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Se convertirán en bebés de Yuju, por supuesto… siempre y cuando no provengan de la semilla de un alaísta…

Pobre progenitor. ¿A quién reconocerá como descendencia?

¿Y qué ocurrirá con los abortos de la mayoría de los fetos hembra de todo el mundo? Girarán en torno al novio, Yuju, como las vírgenes prudentes…

¿Y con las mascotas? También se reunirán con sus familias en el coro eterno a cantar la gloria de Yehubaba.

Un grupo deposita las firmas de los donantes (se acepta tarjeta de crédito) a los pies de la estatua de un semental blanco, el caballo de Yuju, una propuesta mejorada y futurista del antiguo y vergonzoso «levanta las manos y abre el corazón». Los signatarios serán los macs de MacYehu, que a su retorno gobernarán el mundo durante un millar de años. Se recaudan cientos de millones de lavos de manos de los seguidores de nuestro Señor Satanás a través de maratones televisivos y actos repipis con el supuesto objetivo de «salvar» naciones, especialmente de los corderos de los rediles de Gog y Magog, los leninstaníes y los chinmachineses. «Con un solo lavo que aportara cada chinmachinés…», ese es el sueño eterno de todo mesianista adinerado.

Proclaman al Elegido, cuyo reino es sagrado y donde MacYehu descenderá de los cielos. En cuanto a la tribu de Alamalá, son agentes de la Bestia. Los macyehuístas invierten billones de lavos en Maimonidia para fortalecer la casa de Yehubaba. Ordeñan a nuestro Señor Satanás para alimentar a Máimono, permitiéndole así que dé muerte a Alamalá. Amén. Cuando nuestro Señor Satánas no tiene leche suficiente, Yehubaba lo castiga desatando tornados y huracanes, especialmente en las entrañas de Gehena. Amén. Que los corderos de MacYehu os amparen si osáis desafiarlos. Amén. O blandirán afilados cuchillos para despojaros no solo de la próxima vida…

Amén…

«Quienquiera que añada algo tras mis órdenes, o les reste valor, será empalado», dice el degollador de los corderos, con la vista puesta en vuestro esperma y vuestro diezmo.

Un flujo infinito de talento en el país de Judalá… ¿Acaso no daríais saltos de alegría si estuvieseis en el lugar de Máimono? Reúnen fuerzas de las burlas. ¿Acaso no dice el Hijo de la Carrera, el aclamado autor del pleonasmo del apartheid «no echéis mis perlas a los cerdos [los gentiles]», que sus seguidores deben ser objeto de burla? Lo de «id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» es una interpolación añadida con posterioridad al texto, una de los cientos de interpolaciones incluidas por los sacerdotes impostores en un intento de universalizar y divinizar a los megalómanos religiosos racistas.

¡Lanzad una bomba mornuclear en Damasco!

Amén…

¡Lanzad una bomba nuclear en El Cairo!

Amén…

¡Lanzaremos una bomba inmaclear en Teherán!

Aleluya…

¡Lanzaremos una bomba inmaculada en La Meca!

Gloria, gloria, aleluya.

Gloria, gloria, aleluya.

Gloria, gloria, aleluya.

Su verdad está en marcha.

No consigo asumir la pérdida de mi tío. Lo que ya no está es irremplazable. Él animó mi infancia de niño auténtico entre niños; nos enseñó miles de juegos de canicas, miles de variedades de ejercicios militares. Me llevaba a dar paseos por la montaña, me apoyaba en aventuras imposibles, siempre nos animaba a pensar de forma diferente, de ­forma ­global. Vincent Peale, Napoleón Hill o De Bono eran algunos de sus favoritos. Solía «olvidar» sus libros en nuestro cuarto cuando se iba de viaje a las Tierras de Abajo o a Canadá y, más tarde, por correo aéreo, me nombraba el guardián de los mismos hasta su regreso, años después.

«¿Por qué nació MacYehu en Maimonidia? Entonces el Elegido es el elegido de Judalá».

