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4. Conclusión

En este artículo he indicado las maneras en las que la lógica como estudio de la validez formal de formas argumentativas juega un papel en la teoría de la argumentación; y lo he hecho indicando el papel que juega en los métodos pragma-dialéctico de análisis y evaluación. Se desprende de todo esto que el papel de la lógica en el análisis se limita a una función heurística a la hora de identificar premisas inexpresas en la argumentación. Con la identificación de premisas inexpresas vemos que el razonamiento subyacente a una argumentación en la que se ha dejado implícita una premisa se vuelve válido en un primer acercamiento al formular la más simple manera de completarlo que haga al argumento formalmente válido. Arrancando de la premisa que representa este “mínimo lógico”, tomamos en cuenta el contexto pragmático en el que tiene lugar la argumentación para determinar entonces el “óptimo pragmático” que puede considerarse como la premisa inexpresa. En la evaluación de discurso argumentativo hay una variedad funcional de normas que juega un papel, y la validez formal es solamente una de ellas si el razonamiento involucrado se hace totalmente explícito. Esto significa que el papel de la lógica se ve limitado a la etapa de argumentación y es vital solamente en ciertos casos bien definidos. En los demás casos la evaluación depende, para la etapa de argumentación, del uso correcto de esquemas argumentales que son admisibles en el contexto de marras.

Me hago cargo, por supuesto, de que este resultado depende de mi modo de ver la argumentación y de la manera en que pongo a la argumentación en una perspectiva teórica. Yo he elegido definir la argumentación como un complejo de actos comunicativos e interactivos que implican plantear una constelación de proposiciones que nos pide que seamos razonables. Mi enfoque de la argumentación implica que el tratamiento teórico del intercambio de jugadas argumentativas que tiene lugar en el discurso argumental se vuelva funcional, social, externo y dialéctico. Los resultados dependen también del modo de ver la lógica que tomé como punto de partida y el alcance teórico que he asignado al teorizar lógico. Si yo hubiese partido de un modo de ver la lógica como lógica informal, los resultados habrían sido considerablemente diferentes. No me habría entonces contentado con hablar de validez, sino que habría tenido que tomar en cuenta la relevancia, la suficiencia y la verdad o aceptabilidad. La consecuencia habría sido que la lógica (informal) se habría vuelto un tipo específico de teoría de la argumentación.

El resultado habría sido también considerablemente diferente si hubiese asignado a la lógica un alcance teórico tan amplio como el que van Benthem (2009) sugiere que soñemos. La lógica incluiría en ese caso ocuparse tanto de la validez formal como de la validez procedimental. Eso significa que la palabra “lógica” se vuelve una etiqueta que cubre una gran cantidad de importantes enfoques teóricos sobre la argumentación. Una notable desventaja de esta modo de ver las cosas, sin embargo, es que “lógica” no incluiría los enfoques retóricos que son indispensables para desarrollar una teoría de la argumentación plenamenta desarrollada. La consecuencia sería que tendríamos la misma situación previa a cuando la Sociedad Internacional para el Estudio de la Argumentación comenzó a promover una reconciliación entre las perspectivas dialéctica y retórica en la década de 1980, a saber otra vez una división entre dos paradigmas mutuamente aislados en el estudio de la argumentación. Desde la perspectiva tanto de mis intereses prácticos en el discurso argumentativo como de mi preferencia teórica a favor de una integración de las brillantes intuiciones que subyacen a las tradiciones dialéctica y retórica, esto no sería aceptable. Por tanto pienso que es mejor mantener la relación entre lógica y teoría de la argumentación que he esbozado en este artículo.

Notas

1 Van Benthem (2009: 19) observa que “la lógica moderna sólo estudia algunos productos de […] actos, tales como formas inferenciales o el conocimiento o las creencias estáticas instantáneas de los agentes. No estudia esos actos mismos, aunque sólo ellos crean los productos y les dan sentido”.

