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CAPÍTULO DOS

Durante la cena de esa noche, Riley Paige no pudo sacarse al ‘Asesino de la caja de fósforos’ de su mente. Había usado ese caso enfriado como un ejemplo para su clase porque pronto recibiría una llamada respecto a él.

Riley trató de concentrarse en el delicioso estofado guatemalteco que Gabriela había preparado para ellos. Su ama de llaves y ayudante general era una cocinera maravillosa. Riley esperaba que Gabriela no se diera cuenta de que le estaba costando disfrutar de la cena de esta noche. Pero las chicas sí se dieron cuenta, obviamente.

“¿Qué pasa, mamá?”, preguntó April, la hija de quince años de Riley.

“¿Te pasó algo?”, preguntó Jilly, la niña de trece años que Riley tenía la esperanza de adoptar.

Desde su asiento al otro lado de la mesa, Gabriela también contemplaba a Riley con preocupación.

Riley no sabía qué decir. La verdad era que sabía que sería recordada del ‘Asesino de la caja de fósforos mañana’, que recibiría la misma llamada que recibía todos los años. No tenía sentido tratar de sacarlo de su mente.

Pero a ella no le gustaba llevar su trabajo a casa. A veces, a pesar de todos sus esfuerzos, incluso había puesto a sus seres queridos en peligro.

“No es nada”, dijo ella.

Las cuatro comieron en silencio durante unos momentos.

April finalmente dijo: “Es papá, ¿verdad? Te molesta que no está en casa de nuevo esta tarde”.

La pregunta sorprendió a Riley. Las ausencias recientes de su esposo habían estado preocupándola últimamente. Ella y Ryan se habían esforzado mucho para tratar de reconciliarse, incluso después de un divorcio doloroso. Ahora su progreso parecía estar desmoronándose, y Ryan había estado pasando más y más tiempo en su propia casa.

Pero la verdad era que no había estado pensando en él en este momento.

¿Qué decía eso de ella?

¿Ya se sentía indiferente a su relación casi fallida?

¿Se había dado por vencida?

Sus tres compañeras todavía la estaban mirando, esperando que dijera algo.

“Es un caso”, dijo Riley. “Siempre me molesta durante esta época del año”.

Los ojos de Jilly se abrieron con entusiasmo.

“¡Cuéntanos sobre él!”, dijo.

Riley se preguntó cuánto le debía decir a las niñas. No quería describirle los detalles del asesinato a su familia.

“Es un caso sin resolver”, dijo. “Una serie de asesinatos que ni la policía local ni el FBI fueron capaces de resolver. Llevo años tratando de resolverlo”.

Jilly estaba que saltaba de su silla.

“¿Cómo lo vas a resolver?”.

La pregunta hirió a Riley un poco.

Obviamente no era la intención de Jilly ser hiriente, sino todo lo contrario. La chica estaba orgullosa de que su madre fuera una agente de la ley. Y todavía pensaba que Riley era una especie de superhéroe que jamás podría fallar.

Riley sofocó un suspiro.

“Quizás es hora de decirle que no siempre atrapo a los malos”, pensó.

En vez, Riley simplemente dijo: “No sé”.

Esa era la verdad.

Pero había una cosa que Riley sí sabía.

El vigésimo quinto aniversario de la muerte de Tilda Steen era mañana, y no sería capaz de sacarlo de su mente en el corto plazo.

Riley se sintió aliviada cuando comenzaron a conversar de la cena deliciosa que Gabriela les había preparado. La mujer guatemalteca y las chicas empezaron a hablar en español, y a Riley le costó seguir la conversación.

Pero eso estaba bien. April y Jilly estaban estudiando español, y April estaba comenzando a dominarlo. A Jilly todavía le costaba el idioma, pero Gabriela y April la estaban ayudando.

Riley sonrió mientras observaba y escuchaba.

“Jilly se ve bien”, pensó.