«¡El granuja de Azrael! Un Mesías es engendrado en el peor lugar posible. Viene a salvar al pueblo, no a alcanzar la gloria posparto o postmortem. Un Mesías, al contrario que un can, es un fraude».

Desde Bulgaria hasta Vermont y Colorado, lejos de los ojos cotillas y del veneno de los paradisoicos, mi amigo Cosmos (también conocido como Dios Artin) dedicaba su vida a miles de estudiantes de una docena de nacionalidades distintas. Mi propia vida habría prendido fuego a una edad tan temprana. Así es como se saqueó la fuerza interior de Oniria: drenaron su vitalidad y la hicieron correr por las venas de una deidad vampírica, bajo el patrocinio de los judiólicos.

Hoy, ese ídolo acomodado en la cripta de la conciencia humana, se encuentra apostado en el pedestal del Paraíso.

En beneficio de la humanidad, el Feo decidió revelar la fuente ororoniana de la luz de la vida.

Era satanista.

¡No! Es más, era el propio Satanás. El Anticristo.

Makoko me saluda con la mano desde el sexto piso.

Los que se declaran a favor de los derechos de las ­mujeres en Virgenia son «yinyinistas». Pero para las mujeres, ­buscar ­trabajo entraña el riesgo de ser sometidas a la servidumbre sexual. Muchas mujeres lo aceptan. Nosotros no tenemos otra elección.

—¡Hipócritas! Juegan según las reglas porque son unas zorras inconscientes —responden las vírgenes reaccionarias, las cariátides de la sociedad virgenia.

***

Katy y yo decidimos jugar a estar casados el día de nuestro cumpleaños. La idea la atolondraba un poco. Ambos estábamos cautivados por el discreto encanto del juego.

La Madre Yupi es canción y baile. La Madre Yupi es alegría. La Madre Yupi es diversión.

Aunque llegamos a casa más cansados que un perro, la noche es joven para los recién casados. No nos duchamos. Cuando acabo de cepillarme los dientes, veo a Katy en mi cama, hecha un ovillo y medio dormida, con el culo en pompa hacia mi lado de la cama.

Levanto la colcha. Esas medias negras la hacen parecer aún más desnuda. Veo la silueta de su culo en la penumbra, haciéndome señas. El polo magnético de la Tierra. ¡Un agujero negro! El milagro de la firmeza con el que sueñan hasta las hembras de can. Como su hocico…

Como sus labios… Sus fluidos. Fluidos y olores. Katy sabe a tierra y dulce. No se trata de la bestia de la belleza que deambula por Los Babilonios, un saco de piel con formas que contiene una tonelada de putrefacción que no podría lavarse ni con doscientas sesiones de colónicos. La vida no ha conseguido arrebatarle su pureza natural. Katy es un manantial de agua clara que fluye de las montañas, pura y desbocada. Es el manantial de los ríos del Paraíso…

Ahora somos dos torrentes de partículas cargadas que chocan entre sí. Una fusión nuclear…

Borrachos, bailantes,

hemos mezclado la vida con la muerte.

Ardiendo una y otra vez,

quemándonos el corazón, flotando sin sangre,

Loco soma…

Bailamos descontrolados,

ardiendo, quemando

todo lo que había

en este mundo vetusto.

Soma,

tu amor es veneno y vino,

ay, tan dulce.

Soma,

tú permanecerás

mientras que yo, una sombra fugaz,

no estaré aquí mucho tiempo.

Soma,

que tus deseos cósmicos

se hagan realidad en este mundo.

Los míos desaparecerán,

reducidos a una chispa exigua y vieja

en tu fuego dorado.

Pero mi corazón ceniciento seguirá ardiendo

en todos tus amaneceres.

Ola 3, Soma

Mi relación con Katy no iba a ninguna parte. Ella quería casarse. Yo, no. Su tía se metía con ella porque no conseguía «engancharse». Mientras tanto, la familia de su ex intentaba fastidiarle la vida: le negaban la pensión de su hijo, acosaban a sus amigos, iban borrachos a su casa a hacer pintadas obscenas en la puerta. «Aquí vive una puta, abandonad toda esperanza».

