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Esta revolución tecnológica provoca profundas modificaciones sociales que conllevan, por ejemplo, la diferenciación e integración decreciente del estado nacional, del mercado nacional, de la industria nacional, de la identidad nacional; la desterritorialización del proceso productivo; y el dominio global del capital cognitivo en alianza con el financiero que destruye paulatinamente las economías nacionales e incluso regionales.

La dirección decreciente de la curva civilizatoria moderna se radicaliza con la incorporación de la computadora en el proceso productivo. Esta nueva máquina, a diferencia de la industrial, se caracteriza por ser portadora de: “un mecanismo flexible (reprogramable) de sustitución de ciertas funciones lógicas, de memoria y de comunicación del cerebro humano” (Dabat, 2006, p.35). El mecanismo software (conjunto de programas, instrucciones y reglas informáticas) produce un nuevo tipo de bien inmaterial, la llamada propiedad intelectual que va a ser fundamental en los procesos de innovación y planificación productiva. El ciclo total de la producción y organización del capital - producción circulación y consumo - se transforman con la nueva directriz tecnológica, la misma que forja un nuevo tipo de propiedad, de empresa, de competencia, de relaciones laborales, de organización del trabajo, etc., que generen plusvalía extraordinaria de innovación o rentas tecnológicas en el también nuevo espacio económico globalizado (Dabat, 2006).

La era de la globalización, bajo la dirección del capitalismo, representa el momento más importante de diferenciación e integración decreciente de la civilización moderna occidental. Es evidente que se asiste a un momento de inflexión en los procesos de consolidación y diferenciación progresivas de largo plazo, que conlleva profundas transformaciones que afectan la estructura social y psíquica en una dirección decreciente. Hay una tendencia, en el periodo actual de la curva civilizatoria, a disminuir la integración del mundo, por la mutación espacio temporal y la flexibilización de las estructuraciones sociales, debido a la incorporación de la tecnología digital en el aparato productivo y en la vida cotidiana, así como y por el dominio del capital financiero.

La globalización involucra una nueva configuración espacial del mundo, que se organiza a partir de las redes de computación o internet, de un tejido transnacional de cadenas productivas, de un sistema financiero globalizado, de la mundialización cultural y sobre todo un nuevo tipo de competitividad sistémica que incluye la competencia entre empresas, corporaciones, naciones, regiones y bloques (Dabat, 2006). Una de las transformaciones más importantes es la que se opera en el trabajo, cuando su dimensión cognitiva deviene su fuerza central, mutación que hace de la producción de conocimiento (investigación científica), de la educación, la innovación, la capacitación continua y el saber tecnológico el aspecto fundamental del proceso productivo. Esto hecho explica la importancia que adquiere en la sociedad globalizada el conocimiento especializado de la tecnociencia, para lo cual se ha puesto en marcha reformas radicales en el sistema de educación mundial, en la perspectiva de fortalecer la productividad.

Se opera, de esta forma, una mutación importante en la evolución histórica que tuvo su origen en la revolución industrial (capitalismo industrial), lo cual no quiere decir que las lógicas nucleares de la producción industrial desaparezcan, todo lo contrario se han ampliado y acelerado. Con la revolución cibernética, el trabajo adquiere una complejidad articulada a la especialización del conocimiento de los nuevos medios de producción informáticos. En otras palabras, la producción cibernética requiere de trabajadores especializados en el conocimiento de la informática que estén permanentemente revolucionándose. Esta transformación en el proceso productivo, que comporta un profundo cambio en la composición orgánica de capital, debido a la incorporación de la nueva tecnología digital, provoca una considerable reducción de la demanda de mano de obra en general y la no especializada en particular. Al mismo tiempo que se produce una conexión mundial por la información global, se produce una inmensa brecha digital entre continentes, regiones, naciones, pueblos e individuos.