Ella era una niña flaca de piel oscura, pero ya no quedaban rastros de esa niña abandonada que Riley había rescatado de las calles de Phoenix hace unos meses. Estaba saludable, y parecía estar adaptándose bien a su nueva vida con Riley y su familia.

Y April estaba resultando ser una hermana mayor perfecta. Estaba recuperándose bien de los traumas que había enfrentado.

A veces, cuando miraba a April, Riley sentía que estaba mirándose en un espejo, un espejo que mostraba su propio ser adolescente. April tenía los ojos color avellana y el pelo oscuro de Riley, aunque obviamente no tenía las canas que estaban empezando a cubrir el pelo de su madre.

Riley sintió un momento de tranquilidad.

“Tal vez estoy haciendo un buen trabajo como madre”, pensó.

Sin embargo, esa tranquilidad se desvaneció rápidamente.

El misterioso ‘Asesino de la caja de fósforos’ seguía al acecho en su mente.

*

Después de la cena, Riley subió a su habitación y oficina. Ella se sentó en su computadora y respiró profundamente, tratando de relajarse. Pero la tarea que le esperaba era un poco desconcertante.

Parecía ridículo que se estuviera sintiendo así. Después de todo, había cazado y luchado contra decenas de asesinos peligrosos a lo largo de los años. Su propia vida había sido amenazada más veces de las que podía contar.

“Hablar con mi hermana no debería afectarme tanto”, pensó.

Pero no había visto a Wendy en... ¿Cuántos años habían pasado?

La última vez que vio a su hermana fue de niña. Sin embargo, Wendy se había comunicado con ella después de la muerte de su padre. Habían hablado por teléfono, analizando la posibilidad de reunirse en persona. Pero Wendy vivía muy lejos en Des Moines, Iowa, y aún no habían podido finiquitar todo. Finalmente habían acordado hacer una videollamada a esta hora.

Para prepararse, Riley miró una foto enmarcada que estaba sobre su escritorio. La había encontrado entre las pertenencias de su padre después de su muerte. Era una foto de Riley, Wendy y su madre. Allí Riley tenía unos cuatro años, y Wendy era una adolescente.

Las niñas y su madre se veían felices.

Riley no recordaba cuándo o dónde había sido tomada esa foto.

Y tampoco podía recordar un momento en el que su familia había sido feliz.

Sus manos frías y temblorosas, tecleó la dirección de video de Wendy.

La mujer que apareció en la pantalla podría haber sido una perfecta desconocida.

“Hola, Wendy”, dijo Riley con timidez.

“Hola”, respondió Wendy.

Se quedaron mirándose en silencio durante unos momentos incómodos.

Riley sabía que Wendy tenía cincuenta años, era diez años mayor que ella. Se veía bastante bien para su edad. Era un poco corpulenta y se veía totalmente convencional. Su cabello no parecía estar canoso como el de Riley. Pero Riley dudaba de que esa fuera su color natural.

Riley miró la foto y luego volvió a mirar a Wendy. Su hermana se parecía un poco a su madre. Riley sabía que ella se parecía más a su padre. No estaba muy orgullosa de la semejanza.

“Bueno”, dijo Wendy para romper el silencio. “¿Qué has hecho... estas últimas décadas?”.

Riley y Wendy se echaron a reír. Incluso su risa se sentía tensa e incómoda.

Wendy preguntó: “¿Estás casada?”.

Riley suspiró en voz alta. ¿Cómo podía explicar lo que estaba pasando entre ella y Ryan cuando ni siquiera ella lo entendía?

Dijo: “Bueno, como dicen los chicos estos días: ‘Es complicado’. Y realmente lo es”.

Se echaron a reír nerviosamente de nuevo.

“¿Y tú?”, preguntó Riley.

Wendy parecía estar empezando a relajarse un poco.

“Loren y yo estamos a punto de cumplir veinticinco años de matrimonio. Los dos somos farmacéuticos, y somos dueños de nuestra propia farmacia. Loren la heredó de su padre. Tenemos tres hijos. El menor, Barton, está en la universidad. Thora y Parish están casados ya. Supongo que Loren y yo somos unos padres típicos con sus hijos ya crecidos”.

