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(b) Ejemplificación de los límites del maniobrar estratégico

Para ejemplificar como puede proceder la identificación de criterios de demarcación entre modos falaces y correctos de maniobrar estratégico, podemos tomar como caso ilustrativo una “publicitorial” en la que [la transnacional petrolera] Shell defiende su permanencia dentro del proyecto de Gas Natural Licuado de Nigeria:57

Si nos salimos ahora, el proyecto se colapsará. (…) Una cancelación seguramente dañará a miles de nigerianos que iban a trabajar en el proyecto, y a cientos de miles que se beneficiarían dentro de la economía local. El medio ambiente también sufriría, ya que se espera que la planta reducirá en gran medida la necesidad de quemar gas en la industria petrolera.

Los argumentos para no salirse del proyecto los extrae la compañía Shell directamente de las preocupaciones que tienen sus adversarios políticos en cuanto al pueblo de Nigeria y al medio ambiente, de forma que su maniobrar estratégico se caracteriza por el uso de [lo que la retórica clásica llamaba] conciliatio, es decir el convencer a la otra parte explotando sus propios argumentos. Dadas las preocupaciones que profesan sus adversarios, Shell puede estar seguro de aceptación en el nivel de las proposiciones. Pero, ¿cómo procede la compañía petrolera a asegurarse de que sus adversarios acepten el potencial justificativo de los dos argumentos que apoyan un punto de vista que es precisamente el opuesto al de esos adversarios? La compañía presta apoyo a la idea de que los argumentos de sus adversarios tienen un potencial justificativo superior para su propio punto de vista, y lo hace afirmando que hay una relación causal entre salirse Shell del proyecto y que las circunstancias humanas y ambientales se deterioren. Con todo y usar la palabra “seguramente”, en realidad Shell no logra que el lector deje de cuestionar el supuesto vínculo causal, de forma que no puede sostenerse que ha ocurrido aquí de hecho un descarrilamiento del maniobrar estratégico, con lo cual no tenemos razones suficientes para acusar a Shell de una petitio principii. El uso de conciliatio será una descarrilamiento del maniobrar estratégico solamente si presuponemos que en todos los casos en los que alguien toma un argumento de la contraparte, ese argumento tiene automáticamente un potencial justificativo incuestionable para el punto de vista de que se trata, con lo cual no habría lugar para criticar ese presupuesto y se cometería siempre una petitio principii en esos casos.

2.5 Investigación empírica asociada a la teoría pragma-dialéctica

Durante las dos décadas pasadas los pragma-dialécticos han comenzado a llevar a cabo varios tipos de investigación empírica sobre el manejo de diferencias de opinión tanto en situaciones informales como en contextos más institucionalizados. Esta investigación está directamente relacionada con el marco teórico antes descrito y tiene por fin describir y explicar la manera en que las personas producen, identifican y evalúan el discurso argumentativo. Los temas que se investigan van desde los principios que organizan la práctica de argumentar hasta los procesos cognitivos y las estructuras discursivas que juegan un papel en producir e interpretar el discurso argumentativo así como los factores que dan cuenta de las diferencias individuales en la competencia argumentativa.

Como han mostrado van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs (1993, 1997), es posible hacer aseveraciones empíricamente fundadas acerca de la función, estructura y contenido de intercambios argumentativos. Una fundamentación empírica primaria de semejantes aseveraciones proviene de evidencia etnográfica. Otras fuentes se hallan en la información comparada sobre el discurso en general y sus estructuras y estrategias convencionales. En casos de diálogo, otra fuente de fundamentación empírica puede provenir de varias pistas que indican cómo entienden los participantes mismos la función argumentativa del discurso. Pausas, interjecciones (“este…”, “bueno…”), interrupciones y vueltas a empezar son rasgos vocales característicos de turnos conversacionales que indican que no se está del todo de acuerdo con la otra parte. Ninguna de estas fuentes de evidencia empírica basta por sí sola y necesitamos usarlas todas junto con lo que sabemos del trasfondo cultural del acontecimiento de habla en cuestión y junto con una bien entrenada intuición acerca de cómo se conduce el discurso argumentativo.