2 Véase en particular Johnson (2000).

3 Puede también ser el caso de que por otras razones resulte inmediatamente aparente cuál es la premisa que se ha dejado sin expresar. Por ejemplo, el tipo de actividad comunicativa en que tiene lugar la argumentación podría dar la solución. En ese caso la lógica no juega ningún papel en el proceso de reconstrucción.

4 Para las reglas de comunicación que integran las máximas de Grice y las condiciones de los actos verbales, véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 49-55, trad. esp., 51-54).

5 El punto de partida heurístico del procedimiento pragma-dialéctico para explicitar las premisas inexpresas consiste en reconstruir el razonamiento que subyace a la argumentación como un argumento lógicamente válido cuya conclusión no puede ser falsa si las premisas son verdaderas. En la práctica no es siempre del todo claro si el argumento deba en efecto ser validado. Después de todo, el hablante puede haber argüido de forma inválida. Con todo, a menos que haya buenas razones para no hacerlo, el principio en pragma-dialéctica es que debemos seguir el procedimiento por mor de la razón.

6 No tengo certeza acerca de si competa a los teóricos de la argumentación el dar una respuesta específica y definitiva a la pregunta general de cuál es, exactamente, el tipo de validez lógica que deberíamos preferir.

7 Para un resumen del procedimiento general para determinar el óptimo pragmático véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 64-68, 142-144; trad. esp. 84-88, 161-164).

8 En general, es decir a menos que desde el comienzo sea obvio que el argumento debe, por dar un ejemplo, tratarse como un Dilema Constructivo. En efecto, un Dilema Constructivo no tiene dos premisas ni puede fácilmente reconstruirse como un argumento con dos premisas. [Nota del traductor: La primera oración de esta nota era en el original un paréntesis en el texto principal; lo cambié de lugar para simplificar la redacción. Recuerde el lector que un Dilema Constructivo es por ejemplo el siguiente. “O le dices a tu paciente que le queda poco tiempo de vida o no le dices. Si le dices, lo vas a hacer muy infeliz ahora; si no le dices, lo harás muy infeliz después. Por lo tanto, o lo haces infeliz ahora o lo haces infeliz después.” Un argumento como éste es irreducible a dos premisas.]

9 Cada una de nuestras reglas para la discusión crítica hace posible satisfacer una condición necesaria para la resolución de una diferencia de opinión. Vistas como un todo, las reglas conducen a la resolución de una diferencia de opinión mediante discusiones argumentativas.

10 [Nota del traductor: Observe el lector que van Eemeren distingue entre un punto de vista y la proposición asociada a él, o por decirlo a la manera de John Searle, entre la fuerza ilocutiva y el contenido proposicional. El punto de vista pertenece al nivel de los actos verbales por los cuales un interlocutor u otro lo presenta, sostiene, niega o pone en duda, lo intenta defender o atacar, lo consigue justificar o refutar (cada vez según la etapa de la discusión crítica y el papel que juega el hablante en ella). Las proposiciones son las entidades lógicas o lingüísticas que utilizan los interlocutores en el curso de realizar uno u otro acto verbal.]

11 [Nota del traductor: Esta numeración de las reglas presupone el conocimiento de las reglas de la discusión crítica en van Eemeren y Grootendorst (2004), cap. 6; véase cap. 3, §2.3, en este libro.]

12 En ciertos casos, como en la argumentación por analogía, la corrección del razonamiento involucrado en la argumentación no juega un papel prominente en el proceso de convencer al antagonista, de manera que la lógica no resultará pertinente a la hora de querer evaluar el uso del esquema argumental que se hubiere empleado.