Si la revolución industrial significó la sustitución por la máquina de las funciones del cuerpo humano, la revolución cibernética significa la sustitución por la computadora de las funciones delimitadas del cerebro humano. Sin embrago de esto, es importante anotar que de la población mundial, la mano de obra que está incorporada a esta nueva lógica de trabajo, especializado científica y técnicamente, es aún reducida. El trabajo formal digital, aunque globalizado, no alcanza a toda la población mundial, al contrario separa a la mayor parte de ella. Así como la inscripción de la máquina al proceso productivo segregó a millones de campesinos de la producción industrial, no solo porque mucha mano de obra fue reemplazada por la máquina, sino porque no tenían el conocimiento para operarla; con la revolución cibernética millones de trabajadores industriales son expulsado del proceso productivo, también porque la nueva tecnología reemplaza mano de obra y porque genera “…un nuevo tipo de analfabetismo tecnológico asociado a la brecha digital que afecta a una amplia mayoría de la población mundial” (Dabat, 2006, p.38).

El aumento de mano de obra de desecho o peso muerto del capital a nivel mundial va a generar la desarticulación económica, social y cultural de millones de personas que quedan por fuera de la institucionalidad moderna. Población expulsada que, mientras más se aleja de la institucionalidad moderna, genera agudos procesos de integración y diferenciación decrecientes, al tiempo que los expresa.

De lo dicho en los párrafos anteriores se puede colegir una línea de continuidad entre la era industrial y la llamada era posindustrial. La incorporación de la informática al proceso productivo aumentó y aceleró la industrialización planetaria en toda la historia del capitalismo. Esta línea de continuidad en la lógica productiva, sin embargo, comporta la diferenciación e integración en dirección decreciente del proceso civilizatorio. Así, la velocidad en el desarrollo de la ciencia y de la técnica, al contrario de lo que los humanistas pensaron, parece llevar a la humanidad del tercer milenio a su desintegración. Como dice Elías hay una “…coincidencia entre el aumento de velocidad del progreso especialmente en la esfera científica y técnica, y la disminución de confianza en el progreso en general” (Elías, 1988, p.24).

El capitalismo digital o de la información explica el ascenso y radicalización de la desigualdad y exclusión social a nivel planetario, signo claro de un proceso de diferenciación e integración decreciente. La lógica de la competitividad que se profundiza con la incorporación de la informática en los procesos productivos y en la sociedad en general, lleva consigo la disolución de las interacciones humanas y por lo mismo fuertes procesos de atomización social. La competencia como valor primero y absoluto del capitalismo tardío genera, a la vez que es resultado, el debilitamiento de las codificaciones sociales que limitan la expansión pulsional y agresiva del ser humano y que se expresan como pudor, la vergüenza, respeto, etc. La fragilidad aludida muestra un descenso en la configuración de la sensibilidad pacificada de las personas, es decir en la contención que unos esperan de los otros, necesaria para la integración social creciente. La vida social se ha vuelto más homogénea, se difuminan las fronteras de la diferenciación social en la mayoría de sus campos por efecto de la expansión de la lógica mercantil homogeneizante, en casi toda la vida social. El proceso de individuación se desdibuja en individualismo, los agentes sociales son convertidos en unidades abstractas, manifestaciones corporales y psíquica de la forma mercancía. En razón de esta transformación se hace difícil el reconocimiento intersubjetivo que funda socialización, comunidad y civilización.

El proceso de integración y diferenciación decreciente que muestra la curva civilizatoria del mundo moderno occidental, a partir del nuevo paradigma socio-técnico, es identificable en los siguientes campos sociales:

Decadencia Económica

Para empezar esta parte de la reflexión, es necesario recordar la tesis de Marx en la cual plantea que el capitalismo vive de revolucionar constantemente sus condiciones de existencia. Esta idea explica la razón de que en la curva civilizatoria, articulada por la economía capitalista, se hayan producido al menos dos enormes revoluciones tecnológicas (la industrial y la informática) y que hoy la humanidad se encuentre a las puertas de la cuarta revolución tecnológica (la de la neurociencia).

