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CAPÍTULO CUATRO

El coronel Dutch Adams se quedó mirando por la ventana de su oficina. Tenía una buena vista del fuerte Nash Mowat desde aquí. Incluso podía ver el campo donde el sargento Worthing había sido asesinado esta mañana.

“Maldita sea”, murmuró por en voz baja.

Hace menos de dos semanas el sargento Rolsky había sido asesinado exactamente de la misma manera.

Hace una semana el sargento Fraser fue asesinado de la misma forma.

Y ahora Worthing.

Tres buenos sargentos.

“Tremendas pérdidas”, pensó.

Y, hasta ahora, los agentes del comando no habían sido capaces de resolver el caso.

Adams se quedó preguntándose...

“¿Cómo diablos terminé a cargo de este lugar?”.

Había tenido una buena carrera en general. Llevaba sus medallas con orgullo, la Legión al Mérito, de tres Estrellas de Bronce, Medallas al Servicio Meritorio y un montón de otras.

Analizó su vida mientras miraba por la ventana.

¿Cuáles eran sus mejores recuerdos?

Seguramente su servicio durante la guerra en Irak, tanto en la Operación Tormenta del Desierto y la Operación Libertad Duradera.

¿Cuáles eran sus peores recuerdos?

Posiblemente la rutina académica de acumular suficientes grados para obtener un cargo.

O tal vez estar de pie dando conferencias en aulas.

Pero incluso esos recuerdos no eran tan malos como tener que estar a cargo de este lugar.

Estar detrás de un escritorio, redactar informes y presidir reuniones, todo eso era lo peor de todo para él.

Aun así, al menos había vivido cosas buenas.

Su carrera había supuesto un costo personal: tres divorcios y siete hijos mayores que no le hablaban. Ni siquiera estaba seguro de cuántos nietos tenía.

Y así tenía que ser.

El ejército siempre había sido su verdadera familia.

Pero ahora, después de todos esos años, se sentía distanciado, incluso del ejército.

Entonces, ¿cómo se sentiría retirarse del servicio militar? ¿Feliz o simplemente sería otro divorcio feo?

Dejó escapar un suspiro amargo.

Si lograba su ambición final, se retiraría como general de brigada. Aun así, estaría solo después de su retiro. Pero tal vez eso era lo mejor.

Tal vez podría desaparecer en silencio, como uno de los “viejos soldados” proverbiales de Douglas MacArthur.

“O como un animal salvaje”, pensó.

Había sido un cazador toda su vida, pero no recordaba haber corrido tras la carcasa de un oso o un ciervo o cualquier otro animal salvaje que había muerto por causas naturales. Otros cazadores le habían dicho lo mismo.

¡Qué misteriosos eran! ¿Adónde iban esas criaturas salvajes para morir y pudrirse?

Deseaba saberlo para que pudiera ir al lugar donde lo hacían cuando llegara su tiempo.

Ahora mismo tenía un antojo de un cigarrillo. Era un infierno no poder fumar en su propia oficina.

En ese momento, su teléfono de escritorio zumbó. Era su secretaria en la oficina exterior.

La mujer dijo: “Coronel, tengo al jefe del cuerpo de la policía militar en la línea. Él quiere hablar con usted”.

El coronel Adams sintió una sacudida de sorpresa.

Sabía que el jefe del cuerpo de la policía militar era el general de brigada Malcolm Boyle. Adams nunca había hablado con él.

“¿De qué?”, preguntó Adams.

“Los asesinatos, creo”, dijo la secretaria.

Adams gruñó en voz baja.

“Por supuesto”, pensó.

El jefe del cuerpo de la policía militar en Washington estaba a cargo de todas las investigaciones criminales del ejército. Sin duda había oído que la investigación aquí se había rezagado.

“OK, hablaré con él”, dijo Adams.

Tomó la llamada.

A Adams no le gustó el sonido de la voz del hombre inmediatamente. Era demasiado suave para su gusto, no tenía el ladrido adecuado para un oficial de alto rango. Sin embargo, el hombre excedía a Adams en posición. Tenía que al menos fingir respeto.

Boyle dijo: “Coronel Adams, solo quería darle un preaviso. Tres agentes del FBI de Quántico llegarán pronto para ayudar con la investigación de los asesinatos”.

Adams sintió una oleada de irritación. Él consideraba que ya tenía demasiados agentes trabajando en él. Pero se las arregló para mantener su voz tranquila.