Dos tercios de los machos alfa divorciados de Virgenia no pasan pensión alguna a los hijos.

—¿Qué clase de hombre querría proporcionar sustento a putas y bastardos?

Eso debe de ser para los maricones.

Diosoh es una perita en dulce…

Por mucho que este granuja quisiera construir su nido, el daño que las mujeres habían perpetrado en su alma ya no tenía cura. El primer deseo de las hembras con las que había estado era pasar por la vicaría. ¡Santo matrimonio!

Guau, guau…

Para este can, todo eso es como un funeral. Lúgubre, oficial, con zombis llenando los bancos de la iglesia, velas, flores, una perversión de la puñetera pieza de Mozart… Perfecto para una incineración.

Las hembras confirman las relaciones mediante este contrato, explotan su energía sexual en beneficio propio. Por ello son castigadas por Diosonón y por el César, que tienen sus propios intereses en el matrimonio entre mortales. Es una inversión de riesgo, un fraude piramidal a múltiples niveles.

Las mujeres hembras me dieron la espalda cuando me negué. Me privaron del amor. Pero había algunas que no ponían tales condiciones a los machos alfa con los que salían. Para estas hembras, yo no valía ni siquiera un buen polvo. Era sencillamente un buen candidato.

Amiga a amiga:

—¿Qué te parece?

—No está mal.

—Vamos a pegarle en el culo.

Guau, guau, dice el can bueno y bien educado.

Katy no parecía tener ningún objetivo interesado. Sus amigas se ríen de ella por no ser capaz de aprovecharse de su pretendiente de Oniria.

Yo ya no quería ni oír hablar más de matrimonio. Este can se burlaba de cualquier propuesta que no estuviese basada a partes iguales en la plenitud física, mental, espiritual y económica. Si esto es un negocio profesional camuflado como supuesto sentimiento amoroso, ¿por qué voy a meterme en harina si no puedo ganar o, al menos, quedar en tablas? Como ninguna mujer está dispuesta a dar más de lo que recibe, prefería seguir soltero y retozar de cama en cama.

—¡Qué horror! Este sí que es un auténtico bastardo…

Los canes conocemos el verdadero secreto. El cuerpo solo puede ser rechazado a favor del espíritu. En Virgenia no lo entienden, es imposible que lo entiendan. Hasta sus terapeutas dan patadas en el suelo con sus tacones de aguja para insistir en el divorcio de lo carnal y lo espiritual.

Lo carnal es tabú en Virgenistán, como en todas las regiones acabadas en «stán» y en «al». Es un monopolio del cártel del matrimonio. El paradicium, sin embargo, se considera occidental, y confunde lo real con lo imaginario (su país de origen se encuentra al oeste de los «stán», con una población blanca funcional).

¿Y qué pasa con el aspecto económico?

Desde la perspectiva de la mujer, el matrimonio es una forma de convertirse en pensionista de por vida. Ella no comparte la enorme carga financiera del hombre. Ese ­parásito está bien arraigado en su alma. Cuanto mejor la «mantenga» el hombre, más vale ella.

—Es verdad. Pero tú te puedes ir a la mierda.

Pero yo os pregunto, hermanos caninos, ¿no es esto promiscuidad pura y dura, permitida por la Iglesia y el Estado? ¿No son el ochenta por ciento de las mujeres adultas de Virgenia, sobre todo las de clase alta, unas putas?

—¡Apedread al can!

¿Por qué no puede una mujer mantener al hombre? Guau, guau…

Al son de la flauta del parásito, el hombre merma al mismo tiempo el bienestar de su familia y la economía de la sociedad en la que vive.

—¡Cerdo capitalista!