El libro La reconstrucción del discurso argumentativo (Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs, 1993) proporciona, entre otras cosas, evidencia —tomada de conversaciones durante mediaciones de disputas entre terceros— según la cual discursos argumentativos que a primera vista parecen flagrantemente poco razonables pueden, en un segundo acercamiento, entenderse como tendientes a resolver una disputa, sobre todo cuando se toma en cuenta que ciertas condiciones de orden superior para discusiones críticas no se habían cumplido durante el intercambio. Enfocándose a discusiones para resolver problemas, van Rees (1994, 2002) trató de establecer si los propósitos de este tipo de discurso, tal como ellos se plantean en manuales normativos están lo suficientemente de acuerdo con los propósitos de la discusión crítica como para hacer plausible una reconstrucción pragma-dialéctica. Esta autora utilizó también modelos descriptivos para este tipo de discurso a fin de investigar hasta dónde las discusiones reales orientadas a resolver problemas se conforman a estos ideales. En otro trabajo, la misma van Rees (1995) mostró que cuando de hecho reconstruimos discusiones para resolver problemas, podemos explicar la reconstrucción lograda utilizando enseñanzas de la teoría de actos verbales, del análisis del discurso y del análisis conversacional, y al revés: que el marco pragma-dialéctico puede usarse para interpretar la función de un fenómeno tan ordinario del discurso como es la repetición.

Otro aporte cualitativo lo hace Snoeck Henkemans en su libro El análisis de la argumentación compleja (1992). Muestra esta autora que la argumentación múltiple y coordinada es un resultado de distintos tipos de intercambios dialógicos encaminados a resolver diferencias de opinión.58 La argumentación coordinativa se propone en un esfuerzo por eliminar la duda o crítica del oponente acerca de si la argumentación es suficiente. Si la argumentación coordinativa se utiliza en una defensa directa, es “acumulativa”; si en una defensa indirecta, es “complementaria”. En ambos casos, los argumentos son interdependientes. En cambio, en la argumentación múltiple los argumentos que se plantean para defender un punto de vista son intentos de defensa separados e independientes, uno de los cuales está motivado por la posibilidad de que el otro fracase. En un trabajo posterior, Snoeck Henkemans (1995) examinó la influencia que tienen las propiedades estilísticas del discurso argumentativo sobre su comprensibilidad y aceptabilidad.

Otro tipo de investigación empírica que la pragma-dialéctica trae a colación consiste de investigación experimental (cuantitativa). Una pregunta importante que ha sido investigada es hasta dónde las personas son capaces de reconocer la argumentación. Los resultados sugieren que los indicadores verbales de la argumentación significativamente facilitan tal reconocimiento, mientras que las presentaciones implícitas e indirectas plantean más problemas, especialmente en ausencia de suficientes claves contextuales (van Eemeren, Grootendorst y Meuffels, 1989). En la interpretación de argumentaciones indirectas (y en general de argumentaciones implícitas) los indicadores contextuales resultaron jugar una parte importante: ayudan a intepretar al hacer clara la función comunicativa de lo que se dice. Problemas serios de interpretación solamente surgen en contextos “indefinidos” y carentes de indicadores auxiliares.59 Van Eemeren, de Glopper, Grootendorst y Oostdam (1995) investigaron el desempeño de estudiantes a la hora de identificar premisas inexpresas y esquemas argumentales. Los resultados de sus pruebas claramente indican que, en ausencia de informaciones contextuales desambiguadores, las premisas “mayores” inexpresas de un silogismo y las premisas “no silogísticas” se identifican correctamente más a menudo que las premisas “menores” inexpresas de un silogismo. Asimismo, los experimentos de Garssen (2002) han mostrado que los esquemas argumentales de tipo causal son más a menudo identificados correctamente que la argumentación sintomática, pero no más que la comparativa.60