Cada revolución tecnológica provoca:

a) Aceleración cualitativa del incremento de la composición orgánica de capital, esto es el desplazamiento del trabajo vivo por el muerto. En las empresas totalmente automatizadas el desplazamiento es virtualmente total. b) Transferencia de la fuerza de trabajo viva todavía involucrada en el proceso productivo, del tratamiento directo de las materias primas a funciones de preparación o supervisión. c) Un cambio radical en la proporción entre las dos funciones de la mercancía fuerza de trabajo (creación y preservación de valor) en las empresas automatizadas, es decir la preservación de valor adquiere importancia fundamental. d) Un cambio radical en la proporción entre la creación de plusvalía dentro de la misma empresa, y la apropiación de plusvalía producidas en otras empresas o ramas totalmente automatizadas. e) Un cambio en la proporción entre los costos de construcción, y los gastos y desembolsos de capital en la compra de nuevas máquinas en la estructura del capital fijo y por tanto en las inversiones industriales. f) Un acortamiento del período de producción. g) Una compulsión para acelerar la innovación tecnológica, y un brusco aumento en los costos de la investigación y el desarrollo. h) Un período de vida más corto del capital fijo, en especial de las máquinas. i) Una alta composición orgánica del capital conduce a un aumento en la parte del capital constante en el valor medio de las mercancías. (Sierra, 2008, p.33)

El resultado combinado de estas transformaciones, según Ernest Mandel (1979), intensifica las contradicciones del modelo capitalista de producción:

… la contradicción entre la creciente socialización del trabajo y la apropiación privada; la contradicción entre la producción de valores de uso (que aumenta hasta lo inconmensurable) y la realización de valores de cambio (que sigue atada al poder de compra de la población); la contradicción entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización; la contradicción entre la acumulación de capital y su valorización, etcétera. (p.194)

La incorporación de la tecnología de la información (software) al proceso productivo supone: “…a) la transferencia de piezas entre procesos productivos sucesivos, basados en aparatos automáticos, b) el control automático de los flujos productivos y de la calidad, c) la computarización de los procesos productivos y d) la combinación de los sistemas anteriores” (Sierra, 2008, p.32). En definitiva, por efecto de la automatización de las tareas, la experimentación de los usos y la reconfiguración de las aplicaciones se provocan una fuerte mutación en la relación trabajo-capital y en la cadena de valorización. Estas modificaciones aumentan la productividad y en consecuencia elevan la tasa de ganancia, es decir aceleran la reproducción y acumulación del capital.

Es importante aclarar que la nueva tecnología que rompe con la lógica fordista /taylorista de trabajo y da paso a la internacionalización del proceso productivo que, acompañado y promovido por la financiarización de la economía, otorga flexibilidad para que el capital se reproduzca con diferentes modelos productivos, incluidos los aparentemente superados como la esclavitud. La ampliación de las formas de extracción de plus valor repartidas por el planeta maximiza la acumulación de capital, tras la ruptura de los acuerdos keynesianos con el trabajo.

Así, la reorganización de la economía mundial, que por efecto de la revolución cibernética permite la utilización de cualquier modelo productivo, supone lo que Harvey denomina la acumulación flexible que genera el aparecimiento de una nueva forma de trabajo que: “…se estructura sobre una mínima base de trabajadores calificados y con óptimas condiciones de contratación y una masa de trabajadores tercerizados y precarizados sin ningún tipo de seguridad laboral: subcontratados, temporarios, etc” (Wydler, 2005, p.2). Este tipo de trabajo, que tramita y administra la política económica neoliberal, profundiza la crisis de la clase trabajadora a nivel mundial, condenándola a la inestabilidad, disgregación, tercerización, atomización y precarización laboral, o peor aún al desempleo que ya tienen carácter estructural.