¿Y qué pasa con las mujeres que han querido casarse con el can? ¿Qué ganaban con ello? Aquí entra el mecanismo del cambio, la economía subyacente; el matrimonio es un mercado de vendedores. Las vendedoras, por supuesto, son las mujeres. Ellas tenían mucho más que ganar que yo. Si tuviese que dejar de lado la lista de valores que ninguna mujer podría completar, el valor que ofrecían era demasiado bajo. Si una mujer ofreciera, digamos, un cincuenta por ciento de lo que ella obtiene a cambio, no accedería al matrimonio. Por norma, siempre intenta obtener mucho más de lo que está dispuesta a dar.

El «poder del coño». Un contrasentido para nosotros los canes. Pero eso es lo que le permite avanzar en el mundo humanoide. El antídoto es el «poder del pene». Hay excepciones, claro. Pero es imposible encontrar a mujeres que acepten una balanza equilibrada, ni mucho menos inclinarla hacia su lado.

El desequilibrio en la balanza del matrimonio constituye el beneficio de la mujer, hermanos, mientras que ella incurre en la hipocresía de obligar al hombre a pasar por alto esa diferencia en nombre del amor.

—Tengo un buen trabajo. En una empresa del Infierno. Y Satanás me ha dado un teléfono móvil. ¿Por qué iba a querer casarme ahora? —replicó la virgen Bella. Solo dos meses antes, me había pedido que le buscase un marido para no pasar frío en las noches de invierno.

Naturalmente, estas mujeres me desilusionarían a corto plazo, y eso haría que me aterrorizaran constantemente.

Y si añadiésemos hijos a la ecuación, el agobio se prolongaría hasta el fin de mis días. No tenía ninguna intención de dedicarles mi tiempo a estas mujeres, ni mucho menos de casarme con ellas. Ningún coño me iba a atar. Era un bastardo…

Por eso prefería pasar la noche con zorras. Pero aquello también había perdido el sentido y hasta la emoción.

Recordé las palabras de mi mecánico, Benik, un onirio que había emigrado a Los Ángelos desde Ayatolalia. Hablaba maravillas de su patria, el Paraíso, aunque nunca había puesto un pie allí. Muchos de aquellos a los que había ayudado a instalarse en el Infierno se habían olvidado de él. Frunció el ceño y, moviendo la mano con ademanes cuidadosos, gruñó desde las profundidades de su alma:

—Querido, la vida es una mentira… La familia es una mentira… Las mujeres son una mentira. Folla todo lo que puedas.

En cualquier caso, los virgenios no tienen putas de calidad. El hombre más rico del país, Kirk Kirker, es la persona con más propiedades en Las Fortunas. Su amante no es virgenia. Las mujeres de Virgenia no tienen cerebro ni habilidad suficiente para engancharlo. Kirker había caído en manos de una mujer que, para conseguir la tutela de un niño con cuyo padre al parecer tenía una aventura, fue a juicio y, por ser hija de Pornostán, le sacó a Kirker dinero suficiente para alimentar a diez mil niños en Virgenia…

***

Un día, mi primo Henri de París me sorprendió con una visita inesperada a Virgenal. Tengo diez primos en París.

Mi tío había luchado en el bando napoleonio durante la invasión del Führer y a cambio le concedieron la nacionalidad. Conocía a dos de mis primos. Solo había visto a Henri una vez. Henri y yo teníamos la misma opinión sobre las virginosas.

Yo era uno. Ahora éramos dos.

Una noche llevé a Henri a uno de los mejores clubes nocturnos de Virgenal. Algunos hombres lo cogieron del brazo y lo sentaron en una mesa donde había tres mujeres. Henri estaba cabreado.

Se tomó una copa para tranquilizarse. Un rato después, Henri estaba en la pista de baile hablando con una chica. Resultó ser una profesional. Cincuenta dólares por dos horas. ¿Y en euros? Henri se giró hacia mí y me dijo:

—Larguémonos de aquí.

En total estuvimos allí unos diez minutos. Cuando pagamos la cuenta, los hombres nos miraban, tomándonos la medida.