La perspectiva pragma-dialéctica también se usa para proporcionar guías para construir textos argumentativos (van Eemeren and Grootendorst, 1999). El procedimiento pragma-dialéctico para (re-)escribir, el cual recibe retroalimentación sistemática del texto primario, tiene por fin asegurar que el texto revisado es demostrablemente mejor que el texto original. Sobre la base de una sinopsis analítica [véase arriba 2.2(a)], la cual puede también diseñarse como plan para escribir un texto argumentativo, podemos escribir y re-escribir un texto de tal manera que su comprensibilidad y aceptabilidad no se vean afectadas negativamente por redundancia, falta de explicitud, un pobre ordenamiento de los materiales a tratar o poca claridad. En este esfuerzo, hay que ejecutar cuatro “transformaciones de la presentación” sobre la base de la sinopsis analítica, las cuales con imágenes “como en espejo” de las transformaciones de la reconstrucción. Corresponden grosso modo a las cuestiones de qué puede omitirse (“borrado”), qué habría que añadir (“adición”), qué reacomodos serán necesarios (“permutación”) y qué reformulaciones mejorarían la claridad del texto (“substitución”).

3. Algunos temas de investigación importantes

Actualmente la investigación pragma-dialéctica, que se ha vuelto verdaderamente internacional,61 se concentra en primer lugar en salvar la brecha entre, por un lado, la filosofía y teoría de la pragma-dialéctica, y por otro lado, el estudio empírico, analítico y práctico del estudio argumentativo. Podemos distinguir los siguientes temas importantes:

En primer lugar está el análisis dialéctico y retórico, un conjunto de proyectos ambiciosos que examinan cómo podemos unir las enseñanzas de la dialéctica y la retórica para contribuir al desarrollo de herramientas más abarcadoras que permitan analizar y evaluar el discurso argumentativo. Como ejemplo ilustrativo, hemos realizado el análisis de un caso histórico de discurso argumentativo, la Apologie [Apología] de 1581, un largo panfleto que justifica las acciones de Guillermo de Orange en la revuelta holandesa contra el gobierno español (van Eemeren y Houtlosser, 2003).

En segundo lugar la ampliación del alcance de la pragma-dialéctica abarca proyectos encaminados a ensanchar la cobertura o incrementar la “inclusividad” de la pragma-dialéctica. Groarke (2002), for ejemplo, pretende ampliar la teoría dando cuenta de argumentos que en parte o totalmente se transmiten mediante imágenes. Jackson (2002) extiende la pragma-dialéctica como un marco para “la ingeniería del argumento”. En el mismo sentido, Aakhus (2002) modela la reconstrucción en la tecnología colaborativa de software.

En tercer lugar, el tema de las concepciones de lo que es razonable pertence a investigaciones empíricas de naturaleza experimental en las que se pretende poner a prueba hasta dónde la normatividad crítica encapsulada en las reglas pragma-dialécticas es inter-subjetivamente aceptable (van Eemeren, Meuffels y Verburg, 2000; van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2002; van Eemeren y Meuffels, 2002).62 Los resultados arrojan luz sobre las concepciones que de lo que es razonable tienen los usuarios del lenguaje ordinario, en qué medida son consistentes, así como las diferencias sociales, culturales o de otro tipo que hay entre ellos.63 Esos resultados proporcionan también una base empírica para desarrollar libros de texto pedagógicamente adecuados.

En cuarto lugar, el estudio de las características del discurso argumentativo se concentra en los rasgos pragmáticos del discurso argumentativo y los compromisos creados por el uso de ciertas expresiones. Para cada etapa de una discusión crítica se trata de identificar las expresiones disponibles en el lenguaje ordinario para indicar, directa o indirectamente, las jugadas propias de tal o cual etapa, el tipo de información que transmitimos al usar indicadores particulares así como las condiciones que justifican el análisis de ciertas expresiones como indicadores de jugadas específicas en la discusión. Houtlosser (2002) examina indicadores de un punto de vista tomando no sólo en cuenta la presentación misma sino también las respuestas del interlocutor y la reacción subsiguiente del hablante o escritor original. Snoeck Henkemans (2002) se concentra en las claves que permiten identificar el esquema de la argumentación sintomática.

