Читать книгу: «Oposita con éxito», страница 2

Шрифт:

¡Lo quiero! (…pero sin trabajo)

Es habitual desde hace unos años y con la educación que se está dando desde entonces, que el ser humano quiera muchas cosas, materiales o no, a cambio de poco esfuerzo. Es decir, medio caídas del cielo.

Una vez leí en un libro de Jorge Bucay que todo aquello que te cuesta un esfuerzo enorme, superior a tu voluntad y deseo, se convierte en algo que se pospone; que se posterga hasta ni saber cuándo, generando en nosotros la creencia limitante (y falsa) de «no poder» con ello; que es mejor aceptar la realidad: no queremos «eso», o no nos gusta tanto como pensamos; que deberíamos descartar ese objetivo, pues no es un deseo real y verdadero. Sin embargo, y aun estando de acuerdo con él, yo creo que no deberíamos confundir el esfuerzo que hay que hacer para obtener o llegar a cualquier objetivo que se precie, con el «quiero todo, pero sin tener que implicarme o esforzarme».

Cada uno sabe, o al menos debería, qué es lo que de corazón quiere y lo que no. Y qué está dispuesto a dar o perder en pro de eso que lo haría tan feliz. Sabiendo hasta dónde vamos a llegar, sabremos hasta qué punto nos queremos esforzar y si nos merece la alegría (o no) dicho esfuerzo.

Por otro lado, y siempre unido a esto, tenemos la disciplina. Es bastante improbable que una persona obtenga algo con poca disciplina. Debemos tener un equilibrio entre lo disciplinado y la anarquía total. Si somos disciplinados e invertimos nuestro tiempo en vez de perderlo, llegaremos lejos. Tan lejos como queramos, pero siempre sabiendo que hemos dado todo lo que teníamos.

En capítulos posteriores te hablaré de cómo implantar hábitos y cómo aprovechar más las horas de tu vida y ser más productivo. Verás que si los pones en práctica, obtendrás una satisfacción mayor que si dejas que el tiempo sea el que planifica tu vida y no viceversa. Y, como me gusta decir, no lo hagas porque yo lo digo. Compruébalo por ti mismo y si te da resultados óptimos, adelante, sigue con ello.

Siempre he dicho que la suerte es para los mediocres y que la «mala» suerte no existe o no se da en todas las circunstancias. El factor real, la gran mayoría de las veces, es «causa y efecto». Eso que se llama comúnmente en nuestra sociedad «mala suerte» en un examen, sea de oposición o no; en un trabajo; en las relaciones, sean de pareja o no; en tu físico…, es la consecuencia directa de no prepararse o de no trabajar en ello. Si nunca lees, no te preparas, no estudias; si nunca asistes a formaciones, cursos, congresos; si no quieres madrugar ni pelear por lo que quieres, no escuchas experiencias de otras personas que te puedan ayudar; si no ahorras nada ni inviertes, si no duermes bien, si a menudo te excedes, no te alimentas bien ni haces deporte…, no puedes culpar a nadie. Eso es responsabilidad individual. Si soy suficientemente capaz de estudiar y trabajar lo necesario y voy preparada a la oposición, al examen o a la entrevista de trabajo; si cuido por norma mi cuerpo y mi mente, no debo esperar que la suerte me acompañe. Ya que sé de buena fuente que tengo las circunstancias favorables de mi lado y eso me hará vencer las pequeñas limitaciones que se me presenten. Y empezaré a ser responsable y dejaré de quejarme y de culpabilizar a la mala suerte.

La fórmula no secreta del éxito: TÚ

Hace unos años, un amigo me dijo (y cito palabras textuales): «Tú, es que siempre consigues lo que quieres». Yo en ese momento me quedé un tanto sorprendida por su apreciación, pero en el fondo sabía que su afirmación era absolutamente verdadera.

Eso me dejó marcada y a lo largo de los años he comprendido y aceptado que sí, que consigo todo lo que quiero y que cuando no lo obtengo, busco la fórmula, manera, forma o sinónimo que le quieras poner, para al final tener lo que deseo.