La flexibilización laboral para que el capitalista pueda comprar y usar la mercancía fuerza de trabajo, así como para que ésta pueda trasladarse a cualquier parte del planeta donde hay demanda, induce la ruptura de los lazos sociales culturales, territoriales y organizativos. En otras palabras, esta nueva relación capital-trabajo provoca una tendencia decreciente de la integración social en el ámbito de la producción. La libertad mercantil ampliada que requiere la flexibilidad laboral, de esta nueva forma de trabajo, exige del trabajador su individualización/atomización absoluta. Tiene así que romper todo tipo de vínculo social: afectivo, territorial, cultural, nacional, identitario, etc., ser absolutamente libre para movilizarse y venderse donde el capitalismo globalizado lo requiera. Marx ya planteó esto cuando dijo que el proletariado era el sujeto revolucionario, porque nada tiene que perder, porque ha sido despojado de todo, es absoluta negatividad.

De la misma manera que la revolución industrial supuso una destrucción violenta de la economía campesina, la revolución de la cibernética supone la destrucción de las economías locales y nacionales, pues estas se fragmentan para incorporarse de manera despedazada al nuevo orden económico mundial y otras quedan simplemente fuera de la globalización, como muchas naciones en el África. La creación de industrias automatizadas degrada la industria manufacturera hasta sacarla del mercado.

La destrucción de las economías locales y nacionales y de ciertas manufacturas causa mayor desempleo y, en esa medida, las masivas migraciones de parados a los centros económicos en busca de trabajo. Los procesos migratorios ampliados y violentos, por su parte, expresan y generan una profunda crisis social y humana que conlleva violencia, criminalidad, trata de personas, etc. Al final, la población migrante que en su mayoría aparece como población de refugio termina por ser el homo sacer del que habla Agamben (1998).

Un gran número de trabajadores en todo el globo, capacitados para la producción industrial, no logran incorporarse de forma activa al nuevo proceso productivo digitalizado por falta de conocimiento informacional, quedan de esta forma fuera del mismo, no en calidad de ejército industrial de reserva, sino de desecho laboral e incluso de desecho biológico. Esto explica el crecimiento multiplicado de la población marginal disgregada por todo el planeta.

Así también, la globalización económica posible por la nueva tecnología productiva se caracteriza por la radicalización de la centralización internacional de capital, no en los Estado nacionales, sino en las Corporaciones. “La centralización implica poder de dirección central o centralización sobre el control de los medios de producción; en otras palabras, la propiedad privada centralizada” (Mandel, 1979, p.316). De lo que se desprende que la dirección central sobre el control de los medios de producción no es de carácter nacional sino corporativo, es decir de las corporaciones multinacionales, sobre todo de las financieras que son las que valorizan el conocimiento. Este poder económico global tiene el control monopólico de la tecnología, los mercados financieros, los recursos naturales, los medios de comunicación y las armas de destrucción masiva. Es dentro de esta nueva estructura económica que el capital se valoriza, acumula, concentra y centraliza aún más.

El reordenamiento económico global comporta una nueva división internacional del trabajo que tiende a liquidar la industria y el mercado nacional, sobre todo de los países de la periferia. Este proceso provoca una nueva y más intensiva transferencia de riqueza, organizada en la interdependencia global, que pone en ejecución un sistema de expropiación a partir de la intensificación del intercambio desigual, basado en la inmensa brecha tecnológica.

Es necesario recalcar que la brecha tecnológica muestra una de las formas de exclusión básica en la época actual, pues el desigual acceso al uso de los nuevos modelos de producción se debe a que éstos permanecen encerrados en su reducido marco privado, lo que impide que las innovaciones tecnológicas lleguen a constituirse en una potencia productiva que satisfagan las exigencias de la sociedad en su conjunto. (Sierra, 2008, p.36)

La nueva división mundial del trabajo crea problemas como desempleo estructural, fuga de capitales, agudización de la brecha económica, fragmentación del mundo del trabajo, corrupción y servilismo sistémico de los gobiernos a la voracidad de los negocios, daño ambiental, sobreproducción de miseria, etc. Se destruyen, disocian y fraccionan las economías más pequeñas y en su desarrollo incluso las grandes, como se puede observar hoy con el caso de la Comunidad Europea y EEUU.