En quinto lugar tenemos la incrustación interpersonal del discurso argumentativo. Weger, Jr. (2002) reconstruye el comportamiento interpersonal problemático en conflictos como violando las reglas de la discusión crítica. Polcar (2002) considera la argumentación pregunta-respuesta como un intento por parte de quien pregunta para extraer, por parte de quien responde, aseveraciones que representen puntos de vista o argumentaciones. Brashers, Haas y Neidig (2002) investigaron empíricamente el fenómeno de “abogar por sí mismo” [self-advocacy] en el contexto médico-paciente de tratamiento de HIV y SIDA, logrando mostrar que las barreras sociales y culturales causan desviaciones del ideal de discusión crítica, desviaciones que necesitamos explicar.

En sexto lugar, el estudio de la argumentación institucional se refiere a un conjunto de proyectos cuyo fin es examinar la argumentación que se da en contextos más o menos convencionalizados de procedimientos establecidos dentro de situaciones institucionales, tomando debida cuenta de la manera en que la conducción de una discusión está enmarcada por los requerimientos específicos del tipo de discurso en cuestión. En un contexto jurídico, Feteris (2002) investiga el uso de argumentaciones pragmáticas referidas a las consecuencias deseables (o indeseables) de una decisión legal.64 Plug discute las estructuras argumentativas empleadas para justificar decisiones judiciales (1994) así como análisis máximamente argumentativos de las argumentaciones judiciales (2002). Hample (2002) estudia el control del espacio de desacuerdo en el contexto institucional de la Inquisición española. Alford (2002) utiliza la pragma-dialéctica para estudiar los sistemas legales de los Estados Unidos. Concentrándose en un contexto político, van Eemeren (2002) discute el papel de la argumentación en la democracia. Aldrich (2002) se ocupa de cómo se enmarca quién es culpable y cómo se maneja la rendición de cuentas en testimonios ante el congreso a la luz de lo que ocurrió en la audiencia de Oliver L. North.

Notas

1 La segunda obra fue escrita por Perelman en colaboración con Lucie Olbrechts-Tyteca, y traducida al inglés en 1969. [Nota del traductor: Esta obra fue traducida al español veinte años después en 1989, mientras que la de Toulmin no se tradujo hasta 2007.]

2 Para una descripción más elaborada de la historia del estudio de la argumentación y del estado actual del arte, véase van Eemeren y cols. (1996) así como van Eemeren (coord., 2001).

3 Biro y Siegel (1992) son protagonistas de un enfoque puramente normativo, Willard (1983, 1989) de uno puramente descriptivo.

4 La concepción dialéctica de razonabilidad se inspira en racionalistas críticos y filósofos analíticos como Popper (1963, 1972), Albert (1975) y Naess (1966), así como por dialécticos y lógicos formales como Hamblin (1970), Lorenzen y Lorenz (1978), y Barth y Krabbe (1982). La concepción pragmática del discurso argumentativo como consistente en hacer “jugadas” comunicativas reglamentadas se enraiza en la filosofía del lenguaje ordinario de Austin (1962) y Searle (1969, 1979), en la teoría de la racionalidad en el discurso de Grice (1989), y en otros estudios de la comunicación provenientes de los analistas del discurso y de la conversación. Es en primer lugar la combinación de las perspectivas dialéctica y pragmática lo que distingue la pragma-dialéctica frente a la “dialéctica formal” desarrollada por Barth and Krabbe (1982), la cual en su momento había incorporado la perspectiva dialéctica a un enfoque formal (lógico).

5 Para una explicación elaborada de semejante programa de investigación, véase van Eemeren and Grootendorst (2003, cap. 2).

6 Para la investigación pragma-dialéctica sobre identificación de argumentaciones centrada en la contundencia, véase p.ej. van Eemeren, Grootendorst y Meuffels (1989). Compárense Nisbett and Ross (1980) y Johnson-Laird (1983), que se concentran en el razonamiento deductivo. [Nota del traductor: La palabra “contundencia” traduce el inglés cogency. No es una traducción perfecta, ya que la palabra inglesa reúne las ideas de coherencia y persuasividad de una manera que no tiene equivalente exacto en español.]

7 Estos puntos de partida fueron explicitados por vez primera en van Eemeren y Grootendorst (1984).

8 Esto no significa que no sea importante averiguar hasta qué punto y de qué maneras se separan el razonamiento “interno” y la argumentación “externa”, pero esta investigación sólo puede llevarse a cabo metódicamente si se mantienen separados los dos conceptos.