—Son de la mafia —dijo Henri mientras salíamos del bar con sigilo—. No frecuentes antros de la mafia. De donde estén ellos no puede salir nada bueno.

Nos fuimos a toda prisa. Habíamos dejado a las putas atrás, en algún punto de nuestra historia. Henri también quería conocer a mujeres decentes.

En dos días, varios amigos lo habían convencido de que estaba persiguiendo una quimera.

—Aquí no puedes tener novia. Por eso los tíos se van de putas.

—Santo Can, qué sitio de locos —dijo Henri.

—¡Paleta! —decía Henri de cada mujer que conocía.

A Henri le encantaban las paletas de Virgenia, pero su vocabulario en su idioma era bastante pobre.

Una virginosa puede atrapar a un hombre con la mirada durante un buen rato. Pero en cuanto te acercas a ella, pone pies en polvorosa y sube el precio. Tiene ese poder y le encanta…

El caso es que la virginosa es incapaz de extraer sustento sexual de los hombres. Así que lo compensa con sustento vampírico. En la esfera sexual y las relaciones homínidas más amplias, la virginosa confunde su terrible ignorancia con los «valores nacionales».

Al final, Henri se dio por vencido y se reía de sus encuentros en la aberrante sexosfera de Virgenia. Una noche, cuando le pregunté qué le apetecía hacer, me dijo:

—Bueno, en esta ciudad solo se pueden hacer dos cosas: tirarse a una puta o comer. Como no tenemos mucho interés en las putas, vamos a comer.

—Es todo una mierda.

—Esta gente tiene una forma distinta de ver el sexo. Para nosotros es muy fácil: tienes hambre, pues comes. Fin. Pero aquí hay capas y capas debajo…

—¡Un sándwich de mierda!

—Si por lo menos mereciese la pena. Se vuelven locas. No tienen modales. Para cuando has encontrado el agujero, casi se te ha venido abajo el asunto.

—Mierda…

—Y todo ese rollo del amor. ¡Jesús!, a unas les apesta el ombligo, a otras, el culo, a otras, la entrepierna, a otras, el aliento… Siempre hay algo que huele a rayos.

—¿Qué pasa, que no se duchan?

—Huelen a desinfectante. Tienen un milímetro de sal por encima de la piel. Primo, te dan arcadas con solo acercarles la boca. Una tenía dientes de oro. Le dije que por qué no se los arreglaba, que yo se lo pagaba, y me dice que no, que su dentista le ha dicho que los dientes de oro son más fuertes… ¿De verdad alguien se va a casar con algo así? ¿Para siempre?

—Te mueres a los dos días.

—Van a meterte a su hija démodée por el culo…

—¡Ja, ja, ja!

—Tío, tienen la boca como una caverna… No encuentras la lengua.

—¿Cómo?

—Por lo que he visto, sí. No tienen nada que ver con las chicas de Satanás. En serio te lo digo.

—Joder…

¡Vivan las tradiciones nacionandertales cavernarias de Virgenia!

La opinión de Henri acerca de las «paletas» tenía un matiz adicional que entendí más adelante, cuando una amiga me enseñó las fotos de la boda de Jesucristo, el hijo del presidente de Virgenia, el Señor Diosoh. La habían invitado. En las fotos, vi a varios ángeles de rostro amable, pero aun así me avergoncé del hombre que presidía mi país natal.

Su entorno acumularía sin duda la ira divina hacia este can por su opinión acerca de ellos.

¿Acaso en la vida no debería ser todo in situ para garantizar el equilibrio de la creación, especialmente en la cuna de la creación, el Paraíso?

¿Es Diosoh un paleto?

Desde el principio le dejé claras mis intenciones a Katy. Sabía que pocas mujeres en Virgenia se involucran con un macho alfa sin tener en mente el matrimonio. Todo estaba claro entre nosotros con respecto a los límites de nuestra relación.

Pero la honestidad es la moneda de las perras. Las mujeres no saben manejarla. Algunas han roto sin pensárselo dos veces. Me asombra verlas con otros hombres que —y me lo dicen mis ojos caninos— solo se preocupan por engañar a su presa.