Por último, esta nueva tecnología productiva conduce a la economía capitalista a su callejón sin salida. Ya anotó Marx que “...la masa de plusvalía misma disminuye necesariamente como resultado de la eliminación del trabajo vivo del proceso de producción en el transcurso de la etapa final de mecanización-automatización” (Marx como se citó en Mandel, 1979, p.204). El capitalismo es incompatible con la producción industrial totalmente automatizada, pues no admite la creación de plusvalía o la valorización de capital, por efecto de que el desarrollo ampliado de las fuerzas productivas disminuye el número absoluto de obreros y esto genera graves estragos sociales. La contradicción expuesta se intenta evadir en la actualidad con: la unidad heterogénea entre empresas no automatizadas, semiautomatizadas y automatizadas, es decir con la flexibilidad de reproducción de capital anotada en las líneas anteriores; la hegemonía del capital financiero en lo que tienen que ver con los procesos de valorización del conocimiento, tema que se abordará más adelante;

…el uso de mano de obra barata en las ramas semiautomatizadas de la industria (como trabajo femenino e infantil) en las industrias textiles, alimenticia, etc.; los cambios constantes y la competencia mutua en la producción de los sistemas de máquinas automatizadas impiden el abaratamiento de estos sistemas y de este modo su introducción más rápida en otras ramas de la industria; la búsqueda de nuevos valores de uso que se producen en empresas semiautomatizadas y no automatizadas; las piezas de las máquinas automáticas no son construidas automáticamente sino en la línea de ensamblaje, de hecho, la industria que produce medios de producción electrónicos tiene un CO de capital notablemente baja. (Sierra, 2008, p.34)

Finalmente, las revoluciones tecnológicas en el marco de la economía capitalista conducen a un desarrollo colosal de las fuerzas productivas que terminan transformándose en destructivas, tanto de la naturaleza como del trabajo humano.

Decadencia Social

La globalización digital no significa que toda la población del planeta se encuentre integrada a la nueva tecnología, como sostienen Castells (2006) “…hay grandes áreas del mundo y considerables segmentos de la población desconectados del nuevo sistema tecnológico” (p.60). Las zonas que quedan desconectadas pueden encontrarse en África como en Norteamérica, Europa, Asia o América latina, no hay entre ellas una continuidad cultural y/o espacial. Existe de hecho una desintegración social en la globalización, que se explica por la desigual difusión tecnológica que excluye de la misma a ciertos sectores de población y a ciertas zonas del globo.

…la automatización y los progresos en biotecnología arrojan la mayoría de la fuerza de trabajo mundial en el desempleo (mercado informal), crece el ejército de reserva y aumenta, asustadoramente, la población estancada que, como diría K. Marx (1980), son seres humanos que vegetan en el infierno de la indigencia. El pauperismo constituye el asilo de los inválidos de la población activa y el peso muerto del ejército industrial de reserva. La superpoblación relativa forma parte de la condición de existencia de la producción capitalista y del desarrollo de la riqueza social. (Silva como se citó en Sierra, 2008, p.34)

La globalización al contrario de lo que parece no integra a la población del planeta, al contrario expulsa a la mayoría de ella. Es exclusiva, es “…la construcción y expansión de un mundo interior cuyos límites son invisibles, aunque prácticamente insalvables desde fuera y que está habitado por los mil quinientos millones de ganadores de la globalización; esperando en las puertas encontramos a un número de personas tres veces mayor” (Zizek, 2016, p.11). Este hecho muestra que la globalización de la nueva tecnología de la información provoca la profundización de la contradicción más sintomática del capital, que según el mismo filósofo esloveno es: el antagonismo entre los incluidos y lo excluidos o expulsados de la globalización. “Una proporción importante de la clase obrera mundial queda desempleada y pasa a constituir una “población excedente absoluta” que seguramente no se volverá a incorporar al proceso productivo” (Sierra, 2009, p. 41).