9 El principio de externalización se opone a aquellos enfoques retóricos que explican la efectividad de la argumentación haciendo referencia, sin más trámite, a los presuntos estados psicológicos de los argumentadores y sus auditorios.

10 [Nota del traductor: Para la diferencia entre “válido relativamente al problema” y “válido intersubjetivamente”, véase cap. 1, n. 9 y cap. 2, n. 14.]

11 Esta terminología fue introducida por Barth y Krabbe (1982: 21-22). En su manera de usarla, un procedimiento de discusión que cumple estos requisitos puede pretender “validez para la solución de problemas” y “validez (semi-)convencional”. Véase subsección 2.3 más adelante.

12 De acuerdo con Wenzel (1979: 84), un enfoque dialéctico considera la argumentación como “manejo sistemático de discurso con el fin de lograr decisiones críticas”. Su propósito es establecer cómo deben llevarse a cabo discusiones sistemáticamente para poner críticamente a prueba los puntos de vista. Para evitar los peligros de absolutismo (o escepticismo) y relativismo, un procedimiento dialéctico acorde con una filosofía “crítica” de lo que es razonable debe incorporar tanto enfoques argumentativos orientados tanto al producto como al proceso basados respectivamente en las filosofías “geométrica” (lógica) y “antropológica” (retórica) de lo razonable. Para estas filosofías, véase Toulmin (1976).

13 Para una definición de la argumentación como un acto verbal complejo, véase van Eemeren y Grootendorst (1984: 39-46, 1992: 30-33); para el acto verbal de proponer un punto de vista, véase Houtlosser (1994); y para la distinción entre condiciones de identidad y condiciones de corrección, véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 30-31).

14 El término “espacio de desacuerdo” [disagreement space] fue introducido en Jackson (1992: 261).

15 Un enfoque relacionado sobre la argumentación, en el que los compromisos así como otros conceptos básicos de pragma-dialéctica juegan también un papel crucial es Walton & Krabbe (1995).

16 A pesar de sus diferentes raíces filosóficas, la situación ideal de discurso de Habermas (1971) y el modelo ideal de discusión crítica no son disímilen en algunos puntos. No obstante, en la pragma-dialéctica no creemos que la comunicación está dirigida a lograr consenso, sino que más bien vemos la duda intelectual y la crítica como las fuentes motrices del progreso, con lo cual la comunicación siempre y necesariamente lleva a un flujo continuo de opiniones.

17 Una disputa puede también zanjarse cuando se remite al arbitraje de una tercera parte —juez, dictaminador, árbitro—, en cuyo caso no se ha resuelto en realidad.

18 Una discusión crítica refleja el ideal dialéctico socrático del examen racional de una convicción cualquiera, no solamente de enunciados de tipo factual sino también de puntos de vista normativos y juicios de valor (Albert, 1975). Sobre la base de que todos los puntos de vista humanos son falibles, los racionalistas críticos toman el concepto metodológico de examen crítico y lo elevan a principio guía para la solución de problemas.

19 De acuerdo con la filosofía racionalista crítica, los dialécticos ponen gran énfasis en la consecuencia del hecho de que una proposición y su negación no pueden ser ambas aceptables al mismo tiempo. El examen de puntos de vista se identifica entonces con la detección de inconsistencias (Albert, 1975: 44).

20 El papel del antagonista puede coincidir con el del protagonista de otro punto de vista contrario, pero eso no necesita ser el caso. Expresar dudas relativas a la aceptabilidad de un punto de vista no es necesariamente equivalente con adoptar un propio punto de vista contrario. Cuando ocurre esto último, la diferencia de opinión deja de ser “no mixta” para convertirse en “mixta” (van Eemeren y Grootendorst, 1992: 13-25).

21 Para un análisis de cómo pueden surgir diferentes tipos de estructuras argumentales, véase Snoeck Henkemans (1992).

22 Esta tipología se base en gran medida en Searle (1979: 1-29).

23 Esto no significa que no puedan afectar el curso del proceso de resolución: un suspiro que indica que no está uno contento con la discusión expresa emociones que distraen la atención del proceso resolutorio.