Tal vez mis palabras te suenen a egocentrismo, pero nada más lejos de la realidad. El egocentrismo se trata de hacer alarde, allá donde vayas, de tus logros, y de querer ser más que otros y destacar a toda costa. Yo lo que promuevo, y quiero que tú integres, es mi fórmula mágica del éxito: TÚ.

Que proviene de:

empoderamienTo

Único

Donde sabes de antemano que el «no» no existe.

Donde probarás y probarás opciones hasta alcanzar tu objetivo.

Donde todas tus células creerán en ti.

Donde tus neuronas solo generarán pensamientos positivos que te llevarán a resultados tan óptimos como ellos.

Donde el esfuerzo valdrá la alegría y la felicidad que te proporcionarán.

Donde el número de plazas de oposición no es importante. ¡UNA YA ES TUYA!

Donde ser y esencia van de la mano para que tu autenticidad no se vea empañada por la aprobación externa o el qué dirán.

Y así podría seguir eternamente escribiendo «dondes». No obstante, quiero que empieces a hacerlo tú. Te dejo un espacio para ti, para que escribas con el corazón y plasmes todo aquello que le quieras decir a tu cerebro. Déjate llevar y empieza tu fórmula mágica del éxito desde ahora mismo.

Donde…………………………………………………...

Donde…………………………………………………………...

Donde…………………………………………………………...

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

Reflexión personal sobre mi historia pasada

No reniego de ella. Me ha hecho ser como soy y le doy las gracias por ello.

No quisiera deshacer ninguno de los momentos vividos ni de las experiencias tenidas. Me han formado como mujer.

No dejo de pensar que simplemente es pasado y con un buen aprendizaje queda en solo eso: algo pasado.

Tu reflexión personal de tu historia pasada

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

Capítulo 2

PASADO

Si no piensas en el pasado, dejará de condicionarte


Perdón por…

Tal vez creas que aprobar una oposición y sacar plaza lo puede hacer cualquiera persona, y en cierta forma es así. Yo soy «cualquiera persona» y he aprobado cinco oposiciones, tres de ellas con plaza. Y quizás también te preguntes qué pasó en las dos primeras. Pues bien, en una de ellas saqué un nueve y medio, pero tan solo tenía un año trabajado y en enfermería la mayoría de las convocatorias son concurso-oposición, con lo que el concurso lo tenía mal, muy mal.

En la otra, saqué ocho setenta y cinco. Tampoco suficiente porque era concurso-oposición y encima de la comunidad autónoma donde el curro no es el mejor del mundo (con lo que mejor no haber sacado plaza).

Te cuento todo esto porque estuve tiempo pensando y autocastigándome por el motivo debido al que no había conseguido plaza. Sabía que era imprescindible el tiempo trabajado, pero no paraba de castigarme por algo que no estaba en mis manos. Y cuando me cansé de sentirme así, de castigarme, de flagelarme, de tener pensamientos autolimitantes, decidí perdonarme. Perdonarme por todo el daño que me hacía, por no valorar mi esfuerzo de tener varios trabajos para llegar a fin de mes, por no estimar el esfuerzo de estudio que había hecho, los sacrificios que estaba dispuesta a llevar a cabo por esa plaza… No es fácil hacer esto, pero tampoco imposible. Solo hay que querer, y el beneficio que nos brinda es brutal. Esa liberación que se siente y esa carga que desaparece a nivel físico, sinceramente es indescriptible con palabras.

Mi forma de gestionarlo fue siguiendo los ocho pasos hacia el perdón del libro La ley del espejo, de Yoshinori Noguchi, que te cuento y describo a continuación. Te invito a que, al final de este apartado, des estos ocho pasos desde el corazón y tu esencia más limpia y pura, y que empieces tus días de estudio liberado de toda carga emocional negativa.

Estos son:


1.Haz una lista de las personas que no hayas perdonado, incluyéndote.