“Señor, no estoy seguro de que entiendo el por qué. Tenemos nuestra propia oficina del comando aquí en el fuerte Mowat. Están en el caso”.

La voz de Boyle sonó un poco más dura ahora.

“Adams, han tenido tres asesinatos en menos de tres semanas. Me parece que necesitan ayuda”.

La frustración de Adams estaba creciendo cada vez más. Pero sabía que no debía mostrarlo.

Dijo: “Le digo esto con todo respeto… no sé por qué me llama con esta noticia. La coronel Dana Larson es la jefa del comando aquí en el fuerte Mowat. ¿Por qué no la llamó a ella primero?”.

La respuesta de Boyle tomó a Adams completamente por sorpresa.

“La coronel Larson se puso en contacto conmigo. Pidió que llamara a la UAC. Así que llamé y coordiné todo”.

Adams estaba horrorizado.

“Esa perra”, pensó.

La coronel Dana Larson parecía hacer todo lo posible para molestarlo cada vez que podía.

¿Y qué estaba haciendo una mujer a cargo de una oficina del comando de todos modos?

Adams hizo todo lo posible para tragarse su disgusto.

“Lo entiendo, señor”, dijo.

Luego finalizó la llamada.

El coronel Adams estaba que hervía ahora. Golpeó su puño contra la mesa. ¿No podía expresar su opinión sobre lo que sucedía en este lugar?

Sin embargo, órdenes eran órdenes, y él tenía que obedecerlas.

Pero no tenía que gustarle... y no tenía que esforzarse por asegurarse de que las personas estuvieran cómodas.

Gruñó en voz alta.

Las cosas se pondrían muy feas ahora.

CAPÍTULO CINCO

Mientras conducía a Jilly, April y Gabriela a casa, Riley no se atrevía a decir que tenía que irse de inmediato. Se iba a perder el primer evento importante de Jilly, un papel protagónico en una obra de teatro. ¿Las chicas serían capaces de entender que estaba bajo órdenes?

Incluso después de que llegaron a casa, Riley no pudo armarse de valor para decirlo.

Estaba muy avergonzada.

Hoy en día se había ganado una medalla por perseverancia, y en el pasado había sido honrada por su valor y valentía. Y, por supuesto, sus hijas habían estado en la audiencia observándola recibir su medalla.

Pero de seguro no se sentía como un héroe.

Las chicas se dirigieron al patio trasero a jugar y Riley subió a su habitación y empezó a empacar sus cosas. Era una rutina familiar. El truco era empacar una maleta pequeña con suficientes necesidades para un par de días o un mes.

Mientras estaba poniendo las cosas en su cama, oyó la voz de Gabriela.

“Riley... ¿qué estás haciendo?”.

Riley se dio la vuelta y vio a Gabriela parada en la puerta. Estaba sosteniendo una pila de ropa limpia que estaba a punto de poner en el clóset del pasillo.

Riley tartamudeó: “Gabriela, tengo... tengo que irme”.

Gabriela quedó boquiabierta.

“¿Irte? ¿A dónde?”.

“Me han asignado a un nuevo caso. En California”.

“¿No puedes irte mañana?”, preguntó Gabriela.

Riley tragó grueso.

“Gabriela, el avión del FBI está a la espera en este momento. Tengo que irme”.

Gabriela negó con la cabeza.

Ella dijo: “Es bueno combatir el mal, Riley. Pero a veces pienso que pierdes de vista lo que es bueno”.

Gabriela desapareció al pasillo.

Riley suspiró. ¿Desde cuándo Riley le pagaba a Gabriela para ser su conciencia?

Pero no podía quejarse. Era un trabajo para el que Gabriela era muy buena.

Riley se quedó mirando sus prendas sin empacar.

Negó con la cabeza y se susurró a sí misma…

“No puedo hacerle esto a Jilly. Simplemente no puedo”.

Toda su vida había sacrificado a sus hijas por cosas de trabajo. Siempre. Ni una sola vez había puesto a sus hijas primero.

Y cayó en cuenta que eso era lo que estaba mal en su vida. Esa era una parte de su oscuridad.

Tenía la valentía de enfrentarse a un asesino en serie. Pero ¿tenía la valentía para poner el trabajo en un segundo plano y hacer de las vidas de sus hijas su prioridad?

En este mismo momento, Bill y Lucy se estaban preparando para viajar a California.

Estaban esperando encontrarse con ella en la pista de aterrizaje de Quántico.