Riley sintió una extraña punzada de melancolía.

La vida de Wendy no había sido nada como la de ella. De hecho, la vida de Wendy aparentemente había sido completamente normal.

Justo como lo había hecho con April durante la cena, volvió a sentir ganas de mirarse en el espejo.

Excepto que este espejo no era el de su pasado.

Era el de una persona en la que alguna vez pudo haberse convertido, pero que ahora jamás podría ser.

“¿Y tú?”, preguntó Wendy. “¿Tienes hijos?”.

Una vez más, Riley se sintió tentada a decir...

“Es complicado”.

En vez, dijo: “Dos. Tengo una de quince años, April. Y estoy en el proceso de adoptar a otra. Se llama Jilly y tiene trece años”.

“¡Adopción! Más personas deberían hacer eso. Bien por ti”.

Riley no sentía que merecía ser felicitada. Quizás se sentiría mejor si pudiera estar segura de que Jilly crecería en una familia con dos padres. En este momento, eso estaba en veremos. Pero Riley decidió no hablar de todo eso con Wendy.

En cambio, había ciertas cosas de las que necesitaba hablar con su hermana.

Y temía que podría ser incómodo.

“Wendy, sabes que papá me dejó su cabaña en su testamento”, dijo.

Wendy asintió.

“Yo sé”, dijo. “Me enviaste unas fotos. Parece un lugar agradable”.

Las palabras eran un poco discordantes...

“… un lugar agradable”.

Riley había estado allí varias veces, más recientemente después de la muerte de su padre. Pero sus recuerdos del lugar no eran nada agradables. Su padre la compró cuando se retiró como coronel de la marina. Riley la recordaba como la casa de un anciano solo y malo que odiaba a casi todo el mundo, y un hombre al que casi todo el mundo odiaba también. La última vez que Riley lo vio realmente se entraron a golpes.

“Creo que fue un error”, dijo.

“¿Que fue un error?”.

“Dejarme la cabaña a mí. Fue un error de su parte. Debió habértela dejado a ti”.

Wendy se veía realmente sorprendida.

“¿Por qué?”, preguntó.

Riley sintió todo tipo de emociones desagradables brotando en su interior. Se aclaró la garganta.

“Porque estuviste con él al final, cuando estuvo en cuidados paliativos. Tú lo cuidaste. Incluso te encargaste de todo después de su funeral, y de todas las cosas legales. Yo no estuve allí. Yo…”.

Casi se atragantó con sus siguientes palabras.

“No creo que podría haber hecho eso. Las cosas no estaban bien entre nosotros”.

Wendy sonrió con tristeza.

“Las cosas no estaban bien entre él y yo tampoco”.

Riley sabía que era verdad. Pobre Wendy. Papá la había golpeado mucho, y ella huyó de casa para siempre a los quince años. Y, sin embargo, Wendy tuvo la decencia de cuidar de papá al final.

Riley no lo hizo, y no podía evitar sentirse culpable por ello.

Riley dijo: “No sé cuánto vale la cabaña. Debe valer algo. Quiero que la tengas”.

Los ojos de Wendy se abrieron. Se veía alarmada.

“No”, dijo ella.

La brusquedad de su respuesta sorprendió a Riley.

“¿Por qué no?”, preguntó Riley.

“Simplemente no puedo. Yo no la quiero. Más bien quiero olvidarlo por completo”.

Riley sabía exactamente cómo se sentía porque ella se sentía igual.

Wendy agregó: “Véndela y guarda el dinero. Quiero que lo hagas”.

Riley no sabía qué decir.

Afortunadamente, Wendy cambió de tema.

“Antes de morir, papá me dijo que eras una agente de la UAC. ¿Cuánto tiempo llevas allí?”.

“Unos veinte años”, dijo Riley.

“Creo que papá estaba orgulloso de ti”.

Riley dejó escapar una risa amarga.

“No, no lo estaba”, dijo.

“¿Cómo lo sabes?”.