Y te preguntarás, tal vez, por qué digo personas, en plural. Pues te voy a contar tres historias (aunque hay más, pero para no aburrirte lo dejo en tres) de personas allegadas mías y de alumnos de mis talleres.

El primero fue un amigo mío. Varón de treinta y tantos. Hace años empezó a preparar una oposición para el cuerpo de bomberos. Físicamente estaba bastante bien, y las pruebas las pasaba sobradamente. De estudios, la cosa también iba bien, sin destacar, pero con notas muy buenas. Peeeeeero... en la parte mental fallaba algo.

Y una de las mayores trabas y pesos que tenía era que su propio padre le decía constantemente que él nunca aprobaría, que «eso» no era para él y que se dejara de perder el tiempo.

¿Cómo crees que afecta eso a una mente que está esforzándose por conseguir un empleo estable, a un cuerpo dolorido por los entrenamientos y a un corazón herido por las palabras de su progenitor? Al menos, es bastante desilusionante y frustrante, al tiempo que doloroso, porque la gran carga emocional que se deriva de la valoración externa proviene de nuestros padres, y el hecho de no tener su aprobación, inconscientemente nos dificulta el camino.

Y como era de esperar, este amigo nunca sacó la plaza.

Otra de las historias que me llegó hondo fue en uno de mis talleres. Tuve una alumna, una señora mayor (para la media que suele venir a mis talleres, pero jamás se es mayor para nada). Pues bien, esta mujer quería aprobar su plaza. Por su edad y larga experiencia como enfermera, nunca le faltaría el trabajo y, de hecho, no lo hacía. Sin embargo, su ilusión era aprobar una oposición y sacar su plaza fija. Lo triste es que, en su casa, en su entorno, mucha gente le decía que cómo iba ella, a su edad, a estudiar… y mucho menos a aprobar nada. ¡Que ella no tenía edad para eso!

Y digo yo, ¿desde cuándo hay que tener una edad exacta o estipulada para hacer lo que queremos y deseamos?

Y, por último, te contaré la historia de otra de mis alumnas, casada, con dos hijos. Muy trabajadora en todos los sentidos y en todas sus áreas y facetas, pero le ocurría un poco como a los dos protagonistas anteriores: en su entorno le decían que eso era perder el tiempo, que iba a desatender a sus hijos por unos estudios, por una plaza fija cuando en realidad ella tenía trabajo sin ser fija.

Y en realidad sí que no le faltaba, pero las condiciones laborales y derechos de los fijos son mejores que los de los eventuales, no nos engañemos. Además de la tranquilidad que supone el no preocuparte para el resto de tu vida de tu puesto laboral, de tus días libres, de tus vacaciones, trienios, permisos sin que te rescindan el contrato, bajas sin sentirte mal, sueldo todos los meses… En fin, qué queréis que os diga. Hay muchas ventajas.

Así que empieza tu lista y no te dejes a nadie. Este ejercicio no cambiará el hecho de que tu entorno o personas allegadas sigan pensando así, pero sí que darás un giro a tu forma de afrontar y gestionar lo que te dicen.

Y eso ya es un paso enorme para la liberación total.

2.Expresa con palabras lo que sientes. Qué emociones afloran en ti cuando tú o alguien de tu alrededor cuestiona tus estudios, las horas que echas, el esfuerzo invertido, el tiempo ocupado… O los suspensos anteriores, los entrenos fallidos, esas galletas de más que te hacen saltar la dieta, esa ley que se te atraviesa y vas obviando con tal de no dedicar tiempo a estudiarla…

3.Busca y escribe los motivos por los que tú no te has perdonado aún por esos intentos fallidos de aprobar con plaza y por no aprender de ellos.

Y a su vez, haz lo mismo con esas personas que te dicen palabras desmoralizantes o actúan de forma molesta o frustrante hacia tus estudios.

No te dejes nada. Sácalo todo y sé preciso y minucioso. Cuanto más lo seas, mejor. Más liberador es.

4.Busca aquellas cosas que sí puedes agradecerte, que hiciste bien pero nunca reconoces.