Riley suspiró miserablemente.

Solo había una forma de resolver este problema, si es que podía resolverlo en absoluto.

Tenía que intentarlo.

Sacó su teléfono celular y marcó el número privado de Meredith.

Ante el sonido de su voz ronca, dijo: “Señor, habla la agente Paige”.

“¿Qué pasa?”, preguntó Meredith.

Sonaba preocupado. Riley entendía el por qué. Nunca había utilizado este número, excepto en circunstancias extremas.

Se armó de valor y fue directo al grano.

“Señor, me gustaría retrasar mi viaje a California. Solo por esta noche. Los agentes Jeffreys y Vargas pueden ir adelantándose”.

Después de una pausa, Meredith preguntó: “¿Cuál es tu emergencia?”.

Riley tragó. Meredith no se la iba a poner fácil.

Pero estaba decidida a no mentir.

Con voz temblorosa tartamudeó: “Mi hija menor, Jilly... actuará en una obra de teatro escolar esta noche. Ella es la protagonista”.

El silencio que cayó fue ensordecedor.

“¿Me colgó?”, se preguntó Riley.

Luego, con un gruñido Meredith dijo: “¿Podrías repetir eso, por favor? No creo haberte oído bien”.

Riley contuvo un suspiro. Estaba segura de que él la había oído perfectamente.

“Señor, esta obra es importante para ella”, dijo, poniéndose cada vez más nerviosa. “Jilly... bueno, ya sabes que estoy tratando de adoptarla. Ha tenido una vida muy dura, y apenas está superando un momento muy difícil y sus sentimientos son muy delicados y...”.

Su voz se quebró.

“¿Y qué?”, preguntó Meredith.

Riley tragó grueso.

“No puedo decepcionarla, señor. No esta vez. Hoy no”.

Otro silencio sombrío cayó.

Riley estaba empezando a sentirse más decidida.

“Señor, no hará ninguna diferencia en el caso”, dijo. “Los agentes Jeffreys y Vargas se adelantarán y sabes lo capaces que son. Pueden actualizarme cuando llegue allá”.

“¿Y cuándo sería eso?”, preguntó Meredith.

“Mañana por la mañana. Temprano. Me dirigiré al aeropuerto justo cuando termine la obra. Tomaré el primer vuelo que pueda”.

Después de otra pausa, Riley agregó: “Yo me pago el boleto”.

Oyó a Meredith gruñir un poco.

“Por supuesto que lo harás, agente Paige”, dijo.

Riley abrió la boca y recuperó el aliento.

“¡Me está dando permiso!”.

De repente se dio cuenta de que apenas había estado respirando durante la conversación.

Le costó mucho no estallar en frases de agradecimiento.

Sabía que Meredith no le gustaría eso en absoluto. Y lo último que quería era que cambiara de parecer.

Así que se limitó a decir: “Gracias”.

Ella oyó otro gruñido.

Luego Meredith dijo: “Dile a tu hija que le deseo buena suerte”.

Finalizó la llamada.

Riley respiró un suspiro de alivio, luego levantó la mirada y vio que Gabriela estaba parada en la puerta de nuevo, sonriendo.

Era evidente que había escuchado toda la llamada.

“Creo que estás creciendo, Riley”, dijo Gabriela.

*

Sentada entre el público con April y Gabriela, Riley estaba disfrutando de la obra escolar. Se había olvidado lo encantadores que podrían ser eventos como este.

Los chicos estaban vestidos con trajes improvisados. Habían pintado un paisaje que asemejaba escenas de la historia de Deméter y Perséfone: campos llenos de flores, un volcán en Sicilia, las cavernas húmedas del Inframundo y otros lugares míticos.

¡Y la actuación de Jilly era simplemente maravillosa!

Interpretaba a Perséfone, la hija de la diosa Deméter. Riley se encontró recordando la historia familiar mientras se desarrolló en frente de ella.

Perséfone estaba afuera recogiendo flores un día cuando Hades, el dios del Inframundo, llegó en su cuadriga y la raptó. La llevó al Inframundo para ser su reina. Cuando Deméter se dio cuenta de lo que le había sucedido a su hija, lloró de dolor.

Riley sintió escalofríos ante la forma convincente que la chica que interpretaba a Deméter expresó su dolor.

En ese momento, la historia comenzó a abrumar a Riley de una forma que no había esperado.

La historia de Perséfone se parecía mucho a la de Jilly. Después de todo, era la historia de una niña que perdió parte de su infancia a fuerzas mucho mayores que ella.