13 Véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 92-102).

14 [Nota del traductor: La frase “válido relativamente al problema que se busca resolver” intenta traducir el término problem-valid, el cual a su vez contrasta con convention-valid o conventionally valid, es decir “válido por convención”. La distinción parece haber sido introducida por Barth y Krabbe (1982) siguiendo ideas de Crawshay-Williams (1957). En todo caso, es central a la teoría de van Eemeren, ya que dicha teoría no solamente aspira a formular normas argumentales que sean aceptables para todos los participantes en discusiones críticas, sino ante todo lograr que esas normas efectivamente resuelvan el problema de que se trata, es decir que sean capaces de resolver las diferencias de opinión mediante argumentos sólidos. En español podríamos tal vez distinguir entre validez convencional y validez efectiva o eficaz (a esta última la podríamos también llamar validez resolutoria).]

15 Para un informe sobre investigaciones experimentales sobre la adecuación entre el código pragma-dialéctico de conducta para discusiones razonables y la posición argumentativa adoptada por las partes véase van Eemeren, Garssen y Meuffels (2009). Cf. Mohammed (2009) y Andone (2010).

capítulo 3

La teoría pragma-dialéctica de la argumentación
Frans H. van Eemeren
1. Introducción
1.1 La naturaleza de la pragma-dialéctica

El estudio de la argumentación va prosperando. Tras su brillante comienzo en la antigüedad grecorromana, especialmente en las obras clásicas de Aristóteles, y luego de una serie de altibajos durante los siguientes milenios, se inició su decadencia en el período renacentista. Su revitalización tuvo lugar solamente después de que Toulmin y Perelman publicasen el mismo año (1958) las dos obras —The Uses of Argument y Traité de l’argumentation— que marcaron un hito en la historia reciente del campo de la argumentación.1 El modelo presentado por Toulmin y Perelman en forma de inventario de técnicas de argumentación fue la inspiración para que una gran cantidad de estudiosos, cada uno a su manera, se tomasen en serio el estudio de la argumentación. Hoy por hoy han quedado firmemente establecidos en esta área tanto enfoques lógicos (formales e informales) como también enfoques sociales y socio-psicológicos, lingüísticos, jurídicos y algunos más. En la mayoría de estos enfoques se puede rastrear la influencia de las teorías clásicas y neoclásicas que acabo de mencionar.2

La característica más importante del prolífico enfoque pragma-dialéctico es que en él se estudia la argumentación desde una perspectiva comunicativa. Se la ve como un tipo de comunicación cuyo fin es resolver una diferencia de opinión mediante el examen crítico de la aceptabilidad de los puntos de vista puestos a discusión. Tal comunicación tendrá en general lugar con medios verbales, sean orales o escritos, si bien elementos no verbales (tales como gestos e imágenes) pueden también jugar algún papel. En la práctica, el término argumentación se usa de dos maneras al mismo tiempo: se refiere tanto a un proceso (“Estoy todavía a la mitad de mi argumentación”) cuanto a su resultado (“Examinemos a qué se reduce su argumentación”). Puesto que la argumentación no solamente es parte de la realidad, sino que puede y debe juzgarse también por su calidad, el estudio de la argumentación no solamente tiene una dimensión descriptiva sino que también tiene una dimensión normativa. De acuerdo con los pragma-dialéctico, la calidad de la argumentación y sus posibles fallas deben ser sopesados con normas de razonabilidad que sean adecuadas al propósito de argumentar.

Los lógicos, sea que estén a favor de un enfoque formal o de uno informal, tienden a concentrarse en los problemas que implica la regimentación del razonamiento. Los científicos sociales y los lingüistas, en particular los analistas del discurso y de la conversación, generalmente se concentran en la observación empírica del discurso argumentativo y en sus efectos.3 En la visión pragma-dialéctica, sin embargo, estos dos enfoques tienen que estar estrechamente entrelazados. Es menester trascender sistemáticamente tanto las limitaciones de la regimentación no-empírica como las de la observación no-crítica. Los pragma-dialécticos hacen suya la tarea de mostrar cómo con método puede salvarse la brecha entre el conocimiento normativo y el descriptivo. Este objetivo sólo podrá lograrse con ayuda de un programa coherente de investigación con el cual se logre crear una conexión sistemática —un trait d’union— entre la regimentación y la observación cuidadosa.