El antagonismo expuesto muestra, a su vez: la creciente desigualdad económica y social a nivel planetario -más concentración de riqueza y más expansión de miseria-; la progresiva diferenciación tecnológica – eliminan empleos semicalificados bajo la presión de la automatización y la competencia laboral extranjera; degradación y dispersión laboral y salarial; degradación y eliminación de los mundo de vida rurales y la consecuente masiva expulsión de campesinos; en los países desarrollados lo trabajadores son expulsados del mercado de trabajo formal y sustituidos por una combinación de máquinas o mano de obra extranjera barata, o simplemente se quedan sin empleo porque las empresas migran a los países periféricos gracias a la nueva tecnología. De hecho, la situación de la clase trabajadora norteamericana explica en gran medida el triunfo de Trump en las últimas elecciones de EEUU y el triunfo del Brexit en la consulta popular en Reino Unido en el 2015.

Todas estas poblaciones expulsadas de los beneficios de la globalización informatizada forman enclaves de desempleo prolongado, pobreza y miseria en ciertas zonas de los países centrales y en la mayor parte de los países de la periferia, que van en crecimiento. Es importante aclarar que este fenómeno social no es casual ni fortuito, responde a la contradicción estructuradora de la curva civilizatoria capitalista. Como sostiene Aníbal Quijano (1998) “la ‘marginalidad’ se origina en los cambios en la estructura de relaciones entre capital y trabajo y en primer lugar entre capital y trabajo asalariado” (p.416). El capitalismo en su expansión global expulsa una creciente mano de obra individual que se vuelve sobrante por efecto del desarrollo tecnológico (composición orgánica de capital) Una parte de esta mano de obra sobrante va a ser absorbida por la economía criminal, ligada al tráfico de drogas, armas, personas órganos, etc., y la mayoría de ella quedan en condición de pauperismo social. “Esa población excedentaria de trabajadores atrapada dentro de la tendencia al predominio del trabajo acumulado respecto del trabajo vivo, es la que se denomina ‘marginalizada’” (Quijano,1998, p. 416).

El deterioro de las condiciones de vida para la mayor parte de la población mundial conlleva serios problemas en sus procesos de producción y reproducción social, cuya situación bien podrían ser leída desde la tesis de José Nun (2000), según la cual

…era posible que existiera, en última instancia, una parte de la superpoblación relativa que fuera ‘marginal al cuadrado’, es decir a funcional y prescindente también para el sector informal. En este caso se volvería disfuncional y peligrosa para el conjunto de la sociedad. (p.5)

Toda la masa de personas que a nivel planetario terminan expulsadas de la globalización constituyen un nuevo régimen de miseria que se caracteriza por ser permanente e irreversible. En este sentido la desvinculación de estas personas de la sociedad formal y de su norma se vuelve altamente peligrosa para sostener los procesos de integración y diferenciación creciente.

Los signos reveladores de la nueva marginalidad son inmediatamente reconocibles incluso para el observador casual de las metrópolis occidentales: hombres y familias sin hogar que bregan vanamente en busca de refugio; mendigos en los transportes públicos que narran extensos y desconsoladores relatos de desgracias y desamparo; comedores de beneficencia rebosantes no solo de vagabundos, sino de desocupados y sub ocupados. (Wacquant, 2002, p.170)

Estas personas que son expulsadas de la sociedad globalizada dejan de ser funcionales al sistema y llegan a ser una amenaza para la vida social. El alejamiento de la sociedad formal provoca en el ser humano el retorno incontrolable de los instintos reprimidos en los procesos de simbolización que les constituye en sujetos. Las manifestaciones instintivas, sobre todo las agresivas que no son posibles de ser separadas de las sexuales y de las del hambre, retornan transgrediendo la norma y agravando la disolución de relaciones sociales.