24 Debido a que dependen de la autoridad del hablante o escritos en el marco de un cierto contexto institucional, los declarativos pueden ocasionalmente zanjar una disputa.

25 Esta categoría de acto verbal es introducida en van Eemeren y Grootendorst (1984: 109-110).

26 Expresar duda puede también crear una violación potencial de la ‘preferencia por el estar de acuerdo’ que gobierna la conversación normal. Véase Heritage (1984: 265-280), Levinson (1983: 332-336) y van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs (1993, cap. 3).

27 Solamente en casos excepcionales, cuando el interpretar una jugada como contribución potencial al proceso resolutorio es la única opción que permite el principio de caridad, habrá lugar para aceptar una reconstrucción no fundada diciendo que se acepta “con el ánimo de seguir siendo razonables”. Véase van Eemeren y Grootendorst (2004, cap. 5).

28 En van Eemeren y Grootendorst (1992: 49-55, 2003, cap. 4) se propone una manera de integrar las condiciones para actos verbales de Searle y las máximas conversacionales de Grice en forma de un conjunto de “reglas del uso del lenguaje”.

29 Véase p.ej. Jackson y Jacobs (1980) así como Jacobs y Jackson (1981, 1982, 1983).

30 Para un breve panorama de los varios acercamientos al análisis del discurso y su base empírica, véase van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs (1993: 50-59).

31 Incluso un discurso que es claramente argumentativo no corresponderá en muchos respectos al modelo ideal de discusión crítica, o al menos no directa ni completamente.

32 A un nivel introductorio estos términos y conceptos se explican en van Eemeren, Grootendorst y Snoeck Henkemans (2002). Véase también van Eemeren and Grootendorst (1992) y van Eemeren (ed., 2001).

33 Para el análisis de premisas inexpresas véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 60-72).

34 Para una discusión de las estructuras de la argumentación, véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 73-89).

35 Para una discusión de los esquemas argumentales véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 94-102).

36 La manera implícita y poco clara en la que las varias etapas de una discusión crítica a menudo aparecen en el discurso argumentativo, distorsionadas y acompañadas de distractores, no debe suscitar la conclusión prematura de que el discurso es deficiente o la conclusión superficial de que el modelo ideal de la discusión crítica no es realista. Lo primero se ve contradicho por lo que la pragmática nos enseña sobre el discurso ordinario, lo segundo por las enseñanzas dialécticas relativas a la resolución de diferencias de opinión. Véase van Eemeren y Grootendorst (1984, cap. 4; 1992, cap. 5) así como van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs (1993, cap. 3).

37 Véase van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs (1993, cap. 4).

38 Las dos transformaciones se distinguen por su grado de “convencionalización”. La pregunta retórica está como tal altamente convencionalizada mientras que lo indirecto de la propuesta no lo está. Solamente en un contexto bien definido podemos detectar fácilmente el modo indrecto de hablar e interpretarlo correctamente. Véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 56-59).

39 Si vemos las reglas del procedimiento pragma-dialéctico de discusión como condiciones de primer orden para tener una discusión crítica, entonces podemos ver las condiciones internas propias a una actitud razonable de discusión como condiciones de “segundo orden” y relativas al estado mental en que asumimos se encuentran los que discuten. En la práctica, la libertad de las personas para satisfacer las condiciones de segundo orden se ven a veces limitadas por factores psicológicos fuera de su control, tales como la inhibición de las propias emociones o la presión que ejercen otras personas. Existen también condiciones externas, “de tercer orden” que necesitan cumplirse para poder llevar a cabo propiamente una discusión crítica. Ellas tienen que ver con las circunstancias sociales en las que tiene lugar la discusión, lo cual a su vez tiene que ver, por ejemplo, con las relaciones de poder o autoridad que existan entre los participantes [uno es jefe y el otro empleado, uno es tutor y el otro estudiante] o bien con características especiales de la situación en que se da la discusión [hace mucho ruido o mucho calor, las personas tienen prisa, etc.]. Las condiciones de segundo y tercer orden para la conducción de una discusión crítica en el sentido ideal son condiciones de orden superior para resolver diferencias de opinión. Solamente si se satisfacen estas condiciones puede realizarse plenamente el ideal de razonabilidad crítica.