“Me lo hizo saber. Tenía su propia forma de comunicar ese tipo de cosas”.

Wendy suspiró.

“Supongo que tienes razón”, dijo Wendy.

Un incómodo silencio cayó entre ellas. Riley se preguntó de qué debían hablar. Después de todo, llevaban muchos años sin hacerlo. ¿Deberían intentar encontrar la forma de reunirse en persona de nuevo? Riley no podía imaginar viajar a Des Moines solo para ver a esta extraña llamada Wendy. Y estaba segura de que Wendy sentía lo mismo acerca de ir a Fredericksburg.

Después de todo, ¿qué podrían tener en común?

En ese momento, el teléfono de escritorio de Riley sonó. Se sintió agradecida por la interrupción.

“Debo contestar”, dijo Riley.

“Entiendo”, dijo Wendy. “Gracias por ponerte en contacto”.

“Gracias a ti”, dijo Riley.

Finalizaron la llamada y Riley contestó su teléfono. Riley dijo hola, y luego escuchó la voz de una mujer.

“Hola… ¿Quién habla?”.

“¿Quién es?”, preguntó Riley.

En ese momento cayó un silencio.

“¿Está Ryan?”, preguntó la mujer.

Sus palabras sonaban mal articuladas ahora. Riley se sentía bastante segura de que la mujer estaba borracha.

“No”, dijo Riley. Ella vaciló un momento. Después de todo, podría ser una clienta de Ryan. Pero sabía que no lo era. La situación era demasiado familiar.

Riley dijo: “No llames a este número de nuevo”.

Ella colgó.

Estaba muy enojada.

“Se está repitiendo el mismo ciclo”, pensó.

Marcó el número de la casa de Ryan.

CAPÍTULO TRES

Cuando Ryan contestó el teléfono, Riley no perdió tiempo en llegar al grano.

“¿Estás saliendo con alguien más, Ryan?”, preguntó.

“¿Por qué?”.

“Una mujer llamó preguntando por ti”.

Ryan vaciló antes de preguntar: “¿Te dio su nombre?”.

“No. Colgué”.

“No debiste haber hecho eso. Pudo haber sido una clienta”.

“Estaba borracha, Ryan. Y era personal, era evidente por su voz”.

Parecía que Ryan no sabía qué decir.

Riley repitió la pregunta, “¿Estás saliendo con alguien más?”.

“L-lo siento”, tartamudeó Ryan. “No sé cómo encontró tu número. Debe ser un error”.

“Es que es obvio que hubo un error”, pensó Riley.

“No estás respondiendo mi pregunta”, dijo.

Ryan estaba empezando a sonar enfadado.

“¿Y qué si estoy saliendo con alguien más? Riley, nunca llegamos a un acuerdo que seríamos exclusivos”.

Riley quedó pasmada. No, no recordaba haber hecho ningún acuerdo de ese tipo. Pero, aún así...

“Solo supuse que...”, comenzó.

“Tal vez supusiste lo que no debiste”, interrumpió Ryan.

Riley trató de mantener la calma.

“¿Cuál es su nombre?”, preguntó.

“Lina”.

“¿Es serio?”.

“No lo sé”.

El teléfono estaba temblando en la mano de Riley.

Ella dijo: “¿No crees que es hora de que te decidas?”.

En ese momento cayó un silencio.

Finalmente, Ryan dijo: “Riley, he tenido la intención de hablar contigo sobre esto. Necesito un poco de espacio. Todo esto de ser una familia… Pensé que estaba preparado, pero no es así. Quiero disfrutar de mi vida. Deberías tomarte un tiempo para disfrutar de la tuya también”.

Riley oía un tono demasiado familiar en su voz.

“Está de mujeriego de nuevo”, pensó.

Estaba disfrutando de su nuevo romance, alejándose de Riley y su familia. Se había visto muy cambiado recientemente, más comprometido y responsable. Debió haberse dado cuenta desde el principio que no duraría. No había cambiado en absoluto.

“¿Qué vas a hacer ahora?”, preguntó.