Los ojos de Riley se llenaron de lágrimas.

Se sabía el resto de la historia muy bien. Perséfone recuperaría su libertad, pero solo por la mitad de cada año. Cuando Perséfone no estaba, Deméter dejaba que la tierra se enfriara y muriera. Cada vez que regresaba, revivía la tierra y la primavera llegaba de nuevo.

Y ese fue el origen de las estaciones.

Riley apretó la mano de April y susurró: “Aquí viene la parte triste”.

Riley se sorprendió al oír a April reírse.

“No es tan triste”, susurró April. “Jilly me dijo que cambiaron la historia un poco. Solo mira”.

Riley prestó mucha atención.

Plenamente en el personaje de Perséfone, Jilly golpeó a Hades en la cabeza con una urna griega, en realidad una almohada disfrazada. Entonces salió del Inframundo y regresó de nuevo a su madre.

El muchacho que interpretaba a Hades hizo un berrinche y trajo el invierno al mundo. Él y Deméter luego jugaron a tirar la cuerda, cambiando las estaciones de invierno a primavera y de primavera a inverno, una y otra vez durante el resto del tiempo.

Riley estaba encantada.

Cuando la obra terminó, Riley se dirigió detrás del escenario para felicitar a Jilly. En el camino se encontró con la maestra que había dirigido la obra.

“¡Me encanta lo que hiciste con la historia!”, le dijo Riley a la maestra. “Fue genial ver a Perséfone cambiar de una víctima indefensa a una heroína independiente”.

La maestra sonrió.

“No me des las gracias”, dijo. “Fue idea de Jilly”.

Riley corrió hacia Jilly y le dio un gran abrazo.

“¡Estoy demasiado orgullosa de ti!”, dijo Riley.

“Gracias, mamá”, dijo Jilly, sonriendo.

Mamá.

La palabra resonó en la mente de Riley. Significaba demasiado para ella.

*

Más tarde esa noche, cuando todos estaban en casa, Riley finalmente tuvo que decirles a las chicas que se iba. Asomó la cabeza por la puerta de Jilly.

Jilly estaba profundamente dormida, agotada por su gran éxito. Riley amaba la mirada de satisfacción en su rostro.

Entonces Riley fue al dormitorio de April. April estaba sentada en la cama leyendo un libro.

April levantó la mirada y miró a su madre.

“Hola, mamá”, dijo ella. “¿Qué pasa?”.

Riley entró a la habitación.

Ella dijo: “Esto va a parecer extraño, pero... tengo que irme ahora mismo. Me han asignado a un caso en California”.

April sonrió.

Ella dijo: “Jilly y yo supusimos que de eso trató tu reunión en Quántico. Y entonces vimos la maleta en tu cama. De hecho pensamos que ibas a irte antes de la obra. Por lo general no empacas a menos que tengas que irte de una vez”.

Miró a Riley, su sonrisa ensanchándose.

“Pero te quedaste”, agregó. “Sé que atrasaste tu viaje, al menos por la obra. ¿Sabes cuánto significó eso para nosotras?”.

Los ojos de Riley se llenaron de lágrimas. Se inclinó hacia delante y las dos se abrazaron.

“¿Así que no tienen problema con que me vaya?”, preguntó Riley.

“Claro que no, está bien. Jilly me dijo que esperaba que atraparas a unos malos. Está muy orgullosa de lo que haces, mamá. Yo también estoy orgullosa”.

Riley se sintió demasiado conmovida como para expresarlo con palabras. Sus dos hijas estaban creciendo tan rápido. Y se estaban convirtiendo en mujeres jóvenes impresionantes.

Besó a April en la frente.

“Te amo, cariño”, dijo.

“Yo también te amo”, dijo April.

“¿Y tú qué estás haciendo?”, le dijo Riley. “Apaga esa lámpara y acuéstate a dormir. Mañana tienes que ir a la escuela”.

April se echó a reír y apagó la luz. Riley se fue a su habitación para tomar su maleta.

Era más de medianoche y tenía que conducir a DC a tiempo para tomar un vuelo comercial.

Esta noche sería larga.

CAPÍTULO SEIS

El lobo yacía boca abajo en el suelo áspero de desierto.

El hombre se consideraba a sí mismo una bestia acechando a su próxima presa.

Tenía una excelente vista del fuerte Nash Mowat de este lugar alto, y el aire de la noche era agradable y fresco. Observó la presa de esta noche a través de la mira de visión nocturna en su rifle.