Oh, esperanza… Oh, esta esperanza que finalmente se convierte en desilusión. Yo os pregunto, hermanos bastardos y hermanas zorras, si no es esta la causa de la devastación del corazón, de la erradicación de la unidad, desde la familia hasta la nación, del retroceso de la civilización. Si no es la causa de la alienación, de la ruptura de los lazos espirituales, de la ruina del universo interior de la humanidad, de la proliferación de las drogas destructivas; la violación del código mitraico y las ruinas del camino de Cristo hacia la salvación, el aborto del equilibrio búdico. Si no es la razón del florecimiento del existencialismo y el nihilismo, la razón del tipo de basura producido bajo la rúbrica del posmodernismo.

Si no es la razón de la sustitución de las verdades caninas por las verosimilitudes homínidas.

Decidme si no es esta la razón de que aún hoy el hombre siga esperando a Godot, que será quien lo salve.

Makoko me saluda con la mano desde el sexto piso.

***

—El amor es la base de todo.

—¿No puede amarse sin Godot? ¿Por qué estáis tan empeñados con este tipo?

—Sin Godot no hay amor. El amor no es humano, es de Godot.

—El peligro reside en el caos.

—La nación de los onirios se hará grande.

—Nuestra labor es encontrar la verdad, la armonía en el caos.

—Más bien es no perder la fe.

—Hasta ahora los mitos han rescatado a la fe. ¿Es el fin del mito el fin de la fe? ¿Es necesaria la fe?

—Sin fe no hay nada.

—Pero ¿acaso los iluminados sienten menos amor que nosotros?

—No hay esperanza en los iluminados. Lo único que piden es el Nirvana.

—¿Y cuál es nuestra esperanza?

—La vida eterna.

—¿Podemos conocer a Ononón?

—Solo a través del amor.

—Te refieres al lateral, no al vertical.

—No podemos conocerlo a través de la conciencia.

Eso es un callejón sin salida. O más bien un círculo. Quedan cuatro curvas. El camino de los gnósticos no lleva a ninguna parte.

—Igual que el camino del mandato.

—Una red de amor puro…

—¿Y cómo se llega de ahí hasta la eternidad?

—¡Es la promesa de Yuju, can!

—¿La esperanza es lo más importante?

—Yuju es el Hijo de Diosonón.

—Querrás decir Hijo de Satanón.

—De no ser así, no se habría sacrificado la vida de tantos santos por él.

—Estaban engañados. No sabían que lo que habían oído o leído era una fabricación.

—Hay un fundamento para todo.

—Ahí tienes tu callejón sin salida. Ahí tienes tus cuatro curvas. En busca de un fundamento. El Cielo y el Infierno. Esa es la ensoñación vana de Zaratustra.

—No puede ser todo una mentira.

—Si te lo demuestro, ¿me darás la razón?

—Si lo haces, me quitaré esta sotana ahora mismo y abandonaré la iglesia.

—Quítatela. Quítatela y sal desnudo.

***

Por mucho que Katy quisiera liberarse de la mentalidad dominante, en el fondo era una paradisoica tradicional y orgullosa de ello. Su alma era un horno envuelto por una profunda fe en Diosoh.

Katy era el Paraíso. La guerra por el Edén la había ganado… Katy.

El Edén es una región al este del Paraíso. Allí creó Diosoh al hombre y dotó a la naturaleza de su espléndido verdor. Durante siglos, el 95 % de la población del Edén eran ángeles. A excepción de Caín, todos pertenecían a la tribu de Diosoh. Cuando la oscuridad de los imperios hubo engullido al Paraíso, el Edén fue el pabilo que permaneció encendido. Allí perduraron los príncipes del Paraíso.