Hazlo también con las personas. Busca circunstancias y situaciones en que hicieron algo bueno por ti y agradéceles por ello.

Escribe todas y cada una de ellas.

5.Ahora escribe la frase:

«Me perdono a mí mismo para mi propia felicidad y por mi propia salud física, mental y espiritual, por …………………………………………………………………………………………………………….».

«Perdono a ……………………… para mi propia felicidad y por mi propia salud física, mental y espiritual, por………………………………………………………………………………………………………….».

6.Ahora toca disculparse. Hacia los demás y hacia nosotros mismos. Así que haz lo propio con la siguiente frase:

«Me disculpo por …………………………….».

Rellena todo lo que se te ocurra, haz la lista interminable. Que, como te mencioné anteriormente, es mucho más liberador.

7.Describe fielmente qué te ha aportado hasta ahora esa situación y cómo podrías haber actuado de manera diferente para un desenlace distinto.

«La situación de mis suspensos anteriores me ha aportado…………………………………………….».

«Podría haber actuado de esta manera ……………………………………………………….»

«La situación ……………….. con ……………. me ha aportado…………………………………………….».

«Podría haber actuado de esta manera………………………………………………………con ……………………….».

8.Solo queda perdonar. Y dirás: «¿Y eso, cómo se hace?». Pues un secreto es que la intención real y verdadera de perdonar, desde el corazón, es suficiente y es lo que vale.

Tú en tu interior sabrás si esa intención de perdón hacia ti y los demás es real o fingida. Quedará para tu interior. Solo tú sabes la respuesta, así que no te engañes, no merece la pena (que seguirás llevando dentro). Sé absolutamente franco contigo mismo y todo te saldrá a pedir de boca.

Te dejo los pasos, de manera esquemática, de lo que he llamado la rayuela del perdón, una invención mía para que al rellenarla sea más gráfico y práctico. Puedes copiarla en un folio aparte, fotocopiarla o rellenarla en el mismo libro, así te será más fácil cumplir todos los pasos y podrás repasarla de un vistazo cuando quieras.

Rayuela del perdón


Otro truco para perdonar es repetir el siguiente mantra tres veces cada vez que pienses mal de ti o de otra persona, te acuerdes con desprecio de alguien o algo que hiciste, estés enfurecido por un mal resultado… Te he expuesto ejemplos simples, y este mantra te servirá para liberar y a la vez bajar revoluciones cuando te enojas por una acción tuya o de alguien:

Te libero, me libero.

Te perdono, me perdono.

Te amo, me amo.

Te aseguro de todo corazón que funciona, y verás que con el tiempo la mayoría de los pensamientos negativos hacia ti o los demás, por hechos pasados, desaparecerán y serán fruto del perdón.

Responsabilidad vs. culpabilidad

Cuantos problemas y malos ratos me habría ahorrado si alguien me hubiera enseñado esto antes.

Quiero hablarte de la responsabilidad y la culpabilidad, que, aunque van de la mano, no se parecen en nada y lo peor de todo es que una nos ayuda a empoderarnos y hacernos crecer, mientras que la otra nos puede llegar a destruir.

Según la Real Academia Española, «responsabilidad» se define de las siguientes maneras:

1.f. Cualidad de responsable.

2.f. Deuda, obligación de reparar y satisfacer, por sí o por otra persona, a consecuencia de un delito, de una culpa o de otra causa legal.

3.f. Cargo u obligación moral que resulta para alguien del posible yerro en cosa o asunto determinado.

4.f. Der. Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente.

Y para «culpabilidad» tiene estas acepciones:

1.f. Cualidad de culpable.

2.f. Der. Reproche que se hace a quien le es imputable una actuación contraria a derecho, de manera deliberada o por negligencia, a efectos de la exigencia de responsabilidad.