Ryan parecía estar aliviado de estar expresando sus sentimientos.

“Mira, todo esto de estar yendo y viniendo de tu casa y la mía no está funcionando. Se siente demasiado temporal. Creo que lo mejor es que me vaya”.

“April va a estar molesta”, dijo Riley.

“Lo sé. Pero resolveremos las cosas. Seguiré pasando tiempo con ella. Y estará bien. Ha pasado por cosas peores”.

La volubilidad de Ryan estaba enojando a Riley cada vez más. Sentía que estaba a punto de estallar.

“¿Y qué de Jilly?”, dijo Riley. “Está muy encariñada contigo. Cuenta contigo. La ayudas con un montón de cosas, como su tarea. Ella te necesita. Está pasando por tantos cambios, y es difícil para ella”.

Hubo otra pausa. Riley sabía que Ryan estaba a punto de decir algo que en realidad no le iba a gustar.

“Riley, Jilly fue tu decisión. Te admiro por ello. Pero yo nunca decidí asumir esa responsabilidad. Una adolescente con problemas es demasiado para mí. No es justo”.

Por un momento, Riley estaba demasiado furiosa que ni podía hablar.

Ryan había vuelto a su hábito de solo preocuparse por sus propios sentimientos.

Todo esto era inútil.

“Ven a buscar tus cosas”, dijo ella con los dientes apretados. “Asegúrate de venir cuando las chicas estén en la escuela. Quiero que te lleves todas tus cosas tan pronto como sea posible”.

Ella colgó el teléfono.

Se levantó de su escritorio y se paseó por la habitación, hirviendo de rabia.

Anhelaba alguna forma de drenar su rabia, pero no había nada que pudiera hacer ahora mismo. Sabía que le esperaba una noche de insomnio.

Pero mañana sí que podría hacer algo para drenar todo lo que estaba sintiendo.

CAPÍTULO CUATRO

Riley sabía que se aproximaba un ataque, y que sería de cerca. Podría venir de cualquier parte de estos espacios laberínticos. Caminó cuidadosamente por un pasillo estrecho del edificio abandonado.

Pero los recuerdos de la noche anterior seguían invadiendo su mente…

“Necesito un poco de espacio”, le había dicho Ryan.

“Todo eso de ser una familia… Pensé que estaba preparado para ello, pero no es así. Quiero disfrutar de mi vida”.

Riley estaba enojada. Su enojo no era solo con Ryan, sino consigo misma por permitir que tales pensamientos la distrajeran.

“Concéntrate”, se dijo a sí misma. “Tienes que derribar a un hombre malvado”.

Y la situación era sombría. La colega más joven de Riley, Lucy Vargas, ya había sido herida. El compañero de Riley, Bill Jeffreys, se había quedado con ella. Los dos estaban en una esquina detrás de Riley, manteniendo a raya los tiradores que se aproximaban. Riley oyó una ráfaga de tres disparos del rifle de Bill.

Se le aproximaba el peligro, así que no podía voltearse para ver lo que estaba ocurriendo.

“¿Cuál es tu situación, Bill?”, dijo en voz alta.

Ahora oyó una serie de disparos semiautomáticos.

“Uno menos, faltan dos”, le respondió Bill. “Voy a acabar con estos tipos, ya verás. Y tengo cubierta a Lucy, ella va a estar bien. Sigue adelante. El tipo que está adelante es bueno. Muy bueno”.

Bill tenía razón. Riley no podía ver al tirador que estaba adelante, pero ya le había dado a Lucy, quien era una excelente tiradora. Si Riley no acababa con él, era probable que los mataría a los tres.

Mantuvo su M4 levantada y lista. No había manejado un arma de asalto en mucho tiempo, así que todavía se estaba acostumbrando a su volumen y peso.

Ante ella se extendía el pasillo con todas sus puertas abiertas. El tirador podría estar en cualquiera de esas habitaciones. Estaba decidida a encontrarlo y hacerlo volar antes de que pudiera hacer más daño.