En 1921, aún recuperándose del Genocidio, el Paraíso no tenía voz. La belladona de Papá Lenin, Madame Stalin4, entabló negociaciones con Pasha. A golpe de pluma, otorgó el Edén y la provincia de Nakhicheván a Ali Baba, un jefe tribal que se atusa el bigote en su yurta en una aldea al este del Edén, que llevaba tiempo esperando su parte del botín sin dejar de atusarse el bigote. Madame anexionó además dos provincias adicionales del norte del Paraíso a su propia tierra natal. Allí, los devotos aún adoran a Madame por su benevolencia celestial. Madre hizo todo esto, por supuesto, en nombre de la «hermandad soviet», declarando su amor incondicional por los supervivientes del genocidio. Como buena milenarista, Madame siguió la estela de los propagandistas mesiánicos que habían llegado en manada al Paraíso desde todos los rincones del mundo: enseñar a los refugiados huérfanos y hambrientos a amar a Pasha, a investigar los motivos de su ira y del canibalismo que practica, entenderlo y perdonarlo.

Pero los agentes propagandistas del Xn nunca intentaron enseñar a Pasha a amar a los huérfanos ni a sus padres, a los que había enviado a la muerte. Por el contrario, acariciaban la cabeza de Pasha y declaraban que el Príncipe de la Paz perdonaría todos sus pecados. Hacían esto mientras escuchaban las sinfonías de Mozart, acurrucados en sus casas mientras a su alrededor se perpetraba la matanza. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra, pero ni uno de los cabellos de aquel que cree en mí caerá en tierra. Así habló nuestro Señor, Padre Todopoderoso, santificado sea su nombre. Amén. Amén.

Pero a la hora de perdonar los pecados del Führer BenYehu o de Bladin McAlá, el Buen Pastor ni siquiera se lava las manos como Pilatos. ¡Lobos! Grita y los maldice con la condena eterna.

¿Puedo besar vuestra mano, fraülein Führer? Vos, una dama inocente, yo, un transgresor…

Vos, Inmaculada, oh, salvación de la vida…

¿Puedo besar vuestra frente, monseñor Bladin? Vos, la zarza en llamas, yo, el ruin filisteo…

¿Puedo besar vuestro culo divino, oh, Rey de Reyes, Señor de Señores? ¡Vos, el juez justo, yo, un can miserable!

Nakhicheván, según la tradición paradisoica, es el lugar donde fue a parar Noé tras descender del Monte Ararat. Los paradisoicos incluso señalan el lugar donde fue enterrado Noé. Acusan a Máimono de haber ultrajado la historia al intentar usurpar la Tierra Sagrada desde el Paraíso con burdos sortilegios.

Los edenitas se hinchen de orgullo al informarte de que el inventor del reactor caza MiG fue un paradisoico, Artem Mikoyan (cuyo hermano, Anastas Mikoyan, fue presidente del Consejo Supremo de Leninstán). De los 144 000 residentes del Edén, los ejércitos de Papá Lenin han recibido en sus filas a cuatro mariscales y a docenas de generales, y fueron los primeros en entrar en Führercorburgo. Los edenitas son un pueblo cruel y curtido en el arte de la guerra.

Cuando Diosoh regresó al Paraíso, instaló querubines al este del Edén. Allí también resplandecen las espadas relámpago de Diosoh, que protegen el Edén de los ataques de Ali Baba. En Nakhicheván, en cambio, donde el sable de Alamalá se cobró tantas vidas que no quedó más de la mitad de la población, no hay hoy ni un solo paradisoico.

Al igual que en el imperio de Pasha, aquí también parece que los paradisoicos se hubiesen evaporado por completo. Sin embargo, para desasosiego de Ali Baba, el vapor ha empezado a condensarse y se está convirtiendo en agua de lluvia.

Los enemigos del Paraíso, guiados por Pasha, tratan de intimidar a los paradisoicos a través de las Sagradas Escrituras de la integridad territorial, que dicen haber recibido por revelación divina en la Universidad de Satanás en Alalal.

