligada a crecer

y amar

porque el amor es fuerte y es raíz del mundo

y hay que decir sí.

Alzheimer

Sentada aquí

sin odiar a nadie

declaro: no hay luz más deslumbrante que la de las 12:37 del día

no hay manera de gritar en el mar, adentro de él quiero decir

que yo me parecía a mi padre antes

pero luego nos ganó la enfermedad donde olvidamos todo

y caminamos por horas sin saber quiénes somos

qué hacemos ahí

a qué nos habíamos dedicado para ganarnos la vida.

Todo sería muy triste pero no lo es:

no, no lo es

porque la tristeza es

tener 49 años y no recordar nada

nada

la enfermedad da ventanas a la propia vida

aunque hay días que paso frente a las vitrinas y me veo

algo más dulce, más arcaico

me habita

me llena desde el centro hacia afuera

pero no salgo, permanezco

acaso inquieta.

La escena que aparece es esta:

tres-cuatro años, mi padre me lleva de la mano,

nada puede pasarme

pero me suelto y la gente alrededor tiene prisa

sé entonces qué es estar sola

sin la mano que significa pertenencia

casa,

lenguaje,

papá;

lloro

el mundo se termina.

Mi padre me recupera en dos minutos y veo lo que él ve

ambos sabemos qué significa vivir uno sin el otro

no es imposible ahora. No.

Me abraza. No podría pasarme nada.

No ahora que perdí una casa, un lenguaje, y volví a él

y soy la misma de siempre

la amorosa

la siempreahí

el fiel cordero de la iglesia

el sí

la niña limpia.

Si me pierdo en la calle recuerdo eso

la luz, la casa, el padre, la multitud, yo en medio de todo

diciendo Padre, he llegado, la mesa está puesta

no me olvido de ti, no me olvido de mí.

Padre, la vida es esa cortina que dejamos entreabierta y la luz entró

la luz inundó todo, como agua, padre,

y el agua nos llegó a las rodillas

a los codos, a los ojos

no podíamos respirar.

Olvidé cómo nadar Padre,

cómo decir alberca, regazo, sed, manos, temperatura,

me sumí en el agua que era la luz y la luz fue todo

fue espacio y forma

otro idioma que no podía comprender

yo fui otra y fui tú mismo, Padre,

el día que tomaste la última maleta y te fuiste de casa

yo comprendí:

hay que irse poco a poco para que no se sufra la ausencia,

dijiste

yo entendí, Padre, como entiendo la luz ahora

como entiendo que somos estos

ahora

perdidos, extraños, ignorantes del idioma nuevo que se habla alrededor.

Padre, tú y yo, horneamos pasteles para nadie

somos artistas Padre, artistas del pan y del azúcar

lo sabemos todo

pero ahora tenemos que habitar lo incomprensible

lo exagerado

lo iluminado de sobra

lo que se llena de agua como un balde

lo que se pierde

lo que se va por el suelo, el drenaje, la ciudad que nos rodea, el país,

las montañas,

el mar al fondo, el mar, el mar, el mar

que nos abraza y nos ama

sin que sepamos nadar.

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399
477,84 ₽
Возрастное ограничение:
0+
Объем:
29 стр. 1 иллюстрация
ISBN:
9786078627233
Издатель:
Правообладатель:
Bookwire
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

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