Como verás, en la misma definición de culpabilidad se introduce la responsabilidad. Hemos recibido durante muchos años enseñanzas relacionadas con la culpabilidad. Todas ellas con diferentes mensajes y máscaras. Por ejemplo, hay que sentirse culpable cuando de pequeños hacemos algo mal, y, por ende, lo hacemos de adultos; hay que dejar salir la culpabilidad si queremos que los demás nos perdonen. Subliminalmente nos dicen que somos culpables de lo que nos pasa, porque está mal o es de sincericidas decirlo en voz alta… Nos enseñan que la culpabilidad debe reinar en nuestras vidas, y que, según lo que hayamos hecho, si nos sentimos culpables, está bien y, además, es lo esperado.

A mí me gustaría creer y crear un cambio de paradigma y de mentalidad. Me encantaría cambiar la culpabilidad por la responsabilidad. No sé si lo conseguiré, pero de granito en granito se pueden mover montañas.

Creo fervientemente que hoy en día son más importante las capacidades y habilidades individuales que el conocimiento. Aun sabiendo que primero es el conocimiento, y que con él parece la habilidad, posteriormente la capacidad y por último la competencia, hay que darle importancia a las habilidades que tenemos y que en numerosas ocasiones escondemos o no les damos la importancia que sí poseen. Y por supuesto, que la unión de esas habilidades y capacidades hará que todo el entorno y la comunidad crezca y mejore, con resultados mucho más satisfactorios y placenteros en cualquier ámbito del que queramos hablar.

La personalidad y la confianza en uno mismo, las capacidades de alto rendimiento, las habilidades de comunicación efectiva y el liderazgo son cualidades personales realmente importantes para obtener resultados prósperos. Y por descontado, en esto no debemos olvidarnos de la responsabilidad y la culpabilidad. Yo como persona debo asumir que soy el 100 % responsable de mis resultados del pasado, presente y futuro; de cada uno de ellos, sin excepción.

Sé que suena duro, mas es la verdad más productiva que puedes aprender. Cuando practicamos la siguiente fórmula matemática, que aprendí de Carlos, las cosas se alinean y todo empieza a fluir mucho mejor y con más facilidad, y, por supuesto, con mejores resultados.

100 % responsabilidad = 0 % culpabilidad

Aunque sea algo sabido, aprendido y machacado desde nuestros ancestros, cuando hago uso de la culpabilidad por haber hecho algo mal; me culpo, como es lógico (porque es lo que me han enseñado), y me autocastigo (porque parece que es lo que se espera de mí y lo que está «bien visto» por el prójimo, la sociedad, el entorno, etcétera). Sin embargo, no genero cambio. No mejoro nada, ni resultados, ni emociones ni sentimientos. Nada en absoluto. Sigo sintiéndome igual de mal, la otra persona también está mal y no hemos cambiado ni la situación ni los resultados.

Por el contrario, cuando soy 100 % responsable, me hago con el poder y el control para cambiar lo que hice mal, o si pensé o actúe de mala forma. Esto me va a permitir obtener resultados diferentes y, seguramente, mejores. Me va a generar sentimientos y emociones a mi favor, ya que harán que me sienta pleno porque, a pesar de haber actuado mal, estoy poniendo solución y remedio a esa situación.

No te olvides de que, en circunstancias generales, cada día se elige entre obtener resultados o generar excusas, pero ambas, nunca. No pueden coexistir. No pienses que solo me refiero a resultados económicos o financieros. Siempre que hablo de obtener «algo» o de evaluar tus resultados, me refiero a cualquier asunto que pueda generarte interés o que desees tener. Puede ir desde llevarte bien con alguien, salir a trabajar con paz y alegría, obtener tu plaza fija o tener un Ferrari aparcado en tu puerta. No te juzgo por lo que quieras conseguir, ni tú tampoco deberías hacerlo; es una elección individual de cada uno y debes sentirte orgulloso de saber qué es lo que quieres y de ir a por ello. Es algo inherente a la responsabilidad y se aleja de cualquier forma de culpabilidad, siempre y cuando tengamos la plena consciencia de nuestros actos y las consecuencias que ellos implican.