40 Una versión mejorada de las reglas pragma-dialécticas para la discusión crítica se encuentra en van Eemeren y Grootendorst (2003, cap. 6).

41 [Nota del traductor: En inglés problem-validity. Véase en este libro cap. 1, n. 9 y cap. 2, n. 14; véase también nota siguiente.]

42 Las nociones de “validez resolutoria” [problem-validity] y “validez convencional” [conventional validity] se basan en ideas de Crawshay-Williams (1957) y fueron introducidas por Barth and Krabbe (1982). En van Eemeren y Grootendorst (1988a, 1988b, 1992) se da cuenta de la “validez resolutoria” de las reglas pragma-dialécticas; su validez inter-subjetiva se ha investigado empíricamente (y en gran medida se ha confirmado) en un serie de pruebas experimentales, p.ej. en van Eemeren, Meuffels y Verburg (2000). [Véase también cap. 5 de este libro.]

43 Por cuanto se oponen al proteccionismo de puntos de vista y a la inmunización de cualquier punto de vista frente a la crítica, tales personas rechazarán todo “justificacionismo” fundamentalista (lo que los alemanes llaman Letztbegründung o “fundamentación última”). Al adoptar esta perspectiva, la pragma-dialéctica conecta con la dialéctica formal tal como la desarrollaron Barth y Krabbe (1982).

44 Véase Popper (1971, cap. 5, nota 6).

45 Esto no significa que el proponer una argumentación no pueda combinarse con o incluir el uso de páthos o éthos, o que haya argumentos relevantes que estén sugeridos por o implicados en agrumentos que parecen irrelevantes. Para un panorama de la historia de la retórica clásica y una explicación del papel de lógos, éthos y páthos, véase Kennedy (1994).

46 Qué signifique “válido en un sentido lógico” dependerá de la teoría lógica que se use.

47 Véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 94-102).

48 La identificación pragma-dialéctica de falacias es siempre condicional. Una jugada argumentativa puede considerarse una falacia solamente si podemos decir correctamente que el discurso en cuestión tiene por fin resolver una diferencia de opinión.

49 Para un panorama de los acercamientos teóricos a las falacias antes y después de Hamblin, véase van Eemeren (2001).

50 [Nota del traductor: En la terminología pragma-dialéctica una diferencia mixta de opinión es una en la cual cada una de las dos partes de la discusión sostiene un punto de vista. La manifestación más simple de una diferencia mixta de opinión es cuando una parte sostiene la afirmativa y la otra la negativa de una proposición dada. Si solamente una de las partes sostiene un punto de vista (sea la afirmativa o la negativa) mientras que la otra parte se limita a expresar dudas o reservas respecto de ese punto de vista, entonces los pragma-dialécticos hablan de una diferencia no mixta de opinión.]

51 Un punto de vista “cero” ocurre en una diferencia de opinión no mixta cuando la otra parte tiene solamente dudas acerca de la aceptabilidad del punto de vista. Véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 13-25)

52 Lamentablemente, en la práctica académica sigue habiendo una enorme brecha conceptual y una falta de entendimiento mutuo entre los protagonistas de los enfoques dialéctico y retórico. Se percibe en general que en la antigüedad griega la diferencia inicial se reducía a una división del trabajo. De acuerdo con Toulmin (2001), luego de la revolución científica del siglo XVII la división se volvió “ideológica” y el resultado fue que dos paradigmas aislados terminasen por considerarse incompatibles. La retórica se ha vuelto un campo de estudio en las humanidades para estudiosos interesados en la comunicación, el análisis del discurso y la literatura. La dialéctica se incorporó primero a las ciencias exactas y durante un largo tiempo desapareció de la vista con la ulterior formalización de la lógica en el siglo XIX. Hasta hace poco los retóricos ignoraron mayormente los resultados de las teorizaciones dialécticas y viceversa. Los artículos en van Eemeren y Houtlosser (coords., 2002) son parte de un esfuerzo por estimular un nuevo acercamiento.

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