Este proceso, entre otros, explica que gran parte de esta población expulsada termine alimentando la economía criminal que crece en el planeta y que atraviesa a la sociedad formal carcomiendo sus fundamentos y debilitando el grado de desarrollo de la configuración emotiva que permite el encuentro con los otros.

Un número creciente de grupos, sectores, proceso, países, espacios y circuitos son incorporados a la órbita del tráfico y sus organizaciones. Son especializados en la producción de la materia prima y en la elaboración industrial de las drogas, el transporte y las comunicaciones, la distribución, la comercialización, la violencia de autoprotección y agresión, la prestación de servicios conexos, el lavado de dólares, las reinversiones ilícitas, las nuevas inversiones en la economía formal. (Kaplan, 1996, p.218)

En las actuales circunstancias del mundo la agresividad humana se libera del conjunto de reglas y de convicciones sociales que la coaccionan. La agresividad cada vez es más abierta y se manifiesta en el choque frontal entre los seres humanos (guerras políticas, guerras económicas, guerras de carteles, guerras de pandillas, violencia callejera, violencia intrafamiliar, violencia de género, etc.). Al mismo tiempo la descarga emotiva en las confrontaciones es más expandida e ilimitada que en otros momentos de la actual curva civilizatoria. Este hecho muestra una debilidad del “…control social, anclado en la organización estatal, sobre las manifestaciones de la crueldad, la alegría producida por la destrucción y los sufrimientos ajenos, así como la afinación de la superioridad física” (Elías, 1998, p.231). Entre otros muchos casos, lo dicho es visible en la violencia desatada en México.

Esta expansión de la violencia, entre otros fenómenos, ha llevado a algunos autores como Umberto Eco a plantear el retorno de una nueva edad media.

La vida en la sociedad medieval se orientaba en la dirección opuesta. La rapiña, la lucha, la caza al hombre y a la bestia, pertenecían de modo inmediato a las necesidades vitales que, a menudo, se manifestaban en consonancia con la estructura de la propia sociedad. Para los poderosos y los fuertes se trataba de manifestaciones que podían contarse entre las alegrías de la vida. (Elías, 1998, p.231)

El placer en todas sus formas parece liberarse de los sentimientos de desagrado que lo limitan, lo cual muestra que se vive en una época de trastorno social, “…en las cuales el control social es más limitado y se manifiestan estos instintos de forma más directa, menos apagada y sin sufrir represión ninguna por las pautas de vergüenza y de pudor” (Elías, 1998, p.231).

Los medios de comunicación muestran a diario noticias sobre guerras, conflictos y violencia de todo tipo, que se han convertido en algo cotidiano para la población mundial y que tiende a normalizarse por su exposición habitual.

Elías (1988) en su libro El Proceso Civilizatorio cita lo siguiente:

«Os aseguro», se dice en un himno de guerra atribuido al trovador Vertrán de Born 95, «que no tengo ganas de comer, de beber o de dormir, mientras no oigo gritar: ¡A ellos! desde los dos lados y mientras no oigo relinchar a los caballos sin caballeros bajo los árboles, y mientras no oigo gritar: ¡Auxilio! ¡Auxilio!; mientras no veo caer a los fosos a los grandes y a los pequeños rodando sobre la hierba, y mientras no veo a los muertos atravesados por la madera de las lanzas adornadas con banderolas. (p.231)

La economía criminal articulada al narco tráfico genera una cultura en la que los narcocorridos mexicanos son ya un producto extendido e incluso comercializado. Las letras de estas canciones que hablan sobre la vida de los narcos son una apología de la violencia y se parecen mucho a las letras de los trovadores de la guerra en la Edad Media.

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