Y volviendo al hilo de las excusas y los resultados, recuerda que el cerebro, que a veces es más listo que nosotros, cuando no consigue los resultados deseados, genera excusas para evitarnos el dolor. Te pongo varios ejemplos de lo que hace la mente para evitarnos el dolor:

•Situación: tienes entre treinta y cuarenta y cinco minutos para sentarte a estudiar antes de ir al trabajo o recoger al niño al cole.

•Mente: ¡Va! Para media hora ni saco los apuntes.

•Tú: No los sacas, no estudias, y posiblemente estás un buen rato diciendo: «La verdad es que algo podría haber estudiado».

•Mente: ¡Qué va! Solo era media hora, no te da tiempo ni a respirar.

Y así podréis estar las dos, durante horas, con el tira y afloja de buscar excusas para no generarnos dolor.

•Situación: está nublado y hace fresquete. Tenías programado salir a correr.

•Mente: ¡Ufff, seguro que hace frío! Si salgo puede que me resfríe. Mejor lo dejo para mañana.

(Y ahí es cuando coges el móvil y te pones a ver tonterías en las redes, perdiendo un tiempo valiosísimo…). Tu mente empieza a lanzarte millones de excusas y todas te cuadran.

•Situación: quieres adelgazar unos kilitos.

•Mente: El lunes empiezo a cuidarme. Total, si empiezo dos días antes dará igual. Para eso, lo hago el lunes y así disfruto el fin de semana.

(Y ese lunes casi nunca llega).

¿Entiendes que, si no la educamos, la mente (que es muy poderosa) hará lo que quiera con nosotros? ¡No podemos dejarla que vaya a sus anchas!

Un truco para esto es que cada vez que tu mente vaya a buscar una excusa o te esté contando un cuento chino, le digas:

Yo contigo no negocio

Y posteriormente, sigue haciendo lo que tu verdadero «yo» quería hacer y la mente no le dejaba. Comprobarás que, tarde o temprano, la mente se cansará y dejará de hacer de las suyas y serás dueño y señor pleno de ella.

Por eso, lo ideal es que cada vez que obtengas un resultado no deseado (sea en la situación que sea, y que siempre dependa de ti), elijas entre dos opciones: buscar excusas o centrarte en el resultado.

Si elijes buscar excusas, no te preocupes ni sufras en exceso. La mente tiene toda una gama variada y extensa de las más variopintas justificaciones que te van a venir bien en multitud de ocasiones. A veces, hasta podrás reutilizarlas. Y otras, te verás conscientemente pensando: «A ver, ¿qué excusa me busco?».

En cambio, si elijes enfocarte en los resultados puedes hacerte estas tres preguntas y así la próxima vez serán mejores:

•¿En qué contexto global he obtenido este resultado? Miro más allá del propio hecho y evalúo la situación en toda su perspectiva.

•¿Cuál es el pensamiento erróneo que da origen a ese resultado? Aquí analizo qué es lo que suelo pensar o qué genero en mi mente para obtener ese resultado.

•¿Qué voy a hacer para que el resultado sea diferente la próxima vez, y sea el que yo quiero obtener? Es decir, qué debo cambiar para obtener el resultado que quiero.

Como ejercicio para comprender mejor esto, te propongo que escribas en un folio de qué te responsabilizas al 100 % y respondas a las tres preguntas. Así, la próxima vez sabrás actuar de otra manera y mejorarás tus resultados.

Me responsabilizo de………………………………

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

Preguntas:

¿En qué contexto global he obtenido ese resultado?

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

¿Cuál es el pensamiento erróneo que da origen a ese resultado?

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

¿Qué voy a hacer para que el resultado sea diferente la próxima vez, y sea el que yo quiero obtener?

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

……………………………………………………………………..

Бесплатный фрагмент закончился.

399
669,35 ₽
Жанры и теги
Возрастное ограничение:
0+
Объем:
173 стр. 23 иллюстрации
ISBN:
9788412382181
Издатель:
Правообладатель:
Bookwire
Формат скачивания:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

С этой книгой читают