Riley se deslizó por la pared, moviéndose hacia la primera puerta. Esperando que estuviera allí, se alejó de la abertura, alargó el arma y disparó una ráfaga de tres asaltos adentro. El arma se sacudió fuertemente en sus manos. Luego se colocó delante de la puerta y disparó otra ráfaga de tres disparos. Esta vez presionó la culata contra su hombro, absorbiendo el retroceso.

Ella bajó su arma y vio que la habitación estaba vacía. Se dio la vuelta para asegurarse de que el pasillo aún estuviera despejado y se quedó allí por un momento considerando su siguiente movimiento. Además de ser peligroso, verificar sala por sala de esta forma la haría desperdiciar munición valiosa. Pero, en este momento, parecía no tener otra opción. Si el tirador estaba en una de esas habitaciones, estaba a punto de matar a quien tratara de pasar por la puerta abierta.

Se detuvo por un momento para verificar sus propias reacciones físicas.

Estaba agitada y nerviosa.

Su corazón latía con fuerza.

Estaba respirando fuerte y rápidamente.

Pero ¿era por adrenalina o por la ira de la noche anterior?

Recordó una vez más…

“¿Y qué si estoy saliendo con alguien más?”, había dicho Ryan.

“Riley, nunca llegamos a un acuerdo de que seríamos exclusivos”.

Él le había dicho que el nombre de la mujer era Lina.

Riley se preguntó qué edad tenía.

Probablemente era demasiado joven.

Las mujeres de Ryan siempre eran demasiado jóvenes.

“Maldita sea, ¡deja de pensar en él!”. Estaba reaccionando como una novata estúpida.

Tuvo que recordarse a sí misma quién era ella. Era Riley Paige, y era respetada y admirada por todos.

Tenía años de formación y trabajo de campo.

Había pasado por muchas situaciones difíciles. Había quitado vidas y había salvado vidas. Siempre mantenía la calma ante el peligro.

Entonces ¿cómo podía dejar que Ryan la afectara así?

Se sacudió físicamente, tratando de sacar las distracciones de su cabeza.

Se arrastró hacia la habitación de al lado, disparó una ráfaga alrededor del marco de la puerta, dio un paso directamente en la habitación y apretó el gatillo de nuevo.

En ese mismo momento, su rifle se atascó.

“Maldita sea”, dijo Riley en voz alta.

Por suerte, el tirador no estaba en esa habitación tampoco. Pero ella sabía que su suerte podría acabarse en cualquier momento. Bajó la M4 y sacó su pistola Glock.

En ese momento, vio un destello de movimiento. Vio al hombre parado en la puerta, apuntándola directamente con el rifle. Instintivamente, Riley cayó al suelo y rodó, evitando sus disparos. Luego se puso de rodillas y disparó tres veces, preparándose para el retroceso con cada ronda. Las tres balas impactaron al tirador, quien cayó de espaldas al suelo.

“¡Lo tengo!”, le gritó a Bill. Observó la figura cuidadosamente y no vio ninguna señal de vida. Todo había acabado.

Luego Riley se puso de pie y se quitó el casco de realidad virtual con sus gafas, auriculares y micrófono. El tirador desapareció, junto con el laberinto de pasillos. Estaba en una sala del tamaño de una cancha de baloncesto. Bill estaba cerca, y Lucy estaba a sus pies. Bill y Lucy también estaban quitándose sus cascos. Al igual que Riley, llevaban puesto mucho equipo, incluyendo correas alrededor de sus muñecas, codos, rodillas y tobillos que rastreaban sus movimientos en la simulación.

Ahora que sus compañeros no eran marionetas simuladas, Riley se detuvo un momento para apreciar su presencia en la vida real. Parecían un par impar, uno de ellos maduro y sólido, la otra joven e impulsiva.

Pero ambos eran sus personas favoritas en el mundo.

Riley ya había trabajado con Lucy en el campo más de una vez, y sabía que podía contar con ella. La joven agente de ojos oscuros y piel oscura siempre parecía brillar desde el interior, irradiando energía y entusiasmo.