Volvió a pensar en sus víctimas odiadas.

Hace tres semanas asesinó a Rolsky.

Luego a Fraser.

Luego a Worthing.

Acabó con ellos con gran finura, con tiros en la cabeza tan limpios que seguramente ni siquiera supieron que habían sido baleados.

Esta noche, sería Barton.

El lobo observó a Barton caminando a lo largo de un camino no iluminado. Aunque la imagen a través de la mira nocturna era granulada y monótona, el objetivo estaba lo suficientemente visible para cumplir con sus propósitos.

Pero aún no le dispararía a la presa de la noche.

No estaba lo suficientemente lejos. Alguien cercano podría ser capaz de averiguar su paradero, a pesar de que había adjuntado una bocacha a su rifle de francotirador M110. No cometería el error de subestimar a los soldados de esta base.

Siguiendo a Barton con la mira, el lobo disfrutó de la sensación de la M110 en sus manos. En estos días el ejército se encontraba en transición hacia el uso de la Heckler & Koch G28 como un rifle de francotirador estándar. Aunque el lobo sabía que el G28 era más ligero y más compacto, aún prefería el M110. Era más preciso, incluso si era más largo y más difícil de ocultar.

Tenía veinte rondas en el barrilete, pero solo la intención de utilizar una de ellas cuando llegara el momento de disparar.

Acabaría con Barton con un disparo.

Podía sentir la energía de la manada, como si lo estuvieran viendo, dándole su apoyo.

Observó como Barton finalmente llegó a su destino, una de las canchas de tenis al aire libre de la base militar. Los otros jugadores lo saludaron cuando entró en la cancha y desempacó su equipo de tenis.

Ahora que Barton estaba en el área iluminada, el lobo ya no tenía que usar la mira nocturna. Apuntó directamente a la cabeza de Barton. La imagen ya no estaba granulada, sino muy clara y vívida.

Barton estaba a unos noventa metros de distancia ahora.

A esa distancia, el lobo podría depender de la precisión del rifle hasta tres centímetros.

Tenía que asegurarse de permanecer dentro de ese rango.

Y sabía que lo haría.

“Solo un ligero apretón del gatillo”, pensó.

Eso era lo único que tenía que hacer ahora.

El lobo disfrutó de ese momento misterioso y congelado en el tiempo.

Esos segundos antes de apretar el gatillo eran casi religiosos, cuando esperaba armarse de valor y voluntad para disparar, cuando esperaba decidir apretar el gatillo con el dedo. Durante ese momento, la vida y la muerte parecían estar extrañamente fuera de sus manos. El movimiento irrevocable ocurriría en la plenitud de un instante.

Sería su decisión, y sin embargo no su decisión en absoluto.

¿De quién era la decisión entonces?

Se creía que había un animal, un verdadero lobo, al acecho dentro de él, una criatura sin remordimientos que tomaba el control sobre ese momento y movimiento fatal.

Ese animal era a la vez su amigo y su enemigo. Y lo amaba con un amor extraño que solo podía sentir hacia un enemigo mortal. Ese animal interior era lo que sacaba lo mejor de él, lo que realmente lo mantenía alerta.

El lobo estaba esperando que ese animal atacara.

Pero el animal no lo hizo.

El lobo no apretó el gatillo.

Se preguntó por qué.

“Algo parece estar mal”, pensó.

Entendió lo que pasaba.

La vista del blanco en la cancha de tenis iluminaba a través de la mira normal era simplemente demasiado clara.

Tomaría muy poco esfuerzo de su parte.

No era un desafío.

No sería digno de un verdadero lobo.

Además, era demasiado pronto después de la última matanza. Las otras habían sido espaciadas para provocar ansiedad e incertidumbre entre los hombres que él detestaba. Acabar con Barton ahora interrumpiría el impacto psicológico y rítmico de lo que estaba haciendo.

Sonrió un poco ante estos pensamientos. Se puso de pie con su arma y comenzó a caminar de vuelta por donde había venido.

Se sentía bien por haber dejado a su presa por ahora.

Nadie sabía cuándo atacaría de nuevo.

Ni siquiera él mismo.

399 ₽
Возрастное ограничение:
16+
Дата выхода на Литрес:
10 октября 2019
Объем:
251 стр. 3 иллюстрации
ISBN:
9781640298682
Правообладатель:
Lukeman Literary Management Ltd
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

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