Katy intentó enseñarme los valores paradisoicos. Como no quería perderme, optó por aceptar a este satánico en el Paraíso, ignorando todo lo que la rodeaba, para que yo no sintiera la atmósfera opresiva de Virgenia. A menudo me sorprendía su osadía. Creía que era su misión mantenerme en el Paraíso para que Diosoh se beneficiara de mis méritos y de mi intelecto positivo (en sus propias palabras). Esperaba que un día yo hiciese míos sus valores.

Pero no era tan fácil.

Cada vez que percibía un indicio de amor, me lo guardaba. Katy tenía una vida muy difícil. Yo ya le daba suficientes problemas. A menudo me recordaba un tópico que yo mismo le había enseñado: el origen del dolor está en la esperanza. Intentaba consolarse a sí misma, pero aun así añadía: «Conocer a un hombre inteligente no es una bendición».

Hubo algunos asuntos que se interpusieron en el camino. Ella creía que me conocía. Pero cuando hablábamos de temas realmente importantes para mí, se asustaba. Tenía miedo de perderme. Yo solo le mostraba una parte de mí. No era culpa suya; probablemente era mi destino. Todavía no había conocido a una mujer que pudiese verme por completo. Más bien cada una había visto una parte inaccesible para la siguiente mujer.

Yo estaba solo y estaba acostumbrado a ello. Katy tenía problemas. No le hablaba de ellos. No tenía ninguna intención de ser el mentor de mi novia ni de interferir en nada. Solo quería ayudarla en una o dos cosas que, si se arreglaban, podían resultar en una cadena resolutiva para otros problemas. Quería que se sintiera segura para abrirse, pero no lo conseguí.

Uno de aquellos problemas no dejaba de atormentarme. Yo también había pasado por ello. Quizá aún estuviera infectado por sus restos y se había reactivado debido a factores externos. Al menos los estudiantes de psicología moderna creen que esto ocurre. Un día la tensión llegó al punto de ebullición. Yo no podía seguir con la relación.

Fue un mes antes de nuestro cumpleaños.

***

Mi voluptuosa casera, la señora Sweetheart, se había percatado de que no estaba tan animado como de costumbre. Había estado archivando todos estos momentos en su cámara craneal. Una mujer encantadora, un depósito de risas contagiosas.

Su marido, el señor Astur, era geólogo. Había organizado una reunión para sus alumnos de la universidad en Virgenburgo, que está en la carretera que va a Garni.

Hace diecisiete siglos, Garni era un lugar de retiro estival en las montañas perteneciente a la hermana del rey del Paraíso, Trdat, que había aceptado la religión del Señor MacYehu. Seguramente sea esta la razón por la cual Garni se había salvado del culturicidio mesiánico, convirtiéndose en el único monumento que quedaba que representara a la antigua religión del Paraíso, entre sus miles de monumentos históricos. Algunos atribuyen dicha conservación a que no se identifica con la antigua arquitectura religiosa paradisoica. Posiblemente lo confundieran con un monumento socratelonio, que no representaba amenaza alguna para la nueva religión. Aquí, cada milímetro de tierra, cada trozo de roca es historia. Cada kilómetro cuadrado alberga un famoso monumento histórico, por eso Papá Lenin llamaba al Paraíso «museo abierto». El Paraíso tiene páginas de gloria a sus espaldas, pero también mucho sufrimiento. A menudo se convirtió en escenario de enfrentamientos entre imperios.

Al señor Astur le gustaba Katy. No obstante, me invitó a la reunión para presentarme a una de sus alumnas.

Alla es médico y tiene treinta años. Con solo mirarla puedo oír latir mi corazón. Siento como si tuviese catorce años otra vez. Es todo ojos y labios carnosos. El zumbido suave y delicado de su barbilla es como una frambuesa que hubiese madurado al sol. El señor Astur le ha sugerido que me acompañe a Virgenburgo.

Pero Alla ha trazado un plan distinto. Ha decidido desempeñar su papel de chica seria. De manera que ha venido a la reunión con su hermano, sacándome de la ecuación.

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9788418994005
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