Por el contrario, Bill tenía la edad de Riley y, aunque sus cuarenta años lo estaban frenando un poco, todavía era un agente de campo de primera categoría.

“Sigue siendo bastante apuesto también”, se recordó a sí misma.

Por un momento se preguntó... Ahora que las cosas estaban derrumbándose entre ella y Ryan, ¿tal vez ella y Bill podrían...?

Pero no, sabía que era una idea terrible. En el pasado, ella y Bill habían hecho tantos esfuerzos torpes para empezar algo serio, y los resultados siempre habían sido desastrosos. Bill era un gran compañero y su mejor amigo. Sería estúpido echar a perder todo eso.

“Buen trabajo”, le dijo Bill a Riley. Estaba sonriendo.

“Sí, me salvaste la vida, agente Paige”, dijo Lucy, riendo. “Sin embargo, no puedo creer que me dejé meter un tiro. ¡Fallé al tipo cuando estuvo justo en frente de mí!”.

“Para eso está este sistema”, le dijo ​​Bill a Lucy, dándole palmaditas en la espalda. “Hasta los agentes muy experimentados tienden a fallar sus objetivos a corto alcance, dentro de diez pies de distancia. La RV te ayuda a lidiar con ese tipo de problemas”.

Lucy dijo: “Bueno, no hay nada como tomar una bala virtual en el hombro para enseñarte una lección”. Se frotó el hombro, donde el equipo había hecho que le ardiera la piel para hacerle saber que le habían disparado.

“Es mejor que una real”, dijo Riley. “De todos modos, te deseo una pronta recuperación”.

“¡Gracias!”, dijo Lucy, riendo de nuevo. “Ya me siento mejor”.

Riley enfundó la pistola modelo y recogió el rifle de asalto falso. Recordó el retroceso brusco que sintió cuando disparó las armas. Y el edificio abandonado había sido detallado y vívido.

Aún así, Riley se sentía extrañamente vacía e insatisfecha.

Pero eso obviamente no era culpa ni de Bill ni de Lucy. Y estaba agradecida de que se habían tomado tiempo libre esta mañana para acompañarla en este ejercicio.

“Gracias por aceptar hacer esto conmigo”, dijo. “Supongo que necesitaba desahogarme”.

“¿Te sientes mejor?”, preguntó Lucy.

“Sí”, dijo Riley.

No era cierto, pero supuso que una mentirita no haría daño.

“¿Qué les parece si vamos a tomarnos una taza de café?”, preguntó Bill.

“Suena genial”, dijo Lucy.

Riley negó con la cabeza.

“Hoy no, gracias. En otro momento. Vayan ustedes”.

Bill y Lucy salieron de la enorme sala de realidad virtual. Por un momento, Riley se preguntó si tal vez debería ir con ellos después de todo.

“No, sería pésima compañía”, pensó.

Las palabras de Ryan seguían haciendo eco en su mente...

“Riley, Jilly fue tu decisión”.

Ryan realmente era un desalmado por darle la espalda a Jilly.

Pero Riley no estaba enojada ahora. En vez se sentía muy triste.

Pero ¿por qué?

Poco a poco entendió...

“Nada de esto es real. Toda mi vida es una farsa”.

Sus esperanzas de ser una familia de nuevo con Ryan y las niñas solo había sido una ilusión.

“Igual que esta condenada simulación”.

Cayó de rodillas y comenzó a sollozar.

Le tomó unos minutos recomponerse. Agradecida de que nadie había visto su colapso, se puso de pie y se dirigió a su oficina. Tan pronto como entró, su teléfono de escritorio comenzó a sonar.

Sabía quién la estaba llamando.

Había estado esperándola.

Y sabía que la conversación no sería fácil.

399 ₽
Возрастное ограничение:
16+
Дата выхода на Литрес:
10 октября 2019
Объем:
251 стр. 3 иллюстрации
ISBN:
9781640298385
Правообладатель:
Lukeman Literary Management Ltd
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

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