Siguiendo una tradición clásica, el estudio de la regimentación de intercambios críticos se llama dialéctica. El estudio del uso del lenguaje en la comunicación en acto, algo que en gran parte había pertenecido en el pasado a la retórica, hoy día se llama en general pragmática. De allí la elección del nombre pragma-dialéctica para el enfoque sobre argumentación que tiene por fin integrar correctamente los conocimientos de esas dos áreas de estudio. La pragma-dialéctica combina una visión dialéctica de la razonabilidad argumental con una visión pragmática de las jugadas verbales que se hacen en el discurso argumentativo.4

1.2 Los cinco componentes del programa de investigación pragma-dialéctico

Dado que el programa de investigación pragma-dialéctico está diseñado para lograr una integración bien ponderada del conocimiento normativo y el descriptivo, se propone cumplir dos fines. Por un lado, pretende desarrollar un ideal filosófico de razonabilidad crítica y —sobre la base de este ideal— un modelo teórico de discurso argumentativo aceptable dentro de una discusión crítica. Por el otro lado, se propone investigar empíricamente la realidad argumentativa a fin de adquirir una descripción precisa de los procesos efectivos de discurso argumentativo así como de los factores que influyen en los resultados que emergen de dichos procesos. Partiendo de los resultados que se logren en ambas empresas, se trata de desarrollar las herramientas conceptuales con las que sea posible analizar la realidad argumental a la luz del ideal crítico de razonabilidad. Es entonces que podremos hacernos cargo con método de los problemas individuales y procedimentales del análisis, evaluación y producción prácticos del discurso argumentativo —el alfa y el omega del estudio de la argumentación. De esa manera, el programa de investigación incluye un componente filosófico, uno teórico, uno empírico, uno analítico y uno práctico.5

La pregunta fundamental del componente filosófico es qué significa ser razonable en la argumentación. De hecho, las concepciones de lo razonable que sostienen los estudiosos de la argumentación son de entrada divergentes, con lo cual se llega a visiones bastante diferentes acerca de cuáles argumentos se han de considerar aceptables. Los dialécticos sostienen una perspectiva crítica. Para ellos, la razonabilidad no depende tan sólo de un acuerdo inter-subjetivo acerca de las normas, como piensan muchos retóricos, sino también de si esas normas conducen a resolver una diferencia de opinión mediante una discusión crítica. En vista de que el ideal de razonabilidad está asociado a la conducción metódica de una discusión crítica, la filosofía dialéctica de razonabilidad es parte de un racionalismo crítico.

A este ideal filosófico de razonabilidad se le da forma dentro del componente teórico diseñando un modelo de lo que implica actuar razonablemente cuando se discurre argumentativamente. Un modelo teórico, como lo sería el de Toulmin, pretende hacerse cargo del discurso argumentativo especificando modos de argumentar e indicando cuándo son aceptables. El modelo sirve como un marco conceptual y terminológico capaz de cumplir funciones heurísticas, analíticas y críticas en el tratamiento del discurso argumentativo. Un modelo dialéctico proporciona reglas que especifican cuáles jugadas pueden contribuir a resolver una diferencia de opinión en los varios estadios de una discusión crítica. Si consideramos semejante discusión pragmáticamente, como una interacción de actos verbales, el modelo es pragma-dialéctico.

En cuanto al componente empírico, lo que andamos buscando es capturar los procesos por los cuales efectivamente las personas producen, interpretan y evalúan discursos argumentativos así como los factores que inciden en los resultados de tales procesos. El conocimiento de unos y otros se consigue llevando a cabo investigaciones cualitativas y cuantitativas. La investigación cualitativa consiste primariamente en observaciones introspectivas y estudios de caso, la cuantitativa (a veces conectada a la cualitativa) en estudios experimentales y estadísticos. En la investigación empírica pragma-dialéctica se pone el énfasis en explical cómo varios factores y procesos juegan un papel en la realidad argumentativa a la hora de resolver diferencias de opinión. El interés se centra en aquellos aspectos del discurso argumentativo que tienen que ver con su contundencia.6

El componente analítico busca una reconstrucción pragma-dialéctica del discurso argumentativo que permita separar y poner en relación las partes de ese discurso en forma de una sinopsis analítica, con lo cual tendríamos un punto de partida para la evaluación crítica. En el discurso argumentativo las cosas no son siempre inmediatamente obvias, e incluso pueden ser diferentes que lo que parecen. A veces es menester una reconstrucción más o menos complicada de lo dicho antes que se pueda llevar a cabo un análisis justificable. Semejante reconstrucción tiene siempre lugar desde una perspectiva que se enfoca a aspectos específicos del discurso, enfatizando unos e ignorando otros. Tal vez se aclaren las cosas si lo comparamos con un análisis freudiano estereotípico. Un analista freudiano examina lo dicho desde una perspectiva psicológica, haciendo uso de las herramientas analíticas que le proporciona una visión teórica particular. Se interesará, por ejemplo, en la fijación con la madre, en signos de un complejo de inferioridad, y cosas por el estilo. Ni que decir tiene que llegará a un análisis solamente examinando cuidadosamente lo que su cliente realmente ha dicho o claramente ha evitado decir. No puede diagnosticarlo enseguida, apenas lo ha visto, como sufriendo de fijación con la madre. Ni tampoco lo puede hacer sobre la única base de que ha elogiado a su madre en todas las sesiones. No obstante, tras una cuidadosa reconstrucción de ciertas cosas dichas o implicadas por su cliente, el analista podrá justificadamente atribuir fijación con la madre a su cliente sobre la base de una serie de observaciones que dan pie a ese análisis. De manera similar, en un análisis pragma-dialéctico del discurso argumentativo se lleva a cabo una reconstrucción del discurso que parte del modelo teórico de discusión crítica, con sus varias fases y división de actos verbales, y toma en cuenta metódicamente todo el saber obtenido por la investigación empírica. En la pragma-dialéctica, la pregunta central del componente analítico es cómo puede reconstruirse el discurso argumentativo de tal manera que enfaticemos aquellos y sólo aquellos aspectos que sean relevantes para resolver una opinión sobre la base de los méritos de los argumentos que se presenten. El análisis resultante puede por ende caracterizarse como orientado a la resolución.

Finalmente, el programa de investigación tiene un componente práctico en el que se desarrollan métodos para mejorar las habilidades individuales y los procedimientos específicamente argumentales. La competencia para argumentar involucra un complejo de disposiciones cuyo dominio es gradual y relativo a situaciones comunicativas específicas. Ello significa que las habilidades argumentativas solamente pueden medirse adecuadamente si aplicamos estándares asociados a tipos particulares de empeño argumental. Por ello, para mejorar la práctica argumentativa, sea mediante la instrucción explícita en teoría de la argumentación o modificando y rediseñando el formato utilizado en discusiones, debemos estudiar la argumentación en una diversidad de contextos institucionalizados y no institucionalizados que vayan desde el contexto formal del derecho hasta el contexto informal de una conversación entre amigos. En el componente práctico, los pragma-dialécticos hacen buen uso de sus conocimientos filosóficos, teóricos, analíticos y empíricos a fin de desarrollar métodos para mejorar la práctica argumentativa respetando la diversidad de circunstancias en que ella tiene lugar. Debido a su énfasis en promover la conciencia de los prerrequisitos para la resolución de diferencia de opinión y la estimulación de una actitud de disposición a discutir, el enfoque pragma-dialéctico sobre el mejoramiento de la práctica argumentativa puede caracterizarse como reflexivo.

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